Conocidos
ya los hechos fundamentales, volvamos a la explicación de las causas de la
Revolución Industrial. Como
ya dijimos, nos parece particularmente convincente la explicación de Robert
Allen, que hace hincapié en los factores que explican la demanda de
innovaciones tecnológicas en Inglaterra, ligada fundamentalmente a la oferta y
precios relativos de los distintos factores productivos (tierra, capital,
trabajo). Con todo, examinaremos también algunas cuestiones relativas al marco
institucional y a la dinámica de la propia innovación tecnológica.
1. Factores productivos
Tierra (recursos naturales): a este respecto, el factor fundamental fue el
carbón mineral. La abundancia de carbón en Gran Bretaña -especialmente en Gales
y en el centro de Inglaterra- vino acompañada de un uso relativamente temprano
en la industria y los hogares. Esta demanda fomentó un sector minero potente,
que hacía importantes inversiones para la extracción en vetas profundas, lo que
incrementó la producción y permitió reducir los precios.
La producción y el consumo de carbón mineral cobraron gran importancia en Gran
Bretaña, que si a comienzos del XIX era el único productor importante, todavía
a finales de siglo producía cerca de la mitad del total europeo. La cercanía de los focos
industriales modernos a las cuencas mineras, o a canales y puertos para el
suministro también pone de relieve su importancia. Además, como
señala Mokyr, “la minería del carbón generó
más innovaciones tecnológicas que cualquier otraindustria con anterioridad a la
Revolución Industrial”: las primeras máquinas de vapor, como la de Savery o Newcomen, eran bombas para
drenar agua de las minas, y las vagonetas sobre raíles de hierro se emplearon
también por primera vez en el sector.
Con todo, más importante que la abundancia o cercanía del carbón mineral es su precio. En Gran
Bretaña, conoció un lento incremento entre 1600 y 1700 y de cierta estabilidad
entre 1700 y 1830 (gráfico 6.1). Pero sobre todo contrasta con el precio
creciente de la leña, que era el combustible alternativo. En casi todos los
países europeos, la demanda de leña y carbón vegetal condujo la deforestación
de las regiones más cercanas a los centros de consumo, y al encarecimiento de
ambos productos. Holanda logró escapar al problema con el uso de turba desde el
siglo XVII, pero este combustible era inadecuado para la siderurgia y resultaba
más caro que la hulla.
Trabajo: la oferta de trabajo viene determinada fundamentalmente por el volumen
de la población. Pero también son relevantes los cambios en la dedicación de
los habitantes (paso de pasivos a activos -incluidos cambios en la edad de
incorporación al trabajo- o de un sector a otro). Además, hay que tener en
cuenta los cambios en la duración de la jornada laboral.
La Revolución Industrial vino acompañada de un fuerte crecimiento de la
población británica, que se duplicó entre 1761 y 1831. Pero por diversas
razones sería más correcto considerar este proceso como
una consecuencia antes que como
un requisito previo de la industrialización. En primer lugar, las tasas de
crecimientodemográfico sólo se aceleraron cuando el proceso estaba en marcha:
entre 1700 y 1760, la tasa de crecimiento anual fue del 0,3%, alta, pero no insólita en
sociedades preindustriales. Pero aumentó al 1,2% entre 1770 y 1840. En segundo
lugar, el crecimiento se debió tanto a un descenso de la mortalidad como a un aumento de la natalidad.
Los dos procesos están relacionados con una mayor prosperidad. La mortalidad
cayó sobre todo como consecuencia de mejoras en
la higiene (incluido un mayor consumo de jabón, ropa interior de algodón más
barata y obras de alcantarillado), así como
una alimentación mejor. La mayor natalidad se explica por el aumento de la
oferta de empleos, que redundó en mayores tasas de nupcialidad y matrimonios
más tempranos; y por tanto más hijos por pareja. Este crecimiento fue
compatible con una fuerte emigración, sobre todo a EE.UU; y no sólo desde una
Irlanda agraria atrasada, sino también desde la Inglaterra avanzada e
industrial. Esto pone de relieve que la abundante oferta de mano de obra no era
un requisito fundamental para la industrialización.
Sin embargo, pese al crecimiento demográfico los salarios ingleses resultaban
comparativamente elevados en el siglo XVIII (gráfico 6.2), y además crecieron
en términos reales (es decir, en términos de lo que podía comprarse con ellos).
Esto hacía que fuera rentable la introducción de una maquinaria.
Los salarios altos se daban tanto en el sector manufacturero como
en el sector agrario, y redundaban en unos niveles de bienestar material poco
habituales (la llamada 'revolución del
consumo”). Además, los salarios convergían(gráfico 6.3) en distintas zonas, lo
que indica la existencia de un mercado laboral bastante flexible. Por último,
eran altos tanto en relación con el coste del
carbón, como con el del capital, los factores que podían
sustituirlo.
Pero la pregunta spor qué eran tan altos? La respuesta se encuentra, sobre
todo, en las mejoras de productividad en la agricultura (tanto por hectárea como por hora trabajada) y
en la manufactura tradicional. Con una productividad mayor los empleadores
podían pagar mejores salarios; y los trabajadores obtenían incentivos -en una
sociedad crecientemente consumista- para trabajar más y mejor. Así, tanto la
revolución industriosa como la del consumo contribuyeron a alimentar el
proceso que llevó a la industrialización. También lo hizo el crecimiento de las
ciudades: en ellas era mayor el coste de la vida y el porcentaje de la
población que dependía de un salario. La diferencia crítica de Gran Bretaña
estriba en que el crecimiento de las ciudades -y sobre todo de Londres-
contribuyó a mantener altos los salarios medios de todo el país, cosa que no
ocurrió en otras partes.
Durante la Revolución Industrial los salarios se mantuvieron altos porque hubo
restricciones a la oferta de mano de obra. Una parte considerable de los
trabajadores rurales no emigraban a la ciudad porque encontraba empleo en sus
propias aldeas. De hecho, aunque la participación del
sector primario en la población activa se redujo suavemente, el número total de
personas empleadas en la agricultura y ganadería siguió creciendo hasta finales
del siglo
XIX. Por otro lado, los servicios ymanufacturas tradicionales, cuya producción
aumentaba, siguieron dando empleo a una parte considerable de los trabajadores.
En resumen, los sectores industriales más dinámicos no pudieron aprovecharse de
unos salarios bajos, por lo que tuvieron que invertir en tecnologías
ahorradoras de trabajo.
Sólo cuando la difusión de las innovaciones ahorradoras de trabajo se hubo
consolidado, la agricultura empezó a expulsar mano de obra, la incorporación de
mujeres y niños a las fábricas y la ruina de los sectores tradicionales
(incluida la agricultura y la industria a domicilio en Irlanda) incrementaron
la oferta de trabajo, los salarios se estabilizaron/comenzaron a bajar. Aunque
para entonces ya estaban claros los beneficios (para los empresarios) de la
introducción de maquinaria.
El último aspecto a tener en cuenta en la oferta de trabajo en la Revolución
Industrial es el número de horas efectivas trabajadas. Parece claro que, ya
antes de la difusión de las fábricas, las formas de trabajo habían ido
cambiando. Los atractivos del consumo de
bienes -azúcar, té, nuevos tejidos o accesorios, ajuar doméstico- habían
incentivado estos cambios, alterando la ecuación tradicional de los usos del tiempo: teniendo que
elegir entre tiempo libre o más consumo, los trabajadores ingleses empezaban a
inclinarse por el consumo.
Capital: Que Inglaterra disponía de abundantes capitales, acumulados sobre todo
en el comercio exterior, se demuestra con los bajos tipos de interés (en torno
al 3% anual), por otro lado comunes en otros países en la época. Pero el
capital fue el menos importante de los factoresproductivos, ya que las
inversiones requeridas por los nuevos procedimientos de producción no eran
excesivas -máquinas y fábricas eran relativamente baratas-, y se financiaron
por los medios habituales hasta entonces: la reinversión de los beneficios,
sobre todo, los ahorros de los empresarios y sus familias, y las redes de
crédito informal (descuento comercial, letras de cambio) dominantes en las
economías preindustriales.
Es decir, que ni los capitales acumulados en la agricultura ni en el comercio
exterior se invirtieron, salvo excepciones contadas, directamente en la
industria -los terratenientes y ricos mercaderes preferían gastar en tierras,
palacios y un tren de vida lujoso-, ni tampoco indirectamente a través de una
banca aún poco desarrollada.
Más que el origen del
capital industrial o las tasas de inversión (que lógicamente aumentaron), lo
que sí cambió fue la proporción entre el capital fijo (instalaciones,
maquinaria) y el circulante (salarios, materias primas y otros proveedores). El
capital fijo se incrementó notablemente, sobre todo en los sectores modernos, y
hacia 1830 ya superaba al capital circulante. También se incrementó
notablemente el capital social acumulado (infraestructuras de transporte,
escuelas, hospitales) como
resultado de la industrialización. Pero en general los incrementos de la
productividad en la industria vinieron mucho más de mejoras en el uso del factor trabajo que en el del capital.
En todo caso, ni la abundancia de capitales ni su precio (indicado por los
tipos de interés) distinguían a Gran Bretaña de otros países europeos que, sin
embargo, nollevaron a cabo una Revolución Industrial.
En suma, son sobre todo los precios relativos de los distintos factores
productivos (trabajo por un lado, y sus sustitutos, maquinaria-capital y
carbón, por otro) los que explican la introducción de innovaciones en los
nuevos sectores industriales en Inglaterra. Este es el núcleo de la explicación
de Allen de por qué fue en Inglaterra, y no en otros países, donde se produjo
la Revolución Industrial: simplemente era allí el único lugar dónde el trabajo
era tan caro y el carbón tan barato (el capital, aproximadamente, tenía el
mismo precio). Eso fue lo que introdujo a Inglaterra en la senda de las
innovaciones tecnológicas que sustituían trabajo por carbón. Y también explica
porqué otros países sólo adoptaron masivamente esas innovaciones a partir de
1850 cuando se produjo:
a) una acumulación de avances técnicos que hacía más eficientes las máquinas, y
por tanto las hacía rentables incluso allí donde el carbón todavía era caro.
Entre 1720 y 1840 las máquinas de vapor pasaron de necesitar 45 libras de
carbón por caballo de vapor/hora producido a tan solo 2 libras.
b) una evolución de los salarios reales que hizo rentable la sustitución masiva
de trabajo por capital (incluido el carbón).
Pero además de la dotación relativa de los factores de producción -que fue cambiando
a medida que se desarrollaba la Revolución Industrial- influyeron, y mucho, las
condiciones en las que estos factores podían asignarse, condiciones que vienen
definidas por el marco institucional.
2. Las instituciones: propiedad, Estado y mercados
La orientación dela economía inglesa -como la
holandesa- hacia los mercados venía de atrás, y ha sido considerada por
distintos autores -desde Karl Marx a Douglass North- como un factor clave. La penetración del capitalismo y el
papel del Estado marcarían la diferencia.
La tesis de North, ganador junto con Robert Fogel del primer Nobel de Economía
para un historiador, sostiene que fue la definición de los derechos de
propiedad -individual y con libertad de acción para el titular- lo que permitió
asignar más eficientemente los recursos. A diferencia de otras sociedades
europeas, que sólo empezaron a avanzar hacia este tipo de propiedad tras
abolirse el feudalismo con la Revolución Francesa de 1789, en Inglaterra las
revoluciones del siglo XVII garantizaron una adecuada definición de los
derechos del propietario, con el apoyo de los tribunales y la ausencia de una
fiscalidad real confiscatoria. Todo ello creó el marco adecuado para garantizar
la estabilidad de las inversiones, ampliar el ámbito de los mercados (de
factores productivos y de bienes), y reducir sustancialmente los costes de
transacción (los costes ligados al establecimiento y obediencia de los
contratos, los de la información, etc.). Sumado a ello, una legislación sobre
propiedad intelectual (derecho de patentes) que garantizaba a los inventores
recibir los beneficios de sus ideas, fomentó la innovación y dotó a Inglaterra
de una ventaja decisiva de cara a la industrialización.
La explicación de North tiene algunos problemas: en primer lugar, no está nada
claro que la situación inglesa en materia de régimen de derechos de
propiedadfuera mucho más avanzada que la de Francia o China. La presión fiscal era más
alta que en el resto de Europa. Tampoco el sistema de patentes era muy distinto
al de otros países europeos (como Francia o
España), y de hecho generaba algunos problemas para la difusión de la
innovación (como vimos en el caso de las resistencia de Watt a
permitir la fabricación de máquinas de vapor de alta presión). De hecho, si
algo parece distinguir al gobierno parlamentario es una mayor intervención en
la economía -impuestos más altos, expropiaciones para construcción de
infraestructuras, regulación restrictiva de las sociedades anónimas, altos
aranceles, leyes de pobres, compañías privilegiadas- más que el supuesto
laissez-faire (del francés 'dejar hacer”: la política de no intervención
del Estado).
No obstante, parece claro que la penetración del capitalismo -basada en la libertad de
mercado y en la propiedad privada- creaba un marco más adecuado para la
asignación de los factores productivos. Y en este sentido Inglaterra estaba muy
avanzada (aunque no tanto como para explicar por
sí solo la diferencia con el resto del
mundo).
Pero tanto o más fundamental que la intervención directa del Estado fue la
penetración de los mercados en la economía inglesa, un hecho que venía de atrás
(desde al menos la salida a la crisis del siglo XVII) y que resulta tan básico
que a veces pasa inadvertido a muchos autores, que dan por supuesta su
existencia y buen funcionamiento. Los mercados y sus reglas de funcionamiento
son una institución económica fundamental. Y más aún las del mercado de factores productivos quelas
de bienes.
Mercados de factores
En buena parte de Europa existían graves limitaciones a su funcionamiento. El
mercado de la tierra estaba limitado en muchos países por la existencia de
instituciones hereditarias, como
los mayorazgos, los fideicomisos o las manos muertas eclesiásticas (propiedades
de la Iglesia que no podían venderse) o la de extensas propiedades públicas
(estatales o comunales) que impedían la libre comercialización de la tierra.
Aunque algunas de estas instituciones funcionaban también en Inglaterra
(amplios terrenos comunales, el strict- settlement, equivalente al mayorazgo),
en general parece haber existido un mercado activo y fluido para la tierra, que
permitía que pasarsan de manos de los propietarios menos eficientes a los más
eficientes. El movimiento de enclosures fue en buena parte un modo de
privatización de tierras. También el sistema de propiedad del subsuelo (recursos minerales) fue en
Inglaterra mucho más flexible que en otros países, donde era por norma
patrimonio de los reyes, y en los que las reglas para las concesiones mineras
eran rígidas, arbitrarias y limitadas temporalmente.
También los mercados de capitales eran relativamente libres, aunque en esto
Inglaterra no se diferenciaba gran cosa de otros países europeos: los tipos de
interés, indicador básico del precio del dinero, eran muy
similares (en torno al 3%) en la mayor parte de Europa. Por otro lado, los
capitales acumulados en la agricultura, el comercio exterior o la manufactura
circulaban de una actividad a otra sin mayores restricciones. Si acaso,
Inglaterra se caracterizó poruna legislación restrictiva de las sociedades de
responsabilidad limitada debido a las experiencias especulativas de comienzos
del siglo XVIII, como la llamada South Sea Bubble, una burbuja generada por la
venta masiva de acciones de una compañía privilegiada (South Sea Company), que llevó
al Parlamento a aprobar en 1720 la Bubble Act (Ley de la burbuja), que exigía
la aprobación parlamentaria expresa para cada nueva sociedad por acciones.
Por último, y fundamental, tampoco en el mercado de trabajo había las
restricciones que en otros lugares -gremios poderosos o servidumbre- que
impidieran a los trabajadores emplearse allí donde les pagaran mejor. La
libertad de los ciudadanos garantizaba la movilidad y la flexibilidad de la
oferta de trabajo. La difusión de la industria doméstica y rural
(protoindustrialización) desde el siglo XVII había incorporado al mercado de
trabajo a amplios sectores de la población al margen de las regulaciones de los
gremios.
Mercados de bienes
En la Inglaterra del siglo XVIII se dio una mayor penetración de los mercados
de bienes. Frente al modelo medieval de mercados semanales y ferias anuales,
surgen, incluso en los medios rurales, las tiendas. Estas eran establecimientos
permanentes y separados de los gremios de fabricantes, con una oferta muy
variada de productos (de tipo colmado o tienda de ultramarinos), aunque en las
ciudades estaban más especializados. Las redes de comercialización -mayoristas,
almacenistas, viajantes, tenderos- crecieron y penetraron en el territorio,
poniendo a disposición de los consumidores una oferta creciente y variadade
bienes, ligada a la revolución del consumo.
Por otro lado, el crecimiento del
comercio internacional en el siglo XVIII en Inglaterra fue espectacular, y los
comerciantes de Londres desempeñaron un papel clave en el crecimiento de la
ciudad. Sin embargo, el mercado interior siguió siendo clave para las
manufacturas, absorbiendo en torno al 90-95% de la producción, al menos hasta
1780. De ahí en adelante, el comercio exterior pasó a representar una parte
creciente del producto nacional de Inglaterra,
hasta el 40% hacia mediados del
siglo XIX.
El desarrollo de los transportes -infraestructuras e intermediarios- fue un
requisito básico para el crecimiento y penetración de los mercados, que en
Inglaterra fue muy anterior al despliegue de la red ferroviaria. La
construcción o mejora de los puertos marítimos, así como una densa red de caminos pavimentados
que fue financiada a través de sistemas de peajes. Igualmente se construyó una
red de canales que unían los principales ríos. El apoyo del Estado a estas
iniciativas fue muy visible desde comienzos del siglo XVIII, y especialmente a partir de
1750. Desde esa fecha y hasta 1820 se construyeron 4.500 kilómetros de vías
navegables (frente a los 1.500 que ya existían). La red de carreteras, por su
parte, creció hasta 22.500 km en 1770, con una densidad absolutamente
excepcional para cualquier país de la época (mapa 6.2)
Como resultado e indicador de la integración de los mercados locales en un
mercado nacional unido, los precios de las mercancías tendieron a unificarse
(converger) en toda Inglaterra. De nuevo, estamos ante una cadenade
retroalimentación que liga el aumento de la población y la renta al crecimiento
de la demanda, que a su vez arrastra la producción (que genera mayores rentas y
por tanto más consumo), lo que hace posibles las inversiones necesarias para
incrementar la circulación de mercancías. Todos estos procesos ocurrieron al
margen de la innovación técnica (al menos de la innovación del carbón y el vapor).
3 Los mecanismos de la innovación técnica
Aunque hemos intentado dejar claro que la Revolución Industrial no fue
meramente un proceso de innovación tecnológica, es indudable que ésta tuvo un
papel clave en el proceso. Habrá que preguntarse por qué.
Como acabamos
de ver, una parte de la respuesta tiene que ver con la estructura de costes de
los factores productivos: los elevados salarios y el carbón barato creaban los
incentivos adecuados para la introducción de innovaciones que permitían ahorrar
el factor caro (trabajo), sustituyéndolo con otros más baratos (carbón y
capital en forma de máquinas y fábricas). Otra parte está ligada al cambio
institucional: un sistema de propiedad (incluida la propiedad intelectual de
las patentes) que permitía a los agentes económicos dirigir sus recursos a los
sectores donde obtienen mejor remuneración, y unos mercados de factores
productivos que garantizaban la flexibilidad de la oferta, al permitir a esos
agentes actuar con notable libertad. Además, la dimensión de los mercados de
bienes creaba incentivos para abordar cambios dirigidos a la producción en
masa. Las economías de escala mejoraban los beneficios en los sectores
modernizados; pero sóloeran posibles si la demanda crecía y si los costes de
transacción y transporte se reducían.
Con todo, hay un tercer factor, que tiene que ver con la lógica autónoma de la
innovación. sEra Inglaterra, como
sostiene David Landes, una nación de inventores? Es evidente que existen
factores culturales que influyeron:
a– La secularización del
pensamiento (liberado de los corsés de la religión): pero fue un movimiento
general en el siglo XVIII, igualmente visible en la Ilustración francesa (y en
otras partes de Europa).
a– La difusión de la ciencia: aunque la penetración de la Revolución Científica
del XVII fuera mayor en Inglaterra, no parece que las innovaciones de la
industria estuvieran directamente ligadas a la labor de los científicos, sino
que fueron en buena parte obra de artesanos o técnicos (relojeros o técnicos de
laboratorio como Watt) con conocimientos prácticos de los procesos productivos.
a– La alfabetización, ligada a la reforma protestante (que exigía a los
fieles la lectura individual de la Biblia) es otro factor que suele aducirse,
al haber permitido una acumulación de capital humano ausente en otros países.
En general, las tasas de alfabetización eran mayores en las ciudades que en los
pueblos, así que el crecimiento de la población urbana debería redundar en un
aumento del número de quienes sabían leer y escribir. Estudios basados en la
capacidad de firmar documentos, como
indicador de la alfabetización, demuestran que hubo un notable crecimiento de
ésta; y sobre todo entre las mujeres y las capas sociales más bajas en
Inglaterra antes de 1700. Con todo, no estátan claro que Gran Bretaña fuera una
sociedad mucho más alfabetizada que Holanda, Francia o Suecia. Además, los
resultados del
intento de medir la incidencia de la variable alfabetización en modelos de
crecimiento económico para el siglo XVIII suelen indicar que es un factor muy
poco significativo.
En todo caso, ninguno de estos aspectos demuestra, a priori, que la Inglaterra
del XVIII tuviera una mejor dotación de 'materia prima” tecnológica. De
hecho, las comparaciones con Francia (la otra potencia científica del período) suelen
señalar que no deben buscarse aquí los factores causales de la Revolución
Industrial. Porque incluso aunque éste fuera el caso, y justificara una mayor
oferta de innovaciones, no explicaría por qué la economía inglesa demandaba
esas innovaciones (es decir, estaba dispuesta a dedicar esfuerzos y recursos en
su aplicación). Las razones de la demanda deben buscarse, como bien señala Allen, en la estructura de
costes y beneficios, es decir, en los incentivos que ofrecía la economía
inglesa en su conjunto.
Otra cosa es que, una vez desencadenado el proceso de innovaciones, y bajo las
condiciones expuestas (dotación de factores y marco institucional), el proceso
acabara autoalimentándose, y los macroiventos (en la expresión de Joel Mokyr)
abrieran camino a una serie de microinventos que los perfeccionaban o aplicaban
a nuevas ramas o procesos. La rueda del
progreso tecnológico (el círculo virtuoso de la innovación) podía echar a
rodar.