Anuario Colombiano de Historia Social y de la
Cultura No. 32, 2005, pp. 51-73
EL VALLE DE SIBUNDOY: E L DESPOJO DE UNA HEREDAD.1 LOS DISPOSITIVOS
IDEOLÓGICOS, DISCIPLINARIOS
Y MORALES DE DOMINACIÓN
Augusto Javier Gómez López Profesor Asociado Departamento de
Antropología Universidad Nacional de Colombia Resumen El texto de este
artículo hace parte de una obra que se ocupa del analisis
histórico de los procesos de penetración y de colonización
del piedemonte del Putumayo, emprendidos desde mediados del siglo XIX, lo mismo
que del papel de las misiones y en especial de los capuchinos en la
incorporación de dicho piedemonte. De manera específica, el
artículo tiene como propósito describir y analizar los sistemas
coercitivos impuestos por la Misión capuchina entre los grupos
indígenas Inga y Kamsa del valle de Sibundoy, desde los inicios
del siglo XX hasta finales de la década de 1960, con el fin de usurpar
sus tierras ancestrales, controlar y usufructuar su mano de obra, ejercer su
sujeción física y espiritual, dentro del proceso general de
“civilización de los salvajes” y de la incorporación
de los territorios orientales amazónicos al ambito económico,
político y sociocultural de la naciente “sociedad nacional”
colombiana. Palabras clave: Colombia,
Putumayo, Amazonia, indígenas,
misiones, coerción, colonización. Abstract This paper is part of
a research dealing with the historical analysis of the processes of penetration
and colonization of the Putumayo foothills undertaken since the middle ofthe
nineteenth century, as well as of the role played by the missions, particularly
that of the Capuchins, in the incorporation of the foothills. Most
specifically, the paper describes and analyzes the coercive systems imposed by
the Capuchin Mission upon the indigenous groups Inga and Kamsa of the
Valley of Sibundoy, from the beginning of the 20 th century up to the end of
the 1960s, with the aim to seize their ancestral lands, to control and usufruct
their labor, and to
Este artículo hace parte del texto de la tesis presentada por el autor
en su condición de estudiante del Programa de Doctorado en Historia de
la Universidad Nacional de Colombia, y constituye un resultado
específico de las investigaciones realizadas por el grupo Región
y territorio; igualmente, es parte del trabajo auspiciado por Colciencias
acerca de las “Concepciones jurídicas sobre la alteridad
indígena”, que viene adelantando nuestro grupo de
investigación Antropología jurídica, historia y etnología.
* Recepción: 25 de mayo de 2005. Aprobación: 8 de agosto de 2005.
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dominate them both physically and spiritually, within the general process of
“civilizing the savage” and incorporating the eastern Amazon
territories into the economic, political, and socio-cultural milieu of the
emerging “national society” of Colombia. Key words: Colombia, Putumayo,
Amazon, indigenous, missions, coercive, colonization.
Acerca de la “barbarie” y la “civilización” de
los “salvajes”
“Actualmente se esta siguiendo unjuicio a uno de los misioneros
por la flagelación de una india, quien murió después de
algunos días de haber sido azotada. Qué espectaculo,
Señor Ministro, el que presenta una india puesta de rodillas, las
espaldas mal cubiertas, en presencia de su esposo o de sus padres, o de sus
hijos, recibiendo azotes con una correa de cuero torcido y tieso, que no debe
usarse ni para las bestias. El espectaculo es mas patético
si es un misionero el que flagela. La mujer queda enferma física y
moralmente, llagada las espaldas y herido el corazón”. Rogerio
María Becerra2
Uno de los aspectos relacionados con el proceso histórico de
incorporación de la región amazónica fue el tratamiento
jurídico, político e ideológico del Estado colombiano
frente a los “territorios de misiones” y, por supuesto, frente a la
población indígena en éstos existente durante el siglo XIX
y comienzos del siglo XX. El Estado delegó en la Iglesia y
particularmente en las misiones católicas la administración de
los indios, designados jurídicamente como “salvajes” en
virtud de su incapacidad para ejercer sus funciones como tal en aquellas
regiones aun no integradas al ambito económico y sociocultural de
la Nación. Después de habérseles considerado a los indios
jurídicamente iguales al resto de los ciudadanos colombianos –por
aquella viva preocupación vigente en los años de la Independencia
de “decretar” la igualdad–, se estableció una
diferencia entre indios “civilizados” y “salvajes”, lo
cual significó tratamientos legales también diferenciados.Dentro
del mismo contexto jurídico, el indio “salvaje” fue visto
como un obstaculo para el “adelanto” y el
“progreso”, en tanto significaba un peligro para el transito
de comerciantes y de mercancías en “aquellas regiones donde estos
salvajes reinaban”. Algunas leyes expedidas, en el siglo XIX y comienzos
del siglo XX, también reflejan el interés que ocasionalmente
animó al legislador de fomentar la “civilización de los
salvajes”, con el fin de garantizar la soberanía nacional en
aquellas regiones fronterizas donde era escasa la injerencia del Estado.
2
Rogerio María Becerra, “Informe que presenta el Intendente
Nacional del Putumayo al Excmo Presidente de la República por conducto del señor
Ministro de Gobierno”, Mocoa, 24 de enero de 1906. AGN, S.
República, F. Ministerio de Gobierno, T. 502, parte antigua, f. 21.
52
El Valle de Sibundoy: el Despojo de una Heredad
53
Poblados del Valle de Sibundoy. Archivo Fotografico del INCORA, vol. 4,
1967
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Ademas de los rasgos paternalistas contenidos en algunas de las normas
promulgadas durante los siglos en referencia, el propósito de esas
normas fue el de reiniciar –después de los esfuerzos realizados
durante el régimen colonial–, el trabajo de incorporación
de los “salvajes” a un modelo de sociedad que a sí misma se
consideraba civilizada, fundamentada en patrones tales como el sedentarismo, el
poblamiento nucleado, la adhesión al catolicismo, la instauración
de una y única lengua y la mística por la búsqueda de
loscaminos del “progreso”. Los indígenas debían
constituir “brazos útiles para la labor” y, de hecho, dentro
del contexto regional amazónico colombiano, la condición de ser
considerado como “indio salvaje” o como “indio
civilizado” dependió fundamentalmente de su vinculación o
no a las actividades extractivas y, en general, a las actividades
económicas establecidas allí por los “blancos”;
ligadas éstas, claro esta, a las redes económicas
interregionales e internacionales.3 No obstante las pretensiones de los
regímenes republicanos decimonónicos de incorporar a los
“salvajes a la vida civil”, las instancias gubernamentales, tanto
nacionales como regionales, no estuvieron inicialmente en capacidad de aplicar
y de materializar lo dispuesto por las leyes que progresivamente se fueron
expidiendo.4 Estas leyes se relacionaban fundamentalmente con el interés
del Estado por incorporar a los indígenas “errantes y
salvajes”, mediante la acción misionera, la adjudicación de
tierras, la colonización y la formación de pueblos o parroquias:
Respecto de los indígenas salvajes, que según calculos
ascienden a unos 200.000, la República ha expedido varias leyes con el
fin de reducirlos a poblaciones y civilizarlos. Hemos hablado de esas leyes y
hemos visto que los medios que establecen para lograr su objeto han sido las
misiones y el fomento de la colonización de los territorios ocupados por
los indígenas. Debemos agregar que casi ninguna de dichas leyes se ha
cumplido, y que lo poco que se ha hecho en el asunto, no haproducido ningún
resultado satisfactorio. Ese poco, puede decirse, se ha limitado a la
expedición de las leyes. Parece que ya se piensa en hacer algo de
provecho, puesto que se ha comenzado a gastar dinero en las misiones, que son
en nuestro concepto el mejor medio de civilizar a los indios. Pueda ser que
llegue el día en que no se hable de salvajes colombianos, porque no los
haya.5
3 Muchos grupos indígenas sobrevivieron al régimen colonial,
especialmente aquellos establecidos en regiones de frontera. En el transcurso
del siglo XIX y comienzos del XX, con la expansión de las
economías extractivas de la quina, del caucho, del oro y del
petróleo, muchos de esos grupos o algunos de sus miembros, fueron
asimilados e identificados como “civilizados” sólo por estar
al servicio de tales actividades productivas destinadas fundamentalmente a la
exportación. 4 La legislación que en materia de indígenas
se produjo a lo largo del
siglo XIX fue prolífica. No obstante, sólo hasta finales del siglo XIX algunas de
las normas dictadas se pusieron en practica. 5 Consejo de Estado,
“Estudio sobre la legislación y la doctrina relativa al gobierno
de los indígenas de la Nación y a la propiedad de sus
resguardos”, 1922. AGN, S. República, S. Primera, F. Ministerio de
Gobierno, T. 972, ff. 385-395.
54
El Valle de Sibundoy: el Despojo de una Heredad
Después de firmado el Concordato entre el Estado colombiano y la Santa
Sede, la aprobación de la Ley 89 de 1890 se constituyó en la
jurisprudencia fundamental queregularía las relaciones entre el Estado y
las comunidades indígenas. Esta Ley, con algunas modificaciones,
tendría vigencia a lo largo del
siglo XX, hasta la aprobación de la nueva Constitución Nacional,
en 1991. En lo esencial, la Ley en referencia dividió a las
“tribus” del
país en dos grupos: el primero, compuesto “por los salvajes que
vayan reduciéndose a la civilización por medio de Misiones”
y el segundo, que comprendía “las comunidades indígenas
reducidas ya a la vida civil”. 6 Desde los primeros años del siglo
XX la Misión capuchina, en cabeza de Fray Fidel de Montclar,
insistió en caracterizar “a los indígenas de los pueblos
del valle de Sibundoy y demas de la Provincia de Mocoa” como
indios que “ apenas pueden ser contados entre los que van reduciéndose
a la vida civilizada”, tal y como lo determinó el entonces
Gobernador de Nariño, Julian Buchelli, concepto con base en el
cual los capuchinos elaboraron el Reglamento bajo el cual debía
gobernarse a los indios del Putumayo, aprobado por la Gobernación en el
mes de agosto del año de 1908 y publicado en el mismo órgano
oficial del Departamento.7 Tiempo después, el Gobernador de
Nariño, Eliseo Gómez Jurado, expidió el Decreto 263 del
mes de junio de 1910, que declaró que los indios de los pueblos de
Sibundoy estaban ya reducidos a la vida civil y, en consecuencia, debían
de regirse por las Leyes generales del país sobre Resguardos
Indígenas (en concordancia con los Artículos Segundo y siguientes
de la Ley 89 de 1890), es decir, sujetos en locivil a sus respectivos Cabildos,
Corregidores y Alcaldes, y no bajo la autoridad del misionero. Como lo
analizamos en otras paginas de este mismo trabajo, y por la expresa
influencia de los capuchinos, el Decreto 263 fue derogado y, en
contravía, el Gobierno aprobó, en el año de 1914, el
Decreto 1484. Dentro del contexto de finales del siglo XIX, y ya vigente la Ley
89 de 1890, los parametros económicos y socioculturales que, de
hecho, seguían sirviendo de fundamento para establecer si una sociedad
indígena era o no “civilizada” se relacionaban con “la
aversión a reunirse en pueblos“, “el vestido”,
“la lengua”, “las supersticiones”, “la intimidad
y comercio con los blancos”, entre otros “rasgos”. Desde
finales del siglo XIX los indígenas del
Putumayo y, especialmente, los del
valle de Sibundoy habían quedado bajo la administración de la
Misión capuchina. Por entonces, cuando la comunidad indígena de
Sibundoy se disponía a nombrar sus propias autoridades del Cabildo, el
Padre Fray Fidel de Montclar se opuso argumentando lo que según
él persistía en la “raza salvaje” de dicha
región,
Víctor Daniel Bonilla, Siervos de Dios y amos de indios: El Estado y la
misión capuchina en Putumayo (Bogota: Tercer Mundo, 1968) 60-61.
7 Fray Fidel de Montclar, “Carta del Prefecto Apostólico del Caqueta y Putumayo dirigida al General Joaquín
Escandón, comisario especial del Putumayo”, Mocoa, 12 de diciembre de 1912. AGN, S.
República, F. Ministerio de Gobierno, S. Cuarta, T. 70, f. 260.
6
55
ACHSC / 32 / Gómezponiendo en evidencia los “rasgos” que por
entonces seguían constituyendo las fronteras ideológicas entre
“civilización” y “salvajismo”:
No creo que a nadie le ocurra contar a los indios del Caqueta y Putumayo
entre los civilizados, pues aunque la Misión ha conseguido
muchísimo en ese sentido, falta todavía mucho por hacer: una raza
salvaje no se civiliza en algunos años, deben transcurrir varias
generaciones para que dejen sus habitos repugnantes y absurdas
tradiciones y abandonen su innata pereza dedicandose sus individuos al
trabajo y pequeñas industrias. El vestido, el lenguaje, los instintos,
las supersticiones, la aversión a reunirse en pueblos, y otras mil
circunstancias convencen a cualquiera que visite estos lugares que los indios
de estos pueblos no son todavía civilizados. El mismo General Don
José Diago, Comisario Especial del Putumayo, que por su enemistad con
los misioneros ha trabajado para que ese Ministerio dicte una resolución
contraria a la Misión, ha dicho varias veces en mi presencia las
siguientes palabras: “los indios de estos pueblos me causan asco, no
aguanto su presencia, me repugnan por su salvajismo”. Ese es el modo de
pensar y hablar de cuantos no estan imbuidos en el espíritu de
caridad respecto a estos pobres indígenas. No deben causar repugnancia a
nadie, pues son nuestros hermanos, y con paciencia y tiempo lograremos
colocarlos a nivel de los indios que pueblan una parte de la Provincia de
Pasto, Túquerres y Obando. Estos indios sí pueden contarse entre
loscivilizados, pues debido a la labor constante de la iglesia durante muchas
generaciones, y al continuo roce con los blancos en el transcurso de bastantes
años, constituyen hoy pueblos indígenas en que sus individuos han
olvidado las tradiciones y supersticiones ridículas de los antepasados,
practican con relativa pureza la religión cristiana, no hablan otra
lengua que el castellano, cultivan la tierra con regular esmero, tratan con
intimidad con los blancos, comercian con ellos y se dedican a pequeñas
industrias. Estos indios estan identificados con las costumbres de los
civilizados y se han apropiado la mayor parte de sus usos; tanto es así
que nuestros indios de la Misión, inclusive los de Santiago que se han
dirigido a ese Ministerio, llaman blancos a los otros indios, procedentes del
Departamento de Nariño, porque llevan calzones y visten como los civilizados.8
Siguiendo las implicaciones ideológicas del texto de Fray Fidel de
Montclar, se volvía, así, a recurrir a aquella ya secular
oposición contenida en las metaforas clasicas de
“civilización” y de “barbarie”. De esta manera
la “civilización” de los grupos indígenas
considerados “salvajes” se entendió como la progresiva
integración de aquellos grupos selvaticos o de reductos de
éstos a labores e “industrias extractivas” y a la
“doctrina” cristiana, en condición de subordinados y como
“menores de edad,” es decir, como seres aun carentes de ciertos
atributos humanos
8
Fray Fidel de Montclar, “Informe dirigido al Ministro de Agricultura y
Comerciosobre la condición jurídica de los indios del
Putumayo”, 1917. AGN, S. Republica, F. Baldíos, T. 41, ff. 363-367.
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El Valle de Sibundoy: el Despojo de una Heredad
para el ejercicio de ciertas actividades, tal y como se les trató jurídicamente
hasta bien avanzado el siglo XX. En una obra reciente, el investigador Santiago
Mora alude precisamente al respecto siguiendo la imagen proyectada por viajeros
decimonónicos europeos acerca de los indios amazónicos:
James Orton, quien viajara por la Amazonía a finales del siglo
diecinueve, explicaba la mentalidad de los indígenas de una manera muy
sencilla: Fuera de tener otra ocupación que la de evitar morir de
hambre, sus mentes estan completamente en blanco. En realidad los
habitantes de la Amazonía fueron vistos por muchos de los europeos y
norteamericanos que los describieran en esa época como criaturas elementales, mas
semejantes a los animales que a los humanos. 9
La idea de establecer en pueblos y caseríos a los
“salvajes”, como fórmula para su
“civilización“, persistió durante la primera mitad
del siglo XX en el Putumayo y, en general, en los territorios amazónicos
y de frontera, ya que se siguió considerando que, de permanecer
dispersos en los montes, no prestarían ningún servicio al
municipio, a la misión, al comercio ni al “progreso”. De
igual manera, y con el mismo propósito, a los “blancos” se
les debía permitir vivir en los mismos pueblos de indios pero, sobre
todo, se debía obligar a éstos a vivir con los blancos: “de
los enlaces yentronques de las dos razas saldra una nueva, capaz de dar
grandes hombres”.10 No obstante, y después de mas de
cuatrocientos años de continuo trato de los indios del Putumayo
(específicamente de los indios del valle de Sibundoy) con los habitantes
del Cauca y de Nariño, los gobernantes del Putumayo se quejaban de la
persistencia de costumbres “barbaras” entre los indios:
“no han perdido ni sus idiomas, ni sus supersticiones
estúpidas, ni sus costumbres salvajes. Todavía se les ve en las
calles, templos y casas de las capitales de Nariño y Cauca, sin
sombrero, sin camisa y sin pantalones; medio cubiertos con un lienzo sucio y hediondo
que llaman cusma. A haber cruzado su sangre, ¡cuantos ocuparan los
bancos de las Camaras!, cuantos fueran ministros del
culto”.11 Dentro de este mismo orden de ideas, teniendo en cuenta que
ciertos “rasgos”, usos y costumbres hacían parte del estereotipo
ideológicamente construido y vigente por entonces acerca del
“salvajismo”, y admitiendo el persistente interés de los
capuchinos en declarar a los habitantes indígenas del valle de Sibundoy
como “salvajes” para mantenerlos bajo su tutela, la afirmación
del entonces Comisario
Santiago Mora Camargo, Amazonía. Pasado y presente de un territorio
remoto: El ambito, la historia y la cultura vista por
antropólogos y arqueólogos, manuscrito, 8-9 (en prensa, diciembre
de 2004). 10 La “esperanza” del
“mejoramiento de la raza” se fundamentaría, entonces, en el
cruce biológico, “de sangres”, con miras al
“blanqueamiento”. Éste nodebía limitarse
exclusivamente a lo geno y fenotípico: debía buscarse
también extirpar las costumbres “barbaras” que
persistían. 11 Becerra, “Informe que presenta el Intendente
Nacional del Putumayo…” ff. 10-34.
9
57
ACHSC / 32 / Gómez
Especial Ricardo Cadavid resulta comprensible dentro de esas pretensiones de
dominación misionera:
Estos núcleos de población no tienen de indígenas sino los
vestidos y eso porque los P.P. Capuchinos se han empeñado mucho en que
no los dejen, por especiales circunstancias que sólo tienden a
determinados intereses muy ajenos a los de los indígenas y a los de la
Patria.12
Bajo el peso de estos prejuicios raciales y racistas, pero también bajo
el pretexto del “salvajismo de los indios”, la Misión
capuchina emprendió, desarrolló, extendió y
consolidó su poder sobre los grupos indígenas Inga y Kamsa
del valle de Sibundoy con el propósito de usurpar sus tierras, de
controlar y de usufructuar su mano de obra; propósitos que la
Misión logró mediante la puesta en funcionamiento, en el
trascurso de mas de medio siglo, de diversos dispositivos e instrumentos
de dominación ideológicos, disciplinarios y morales. El Estado
colombiano contribuyó también con el fortalecimiento y la
consolidación de la Misión capuchina en el valle de Sibundoy y en
el Putumayo mediante la aprobación de un Reglamento (“Los pueblos
que funde la Misión estaran directamente gobernados por
ésta”, Artículo 9 del Decreto 1484 del 23 de diciembre de
1914), con base en el cual un sacerdote de laMisión debía
encabezar las respectivas “autoridades indígenas” o
“Concejo del Pueblo”13 (los Cabildos), lo mismo que mediante la
promulgación de una legislación (manifiesta en Leyes, Decretos y
Resoluciones) que, en conjunto, le otorgó generosos derechos sobre
apreciables extensiones de tierra, el control sobre las autoridades
indígenas mismas y la educación, la recepción periódica
de los recursos económicos destinados para este concepto por el Tesoro
Nacional e incluso los recursos para la realización y
administración de importantes obras públicas, como la
construcción del camino Pasto-Sibundoy-Mocoa-Puerto Asís. Acerca
de la flagelación y del cepo El poder y la opresión ejercidos por
la Misión, mediante los dispositivos ideológicos, disciplinarios
y morales de dominación, alcanzaron deliberadamente a afectar las
mas íntimas y entrañables creencias y costumbres familiares
y colectivas, lo mismo que vínculos fundamentales y, por supuesto,
patrones
Ricardo Cadavid, “Oficio dirigido al Ministro de Gobierno por el
Comisario Especial del Putumayo”, Mocoa, 20 de marzo de 1934. AGN, S.
República, F. Ministerio de Gobierno, S. Primera, T. 1076, ff. 44-45. 13
La norma señalaba que en cada pueblo de indígenas del
Caqueta y Putumayo debía haber un comisario y seis
vicecomisarios, quienes debían estar bajo la presidencia del padre
misionero, conformando todos en conjunto el “Concejo del Pueblo,”
entre cuyas funciones se encontraban las policivas, que comprendían la
vigilancia de la moralidad y la imposición decastigos correccionales.
12
58
El Valle de Sibundoy: el Despojo de una Heredad
59
El castigo del
cepo, aplicado en la Laguna. Grabado realizado por Edouard André. 1875-1882.
América Pintoresca. (Bogota: El Ancora Editores, 1987).
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económicos y culturales esenciales, no sin la manifiesta resistencia
indígena, tipificada en gran medida en la tenaz oposición de los
ancianos y “mayorales”, como los mismos misioneros reiteradamente
lo expresaron con preocupación. Llama la atención que varios de
los dispositivos para el control y la dominación de los indios,
fomentados por los capuchinos en el valle de Sibundoy y, parcialmente, en Mocoa,
coincidan en lo fundamental con los que la empresa cauchera de Julio
César Arana, la Casa Arana, impuso también entre los indios del
Putumayo, en los ríos CaraParana e
Igara-Parana, por esos mismos años. Suscita también
nuestra atención, la manera implacable cómo esos dispositivos de
opresión se aplicaron con severidad contra los ancianos y ancianas, tal
como había sucedido en los campamentos, “Estaciones” y
“Secciones” de la misma Casa Arana contra los ancianos o
“gente vieja” de las respectivas naciones y grupos indígenas
cautivos (respetados entre los suyos por su habilidad de aconsejar sabiamente),
sindicandolos de “dar un mal consejo”, de haber
“prevenido a los crédulos o a los menos experimentados en contra
del esclavizador blanco” y de haberlos exhortado a huir o a resistir, tal
y como ya lo hemos planteado y descrito en el textoacerca de la
explotación cauchera. De manera específica, el latigo y el
cepo fueron dos de esos instrumentos cuyo uso fue fomentado por los capuchinos
en el valle de Sibundoy y en relación con los cuales Sir Roger Casement
había ya expresado, acerca de su uso por la Casa Arana, que para
“un noventa y nueve por ciento de los indígenas el latigo
era aplicado como un instrumento de tortura y de terror”; y en cuanto a
los cepos, que jugaban un papel importante para el “aterrorizamiento de
los indígenas” y de la forma como se los utilizaba en el Putumayo
“eran instrumentos de tortura, ilegalidad y crueldad en extremo: a
hombres, mujeres y niños se les confinaba en estos cepos durante
días, semanas y muy frecuentemente durante meses”. El uso del
latigo y del cepo en el valle de Sibundoy, lo mismo que de otros
dispositivos e instrumentos, fue promovido también por los capuchinos
con el fin de producir entre los indios un continuo panico, escarmiento
y terror como fórmula para mantener cautiva y bajo su control a la
población indígena. Frecuentemente, la ejecución de las
sanciones y de los castigos impuestos a los indios por la Misión se
ejecutaron en escenarios públicos y frente a los respectivos
cónyuges, padres, madres, hijos y, en general, frente a los parientes de
las víctimas con el propósito, precisamente, de suscitar el
escarmiento y el terror colectivos. Los testimonios históricos permiten
confirmar que, entre los grupos indígenas que secularmente han habitado
en el valle de Sibundoy, laflagelación ha sido una forma de castigo
ejercida por las autoridades indígenas, presumiblemente desde los
tempranos tiempos coloniales, particularmente por el Gobernador y el Cabildo, y
esa practica se tenía ya por costumbre14 entre ellos y desde
mucho tiempo antes del establecimiento
A comienzos del siglo XX, uno de los misioneros capuchinos establecido en Mocoa
tenía la convicción de que la “pena de azotes” era
una de las mas inveteradas costumbres de mas difícil
desarraigo entre los indios: “en primer lugar, el dolor tiene una
eficacia misteriosa que lo defiende. Yo he observado que los indios se quedan
muy tranquilos y hasta festivos, después de una azotaina; la
víctima tiene por esto obligación de decir después de
ella, Dios le pague. Si no dice así, manda
14
60
El Valle de Sibundoy: el Despojo de una Heredad
Misionero capuchino e indigenas del medio Putumayo
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de los capuchinos allí, tal y como puede constatarse en la
documentación citada, por ejemplo, a propósito de los conflictos
surgidos en la segunda mitad del siglo XIX entre los indígenas de San
Andrés y Santiago, cuya descripción y analisis incluimos
en este trabajo. No obstante, y como
lo observara el Intendente del Putumayo, Rogerio María Becerra, apenas
iniciandose el siglo XX, “parece que los misioneros no se
conforman con que se acabe la costumbre de flagelar a los indios. Yo no hallo
en ninguna Ley ni Ordenanza que autoricen semejante castigo, que sólo
puede conservarse por escasez de ingenio yde delicados sentimientos para
imponer penas correccionales apropiadas al linaje humano”.15 El
Intendente puso en conocimiento del Presidente de la República los
castigos de flagelación que los capuchinos estaban ya ejecutando contra
los indios desde los inicios del siglo XX, bajo la convicción o
simplemente bajo el pretexto de estos religiosos de que el latigo es
“sagrado y salva las almas”. El mismo Becerra manifestó que
“el infamante castigo no se aplica solamente por faltas a la moral
sino por toda falta”. También denunció ante el Presidente
la flagelación que con sevicia había ejecutado Fray Jacinto de
Pupiales contra el indio Mariano, miembro del Cabildo indígena.16 El
testimonio del mismo misionero y autor de dicha flagelación permite
establecer, ademas, la violencia con que los capuchinos impusieron su
autoridad a la del Cabildo indígena:
Ayer domingo di al indio Mariano 7 latigos por dos faltas que
cometió: 1ª por haber nombrado síndicos sin nuestra
autorización, lo cual sólo toca al cura; y, 2ª por haber
dejado en libertad a un indio incumplido, que por urgente necesidad lo mandamos
a Pasto a traer objetos para la iglesia y ya hace 1 mes que se ha quedado con
plata y todo y nosotros esperando; ahora el indio se ha quejado al Alcalde y
éste sin averiguar cómo es, ha oído al indio y esta
siguiendo juicio contra mí por los latigos y supongo que ese
escrito ira a Usted. Yo lo que le digo es que, cuantas veces falte el
Mariano o cualquier otro indio, no le perdono la diana, por razón de que
esuna ley sagrada el latigo entre los indios, y aun por caridad, para
que por ese medio se salven.17
el Gobernador que le den tres azotes mas, hasta cuando el castigado
pierde la ira y se manifiesta agradecido. Los azotes mantienen entre los indios
el principio de autoridad, la docilidad de caracter y la pureza de
costumbres; son, pues, la base de las mismas costumbres. En segundo lugar, son
los indios, como
Gobernadores, y para conservar la constitución social no escrita que
ellos obedecen ciegamente en sus practicas gubernamentales, quienes
mantienen en vigor la pena de azotes. Citado por Miguel Triana, Por el sur de Colombia: Excursión pintoresca y
científica al Putumayo (París:
Garnier Hermanos Libreros Editores, 1906) 351. No obstante, y mas
alla de las mencionadas convicciones del misionero en cuestión,
éstos, los de la Orden Capuchina, promovieron esa inveterada costumbre
entre los indios de Mocoa, y especialmente entre los del valle de Sibundoy. 15
Becerra, “Informe que presenta el Intendente Nacional del
Putumayo…” f. 21. 16 Si bien es cierto que había existido la
costumbre de la flagelación entre los indígenas de Sibundoy,
ejercida por sus autoridades, es claro que la legislación republicana no
la auspició como sistema de castigo: en el Artículo 5 de la Ley
89 del 25 de noviembre de 1890, se determinó que “las faltas que
cometieren los indígenas contra la moral, seran castigadas por el
Gobernador del Cabildo respectivo con penas correccionales que no excedan de
uno a dos días”. 17 FrayBasilio Pupiales, “Carta enviada al
Intendente General del Putumayo Rogerio María Becerra”, Sibundoy,
7 de julio de 1905. AGN, S. República, F. Ministerio de Gobierno, S.
Primera, parte antigua, T. 502, ff. 29-30.
62
El Valle de Sibundoy: el Despojo de una Heredad
En concepto de algunos funcionarios civiles, las relaciones que existían
por entonces (1912), entre los indígenas y los misioneros, en el valle
de Sibundoy, eran precisamente las que debían de “hallarse entre
los pueblos primitivos y sus conductores”, admitiendo, sin embargo, que
algunos indios estaban descontentos con los misioneros, “ pero esto
depende de que les es muy doloroso abandonar sus viejas costumbres de
degradación y vicio”.18 En contraste, muchos otros funcionarios y
reconocidos ingenieros, militares, empresarios y colonos, que habían
vivido en el Putumayo o que habían visitado este territorio en ejercicio
de sus funciones o de su profesión, adhirieron públicamente y por
escrito a las denuncias presentadas por el Señor Gabriel Martínez
en el año de 1913, ante el Procurador General de la Nación contra
los Misioneros capuchinos. En esa ocasión el Presidente de la
República, el Ministro de Gobierno, el Ministro de Obras públicas
y el Procurador General recibieron respectivamente el documento en el cual se
consignaban los cargos contra “los inquisidores extranjeros” y en
el cual se le solicitaba al Gobierno, ademas, garantías para los
colombianos donde, según los memorialistas, la vida era insostenible, es
decir, en aquella“ desgraciada tierra convertida en feudo particular
de los capuchinos”. Éstos fueron acusados específicamente
de “flagelación despiadada en indígenas de Sibundoy,
Santiago, San Andrés, Mocoa”; expatriación de
indígenas; tentativa de violencia; abandono total de los deberes de su
ministerio; coacción a indígenas en elecciones; gran defraude de
la Renta de Aguardiente; estafa de caudales públicos y privados;
corrupción de indígenas mediante la Catedra Sagrada;
usurpación y allanamiento de propiedades de indígenas y de blancos
del valle de Sibundoy; extorsión a colombianos; malos tratos contra los
peones de la Colonia de Puerto Asís, entre otros. 19 Los cargos contra
los misioneros por tales delitos fueron formalmente presentados ante las
autoridades ya mencionadas del orden nacional y suscritos en cabeza de Alfredo
White Uribe y muchas otras personas que, habiendo vivido y trabajado en el
Putumayo, tenían conocimiento directo de los “barbaros
hechos” cometidos por los misioneros, confirmandose muy pronto los
temores que desde los inicios del siglo XX habían manifestado destacados
profesionales e intelectuales, como Miguel Triana, frente a la entrega de una
“provincia limítrofe” de la Patria a religiosos extranjeros:
La Historia Patria, para que conmueva y edifique el corazón de los
niños, debe contarse con los ojos húmedos de ternura, con la voz
conmovida por la admiración, emociones de que son incapaces los que
gozarían en ver que nos despedazabamos
18
Samuel Chaves, “Respuesta del InspectorGeneral del Camino al Putumayo al
Ministro de Gobierno”, Pasto, 8 de abril de 1902. AGN, S.
República, F. Ministerio de Gobierno, S. Cuarta, T. 78, ff. 151-153. 19
Alfredo White Uribe et al, “Texto de la denuncia contra los capuchinos,
acusados de cometer varios delitos”, Mocoa, 30 de octubre de 1913. AGN,
S. República, F. Ministerio de Gobierno, S. Cuarta, T. 74, f. 63.
63
ACHSC / 32 / Gómez
con el odio banderizo, como
perros rabiosos. La importación de religiosos extranjeros, cuando no
ecuatorianos, para entregarles como a misioneros y curas de almas el
cariño popular, así como el consentimiento de prelados
españoles, en cuyo corazón alienta el odio contra la
República y no abriga el amor del país, sera una
desacertada preparación para una provincia limítrofe, para
consolidar por el fuego sagrado del amor a la Patria, los vínculos de la
familia colombiana, relajados por un régimen empírico y
desmoralizador.20
Muchos y muy variados fueron los testimonios (las quejas y las denuncias) de
los indígenas desde los inicios del siglo XX acerca de la
flagelación como forma de sanción ejecutada a manos de los
religiosos o aplicada por las autoridades indígenas, en cumplimiento de
las órdenes de los capuchinos. El latigo fue uno de los
instrumentos de castigo cuya aplicación, indistintamente en los cuerpos
de hombres y de mujeres, fue de las mas generalizadas en el valle de
Sibundoy puesto que con él se pretendió sancionar, corregir y
controlar una gran variedad de los llamados “delitos” y
“faltas” enrelación con las tareas y obligaciones impuestas
a los indios por la Misión, lo mismo que en relación con los
preceptos religiosos y de “la Moral”. Fue el latigo,
precisamente, uno de los medios disciplinarios mas frecuentes cuando se
trató de “persuadir” a los indios del cumplimiento de sus
obligaciones laborales (gratuitas) con la Iglesia, pero también como
dispositivo de castigo y control de ciertos comportamientos y
“excesos” femeninos, según los testimonios de Bautista
Chicunque y de Mariano Buesaquillo.21 El castigo del cepo constituía
también un verdadero suplicio que consistía en mantener a las
víctimas por uno, dos o mas días con sus noches colgadas
de las piernas, atrapadas del cuello o argolladas las manos, sin
permitírseles alimento alguno ni atender sus necesidades corporales,
produciendo asi un gran quebranto físico. Según el Comisario
Joaquín Escandón, el castigo del cepo era aplicado por las
autoridades indígenas, en cabeza del misionero y del Gobernador
indígena, por los delitos de robo y hurto de ganado mayor y menor, por
heridas causadas, por adulterios y amancebamientos, muy a pesar de que el
Código Penal, por entonces vigente, contemplaba penas específicas
para cada uno de los delitos en referencia y, según el mismo Comisario,
el juzgamiento de esos delitos correspondía a los jueces ordinarios.22
Ademas de la flagelación, y comúnmente acompañado
de ésta, el cepo fue otro de los instrumentos de castigo bastante
frecuente en el valle de Sibundoy, cuyo uso sin duda fue fomentado,con
predilección, por los mismos
Triana, Por el sur de Colombia… 86. Véase al respecto,
Joaquín Escandón, “Testimonios de los indígenas
Bautista Chicunque y Mariano Buesaquillo…” ff. 229-232. 22
Joaquín Escandón, “Sumario instruido contra Mariano
Buesaquillo, gobernador de la parcialidad de indígenas de Sibundoy, por
fuerza y violencia”, 17 de octubre de 1913. AGN, S. República, F.
Ministerio de Gobierno, S. Primera, T. 731, ff. 241-242.
20 21
64
El Valle de Sibundoy: el Despojo de una Heredad
misioneros. Como ya lo habíamos señalado, a propósito de
el episodio de las caucherías en el Putumayo, Roger Casement
expresó que la idea de los cepos estaba asociada en las mentes europeas
con un instrumento obsoleto de desenmascaramiento mas que de
detención permanente, “una argolla en donde el malhechor es por un
momento sometido a la mirada de los curiosos y a los insultos y mofa de una
multitud farisaica”. En Sibundoy, ademas de haber sido un
instrumento de exhibición de las víctimas, como forma de amedrentamiento colectivo y,
por supuesto, de terror, el cepo fue un instrumento de castigo y de tortura
aplicado a hombres y mujeres indígenas. Desde los inicios del siglo XX,
el Ministerio de Gobierno tuvo amplio conocimiento del uso que los capuchinos
hacían del cepo como forma de castigo contra los indios y el mismo
Ministro de Gobierno de Olaya Herrera quiso impedir su aplicación
(aunque sin éxito), tal y como lo muestra su solicitud al Director
General de Prisiones:
De unas informaciones que sehan presentado a este Despacho relativas a ciertos
procedimientos adoptados por los misioneros Capuchinos que actúan en la
Comisaría del Putumayo, se ha impuesto este Ministerio de que los Padres
de la Misión castigan a los indios con la pena del cepo. Como esta clase de penas
estan prohibidas por la Ley 5ª. de 1931, ruego a Usted dictar las
providencias conducentes para impedir que se viole la Ley mencionada. 23
Los Cabildos actuaron bajo órdenes expresas de los capuchinos, al
servicio de los propósitos terrenales y premeditados de la Misión
y muchos de los miembros de los Cabildos (con sus respectivos Gobernadores y
Alguaciles) y de las autoridades indígenas terminaron ejerciendo el
papel de verdugos de sus propios paisanos, “cumpliendo las órdenes
y las instrucciones de los curas”. Así se advierte en reiterados
testimonios de los mismos indios a lo largo de la primera mitad del siglo XX,
como el de Jacinto Sigindioy en el año de 1934: “Aclaro que el
Gobernador de indígenas, para proceder, las mas de las veces,
tiene que consultar con el Padre de Cardona, porque es quien manda en todo
sobre nosotros los indígenas, castigandonos por conducto del
Gobernador, cuando faltamos a la misa los domingos, haciéndonos trabajar
una semana en limpieza de la plaza o en otro trabajo semejante”.24 En la
población del Corregimiento de Santiago existían dos cepos, uno
en el Corregimiento de San Andrés y otro en Sibundoy. Los Alguaciles,
miembros de los Cabildos indígenas, regresaban a la madrugada a sus
casas,
23Ministro de Gobierno, “Oficio del M. de G. enviado al Director General
de Prisiones”, Bogota, septiembre de 1934. AGN, S.
República, F. Ministerio de Gobierno, S. Primera, T. 1076, f. 198. 24
Jacinto Sigindioy, “Declaración juramentada. Documentación
ordenada levantar por la Comisaría Especial del Putumayo y el Sr.
Ministro de Gobierno, Los sacerdotes de la Misión Capuchina, por medio
de prisiones de cepo, obligan a los indígenas contraer sus
matrimonios”, Cuaderno Primero, Sibundoy, 2 de mayo de 1934. AGN, S.
Republica, F. Ministerio de Gobierno, S. Primera, T. 1079, ff. 119.
65
ACHSC / 32 / Gómez
después de haber realizado los recorridos por los campos durante toda la
noche, con sus lamparas de petróleo, en cumplimiento de las
comisiones que los sacerdotes les asignaban en las horas de la tarde del
día anterior (“y si no las cumplen, los cuelgan en el Cepo,
costumbre que existe hasta hoy”) con la obligación de “
ir a notificar a los indígenas que deben casarse o cuando tienen que
imponerles algunos otros castigos o para que concurran ante el Padre a arreglar
las fiestas (aclaro ademas que el Padre de Barcelona tiene fijada su
tarifa de imponer a cada indígena quince pesos oro como aporte para cada
fiesta)”.25 En Sibundoy, fue “costumbre de los sacerdotes dirigir
los debates electorales, predicando en la iglesia que debían sufragar
por la lista de la Misión, cuyos votos repartían en el Convento
en cada elección”.26 El sumario instruido contra Mariano
Buesaquillo, Gobernador de laParcialidad de Indígenas de Sibundoy, bajo
los cargos de “fuerza y violencia”, es un ejemplo de la abierta y
temprana intervención de los capuchinos en la elección de las
autoridades indígenas y del papel de verdugos que precisamente fue
ejercido por ciertos miembros de estas autoridades al servicio de los
misioneros, en cumplimiento de las órdenes impartidas por éstos. En
el expediente de investigación judicial se indaga acerca de los motivos
que llevaron a la prisión al indígena Miguel Chicunque, torturado
en el cepo por orden de uno de los misioneros, e igualmente en él se
recogen las acusaciones de los indígenas de Sibundoy contra el Padre
Ignacio de Barcelona por llevar a un gran número de indígenas de
dicho pueblo a sufragar en la elección de concejales del pueblo de San
Francisco, “ con papeletas a favor de la candidatura de los misioneros
Capuchinos las elecciones fueron ganadas por los misioneros”. En
relación con tales acontecimientos Gaspar Jamioy, alguacil del Cabildo
declaró:
El día domingo, cinco de este mes, después de la misa en
Sibundoy, el Padre Prefecto Fray Fidel de Montclar, ordenó a todos los
indios fuésemos a dar nuestro voto en la elección de concejales
que tenía lugar en ese día en ese pueblo de San Francisco, y yo,
como Alguacil del Cabildo, me fui por mandato del padre y del Gobernador
Mariano Buesaquillo a rodear a los indios en sus casas y mandarlos fuesen a la
votación. En eso me ocupé y por lo tanto se me hizo tarde y no
fui yo a votar, y como me encontré en el pueblode Sibundoy con el Padre
Ignacio de Barcelona, José Burk, Hipólito Benett y otros y me preguntaron
si ya había ido a votar y les contesté que no, sin mas
causa que aquella, me tomaron entre todos los
Diego Tisoy, “Declaración juramentada: documentación
ordenada levantar por la Comisaría Especial del Putumayo y el Sr.
Ministro de Gobierno, declaraciones de los abogados de Santiago, los
indígenas Diego y Manuel Tisoy”, Cuaderno Sexto, Sibundoy, 2 de
julio de 1934. AGN, S. República, F. Ministerio de Gobierno, S. Primera,
T. 1079, f. 143. 26 Manuel Tisoy, “Declaración juramentada:
documentación ordenada levantar por la Comisaría Especial del
Putumayo y el Señor Ministro de Gobierno, declaraciones de los abogados
de Santiago,
los indígenas Diego y Manuel Tisoy”, Cuaderno Sexto, Sibundoy, 3
de julio de 1934. AGN, S. República, F. Ministerio de Gobierno, S.
Primera, T. 1079, f. 143.
25
66
El Valle de Sibundoy: el Despojo de una Heredad
nombrados y me llevaron a casa del Gobernador
Mariano Buesaquillo, siendo de advertir que no solamente me llevaron a
mí como
preso sino también y sin duda por el mismo motivo, a Juan Pedro Chindoy
y Bautista Chicunque. El Gobernador Buesaquillo no estuvo en su casa en aquel
momento y por mandato del
Padre Ignacio de Barcelona nos metieron a los tres al cepo y le echaron llave
los mismos que acompañaban al Padre. Toda la noche estuvimos en el cepo
colgados de las piernas y al siguiente día se nos sacó para
hacernos trabajar pisando barro en el Convento deCapuchinos. Por la tarde del lunes nos metieron nuevamente al cepo, pero como a las nueve de la noche nos soltaron y quedamos, eso
sí, como
presos en la casa del Gobernador, vigilados por él. Así
permanecimos durante toda la semana, de noche detenidos y de día
trabajando en pisar barro, por cuyo trabajo ni se nos dio un bocado de comida.
El día domingo doce de este mes, dio la orden el Gobernador Mariano Buesaquillo
para que metiesen en el cepo a Miguel Chicunque, en donde permaneció
todo el día domingo y la noche siguiente hasta el lunes por la
mañana que ordenó se lo soltara. A mí me hizo dar seis
latigos el Gobernador Buesaquillo porque no concurrí al Cabildo;
me dio los latigos Manuel Janioy.27
Muchos años después del expediente judicial levantado contra
Mariano Buesaquillo, el dominio de la Misión sobre los indios no
sólo había continuado sino que, aun mas, se había
consolidado de tal manera que los capuchinos ejercían un severo control
sobre los Cabildos indígenas y sus Gobernadores, tal y como quedó
establecido en las declaraciones que fueron tomadas por el Alcalde del
Corregimiento de San Francisco, Clímaco de J. Narvaez, entre
varios de los colonos en el año de 1934. Testimonios que describen
cómo los misioneros seguían manteniendo a los indios “en
condición de esclavos, haciendo la voluntad en todo cuanto quieren los
sacerdotes” y, “como es un hecho público”,
haciéndolos perjurar en sus declaraciones cuando les tocaba gestionar
asuntos de interés de los misioneros, puesto que si se negaban ahacerlo,
“los cuelgan del Cepo, por conducto de los Gobernadores de los
Cabildos, a los cuales indígenas los mantienen alejados de todo trato
común con los ciudadanos blancos, especialmente a las mujeres”. 28
Acerca de la excomunión y de otras formas de castigo y de terror Como
presumiblemente había sucedido desde un lejano pasado en el valle de
Sibundoy, quiza desde el mismo siglo XVI cuando conquistadores, encomenderos
y empresarios emprendieron la explotación de yacimientos
auríferos en el pie27
Joaquín Escandón, “Sumario instruido contra Mariano
Buesaquillo…”, San Francisco, 17 de octubre de 1913. AGN, S.
República, F. Ministerio de Gobierno, S. Primera. T. 731, ff. 206-228.
28 Clímaco de J Narvaez Ch., “Oficio dirigido por el
Alcalde de Sibundoy al Juez Municipal”, Sibundoy, 28 de junio de 1934.
AGN, S. República, F. Ministerio de Gobierno, S. Primera, T. 1079, ff.
154-155.
67
ACHSC / 32 / Gómez
demonte del Putumayo, en la jurisdicción de Mocoa, la enseñanza y
difusión desde entonces de la doctrina cristiana entre los indios fue
construyendo una suerte de fe y tradición, emanada del catolicismo, que debió fundirse y
reproducirse con otras practicas religiosas y otros complejos y
ancestrales sistemas de creencias. Como quiera que sea, existe una extensa
relación de misioneros y religiosos del clero secular que ingresaron y
se establecieron entre los indios de Sibundoy desde tempranos tiempos coloniales,
y cuya labor doctrinera y evangelizadora fue sembrando la semilla del
catolicismo.Escapa a los propósitos de este trabajo establecer la
“autenticidad” y “pureza” con que los indios del valle
practicaban por entonces su fe cristiana. No obstante éstos fueron descritos
por los mismos capuchinos como “Indígenas cristianos bastante
entrados en nuestra civilización, situados en centros de vida
parroquial”, que gozaban de la asistencia constante del misionero.29 Como
ya lo hemos descrito y analizado anteriormente, sobre los mismos territorios
indígenas del valle de Sibundoy surgieron, desde los inicios del siglo
XX, haciendas y predios de propiedad de los capuchinos, también, bajo la
figura de “cofradías,” como resultado del despojo que
progresivamente realizaron los misioneros quienes, ademas de valerse de
castigos físicos, recurrieron a la amenaza y a la puesta en
practica de la exclusión religiosa mediante la excomunión
y la expulsión de los lugares sagrados de quienes resistieron a la
“geofagia” capuchina:
Por varias veces oí a este sacerdote Fray de Barcelona, excomulgar a
varios indígenas porque éstos sostenían sus propiedades o
terrenos, poseídos por muchos años; esto es, unos por mas
de veinte años y otros por tiempo mucho mas, de manera
pacífica y tranquila, en el Corregimiento de Santiago de este Distrito,
en donde eran las excomuniones que hacía, hasta que podía la
Misión armarse a esa propiedades, por conducto de los sacerdotes, uno de
ellos Fray de Barcelona, cuyas propiedades eran sumamente valiosas, pues que
eran extensas, unas valiosas de mas de quince mil pesos,propiedades que
arrebataban alegando que eran para la iglesia y las cuales conservan hasta hoy,
siendo una de ellas por donde pasa el camino de ir a mi finca, que me niega el
referido sacerdote. Es verdad que a los que ellos excomulgaban no los dejaban
acercarse a la iglesia, y cuando notaban que habían entrado a ella, los
hacían sacar a viva fuerza con los otros indígenas, prohibiendo
que conversaran con los excomulgados; entre los que recuerdo como excomulgados
son, Juan Chasoy de Uxapamba, Manuel Tandioy, Domingo Tisoy, Francisco Tisoy,
Mariano Jacanamijoy, Salvador Tandioy, Juan Buesaquillo, Francisco Tandioy,
todos éstos, por motivo de que no querían dejarse arrebatar sus
propiedades, como lo dejo dicho, pero las que al fin fueron a formar las
grandes propiedades de la Misión, que conserva, sin haberles costado
nada mas que esas excomuniones, porque cuando las autoridades
administrativas, como el Señor Comisario Don
29 Francisco de Igualada, Indios amazónicos: Referencias e impresiones
sobre indígenas de la Amazonia colombiana (Barcelona: Imprenta Myria,
1948) 35. 2 partes.
68
El Valle de Sibundoy: el Despojo de una Heredad
Joaquín Escandón, trató de hacerles respetar sus derechos,
lo hicieron destituir a poco tiempo, como pasó después con otros
Comisarios que vinieron a reemplazar al Señor Escandón, porque
defendían las propiedades a favor de los indígenas.30
Los capuchinos advirtieron y manipularon desde temprano el miedo de los indios
del valle de Sibundoy a ser enterrados fuera de lastierras y lugares sagrados,
miedo devenido, quiza, de creencias ancestrales. Siguiendo los
comentarios del
Padre Montclar, ciertas formas de enterramiento servían de formas de
amedrentamiento. 31 También, el profundo temor de los indios de no
recibir cristiana sepultura y de servir sus cuerpos como presa de las aves
carroñeras fue otra fórmula de amenaza y amedrentamiento que los
capuchinos difundieron entre aquellos indios que, ademas de reacios a
ceder sus tierras a la misión, estuvieron dispuestos a denunciar ante
las autoridades civiles las pretensiones y acciones de despojo ejercidas por
los misioneros:
Estos capuchinos tienen este negocio: a cada indio le dan por documento una
porción alinderada de las montañas baldías y cuando ya se
ha aparecido la tierra propicia a la agricultura, entonces dice el capuchino:
esta tierra ya te ha dado de comer, qué mas quieres?. Ahora la
quiere la Santa Madre Iglesia que te dara el reino de los cielos. Y en
seguida, a la fuerza, la familia entera la echan mas arriba al monte. Y
el capuchino dice: el que avise al Gobierno no lo confesara ni le
dara sepultura, que morira como caguay, que te comera el
gallinazo.32
Los dispositivos ideológicos, disciplinarios y morales de dominación
fueron puestos en practica por la Misión, no sólo con el
propósito de apoderarse de las tierras y del trabajo indígena en
sus múltiples expresiones (como el llamado “trabajo subsidiario”,
por ejemplo) sino también con el fin de ejercer un control estricto y
permanente sobre losindígenas mismos y sobre sus familias en los
mas diversos asuntos de la vida comunal, individual y cotidiana, con
especial énfasis en los ambitos religioso y educativo. La
asistencia a la misa y a otras celebraciones religiosas dominicales y en
días festivos, lo mismo que la asistencia de los niños y las
niñas indígenas a la escuela, fueron de manera especial
actividades sobre las cuales los misioneros ejercieron estricto control, siendo
así el incumplimiento de estas obligaciones severamente sancionado. El
Padre Boxler comenta, que los misioneros buscaban ganarse el corazón de
los indios a través de la bondad y las hermanas religiosas regalaban a
los pequeños, comestibles y vestidos con la misma finalidad.
Según Boxler, esto no ayudaba mucho y debió entonces recurrirse a
la
30 31
Diego Tisoy, “Declaración juramentada:…” ff. 142.
Francisco de Igualada, Indios amazónicos 147. 32 José Pajajoy,
“Denuncias dirigidas a los Sres. Ministros de la Economía Nacional
y de Gobierno…” ff. 32 [y siguientes sin numeración].
69
ACHSC / 32 / Gómez
Indígenas Huitotos. Horacio Calle. 1978. Archivo fotografico
ICANH.
70
El Valle de Sibundoy: el Despojo de una Heredad
fuerza, de tal manera que la policía sacaba a los “falibles”
de la selva y, para que no huyeran, los amarraba en la escuela y los padres que
escondían a sus hijos para que no asistieran al plantel se les
retenía en los cepos “hasta que prometieran mejoría”.
Las sanciones fueron mas alla y quienes se resistían a ir
al centro educativo,ademas del latigo, eran víctimas de
uno de los mas humillantes castigos, como culturalmente lo era entre los
indígenas del valle la pérdida de su cabellera:
Las niñas mas grandes buscaban despojarse de su obligación
[de asistir a la escuela] a través de viajes frecuentes. Pero, oh dolor!
Cuando ellas eran atrapadas, el jefe indio podía cortarles el pelo.
Cómo obraba eso! Pues pequeños y grandes, mujeres y hombres son
por aquí orgullosos de su bonita y abundante cabellera. Sin este adorno
parecen ellos proscritos.33
El mismo religioso Boxler describió el caso de una
“niña” indígena de quince años que
había emprendido una “vida inestable”, no queriendo volver a
la escuela ni permanecer en la casa de sus padres. La policía la
había buscado reiteradamente. Nuevamente fue llevada donde las hermanas
y allí junto con el Cacique, el padre y un policía, todos los
alumnos fueron reunidos y ella tuvo que dar un paso al frente. El Cacique
habló en su propia lengua, recordandole cómo Dios
había encomendado honrar a padre y madre:
También el padre tomaba la palabra. Él exponía todo lo que
la hija rebelde había hecho, todo lo que a él y a la madre tanto
disgusto había causado. Entonces la niña tuvo que ofrecer
disculpas delante de todos y prometer mejoría. El padre y el cacique
aceptaron disculpas y promesas y le dieron la bendición. Pero alto!.
Falta algo!. Se debe aplicar un castigo para que las buenas premisas penetren
hondo. Una señal del cacique y el policía le dio quince azotes a
la hija desobediente consu cinturón de cuero en frente de toda la
reunión.34
La cabal comprensión de los dispositivos ideológicos,
disciplinarios y morales de dominación y las profundas repercusiones
causadas por la aplicación de los mismos en los mas
entrañables sistemas de creencias, valores y costumbres y en los
vínculos familiares y colectivos fundamentales, demanda un conocimiento
mas profundo del devenir histórico y de las estructuras
culturales de los grupos indígenas del valle de Sibundoy. Los misioneros
capuchinos tuvieron el tiempo y la compenetración suficientes con esos
grupos, tanto, como para advertir entre los indios del valle, por ejemplo, su
ancestral temor a vivir entre los “aucas” de las
33
Karl von Boxler, Beí den Indianern am Putumayo Strom (Freiburg; Schmeiz:
Papftl. Dructerei, 1924) 24. Los textos citados fueron traducidos del
aleman por la antropóloga Maria Isabel Beltran
Ramírez. 34 Boxler, Beí den Indianern… 51.
71
ACHSC / 32 / Gómez
tierras bajas y por ello, precisamente, propusieron y efectivamente establecieron
como lugar de condena la colonia Penal de Caucaya, en aquellos
años que, según los misioneros mismos, los indios estaban robando
con frecuencia las reses de los prósperos hatos de la Misión.35
Así mismo, los misioneros comprendieron que el despojo de los collares
de chaquiras, que adornan el cuello de los indios, era para éstos una de
las sanciones y castigos mas degradantes y ofensivos. Las dimensiones
del impacto de esos dispositivos de dominación entre los indios
sóloes comprensible, en consecuencia, desde los sistemas de valores y
los simbolismos construidos por los grupos kamsa e ingas, comprometidos
en esos procesos de dominación, y cuyos actos y manifestaciones de
resistencia individuales y colectivos, como los cientos de episodios de
suicidio ocurridos a comienzos del siglo XX en el valle de Sibundoy, ameritan
también un largo capítulo. Las formas atroces y públicas
de sanción y castigo, es decir, el latigo, el cepo, la condena y
el señalamiento público y desde el púlpito durante la
misa, la excomunión, el corte del cabello, la amenaza de no enterrarlos
cristianamente y de lanzarlos a los totorales, el destierro, entre otros,
fueron procedimientos mediante los cuales se configuró una
pedagogía del miedo, una pedagogía en la que el terror fue el
soporte del ejemplo. El espanto, el pavor físico, eran imagenes
que debían grabarse colectivamente como fórmula de control y
sometimiento. El caracter ejemplarizante de esas practicas estuvo
asociado, también, con las imagenes negativas que ya
habían surgido acerca del “salvajismo” y del
“canibalismo ancestral” de los indios del valle mismo,36 y que
35 Los capuchinos, que sabían del secular temor de los indios del valle
de Sibundoy frente a los grupos nativos de las tierras bajas de la planicie
amazónica, ancestralmente considerada ésta como territorio de
“aucas,” “hechiceros” y “envenenadores,”
propugnaron por la creación de la Colonia Penal de Caucaya, como
eficaz medida de control contra el creciente hurto deganado en dicho valle:
“ esta clase de delitos es muy común a los indígenas
civilizados del valle de Sibundoy, pero en buena hora y debido a los esfuerzos
de la Comisaría y de la Reverenda Misión Capuchina, el Ministerio
de Gobierno tuvo a bien establecer un principio de Colonia Penal en un lugar denominado
Caucaya, situado a unos 550 kilómetros de Puerto Asís; a
este lugar se han principiado a enviar algunos rateros, vagos y perniciosos,
con lo cual ya se ha podido apreciar los magníficos resultados
tendientes a subsanar los delitos e irregularidades de que se ha hablado.
Recientemente, cuando el suscrito Comisario practicó visita oficial a
las poblaciones del valle de Sibundoy pudo apreciar aclamaciones populares
manifestando su agradecimiento al Gobierno por las medidas últimamente
tomadas. En el Corregimiento de Santiago se observó que los hurtos y
robos habían disminuido en los últimos tiempos en no menos de un
80%”. (Cadavid, “Informe que el señor Comisario Especial del
Putumayo rinde al señor Ministro de Gobierno…” ff. 464-491).
36 El Padre Boxler sugirió incluso que antes de la llegada de los
capuchinos al valle, sus pobladores eran caníbales: “Cuando la
Prefectura Apostólica fue levantada y los hijos del Santo Francisco
comenzaron formalmente a evangelizar, se mostraron los aborígenes por
mucho tiempo díscolos”. “No es costumbre”, rezongaban
siempre, “cuando se trataba de ir a la escuela o a la iglesia,
permaneciendo en la calle correctamente vestidos. Hoy vienen la mayoría
a la misa deldomingo, especialmente los niños así se puede
apenas creer que esta tierra alguna vez era selva, que antes vivían
aquí caníbales”. (Boxler; Beí den Indianern
26-27).
72
El Valle de Sibundoy: el Despojo de una Heredad
serían reiteradas por los capuchinos, 37 para justificar los sistemas
coercitivos y de terror puestos en practica contra los nativos.
Indios de Mocoa en el Alto de la Cruz. Grabado de Eduard André
1875-1882. América Pintoresca. (Bogota: El Ancora Editores,
1987).
37
El señor Sergio Moncayo, en condición de Comisario Especial
“Encargado” del Putumayo, dirigió un extenso documento a las
autoridades indígenas de Sibundoy solicitandoles, en uno de sus
puntos, que con su comportamiento negaran la condición de
“salvajes” que públicamente se venía difundiendo
deliberadamente acerca de ellos por parte de los capuchinos y a favor y en
beneficio de los misioneros mismos: “El buen o mal comportamiento
sera una lección que ustedes leguen a las generaciones que les
sucedan, y es menester que desdigan, con su buen proceder, de ese decantado
salvajismo con que los vienen presentando ante la Nación quienes buscan
en ello medros personales, y que a fuerza de decirlo, ustedes mismos se creen
en la barbarie”. (Sergio Moncayo, “Oficio dirigido por el
Comisario Especial Encargado del Putumayo al Gobernador del Cabildo de
Indígenas de Sibundoy”, San Francisco, 19 de marzo de 1913. AGN,
S. República, F. Ministerio de Gobierno, S. Cuarta, T. 77, ff. 363-365).
73