Venezuela
Literatura de Venezuela
se refiere a la obra literaria realizada en este país
y por escritores venezolanos, desde el período de la colonia hasta el siglo
XXI.
Literatura indígena y colonial
La primera manifestación literaria de la que se tiene conocimiento en nuestro
país es la llamada literatura indígena, la cual ha sido conservada por la
tradición. Esta manifestación aunada a la literatura colonial,
particularmente lasreseñas pormenorizadas sobre las peculiares características
del nuevo mundo escritas por los colonizadores españoles o crónica de indias,
constituyen el punto de partida de la literatura en el país. La literatura
indígena, propia de las culturas desarrolladas antes de la llegada de los conquistadores españoles, fue conservada por la tradición
oral. Tras una ardua labor de investigación posterior se han logrado publicar
interesantes colecciones de cuentos y tradiciones, como las recopiladas por
Fray Cesáreo de Armellada en su libro Taurón Pantón, ilustrativo grupo de relatos
de los indios pemones del sur de Venezuela. Las crónicas de indias
hechas por los conquistadores son otro precedente de la literatura nacional. La
primera crónica que inaugura este género dentro de nuestro continente es la
Tercera carta de relación a los Reyes Católicos, escrita por Cristóbal Colón,
tras su tercer viaje, al tocar tierra firme en territorio venezolano. En este texto, Colón hace referencia a la extraordinaria
belleza natural de la región, así como
también a las costumbres de sus habitantes. La descripción de una realidad que
les era ajena marcada por la visión medieval del mundo que
tenían los cronistas, derivó en textos con marcada propensión a la fantasía. En el siglo XVII, aparecen publicadas las crónicas de José Oviedo y Baños (1671 –
1738), su obra posee una gran madurez desde el punto de vista historiográfico y
literario. En 1723 publicó Historia de la conquista y población de la
provincia de Venezuela, obra
que a partir de entonces se ha tenido como
fuente fundamental de lahistoria del
país.
Literatura republicana
La literatura de inicios del siglo XIX no es muy abundante
pues los intelectuales y políticos estaban ocupados en las guerras libertarias.
Sin embargo, surge la oratoria como
forma alternativa para propagar las ideas independentistas y cuya belleza
retórica y estilística hace que se le ubique dentro del espectro literario. En este período sobresale también la producción poética de
Andrés Bello, primer poeta en proponer la
creación de una expresión lírica americana.
Su poesía es considerada como
precursora de la temática latinoamericana en la lírica continental, tal como se puede observar en
Alocución a la poesía (1823) y en Silva a la agricultura de la Zona Tórrida
(1826). En vísperas de la independencia, llega la primera imprenta a Caracas y con ella surgen
importantes periódicos, entre los que destaca El correo del
Orinoco, a través de los cuales se difunden
las ideas libertarias. Sin embargo, antes de la aparición de
los primeros periódicos, estas ideas eran principalmente difundidas a través de
la oratoria, pues las imprentas españolas difícilmente accederían a la
publicación de ideas que atentaran en contra de su hegemonía.
Sin embargo, entre los avatares de la revolución fue que el
germen de una identidad genuina ensayó sus fueros humanísticos.
La
copiosa correspondencia del Libertador, así como los documentos oficiales de sus atribuciones
republicanas, dilucidan no sólo el mosaico colosal de su genio político, sino
también la prolijidad de una pluma tan exquisita como intensa. De gran belleza estética y
profundapreocupación filosófica es Mi delirio sobre el Chimborazo una especie
singular que Simón Bolívar le distingue de las contradicciones de su tiempo, y
en la que por etérea proporción discurre desde la clarividencia de un tribuno
hasta la humildad de un profeta señalado para un mundo naciente y por lo mismo
promisorio. Es en Simón Rodríguez, filósofo y pedagogo caraqueño, cuando
genuinamente se ensayan formulas americanas ya mejor meditadas para las
insipientes repúblicas; su obra, aunque dispersa en los avatares de su singular
vida, compila no sólo su preocupación sociológica, sino también la urgencia de un código intelectual. Primero por auspicio de su célebre
pupilo (Simón Bolívar) alcanza parcialmente a aplicar algunas de sus ideas,
muchas de las cuales fueron difundidas después y ampliadas en un castellano auténtico y a veces irónico como Voltaire. Además de sus peculiares
publicaciones y de su correspondencia, es célebre su defensa que hace de la
gesta bolivariana, construida con un rigor lógico.
Las primeras novelas
Muchos autores coinciden al afirmar que la novela venezolana surge a mediados del Siglo XIX, tras la publicación de Los mártires, de
Fermín Toro en 1842. Las primeras novelas venezolanas siguen los postulados de
las corrientes
literarias que para la época prevalecían en el ámbito mundial. A excepción de
las inscritas en el marco del modernismo, movimiento literario de
origen latinoamericano. En el tardío romanticismo venezolano, tuvieron gran
aceptación las novelas de carácter histórico que se adaptaban al espíritu
romántico, como
Blanca de Torrestella (1868), deJulio Calcaño. Bajo estas influencias
románticas se escribieron muchas novelas de tono sentimental, así como
también novelas de denuncia: Zarate (1882) de Eduardo Blanco y Peonía (1890) de
Manuel Vicente Romero García. En el grueso de los casos, las primeras novelas
venezolanas funcionan como
tribunas para denunciar las injusticias sociales, o como instrumentos pedagógicos o de
construcción de la identidad nacional. A partir de los inicios del siglo XX, estas
preocupaciones se irán relajando: el valor literario y estético cobrará mayor
importancia, sobre todo tras el surgimiento del modernismo, en el que prevalecía el
cuidadoso lenguaje y el adorno retórico. Son piezas claves para comprender la
producción de este período las novelas de Manuel Díaz
Rodríguez quien publica en 1901 su primera novela: Ídolos rotos, sátira
política y social de la sociedad de la época, evidenciando una problemática
lucha entre lo nacional y lo mundial. A través de esta novela y del resto de su
producción, Sangre patricia (1902) y Peregrina (1922), percibimos una fina
sensibilidad que idealiza la naturaleza venezolana, cruzada por tipos y
costumbres; sensibilidad plasmada en las páginas a través de un lenguaje
cuidado y extremadamente culto.
La novela venezolana a principios del Siglo XX
El año de 1910 se toma como punto de partida de
nuevas experiencias estéticas que reaccionan en contra del modernismo e intentan escribir acerca de
la vida común. De manera que se perfila una nueva expresión literaria de
carácter realista, en la que reaparecen viejas esencias del costumbrismo.
En este momentode la trayectoria de la novela
venezolana son relevantes los nombres de José Rafael Pocaterra, Teresa de la
Parra y Rómulo Gallegos, entre otros. Política feminista, es la primera novela
publicada por Pocaterra, cuya obra ha sido enmarcada dentro del realismo. En La
casa de los Abila (1946) este autor logra reflejar con
extrema agudeza la decadencia y descomposición social y política de la realidad
que lo circunda. Un punto de referencia dentro de la
novelística nacional lo constituye Rómulo Gallegos, quien publicó diez novelas
ambientadas en distintos espacios de la geografía venezolana, conectadas con
las concepciones positivistas y de un profundo realismo social. Reinaldo Solar
(1920), fue su primera novela, a la que siguieron La trepadora (1925), Doña
Bárbara (1929), Cantaclaro (1934), Canaima (1935), Pobre negro (1937), El
forastero (1942), Sobre la misma tierra (1943), La brizna de paja en el viento
(1952) y Tierra bajo los pies (1971). Características comunes de estas obras
serían su alto sentido pedagógico, la lucha entre civilización y barbarie como
temática recurrente, además de la interpretación de aspectos controversiales de
bbbhjkla sociedad. Algunos autores afirman que Gallegos, quien llegó a ser
Presidente de la República, trazó su ideología política a través de la
escritura de sus novelas. Ifigenia publicada en París en
1924, fue la primera novela de Ana Teresa Parra Sanojo, mejor conocida por su
seudónimo Teresa de la Parra. Esta novela, que relata
las preocupaciones de una mujer moderna, ganó en París el “Concurso de
novelistas americanos” el mismo añode su publicación. Memorias
de Mamá Blanca, publicada también en París en 1929, representa el criollismo
universalizado.
Los nuevos clásicos venezolanos
Con una abundante producción literaria, no sólo dentro del plano
de la novela sino también en otras categorías genéricas, destaca la labor de
Arturo Uslar Pietri y Miguel Otero Silva. Estos autores se consideran como
pertenecientes al canon literario venezolano y se constituyen en autores
clásicos del Siglo XX. Arturo Uslar Pietri, quien ganó el premio “Príncipe de
Asturias” en España y el “Premio Rómulo Gallegos” en Venezuela con su novela La
visita en el tiempo, se ha constituido en un punto de referencia dentro de la
producción novelística nacional. Es uno de los autores de mayor difusión dentro
y fuera del
país e incursionó en diversos géneros, siempre de manera destacada. Sus novelas
se caracterizan por una estructura anecdótica de marcada influencia
vanguardista y por una recurrente temática histórica, que algunos estudiosos de
su obra han visto como señal de una búsqueda de las raíces de la venezolanidad,
desde una perspectiva universal, no obstante, enfocada también hacia la
búsqueda de lectores ajenos a la idiosincrasia nacional. Debido a su abundante
producción de alta calidad literaria, Uslar es un
autor indispensable para el estudio de las letras venezolanas. De igual manera
ocurre con Miguel Otero Silva, quien tras una ardua labor periodística en Venezuela,
se dedica a la creación literaria. Fundador del diario El nacional, este importante novelista se vale de una visión aguda y
crítica para abordar larealidad del
país a través de sus obras. Tal como sucede en Casas Muertas o en
Cuando quiero llorar no lloro.
Precursores de la novela contemporánea
Enrique Bernardo Núñez y Guillermo Meneses proponen
otras maneras de abordar la novela al elaborarlas desde perspectivas novedosas
en las que la realidad se ve asediada por la interioridad de los personajes y
por elementos imaginativos y fantásticos. Aunque diferentes entre sí, la obra
de estos autores constituye un precedente importante
en la evolución de la novela contemporánea. Otra manera de
abordar la realidad, en la que se observa una mayor riqueza imaginativa, se
hace patente en las novelas de Bernardo Núñez, quien a pesar de centrar su
atención en lo histórico, problematiza las nociones de verdad y ficción al
hacer “historias noveladas”. Su primera novela Sol
interior (1918) aborda esta temática, pero es en Cubagua (1931), considerada su
obra capital, en la que logra superar a todas sus novelas anteriores.
Enrique Bernardo Núñez y Guillermo Meneses han sido
considerados como
unos de los precedente fundamentales de la novela venezolana contemporánea. En
la obra de Guillermo Meneses se tejen temáticas
complejas con estructuras discursivas finamente elaboradas. Siendo
la cúspide de su producción novelesca El falso cuaderno de Narciso Espejo
(1952), novela profunda de grandes ambiciones, en la que se observa el cruce de
simbologías y la representación de las zonas interiores de los personajes.
La misa de Arlequín (1962), la última novela de Meneses ha sido considerada como
una continuación de la temática y los logrosdiscursivos alcanzados por su
novela anterior. Otros autores a tener en cuenta serían Antonia Palacios, Pedro
Berroeta, Mario Briceño Iragorry, con su única novela Los Ribera (1957), Gloria
Stolk, Antonio Arraíz, Lucila Palacios y Ramón Díaz Sánchez, este último con
Mene (1936), novela de denuncia de los estragos de la explotación petrolera en
Venezuela.
De la violencia a la interioridad
A partir de 1958 hasta ahora muchos cambios históricos, culturales y sociales
se han sucedido afectando de manera significativa la
producción literaria en Venezuela.
Dos temáticas fundamentales prevalecen en este período
permitiendo la aparición de nuevos tipos de novelas: novela de la violencia y
la novela de la interioridad. En este año es derrocada
la dictadura de Marcos Pérez Jiménez, y se instaura un régimen democrático, que
va a estar asediado por grupos de oposición con claras vinculaciones marxistas
e influenciados por la revolución cubana liderizada por Fidel Castro. Se trata
de grupos armados de oposición al régimen político prevaleciente, la llamada
“guerrilla”, la cual va a ser fuente de anécdotas para
los escritores de entonces, muchos de los cuales militaron dentro de sus filas.
De manera que la literatura de esta época está caracterizada por un fuerte compromiso político. Como novelas de la violencia ha sido
estudiada la producción de José Vicente Abreu, Se llamaba SN (1964) es un caso paradigmático. A finales de los sesenta y principio
de los setenta la novela de la guerrilla define sus postulados a través de
obras fundamentales como Historias de la calle Lincoln (1971) deCarlos Noguera
y País Portátil (1968) de Adriano González León, quien abordó las
preocupaciones sociales y políticas que vivía Venezuela en esa época, pero supo
rebasar el esquema testimonial para dar una dimensión más profunda y literaria
al tema de la guerrilla urbana. También destacan en este
período la llamada “novela de la interioridad”, cuyo precursor sería Salvador
Garmendia con su novela Los pequeños seres (1959) en la que prevalece la
introspección de los personajes. El humor, aunque no muy abundante en la
creación literaria de este momento, encuentra su
máximo exponente en Renato Rodríguez, con su Al sur del Ecuanil (1963). La
novela que experimenta con nuevas estructuras narrativas y lenguaje lúdico se
hace presente a través de la obra de José Balza, Oswaldo Trejo.
Novela contemporánea
Al lirismo y la disolución, tanto argumental como estructural,
que prevaleció en los años setenta, siguió a mediados de los ochenta una vuelta
a la anécdota. Ésta fue potenciada por la obra de Francisco
Herrera Luque, y, posteriormente, por la de Denzil Romero. El panorama
literario parecía escindirse entre los autores cuyo proyecto estético se
centraba en una recuperación del
hilo anecdótico
de lo narrado, y otros a quienes les preocupaba más la experimentación con el
lenguaje y las maneras de abordar la historia. En los años
noventa esta escisión queda de lado. Muchos autores consiguieron mezclar
estas dos tendencias opuestas en sus obras logrando así una recreación poética
de la realidad sin caer en los extremos de la incomprensión y una recuperación
de la anécdota sindescuidar lo estético y lo literario. Estos escritores
reconocen una línea directa de influencias de Salvador Garmendia, Adriano
González León, Alfredo Armas Alfonzo y las propuestas del grupo EN HAA.
A partir de entonces han prevalecido como ejes temáticos lo rural: En virtud de
los favores recibidos (1987) de Orlando Chirinos; las sagas familiares: El
exilio del tiempo (1991), de Ana Teresa Torres; las memorias y la narrativa de
los cambios petroleros, en Milagros Mata Gil; la mirada sobre el mundo de la
violencia y la marginalidad: Calletania (1992), de Israel Centeno y Caracas
Cruzada (2006), de Vicente Ulive-Schnell; la revisión de la guerrilla desde una
mirada contemporánea: Juana la roja y Octavio el sabrio (1991), de Ricardo
Azuaje; las relaciones con la música popular: Si yo fuera Pedro Infante (1989) de
Eduardo Liendo; las nuevas novelas históricas: La tragedia del generalísimo
(1983), de Denzil Romero; la mirada sobre el amor y la diáspora, El libro de
Esther (1999) , de Juan Carlos Méndez Guédez; la revisión de la memoria del
país: Falke (2005) , de Federico Vegas; la exploración del viaje hacia un norte
simbólico, El niño malo cuenta hasta cien y se retira (2005) , de Juan Carlos
Chirinos; la exploración en el miedo contemporáneo al dolor, La enfermedad
(2006) , de Alberto Barrera Tyszka; la indagación paulatina en el fragor urbano
contemporáneo, Latidos de Caracas (2007) , de Gisela Kozak; y la reconstrucción
de la infancia, El abrazo del Tamarindo (2008) , de Milagros Socorro; entre
otros. Muchos de estos escritores han evolucionado,
tanto en la temática comoen la expresión narrativa. Tal es el caso de Ana
Teresa Torres, que ha explorado la novela erótica y la novela policial, que
tenía pocos intentos, salvo quizá 'Los platos del
Diablo', de Eduardo Liendo. Y Milagros Mata Gil, quien buscó la autobiografía
ficcionada y la novela histórica, como
'María de Majdala: otra versión del
anathema', donde mezcla profundos conocimientos teológicos, un lenguaje
lírico y la intención de rescatar la vida femenina en el siglo I de nuestra
era.
El modernismo y la generación del
18
En los comienzos de la cuentística venezolana, las revistas como El cojo ilustrado juegan un papel
fundamental para la difusión de las obras de los escritores dedicados a este
género. El modernismo y el realismo dominan el panorama literario del
país. Las mismas corrientes
literarias que marcaron las pautas literarias de la novela influyen en las
narraciones cortas. Muchos autores se dedican a ambos géneros, tal es el caso de Manuel Díaz Rodríguez, quien escribió
cuentos modernistas; Luis Manuel Urbaneja Achelpolh, quien creó cuentos de
corte costumbristas, entre otros. Cuentos grotescos de Rafael
Pocaterra es una obra capital para comprender la evolución de la narración
corta venezolana de esta época. Con la llamada generación del
18 el realismo se ve robustecido con el contenido social de las nuevas
tendencias, sin desdeñar el criollismo. Aunque la del 18 fue una
generación fundamentalmente de poetas, tuvo proyección en el campo de la
cuentística. Estuvo influenciada por movimientos europeos, en
especial por el cuento ruso. Fuera de grupos literarios y demovimientos
definidos, Julio Garmendia escribió cuentos con un
particular estilo, que le ha consagrado como
uno de los principales cuentistas venezolanos. Entre su obra
cabe destacar Tienda de muñecos y La tuna de oro. Obras
de fina factura que se anticipa a la temática fantástica que tendría lugar
después.
El cuento vanguardista
En 1928 surge la generación de vanguardia caracterizada por su rebeldía y por un extremado gusto por la metáfora y el lenguaje barroco. En
el marco de los postulados de la vanguardia y a partir
de la década del
50 son significativos los nombres de Guillermo Meneses y Gustavo Díaz Solís. El
premio de cuentos del
diario El Nacional se constituye en una institución legitimizante de la labor
de los jóvenes cuentistas. Uno de los cuentos más celebrados
e influyentes dentro de la narrativa venezolana a partir de su publicación
hasta nuestros días es La mano junto al muro (1952) de Guillermo Meneses.
Relato cuya trama está dominada por lo psicológico, la
interioridad de los personajes y la ambigüedad de una estructura anecdótica
circular. Meneses es uno de los escritores que más ha influenciado a las
nuevas generaciones, junto con Gustavo Díaz Solís, quien se dio a conocer al ganar
el premio literario de la revista Fantoches, con su cuento Llueve sobre el mar
en 1943. Muy importante para generaciones posteriores es su cuento Arco
Secreto, en el que la anécdota esta tejida por un
discurso de resonancias contemporáneas. En los años sesenta y
setenta las experimentaciones formales que atravesaron la novela también
influyeron en los cuentos. Laexperimentación lúdica
exacerbada con el lenguaje es una de las características fundamentales de la
obra de Oswaldo Trejo. La experimentación formal y genérica se hace
presente en la obra de Alfredo Armas Alfonso, especialmente en El Osario de
Dios, libro conformado por cuentos cortos de anécdotas que se conectan,
apelando a un género intermedio entre el cuento y la
novela. En realidad, casi toda la obra literaria de este
autor conforma un corpus que algunos críticos han planteado como
una gran novela fragmentaria, como
la realidad. Alfredo Armas Alfonzo, como William Faulkner, escribió muy
específicamente sobre una región geográfica, la Cuenca del Unare, a la que
conformó según sus recuerdos, nombrando la fauna y la flora con las palabras
regionales. Milagros Mata Gil, quien ha estudiado a fondo su
obra, lo considera 'un demiurgo' de la Cuenca del Unare, cuyo eje es
Clarines.
El cuento contemporáneo
A partir de los años ochenta, la cuentística nacional
retoma la anécdota, que se hallaba diluida en medio de los juegos con el
lenguaje y el extremado experimentalismo, para de esta manera recuperar a los
lectores comunes que en los años 70 se habían alejado del género. A finales de los 80 prevalecen
los relatos que se centran en temáticas como la música popular, el cine y
la cultura de masas. También se retoman los relatos de
aventuras, el policial, la ciencia-ficción. Algunas veces se nota un
descuido discursivo producto del afán de contar, pero en los años noventa, los
cuentistas, al igual que los novelistas, han logrado contar una historia
interesante sin descuidar los aspectosformales del texto, manteniendo así un
alto nivel literario y estético. Tal es el caso de las generaciones de
cuentistas entre los que se destacan: Silda Cordoliani, Ricardo Azuaje, Antonio
López Ortega, Juan Carlos Méndez Guédez, Rubi Guerra, Israel Centeno, Juan
Carlos Chirinos, Luis Felipe Castillo, Milagros Socorro, Dina Piera Di Donato,
Slavko Zupcic, Rodrigo Blanco Calderón, Fedosy Santaella, Yady Campo, Salvador
Fleján, Roberto Echeto y Enza García Arreaza.
El ensayo en el Siglo XIX y principios del XX
Muchos autores coinciden en señalar que el origen del
ensayo venezolano se remonta a los años finales del siglo Siglo XIX. En este
período los ensayistas se dedicaron a reflexionar en torno a la identidad
nacional. El objetivo principal de sus escritos fue el de
elaborar las bases ideológicas para fundar la nación recién independizada.
En el modernismo esta temática se amplía al incluir lo
estético y lo literario.
Vanguardia, modernidad y posmodernidad
El ensayo de vanguardia surge con la generación del 18 y la generación del 28,
especialmente con la producción de Julio Planchart, Enrique Bernardo Núñez,
Mario Briceño Iragorry y Mariano Picón Salas, quienes abordaron en sus páginas
los problemas sociohistóricos y culturales venezolanos. A
partir de los años 60 los ensayistas se ven influenciados por el pensamiento
teórico posmoderno. Tras el cuestionamiento de las grandes ideologías de
la modernidad, los ensayistas toman un tono más
escéptico, emparentado con los planteamientos filosóficos mundiales de finales
del Siglo XX. Los ensayistas de la posmodernidadabordan temas como la
globalización, los medios de comunicación masiva, la relatividad de la noción
de verdad. Se instaura en el género la duda y lo inacabado del planteamiento de las ideas como marcas fundamentales
de la época. Luis Britto García, Víctor Bravo, Guillermo Sucre, entre otros,
han producido ensayos de gran valor filosófico, estético y social.
Poesía en el Siglo XIX
A principios del
Siglo XIX Andrés Bello despunta como uno de los
poetas más significativos del momento con una
obra que se inscribe primero dentro del
neoclasicismo y luego dentro del
romanticismo. Estos movimientos literarios de origen
europeo, al igual que el parnasianismo, tuvieron gran repercusión en los
primeros poetas venezolanos. Andrés Bello escribió sus famosas silvas entre
1823 y 1826 en un estilo emparentado con el movimiento neoclásico que dictaba
las pautas en la literatura de esos días. Más tarde, mientras
se encontraba en Londres, descubre el romanticismo que nutre sus próximos
poemas. En ese período, el romanticismo fue
acogido por los poetas venezolanos, tal es el caso de la poesía escrita por
Fermín Toro, Juan Vicente González y Cecilio Acosta. Sobresale dentro de este periodo la obra de Juan Antonio Pérez Bonalde, quien se
inicia como
polemista y humorista en revistas y periódicos a partir de 1865. Según algunos
autores, Pérez Bonalde es el máximo representante del romanticismo en Venezuela,
para otros es el precursor del
modernismo. Sus poemas Vuelta a la patria y Niágara están considerados como los
más representativos de la obra del autor y de la poesía nacional, en ellos
seobservan todas las búsquedas del romanticismo aunado a elementos fuertemente
biográficos. El parnasianismo reaccionó en contra de los excesos del
romanticismo. Proponía una literatura de inspiración clásica,
economía de recursos estilísticos y sobriedad de las formas. Se inscriben dentro de estos postulados las obras líricas de Manuel
Fombona Palacios, Jacinto Gutiérrez Coll, Andrés Mata, entre otros.