Nutrición y desarrollo: Un reto mundial
A pesar de que a nivel mundial se han reducido tanto la proporción como el
número absoluto de personas crónicamente desnutridas, el hambre y la
malnutrición siguen siendo los problemas más devastadores que aquejan a los
pobres del mundo. Se ha estimado que en las regiones en desarrollo el número de
personas que padecen desnutrición crónica descendió de 941 millones a 786
millones en un lapso de 20 años. La desnutrición puede ocasionar retrasos en el
crecimiento y en el desarrollo, reducir la actividad física, menoscabar la
resistencia a las infecciones, acrecentar la morbilidad, y llevar a la
invalidez y a la muerte. Por otra parte, las enfermedades diarreas, el
sarampión, las infecciones respiratorias agudas la tuberculosis y el síndrome
de inmunodeficiencia adquirida (SIDA) tienen repercusiones importantes sobre el
estado nutricional, al igual que la malaria la anquilostomiasis, la ascariasis,
la amibiasis y la esquistosomiasis.
Los cuidados y practicas de alimentación adecuados requieren tiempo atención y
apoyo Para ayudar a los niños y otras personas que quizá no estén en
condiciones de cuidarse solas es necesario utilizar los recursos de manera
eficiente La enseñanza nutricional puede constituir un instrumento apropiado y
eficaz para prevenir y resolver los problemas nutricionales de hecho en general
es posible obtener mejoras en la nutrición proporcionando una adecuada
enseñanza a las mujeres.
Aproximadamente dostercios de la población de los países en desarrollo reside
en zonas rurales donde las fuentes directas de alimentos e ingresos son la
agricultura la ganadería la pesca y las actividades forestales. Incluso cuando
el desarrollo agrícola acentúa el aumento de la producción global, habría que
adoptar como metas explícitas el incremento del consumo de las familias pobres
y la creación de medios de subsistencia sostenibles a fin de asegurar la
obtención de beneficios nutricionales. El nivel de empleo en agricultura puede
constituir un factor determinante del bienestar nutricional.
Es posible encontrar soluciones duraderas para los problemas nutricionales
mediante esfuerzos concertados por reducir las desigualdades sociales y la
pobreza, causa fundamental de la malnutrición. A fin de asegurar la eficacia de
las intervenciones en materia de nutrición, es necesario tener en cuenta las
políticas generales y sectoriales de desarrollo, ya que es posible que un programa
destinado a mejorar la alimentación, la salud o la atención sanitaria, por más
que su ejecución sea exitosa, no consiga producir efectos apreciables si el
contexto general en que se aplica no es favorable a la nutrición. Tanto los
ingresos en divisas como el empleo y el PNB se ven afectados por las barreras
al comercio internacional. La liberalización del comercio, especialmente de
productos agrícolas, puede tener repercusiones favorables sobre la seguridad
alimentaria de los países en desarrollo en su conjunto.
Elincremento de los ingresos nacionales está en condiciones de elevar los
niveles de vida y el bienestar individual, ya que, al crear una mayor demanda
de bienes y servicios y generar más empleos, permite a la población satisfacer
sus necesidades de alimentos, atención sanitaria y viviendas seguras e
higiénicas. Las políticas económicas que discriminan a la agricultura y a los
sectores relacionados con la salud pueden afectar negativamente a la nutrición.
A pesar de que los pobres son los que más sufren las consecuencias de los
desequilibrios macroeconómicos, es frecuente que deban soportar una parte
desproporcionadamente grande del peso del reajuste estructural. Ante estos
efectos negativos, puede ser necesario aplicar programas de compensación social
(por ejemplo, programas de alimentación suplementaria, ampliación de la
atención sanitaria y/o programas de generación de ingresos). Al igual que el
crecimiento, la equidad debe ser parte integrante de las estrategias de
desarrollo.
Cada país puede formular estrategias y medidas para mejorar la nutrición de
acuerdo con sus necesidades recursos y circunstancias particulares. No obstante
se han identificado y descrito ciertas esferas de acción comunes para la
protección y promoción del bienestar nutricional entre ellas mejorar la
seguridad alimentaria familiar proteger a los consumidores aumentando la
calidad e inocuidad de los alimentos eliminar las carencias de yodo y vitamina.
A y reducir considerablemente la carencia dehierro en el curso del presente
decenio promover dietas apropiadas y formas de vida saludables prevenir y curar
las enfermedades infecciosas acrecentar la capacidad de los individuos
comunidades y naciones para prestar asistencia a las personas necesitadas desde
el punto de vista socioeconómico, y nutricionalmente vulnerables y evaluar
analizar y vigilar las situaciones relativas a la nutrición.
El compromiso común de los gobiernos las organizaciones no gubernamentales las
comunidades locales el sector privado y la comunidad internacional por mejorar
el bienestar humano puede ayudar a hacer frente al reto de la nutrición. El
estado nutricional de la población debe reconocerse como indicador fundamental
del desarrollo Además la tendencia actual hacia una democracia con base popular
brinda a la población una ocasión sumamente valiosa de participar plenamente en
el proceso de desarrollo y tomar iniciativas destinadas a mejorar su situación
nutricional.
Revista médica de Chile
versión impresa ISSN 0034-9887
Rev. méd. Chile v.132 n.11 Santiago nov. 2004
doi: 10.4067/S0034-98872004001100007
| Rev Méd Chile 2004; 132: 1383-1388 Artículo de
Investigación Autopercepción del estado nutricional en adultos de Santiago
Self perception of nutritional status among adults in Santiago Eduardo Atalah
S, Carmen Urteaga Ra, Annabella Rebolledo Aa. Departamento de Nutrición,
Facultad de Medicina, Universidad de Chile.
aNutricionista Dirección para Correspondencia :Background:The prevalence of
obesity is growing in Chile. The personal perception about the own nutritional
status is associated to the risk of obesity. Aim: To analyze the personal
perception about their nutritional status among adults living in Santiago and
to compare it to the objective diagnosis obtained according to Chilean Health
Ministry norms. Material and methods: The body image was explored in 735 people
between the ages of 20 and 90. The weight and height were obtained under
standard conditions, and the body mass index (BMI) was calculated (kg/m2) and
classified according to the criteria of the Health Ministry. The concordance
and Kappa index between both criteria in function of age, gender, nutritional
status and height were analyzed. The model that best explained the weight
subestimation was determined with multivariate logistic regressions. Results:
Fifty two percent of subjects classified correctly their nutritional status,
30% subestimated, and 18% overstimated the nutritional status (Kappa 0.27). The
multivariate analysis showed greater subestimation in obese (OR 5.8 95% IC 4.2-7.9),
in men (OR 4.5 95% IC 2.7-7.3), people younger than 60 years old (OR 2.0 95% IC
1.3-3.1) and people of small stature (OR 3.1 95% IC 1.9-4.9). Conclusions: Half
of the studied subjects had an inadequate perception of the body image.
Educative campaigns are needed to reinforce the concept of adequate weight.
This may contribute to promote health and reduce the risk of obesity.(Key
Words:Body image; Nutritional status; Obesity) En los últimos años se han
observado, a nivel mundial, importantes cambios en las conductas alimentarias y
estilos de vida de la población, que han favorecido un dramático aumento en la
prevalencia de obesidad en todas las edades, enfermedad crónica de difícil
tratamiento y alto costo personal, social y familiar1-3. El sobrepeso y
obesidad compromete, actualmente, a más de 25% de los menores de 6 años, a 40%
de los niños que ingresan a educación básica y a 50% o más de los adultos o de
las mujeres embarazadas4-6. Cada año, la prevalencia aumenta entre 0,5 y 1% en
los diversos grupos estudiados, sin que hasta la fecha se logre estabilizar
esta tendencia. Los factores ambientales que condicionan la obesidad son
múltiples, destacando una ingesta calórica excesiva y una disminución del gasto
energético por actividad física, los que con frecuencia actúan
simultáneamente7,8.Uno de los factores condicionantes del peso corporal es la
percepción que la propia persona tiene de su imagen corporal9-11. Diversos
autores han destacado la baja concordancia que existe entre la imagen corporal
y el estado nutricional clasificado según parámetros objetivos, tanto en niños
como en adultos12-14. Madrigal y cols, demostraron, en un estudio multicéntrico
en 15 países de la Comunidad Europea, que 65% de los hombres y 32% de las
mujeres subestimaban su peso corporal al solicitarles que se identifiquen con
figuras o siluetas que reflejan distinto índice demasa corporal15. Algo similar
observamos en Chile en una reducida muestra de preescolares obesos16, donde
sólo 6% de las madres identificó a sus hijos con las figuras correspondientes a
obesidad y el resto como sobrepeso (54%), normal (39%) e incluso con bajo peso
(1%). Variables como sexo, raza, edad, nivel educacional se han correlacionado
con la percepción de la imagen corporal, aunque las tendencias no son
necesariamente las mismas entre un estudio y otro. La imagen corporal
condicionaría en parte las conductas alimentarias y la actitud o nivel de
aceptación con relación a las dietas orientadas al control de peso17-20. Así
por ejemplo, un estudio realizado en mujeres latinas en EE.UU, demostró que el
grado de insatisfacción con la imagen corporal se asociaba a dietas más
saludables21. Parece importante, entonces, conocer la percepción que la
población tiene sobre su peso corporal y definir estrategias que permitan
reforzar el concepto de peso normal o deseable, en caso de que los datos no
muestren una adecuada concordancia. El objetivo de este estudio fue comparar el
diagnóstico nutricional obtenido en un grupo de adultos de Santiago según las
normas del Ministerio de Salud con la percepción que ellos tienen sobre su
propio estado nutricional. Material y método La muestra estudiada corresponde
al grupo control ambulatorio de un trabajo realizado en 8 hospitales del
Sistema Público de Salud de la Región Metropolitana, orientado a analizar la
relación entre dieta ycáncer22,23. La selección se realizó entre personas
aparentemente sanas, familiares o amigos que asistían al Centro Hospitalario a
visitar un enfermo. La utilización de esta muestra evita el sesgo de incluir a
personas portadoras de patologías potencialmente graves (oncológicas,
oftalmológicas, traumatológicas o quirúrgicas), que integran los grupos de
estudio y de control hospitalizados del trabajo señalado22,23. En cada una de
las personas estudiadas se obtuvo el peso y la talla en condiciones
estandarizadas y se determinó el índice de masa corporal (kg/m2),
clasificándose según las normas del Ministerio de Salud. En los menores de 60
años, se consideró bajo peso un IMC <20,0; normal 20,0-24,9; sobrepeso
25,0-29,9; y obesidad ž30,0. En los adultos mayores los respectivos puntos de
corte fueron 23,0, 28,0 y 32,024. Por medio de una entrevista estructurada, se
obtuvieron antecedentes generales de la persona como edad, lugar de residencia
(urbano, rural), tabaquismo, consumo de alcohol y una encuesta alimentaria de
tendencia de consumo, que consideraba más de 60 alimentos. Se incluyó además la
siguiente pregunta: según su opinión Ud. se considera sde bajo peso, normal,
sobrepeso u obeso? Se estableció que la persona subestimaba su peso corporal
cuando se autoclasificaba en una categoría de peso inferior a la real (ejemplo
persona obesa que se consideraba con sobrepeso o normal). Inversamente se
consideró una sobrestimación del peso cuando la persona se clasificaba en
unacategoría superior a la real (bajo peso que se consideraba normal, etc.).
Estadística. La información se procesó con el programa STATA 6.025. Para el
análisis de los datos se utilizó promedio y DE en las variables continuas con
distribución normal (edad, peso, talla, IMC) y distribución de frecuencia y ï£2
en las variables categóricas. Se analizó la concordancia entre ambos criterios
diagnósticos mediante el índice Kappa, considerando bajo un valor ï‚£0,20;
regular entre 0,21-0,40; buena entre 0,41-0,60; y muy buena ï‚³ï€ 0,61.Por
medio de regresiones logísticas no condicionadas de factores múltiples se
exploró el modelo que mejor explicaba una subestimación del peso corporal real.
En una primera etapa se calculó la razón de disparidad (odds ratio) asociado a
cada variable de exposición, las que fueron incluidas en forma categórica
(sexo, edad < oa 60 años, estado nutricional, y talla normal o baja. Se
consideró talla baja una estatura inferior a -1 DE del valor de referencia a
los 20 años de edad por sexo según las tablas del NCHS (<156,9 cm en la
mujer y de 169,7 en el hombre). En una segunda etapa se realizó un análisis de
regresión logística multifactorial con el procedimiento de adición de variables
una a una (forward stepwise), considerando como criterio de inclusión una
probabilidad de 0,05 y de eliminación de 0,2. Los modelos estadísticos
propuestos permiten estudiar el efecto conjunto de la exposición a distintos
factores, controlando el efecto de variables deconfusión. En todos los casos se
consideró significativo un valor de p <0,05. Resultados La muestra estudiada
incluyó a 735 personas mayores de 20 años (258 hombres y 477 mujeres), con una
edad e IMC promedio de 56±13 años y 27,1±3,9 kg/m2, respectivamente (Tabla 1).
La talla promedio en hombres y mujeres se ubicó en el rango habitual observado
en personas de ingresos medios y bajos que se controlan en el sistema público
de salud.
El estado nutricional mostró una distribución similar a la existente en la
población adulta chilena, con baja prevalencia de normalidad y con cerca de 60%
de sobrepeso u obesidad (Tabla 2). La obesidad fue más frecuente en mujeres,
aunque la diferencia estuvo en el límite de la significación estadística.
La concordancia diagnóstica entre el IMC y la imagen corporal en el total de la
muestra se presenta en la Tabla 3. Sólo en la mitad de los casos hubo
concordancia entre ambos criterios, lo que se refleja en un índice Kappa de
0,27, en el límite bajo de la categoría regular. Una mejor concordancia se observó
en personas de peso normal (68,8%), disminuyendo a aproximadamente 40% en
personas con déficit o exceso de peso. En el primer caso la situación más
frecuente fue una sobrestimación del peso (60%) y en el segundo una
subestimación, destacando que sólo un tercio de las personas obesas se
consideró como tal.
Un análisis similar en función de las diferentes variables estudiadas se
presenta en la Tabla 4. En ninguno de los subgruposanalizados se obtuvo una
mejoría importante del índice Kappa, sugiriendo que el problema de mal
clasificación es bastante generalizado. Sin embargo, los mayores errores de
subestimación se observaron en personas con exceso de peso y en personas de 20
a 59 años. La comparación entre las diferentes categorías demuestra diferencias
significativas entre todas ellas (p <0,01).
El resultado del análisis multivariado se presenta en la Tabla 5. Controlando
el efecto de otras variables existe un riesgo aproximadamente 5 veces mayor de
subestimar el peso corporal en personas con sobrepeso o de sexo masculino.
También se observó el triple de probabilidad de subestimar el peso en personas
de talla baja y el doble en los menores de 60 años (p <0,001).
Discusión El estudio demuestra que, prácticamente, la mitad de la población
analizada tiene una percepción errada de su estado nutricional, lo cual puede
tener importantes repercusiones de salud pública, al determinar conductas
alimentarias inadecuadas. Sin embargo, en la interpretación de los resultados
se debe tener en consideración algunas debilidades del diseño utilizado. La
principal deriva del hecho de utilizar una población no representativa, que
formaba parte de un estudio de caso-controles en relación a dieta y cáncer. Es
lícito suponer que la apreciación del peso y estado nutricional normal pudiera
estar influenciada por la existencia de una patología de la gravedad del
cáncer. Por eso limitamos el presente análisisexclusivamente a los controles
aparentemente sanos (un tercio de la muestra), que asistían a visitar un
paciente hospitalizado, grupo que puede ser más representativo de la población
general. Es interesante señalar que los resultados obtenidos en los diferentes
grupos que formaban parte del estudio original (casos, controles hospitalarios
y controles «sanos»), mantienen las mismas tendencias generales, lo que nos
sugiere que la apreciación de la imagen corporal es de independiente de la
existencia de esta patología y contribuye a dar más validez a los resultados.
Otra posible debilidad deriva del hecho que no se utilizaron figuras, como lo
han hecho la mayor parte de los estudios publicados9-15, ya que preguntamos
directamente al encuestado su opinión respecto al diagnóstico nutricional. Sin
embargo, creemos que ambas metodologías son igualmente válidas, y que en
definitiva lo que interesa es la percepción personal sobre la adecuación del
peso corporal, más que su identificación con un dibujo determinado, lo que
podría considerarse igualmente discutible. Hubiera sido de interés explorar,
además, si la respuesta obtenida era una opinión personal o correspondía a
información derivada de una consulta de salud, lo que pudiera contribuir a una
mejor interpretación de los resultados. Otra limitación del estudio deriva de
las características socioeconómicas de la muestra estudiada, que incluye
fundamentalmente beneficiarios del sistema público de salud, que representan
familias delos primeros quintiles de ingreso. El nivel socioeconómico se ha
asociado en forma directa con una autopercepción adecuada de la imagen
corporal12-14, probablemente por mejor información, mayor acceso a la salud y
mayor preocupación por conocer y mantener un estado nutricional normal en
familias de mayores ingresos. Por lo tanto, los resultados de nuestro estudio
no pueden extrapolarse a los adultos de Santiago y sería interesante
complementar el análisis en un grupo de mejores ingresos, donde los errores de
clasificación debieran ser menores. Los resultados confirman una inadecuada
percepción del diagnóstico nutricional en la mayoría de la población estudiada.
Los errores derivan fundamentalmente de una subestimación del peso (63% de las
discordancias observadas) y en menor proporción de una sobrestimación (37%
restante). Desde el punto de vista de salud pública, es mucho más relevante el
primer grupo, considerando la situación epidemiológica y nutricional actual del
país. Los modelos multivariados demostraron que la variable que explica con
mayor fuerza una subestimación del peso corporal fue el exceso de peso
(sobrepeso y obesidad), con 5,8 veces más riesgo con relación a las personas de
peso normal. Este hecho no sorprende y es concordante con lo observado en la
literatura10,11,13,14. Su principal importancia deriva de las consecuencias que
podría tener en mantener conductas alimentarias inadecuadas y perpetuar un estado
nutricional alterado17,19,20. Es fundamentalentonces hacer mayores esfuerzos
para educar a la población sobre el concepto de peso adecuado, paso inicial
antes de tomar acciones para modificarlo en caso que fuera necesario. Llama la
atención que la otra variable que se asoció en forma importante a la errada
percepción del estado nutricional fue el sexo, con 4,5 veces más probabilidades
de subestimar el peso corporal en los hombres, controlando el efecto de otras
variables. A priori podría sorprender este dato, aunque es concordante con el
estudio realizado en la Comunidad Europea, que demostró el doble de
subestimación en los hombres15. No existe una buena explicación a este hecho,
que podría estar determinado por factores culturales, por la falsa apreciación
de que el exceso de peso podría deberse a masa muscular o por la mayor
frecuencia con que las mujeres asisten a la consulta médica, lo que podría
determinar una mejor información sobre su estado nutricional. Otras variables
relevantes fueron la edad y la talla, con mayores errores de apreciación en las
personas más jóvenes y de menor estatura. En el primer caso la explicación
puede estar en un mayor rango de peso normal (23,0-27,9) y en una mayor
frecuencia de consultas médicas en los adultos mayores, que les permitiría
conocer mejor su estado nutricional. El modelo propuesto permite identificar a
las personas con mayores probabilidades de tener una apreciación errada de su
estado nutricional, en los cuales habría que focalizar las acciones orientadas
a reforzarel concepto de peso normal. Desde el punto de vista de salud pública
es especialmente importante incorporar a la mujer en estas acciones educativas,
puesto que ella tiene gran parte de la responsabilidad de la alimentación de
los hijos y del núcleo familiar. Una apreciación inadecuada de la imagen
corporal va a contribuir a incentivar la obesidad no sólo en ella sino en toda
su familia. La educación básica y media puede ser un espacio importante para
entregar y reforzar los conceptos de peso, estado nutricional e imagen corporal
normal. Aun cuando son numerosos los factores que determinan el riesgo de
obesidad, una adecuada percepción de la imagen corporal debe ser un objetivo
fundamental en las políticas públicas orientadas a la promoción de la salud y
la prevención de esta patología. Referencias 1. Mokdad AH, Serdula MK, Dietz
WH, Bowman BA, Marks JS, Koplan JP. The spread of the obesity epidemic in the
United States, 1991-1998. JAMA 1999; 282: 1519-22.
[ Links ] 2. Popkin
BM, Doak CM. The obesity epidemic is a worldwide phenomenon. Nutrition Reviews
1998; 56: 106-14.
[ Links ] 3. Uauy R,
Kain J. The epidemiological transition: need to incorporate obesity prevention
into nutrition programs. Public Health Nutr 2002; 5: 223-9.
[ Links ] 4. Albala
C, Vio F, Kain J, Uauy R. Nutrition transition in Chile: determinants and
consequences. Public Health Nutr 2002; 5: 123-8.
[ Links ] 5. Kain J,
Uauy R, Vio F, Albala C. Trends in overweight andobesity prevalence in Chilean
children. Eur J Clin Nutr 2002; 56: 200-4.
[ Links ] 6. Atalah
E, Urteaga C, Rebolledo A, Delfín S, Ramos RI. Prevalencia de obesidad en
escolares de la región de Aysén. Rev Chil Pediatr 1999; 70: 208-14.
[ Links ] 7. WHO.
Diet, nutrition and the prevention of chronic diseases. WHO Technical Report
Series 916, Geneva, 2003.
[ Links ] 8. Uauy R,
Atalah E, Kain J. The nutritional transition: new nutritional influences on
child growth. In: Martorell R, Haschke F eds: Nutrition and growth. Williams
& Wilkins, Philadelphia, USA, 2001; 305-28.
[ Links ] 9.
Williamson DA, Womble LG, Zucker NL, Reas DL, White MA, Blouin DC, Greenway F.
Body image assessment for obesity (BIA-O): development of a new procedure. Int
J Obes Relat Metab Disord 2000; 24: 1326-32.
[ Links ] 10.
Thompson JK, Tantleff-Dunn S. Assessment of body image disturbance in obesity.
Obe Res 1998; 6: 375-7.
[ Links ] 11. Adami
GF, Gandolfo P, Campostano A, Meneghelli A, Ravera G, Scopinaro N. Body image
and body weight in obese patients. Int J Eat Dis 1998; 24: 299-306.
[ Links ] 12.
Cachelin FM, Rebeck RM, Chung GH, Pelayo E. Does ethnicity influence body-size
preference? A comparison of body image and body size. Obes Res 2002; 10:
158-66. [ Links ] 13.
Leonhard ML, Barry NJ. Body image and obesity: effects of gender and weight on
perceptual measures of body image. Addictive behaviors 1998; 23: 31-4.
[ Links ]14. Sisson
BA, Franco SM, Carlin WM, Mitchell CK. Bodyfat analysis and perception of body
image. Clin Pediatrics 1997; 36: 415-8.
[ Links ]15. Madrigal
H, Sánchez-Villegas A, Martínez-González MA, Kearney J, Gibney MJ, Irala J et
al. Underestimation of body mass index through perceived body image as compared
to self-reported body mass index in the European Union. Public Health 2000;
114: 468-73.
[ Links ] 16. Gajardo
P. Factores socioculturales familiares asociados a la obesidad en el preescolar
beneficiario de JUNJI, Región Metropolitana. Tesis para optar al grado de Magíster
en Salud Pública, Universidad de Chile, Santiago, 2003.
[ Links ] 17. Jackson
RT, Rashed M, Saad-Eldin R. Rural urban differences in weight, body image, and
dieting behavior among adolescent Egyptian schoolgirls. Int J Food Sci Nutr
2003; 54: 1-11.
[ Links ] 18. Smith
DE, Thompson JK, Raczynski JM, Hilner JE. Body image among men and women in a
biracial cohort: the CARDIA Study. Int J Eat Dis 1999; 25: 71-82.
[ Links ] 19. Rasheed
P. Perception of body weight and self-reported eating and exercise behaviour
among obese and non-obese women in Saudi Arabia. Pub Health 1998; 112: 409-14.
[ Links ] 20. Brook
U, Tepper I. High school students' attitudes and knowledge of food consumption
and body image: implications for school based education. Patient Educ Couns
1997; 30: 283-8.
[ Links ] 21.
Contento IR, Basch C, Zybert P. Body image, weight, andfood choices of Latina
women and their young children. J Nutr Educ Behav 2003; 35: 236-48.
[ Links ] 22. Atalah
E, Urteaga C, Rebolledo A. Conductas alimentarias y riesgo de los cánceres más
frecuentes en Chile. Rev Chil Nutr 2001; 28: 277-83.
[ Links ] 23. Atalah
E, Urteaga C, Rebolledo A, Villegas R, Medina E, Csendes A. Alimentación,
tabaquismo e historia reproductiva como factores de riesgo del cáncer de cuello
del útero. Rev Méd Chile 2001; 129; 597-603.
[ Links ] 24.
Castillo C, Uauy R, Atalah E. Editores. Guías de alimentación para el adulto
mayor: bases para la acción. Imprenta La Nación, Santiago, 1999.
[ Links ] 25.
STATACORP. Stata Statistical Software: release 6.0. College Station, Texas:
Stata Corporation, USA,
1999. [ Links ] 26.
Riley NM, Bild DE, Cooper L, Schreiner P, Smith DE, Sorlie P et al. Relation of
self-image to body size and weight loss attempts in black women: the CARDIA
study. Coronary Artery Risk Development in Young Adults. Am J Epidemiology
1998; 148:
1062-8. [ Links ]
Correspondencia a: Eduardo Atalah S. Independencia 1027, Santiago, Chile. Fax:
735-5581. Fono: 678-6239. E-mail: eatalah@med.uchile.cl Recibido el 12 de mayo,
2004. Aceptado en versión corregida el 10 de septiembre, 2004. | |