Participación ciudadana: base del gobierno
democrático
Elio Villaseñor Gómez*
La participación en los asuntos públicos ha sido un
valor que los ciudadanos y ciudadanas hemos ido desarrollando en los últimos
años en nuestro país. Entre los antecedentes que confluyen
para que esto sea posible, hay dos hechos que cualifican la participación
ciudadana en nuestro país.
Durante los años ochenta, dos acontecimientos marcaron la historia de México:
uno, fue el terremoto de 1985 y, el otro, las elecciones de 1988. En estos
años, los ciudadanos salimos de la actitud pasiva en la que estábamos, de
simplemente esperar o ser receptores de las iniciativas de los gobernantes, a
tomar la iniciativa, con nuestras capacidades y valores y buscar que los
asuntos públicos fueran asumidos por la ciudadanía, a pesar de la falta de
voluntad gobernantes y de los partidos políticos.
En 1985, los ciudadanos salimos a la calle para asumir el
control de la ayuda humanitaria, los proyectos de vivienda y de autodesarrollo
social. Esos apoyos y ayudas quedaron centralmente bajo el control de la
ciudadanía, y menor medida del gobierno.
Podemos decir que la primera manifestación de la ciudadanía social en nuestro
país se dio a raíz del
terremoto, ya que entonces se mostró como
una ciudadanía no simplemente demandante, sino con capacidades intelectuales y
espirituales con las que se enfrentaron los problemas comunitarios y la
reconstrucción de la Ciudad de México.
El terremoto de 1985 marcó a la ciudadanía delDistrito
Federal y sus efectos sociales se extendieron a todo el país. Este
acontecimiento permeó muchos proyectos tanto sociales como civiles y cambió
las actitudes de ciudadanos y ciudadanas que ya no permanecieron instalados en
conductas y acciones sólo de queja y pasaron a la elaboración de propuestas
para solucionar, desde lo local, los problemas públicos.
Sus efectos se combinaron con los de las elecciones de 1988. Entonces,
se unieron la fuerza de la ciudadanía social con la de la ciudadanía cívica.
Ciudadanos y ciudadanas disputamos entonces lugares en el
espacio de lo público, buscando maneras de resolver nuestra problemática
cotidiana y exigiendo también nuestros derechos políticos.
Esa nueva ciudadanía, que se desarrollará
durante los años noventa, va a exigir, por un lado, el cumplimiento efectivo de
sus derechos sociales y, por el otro, el ejercicio también efectivo de sus
derechos políticos, como una estrategia para ir construyendo el ser ciudadano,
es decir, hablamos de una nueva cultura ciudadana que pone por delante los
intereses públicos en lugar de los particulares y que va a constituir el gran
avance en la construcción de la nueva cara de la ciudadanía en nuestro país.
Esta forma de ser
ciudadano ha ido abriendo cada día más espacios, entrando no sólo en el terreno
de los problemas públicos, sino exigiendo su participación en las
orientaciones, ejecución y evaluación de las políticas públicas. Esto posibilitará en
nuestro país la emergencia de una gama enorme de
actoressociales y civiles que participan en la vida pública del país desde diferentes ejes temáticos:
medio ambiente, género, microempresa, desarrollo local, vivienda, salud, educación
y patrimonio cultural, entre muchos más.
Nos encontramos frente un actor civil que va asumiendo su entorno público sin
sentirse obligado a pedir permiso a los gobernantes ni a los partidos
políticos, para ser considerado como parte de lo público, es decir, se
construye una ciudadanía que de manera cotidiana, a nivel regional, nacional o
internacional exige que ejerza su derecho de ser parte de la solución de los
asuntos públicos. En este sentido la participación
ciudadana en nuestro país ha tenido la característica de un movimiento que
busca, primeramente, que se le reconozca su 'mayoría de edad', como interlocutor válido y
capaz.
Se reconoce, por supuesto, que los gobernantes tienen un
papel asignado y la capacidad para enfrentar los problemas públicos, pero
lamentablemente por mucho tiempo se ha demostrado que solos no pueden. La
ciudadanía ha mostrado su capacidad y voluntad para elaborar y llevar a cabo
proyectos o propuestas para enriquecer las políticas públicas, tanto locales como
nacionales.
Desde esta nueva perspectiva, la participación responsable de hombres y mujeres
reclama que se nos considere ciudadanos no solamente en épocas electorales,
cada tres o seis años, sino que se acepte que somos ciudadanos plenos los 365
días del año, para que todos los asuntos públicos sean asumidos de
maneracorresponsable entre los gobernantes y los ciudadanos.
Con esta nueva exigencia, que parte de una ciudadanía que ha aumentado sus
capacidades y su acceso a la información sobre sus problemas cotidianos y los
problemas globales, su presencia ha ido ganando peso e importancia todos los
días; con una agenda propia, inquietudes y propuestas para resolver sus
problemas actuales y para un mejor mañana.
Sin embargo, uno de los problemas más importantes que vivimos es que, dadas las
acciones y escasa respuesta de muchos gobernantes y miembros de los partidos
políticos ante las propuestas de participación ciudadana, se ha generado entre
la ciudadanía una gran desconfianza y desencanto hacia los políticos y los
partidos. Ciudadanos y ciudadanas percibimos que no hay cambios entre la clase
política; desgraciadamente, para muchos de sus miembros, lo público sigue
siendo considerado como
patrimonio exclusivo de gobernantes y partidos.
En este campo, grupos y organizaciones civiles y sociales, han librado una gran
lucha para que lo público se transforme en un espacio de coordinación entre
gobernantes, ciudadanos y ciudadanas, partidos políticos, academia y otros
sectores de la sociedad, es decir, transformar lo público para que deje de ser
un asunto partidario y evolucione hacia un espacio para construir el bien
común, el bien público. Este es el gran cambio que los ciudadanos hemos ido
logrando: estamos superando el estancamiento en que cayó la alternancia del
poder y estamos construyendo verdaderamentepuentes hacia la democratización de
las políticas públicas.
Algunos ejemplos de este proceso impulsado por la
ciudadanía son los avances de algunas leyes aprobadas en México. Dos de ellas
me parecen que fundamentan lo que estamos exponiendo
La Ley General de Desarrollo Social, que en el artículo 3, fracción V, nos
dice:
'La Política de Desarrollo Social se sujetará a los siguientes principios:
'-Participación social: Derecho de las personas y organizaciones a
intervenir e integrarse, individual o colectivamente en la formulación,
ejecución y evaluación de las políticas, programas y acciones del desarrollo
social'.
La Ley Federal de Fomento a las Actividades Realizadas por Organizaciones de la
Sociedad Civil, en el artículo 5, en diferentes fracciones, se refiere a las
actividades de la sociedad civil:
'Para efectos de esta ley, las actividades de las organizaciones de la
sociedad civil objeto de fomento son las siguientes:
'-III. Cívicas, enfocadas a promover la participación
ciudadana en asuntos de interés público.
'-VIII. Cooperación para el desarrollo
comunitario.
'-XII. Apoyo en el aprovechamiento de los recursos naturales, la
protección del ambiente, la flora y la fauna, la preservación y restauración
del equilibrio ecológico, así como la promoción del desarrollo sustentable a
nivel regional y comunitario, de las zonas urbanas y rurales.
'-XV. Participación en acciones de protección
civil'.
En el Artículo 6, fracción XI, de la misma ley encontramos:
'Artículo 6. Para losefectos de esta ley,
las organizaciones de la sociedad civil tienen los siguientes derechos:
'-XI. Participar, en los términos que establezcan las disposiciones
jurídicas aplicables, en la planeación, ejecución y seguimiento de las
políticas, programas, proyectos y procesos que realicen las dependencias y
entidades, en relación con las actividades a que se refiere el artículo 5 de
esta leyïs½'
Estos artículos muestran, que el cabildeo en el proceso de aprobación de dichas
leyes, ha logrado el reconocimiento de la participación ciudadana como un
requisito indispensable para llevar a cabo cualquier política pública. Nos
indica el gran reto que tenemos enfrente para lograr que los gobiernos se
ejerzan bajo las nuevas bases de la participación ciudadana.
Desde estas experiencias, podríamos considerar algunas de las bases para una
nueva forma de gobernar
1. Debemos entender que el y la gobernante son servidores públicos, electos
para cumplir un mandato que los ciudadanos y ciudadanas les dimos para ejercer
el poder. Si así lo entendemos, el gobernante deberá considerarse como
alguien que ha sido contratado por la ciudadanía para proporcionar un servicio
público. Por lo tanto, tenemos que cambiar la percepción de que las y los
gobernantes son los dueños absolutos del espacio público y hacerles entender
que están llamados a ser servidores y servidoras que deben contar con la
aprobación de la ciudadanía para desarrollar un programa público.
2. Las y los gobernantes democráticos debencomprometerse a
incorporar a la ciudadanía en todas las acciones públicas. En la medida en que
lo hagan estarán cumpliendo con su responsabilidad de asumir que lo público no
es patrimonio personal, de grupo o de partido, sino que es un
espacio donde ciudadanos, ciudadanas y gobernantes construimos el bien público.
3. Tenemos que asumir que el ejercicio de gobernar es una acción en la que
deben coordinarse los distintos sectores de la sociedad y trabajar de forma
corresponsable para que el bien público sea el bien de todos y de todas.
4. Por último, debemos entender que la acción de gobernar es una acción pública
y que toda acción pública deber ser realizada de cara
a la ciudadanía. Para ello es deber de todas y todos los gobernantes informar a la
sociedad de manera permanente sobre sus acciones y decisiones. No deben
hacer de la información un asunto protocolario, sino
lograr que sea una acción en la que se incorpore la ciudadanía como vigilante, para que juntos podamos hacer
que la acción pública no sólo sea eficiente, sino que tenga calidad humana.
Todas las características de esta nueva forma de gobernar nos llevan a la
consideración de que la democracia no siga siendo un
acto ritual, en el que ciudadanos y ciudadanas hacemos presencia solamente en
los procesos electorales (cada tres o seis años). Hay que entender que la
ciudadanía hoy no es la misma de hace 40 años; la actual se ha formado y ha
emergido con nuevas capacidades, que exige que sus derechos humanos integrales sean reconocidoscomo parte del espacio y las acciones públicas.
La participación ciudadana se va imponiendo cada día,
aunque existan todavía muchos gobernantes y líderes políticos que se resisten y
prefieran solo tratar con individuos callados y pasivos frente a sus abusos de
poder. Que los ciudadanos y las ciudadanas hayamos tomado en nuestras manos la
disputa sobre los asuntos públicos locales, nacionales e internacionales, para
integrar nuestras propuestas como parte de la solución a los
problemas es ya un asunto irreversible y global.
Este cambio que ha ido logrando la sociedad organizada tendrá que verse
reflejado en los actos de gobierno que deben responder efectivamente a la
demanda y al mandato dado por los ciudadanos y ciudadanas, más que a los
criterios impuestos por los intereses de sus partidos políticos y otros grupos
de poder. Se requieren ya otro tipo de gobernantes que
respondan a los intereses de la sociedad en su conjunto.
Se requiere, pues, desarrollar una nueva etapa sustentada
cotidianamente en una ética social, con valores de tolerancia, respeto,
transparencia y rendición de cuentas y equidad ante la ley. Esto resulta hoy fundamental para reconstruir las relaciones de
confianza entre gobernantes y ciudadanía.
Desde nuestra experiencia, estas son las bases necesarias para una nueva forma
de relación efectiva y confiable entre una ciudadanía proactiva y gobernantes
dispuestos a coordinarse con los distintos sectores de la sociedad, para
construir el bien público, el bien de todos.