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Obras de la literarura realista



ï‚· Sotileza (1885), “la epopeya del mar”
ï‚· Peñas arriba (1895), en la que tipos populares e hidalgos campesinos se unen para glorificar a la montaña cántabra.
ï‚· Novelas de la primera época (1870-1878). Doña perfecta, Gloria, etc.. En estas obras Galdós enfrenta a los representantes de la España tradicional,con los de los nuevos tiempos.
ï‚· Novelas españolas contemporáneas (1881-1885). Entre4 ellas destacan, La desheredada, Tormento, etc. En estas novelas elavora un completísimo retrato de la sociedad madrileña en la que vivió.
ï‚· Etapa del Realismo total (1886-1889). Se unen elementos de orígenes diversos, para crear un universo narrativo de fuerza descomunal.
ï‚· Período espiritualista (1890-1897). A este período corresponden novelas como Tristana, Nazarín,, y sobre todo Misericordia, ambientada en el submundo de los mendigos madrileños.


ï‚· Fase fantástica (1909-1915). De esta fase son representantes sus dos últimas novlas :El caballero encantado y La razón de la sin razón.
PEDRO ANTONIO DE ALARCÓN tuvo una intensa vida ideológica; como sus personajes, evolucionó de las ideas liberales y revolucionarias a posiciones más tradicionalistas. Aunque su familia provenía de hidalgos era más bien humilde, aunque no tanto como para no poder permitirse enviarlo a estudiar Derecho en la Universidad de Granada, carrera que abandonó pronto para iniciarse en la eclesiástica.Aquello tampoco le satisfizo y abandonó en 1853 para marchar a Cádiz, donde funda El Eco de Occidente, junto a Torcuato Tárrago y Mateos, iniciando su carrera periodística en la dirección de este periódico.
Alarcón escribía desde su adolescencia, citándose a don Isidro Cepero como el instigador principal de su inquietud literaria. Su primera obra narrativa, El final de Norma, fue compuesta a los 18 años y publicada en 1855. Sus inquietudes le llevaron a integrarse en el grupo que se llamó la Cuerda granadina.
Se trasladó en 1854 a Madrid, molesto con el entorno reaccionario de Granada. Allí crea un periódico satírico, El látigo, que también dirige, de cierto éxito, con ideología antimonárquica, republicana y revolucionaria. Era un claro heredero de su experiencia en El eco de Occidente.
En 1857, escribe El hijo pródigo, drama de gran éxito. También en 1857 empieza a publicar relatos y artículos de viajes en la publicación madrileña El Museo Universal. Más tarde interviene como soldado y periodista en la guerra de África, recogiendo todo lo que acontecía en la campaña y en su vida allí y que luego mandaba a su editor en una serie de artículos, que se recogieron bajo el título de Diario de un testigo de la guerra de África, en 1859; este libro es especialmente apreciado por su gran y prolija descripción de la vida militar.
Más adelante cultivó la literatura de viajes, contando en diversos artículos sus viajespor Italia (recogidos en De Madrid a Nápoles, 1861) y su Granada natal (La Alpujarra, 1873), en los que el realismo de las descripciones contrasta con la ilusión de una prosa que narra lo cercano y desconocido. Estos artículos rebasan el interés meramente periodístico, constituyendo un ejemplo para toda la literatura de viajes posterior.
En 1865 se casó con Paulina Contreras Rodríguez en Granada, de cuyo matrimonio nacieron cinco hijos, dos varones y tres mujeres. Los varones fallecieron en Madrid en los años de la contienda civil, al igual que dos de las hijas, casándose la única que sobrevivió, Carmen de Alarcón Contreras, con Miguel Valentín Gamazo, de cuyo matrimonio tuvieron tres hijos: María del Carmen, María del Pilar y Miguel Valentín de Alarcón, que falleció en Madrid el 4 de mayo de 2000, siendo el último descendiente directo de Pedro Antonio de Alarcón, pues murió soltero y sin que se sepa que tuviera descendencia.
Como integrante de la Unión Liberal ostentó diversos cargos, siendo el más importante el de consejero de estado con Alfonso XII, en 1875, siendo también diputado, senador y embajador en Noruega y Suecia. Además fue académico de la Real Academia de la Lengua desde 1877.
JOSÉ MARÍA DE PEREDA
Sus padres fueron Juan Francisco de Pereda y Bárbara Josefa Sánchez Porrúa; su madre era de Comillas y su padre de Polanco, ambas localidades en Cantabria. Se casaron de muy jóvenes, de forma quellegaron a tener 22 hijos, si bien sólo nueve sobrepasaron la juventud y hacerse adultos. Inicialmente vivieron de la agricultura y de la ganadería en el pueblo natal, donde el autor cursó los estudios de educación primaria, hasta que se trasladaron a la capital, Santander para que José María pudiese preparar su ingreso en el Instituto Cántabro de la calle Santa Clara. A los 11 años, en 1843, fue ya alumno del Instituto en el que también estudiaron Menéndez Pelayo, Gregorio Marañón o Gerardo Diego. Durante el Bachillerato es un estudiante mediano, más amante de la caza, la pesca y la vida en contacto con la naturaleza que de otras ocupaciones. Tuvo, sin embargo, un temperamento neurótico e hipersensible desde niño.
Terminados los estudios de Humanidades, en el otoño de 1852, se trasladó a Madrid con intención de cursar los estudios preparatorios del ingreso en la Academia de Artillería de Segovia. Allí se alojó en la calle del Prado número 2, junto a otros estudiantes de su provincia, se interesó poco por los libros científicos, y se dedicó más a las tertulias en el café de «La Esmeralda», los bailes de Capellanes y el teatro. Años más tarde, al referirse a esta etapa de su vida, diría que comenzó en Madrid:
Una carrera científica que no concluí por falta de vocación para ello.
Por entonces es testigo de la Revolución de 1854, la llamada «Vicalvarada», donde casi fallece a consecuencia de los tiroteos en lascalles, como refirió en su obra, Pedro Sánchez. En esa época escribió La fortuna en un sombrero (1854), comedia que quedó inédita.
Volvió a Santander y en 1855 fallece su madre y contrae poco después el cólera. Debido a ambas cosas anduvo decaído y desanimado, a pesar de que se recuperó de la enfermedad. Al año siguiente se le presentó una neurastenia que le dejó postrado y obligó a su familia a enviarlo a Andalucía, donde permaneció una parte del año 1857. Al aparecer en Santander el diario La Abeja Montañesa decidió salir de su marasmo e iniciar una carrera periodística. Allí publicó sin firma o, sobre todo, con el seudónimo Paredes, críticas teatrales y esbozos costumbristas. También fundó en 1858 el semanal El Tío Cayetano. Prueba suerte en el teatro con las piezas Tanto tienes, tanto vales (1861), Palos en seco (1861), Marchar con el siglo (1863) y Mundo, amor y vanidad (1863), con poca suerte. Estos conatos escénicos se publicaron en 1869 con el título Ensayos dramáticos.
En 1864 había aparecido ya su primera obra notable, Escenas montañesas, que le convirtió en una celebridad local. El mismo año puso su mirada en Madrid, donde empieza a publicar en El Museo Universal y en 1866 colabora con otros autores en el libro colectivo Escenas de la vida, colección de cuentos y cuadros de costumbres. En su segundo libro, Tipos y paisajes, Pereda se esmeró sobre todo en el relato titulado Blasones y talegas. Enabril de 1869 se casa con Diodora de la Revilla y dos años más tarde inicia su carrera política presentándose como diputado carlista por el distrito de Cabuérniga. El año anterior se había constituido la Junta provincial del partido, de la que era presidente su amigo Fernando Fernández de Velasco, vicepresidente su hermano Manuel Bernabé Pereda y vocal el propio novelista. Salió elegido por escaso margen, en parte por la división del voto liberal. Eso le hizo ampliar sus amistades en Madrid y darse a conocer. Sus ideas carlistas, sin embargo, no le impiden hacer amistad con escritores de ideología contraria, como Galdós y Leopoldo Alas «Clarín».
Sobre su experiencia política escribió la novela corta Los hombres de pro, incluida en su libro Bocetos al temple (1876). Entonces dejó la política para consagrarse a sus hijos durante cuatro o cinco años. Estimulado por sus amigos Marcelino Menéndez Pelayo y Gumersindo Laverde, volvió a la literatura iniciando una especie de segunda etapa en su obra, más centrada en la narración extensa realista que en el cuadro de costumbres. Sus novelas estaban ambientadas casi siempre en La Montaña, salvo Pedro Sánchez, y presentaban como tema central la exaltación e idealización de las costumbres del pueblo frente a las urbanas. Sus obras más destacadas son Sotileza (1885), obra en la que retrata la forma de vida de los pescadores, y Peñas arriba (1895), centrada en loshabitantes de montaña.

Monumento a José María de Pereda en los jardines del mismo nombre. Los grabados que se ven rodeando al busto de Pereda representan escenas de sus obras.
El suicidio en 1893 de su primer hijo, Juan Manuel, le sorprendió cuando estaba redactando el vigésimo primer capítulo de este último libro (en el manuscrito original hay una cruz que señala el triste momento). Este acontecimiento le afectó muchísimo: desde entonces abandonó casi completamente la escritura, se sumergió en una honda tristeza y le acometieron complejos de culpabilidad que derivaron en una crisis existencial y religiosa. Se agravó su neurastenia y envejeció prematuramente. A duras penas salió de la crisis leyendo el Libro de Job, pero ya no quiso escribir más. Únicamente publicó su desganada novela corta Pachín González, basada en un hecho real, la explosión en noviembre de 1893 del vapor Cabo Machichaco, atracado en el puerto de Santander con un cargamento de dinamita.
Ya era correspondiente de la Real Academia Española desde 1872, y en febrero de 1897 leyó su discurso como miembro de número. Su hija contrajo matrimonio en junio de 1903 con Enrique Rivero, de Jerez de la Frontera, hecho que levantó sus ánimos, pero en la primavera de 1904 sufrió una apoplejía que le dejó hemipléjico del lado izquierdo, y murió el 1 de marzo de 1906.
BENITO PEREZ GALDOS
Infancia y juventud
Galdós era el décimo hijo de un coronel delejército, Sebastián Pérez, y de Dolores Galdós, una dama de fuerte carácter e hija de un antiguo secretario de la Inquisición. El padre inculcó en el hijo el gusto por las narraciones históricas contándole asiduamente historias de la Guerra de la Independencia, en la que había participado. Su imaginación fue desbordante desde muy joven. En 1852 ingresó en el Colegio de San Agustín, en el barrio de Vegueta de Las Palmas de Gran Canaria (isla de Gran Canaria), que aplicaba una pedagogía activa y avanzada para la época, durante los años en que empezaban a divulgarse por España las polémicas teorías darwinistas, de lo cual hay ecos en obras suyas como Doña Perfecta.
Obtuvo Galdós el título de bachiller en Artes en 1862, en el Instituto de La Laguna, y empezó a colaborar en la prensa local con poesías satíricas, ensayos y algunos cuentos. También se había destacado por su interés por el dibujo y la pintura. Después de la llegada de una prima suya a casa, el joven Galdós se trastornó emocionalmente y sus padres decidieron que se fuera a la capital a estudiar la carrera de Derecho.
Llegó a Madrid en septiembre de 1862, se matriculó en la universidad y tuvo por profesores a Fernando de Castro, Francisco de Paula Canalejas, Adolfo Camús y Valeriano Fernández y Francisco Chacón Oviedo. Allí también conoció al fundador de la Institución Libre de Enseñanza, Francisco Giner de los Ríos, que le alentó a escribir y le hizosentir curiosidad por una filosofía, el krausismo, que marcaría fuertemente su primera novelística. Sin embargo, de momento se limitó a frecuentar los teatros y a crear con otros escritores paisanos suyos (Nicolás Estévanez, José Plácido Sansón, etcétera) la «Tertulia Canaria» en Madrid, mientras acudía a leer al Ateneo a los principales narradores europeos en inglés y francés. Allí, durante una conferencia de Leopoldo Alas «Clarín», traba amistad con el famoso crítico y novelista asturiano.
En 1865 asistió a los hechos de la Noche de San Daniel, que le impresionaron vivamente:
Presencié, confundido con la turba estudiantil, el escandaloso motín de la noche de San Daniel —10 de abril del 65—, y en la Puerta del Sol me alcanzaron algunos linternazos de la Guardia Veterana, y en el año siguiente, el 22 de junio, memorable por la sublevación de los sargentos en el cuartel de San Gil, desde la casa de huéspedes, calle del Olivo, en que yo moraba con otros amigos, pude apreciar los tremendos lances de aquella luctuosa jornada. Los cañonazos atronaban el aire Madrid era un inferno.
B. Pérez Galdós, Memorias de un desmemoriado, cap. II.
Era un asiduo de los teatros y le impresionó especialmente la obra Venganza catalana, de Antonio García Gutiérrez. Ese mismo año empezó a escribir como redactor meritorio en los periódicos La Nación y El Debate, así como en la Revista del Movimiento Intelectual de Europa. Al añosiguiente y en calidad de periodista, asiste al pronunciamiento de los sargentos del Cuartel de San Gil. Llevaba una vida cómoda, albergado primero por dos de sus hermanas y luego en casa de su sobrino, José Hurtado de Mendoza. Según nos lo pinta Ramón Pérez de Ayala y las fotografías confirman, era un descuidado en el vestir y se conformaba siempre con ir de tonos sombríos para pasar desapercibido. En invierno llevaba enrollada al cuello una bufanda de lana blanca, con un cabo colgando del pecho y otro a la espalda, un puro a medio fumar en la mano y, cuando estaba sentado, a los pies su perro alsaciano. Se cortaba el pelo al rape y padecía horribles migrañas.
Era proverbial su timidez, que le hacía ser más que parco en palabras y su aspecto manifestaba una modestia inverosímil, hasta el punto de sufrir al hablar en público. Entre sus dotes estaba el poseer una memoria visual portentosa y una retentiva increíble que le permitía recordar capítulos enteros del Quijote y detalles minúsculos de paisajes vistos solamente una vez veinticinco años antes. De ello nacía también su gran facilidad para el dibujo. Todas estas cualidades desarrollaron en él una de las facultades más importantes en un novelista, el poder de observación.
En 1867 hizo su primer viaje al extranjero, como corresponsal en París, para dar cuenta de la Exposición Universal. Volvió con las obras de Balzac y de Dickens y tradujo de éste, a partirde una traducción francesa, su obra más cervantina, Los papeles póstumos del Club Pickwick.2 Toda esta actividad supone su inasistencia a las clases de Derecho y le borran definitivamente de la matrícula en 1868. En ese mismo año se produce la llamada revolución de 1868, en que cae la reina Isabel II. Cuando regresaba de su segundo viaje a París, y cuando volvía de Francia a Canarias en barco, vía Barcelona, y en la escala que el navío hizo en Alicante, se baja del vapor en la capital alicantina y marcha a Madrid a tiempo de ver la entrada del general Serrano y la de Prim. El año siguiente se encarga de hacer crónicas periodísticas sobre la elaboración de la nueva Constitución.
Las primeras obras

Retrato de Benito Pérez Galdós por Joaquín Sorolla
En 1870 publicó su primera novela, La Fontana de Oro, escrita entre 1867 y 1868, en parte durante uno de sus viajes a Francia, gracias al dinero de su tía. En realidad, en esa época la publicación de un libro se hacía gracias a la ayuda de los periódicos y de las revistas o corría a cuenta del autor. Esta obra, con los defectos de toda obra primeriza, bosqueja la situación ideológica de España durante el Trienio Constitucional (1820–1823).
La Sombra fue publicada en noviembre de 1870, por entregas, en La Revista de España. A pesar de que fue editada posteriormente a la La fontana de oro, los críticos ponen de relieve la posibilidad de que fuera redactada uno odos años antes.
Los Episodios nacionales
En 1873 comenzó a publicar los Episodios nacionales (el título se lo sugirió su amigo José Luis Albareda), un intento de entender la memoria histórica reciente de los españoles, y donde se refleja la vida íntima de estos en el siglo XIX, así como su contacto con los hechos de la historia nacional que marcaron el destino colectivo del país. Se trata de 46 episodios en cinco series de diez novelas cada una, salvo la última, que quedó inconclusa. Arrancan con la batalla de Trafalgar y concluyen con la Restauración borbónica en España.
La primera serie (1873–1875) trata de la Guerra de la Independencia (1808–1814) y tiene por protagonista a Gabriel Araceli, «que se dio a conocer como pillete de playa y terminó su existencia histórica como caballeroso y valiente oficial del ejército español» (Memorias de un desmemoriado, p. 202).
La segunda serie (1875–1879) trata de las luchas entre absolutistas y liberales hasta la muerte de Fernando VII en 1833. Su protagonista es el liberal Salvador Monsalud, que encarna, en gran parte, las ideas de Galdós y en quien «prevalece sobre lo heroico lo político, signo característico de aquellos turbados tiempos» (id.).
Tras un paréntesis de veinte años vuelve a escribir la tercera serie (1898–1900), tras recuperar los derechos sobre sus obras que detentaba su editor, con el que había pleiteado interminablemente. Esta serie cubre laPrimera Guerra Carlista.
La cuarta serie (1902–1907) se desarrolla entre la Revolución de 1848 y la caída de Isabel II en 1868. La quinta (1907–1912), incompleta, acaba con la Restauración de Alfonso XII.
Este conjunto novelístico constituye una de las obras más importantes de la literatura española de todos los tiempos y ejerció un influjo considerable en la trayectoria de la novela histórica española. El punto de vista adoptado es vario y multiforme, y se inicia con la perspectiva de un joven chico que se ve envuelto en los hechos más importantes de su época mientras lucha por su amada. La evolución ideológica de Galdós es perceptible desde el aliento épico de la primera serie hasta el amargo escepticismo final, pasando por la radicalización política y agresividad socialista-anarquista de las series tercera y cuarta.
Madurez
En 1876 se publicó Doña Perfecta, una novela contra la intolerancia ideológica asentada en una imaginaria ciudad mesetaria, Orbajosa, semejante a la Ficóbriga de Gloria, su siguiente novela (1877). Pese a las oposiciones que suscitó la obra entre los neos, o neocatólicos, Galdós fue elegido miembro de la Real Academia Española en 1889.
Podría decirse que la sociedad llega a un punto de su camino en que se ve rodeada de ingentes rocas que le cierran el paso. Diversas grietas se abren en la dura y pavorosa peña, indicándonos senderos o salidas que tal vez nos conduzcan a regionesdespejadas(). Contábamos, sin duda, los incansables viajeros con que una voz sobrenatural nos dijera desde lo alto: por aquí se va, y nada más que por aquí. Pero la voz sobrenatural no hiere aún nuestros oídos y los más sabios de entre nosotros se enredan en interminables controversias sobre cuál pueda o deba ser la hendidura o pasadizo por el cual podremos salir de este hoyo pantanoso en que nos revolvemos y asfixiamos. Algunos, que intrépidos se lanzan por tal o cual angostura, vuelven con las manos en la cabeza, diciendo que no han visto más que tinieblas y enmarañadas zarzas que estorban el paso; otros quieren abrirlo a pico, con paciente labor, o quebrantar la piedra con la acción física de substancias destructoras; y todos, en fin, nos lamentamos, con discorde vocerío, de haber venido a parar a este recodo, del cual no vemos manera de salir, aunque la habrá seguramente, porque allí hemos de quedarnos hasta el fin de los siglos
Fragmento del discurso leído por Pérez Galdós ante la Real Academia Española
Galdós asistía con regularidad al viejo Ateneo de la Calle de la Montera y trabó amistad con personajes de ideología nada afín a la suya, pues era hombre poco inclinado a fanatismos ideológicos. Así, se hizo un gran amigo de José María de Pereda, de Antonio Cánovas del Castillo, de Francisco Silvela y de Marcelino Menéndez Pelayo. También frecuentaba las tertulias del Café inglés, de la Iberia y del viejoCafé de Levante. Hizo viajes por Francia, Inglaterra e Italia varias veces, pero por su amistad con Pereda se aficionó a Santander (Cantabria), ciudad a la que estuvo estrechamente vinculado y donde tomó la costumbre de veranear en El Sardinero junto a Pereda y Menéndez Pelayo. Allí se construyó su célebre casa de San Quintín. También gustaba de visitar Toledo, ciudad por la que sentía una gran predilección y a la que hizo escenario de algunas de sus novelas, como Ángel Guerra. En 1884 viajó a Portugal en compañía de su amigo Pereda.
Influencias de la amistad le regalaron el acta de diputado por Puerto Rico (1885) y asistió a las cortes en la legislatura del año siguiente sin apenas despegar los labios: el Congreso fue para él un nuevo observatorio desde el que analizar «la sociedad española como materia novelable», que sería el título de su futuro discurso de ingreso en la Real Academia. De 1886 a 1890 se comprometió poco activamente en política, ya que era diputado por el partido de Sagasta.
El 15 de marzo de 1891 la gran actriz María Guerrero estrenó Realidad, con el papel de Augusta. Esa noche la recordó Galdós como «solemne, inolvidable para mí» en sus Memorias. El buen éxito de la obra y la insistencia de Mario y María Guerrero le movieron a estrenar al año siguiente La loca de la casa, pero hubo que reducirla porque era muy extensa, y cambiar el final, entre otras modificaciones en las cuales se contócon la ayuda de José Echegaray, que asistió a los ensayos. Siguió La de San Quintín, estrenada el 25 de enero de 1893 y el éxito más resonante que hasta entonces obtuvo Galdós en el teatro, durando en cartel cincuenta noches.
Un laudo arbitral de 1897 independizó a Galdós de su primer editor, Miguel Honorio de la Cámara, y se dividió todo en dos partes, de lo que resultó que Galdós, en veinte años de gestión conjunta, había recibido unas 80.000 pesetas más de lo que le correspondía. Después se averiguó que De la Cámara no había sido del todo legal respecto al número y fecha de las ediciones de sus obras, de suerte que a Galdós le quedó en suma un déficit de 100.000 pesetas en ese trato. Sin embargo, quedó en su propiedad el cincuenta por ciento del fondo de sus libros que quedaba en espera de venta, 60.000 ejemplares en total. Para librarse de ellos abrió el escritor una casa editorial con el nombre de 'Obras de Pérez Galdós' en la calle de la Hortaleza (número 132 bajo, hoy 104). Ansioso por recuperar el terreno perdido, comenzó a anunciar sus ediciones de Doña Perfecta y El abuelo. Continuó esta actividad editorial hasta 1904, año en que, cansado, firmó un contrato de edición con la Editorial Hernando.
Vida sentimental
La vida sentimental de Galdós no ha sido muy estudiada, en parte por la discreción que le envolvió en tales asuntos y de la que hizo gala incluso en sus estudiadamente anodinas Memoriasde un desmemoriado, que parecen escritas casi para desalentar empeños biográficos ulteriores, en forma más bien de diario de viajes. El caso es que permaneció soltero, si bien fue asiduo cliente de amores mercenarios y tuvo una hija natural en 1891 de una madre que se suicidó posteriormente, Lorenza Cobián. También se conoce bien su relación con la actriz Concha Morell y con la novelista Emilia Pardo Bazán.
Últimos años
Durante sus últimos años se consagró fundamentalmente al teatro, para el que entregó 22 piezas, sin contar multitud de obras de juventud que (a excepción de la llamada Un joven de provecho) hoy se han perdido, ni Antón Caballero, que no llegó a terminar. Algunas de ellas eran adaptaciones de sus novelas, cuya evolución le iba reclamando además la forma dialogada. En esta época empieza a aparecer el espiritualismo europeo en su obra, cuando Galdós empieza además a sentir un gran interés por la obra de León Tolstói. También en la última parte de su vida padeció las consecuencias de sus descuidos económicos y su tendencia a endeudarse de forma continua. Según el testimonio de Ramón Pérez de Ayala:
En una ocasión don Gabino Pérez, su editor, le quiso comprar en firme sus derechos literarios de las dos primeras series de los Episodios nacionales por quinientas mil pesetas, una fortuna entonces. Don Benito replicó: «Don Gabino, svendería usted un hijo?». Y, sin embargo, don Benito no sólo nodisponía jamás de un cuarto, sino que había contraído deudas enormes. Las flaquezas con el pecado del amor son pesadas gabelas. Pero éste no era el único agujero por donde el diablo le llevaba los caudales, sino, además, su dadivosidad irrefrenable, de que luego hablaré. En sus apuros perennes acudía, como tantas otras víctimas, al usurero. Era cliente y vaca lechera de todos los usureros y usureras matritenses, a quienes, como se supone, había estudiado y cabalmente conocía en la propia salsa y medio típico, con todas sus tretas y sórdida voracidad. tQué admirable cáncer social para un novelista! (Léase su Fortunata y Jacinta y la serie de los Torquemadas). Cuando uno de los untuosos y quejumbrosos prestamistas le presentaba a la firma uno de los recibos diabólicos en que una entrega en mano de cinco mil pesetas se convierte, por arte de encantamiento, con carácter de documento ejecutivo o pagaré al plazo de un año, en una deuda imaginaria de cincuenta mil pesetas, don Benito tapaba con la mano izquierda el texto, sin querer leerlo, y firmaba resignadamente. Los intereses de la deuda ficticia así contraídos le llevaban casi todo lo que don Benito debía recibir por liquidaciones mensuales de la venta de sus libros. Muy pocos años antes de la muerte de don Benito, un periodista averiguó por esto su precaria situación económica y la hizo pública, con que se suscitó un movimiento general de vergüenza, simpatía ypiedad(). A principios de mes acudían a casa de don Benito, o bien le acechaban en las acostumbradas calles, atajándole al paso, copiosa y pintoresca colección de pobres gentes, dejadas de la mano de Dios; pertenecían a ambos sexos y las más diversas edades, muchos de ellos de semblante y guisa asaz sospechosos; todos, de vida calamitosa, ya en lo físico, ya en lo moral, personajes cuyas cuitas no dejaba de escuchar evangélicamente(). Don Benito se llevaba sin cesar la mano izquierda al bolsillo interno de la chaqueta, sacaba esos papelitos mágicos denominados billetes de banco, que para él no tenían valor ninguno sino para ese único fin, y los iba aventando.
Ramón Pérez de Ayala, «Más sobre Galdós», en Divagaciones literarias, Madrid: Biblioteca Nueva, 1958, pp. 162–163.
Para conocer bien España se dedicó a recorrerla en coches de ferrocarril de tercera clase, codeándose con los míseros y hospedándose en posadas y hostales de mala muerte.
Se levantaba con el sol y escribía regularmente hasta las diez de la mañana a lápiz, porque la pluma le hacía perder el tiempo. Después salía a pasear por Madrid a espiar conversaciones ajenas (de ahí la enorme frescura y variedad de sus diálogos) y a observar detalles para sus novelas. No bebía, pero fumaba sin cesar cigarros de hoja. A primera tarde leía en español, inglés o francés; prefería los clásicos ingleses, castellanos y griegos, en particular Shakespeare,Dickens, Cervantes, Lope de Vega y Eurípides, a los que se conocía al dedillo. En su madurez empezó a frecuentar a León Tolstói. Después volvía a sus paseatas como no hubiera un concierto, pues adoraba la música y durante mucho tiempo hizo crítica musical. Se acostaba temprano y casi nunca iba al teatro. Cada trimestre acuñaba un volumen de trescientas páginas.
Ingresó en la Real Academia Española en 1897, contestándole Menéndez Pelayo. A los pocos días le correspondió a él contestar al discurso de su gran amigo José María de Pereda. En 1890 y 1891 fue reelegido diputado por Puerto Rico. Habiéndose unido a las fuerzas políticas republicanas, Madrid lo eligió representante en las Cortes de 1907. En 1909 fue jefe, junto a Pablo Iglesias, de la coalición republicano-socialista, pero él, que «no se sentía político», se apartó enseguida de las luchas «por el acta y la farsa» y se dedicó de nuevo a la novela y al teatro.
En 1919 se realizó una escultura suya, reconociendo su éxito en vida. A pesar de su ceguera, pidió ser alzado para palpar la obra y lloró emocionado al comprobar la fidelidad de la escultura. Cargado de laureles, el indiscutido gran novelista español del siglo XIX murió en su casa de la calle Hilarión Eslava de Madrid el 4 de enero de 1920. El día de su entierro, unos 20.000 madrileños acompañaron su ataúd hacia el cementerio de la Almudena (zona antigua, cuartel 2B, manzana 3, letra A).


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