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Discurso sobre la crisis moral de la República




Enrique Mac Iver
Voy a hablaros sobre algunos aspectos de la crisis moral que atravesamos; pues yo creo que ella existe y en mayor grado y con caracteres mas perniciosos para el progreso de Chile que la dura y prolongada crisis económica que todos palpan.
Me parece que no somos felices; se nota un malestar que no es de cierta clase de personas ni de ciertas regiones del país, sino de todo el país y de la generalidad de los que lo habitan. La holgura antigua se ha trocado en estrechez, la energía para la lucha de la vida en laxitud, la confianza en temor, las espectativas en decepciones. El presente no es satisfactorio y el porvenir aparece entre sombras que producen la intranquilidad.


No sería posible desconocer que tenemos mas naves de guerra, mas soldados, mas jueces, mas guardianes, mas oficinas, mas empleados y mas rentas públicas que en otros tiempos; pero ¿tendremos también mayor seguridad; tranquilidad nacional, superiores garantías de los bienes, de la vida y del honor, ideas mas exactas y costumbres mas regulares, ideales mas perfectos y aspiraciones mas nobles, mejores servicios, mas población y mas riqueza y mayor bienestar? En una palabra, ¿progresamos?
Hace cinco años se levantó el censo decenal de la República. El recuento de la población no fue satisfactorio, pues aparecía un aumento por demas pobre y en escala muy inferior a la de anteriores censos.


Se dijo quela operación era completa y defectuosa y hasta ahora no ha sido oficialmente aprobada. Con esto pudimos desentendernos de un hecho tan grave y revelador del estado del progreso del país; pero, en verdad, deficiencias y vicios considerables en el censo no se ven y sus cifras continúan manifestando que la población no aumenta por lo menos en el grado que corresponde a un pueblo que prospera.
Mas, si el número de los habitantes de Chile no crece, o crece con desalentadora lentitud, en cambio el número de contravenciones de la ley penal aumenta con inusitadas proporciones.


Comienza a oirse que en Santiago, por ejemplo, se necesitan ocho jueces del crimen, el doble de los que existen, para entender medianamente las necesidades del servicio.
En el verano último se me hizo notar un curioso fenómeno que acaecía en uno de los departamentos de la provincia del Maule, y que probablemente se vera también en otras regiones del territorio. Los pequeños propietarios rurales enajenaban sus tierras a precios ínfimos para asilarse en los centros de población y lo hacían porque les faltaba seguridad para sus bienes y su vida. El bandolerismo ahuyenta de los campos a los labradores, el agente principal de la producción agrícola, en un país que desde hace veinte años mas sabe dónde esta el fondo de sus cajas.
Hace poco daba alguien cuenta de otro hecho curioso que se presenta en Chile. El número de escuelas ha aumentado; pero a medida que lasescuelas aumentan la población escolar disminuye.


No sé si la enseñanza primaria sea menor ahora de lo que fue en años atras; ello es probable porque los maestros formados en nuestros formados en nuestras escuelas pedagógicas adquieren conocimientos generales y profesionales mas extensos, mas completos y mas científicos que los recibidos en otros tiempos. Por desgracia, ni la superioridad técnica de los maestros, ni la mejoría de los métodos modifican la significación del dato relativo a la matrícula escolar hasta el punto de que fuera posible sostener que adelantamos, que la ilustración cunde, que la ignorancia se va. Pienso que no hay negocio público en Chile mas trascendental que éste de la educación de las masas populares. Es redimirla de los vicios que las degradan y debilitan y de la pobreza que las esclaviza y es la incorporación en los elementos de desarrollo del país de una fuerza de valor incalculable.
No me es difícil creer que la instrucción secundaria y superior se han generalizado considerablemente en los últimos tiempos; el número de personas ilustradas es mas crecido ahora de lo que fue antes; se puede encontrar un bachiller hasta en las silenciosas espesuras de los bosques australes.
Pero, ¿sera inexacto el hecho de que, estando mas extendida la instrucción y siendo mas numerosas las personas ilustradas, las grandes figuras literarias y políticas, científicas y profesionales que honraron a Chile y que con lainfluencia de su saber y sus prestigios encauzaron las ideas y las tendencias sociales carecen hasta ahora de reemplazantes? Hemos tenido muchos hombres de la pasada generación de nombradía americana y aun europea, y me parece que nadie se ofendera si digo que no acontece lo mismo en la generación actual.
Entre los elementos de progreso de una sociedad pocos hay superiores a energía para el trabajo y al espíritu de empresa. Uno y otro se desarrollan con la educación y el ejemplo, que es la gimnasia que los afirma y fortifica. Esa ha sido la principal fuerza del pueblo inglés y del pueblo americano y, en general, del europeo del occidente.


Ni de espíritu de empresa ni de energía para el trabajo carecemos nosotros, descendientes de rudos, pero esforzados montañeses del norte de España. ¿Adónde no fuimos? Preveíamos con nuestros productos las costas americanas del Pacífico y las islas de la Oceanía del hemisferio del sur, buscabamos el oro de California, la plata de Bolivia, los salitres del Perú, el cacao del Ecuador, el café de Centro América, fundabamos bancos en La Paz y en Sucre, en Mendoza y en San Juan; nuestra bandera corría todos los mares y empresas nuestras y manos nuestras bajaban hasta el fondo de las aguas en persecución de la codiciada perla.
A la iniciativa, al esfuerzo y al capital de nuestros conciudadanos debemos los primeros ferrocarriles y telégrafos, puertos, muelles, establecimientos de crédito, grandes canales deirrigación y toda clase de empresa.
¿Podría con verdad afirmarse que el espíritu y la energía que entonces animarían a nuestro país para el trabajo se hayan, no digo fortificado, sino siquiera mantenido? ¿Significaría algo el que hayamos perdido nuestra acción comercial e industrial en el extranjero y que el extranjero nos reemplace en nuestro propio territorio? En general ¿se gasta hoy actividad para la lucha de la vida y para crear fuentes de riqueza por medio del trabajo libre, o se ve una funesta tendencia al reposo enervante y a la empleomanía?
Preguntas son éstas que todos pueden responder y las respuestas no seran tal vez satisfactorias para los que cuentan entre los elementos de apreciación del progreso de un país, la energía de sus habitantes para el trabajo y el espíritu de empresa.
La producción en realidad no aumenta desde hace años, si no fuera por el salitre, podría decirse que disminuye; la agricultura vejeta, la minería aún en estos días de grandes precios, permanece estacionaria, la incipiente manufactura galvanizada con el dinero público y con el sacrificio de todos, no prospera; el comercio y el trafico son siempre los mismo y el capital acumulado es menor.


¿Tenemos algunos rieles mas, algunas escuelas, algunos pocos miles de habitantes? Enhorabuena; pero ¿qué importancia tiene esto para juzgar de nuestro adelanto, si esos centenares de rieles debieran ser millares, si esas docenas de escuelas debieran sercentenares y si esos pocos miles de habitantes debieran ser millones? ¿Y qué vale ello delante de las obras públicas en ruinas, de la agricultura decadente, de las minas inutilizadas, del animo enfermo? En el desarrollo humano el adelanto de cada pueblo se mide por el de los demas; quien pierde su lugar en el camino del progreso, retrocede y decae. ¿Qué éramos comparados con los países nuevos como el Brasil, la Argentina, Méjico, la Australia, el Canada? Ninguno de ellos nos superaba; marchabamos adelante de unos y a la par de los otros.
¿Que somos en el día de hoy? Me parece que la mejor respuesta es el silencio. Y sería bien triste por cierto que nos consolaramos de la pérdida de nuestro puesto preferente, con el poder militar, como se consolaban con su espada y sus pergaminos los incapaces que se veían desalojados por la actividad de los hombres de iniciativa y de trabajo.
No hay para qué avanzar en esta somera investigación acerca del estado del país en lo que se relaciona con su progreso; importa mas preguntarse ¿por qué nos detenemos? ¿Qué ataja el poderoso vuelo que había tomado la República y que había conducido a la mas atrasada de las colonias españolas a la altura de la primera de las naciones hispanoamericanas?
En mi concepto, no son pocos los factores que han conducido al país al estado en que se encuentra; pero sobre todos me parece que predomina uno hacia el que quiero llamar la atención y que es probablemente elque menos se ve y el que mas labora, el que menos escapa a la voluntad y el mas difícil de suprimir. Me refiero ¿por qué no decirlo bien alto? a nuestra falta de moralidad pública; sí, la falta de moralidad pública que otros podrían llamar la inmoralidad pública.
Mi propósito no es otro que el de señalar un mal gravísimo de nuestra situación, que participa mas de la naturaleza de mal social que de mal político, con el objeto de provocar un estudio acerca de sus causas y sus remedios, y para el fin de corregirlo en bien de todos y no en beneficio de individuos, bandos o partidos.
Quiénes son los responsables de la existencia de ese mal, no sé; ni me importa saberlo; expongo y no acuso, busco enmiendas y no culpas. La historia juzgara y su fallo ha de decir si la responsabilidad por la lamentable situación a que ha llegado el país es de algunos o de todos, resultado de errores y de faltas, o de hechos que no caen bajo el dominio y la previsión de los hombres.
Quería decir también que la moralidad pública de que hablo no es esa moralidad que se realiza con no apropiarse indebidamente los dineros nacionales, con no robar al Fisco, con no cometer raterías, perdóneseme la palabra. Tal moralidad, que llamaré subalterna, depende de otra mas lata moralidad, y sus quebrantos los sancionan los jueces ordinarios y no la decadencia nacional y la historia.
Hablo de la moralidad que consiste en el cumplimiento de su deber y de susobligaciones por los poderes públicos y los magistrados, en el leal y completo desempeño de la función que les atribuye la carta fundamental y las leyes, en el ejercicio de los cargos y empleos, teniendo en vista el bien general y no intereses y fines de otro género .
Hablo de la moralidad que da eficacia y vigor a la función del estado y sin la cual ésta se perturba y se anula hasta el punto de engendrar el despotismo y la anarquía y como consecuencia ineludible, la opresión y el despotismo, todo en daño del bienestar común, del orden público y del adelanto nacional.
Es esa moralidad, esa alta moralidad, hija de la educación intelectual y hermana del patriotismo, elemento primero del desarrollo social y del progreso de los pueblos; es ella la que formó en un Washington; es ella la que condujo a nuestra República al primer rango entre las naciones americanas de origen español y que se personalizó en ciertos tiempos, no en un hombre sino en el gobierno, en la administración, en el pueblo de Chile.
Yo no admiro y amo el pasado de mi país a pesar de sus errores y de sus faltas, por sus glorias en la guerra, sino por sus virtudes en la paz. Sin éstas, tan inútiles como en los actuales tiempos el salitre, habrían sido para la prosperidad de la República los grandes descubrimientos mineros, la creación de los mercados de California y Australia y las facilidades de la navegación que nos acercaron a todos los centros productores y de consumo.No hay qué encarecer la parte que corresponde a la moral pública en el adelantamiento de un pueblo, la historia de las nacionalidades americanas de nuestra misma raza de sobra lo demuestra.
No han sido ni un régimen nuevo disconforme con las costumbres, ni el aislamiento, ni la ignorancia, ni otros hechos semejantes, los que mantuvieron y aún mantienen en parte a las repúblicas que nacieron a la vida en el primer cuarto de este siglo que concluye, en un perpetuo vaivén entre la anarquía y el despotismo y apartadas del camino del progreso; ha sido la falta de moralidad pública, ha sido el olvido del deber por el funcionario y el abandono de la función pública para dar paso a las ambiciones personales, al odio, a la venganza, a la codicia y al interés de bandería.
¡Ignorancia! ¿Eran acaso sabios los pueblos del Brasil? ¿Fue mas ilustrado Chile que el Perú y Méjico, que Colombia y Venezuela?
¡El aislamiento, las distancias, la escasez de población! ¿Era mas densa nuestra población que la de Centroamérica? ¿Eran mas cortas las distancias en el Brasil que en el Uruguay? ¿Estaba menos aislado Chile que Méjico y el Perú?
¡El régimen nuevo desconforme con las costumbres! ¿Eran menos nuevo y mas conforme con las costumbres el régimen adoptado en Chile que el adoptado en Bolivia o en Nueva Granada? No niego la influencia de hechos como los aludidos en las anarquías y despotismo hispanoamericanos; pero nadie podra negar tampoco que asícomo se moderó el efecto de esos hechos en Chile, pudo moderarse en otras partes, si verdadero imperio hubiese ejercido la moral pública, si la idea, y el sentimiento del deber para con el país y la sociedad hubieran dominado en el funcionario.
Estos elementos morales del progreso, mas indispensables son en países que no pueden desenvolverse sino por medio del esfuerzo constante del hombre, que en otros donde la naturaleza mas generosa reemplaza en mucho la acción física e intelectual de aquél.
¿Se pondra en duda que, como obedeciendo a una ley de atavismo de la raza, se presenta hoy en Chile; aunque con manifestaciones diversas, el mismo fenómeno que perturbó el progreso de una gran parte de la América? ¿Pensara alguien que no sufre verdaderamente el país de una crisis moral así como ha sufrido y sufre de una crisis económica? Me atrevo a creer que no; y si engañara, bastaría poner los ojos en las funciones mas ordinarias y comunes del Estado para adquirir el convencimiento de que la moralidad pública se halla profundamente quebrantada entre nosotros.
¡Cuantos esfuerzos y cuantos sacrificios costó el derecho electoral!
Esa conquista del trabajo de muchos años, ese fruto de las lagrimas de nuestras mujeres y de la sangre de nuestros conciudadanos, ese premio de la energía y de la perseverancia de nuestros políticos y del pueblo, esa base de nuestras instituciones, del buen gobierno y del orden público, es mercancía que secompra y que se vende, materia que se falsifica, tema de una burda y siniestra comedia.
Y si mal funciona el poder electoral en su generación; ¡qué triste es su desempeño en lo que llamaremos su fiscalización o control! Ya no se califican elecciones sino que se justifican fraudes.
Ni en Chile ni en otras partes han sido siempre la ley y la verdad las inspiradoras de los que intervienen en ese acto. Generalmente dominan en él la pasión y el interés político o partidista, que tanto perturban el criterio y que es natural produzcan resoluciones erróneas o injustas de parte de las corporaciones políticas tratandose de cosas que a los partidos y a la política atañen.
Pero nótese el caracter del fenómeno que presenciamos. Entre nosotros no se viola la ley, no se desconoce la verdad, no se atropella el derecho, no se desnaturaliza y envilece, en una palabra, la función electoral fiscalizadora, por error producido por pasión nacida del interés político, por interés político proveniente de las convicciones y del anhelo del bien vinculado al predominio de un sistema o de un partido, como antes ha sucedido y en muchas partes sucede, no. El fenómeno es mas simple, mas llano, mas casero. Sin verdadero interés político o partidista, sin pasión, sin error, por mero apego a una persona o a un grupo o por antipatía a otra persona o a otro grupo, por tener un voto mas o por no tener un voto menos, por adquirir un adherente para otra injusticia o porno desagradar a alguien, por una pequeña venganza o por pagar un pequeño servicio, fría y tranquilamente, sin acordarse por un momento siquiera de los intereses públicos y del derecho, se quita al elegido su asiento y se da asiento al no elegido y se falsifica la representación nacional. No es un secreto para nadie que el voto parlamentario en la calificación de elecciones ha llegado a ser objeto de arreglos, de trueques, de contratos entre individuos o grupos.
He visto mucho malo, muy malo y mucho bueno, muy bueno; pero, lo digo francamente, eso no lo había visto nunca. Ha transcurrido mas de veinte años desde que una guerra tan justificada en su iniciación como gloriosa en su mantenimiento y fructífera en sus resultados, repletó de oro las arcas públicas. Los que éramos jóvenes en aquellos días legendarios no sentíamos dominado el espíritu por la embriaguez de la victoria ni afligido el corazón por los sacrificios de la grandiosa lucha; satisfacciones y dolores ante otra preocupación, otra atracción; era el progreso, el engrandecimiento y la felicidad de Chile, era su misión bienhechora en el continente sudamericano. El oro de los territorios que nos obligó a tomar, no la avidez y el egoismo sino la propia seguridad, había de ser la vara que haría brotar puertos y ferrocarriles, canales y caminos, escuelas e imigración, industrias riquezas, trabajo y bienestar en toda la extensión de la República.
Con nuestros pobres ahorros yel económico centavo arrancado al sudor del pueblo por vía del impuesto, habíamos hecho la primera línea férrea del hemisferio austral, el primer telégrafo, las obras públicas relativamente mas difíciles y costosas de la tierra hispanoamericana. Con millones en la mano y estimulados por la aspiración patriótica del adelanto de Chile y por la conveniencia de garantir con su engrandecimiento la seguridad nacional ¿qué no haríamos? Las cualidades manifestadas en la guerra no serían sino reflejo del esfuerzo, de la perseverancia, del heroísmo que ostentaríamos en las obras de la paz.
¡ Qué amargo despertar! Sueños fueron los puertos y ferrocarriles, canales y caminos, escuelas e inmigración, industrias y riquezas, trabajo y bienestar; el oro vino, pero no como lluvia benéfica que fecundiza la tierra, sino como un torrente devastador que arrancó del alma la energía y la esperanza y arrastró con las virtudes públicas que nos engrandecieran.
Cabe aquí el recuerdo de un hecho que no sería difícil comprobar. Hace pocos años, cuando aún estaba intacto nuestro crédito, que no hemos sabido mantener, la potencia financiera de la República y del Gobierno sin esfuerzos habría alcanzado para pagar con generosidad todos los servicios, para hacer cinco puertos, siendo uno de ellos militar y comercial, para construir cuatro mil Kilómetros de líneas férreas, para abrir siete mil kilómetros de carreteras, para regar quinientas mil hectareas de sueloy para costear las grandes obras de salubridad de nuestras ciudades municipales.
No digo que se tuviera el personal necesario para esas obras, pero si afirmo que podrían tenerse los fondos para realizarlas.
Permítaseme ahora formular una cuestión. En un país nuevo, cuyo fomento y cuyo progreso dependen mas de la iniciativa y del esfuerzo del poder público que de la iniciativa y del esfuerzo particular, en que se desperdicia el tiempo y se malgastan los ingentes recurso que hubieran de destinarse a aquellos objetos ¿Se cumple la función gubernativa? ¿Se atienden debidamente los grandes intereses nacionales? Y si no atienden estos intereses ni se cumple esa función, ¿hay moralidad pública?
Venciendo resistencias naturales y tradicionales, en un momento que se consideró propicio, se creó la autonomía comunal, el gobierno local. Este nuevo organismo del poder público debía por una parte moderar el exceso de facultades del primer magistrado de la República y por la otra, atender con mas acierto y eficacia a la administración de los negocios que interesan exclusivamente a la ciudad, a la villa, a la aldea, a la comuna.
¿Qué resultados ha producido en la practica esa laboriosa y trascendental reforma? El desaparecimiento del gobierno y de los servicios locales y una vergüenza nacional. ¿Era como se decía y se dice por algunos, que el país no estaba preparado para una institución semejante, que no había elementos personalessuficientes ilustrados para el gobierno comunal? Me parece que no.
El pueblo no ha resistido ni perturbado la acción de las autoridades locales, ni ella ha encontrado un escollo en las ideas, costumbres, y sentimientos del pueblo. Tampoco ha carecido a comuna de recursos necesarios para ser convenientemente administrada.
Elementos personales de sobra, con ilustración mas que suficiente, ha habido para el desempeño de las funciones del gobierno local, nadie podría con verdad sostener lo contrario, sobre todo tratandose de nuestras principales ciudades, de las ciudades que mas brillantes escandalos han dado.
Un país en que el gobierno se corrompe, en que sólo por excepción se encuentra una municipalidad que sirva con honradez al fin de su instituto, es un país cuya masa social esta moralmente enferma o es un país cuya moral pública se halla en quiebra.
Y sin la existencia de este último estado, ¿cómo se explican los hechos que vengo enunciando? ¿Cómo el abandono de las obras nacionales mas necesarias y valiosas por mas de un año y hasta completar su ruina? ¿Cómo los pactos políticos sobre la base del reparto de los empleos? ¿Cómo la previsión de éstos sin atender ni a las aptitudes personales ni el interés general? ¿Cómo las corruptelas, los vicios y el desasimiento de la administración? ¿Cómo, finalmente, la ausencia de todo intento formal y la impasibilidad musulmana con que se contempla, no diré nuestra decadencia, pero si dirénuestra estagnación?
Tan absurdo sería sostener que un estado comercial es bueno cuando la generalidad de las personas carecen de recursos para cumplir sus obligaciones, como sostener que el estado moral es bueno cuando la generalidad deja de cumplir sus deberes.
Ceguera sería desconocer que el país es víctima (empleo deliberadamente la palabra) tanto de una crisis económica, cuanto de una crisis moral que detiene su antigua marcha progresista.
Consecuencia de innovaciones poco atinadas o efectos de vicios y pasiones, resultado de sucesos fatales u obra de la imprevisión y el abandono, el hecho es que no sería ya temeridad decir, dando a las frases una acepción general y sin referirlas a hombres ni a partidos determinados: falta gobierno, no tenemos administración.
No pienso que deba disimularse la realidad de nuestro estado y mucho menos pienso que sea razonable desalentarse ente esa realidad. Estas crisis son plagas que azotan a los pueblos que se desvían de los caminos trazados por los principios que rigen la vida de las sociedades; matan a los débiles, los fuertes se reponen y cobran nuevas energías para la lucha del progreso.
Señalar el mal es hacer un llamamiento para estudiarlo y conocerlo y el conocimiento de él es un comienzo de la enmienda. Una sola fuerza puede extirparlo, es la de la opinión pública, la voluntad social encaminada a ese fin; y para formar esa opinión y convertirla en voluntad dispuesta a obrar, hay queponer de manifiesto la llaga que nos debilita ahora y nos amenaza para el futuro y hay que hacer sentir los estímulos del deber y del patriotismo y aun los del interés por el propio bienestar.
Formada esa opinión pública vendran y se cumpliran leyes que dan sufragio ilustrado y consciente, que abren la puerta de la representación nacional, cerrada hoy por falsas teorías constitucionales y en resguardo de una fantastica independencia parlamentaria, a muchos de los mas aptos para los cargos legislativos, que apartan de los altos puestos de la administración a la incapacidad y la ignorancia, que sancionan eficazmente el abandono del deber y el olvido del bien común; se corregiran los errores, se castigaran las faltas, se enmendaran los rumbos y volvera el país a ver cumplida la función gubernativa para su felicidad y su progreso.
Los propósitos levantados, las ideas benéficas, las empresas salvadoras, sin mezcla de egoísmo personal o partidista, allega siempre fuerzas poderosas que los apoyen y no sólo cuentan con los sostenedores que tienen en el campo, sino con una inagotable y abnegada reserva. Es la juventud que, sin mas ley de servicio obligatorio que la escrita en su alma ansiosa del bien y amante de la patria, se alista bajo las bandera que representan una gran causa nacional.
Tengo fe en los destinos de mi país y confío en que las virtudes públicas que lo engrandecieron volveran a brillar con su antiguo esplendor.


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