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Histaria - La casa de la armonía, La casa de la guerra, Oposiciones, ¿Optimismo de la inteligencia?



El periodo contemporaneo –que podemos fechar, por un lado, a partir de los cambios económicos y políticos acaecidos en Occidente a principios de la década de 1980; y por otro lado a partir del hundimiento del bloque soviético una década mas tarde– continúa experimentando profundos cambios estructurales en la economía mundial y en los asuntos internacionales.Precisamente cuales han sido esos cambios y cuales seran sus resultados probables sigue siendo materia de discusión. Los intentos de leerlos a través del prisma de los acontecimientos actuales son intrínsecamente falibles. Un abordaje mas coyuntural, que se limite al panorama político desde 2000, implica menos peligros; aun así, las simplificaciones y los atajos son practicamente inevitables. Desde luego, las anotaciones que presentamos mas abajo no escapan a ese destino. Apuntes, antes que tesis, que se presentan para ser modificadas o tachadas.


I. La casa de la armonía
Desde los attentats de 2001, Oriente Próximo ha ocupado el proscenio político mundial: bombardeo aéreo de Afganistan, expansión a través de Cisjordania, ocupación de Iraq, acordonamiento de Iran, nueva invasión del Líbano, intervención en Somalia. La ofensiva estadounidense en la región ha dominado los titulares y ha polarizado a la opinión pública doméstica e internacional.
Ha surgido una copiosa literatura acerca de sus consecuencias para la trayectoria de vuelo de la potencia estadounidense y la dirección de la historia mundial desde finales de la Guerra Fría. En elpropio establishment estadounidense, los temores de una debacle en Iraq peor que la que se produjo en Vietnam no son una excepción. Sin embargo, la analogía debería servir de advertencia. La humillante derrota militar en Indochina no condujo a un debilitamiento de la posición global de Estados Unidos. Por el contrario, se vio acompañada por un desplazamiento tectónico a su favor, a medida que China se convirtió en un aliado de facto, mientras que la URSS se hundió en un declive terminal. Poco mas de una década después de que el embajador estadounidense huyera de Saigón, el presidente estadounidense aterrizaba como vencedor en Moscú. Hoy en Vietnam las compañías estadounidenses son tan bienvenidas como las misiones del Pentagono. Las analogías históricas nunca pueden servir sino de sugerencia, y con frecuencia son engañosas. Pero cambios de tal envergadura sirven de recordatorio del contraste que puede existir entre las profundidades y la superficie en el mar de los acontecimientos.
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Siete u ocho años son un periodo corto para tirar una plomada. No obstante, si lo intentamos, ¿cómo se presentan los principales desarrollos? Se mire como se mire, el mas importante debe ser con mucho el surgimiento de China como el nuevo taller del mundo: no sólo la rapida expansión de una enorme economía nacional, sino la modificación estructural del mercado mundial, con un impacto global mas próximo a la Inglaterra victoriana que a los escenarios mas pueblerinos de Estados Unidos durante la Edad de oro (1870-1900) –e incluso del de después de la Segunda GuerraMundial. Del altísimo crecimiento de China se desprenden tres consecuencias. En el plano interno, ha creado, en medio de un crecimiento espectacular de las desigualdades, una sólida clase media apegada al statu quo, y una convicción ideológica general, que se extiende mucho mas alla de la clase media, de los beneficios de la empresa privada. En el plano internacional, ha encerrado a la RPCh en un íntimo abrazo con Estados Unidos, de resultas de un grado de interdependencia económica que supera el de Japón. En el plano global, ha contribuido en los últimos cuatro años a sostener –o a desatar– tasas de crecimiento mundial que no se conocían desde la década de 1960.
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¿Y qué sucede con Japón, que sigue siendo la segunda economía capitalista mas grande? Después de una década de deflación y estancamiento, finalmente ha recobrado un cierto impulso –en gran medida respaldado por la demanda china– contabilizando una tasa de crecimiento muy superior a la europea en la mayor parte del último periodo. Políticamente, su partido gobernante ha tratado de remodelarse como una fuerza neoconservadora mas coherente. A una dirección mas abiertamente derechista en el plano doméstico le ha correspondido en el plano internacional un desplazamiento agresivo encaminado a una política exterior mas dura, en consonancia con Washington, enviando tropas a Iraq, aumentando la presión sobre Corea del Norte, y preparandose para deshacerse de las clausulas de paz que figuran en su constitución. Refrenada en la actualidad por una pérdida de apoyo electoral,esta línea no se ha encontrado con una alternativa coherente de una oposición que en gran medida procede de la misma matriz.
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El principal progreso europeo, que ha eclipsado todos los demas procesos, ha sido la ampliación de la UE al este. La integración provechosa de la zona del Pacto de Varsovia en la Unión es ahora casi completa, lo cual representa un logro impresionante del capital europeo. La privatización de las antiguas economías comunistas ha sido llevada a cabo por Bruselas manteniendo ademas una estrecha vigilancia sobre los gobiernos locales para que continúen alineados con las normas de Europa occidental. Por otra parte, desde el punto de vista político, hasta ahora la expansión de la Unión no la ha fortalecido, sino que la ha debilitado, tal como han puesto de manifiesto la capacidad estadounidense de movilizar apoyos para la guerra en Iraq, incluyendo miembros tanto nuevos como antiguos, así como las posteriores divisiones derivadas de ello. La UE es ahora una vasta area de libre comercio, salpicada de gobiernos que representan un espectro algo mas amplio que el de Estados Unidos o Japón, pero sin demasiada voluntad común o una dirección interna coherente. Sus tres principales Estados continentales se han dejado llevar perezosamente en una dirección neoliberal –la Agenda 2010 de Schroeder en Alemania, las reformas de Raffarin y sus secuelas con Sarkozy en Francia, los paquetes de Prodi en Italia– sin llegar a equipararse sin embargo con el Nuevo Laborismo en Gran Bretaña.
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Rusia se ha visto estabilizadapor un régimen neoautoritario, financiado por el ascenso repentino del precio de las materias primas. Menos dependiente de Occidente que el gobierno de Yeltsin, el sistema de Putin tiene un mayor margen de libertad de acción diplomatica, y menos necesidad de simular exquisiteces democraticas. Disfruta de una prensa menos entusiasta en Occidente, y representa un socio mas mordaz para Estados Unidos y la UE. Sin embargo, aunque intenta restaurar la influencia rusa en los países de su entorno, el nuevo régimen se ha preocupado hasta el momento de no contrariar la voluntad de Estados Unidos en ningún asunto internacional de importancia, y ofrece una base mucho mejor para el desarrollo capitalista que la que podía ofrecer Yeltsin, puesto que no sólo ha aniquilado toda huella de disensión política seria, sino que ha conseguido altos niveles de apoyo social, asegurados por la recuperación económica. En el plano interno, Putin lleva un cierto tiempo disfrutando de la que es con mucho la mayor cuota de popularidad de un líder de uno de los principales Estados del mundo. Habida cuenta del desplome demografico del país y de la miseria permanente de buena parte de su población, se trata de un logro impresionante.
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La economía india presenta un crecimiento constante, aunque no puede equipararse con el de China. La combinación de capas mucho mas vastas de una pobreza que sigue intacta y las opciones electorales populares han dificultado por ahora todo giro precipitado hacia el neoliberalismo. Pero ahora existe una considerable clasemedia india que ha interiorizado la cultura del consumo y de la celebridad con mayor ansia aún que su homóloga china, y que marca la dirección basica de las políticas tanto del BJP [Partido Popular Indio] como del Partido del Congreso. Maniatada aún en el plano interno por el peso de los bloques electorales de las clases mas bajas, sus aspiraciones han cobrado expresión con el abandono de la neutralidad de la política exterior india en favor de un creciente acercamiento ideológico, militar y diplomatico a Estados Unidos. La resistencia a esta dinamica en el Parlamento esta en condiciones de retrasarla, pero es poco probable que consiga desviarla.
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En Brasil, la primera presidencia de la historia del país que recae en un partido obrero, mantenida a flote como el régimen ruso por el repentino ascenso del precio de las materias primas, ha consolidado su base popular con una mayor creación de empleo y con medidas de redistribución de la renta a favor de los pobres, mientras que por lo demas ha continuado con muy escasas modificaciones las políticas neoliberales de su predecesor, adoptadas a instancias del FMI. Las cotas tradicionales de corrupción han continuado, sin afectar a sus resultados electorales. Desde el punto de vista internacional, la iniciativa mas visible en política exterior ha sido el relevo a la intervención franco-estadounidense en Haití, con la esperanza de verse recompensado con un puesto en el Consejo de seguridad de la ONU, junto con Japón, Alemania e India, que, de producirse, no sería mas que unapropina que se hacía esperar. En el plano regional, ha concedido menor prioridad a la profundización de la integración comercial en América Latina que a la modificación en su beneficio de las normas de la OMC.
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¿Y qué sucede con Estados Unidos? La Administración republicana elegida en 2000 ha impulsado sin trabas varias rebajas fiscales sucesivas que acentúan mas aún la redistribución regresiva de la riqueza y de la renta que vive el país desde Reagan. Se ha modificado la ley de quiebras a favor de los acreedores, mientras que se han diluido los sistemas de regulación. El Tribunal Supremo ha ampliado con un miembro adicional su mayoría conservadora. Por lo demas, aunque su retórica ha sido de derecha radical, el registro doméstico –en seguridad social, sanidad, educación, sistemas bancarios y medio ambiente– ha sido mediocre. El crecimiento económico y la creación de empleo han permanecido en buena medida en los niveles precedentes. No se han llevado a cabo cambios estructurales comparables a la abolición de la Ley Glass-Steagal sobre el funcionamiento del sistema financiero y de los planes de protección social por obra de Clinton, ni estan previstos. A lo sumo, habría que incluir Medicare y la Ley Sarbanes-Oxley sobre la reforma de la contabilidad pública de las empresas y de protección de los inversores en el otro plato de la balanza. Las libertades civiles se han visto mermadas por la Patriot Act,pero conforme a un acuerdo entre los dos grandes partidos y en menor escala que en la época de Wilson. El sistema decontroles y equilibrios institucionales, así como el pragmatismo electoral, han limitado lo que la Casa Blanca puede hacer en el interior, en un paisaje en el que los bloques electorales definidos por agendas de «valores» permanecen divididos a partes iguales. Durante el mandato de Bush no se ha producido un viraje adicional a la derecha en el centro de gravedad de la política estadounidense, paralizado tras la derrota republicana en las elecciones para el Congreso de 2006. Conforme al patrón habitual de las presidencias estadounidenses desde 1945, el activismo de la Administración se ha concentrado, como forma de compensación, en el extranjero, donde su actuación en Oriente Próximo ha provocado un escandalo internacional, dando lugar a representaciones opuestas y ahora habituales acerca del surgimiento inocultable de un imperio estadounidense o del apresurado declive del mismo.
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Juntos, China, Japón, la UE, Rusia, India, Brasil y Estados Unidos representan bastante mas de la mitad de la población mundial, y el 80 por 100 del PIB global. Si los dos objetivos conjuntos de la política exterior estadounidense desde la Segunda Guerra Mundial han consistido en extender el capitalismo hasta el último rincón del mundo y mantener la primacía estadounidense dentro del sistema de Estados internacional –donde lo segundo se considera la condición de lo primero–, ¿cual puede ser el balance de los primeros años del siglo XXI? Abrumadoramente positivo, en lo que atañe a la extensión y profundización del control por parte del capital. Losmercados financieros han avanzado a expensas de formas mas viejas de relación social y económica global. Con independencia de los partidos en el poder –comunista, liberal-democratico, gaullista, del Nuevo Laborismo, Rusia Unida, del Congreso, de los trabajadores o republicano– se ha desplegado el mismo haz basico de derechos de propiedad y políticas favorables a la misma, con distintas velocidades y alcanzando distintos estadios, pero sin movimientos de importancia en dirección opuesta. Antes bien, en un periodo en el que el comercio mundial continúa encabezando el crecimiento mundial, ha habido un aumento constante del entrelazamiento de todas las principales economías capitalistas en una dependencia mutua.
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¿Cual es el balance de situación desde el punto de vista político?
Esencialmente, lo que vemos es el surgimiento, que todavía se encuentra en sus etapas iniciales, de un equivalente moderno del Concierto de las potencias después de la Revolución francesa y de las Guerras napoleónicas. Esto es: grados crecientes de coordinación formal e informal para mantener la estabilidad del orden establecido, acompañados de la tradicional competición para colocarse en posiciones de ventaja dentro de los parametros del mismo, acerca de los cuales no existe ningún desacuerdo radical. Las decisiones del Consejo de Seguridad son uno de los principales teatros de este proceso, que se manifiesta en la actualidad con las resoluciones colectivas sobre Iran. Sin embargo, hay una diferencia considerable entre el Concierto de las potenciasdespués del Congreso de Viena y su homólogo desde la visita de Nixon a China y el Congreso de París. En este caso una única potencia dominante, que ocupa una posición distinta de la de todas las demas, mantiene unido el sistema. En la época de Metternich y Castlereagh no existía una potencia hegemónica comparable a Estados Unidos. En la medida en que sigue detentando la primacía en la economía y los mercados financieros, y contando con la moneda de reserva, las fuerzas armadas, las bases globales, la industria cultural y el lenguaje internacional mas poderosos del planeta, Estados Unidos agrupa activos que ningún otro Estado puede aspirar a equiparar. Las demas potencias aceptan su posición asimétrica respecto a él, y se preocupan de no contrariarle en cualquier asunto al que éste concede una importancia estratégica. Por regla general, los conflictos permanecen confinados a cuestiones comerciales de bajo nivel –Airbus, Doha y otros–, mientras que pueden producirse distanciamientos porque lo que se juega es poco importante; o en zonas intermedias en las que se superponen las ambiciones geopolíticas: Caúcaso, el Baltico, Turquestan. Las demas grandes potencias hacen bastante poco para contrapesar a Estados Unidos, como manda la tradición, tanto por el grado de interdependencia que une sus intereses a la economía estadounidense –algo impensable a principios del siglo XIX– como por el interés común en el papel de policía de Estados Unidos en las partes menos estables del mundo, razón por la cual suelen respaldar alegrementesus costosas y a veces arriesgadas misiones. De esta suerte, aunque el peso relativo de Estados Unidos en la economía global esta disminuyendo manifiestamente, ante el rapido ascenso de centros de poder capitalista alternativos, la influencia política de Estados Unidos en un universo de beneficios y privilegios que hoy se presenta densamente interconectado, y la totalidad de cuyos miembros se consideran como socios de la «comunidad internacional », sigue siendo inconmensurable respecto al de cualquier otro Estado.
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Esta configuración no produce un sistema libre de fricciones o desgastes. Rusia y China no quieren que Estados Unidos se afiance demasiado profundamente en Asia Central, o que arrincone a Iran de forma demasiado agresiva. India sigue en guardia contra el patrocinio estadounidense en Pakistan. La UE acaricia la idea de una fuerza propia de despliegue rapido. La primacía estadounidense impone una serie de faux frais [gastos imprevistos] a sus socios que es poco probable que disminuyan. Sin embargo, precisamente porque no hay una coincidencia automatica entre los intereses particulares de Estados Unidos y los intereses generales del sistema, se hace necesario un Concierto de potencias conscientemente administrado para el ajuste de las tensiones entre las mismas. El ajuste nunca sera perfecto, y los mecanismos para conseguirlo todavía han de ser plenamente formalizados: la presión y la contrapresión se entreveran en un proceso de negociación que es desigual pero no insustancial. Sin embargo, hasta la fecha laslagunas y las aristas difíciles del sistema no han supuesto una amenaza seria para la legitimidad emergente de la «comunidad internacional» en tanto que sinfonía del orden capitalista global, aun bajo la batuta de un director de alguna manera erratico. En este Concierto, cabe esperar que las relaciones interestatales permanezcan por debajo del umbral del antagonismo, tal como queda definido en la teoría clasica de las contradicciones, habida cuenta del entrelazamiento universal de los mercados financieros y de materias primas en una época posnuclear. Esto no significa que las principales potencias sean igualmente capitalistas. El déficit –económico y político– de China y Rusia respecto a las normas occidentales supone una arena residual en el funcionamiento sin fricciones del sistema. La apuesta de Occidente es que, una vez llegado el momento en que alcancen de nuevo su apogeo como potencias mundiales, habran evolucionado hasta alcanzar las mismas formas que él mismo. Entonces podra aceptarse elegantemente hasta la superioridad de poder –lo que resulta bastante previsible en el caso de China–, pues la similaridad de su ser esta garantizada. Los teóricos mas lúcidos del imperialismo estadounidense son plenamente conscientes del hecho de que la primacía estadounidense y una civilización liberal mundial no son lógicamente interdependientes. Contemplan, tranquila y explícitamente, la desaparición de la primera tan pronto como haya cumplido su misión de asegurar la segunda, lo cual puede producirse dentro de una generación,tal vez, conforme a una de las estimaciones mas desapasionadas.
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En tales condiciones, el dinamismo global de la Administración republicana ha sido sustancialmente coherente con el de sus predecesores. Lo mas significativo ha sido la idea central de sus políticas hacia sus dos mayores antagonistas durante la Guerra Fría, China y Rusia, que han sido introducidas sin el menor reparo en el Concierto de las potencias: preparadas o ayudadas –a menudo por funcionarios formados en Estados Unidos– para poner en marcha el desarrollo de las economías de mercado, respetadas allí donde se muestran mas susceptibles (Taiwan, Chechenia) e integradas en las celebraciones del espectaculo global (cumbre de San Petersburgo, Olimpiadas de Pekín, etc.). Las cuestiones controvertidas –la instalación de misiles demasiado cerca de Moscú, acoso verbal sobre China con motivo del yuan– persisten, pero por ahora estan bajo control. En el mismo periodo, los lazos con Japón nunca habían sido tan estrechos. Se ha forjado una nueva alianza con India, y ha habido pocas fricciones con Brasil, salvo algunas riñas sobre cuestiones comerciales, sin mayores consecuencias en el plano de la alta política. En Europa, la opinión pública, mas inclinada a fijarse en el estilo antes que en la sustancia, ha causado irritación el franco rechazo del protocolo de Kioto o del Tribunal Penal Internacional, frente a su discreto entierro bajo Clinton. Sin embargo, en las cuestiones sustanciales, la Administración estadounidense ha registrado grandes ganancias, no sólopropulsando la ampliación de la UE al ritmo de la expansión de la OTAN, sino consiguiendo la admisión de Turquía en Europa como el principal objetivo venidero de Bruselas. En Europa, al igual que en Japón, China, India, Rusia y Brasil, la estrategia estadounidense ha sido, no retórica, sino estructuralmente coherente desde finales de la Guerra Fría.
II. La casa de la guerra
Éste es el trasfondo sobre el que destaca el teatro militar de Oriente Próximo. Aquí, y sólo aquí, la Administración republicana parece haber roto con las tradiciones de la practica global de Estados Unidos desde finales de la Guerra Fría, por no decir de la Segunda Guerra Mundial, no sólo en los modos sino en la dura sustancia. A este respecto, la guerra de Iraq es considerada por regla general en la UE no sólo gratuita, sino enormemente peligrosa para Occidente, con consecuencias que los europeos podrían padecer tanto o mas que los estadounidenses. Practicamente todos los comentaristas en Europa, por no hablar de buena parte de los estadounidenses, consideran hoy esa guerra como una aberración completamente irracional, el producto de determinados intereses particulares (compañías petrolíferas o corporaciones en general) o de fanaticos ideológicos de mente estrecha (la camarilla neoconservadora) en Washington. Sin embargo, si la Administración republicana ha combinado medios y fines mas o menos racionalmente en las demas partes del mundo, la explicación de un desajuste debe comenzar, como es lógico, por Oriente Próximo, y no por Estados Unidos. Lapregunta esencial que hay que hacerse es: ¿cuales son las características especiales de esta zona que han generado políticas anómalas hacia ella?
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Sencillamente, las grandes reservas petrolíferas de la zona la han convertido desde hace mucho tiempo en una de las principales areas de preocupación estratégica para Estados Unidos. Sin embargo, Estados Unidos no estaba bajo la amenaza de quedarse sin suministros petrolíferos cuando invadió Iraq, y nunca lo ha estado. Los Estados clientes controlan toda la península arabiga, rica en petróleo, e incluso la compra directa de los campos iraqíes –que desde luego era uno de los supuestos de la invasión– tan sólo hubiera supuesto, en el mejor de los casos, un ligero aumento de su posición energética(1).En 2002, en lo que respecta a su papel en la OPEP, el régimen del Ba’ath no representaba una espina mas dolorosa para Washington que Iran o Venezuela, antes bien, lo era mucho menos. Sin embargo, su tentativa previa de apoderarse de Kuwait provocó una auténtica alarma, puesto que de haberlo conseguido se habría convertido en un productor petrolífero mayor incluso que Arabia Saudí, así como en un poder militar mas sólido. Por consiguiente, desde el periodo de Clinton en adelante, la política estadounidense –con el apoyo europeo– consistió en destruir a Sadam, mediante el bloqueo, los bombardeos, un golpe de Estado o el asesinato. La constante falta de éxito en el cometido, que implicaba inevitablemente la toma en consideración de medidas mas fuertes, fue otro de los factores que estandetras de la invasión. La sensación generalizada en el establishmentestadounidense, en todos los niveles, era que Iraq era un asunto sin terminar, y su régimen una afrenta que ninguna Administración podía permitirse aceptar, y por ello los sucesivos gobiernos estadounidenses derrocar por distintos medios a Sadam Hussein.
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De esta suerte, un ataque por tierra no surgió de la nada. Fue un crescendo de actos de guerra que se precipitaron sobre Iraq de manera mas o menos ininterrumpida desde 1991. En este sentido no fue una «ruptura, tal como los historiadores suelen entender la expresión, sino mas bien una «escalada» de hostilidades que, desde el punto de vista de las normas del derecho internacional, ha sido constante durante una década. La tesis del abandono repentino de las normas anteriores sólo podía ser defendida minimizando los grados de violencia infligidos a Iraq y a su población durante los años de Clinton y de Bush padre en el poder. Las bajas desde la invasión han sido mayores de cuanto lo fueron antes de 2003, pero son del mismo tipo: cientos de miles de muertos. La impunidad en la primera fase –lo que en términos militares clasicos se denomina Ermattungsstrategie– estaba asegurada por la eliminación de todo contrapeso soviético en la región (2)2.
La impunidad en la segunda fase –con el cambio de marcha hacia unaNiederwerfungsstrategie– podía apoyarse, según creían, en una «revolución en los asuntos militares», esto es, en la llegada de la guerra electrónica y de los objetivos de precisión. El ataque aereosin esfuerzo de Clinton en Yugoslavia y el descenso sin costes de Rumsfeld en Afganistan reforzó la creencia de que la revolución en los asuntos militares podía hacer cualquier cosa. Esta actitud era mas acusada entre los halcones republicanos, pero no exclusiva de ellos: fue Albright la que preguntó de qué servía el ejército mas poderoso del mundo si no se utilizaba.
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Sin embargo, tales consideraciones tan sólo indican por qué Iraq fue durante una década un objeto de inquietud permanente en Washington, y cómo pudo concebirse un ataque contra aquel país como un proyecto que no acarreara un riesgo desproporcionado. No explican por qué la Administración de Bush, aun basandose en calculos erróneos, tuvo que emprender una guerra a la que se oponían dos de los principales aliados europeos y una importante minoría de la elite estadounidense, y en tan abierta discrepancia con los principios de su posición habitual en el resto del mundo. Esto sólo puede comprenderse a la luz psicológica del 11-S. El ataque a las Torres Gemelas y al Pentagono permitió una movilización nacional que respaldara una ofensiva en Oriente Próximo, que no tardó en traducirse en una conquista relampago de Afganistan, que no obtuvo sino el aplauso unanime dentro y fuera del país. Sin embargo, una vez que cayó Kabul –de acuerdo con la opinión general– no había razón alguna de peso para una marcha sobre Baghdad, dada la ausencia de conexión entre Al-Qaeda y el Ba’ath. Así que era preciso introducir la falsedad de las armas de destrucción masiva parajustificar una empresa irracional.
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Sin embargo, desde el punto de vista histórico, una irracionalidad circunstancial –el caso de una decisión gratuita pero fatal, como la declaración de guerra a Estados Unidos por parte de Hitler en 1942– es casi siempre el producto de una irracionalidad estructural de mayor magnitud. y tal fue el caso de la Operación Libertad en Iraq. Expresada en términos sencillos, la realidad era –y sigue siendo– la siguiente. Oriente Próximo es una parte del mundo en la que el sistema político estadounidense, tal como esta constituido en la actualidad, no puede actuar con arreglo a un calculo racional del interés nacional, porque esta habitado por otro interés sobrevenido. Toda su posición en el mundo arabe –y por extensión musulman– esta comprometida por su sólido y ostentoso apoyo a Israel. Considerado universalmente en la región como un Estado depredador que nunca podría haber gozado de cuarenta años de impunidad sin los enormes suministros de armas y dinero estadounidenses, así como de la protección incondicional estadounidense en la ONU, Israel es objeto de un odio popular por su expropiación y persecución de los palestinos. Por extensión lógica, Estados Unidos es detestado por la misma razón. El ataque de Al-Qaeda hundía sus motivaciones en ese contexto. Desde el punto de vista de la potencia estadounidense, considerado racionalmente, un Estado palestino que fuera algo mas que un bantustan no supondría ningún peligro, y podría haber sido creado en cualquier momento en la segunda mitad del siglopasado limitandose a contener el flujo de dólares, armas de fuego y vetos a favor de Israel. La razón por la cual esto no llegó a producirse nunca esta perfectamente clara. Reside en el control que ejerce el lobby israelí, que se apoya en la poderosa comunidad judía estadounidense en los sistemas político y mediatico estadounidenses. Este lobby no sólo tergiversa los procesos «normales » de toma de decisión en todo cuanto atañe a Oriente Próximo. Hasta hace poco –e incluso entonces sólo de modo incipiente– ni siquiera podía ser mencionado en un debate político en los medios establecidos: un tabú que, como sucede con este tipo de represiones, inyectó una nueva dosis masiva de irracionalidad en la formación de la política estadounidense en la región (3).
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La arremetida contra Iraq ha de considerarse en este contexto. Las principales fuerzas republicanas ejercieron una presión constante para que se tomaran medidas mas drasticas contra Iraq desde finales de la década de 1990. Pero una vez elegida la nueva Administración de Bush, ésta criticó el caracter indiscriminado de las intervenciones de Clinton en el extranjero, mostrando escaso interés por las doctrinas de los derechos humanos, y en sus primeros meses adoptó escasas iniciativas exteriores o de poca importancia. Lo que la transformó en un régimen sumamente activista fueron los ataques del 11 de septiembre. Estos permitieron que convirtiera lo que de lo contrario habría sido una empresa difícil de vender a los estadounidenses, una guerra para derrocar a Sadam Hussein connada menos que un respaldo unanime del Congreso. Pero el 11-S tampoco surgió de la nada, como tampoco la invasión de Iraq que vino después (4). Antes bien, con el mismo la irracionalidad estructural del papel estadounidense en Oriente Próximo llevó sus frutos a casa. Décadas de apoyo al expansionismo israelí nunca se correspondieron con ningún interés lógico del capital estadounidense en general, sino sencillamente con el poder crítico del lobby israelí –que en los últimos tiempos ha contado con el apoyo adicional del fundamentalismo cristiano– sobre la política regional en Washington. Históricamente, Estados Unidos nunca tuvo que pagar ningún precio por su patrocinio de Israel. Con el 11-S finalmente lo pagó: no como motivación única del ataque de Al-Qaeda, sino como algo sin lo cual cuesta imaginar que ocurriera: el primer pronunciamiento de Bin Laden, siete años antes, prestaba mas atención al destino de Palestina que a cualquier otra cuestión, incluyendo la presencia de tropas estadounidenses en la misma Arabia Saudí (5). Una vez que se produjo el ataque, desencadenó un deseo popular de venganza que sólo podía agravar la irracionalidad originaria misma, pasiones que fueron facilmente canalizadas por la Administración contra Iraq, a raíz del aparente triunfo en Afganistan.
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Por supuesto, el establishment israelí y su brazo en Estados Unidos instaron a una invasión de Iraq, un viejo enemigo que había intentado bombardearle durante la Guerra del Golfo. Sin embargo, en sí misma esta circunstancia no podría ser mas queun factor concomitante en la campaña contra Bagdad (aunque si Israel se hubiera opuesto a la guerra, podemos estar casi seguros de que ésta no hubiera tenido lugar). No era precisa una causalidad tan directa. El hecho es que en Oriente Próximo toda estimación normal de medios y fines esta ya tan corrompida por la discrepancia entre los determinantes reales y los ostensibles de la política exterior estadounidense que una aventura indiscriminada de algún tipo siempre estuvo sobre la mesa. En la medida en que Washington permanezca pegado a Tel Aviv, el ejercicio del poder estadounidense no puede ajustarse en modo alguno a las reglas ordinarias de un ejercicio racional. En este caso, la supervivencia del régimen del Ba’ath era –por razones completamente independientes de Israel– una afrenta permanente para todo el establishment estadounidense, y el hardware de alta tecnología estaba disponible para eliminarlo. En estas condiciones, el espíritu subyacente de la empresa era: ¿por qué no? En la atmósfera posterior al 11-S, el ataque se tornó en un asunto que habían de gestionar los dos partidos, aprobado con antelación por el Congreso, a diferencia de la Guerra del Golfo, que dividió a éste en dos mitades.
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Una consecuencia adicional del control israelí sobre la política estadounidense en Oriente Próximo es que erige una barrera entre los políticos de Washington y las poblaciones del area, colocando a las masas arabes fuera del alcance de las proyecciones normales de la potencia cultural estadounidense. Ninguno de los paísesde la región es una democracia liberal, el tipo mas sencillo de un sistema político que puede ser influenciable y el apoyo mas fiable para Washington. No obstante, pocos regímenes han sido mas incondicionalmente obedientes a Estados Unidos que las diferentes monarquías tribales del area, o la dictadura egipcia. Pero todos estos Estados se enfrentan al problema de cómo ajustar su lealtad a Estados Unidos con las barbaridades de la conducta israelí, financiado, armado y protegido por Estados Unidos. Su comportamiento típico consiste en protegerse de la ira popular autorizando a los medios de comunicación controlados por el Estado para que viertan un torrente de diatribas contra Estados Unidos, creando una atmósfera en la que las agencias culturales e ideológicas estadounidenses tienen muchas dificultades para operar libremente, las mismas que encuentran los servicios de inteligencia estadounidenses para formarse un juicio preciso de lo que esta sucediendo por debajo de la superficie en esas sociedades. De ahí la conmoción que produjo en Washington el descubrimiento de que la mayoría de los participantes en el ataque del 11-S eran saudíes. Privado de las dosis normales de poder «blando» en la región, la tentación de Estados Unidos –cuando ha de enfrentarse a una oposición, como sucedió en Bagdad– consiste en recurrir ciega o impulsivamente al poder «duro», con la esperanza de forzar la creación de sociedades abiertas allí donde éstas se habían mostrado cerradas a lo que Occidente tenía que ofrecer. Éste era otro de losingredientes de la mezcla de ambiciones que se tradujo en la invasión de Iraq.
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Finalmente, por supuesto, no sólo el petróleo e Israel, sino que también la religión ha diferenciado a Oriente Próximo y sus zonas limítrofes del ecumene estabilizado de la hegemonía estadounidense en otros lugares. El Islam, incluso en sus formas mas rigurosas, no se ha mostrado incompatible, desde luego, con el servilismo mas completo a Estados Unidos en sus diversos regímenes, tal como demuestra la historia del reino saudita. Sin embargo, en un plano social y cultural, no ha dejado de ser la barrera mas poderosa para la victoria ideológica del American way. Ademas, en tanto que credo, el Islam conserva una acusada carga política, puesto que, habida cuenta de la larga historia de las hostilidades entre el cristianismo y la Umma[comunidad de creyentes] –mucho mas amplia que las pretensiones acerca de su coexistencia amistosa– resultaría sorprendente que no hubieran quedado huellas importantes de tales conflictos en la memoria popular, acusadamente reforzadas por la experiencia moderna del dominio colonial anglofrancés. Desde la década de 1970, los fracasos del nacionalismo arabe han reactivado aquellas hostilidades, desplazando el sentimiento antiimperialista hacia un celo religioso de una intensidad nueva, que considera enemigos del mismo tipo a «cruzados y judíos», estadounidenses e israelíes. Habida cuenta de que el mundo musulman tan sólo ha desarrollado hasta el momento una tradición muy débil de justificación de las escrituras originales–en tanto que malinterpretadas; dotadas sólo de un sentido metafórico; escritas contando con su actualización futura; etc.– similar a aquella a la que cristianos y judíos llevan mucho tiempo acostumbrados, una lectura literal del Coran ha tenido hasta el momento mayor fuerza moral que una de la Biblia o de la Torah. Toda vez que Mahoma impone claramente la yihad contra los infieles en los Lugares Santos, el salafismo contemporaneo –a pesar de todos los esfuerzos de los comentadores occidentales o prooccidentales en dar un sentido eufemístico a las palabras del profeta– cuenta con sólidos fundamentos en la escritura, por mas embarazo que ello pueda provocar en la mayoría moderada de los musulmanes. El resultado es un suministro disponible, aunque no inagotable, de jóvenes luchadores fanaticos contra la «incredulidad global», que han convertido en una realidad el choque de civilizaciones en Oriente Próximo, donde practicamente no existe ningún punto de contacto entre su visión del mundo y la de los intrusos occidentales en la zona.
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De esta suerte, la escalada de una invasión de Iraq se precipitó en una zona opaca al calculo normal de los planificadores estadounidenses, con los inevitables riesgos de guiarse por juicios erróneos. Pero no se produjo como un repentino coup de tête en Washington. Fue el producto de un viejo y distorsionado campo de fuerzas imperial en Oriente Próximo, cuya irracionalidad para el capitalismo estadounidense tuvo finalmente un efecto contrario con el 11-S, provocando un nuevo giro en laespiral de irracionalidad, puesto que las causas del 11-S no podían ser tratadas públicamente, y mucho menos estirpadas, en el sistema político estadounidense. En cuyo caso, el Pentagono no se equivocaba creyendo que podía tomar Bagdad y derrocar a su régimen en cuestión de días, con un mínimo de bajas estadounidenses. Con lo que no contaba –pero en esto la mayoría de los críticos de la guerra, que subestimaban la base social del régimen del Ba’ath, estaban igualmente equivocados (yo me encontraba entre ellos)– era con la magnitud y la rapidez con la que surgiría unmaquis eficaz justo después(6).
En poco mas de dos meses después de la caída de Bagdad, una guerrilla nacionalista, dirigida por supervivientes del cuerpo de oficiales ba’athista, se asoció con fanaticos religiosos, inspirados en el salafismo, para organizar una resistencia contra los invasores que durante cuatro años ha causado estragos en la moral de los ejércitos ocupantes, y en las filas de sus colaboradores. Iraq es en la actualidad el teatro central del mundo de hoy en día en el que la potencia estadounidense se enfrenta a una resistencia con las armas en la mano, agotando el apoyo interno a la guerra en el seno mismo de Estados Unidos.
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Sin embargo, aunque Washington esta ahora, a juicio de buena parte de su propioestablishment, atrapado en un atolladero en Iraq, todavía parece improbable que se produzca una caída catastrófica de las posiciones estadounidenses en Oriente Próximo. En parte, esto se debe a que la ocupación ha dividido a las comunidadessuní y chií con mayor ferocidad que nunca, haciendo mucho mas probable que una guerra civil y no una victoria patriótica ponga fin a la expedición extranjera, lo cual neutralizaría todo efecto de propagación de la expulsión del invasor. Ademas, por muy feroz que sea su combate, la insurgencia no ofrece alternativa social o política al modo en que es gobernado el mundo en general. En otros lugares, ninguno de los bastiones del poder estadounidense en la región se ha visto afectado aún por el conflicto. Todos sus regímenes clientes siguen siendo tan fieles como siempre: por un lado, el largo abanico de Estados que se extienden desde Marruecos a Egipto; por el otro, toda la península arabiga; con Pakistan como el gran ancla del sistema estadounidense en Oriente. Mientras estos pilares continúen intactos, un Iraq caótico y dividido –vigilado desde la red de enormes bases militares en el país ahora en construcción, por no hablar del CENTCOM [Comando central de Estados Unidos] en Quatar y Kuwait– podría ser abandonado a su propia consunción, siempre que el petróleo continúe saliendo de los pozos (7). Por supuesto, todo cambio radical en Pakistan modificaría el equilibrio de fuerzas en la región, particularmente en Afganistan, donde la guerrilla local, que tardó mas en actuar que en Iraq, esta cobrando impulso. Pero la vieja unidad de cuerpo del Ejército de Pakistan, su control del país, inmune a las desavenencias o los combates del gobierno civil nominal, hace poco probable una sorpresa desagradable.
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Ostensiblemente, Iransigue siendo un comodín en la baraja regional. Aliado de Estados Unidos en el derrocamiento de los talibanes y del Ba’ath, su régimen clerical ofreció a Washington, mientras Estados Unidos estaba estableciendo el control de Iraq, un acuerdo exhaustivo sobre los asuntos pendientes entre ellos. Las poderosas fuerzas en Teheran que estan ansiosas por llegar a un entendimiento con el Gran Satan –mullahs millonarios, comerciantes de bazar, profesionales occidentalizados, estudiantes que utilizan blogs– no han abandonado sus esperanzas, y continúan presionando para que se produzca un equivalente local de la visita de Nixon. Pero las condiciones han cambiado desde 2003, aunque en modo alguno puede considerarse que hayan sufrido un cambio radical. Una revuelta popular contra las clases materialmente mas satisfechas ha elegido un presidente menos acomodaticio, decidido a infundir mayor sustancia a la vieja retórica del régimen, en el interior y en el extranjero. El avance hacia el objetivo nacionalista de un complejo nuclear, algo difícil de repudiar abiertamente por parte de los diferentes medios pro-occidentales, se ha acelerado. Ninguno de los dos cambios supone una amenaza importante para Estados Unidos. Pero aquí la presión israelí sobre la política estadounidense en la región ha sido mas intensa que en el caso de Iraq, dado que Tel Aviv insiste en que Iran abandone su programa nuclear. Por el momento, Estados Unidos, con el pleno apoyo de sus aliados europeos, esta volviendo a recorrer el camino de la primera fase de su ataquecontra Iraq, Ermattung en vez deNiederwerfung, con la esperanza de que Teheran entre en razón mediante las sanciones. Éstas fallaron en Iraq, pero en Iran pueden contar con la presencia de interlocutores con buena disposición, no menos inquietos que Estados Unidos por eliminar al presidente y domesticar al líder supremo.
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El íncubo de Israel permanecera.
A corto plazo, Washington puede esperar que las Fuerzas de Defensa Israelíes (FDI) hayan golpeado lo suficiente a Hezbollah para ser capaz de desplegar tropas turcas o francesas en el sur del Líbano por un periodo indefinido como guardias de frontera para Israel, y lo bastante a Hamas para que Abbas tenga carta blanca para firmar algún tipo de rendición final a cambio de un mini-Estado fragmentado y cubierto de muros de prisión. Aquí Estados Unidos podría apoyarse en la UE. Europa –dividida en el ambito gubernamental sobre Iraq, pero en gran medida hostil a la invasión en el ambito popular– siempre se ha mostrado unida en la solidaridad basica con Israel: no a causa del poder de la comunidad judía local, como en Estados Unidos, sino por un sentimiento de culpa por el judeicidio. Aunque esta mas dispuesta a condenar verbalmente los excesos esporadicos de las FDI, en los hechos la UE ha seguido sin variaciones el camino marcado por Estados Unidos, cortando la ayuda a la población palestina para castigarla por votar a Hamas, y colaborando con la reinvasión israelí del Líbano. Juntos, Europa y Estados Unidos no tendrían dificultad alguna para asegurar el imprimatur de la«comunidad internacional» para cualquier solución por la que se incline Tel Aviv en la negociación con los palestinos. Entre las demas potencias –China, Rusia, Japón, India, Brasil– hay escaso interés en Oriente Próximo, y es poco lo que se juegan en el mismo, siempre que no cause problemas a los mercados petrolíferos. Otra cuestión es si semejante resultado podría aplacar la ira de las masas arabes a largo plazo.
III. Oposiciones
Si esto se parece al mapa bizonal del poder contemporaneo, ¿qué y cuales son las fuerzas de oposición –si las hay– al mismo? Necesariamente, esa oposición no puede ser sino «antiestadounidense», esto es: antagonista al papel permanente de Estados Unidos como potencia hegemónica mundial. Pero en sí mismo esto no es suficiente para definir un rechazo del sistema que Estados Unidos controla indirectamente y defiende inflexiblemente. Todo centro de poder aspirante podría asumir la primera postura, en attente [en espera], sin la menor inclinación a la segunda. Sólo su combinación indica una resistencia real, potencial o actual. Si adoptamos este rechazo dual como criterio, ¿qué ofrece el escenario actual? Las dos regiones mas obvias que hay que considerar son Europa y América Latina: la primera en tanto que patria del movimiento obrero como fenómeno moderno en Gran Bretaña, Francia, Alemania, Italia, Escandinavia y otros; la segunda como el único continente con un registro constante de agitaciones radicales durante todo el siglo XX, desde la revolución mexicana antes de la Primera Guerra Mundial y lacubana después de la Segunda hasta las experiencias venezolana y boliviana en la actualidad, después del final de la Guerra Fría.
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No es un azar que estas dos regiones dieran a luz el Foro Social Mundial, hasta el momento el único movimiento internacional de oposición al statu quo global. El FSM, tras un comienzo asombrosamente amplio y rapido, parece haberse quedado ahora sin aliento. Careciendo de algo parecido a la organización y la disciplina del Comintern, que contaban con los recursos (y las corrupciones) de un Estado importante tras ella, el Foro ha encontrado enormes dificultades a la hora de sostener una rudimentaria colección de protestas en seis continentes, lo que no es de extrañar. Lo que resultaba menos previsible era que la gran oleada de manifestaciones contra la inminente invasión de Iraq no le diera un segundo aliento, en parte a causa de la ligera profundidad de buena parte de esa oposición, que tuvo escasa o ninguna continuación una vez que la ocupación se consolidó, pero también por la vacilaciones del propio FSM a la hora de superar su propia cultura original de ONG en favor de un antiimperialismo mas sólido. Habida cuenta de estas limitaciones, tal vez no cabía esperar –salvo en el caso de una conmoción sistémica– que prosperara durante mucho tiempo. Pero es poco probable que su legado desaparezca sin mas.
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Que así estan las cosas cabe juzgarlo desde Francia, el país en el que fue concebido, donde se han producido tres grandes estallidos sociales que han sacudido la sociedad en un año, ydonde los tres deben algo a su espíritu: la campaña popular que bloqueó la Constitución de la UE, las revueltas de la juventud en la banlieue, y la movilización de masas que destruyó el CPE. Cada una de ellas es una formidable demostración de protesta colectiva, la primera de ellas directamente orquestada por ATTAC, el arquitecto del FSM. Ningún otro país europeo se ha aproximado a este grado de insurgencia. Sin embargo, también es cierto que no ha cristalizado ningún movimiento duradero a partir de estos levantamientos. El electorado francés ha llevado a Sarkozy a la presidencia, con mayor poder que cualquier gobernante desde Charles De Gaulle, y un mandato para reorganizar Francia con arreglo a un molde mas integralmente neoliberal. El otro país europeo con las tradiciones radicales mas fuertes desde 1945 ofrece pocos motivos para el consuelo. La coalición de Prodi, después de derrotar por escaso margen a Berlusconi, ha supervisado un debilitamiento adicional de la izquierda italiana, a medida que Rifondazione –que se autoproclama refundador del comunismo– vota a favor de los recortes presupuestarios y del envío de tropas a Afganistan y el Líbano, y la última mutación de lo que antaño fue el partido de Gramsci sedeshace incluso de la palabra socialismo.En Alemania, el descontento sindical con los recortes sociales del gobierno de Schröder se ha traducido en una modesta escisión del SPD, y la fusión con el PDS en un partido de la izquierda que ha obtenido resultados electorales relativamente buenos –que ha obligado a lasocialdemocracia a revertir sus políticas de mas de lo mismo–, pero que continúa sometido al boicot del resto de partidos en el ambito nacional. A pesar de la gran cantidad de manifestaciones de descontento social en todo el oeste de Europa, y del resurgimiento de importantes huelgas en Francia y en Alemania, así como de manifestaciones en Italia, la agenda de las elites políticas se mueve en todas partes, con ritmos diferentes y con diferentes costes adicionales, en una dirección bastante similar. Aumento de la flexibilidad laboral: no sólo Sarkozy, sino también Royal exigió una retirada de la ley de las 35 horas semanales en Francia; una poda adicional del Estado de bienestar: en Alemania, Merkel ha emprendido la reforma del sistema sanitario; mas privatizaciones: Prodi tiene puesta la mira en los servicios locales en Italia. En Bruselas la UE, encabezada por uno de los organizadores de la guerra contra Iraq, esta gestionada por la Comisión mas neoliberal de su historia.
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El escenario en América Latina es mucho mas diverso y ello de modo espectacular.
En Brasil, el régimen de Lula podría ser considerado desde un cierto punto de vista como la mayor desilusión sufrida por la izquierda mundial en este periodo. El PT fue el último partido obrero de masas que surgió en el siglo XX, de hecho, el único verdaderamente nuevo desde la Segunda Guerra Mundial. En sus orígenes era una fuerza militante radical, en modo alguno socialdemócrata, nacida de las luchas populares a escala nacional contra una dictadura militar. Llegado alpoder en el país mas grande del continente, después de ocho años de una administración neoliberal que denunció, el partido no ha conseguido romper con las mismas ortodoxias, que han hecho a los bancos y a las instituciones financieras los grandes beneficiarios de su gobierno. Ninguna bolsa del mundo ha contabilizado ganancias tan estratosféricas como la de Saô Paulo, que se disparó hasta un 900 por 100 en el intervalo de cinco años. Por otra parte, el régimen no ha sido una mera réplica de su predecesor, puesto que también ha distribuido una parte de las ganancias inesperadas procedentes del alza del precio de las materias primas mundiales –que han creado mas empleos– a las familias mas desposeídas, reduciendo los niveles de pobreza extrema en una sociedad como la brasileña que continúa presentando desigualdades asombrosas. Tales mejoras han aliviado, pero en modo alguno han activado a los pobres. Representan tal vez el ejemplo contemporaneo mas sorprendente de una variante sureña del modelo dominante en el norte en la década de 1990 –neoliberalismo «compensatorio» en vez de «disciplinario»: la línea de Clinton y Blair, después de la de Thatcher o Reagan (8)– de acuerdo con las diferencias que supone el contexto continental. En buena medida, al igual que Perón llevó a cabo una redistribución de la renta para la clase trabajadora mayor que la que llevó a cabo cualquier gobierno socialdemócrata en la Europa de posguerra, del mismo modo Lula ha presidido medidas tropicales de compensación de mayor calado que las que haya podidollevar a cabo cualquier versión metropolitana de la Tercera Vía.
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En el Cono Sur, dominan los gobiernos de aspecto semejante: los regímenes uruguayo y chileno son mas timoratos que el brasileño, mientras que el argentino se presenta mas valiente, aunque con menor margen de maniobra económica. En todos los Estados, los precios mas altos de las materias primas ofrecen un marco favorable para reformas sociales modestas. En el norte, el escenario esta mucho mas polarizado. En Venezuela, la presidencia de Chavez, basada en una serie formidable de movilizaciones populares de apoyo a un régimen radicalmente redistributivo y antiimperialista, ha ofrecido un faro para la izquierda latinoamericana y de otras partes del mundo, rechazando reiterados intentos de derrocarlo, antes de extralimitarse en el estilo plebiscitario. Sin embargo, la condición de su éxito popular, ha reposado en el mercado petrolífero: primero el hundimiento de los precios bajo la oligarquía anterior, que llevó al poder a Chavez, y luego su recuperación en el nuevo siglo que la ha sostenido. También en Bolivia ha surgido un gobierno auténticamente radical de una sociedad que fue el terreno de pruebas original para la terapia de choque, a raíz del fracaso de esta última y de las movilizaciones de masas y del despertar indígena que finalmente desencadenó. Un proceso no muy distinto esta produciéndose en Ecuador. Por su parte, Cuba, librada del aislamiento por primera vez desde la década de 1960, ha contribuido y ha recibido ayuda de las convulsiones andinas.Pero por el momento todo contagio político adicional se ha visto interrumpido, con la derrota por escaso margen de Humala en Perú, el segundo mandato de Uribe en Colombia y la consolidación de la presidencia de Calderón en México. Desde el punto de vista político, América Latina sigue siendo el continente mas fluido y preñado de esperanzas. Pero por el momento, aunque no hay un cierre del horizonte político como el de Europa, parece sin embargo como si sólo condiciones excepcionales –gran riqueza petrolífera, una concentración indígena– puedan ir mas alla de las diferentes variantes latinoamericanas de lo que se considera políticamente respetable.
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¿Qué sucede con el resto del mundo? En Estados Unidos, invirtiendo el modelo de la posguerra, el conflicto partidario y la tensión ideológica son ahora mucho mas intensos que en Europa. La mayor parte de esto tiene que ver con el esquizofrénico sistema de valores estadounidense –una cultura que combina la comercialización mas desenfrenada de la vida con su sacralización mas devota situandose al respecto «liberales» y «conservadores» en extremos opuestos– y apenas tiene relevancia para la oposición contra el capital. La guerra en Iraq ha conducido a un despertar del malestar en estratos de la base del Partido Demócrata, capaz de causar modestas turbulencias en lo que de lo contrario sería una suave restauración clintoniana, dando a ésta un cierto sesgo progresista con gestos de fachada. En la pequeña izquierda estadounidense que se solapa con este medio, la presidencia deBush ha tenido efectos ambiguos: por un lado, le ha dado un impulso político, por otro, ha debilitado sus defensas endémicamente fragiles contra el desplome en brazos de los demócratas, cuyos principales candidatos han dejado clara su reticencia a evacuar Iraq y su disposición a tomar en consideración un ataque contra Iran. Sin embargo, de ahondarse la crisis de los mercados crediticio e inmobiliario, el descontento con dos décadas de creciente desigualdad social, que ya se hace notar, reduciría sin duda las opciones de política exterior, obligando a tomar medidas de reparación en la política interna.
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En Rusia, parece como si a corto plazo no pudiera haber oposición de ningún tipo al régimen en funciones. Las nuevas leyes electorales estan diseñadas para neutralizar a los comparsas liberales y comunistas. Durante el mandato de Yeltsin, el empobrecimiento catastrófico de sectores enteros de la población no produjo protestas sociales. Hoy, aunque todavía son muchos los que continúan viviendo en la pobreza, la mejora general de las condiciones de vida bajo Putin ha sido significativa, y ha generado una aprobación generalizada de su gobierno. El único y descontado punto peligroso para el régimen sigue siendo Chechenia, donde la insurgencia ha sido diezmada, pero el gobierno del clan de los renegados es un mecanismo que podría explotarle en las manos. La identidad nacional no sera facil de erradicar. En cuanto a Japón, donde el PLD sigue tristemente al mando, los dos principales partidos son aún menos distinguibles que enEstados Unidos: el PSJ se ha extinguido, y el PCJ vegeta en un gueto. No hay otro país capitalista avanzado en el que el sistema político esté tan petrificado.
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India es todo lo contrario: constantes cambios de gobierno, inestabilidad electoral, protestas masivas, huelgas a gran escala, malestar rural (por no hablar de los progromos religiosos). En la actualidad, el gobierno del Partido del Congreso en Delhi depende de la tolerancia parlamentaria comunista, que restringe el margen de maniobra neoliberal en el centro. En Bengala occidental, el Partido Comunista de la India (marxista) ha sido reelegido por sexta vez consecutiva, lo que representa un registro impresionante para cualquier partido del mundo. Sin embargo, después de haber cumplido con la promesa de la reforma agraria en el campo, a diferencia de otras regiones de India, con su nuevo líder el PCI(M) esta reorientandose en una dirección favorable a las empresas, modificando la legislación fiscal, adoptando medidas duras contra los campesinos y los sindicatos para atraer la inversión extranjera, aunque todavía le queda un largo camino, si lo comparamos con el otro gran partido comunista en una sociedad capitalista que sobrevive después de la Guerra Fría, el Partido Comunista Sudafricano, que anida en un régimen del CNA que ofrece un tragico paralelo respecto a Brasil. La considerable y activa intelligentsiaindia conserva una importante ala marxista, que no se muestra nada servil a la oficialidad de la izquierda; aunque en un cinturón vertical alargado que seextiende desde Nepal, donde la monarquía feudal se mantiene en pie a pesar de la insurgencia maoísta, las guerrillas naxalitas que se han reactivado tienen el control de las zonas rurales. India es un país tan grande que estas expresiones de resistencia coexisten dentro de un Estado aún estable y cada vez mas neoliberal. Pero se trata de un medioambiente político mucho mas abierto que en cualquier otra parte del mundo, excepto América Latina.
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En lo que atañe a cualquier tipo de acción colectiva, China sigue siendo un régimen despiadadamente represivo, en el que las protestas en las aldeas –contra la expropiación de tierras, los funcionarios mafiosos y la degradación medioambiental– son aplastadas a miles cada año, cada vez conmas víctimas mortales. Alarmados por los niveles de malestar rural, los gobernantes han hecho concesiones fiscales al campesinado, al mismo tiempo que aumentan los efectivos de la policía antidisturbios. Salvo en el caso de algunas ciudades mineras del carbón, hasta el momento las ciudades han estado mucho mas tranquilas que las aldeas. En aquellas, cuando no son directamente suprimidos por funcionarios y directivos, los conflictos laborales suelen ser desviados a los tribunales. Aunque esta respaldado por el rapido crecimiento y los llamamientos al orgullo nacional, el gobierno es al mismo tiempo objeto de desconfianza y beneficiario de una legitimidad pasiva general. Buena parte de la intelligentsia, tradicionalmente un factor de poder en la sociedad china, se muestra desafecta: bien articulando unacrítica liberal ante la falta de libertades políticas, o bien mostrandose crítica desde un punto de vista social ante la carrera hacia un sistema económico cruelmente polarizado. El surgimiento de una nueva izquierda china, uno de los desarrollos mas esperanzadores de los primeros años del siglo, vive hoy bajo la estrecha vigilancia del régimen.
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En resumen: en estos años hemos asistido a algunas manifestaciones espectaculares de la voluntad popular –el FSM en 2001-2002, Venezuela en 2002- 2003, Bolivia en 2004, Francia en 2005– y un mosaico de resistencias en otros lugares, pero el flujo general del periodo ha sido un desplazamiento hacia la derecha, a medida que se ha consolidado un nuevo Concierto de potencias, las calles arabes continúan paralizadas, y los imperativos de los mercados financieros son asumidos cada vez mas como condiciones de la existencia social, desde Europa a Extremo Oriente, desde América Latina a Sudafrica, desde Australia a la mas remota Micronesia. Maquilladas ahora por regla general con preocupaciones «sociales» de uno u otro tipo –hasta los republicanos han aceptado el aumento del salario mínimo; Putin ha aumentado las pensiones; el PCCh ha abolido los trabajos forzados en las aldeas–, las doctrinas neoliberales constituyen en casi todas partes la gramatica basica del gobierno. La convicción de que no hay alternativa a las mismas ha calado en la conciencia popular. En el límite, como en Francia, los gobernantes que las implementan suelen ser rechazados por los votantes, sólo para entregarel poder a nuevos gobernantes que con la misma regularidad llevan a cabo la misma política que antes. En este universo pacificado, el grito de «Otro mundo es posible» corre el riesgo de sonar cada vez mas desesperado. Dejando a un lado las abstracciones normativas (como el socialismo de los cupones de Roemer) o los paliativos locales (como el impuesto Tobin o el movimiento del Jubileo), ¿de qué alternativas estratégicas disponemos en la actualidad? Las candidatas mas plausibles son propuestas como la pensión global de Robin Blackburn o el euroestipendio de Philippe Schmitter(9), que estan diseñados para dar un giro a los quebraderos de cabeza del establishment –crisis de las pensiones; PAC– en una dirección inesperadamente radical y de gran alcance. Sin embargo, planes tan ingeniosos son escasos y dispersos. ¿Qué otros cabe discernir? En un modo mas estratosférico, el experimentalismo de Roberto Unger ofrece una serie de modalidades para aumentar el poder y los recursos de los individuos (10), cuya premisa explícita es la ausencia de toda exigencia –y la probabilidad decreciente– de crisis objetiva en el sistema capaz de dar a luz movimientos radicales o revolucionarios en el pasado. Sin embargo, es probable que la validez –económica, social y ecológica– de ese presupuesto sea la clave que pueda abrir el cerrojo del futuro. Los lectores de The Economics of Global Turbulence, Planet of Slums, o The Monster at Our Door* podrían no dejarse convencer tan facilmente. Las vulnerabilidades primordiales del sistema yacen en lostres dominios descritos por Polanyi hace sesenta años: trabajo, naturaleza, dinero. Éstos, sostenía, formaban un trío de «mercancías ficticias» creadas por el capital, puesto que, aunque eran intercambiadas en el mercado, ninguna de ellas era producida para la venta. «El trabajo no es mas que otro nombre de la actividad humana que es consustancial a la vida, que a su vez no es producida para la venta sino por motivos completamente diferentes; la tierra no es mas que otro nombre de la naturaleza, que no es producida por el hombre; el dinero real tan sólo es una señal de poder de compra que, por norma, no es producido en absoluto, sino que existe gracias al mecanismo bancario o de las finanzas estatales». Pero una vez que estas ficciones se introdujeron plenamente, fueron capaces de demoler toda existencia social sostenible. «Los seres humanos», privados de toda cubierta protectora, y reducidos a mercancías desnudas, «perecerían a causa de los efectos de la exposición social; morirían como víctimas de un trastorno social agudo»; «la naturaleza quedaría reducida a sus elementos, los barrios y paisajes serían profanados, los ríos contaminados, la seguridad militar puesta en peligro, la capacidad de producir alimentos y materias primas destruida»; mientras que «la escasez y el exceso de dinero se demostraría tan desastrosa para los negocios como lo fueran las inundaciones y las sequías en la sociedad primitiva» (11). Polanyi, que creía que «ninguna sociedad puede soportar los efectos de semejante sistema ni siquiera por elperiodo mas corto de tiempo a no ser que su sustancia natural y humana, así como su organización empresarial, estuviera protegida contra los estragos de esa fabrica satanica», esperaba una renovación de los impulsos de reforma originales que él pensaba que le habían puesto freno en el siglo XIX. La «gran transformación» desde la década de 1980 se ha movido en la dirección opuesta. ¿Y qué decir de sus ficciones reinantes? El trabajo a disposición del capital se ha multiplicado a un ritmo nunca antes visto. En
1980 la fuerza de trabajo global en las economías capitalistas era ligeramente inferior a mil millones de personas, aumentando hasta algo menos de mil quinientos millones en 2000.
Sin embargo, para esa fecha China, la antigua Unión Soviética y la India han añadido una cifra algo superior al número total de trabajadores empleados por el capital. Esa duplicación de la clase trabajadora mundial hasta los tres mil millones en el intervalo de unos pocos años, en condiciones que con frecuencia son tan duras como a principio del siglo XIX, es el mayor cambio estructural del periodo. Estan por ver sus consecuencias a largo plazo. A corto plazo, supone un activo antes que una amenaza para el capital, debilitando el poder de negociación del trabajo, reduciendo la proporción global entre capital y trabajo, con arreglo a las estimaciones mas dignas de crédito, en un 55-60 por 100 (12). En este frente, el sistema parece bastante a salvo por el momento, tal como indica el inventario de las oposiciones al mismo. La naturaleza siguesiendo mas impredecible. Aunque ahora se admite la magnitud de su amenaza para la estabilidad del sistema, la proximidad de los diferentes peligros esta menos clara, y las medidas para evitarlos siguen siendo objeto de discusión.
La posibilidad de una conmoción sistémica que modifique todos los calculos del futuro es algo manifiesto. Chernobyl fue un breve vislumbre de los efectos que puede provocar un desastre provocado por el hombre. Las catastrofes ecológicas a escala planetaria, cada vez mas objeto de temor, hasta ahora no han servido de motivo para unir a los Estados en torno a programas de prevención. El capital, unido contra el trabajo, permanece dividido contra la naturaleza, a medida que las empresas rivales y los gobiernos intentan endosarse unos a otros los costes de su amortización. Al final es probable que se imponga la lógica de la acción en común, y en este sentido no cabe duda de que en principio el sistema puede adaptarse para enfrentarse a las emisiones de carbono, el aumento del nivel del mar, la deforestación, la escasez de agua, las nuevas epidemias y problemas semejantes.
En la practica, nada garantiza que pueda hacerlo en los plazos necesarios. En este frente, la complacencia esta menos justificada: los conflictos inminentes sobre quién debe pagar la cuenta por limpiar la tierra podrían tornarse en lo mas parecido a los antagonismos interimperialistas de antaño, que hicieron tambalearse el sistema en su momento.
Con toda probabilidad, el dinero sigue siendo el eslabón mas débil, por lo menos en unfuturo tangible. Los desequilibrios del orden financiero global, a medida que Estados Unidos continúa acumulando cuantiosos déficits comerciales, China y Japón acumulan enormes montones de dólares, Europa sufre a causa de las importaciones baratas procedentes de Asia y de una moneda estadounidense depreciada, son ahora uno de los asuntos que merecen la mayor parte de los comentarios alarmistas en la prensa económica mundial. La expansión ciega del crédito ha estimulado una burbuja inmobiliaria en una economía capitalista importante tras otra –Estados Unidos, Gran Bretaña, España, Irlanda, Australia– mientras que incluso aquellas que no la padecen de forma particularmente grave –Alemania– se han visto enredadas en los laberintos de la titularización. Los mecanismos de coordinación interestatal desarrollados desde la década de 1970, encabezados por el G8, y los acuerdos mas recientes entre los bancos centrales, estan alerta para prevenir una licuefacción de los mercados de capitales. Pero dado el consentimiento de todos, la velocidad y magnitud de las crisis financieras corre el riesgo de aplastarlos. Detras del torbellino del dinero se esconden, en todo caso, enormes desplazamientos tectónicos de la economía real, de la que constituyen su expresión mas volatil. A este respecto, la cuestión aún no resuelta esta clara. En los mercados mundiales acosados por la superproducción en muchas industrias clave antes de la entrada de China e India, ¿superara la expansión de la demanda global que ambos países representan al potencial deexceso adicional de oferta que acarrean, o excedera tanto aquella a ésta hasta el punto de intensificar las tensiones en el sistema en su conjunto? Con independencia de la respuesta, a corto plazo el ambito monetario parece ser el candidato mas probable para desencadenar las inestabilidades que estan por llegar.
IV. ¿Optimismo de la inteligencia?
Dejando a un lado estas consideraciones, el rapido sondeo esbozado mas arriba se limita a un breve intervalo de tiempo, no mas de siete años, y se pega a la superficie de los acontecimientos. Pero si adoptamos una óptica de mayor alcance, ¿cabe detectar transformaciones mas profundas en curso, que apunten a diferentes conclusiones políticas? Al menos cuatro lecturas alternativas de los tiempos –puede haber mas– ofrecen diagnósticos de las direcciones en las que se mueve el mundo que son sustancialmente mas optimistas. Tres de ellas se remontan a los primeros años o a mediados de la década de 1990, pero han continuado desarrollandose después del 11-S. La mas conocida es, por supuesto, la visión que encontramos enImperio, de Hardt y Negri, al que las otras tres hacen referencia, positiva y al mismo tiempo crítica. Faces of Nationalism y, de próxima publicación, Global Nations de Tom Nairn, exponen una segunda perspectiva. El largo siglo XX y Adam Smith en Pekín, de Giovanni Arrigí (13), constituyen una tercera. Los últimos ensayos de Malcom Bull, que culminan con «States of Failure» publicado en esta revista, proponen una cuarta. Toda reflexión sobre el periodo actual debetomarse en serio lo que, desde un punto de vista superficial, podrían considerarse lecturas contraintuitivas de las mismas.
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A grandes rasgos, el analisis de Tom Nairn trata de lo siguiente: el marxismo se basó siempre en una distorsión del propio pensamiento de Marx, formado en las luchas democraticas de Renania en la década de 1840. Mientras que Marx suponía que el socialismo era posible a largo plazo, sólo cuando el capitalismo hubiera completado su obra de alumbramiento de un mercado mundial, la impaciencia tanto de las masas como de los intelectuales condujo a los atajos fatales que tomaron Lenin y Mao, sustituyendo la democracia y el crecimiento económico por el poder del Estado. El resultado fue un desvío del río de la historia mundial sobre las tierras pantanosas de un moderno medievo. Pero el hundimiento del comunismo soviético en 1989 ha permitido que ahora el río vuelva a fluir hacia su delta natural: la globalización contemporanea, porque el significado central de ésta es la generalización de la democracia en todo el mundo, cumpliendo al menos los sueños de 1848, aplastados en tiempos de Marx. Sin embargo, el propio Marx cometió un error crucial, pensando que la clase debía ser la portadora de la emancipación histórica, en forma de proletariado. De hecho, como ya mostrara el modelo europeo de 1848, y todo el siglo XX se encargaría de confirmar, eran las naciones, y no las clases, las que iban a convertirse en las fuerzas motrices de la historia y en las depositarias de la revolución democratica por la que luchó.Pero, del mismo modo que el marx-ismo construyó una falsa democracia, también la nacionalidad se vio confiscada a su debido tiempo por el nacional- ismo –esto es, por las grandes potencias imperialistas– en el periodo posterior a la Guerra civil estadounidense y la Guerra franco-prusiana. Sin embargo, en la segunda mitad del siglo XX, la descolonización del Tercer mundo y la descomunistización del Segundo permitieron potencialmente a las naciones sin nacionalismo heredar el suyo, derivandose de ahí los únicos marcos posibles para «la generalización y profundización de la democracia como precondición de cualesquiera formas sociales que el océano que se abre ante nosotros puede hacer posibles»(14). Después del 11-S una reactivación del nacionalismo de gran potencia y una economaníaneoliberal propiciados por Estados Unidos han secuestrado temporalmente el impulso progresivo de la globalización. Sin embargo, no nos propulsara hacia ninguna uniformidad de mercado. Su lógica profunda exige, por el contrario, una diversidad de naciones democraticas para ser humanamente soportable, como una necesidad antropológica, dado el sufrimiento causado por una pérdida de vínculos incompatible con cualquier tipo de identidad. Ninguna homogeneidad social o cultural nos espera en el supuesto fin de la historia. «Todavía estamos en medio de los rapidos de la modernidad».
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Hardt y Negri coinciden en que la globalización es esencialmente un proceso de emancipación, pero llegan a un veredicto diametralmente opuesto acerca del papel de lasnaciones en su interior. Su historia comienza antes, en el siglo XVI, cuando el espíritu liberador del Renacimiento se vio aplastado por una contrarrevolución barroca que erigió el absolutismo como la forma originaria de la soberanía moderna. Heredada esencialmente sin modificaciones por los Estados-nación de la época industrial, la disolución de este legado, con la disolución de los Estados-nación mismos en un «Imperio» único y uniforme, marca el amanecer de una nueva era de libertad e igualdad. A este respecto, el punto de inflexión no fue el derrocamiento del comunismo en 1989 –apenas mencionado–, sino la década de 1968-1978, cuando la victoria antiimperialista en Vietnam y las revueltas de obreros, parados y estudiantes en Occidente forzaron una reconfiguración del capitalismo en su apariencia universal contemporanea. Con la llegada del Imperio universal, también las clases –como las naciones– se extinguen lentamente, a medida que el capital genera el trabajo cada vez mas «inmaterial» de una única y no menos universal multitud. Terminaron los días de la liberación nacional, de la clase obrera, de las vanguardias revolucionarias. Pero del mismo modo que el Imperio fue creado por la resistencia desde abajo, también caera por obra de esa resistencia, a medida que redes espontaneas de oposición al mismo proliferen en toda la tierra. De la espiral de acciones de esta multitud –manifestaciones, migraciones e insurrecciones– movidas por un común deseo biopolítico de paz y democracia, florecera un mundo posliberal ypostsocialista. Sin las mistificaciones de la soberanía o de la representación, todos gobernaran por primera vez en libertad e igualdad. Podría suceder en cualquier momento. «Hoy el tiempo esta escindido entre un presente ya muerto y un futuro que ya vive –y el profundo abismo entre ambos se ha tornado enorme–. Llegado su momento, un acontecimiento nos empujara como una flecha en ese futuro viviente»(15).
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El relato de Arrighi comienza también en el Renacimiento, con el ascenso de la banca genovesa en el siglo XIV, en lugar del absolutismo español del siglo XVI. Su forma es cíclica. La expansión capitalista siempre es material en un principio, esto es, una inversión en la producción de bienes, y la conquista de mercados. Pero cuando el exceso de competencia hace que caigan los precios, se produce un brusco cambio hacia la expansión financiera –inversión en especulación e intermediación– en tanto que vía de escape. Cuando a su vez ésta pierde vigor, deja paso a un «tiempo de caos sistémico», en el que los capitales territoriales rivales resuelven sus diferencias mediante sus respectivos Estados, en el campo de batalla militar. El Estado que surge victorioso de esas guerras establece una hegemonía en todo el sistema que permite un nuevo ciclo de expansión material para comenzar de nuevo. Esa hegemonía suele implicar un nuevo modelo de producción, que asocia capitalismo y territorialismo con arreglo a modalidades inauditas, capaz de convencer a todos los demas Estados de que la potencia hegemónica es «la fuerza motriz de unaexpansión general del poder de todas las clases dominantes sobre sus súbditos», que descansa en un bloque social mas amplio. De la Guerra de los Treinta años surgió la hegemonía holandesa (finanzas globales mas monopolio comercial); de las Guerras napoleónicas, la hegemonía britanica (finanzas globales, predominio en el libre comercio, primer sistema fabril); de las dos Guerras mundiales, la hegemonía estadounidense (finanzas globales, libre comercio y corporaciones industriales). ¿Y hoy? Como Hardt y Negri, Arrighi considera las revueltas antiimperialistas y obreras el moderno punto de inflexión, que pone fin al ciclo de expansión material, forzando al capitalismo a la fuite en avant de la expansión financiera. Un ciclo que ahora se esta agotando a su vez, del mismo modo que la hegemonía estadounidense entra en una crisis mortal en Iraq. ¿Qué va a pasar ahora? La clase trabajadora mundial no ha dejado de cobrar fuerza (16), pero el gran desarrollo es el ascenso de Extremo Oriente. A principios de la década de 1990, centrandose en Japón, Arrighi pensaba que había tres posibles futuros para la humanidad: un imperio mundial, es decir, una reafirmación del control imperial estadounidense sobre el globo; una sociedad mundial de mercado, en la que Extremo Oriente, bajo la dirección de Japón, podría contrarrestar a Estados Unidos de tal suerte que ningún Estado podría por sí solo seguir ejerciendo la hegemonía; o el descenso a un estado de guerra generalizada, en un ataque final de caos sistémico que podría destruir el planeta.
Unadécada mas tarde, con el ascenso aún mas preñado de consecuencias de China, descarta la primera posibilidad, conservando sólo la esperanzadora segunda y –diminuendo– la catastrófica tercera (17). El surgimiento de una sociedad mundial de mercado, predicha hace mucho tiempo por Adam Smith, significaría el final del capitalismo, puesto que el nexo entre el Estado y las finanzas, nacido de la rivalidad interestatal, que define a aquel, habría desaparecido; y la llegada de la tan esperada y necesaria equiparación de la riqueza entre los pueblos de la tierra, que él mismo auspiciaba.
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En cambio, la historia de Bull comienza en el siglo XVII, con las primeras indicaciones de una inteligencia colectiva involuntaria, distinta de la voluntad colectiva consciente, en el pensamiento político de Spinoza. Pasando de Mandeville directamente a Smith, en la figura de la mano invisible del mercado, y a Stewart, en la figura del origen natural del gobierno, esta tradición se tradujo finalmente en la teoría general del orden espontaneo de Hayek –tal vez la mas poderosa de todas las legitimaciones del capitalismo–. Hoy ha vuelto a reaparecer con la «inteligencia en enjambre» de la multitud de Hardt y Negri, contrapuesta al Estado que supuestamente encarna la soberanía popular, que se remonta a Rousseau18. Sin embargo, la dicotomía a la que vuelven Hardt y Negri es en efecto una expresión del punto muerto de la agencia política contemporanea, que se ha traducido en un estancamiento provocado por las presiones del mercado globalizado y lasreacciones populistas de defensa contra el mismo. En su tiempo, sugiere Bull, Hegel ofreció una solución de la antinomia. LaFilosofía del derecho contruye un transito de la inteligencia espontanea de la sociedad civil –el mercado, tal como fue teorizado por la economía política escocesa– a la voluntad ordenada de un Estado liberal. Desmantelado a principios del siglo XX por sus adversarios de derecha e izquierda, tal es el legado que precisa una metamorfosis. Puesto que lo que ha ocurrido entretanto ha sido la desintegración del Estado global, cuyas encarnaciones superpuestas han sido los imperios europeos, soviético y estadounidense: primero la descolonización, luego la descomunistización y ahora, manifiestamente, el declive de la hegemonía estadounidense. Así, pues, ¿significa esto el estreno imparable de una sociedad global de mercado: la inteligencia colectiva desprovista de toda voluntad colectiva? No necesariamente. La entropía del Estado global podría liberar en su lugar estructuras disipativas que invertirían la fórmula hegeliana: no subsumiendo la sociedad civil en el Estado, sino –en la dirección opuesta– reconstituyendo la sociedad civil sobre una base potencialmente no de mercado, con arreglo a la extinción del Estado, que antaño imaginaran Marx y Gramsci.
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Estas construcciones forman un conjunto de empresas imaginativas, que tratan de mirar mas alla de los titulares epifenoménicos del periodo conforme a una lógica a largo plazo de los cambios histórico-mundiales que estamos atravesando. Sin embargo, por masapartada de la patina de los acontecimientos actuales que pueda parecer una u otra, cada una de ellas puede señalar rasgos empíricos del periodo como prueba de su argumento. La democracia representativa se ha extendido por todo el mundo desde finales de la década de 1980, desde Europa del Este hasta Extremo Oriente y Sudafrica, sin que puedan divisarse retrocesos o parones; han nacido nuevos Estados-nación, desde el Caúcaso hasta el Pacífico, y sin embargo no se ha inventado ninguna forma de democracia que los supere. Las redes populares se han fusionado sin dirección central, en Seattle o Génova. Los porcentajes estadounidenses del comercio y de la producción mundiales han descendido. China –y en general Extremo Oriente– se convertira probablemente en el centro de gravedad de la economía global dentro de unas décadas. En efecto, las reacciones populistas han sido hasta el momento la principal respuesta a la expansión del mercado globalizado.
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Desde el punto de vista intelectual, las cuatro versiones parten de pensadores anteriores al surgimiento del socialismo moderno: Spinoza para Negri, Smith para Arrighi, Hegel para Bull, Marx antes de Marx (el joven demócrata renano, anterior alManifiesto) para Nairn. Todos tienen una formación italiana, pero en cierta medida también podrían decir, con Negri: «He lavado mi ropa en el Sena». Esto es algo manifiesto en el caso de Hardt y Negri, buena parte de cuyo vocabulario –el Imperio planar; el nómada; el biopoder– proceden directamente de Deleuze o Foucault. Pero también esvalido en el caso de Arrighi, cuya visión del capitalismo depende fundamentalmente de Braudel. Para Nairn, es Emmanuel Todd el que ha descifrado con la mayor audacia, aunque un tanto locamente, las premisas antropológicas de la modernidad. El último pensador citado por Bull, y el mas cercano a su propósito desde el punto de vista descriptivo, es Sartre. Desde el punto de vista político, las cuatro versiones coinciden en que la globalización ha de ser recibida con aprobación, y en que ha acarreado consigo los primeros o últimos estertores de la hegemonía estadounidense (19).
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La principal línea divisoria entre las diferentes versiones sigue el eje del Estado. Para Hardt y Negri, Arrighi y Bull, la extinción del Estado –nacional, en el primer caso; hegemónico en el segundo; global en el tercero– trae consigo el eclipse del capital. Para Nairn, sucede al revés: sólo la plena emancipación del Estado-nación puede universalizar la democracia, y asegurar la diversidad cultural necesaria para la invención de nuevas formas sociales, que tendran que ser imaginadas, mas alla del orden neoliberal. Las preguntas que pueden formularse a cada una de estas construcciones estan bastante claras. A Nairn la siguiente: puede que la democracia esté extendiéndose por el mundo, ¿pero no esta tornandose cada vez mas débil a medida que se extiende, no de forma accidental, sino como una condición de su extensión? Han surgido nuevos Estados-nación, pero casi todos los recién llegados son débiles o marginales. Es posible que alguna forma de fronteraconstituya un a priori antropológico, ¿pero por qué debe ser nacional, en vez de civilizatoria, regional, cantonal o de otro tipo? A Hardt y Negri esta pregunta: ¿es la multitud no sólo una figura teológica, como queda implicado en su prometido «éxodo», y el «acontecimiento» que instalara la democracia universal en lugar del Imperio un fenómeno milagroso? A Arrighi esta cuestión: el imperio mundial o la sociedad mundial de mercado sólo podría suponer el fin del capitalismo si la definición que Braudel ofrece de éste último como algo que se limita a la esfera de las altas finanzas –y no a las del comercio o la producción– generada por la rivalidad interestatal, fuera valida. Ahora bien, ¿lo es? ¿y es realmente cierto que la insurgencia de los trabajadores a escala mundial ha venido aumentando desde la década de 1980? A Bull la siguiente pregunta: un punto muerto entre la globalización del mercado y las reacciones populistas contra la misma implica que ambos tienen un peso equivalente, y que por ende ninguno avanza a expensas del otro: ¿es esto lo que indican los últimos veinte años? Si la versión actual del Estado global (esto es, la hegemonía estadounidense) esta disolviéndose, ¿por qué no habría de traducirse en un mosaico de potencias regionales de mercado, delimitado por espacios de civilización, en lugar de en una sociedad civil global sea o no de mercado, de acuerdo con las tesis de Hungtinton? Pero estas son visiones que marcan indudables puntos de referencia para la discusión del futuro. Los argumentos que sepresenten contra las mismas han de ser de la misma calidad.
Bibliografía
1 El tamaño de las reservas ocultas de Iraq, que continúa cifrandose en un múltiplo incierto de la producción del país, podría haber pesado mas en el pensamiento a largo plazo sobre la guerra, tal como ha insinuado Greenspan.
2 Ermattungsstrategie: «estrategia de desgaste»; Niederwerfungsstrategie: «estrategia de la derrota » –términos acuñados por el historiador militar aleman Hans Delbrück una década después de la Guerra franco-prusiana. Para sus usos políticos, véase «The Antinomies of Antonio Gramsci», NLR I/100 (noviembre-diciembre 1976), pp. 61-70.
3 El sobresaliente trabajo de John Mearsheimer y Stephen Walt ha roto finalmente ese silencio: primero con su ensayo, «The Israel Lobby», London Review of Books, 23 de marzo de 2006, y luego con el libro al que dio lugar, The Israel Lobby and US Foreign Policy, Nueva York, 2007. Véase también el informe bien documentado de Michael Massing, «The Store over the Israel Lobby», The New York Review of Books, 8 de junio de 2006. En marcado contraste se ha puesto de manifiesto la pusilanimidad general de la izquierda estadounidense, inclinada a hacer hincapié en el papel de su espantajo, la derecha cristiana, como culpable mas aceptable, mientras que en realidad la función de esta última ha sido claramente la de una force d’appoint [fuerza de apoyo]. Los políticos israelíes son mas vigorosos, cuando Olmert describe sin ambages «las organizaciones judías» como «nuestra base de poder en EstadosUnidos»: Financial Times, 30 de noviembre de 2007.
4 Pocos días después del ataque, Fredric Jameson señalaba lo siguiente: «Los acontecimientos históricos no son puntuales, sino que se extienden en un antes y un después del tiempo que sólo se revela gradualmente», London Review of Books, 4 de octubre de 2001. Para una argumentación completa de su tesis, véase «The Dialectics of Disaster», South Atlantic Quarterly (primavera 2002), pp. 297-304.
5 Véase Bruce Lawrence (ed.), Messages to the World. The Statements of Osama Bin Laden, Londres y Nueva York, 2005, pp. 9-10 [ed. cast.: Mensajes al mundo. Los manifiestos de Osama Bin Laden, Madrid, Foca, 2007].
6 Véase la consideración de Ali Allawi, ministro de Finanzas bajo la ocupación estadounidense, escasamente inclinado a minimizar la tiranía del régimen: «El partido Ba’ath tenía mas de dos millones de miembros en el momento en el que el régimen fue derrocado. Pero no era en modo alguno exclusiva o incluso predominantemente arabe suní. Los chiíes e incluso los turcomanos y unos pocos kurdos estaban bien representados en toda la estructura del partido », aunque, por supuesto, «los escalafones superiores del partido, y sus unidades clave organizativas y de seguridad eran abrumadoramente suníes». Concluye: «No basta con equiparar sus años en el poder con las calamidades que se han precipitado sobre Iraq. El Partido Ba’ath se había metamorfoseado en algo mas. Se convirtió en una abreviatura simbólica que recubría lealtades mas complejas»: A. Allawi, The Occupation of Iraq, New Haven, 2007, pp.148-149.
7 Para una tesis convincentemente argumentada, aunque teñida con una ironía final, de que semejante resultado sería un óptimo arreglo para Estados Unidos, véase Jim Holt, «It’s the Oil, London Review of Books, 18 de octubre de 2007.
8 Para esta distinción, véase el penetrante ensayo de Stephen Gill, «A Neo-Gramscian Approach to European Integration», Alan Cafruny y Magnus Ryner (eds.), A Ruined Fortress? Neo-liberal Hegemony and Transformation in Europe, Lanham, 2003.
9 Véanse, respectivamente, «Plan para una pensión global», NLR 47, septiembre-octubre de 2007, pp. 71-92; y How to Democratize the European Union and Why Bother?, Lanham, 2000, pp. 44-46.
10 Véase, como contribución mas reciente, What Should the Left Propose?, Londres y Nueva York, 2006; y acerca del discurso sobre la crisis, False Necessity, Londres y Nueva York, 2004, pp. 540-546.
* Robert Brenner, Teoría económica de la turbulencia global, Madrid, «Cuestiones de antagonismo », Akal 2008; Planeta de ciudades miseria, Madrid, Foca, 2008; El monstruo llama a nuestra puerta. La amenaza global de la gripe aviar, Mataró, Ediciones de Intervención Cultural, 2006. [N. del T.]
11 K. Polanyi, The Great Transformation, Londres, 1944, pp. 72-73 [ed. cast.: La gran transformación, Madrid, La Piqueta, 1989].
12 Para estas estimaciones, véase Richard Freeman, «What Really Ails Europe (and America). The Doubling of the Global Workforce», The Globalist, 3 de junio de 2005. Freeman, uno de los principales economistas de Harvard, dirige el LaborStudies Program en el National Bureau of Economic Research.
13 Giovanni Arrighi, El largo siglo XX [1994], Madrid, «Cuestiones de antagonismo 3», Akal, 2000; Adam Smith en Pekín, Madrid, «Cuestiones de antagonismo 50», Akal, 2007. [N. del T.]
14 Tom Nairn, «History’s Postman», London Review of Books, 26 de enero de 2006. Otros textos clave incluyen «Out of the Cage», «Make for the Boondocks», «Democratic Warming» y «The Enabling Boundary», LRB, 24 de junio de 2004, 5 de mayo de 2005, 4 de agosto de 2005 y 18 de octubre de 2007, respectivamente, y «America: Enemy of Globalization», openDemocracy, 2003.
15 Michael Hardt, Antonio Negri, Multitude, Nueva York, 2005, p. 358 [ed. cast: Multitud, Madrid, Debate, 2004].
16 Véase Beverly Silver, Forces of Labor: Workers’ Movements and Globalization since 1870, Cambridge, 2003 [ed. cast.: Fuerzas del trabajo, Madrid, «Cuestiones de antagonismo 31», Akal, 2005].
17 Giovanni Arrighi, Adam Smith in Beijing. Lineages of the Twenty-First Century, Londres y Nueva York, 2007, pp. 7-8 [ed. cast.: Adam Smith en Pekín, cit.].
18 Malcom Bull, «Los límites de la multitud», NLR 35, septiembre-octubre de 2005, pp. 19-39; seguido de «Estados del fracaso», NLR 40, julio-agosto de 2006. Textos posteriores: «Vectores de la biopolítica», NLR 45, mayo-junio de 2007, y «The Catastrophist», London Review of Books, 1 de noviembre de 2007.
19 La principal diferencia entre Imperio y Multitud radica en el derribo del ídolo de la República estadounidense en la segunda obra.


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