El posfordismo y los últimos avatares
del trabajo, según André Gorz
Julio Boltvinik
La visión de Jeremy Rifkin del lado oscuro del posfordismo, su alto
costo humano, reseñada en la entrega anterior (28/10/11), la complemento
hoy con la visión de André Gorz del posfordismo con la cual
él comienza el capítulo Últimos avatares del trabajo de su
libro Miserias del presente. Riqueza de lo posible
(Paidós, Buenos Aires, 1998). El fordismo-taylorismo es un modelo
de organización de la producción (dominante durante la mayor
parte de siglo XX), que según Benjamín Coriat se caracteriza por
producción en gran escala de productos estandarizados,
especialización de funciones, fragmentación de tareas,
medición de tiempos y movimientos, y transportación
mecanica de piezas sujetas a tareas sucesivas (El taller y el robot,
Siglo XXI, 1992; véase en la grafica cómo este modelo
logró reducir la necesidad de la destreza de los trabajadores). La resistencia
obrera a un trabajo cada vez mas alienante, la diferenciación
creciente y la obsolescencia acelerada de los bienes, hicieron que el
rígido modelo fordista-taylorista se volviera inviable, añade
Coriat. En mercados virtualmente saturados, explica Gorz, el único tipo
de crecimiento posible era el crecimiento de la diversidad de gustos y de
modas, el crecimiento de la rapidez con la cual éstos sesucedían.
Por tanto, se presentaba la necesidad de producir series
mas cortas a costos mas bajos. La competitividad no
debía depender de las economías de escala obtenidas, en el
pasado, por la producción en grandes series. Debía
obtenerse, por el contrario, por la capacidad de producir una variedad
creciente de productos en plazos cada vez mas cortos, en cantidades
reducidas y a precios mas bajos (p. 37). El
fordismo-taylorismo tiene en su base una gran obsesión por controlar a
los obreros, que se expresa en el método taylorista de MTM
(medición de tiempos y movimientos), que cronometra al centésimo
de segundo cada uno de los gestos de los que se componían las
operaciones en la cadena de montaje. El origen de esta obsesión,
aclara Gorz, no es un imperativo técnico, sino la desconfianza
fundamental de la administración hacia una mano de obra a la que se
tenía por ‘naturalmente’ refractaria al esfuerzo y
estúpida”. Por tanto, la organización científica del trabajo estaba destinada a
extraer del
obrero el mayor rendimiento posible quitandole todo margen de
iniciativa. Dominio total para combatir la ‘indolencia,
la pereza, la indisciplina y las veleidades de rebelión (p.38)”.
Lo que Marx llamó subsunción formal y real del trabajo al
capital.
Añadase el proceso imparable de
robotización y se tendra el escenario completo en que surgeel
posfordismo, cuyas raíces vienen de Japón. Después de la segunda guerra (en los años cincuenta)
Japón buscaba industrializarse produciendo para su relativamente
pequeño mercado interno. El desarrollador del toyotismo,
Taiichi Ohno, dice:
“El sistema Toyota
tuvo su origen en la necesidad particular en que se
encontró Japón de producir pequeñas cantidades de muchos
modelos de productos.
A causa de su origen,
este sistema es fundamentalmente competitivo en la diversificación.
Mientras el sistema clasico de producción planificada en serie es
relativamente refractario al cambio, el sistema Toyota, por el contrario,
resulta ser muy elastico; se adapta bien a las condiciones de diversificación
mas difíciles. Y así es porque fue concebido para
ello” ( L’Esprit Toyota, París,
1989, citado en Benjamín Coriat, Pensar al revés. Trabajo y organización en la empresa japonesa, Siglo XXI,
México, 1992, p. 20).
Gorz describe lo que se ha llamado lean production (producción delgada),
que los japoneses introdujeron en sus plantas en EU. Un
gerente japonés (citado por Gorz) explica el fundamento de la misma:
para los norteamericanos estan por un lado quienes piensan y por otro
quienes trabajan. Entre nosotros, los que trabajan son los mismos que piensan y
no tenemos necesidad mas que de la mitad del personal. Como lo señala
agudamente Gorz, larespuesta de Ohno al reto de cómo aumentar la
productividad cuando las cantidades que se deben producir no aumentan tiene una
dimensión de revolución cultural para occidente. Uno de sus
principios esenciales, en efecto, es que resulta indispensable una gran
proporción de autogestión obrera en el proceso de
producción para obtener, a la vez, un maximo de flexibilidad, de
productividad y de rapidez en el ajuste de la producción a la demanda.
Gorz añade
“Mientras que, para el taylorismo, había que combatir el ingenio y
la creatividad y la auto-organización obreras como la fuente de todos los peligros de
rebelión y de desorden, para el toyotismo eran un recurso que se
debía desarrollar y explotar. La dominación absoluta, totalmente
represiva, de la personalidad obrera debía ser reemplazada por su
movilización total. Las reglas técnicas rígidamente
impuestas sobre los operarios deberían ser suprimidas en beneficio del
kaizen: el ajuste y mejoramiento continuo de los procedimientos por parte de
los obreros. Tal ausencia de formalización permite esa
‘cooperación productiva espontanea’ y flexible de la
que resultara la flexibilidad del proceso, la gestión
óptima de los tiempos, la armonización de cada conjunto de
operaciones con los demas, en una palabra, el kan-ban. (Para mayor claridad he combinado la versión
española, p.40, con lainglesa, p.30: Reclaiming work. Beyond
the Wage-based Society, 1999).”
El modelo ideal de la empresa posfordista se completa con los siguientes
elementos: a) los obreros deben comprender bien lo que hacen; les debe ser
inteligible el proceso de producción en su conjunto; b) deben
reflexionar sobre los medios de mejorar y de racionalizar el diseño del
producto, los procedimientos y la organización en su conjunto; c) el
obrero ha de ser fabricante, tecnólogo, administrador, y patrón
colectivo de su trabajo colectivo. Gorz sintetiza lo anterior diciendo que el
trabajo productivo requiere de los trabajadores un
nivel general de conocimientos que entre en el proceso de producción como fuerza productiva
inmediata. Se trata del general intellect, expresión usada por Marx en
los Grundrisse, en paginas a las que dediqué la décima
entrega de esta serie (30/9/11) que, para la mayor parte de los marxistas, dice
Gorz, tiende a convertirse en la forma dominante de la fuerza de trabajo.
Plantea aquí Gorz preguntas claves sobre el posfordismo que abren un
dilema cuyo lado oscuro se conecta con la visión de Rifkin presentada en
la entrega anterior
¿Abre espacios sin precedentes para el poder obrero y anuncia una
posible liberación en el trabajo y del trabajo a la vez? ¿O lleva a la
sujeción de los trabajadores al colmo, obligandolos a tomar porsu
cuenta la función patronal y el imperativo de la competitividad, a poner
el interés de la empresa por encima de todo, incluida su salud y hasta
su vida? ¿Implica una nueva feudalización de las relaciones
sociales de producción –el obrero convertido en vasallo de la
empresa– o lleva en germen la toma del poder total por los trabajadores, a quienes
la propiedad capitalista de la empresa termina por aparecérseles como una estructura
parasitaria obsoleta? (p.41
Aunque la respuesta es que eso depende del contexto en que se apliquen esos
principios, y aunque la transición al posfordismo se ha dado en
condiciones desa
strosas para los asalariados, el posfordismo se presenta en
todos los casos tanto como el anuncio de una posible reapropiación del trabajo
por parte de los trabajadores como de la regresión hacia una
sujeción total, una cuasi condición de vasallaje de la persona
misma del trabajador. Su caracter emancipador brilló durante sólo cuatro años en la fabrica
de Volvo en Udevalla (que el capital decidió cerrar por razones que
examinaré en la próxima entrega), mostrando que, como
dicen Coriat y Gorz, sólo la abolición de las relaciones
capitalistas de producción permitiría realizar el potencial
liberador del
postaylorismo. Lo que ha resultado de la aplicación de este modelo es el lado oscuro: la feudalización de
las relaciones.