HERDER Ensayo sobre el origen del
lenguaje
Nota: texto escaneado de la edición Johann Gottfried Herder, Obra
selecta, Alfaguara, Madrid 1982, pp. 131-232. No se han incluido
las notas del
traductor.
Índice Primera
parte..
2
Primera
sección.
2 Segunda sección
9 Tercera
sección
16 I. Sonidos
16 II. Lenguaje sin
voz
20
Segunda parte
30
Primera ley
natural
30 Segunda ley
natural..
35 Tercera ley
natural.
39 Cuarta ley
natural
42
PRIMERA PARTE¿Ha podido el hombre, abandonado a sus facultades
naturales, inventarse el lenguaje por sí solo?
PRIMERA SECCIÓN
Incluso considerado como
animal, el hombre posee lenguaje. Todas las sensaciones intensas de su cuerpo,
y las mas intensas de entre las intensas, las dolorosas; todas las
pasiones fuertes de su alma,
se manifiestan de forma inmediata en gritos, en voces, en sonidos salvajes,
inarticulados. Cuando el dolor ataca, tanto el animal que sufre como el héroe
Filoctetes se quejaran, gemiran. Y ello aunque estuviesen
abandonados en una isla desierta, sin ver a un semejante compasivo, sin tener
señales o esperanza del
mismo. Es como
si respirara mas libremente dando salida a la exhalación
ardiente, angustiada. Es como
si, al llenar con gemidos los aires insensibles, se quitara parte de su dolor y
absorbiera nuevas fuerzas para soportar el sufrimiento. ¡La naturaleza no
nos ha creado como rocas aisladas, como mónadas
egoístas! Incluso las mas finas cuerdas del sentir animal (me veo
obligado a utilizar esta metafora porque no conozco otra mejor para el
funcionamiento de los cuerpos sensibles), incluso las cuerdas cuyo sonido y
esfuerzo no proceden ni de la voluntad ni de una serena consideración,
mas todavía, cuya naturaleza no ha podido ser aún
investigada por ninguna razón escrutadora, incluso éstas dirigen
todo su sonido a la propia exteriorización ante otros seres,
independientemente de la conciencia de simpatías ajenas. La cuerda
tocada cumple su deber natural,¡suena! Llama en busca de un eco que
comparta sus sentimientos, aunque no lo haya, aunque no espere que alguien le
responda. Si la fisiología llegara tan lejos como
para demostrar la doctrina del alma, cosa de la que dudo mucho,
arrojaría no poca luz sobre este fenómeno partiendo del analisis de
la estructura nerviosa, pero quiza también lo
descompondría en aspectos individuales, excesivamente pequeños y
amorfos. Tomémoslo ahora, globalmente, como una ley de la naturaleza: ahí
tenemos un ser sensible, incapaz de encerrar en sí ninguna de sus
sensaciones vivas, que al primer momento de sorpresa se ve obligado, incluso
sin quererlo ni pretenderlo, a exteriorizarlas en voz alta. Fue, por así
decirlo, una última impresión maternal de la mano creadora de la
naturaleza la que dio a todos los seres del
mundo esta ley: «No sientas para ti solo, sino que tu sentimiento
suene.» Y como esta última
impresión creadora fue peculiar a todos los de una misma especie, la ley
resultó bendición: «Sea tu sensación peculiar de tu
especie y que la perciban todos compartiéndola como uno solo.» No se le dé
mas vueltas. Este ser débil y sensible no esta solo,
aunque parezca aislado, solitario y expuesto a todas las adversas tormentas del mundo; se halla
tiernamente enlazado a la naturaleza entera. Pero ésta ha ocultado en
esas cuerdas acentos que, una vez estimulados y avisados, despiertan, por su
parte, a otros seres de constitución igualmente tierna, acentos capaces,
como a través de unacadena invisible, de transmitir señales a un
corazón alejado y de hacer sentir los sentimientos de esa criatura no
vista. Tales suspiros y tonos constituyen el lenguaje. Existe, pues, un
lenguaje sensitivo que constituye una ley natural inmediata. Mas que los
estallidos brutales, son ahora ciertos restos los que atestiguan que el hombre
comparte dicho lenguaje con los animales. Pero esos restos son irrepetibles. Es
posible que nuestro lenguaje artificial haya desplazado el natural, que nuestro
modo de vida cívico y nuestra conducta social hayan refrenado, desecado
y desviado cuanto se quiera el oleaje del mar de nuestras pasiones, pero el
mas violento instante de la sensación, dondequiera que se halle y
por muy infrecuente que sea, sigue tomandose su derecho y haciendo
resonar sus acentos de forma inmediata en el lenguaje materno. Cuando la furiosa
tormenta de una pasión, la repentina irrupción de gozo o
alegría, de dolor o aflicción, cavan profundos surcos en el alma, al igual que el
avasallador sentimiento de venganza, desesperación, ira, miedo, horror,
etc., todos se manifiestan, cada uno según su índole propia. A
las diferentes especies de sensibilidad que dormitan en nuestra naturaleza
corresponde igual variedad de tonos. Así, observo que cuanto menos
afinidad guarda la naturaleza humana con una clase de animales, tanto mas
heterogénea es la contextura nerviosa de ésta respecto de
aquélla y tanto menos comprensible nos es su lenguaje natural. Como
animales de tierra,entendemos mejor a los animales terrestres que a los marinos
y, en la tierra, mejor a los gregarios que a los selvaticos, y, entre los
gregarios, son los mas próximos los mas conocidos por
nosotros. La costumbre y el trato desempeñan, cómo no, un papel
mas o menos importante en este último caso. Es natural que el
arabe, que se haya identificado
con su caballo, lo comprenda mejor que quien va a caballo por primera vez; el
arabe habla con él casi tan bien como podía hacerlo Héctor con
el suyo en la Ilíada. Al arabe del
desierto, que no tiene en torno suyo mas seres vivos que su camello y
quiza el vuelo de pajaros errantes, le es mas facil
que a nosotros en nuestras casas entender la naturaleza del primero y creer que entiende el
griterío de los últimos. El hijo del
bosque, el cazador, comprende la voz del
ciervo, como el lapón comprende la del reno.
Pero todo esto es derivado o es excepción. En rigor, ese lenguaje
natural es un lenguaje propio de cada especie y por ello posee el hombre
también el suyo. Pues bien, esos sonidos son muy simples. Si son
articulados y se los escribe sobre un papel, como interjecciones, silabeando, las
mas contrapuestas sensaciones cobran casi una expresión. El
débil «¡ah!» es tanto una voz del
amor que se desvanece como
de la desesperación que se hunde. El fogoso «¡oh!» lo
es tanto de arrebato de alegría como de
la ira que crece, de la admiración que aumenta, tanto como
del lamento
vehemente. ¿Acaso existen esos sonidos tan sólo paraser
representados sobre el papel como
interjecciones? La lagrima que nada en ese ojo turbio, apagado,
desfalleciendo en busca de consuelo, ¡qué conmovedora es en el
cuadro entero del
semblante melancólico! Tomadla por sí sola y es una fría
gota de agua; ponedla bajo el microscopio y no quiero saber lo que puede
ser. Esa languida exhalación, el medio suspiro que muere tan
conmovedoramente sobre el labio contraído de dolor: apartadlos de todas
sus concomitancias vivas y tendréis un vacío soplo de aire.
¿Acaso puede ocurrir de otro modo con las voces del sentimiento? En su contexto vivo, en el
cuadro entero de la naturaleza que actúa, acompañadas de
múltiples fenómenos diferentes, son conmovedoras y sobrias, pero,
separadas de todo, quedan arrancadas, privadas de vida, convertidas en puras
cifras. La voz de la naturaleza es letra representada, producto de la voluntad.
Los sonidos lingüísticos de esa naturaleza son pocos, claro
esta. Cuando la naturaleza sensible sólo sufre de forma
mecanica posee igualmente menos especies de sensación de las que
nuestras psicologías enumeran o consideran como pasiones. En tal caso, cuanto menos son
los hilos en que se divide cada sentimiento, tanto mas constituye un
lazo que tira fuertemente: los sonidos no hablan mucho, pero sí con
fuerza. Que la voz de queja se lamente por heridas del alma o del cuerpo; que el grito haya sido arrancado
por el miedo o el dolor; que este suave «¡ah!» se grabe a un
beso o a una lagrima sobre los pechosde la amada; tales diferencias no
son las que ese lenguaje ha de especificar. El pretende llevar a la
representación; ésta hablara después por sí
misma. Es un lenguaje que pretende emitir sonidos, no describir. El dolor y el placer
son colindantes, según la fabula de Sócrates. La
naturaleza ha juntado los extremos de las sensaciones, y ¿qué
otra cosa puede hacer el lenguaje de la sensación mas que mostrar
esos puntos de convergencia? Ahora puedo pasar a la aplicación. En todas
las lenguas primitivas suenan todavía restos de esos sonidos naturales.
Claro que no constituyen el elemento predominante del lenguaje humano. No son sus
raíces propiamente dichas, pero sí la savia que las vivifica. Una
lengua metafísica y refinada, tardíamente descubierta, que ha
sido convertida por la primitiva madre salvaje de la especie humana en una
variante bastarda quiza en cuarto grado y que, después de luengos
milenios de desviación, se ha pulido, civilizado y humanizado una vez
mas, a lo largo de siglos enteros de su vida, una lengua semejante,
infancia de la razón y de la sociedad, poco o nada puede saber ya de la
niñez de su primera madre. Las lenguas antiguas y primitivas, en cambio,
contienen tanto mas de ella cuanto mas se aproximan al origen.
Nada puedo decir aquí todavía de la mejor formación del lenguaje humano.
Únicamente puedo considerar toscos materiales. No existen aún
para mí palabras, sino sólo sonidos tendentes a expresar una
sensación. Pero observad la cantidad de restosde tales sonidos recogidos
en las mencionadas lenguas, en sus interjecciones, en las raíces de sus
nombres y de sus verbos. Las lenguas orientales mas antiguas abundan en
exclamaciones para las que nosotros, pueblos de formación mas
tardía, no solemos tener mas que lagunas o un torpe e
insípido equívoco. En sus elegías suenan, como
sobre las tumbas de los primitivos, aquellos gritos y quejidos, interjecciones
que sobreviven aún del
lenguaje natural. En sus salmos de alabanza se oyen gritos de alegría y
los repetidos aleluyas, que Shaw explica tomandolos de boca de las
plañideras y que a nosotros suelen parecemos una ceremonia necia. En la
marcha, en el empuje de sus poemas y en el canto de otros pueblos antiguos
suena la voz que todavía vivifica las danzas guerreras y religiosas, los
canticos fúnebres y de alegría de todos los primitivos,
tanto si habitan al pie de las cordilleras como en la nieve de los iraqueses,
en el Brasil o en el Caribe. Las raíces de sus verbos mas
sencillos, mas antiguos y eficaces son, en definitiva, las primitivas
exclamaciones naturales que mas tarde fueron modeladas. De ahí
que las lenguas en todos los pueblos antiguos y primitivos sean eternamente
impronunciables para los extraños, en lo que se refiere a ese
íntimo tono vital.
Hasta mas tarde no puedo explicar la mayoría de estos
fenómenos en su contexto. Veamos aquí uno simplemente. Uno de los
defensores del origen divino del
lenguaje1 descubre el admirable orden de Dios en el hechode que los sonidos de
todas las lenguas conocidas puedan reducirse a unas veinte letras. Pero ese
hecho es falso, y la conclusión, mas errónea
todavía. Ni una sola lengua viva es plenamente reducible a letras, y
menos todavía a veinte letras. Esto lo confirman todas y cada una de las
lenguas. Las articulaciones de nuestros órganos lingüísticos
son tan variadas, cada sonido se pronuncia de formas tan distintas, que el
señor Lambert, por ejemplo, puede señalar con razón, en la
segunda parte de su Organon, cuan pocas son nuestras letras en
comparación con la cantidad de sonidos que poseemos y, a consecuencia de
ello, con qué indeterminación son expresables estos
últimos por medio de aquéllas. Y esto se muestra partiendo tan
sólo de la lengua alemana, que jamas ha recogido todavía
en lenguaje escrito su multiplicidad fonética y la diferencia de sus
dialectos; en mucho menor grado, cuando el lenguaje entero no es mas que
un vivo dialecto de esta índole. ¿De dónde proceden todas
las peculiaridades y casos especiales de la ortografía sino de la
dificultad de escribir como
se habla? ¿Qué lengua viva permite que se aprenda su
fonética partiendo de las letras de un libro o qué lengua muerta
puede despertarse así? Pues bien, cuanto mas viva es una lengua,
tanto menos se ha pensado abarcarla en letras; cuanto mas se remonta al
sonido natural pleno, no seleccionado, tanto menos escribible es, tanto menos
escribible con veinte letras; es mas, suele ser enteramente
impronunciablepara el extranjero. El P. Rasle, que pasó diez años
entre los abenakios, en Norteamérica, se quejaba mucho a este respecto
de que, aun después de haber prestado la mayor atención,
solía ser incapaz de repetir mas de media palabra y ello haciendo
el ridículo. ¡Cuanto mas ridículo
habría sido escribir esa palabra con las letras francesas! El padre
Chaumont, que vivió cincuenta años entre los hurones y se
aventuró a escribir una gramatica de su lengua, se lamentaba,
ademas, de las letras guturales y de sus acentos impronunciables:
«Ocurría a menudo que dos palabras con letras completamente
idénticas tenían las mas diferentes
significaciones.» Garcilaso de la Vega se quejaba de que los
españoles desfiguraran de tal forma la lengua peruana en la
fonética de las palabras, de que la mutilaran y falsearan y de que,
sólo por culpa de esas alteraciones, atribuyeran a los peruanos los
mayores disparates. De la Condamine dice de una pequeña nación del río Amazonas:
«Parte de sus palabras no podían escribirse, ni siquiera de forma
muy imperfecta. Deberían emplearse para ello nueve o diez sílabas
como
mínimo, cuando ellos no parecen pronunciar apenas tres.» La
Loubère afirma de la lengua siamesa: «De diez palabras
pronunciadas por el europeo el nativo siamés no entiende quiza
una sola. Puede esforzarse uno lo que quiera en expresar su lengua con nuestras
letras.» ¿Y a qué acudir a lugares tan lejanos de la
tierra? Nuestro pequeño resto europeo de primitivos, los estonios,
lapones,etc., suelen poseer sonidos tan semiarticulados e inescribibles como los propios de los
hurones y peruanos. Mientras que las lenguas rusa y polaca se escriben y
estan formadas desde el punto de vista de la escritura, rusos y polacos
siguen aspirando de tal forma, que no es posible representar con letras el
verdadero tono de su organización. ¡Cuanto se afana el
inglés para escribir sus tonos!, y no por entender la lengua escrita se
sabe hablar inglés. El francés, que poco sube de la garganta, el
semigriego, el italiano, que habla, por así decirlo, desde un lugar
superior de la boca, en un éter mas fino, conservan todavía
un tono vivo. Sus sonidos tienen que permanecer en los órganos donde se
han formado: como
letras escritas no son, por muy cómodas y peculiares que las haya hecho
la costumbre de escribir, otra cosa que ¡sombras! El hecho es, pues,
falso y la conclusión, mas falsa todavía: no lleva a un
origen divino, sino todo lo contrario, a un origen animal. Tomad la llamada
lengua divina, la primera, la hebrea, de la cual ha heredado las letras la
mayor parte del
mundo. Que en sus comienzos sonaba con extraordinaria viveza, que era
inescribible, que sólo muy imperfectamente era posible escribirla, lo
demuestran palpablemente la estructura entera de su gramatica, sus
múltiples confusiones de letras parecidas y, sobre todo, su falta
absoluta de vocales. ¿De dónde deriva el hecho singular de que
sus letras sólo constituyan sonidos auxiliares y de que precisamente no
seescribieran desde el comienzo los elementos verbales importantes, los sonidos
independientes? Tal forma de escritura, que transcribe lo inesencial y olvida
lo esencial, es tan opuesta al uso de la sana
razón, que debería ser incomprensible para los gramaticos
si éstos tuviesen la costumbre de comprender. Entre nosotros, las
vocales son lo primero y lo mas vivo, los goznes de la lengua; entre los
hebreos, no se escriben. ¿Por qué? Porque no era posible
escribirlas. Su pronunciación era tan viva y estaba tan finamente
organizada, su aspiración tan espiritual y etérea, que se
desvanecía y no se dejaba expresar en letras. Fue entre los griegos
donde esas aspiraciones vivas comenzaron a ensartarse en vocales
convencionales, que tenían todavía que acudir a la ayuda de
espíritus, etc. Entre los orientales el habla era, por así
decirlo, todo espíritu,
1
La prueba de Süssmilch según la cual el lenguaje humano procede de
Dios, Berlín, 1766, p. 21.
aspiración continuada y espíritu vocal, como suelen llamarla ellos en sus
pictóricos poemas. Era aliento divino, aire que soplaba al oído,
y las letras muertas que la representaban no eran mas que el
cadaver que debía ser animado con el espíritu vital al ser
leídas. En qué medida este hecho influye poderosamente en su
comprensión del
lenguaje no vamos a decirlo aquí. Pero es evidente que ese soplo revela
el origen de su lengua. ¿Qué hay mas inescribible que los
sonidos naturales no articulados? Si cuanto mas se acerca a suorigen
mas inarticulado es el lenguaje, ¿qué otra
conclusión se sigue sino la de que no ha sido inventado por un ser
superior en orden a las veinticuatro letras ni éstas a la vez que el
lenguaje, la de que tales letras sólo han consistido en un muy posterior
intento de suministrar señales de memoria, la de que ese lenguaje no ha
surgido de las letras de la gramatica divina, sino de sonidos, salvajes
de órganos libres? Si no fue así, constituiría un hecho
singular el que las letras a partir de las cuales y en orden a las cuales Dios
habría inventado el lenguaje, con las que lo habría
enseñado a los primeros seres humanos, fuesen precisamente las
mas imperfectas del mundo, unas letras que nada decían del
espíritu de la lengua y que, en su estructura toda, revelan abiertamente
la intención de no decir nada sobre él. Esta hipótesis de
las letras no merecía, atendiendo a su dignidad, mas que una
insinuación. Pero su generalidad y disimulo me han obligado a poner al
descubierto su fundamento primigenio y a clarificar así una peculiaridad
que nadie ha explicado, que yo sepa. Volvamos ahora a nuestro tema. Como nuestros sonidos
naturales van encaminados a expresar las pasiones, es lógico que se
conviertan también en elementos de toda emoción.
¿Quién no siente ante un moribundo convulso, gimiendo de
tormento, ante un moribundo que se lamenta, e incluso ante el animal que se
queja cuando sufre su maquina entera, quién no siente ese
«¡ay!» en el corazón? ¿Quién es el
barbaroinsensible? Cuanto mas armoniosamente esta tejido
el conjunto de cuerdas de la sensibilidad, incluso entre animales respecto de
otros animales, tanto mas comparten los sentimientos entre sí.
Sus nervios adquieren una tensión simétrica, su alma un tono igualmente simétrico,
compartiendo realmente los sufrimientos de forma mecanica. ¡Y
qué fibras mas fuertes, qué capacidad de cerrar todas las
aberturas de la sensibilidad propia, hace falta para que un ser humano parezca
sordo e insensible ante estas situaciones! Diderot2 opina que un ciego de nacimiento
debiera ser mas insensible que un vidente frente a las quejas de un
animal que sufre, pero yo creo que, en ciertos casos, es lo contrario. Cierto
que se le oculta todo el conmovedor espectaculo de esa criatura convulsa
por el sufrimiento, pero todos los ejemplos aseguran que su misma invidencia
hace que su oído se disperse menos, que se vuelva mas atento y
agudo. Entonces esta a la escucha en las tinieblas, en el silencio de su
noche eterna, y toda queja llega a su corazón tanto mas
íntima y hondamente, como
una flecha. Que acuda, ademas, al sentido del tacto, al que capta lentamente; que
palpe las convulsiones, que sienta para sí todo el desgarro de la
maquina que sufre: el espanto y el dolor atraviesa sus miembros; la
íntima estructura de sus nervios comparte el desgarro y la
destrucción; suena la voz de muerte. Tal es el lazo de este lenguaje
natural. A pesar de su formación y de su deformación, los
europeos se han vistofuertemente afectados por las toscas voces de queja de los
primitivos. Desde el Brasil, Lerys cuenta cómo la emoción de su
gente llegó hasta las lagrimas ante los entrañables y
enormes gritos de amor y afabilidad de esos americanos. Charlevoix y otros son
incapaces de expresar la impresión de espanto que producían los
cantos guerreros y magicos de los norteamericanos. Si tenemos
ocasión de observar mas adelante hasta qué punto esas
voces naturales han vivificado la poesía y la música antiguas,
seremos también capaces de explicar de forma mas
filosófica el efecto que todavía hoy producen sobre los
primitivos la música y el canto antiquísimos de Grecia, por
ejemplo, el antiguo escenario griego y la música, la danza y la
poesía en general. Incluso entre nosotros, donde, claro esta, la
razón suele reemplazar la sensación y el lenguaje artificial de
la sociedad suele sustituir las voces naturales, ¿no ocurre a menudo que
los supremos truenos de la elocuencia, los mas fuertes rayos de la
poesía, los momentos magicos de la acción, se aproximen,
por imitación a ese lenguaje natural? ¿Qué es lo que hace
milagros, atraviesa los corazones y transforma las almas allí, entre el pueblo reunido?
¿Acaso el lenguaje intelectual y la metafísica? ¿Las
comparaciones y las figuras? ¿El arte y la fría
convicción? Si el vértigo no ha de ser ciego, son muchas las
cosas que tienen que suceder por tales medios, pero ¿todo? ¿Por
qué medio se produjo precisamente ese instante de vértigo
ciego?¡Por medio de una facultad completamente distinta! Esos sonidos,
esos gritos, aquellos sencillos movimientos de la melodía, esa
expresión repentina, esa voz conmovedora, ¡qué sé yo
cuantas cosas mas! Entre los niños y el pueblo sensible,
entre mujeres, entre gente de sentimientos tiernos, entre enfermos, solitarios,
acongojados, producen mil veces mas efecto del que produciría la verdad
misma si hiciera sonar su suave y fina
2
Lettre sur les aveugles à l'usage de ceux qui voyent, etc.
voz desde el cielo. Esas palabras, ese sonido, la expresión de esa
estremecedora romanza, u otras cosas, nos devuelven hacia nuestra niñez,
donde los oímos por vez primera, acompañados de quién sabe
qué impresiones anímicas de horror, de fiesta, de susto, de
miedo, de alegría. La palabra suena y, cual multitud de
espíritus, se levantan todas ellas de repente con su sombría
majestad desde la tumba del alma, oscureciendo la idea pura y clara de la
palabra, idea que únicamente podía entenderse sin tales
impresiones. La palabra ha pasado, pero el sonido de la sensación suena.
El oscuro sentimiento nos embarga; el irreflexivo se horroriza y se estremece no
ante pensamientos, sino ante sílabas, sonidos de la niñez; ha
sido la fuerza magica del orador, del poeta, para
reconducirnos a la infancia. No nos hemos basado en la reflexión ni en
la deliberación, sino en la simple ley de la naturaleza: el tono de la sensación
producira idéntico tono en la criatura solidaria. Si queremos,
pues,llamar lenguaje a esos inmediatos sonidos de la naturaleza, su origen me
parece, desde luego, el mas natural. No sólo no es sobrehumano,
sino evidentemente animal: la ley natural de una maquina sensible. Sin
embargo, no puedo ocultar mi asombro ante el hecho de que haya
filósofos, es decir, gente que persigue conceptos claros, que hayan
pretendido explicar el origen del
lenguaje humano a partir de ese grito de las sensaciones. En efecto, ¿no
es evidente que este lenguaje humano constituye algo completamente distinto?
Todos los animales, incluido el mudo pez, hacen resonar su sensación,
pero no por ello posee ninguno de ellos, ni siquiera el mas perfecto, el
menor atisbo de lenguaje humano propiamente dicho. Estructúrense,
refínense y organícense las voces como se quiera: si no hay, ademas, una
inteligencia capaz de emplear el sonido con un propósito, no veo la
manera de que el mencionado lenguaje conforme a la naturaleza se convierta en
lenguaje humano, intencionado. Los niños emiten sonidos de
sensación, como los animales, pero
¿no es enteramente distinto el lenguaje que aprenden del hombre? El abate Condillac3 pertenece a
esa clase de filósofos. O bien ha supuesto el lenguaje como objeto ya descubierto desde la primera
hoja de su libro, o bien encuentro en cada pagina cosas imposibles en el
orden de un lenguaje creativo. La base de su hipótesis son «dos
niños en un desierto, antes de que conozcan el uso de ningún
signo». Pues bien, la razón por la cual supone todo eso,«dos
niños» que, consiguientemente, o mueren o tienen que convertirse
en animales; «en un desierto», donde todavía son mayores las
dificultades para subsistir y para inventar; «antes de emplear signos
naturales y antes incluso de conocerlos», cuando ningún lactante,
a las pocas semanas de nacer, carece de ellos; la razón, digo, por la
que una hipótesis que pretende rastrear el proceso natural de los
conocimientos humanos ha de basarse en semejantes datos no naturales y contradictorios,
la sabra el autor que la propone, pero me comprometo a demostrar que con
tal hipótesis no se ha construido una explicación del origen del
lenguaje. Sus dos niños se juntan sin conocer ningún signo y, ¡míralos!,
en el primer instante comunican entre sí. Sin embargo, sólo
gracias a esa comunicación recíproca aprenden «a poner en
conexión los pensamientos y las voces de la sensación, las cuales
constituyen los signos naturales a esta última». ¿Aprender
mediante la comunicación signos naturales de la sensación?
¿Aprender y distinguir cuales son los pensamientos que hay que
enlazar con ellos, pero a la vez comunicarse desde el primer instante del
encuentro, ya antes de conocer lo que conoce el animal mas torpe, ser capaz
de aprender qué pensamientos hay que enlazar con ciertos signos? No
entiendo nada. «Al repetirse circunstancias parecidas, se acostumbran a
enlazar pensamientos con determinados sonidos de las sensaciones y con
diferentes señales del
cuerpo. Así se ejercita su memoria. Prontosaben gobernar su
imaginación y pronto son ya capaces de hacer por reflexión lo que
antes sólo hacían por instinto» (y, sin embargo, como hemos visto, no
sabían qué hacer antes de entrar en relación). No entiendo
nada. «El empleo de tales signos amplía los efectos del alma y
éstos perfeccionan los signos. Fueron, pues, las voces de la
sensación las que les acostumbraron a poner en conexión signos
determinados; fueron las voces de la sensación las que les sirvieron de
modelo para crearse un nuevo lenguaje, para articular nuevos sonidos, para
habituarse a designar la cosa con nombres.» Repito todas estas
repeticiones y sigo sin entender nada. Finalmente, una vez que el autor ha
construido sobre este infantil origen del lenguaje la prosodia,
declamación, música, danza y poesía de las lenguas
antiguas y ha expuesto ocasionales observaciones atinadas, pero que en nada
afectan a nuestro propósito, recoge de nuevo el hilo: «Para
entender cómo se pusieron de acuerdo los hombres acerca del sentido de
las primeras palabras que querían emplear, basta observar que las
pronunciaban en unas circunstancias en que cada uno se veía obligado a
relacionarlas con las mismas ideas», etc. Resumiendo: surgieron las
palabras porque existían las palabras antes de existir. Creo que no vale
la pena seguir persiguiendo el hilo de nuestro
expositor, ya que se trata de un hilo
que no liga nada.
3
Essai sur l'origine des connaissances humaines, vol. II.
Con su elevada explicación del
origendel lenguaje Condillac ha dado lugar, ya se sabe, a que Rousseau4
retomara la cuestión al modo de nuestro siglo, es decir,
poniéndola en tela de juicio. En verdad, no hacía falta
ningún Rousseau para dudar de la explicación de Condillac. Para
tomarla, en cambio, como única
razón que justificara el negar toda posibilidad de invención
lingüística, para eso sí hacía falta, cómo no, cierto empuje o salto, como quiera llamarse, de tipo roussoniano.
Dado que Condillac había explicado mal la cuestión, ¿no
podía ya ser explicada en absoluto? Dado que el lenguaje humano nunca ha
podido surgir de los sonidos de la sensación, ¿se sigue de
ahí que no ha podido surgir de ninguna otra parte? Su propio
planteamiento pone en evidencia que, efectivamente, Rousseau no ha sido
inducido a error mas que por este sofisma oculto: «Si en todo caso
el lenguaje tenía que nacer de forma humana, ¿cómo
tendría que haber nacido?» Al igual que su predecesor, comienza
con el grito de la naturaleza a partir del
cual se forma el lenguaje humano. No veo cómo habría surgido de
él, y me produce asombro el que la agudeza de un Rousseau haya podido
pretender un solo momento hacerla surgir de ahí. No tengo a mano el
breve escrito de Maupertuis, pero, si se me permite confiar en el resumen de un
autor5 que poseía como
uno de sus méritos no mas pequeños la fidelidad y el
rigor, tampoco él ha separado suficientemente de esos sonidos animales
el lenguaje y, consiguientemente, se mueve en la misma perspectivaque los
autores anteriores. Finalmente, Diodoro y Vitruvio, que, por lo demas,
no dedujeron el origen humano del lenguaje,
sino que mas bien creyeron en él, fueron quienes mas
claramente viciaron la cuestión, ya que primero situaron al hombre, como animal que gritaba,
vagando cierto tiempo por el bosque, para hacerle inventar luego —sabe
Dios de dónde y para qué— el lenguaje. En vista de que la
mayoría de los defensores del origen humano del lenguaje luchaban desde
una posición tan insegura, a la vez que otros, por ejemplo
Süssmilch, la atacaban con tanta razón, la Academia ha querido ver
esta cuestión, que sigue, por tanto, esperando una respuesta y acerca de
la cual se han dividido incluso algunos de sus ex miembros, resuelta de una vez
por todas. Y como este grandioso tema ofrece
muchas perspectivas en psicología y en el orden natural de la especie
humana, en la filosofía del lenguaje y
en la de cuantos conocimientos se adquieren por medio del mismo, ¿quién no quiere
aventurarse en él? Y como
el hombre es para nosotros la única criatura hablante conocida y se
distingue de todos los animales precisamente gracias al lenguaje,
¿dónde podríamos comenzar nuestra investigación con
mas seguridad que en las experiencias sobre la distinción entre
animales y hombre? Condillac y Rousseau tenían que equivocarse acerca del
origen del lenguaje por equivocarse sobre tal
distinción de forma tan conocida como
diferente: el primero6 convirtiendo los animales en hombres, el
segundo7convirtiendo los hombres en animales. Me veo, pues, obligado a ir
mas lejos. Esta fuera de toda duda que el hombre se halla a mucha
distancia de los animales en lo que toca a la fuerza y seguridad del instinto, que
incluso carece en absoluto de lo que llamamos habilidades y tendencias innatas
en muchas especies animales. Pero si han fracasado la mayoría de las
explicaciones que hasta la fecha se han dado de tales instintos
artísticos, como
también últimamente la de un riguroso filósofo
aleman8, tampoco se ha podido clarificar todavía cual es
la verdadera causa de la carencia de los mismos. Creo que no se ha tenido en
cuenta un punto de vista fundamental desde el que se pueden suministrar, si no
explicaciones exhaustivas, sí al menos observaciones relativas a la
naturaleza animal que, como
espero mostrar en otro lugar, pueden arrojar mucha luz sobre la
psicología humana. Este punto de vista es la esfera de los animales.
Todo animal posee un círculo, al que pertenece desde el nacimiento, en
el que ha entrado inmediatamente, en el que permanece a lo largo de su vida y
en el que muere. Pero es curioso que cuanto mas agudos son sus sentidos
y mas admirables sus obras de arte, tanto mas pequeño es
su círculo, tanto mas peculiar es su obra artística. He
investigado esta relación y descubro en todas partes una
proporción inversa, admirablemente observada, entre la menor
extensión de sus movimientos, sus elementos, alimentación,
sustento, apareamiento, cría, compañía einstintos y artes.
La abeja construye en su colmena con una sabiduría que Egeria no era
capaz de enseñar a su Numa. Pero, fuera de
4 5
Sur l'inégalité parmi les hommes, etc., I parte. Süssmilch,
Prueba de la divinidad, apéndice 3, p. 110. 6 Traité sur les
animaux. 7 Sur l'origine de l'inégalité 8 Reimarus sobre los
instintos artísticos de los animales. Cf. las consideraciones al
respecto en las Briefe die neuere Literatur betreffend, etc.
esas celdillas de su predeterminada labor en ellas, no es nada. La araña
teje con el arte de Minerva, pero todo su arte se halla igualmente entretejido
en ese limitado espacio de tela; ése es su mundo. ¡Qué
admirable es el insecto y qué estrecho su círculo de
acción! En cambio, cuanto mas variadas son las funciones y la
determinación de los animales, cuanto mas se dispersa su
atención sobre varios objetos, cuanto mas inestable es su modo de
vida, en una palabra, cuanto mas amplia y variada es su esfera, tanto
mas vemos que su sensibilidad se divide y debilita. No puedo aquí
emprender la tarea de confirmar con ejemplos esta relación que recorre
la cadena de los seres vivientes; dejo la prueba a cada uno o remito a otra
ocasión y continúo con mis conclusiones. Todas las habilidades e
instintos artísticos pueden explicarse, pues, según toda
probabilidad y analogía, a partir de las facultades de
representación de los animales, sin necesidad de suponer, ademas,
ciegas determinaciones que destruyen cualquier filosofía. Si
unossentidos infinitamente agudos se encierran en un pequeño
círculo en torno a algo siempre idéntico, mientras que todo el
resto del
mundo no significa nada para ellos, ¡cómo tienen que penetrar! Si
las facultades de representación se hallan incluidas en un
pequeño círculo y estan dotadas de una analoga
sensibilidad, ¡cómo tienen que ser efectivas! Finalmente, si
sentidos y representaciones se hallan orientados hacia un punto,
¿qué otra cosa puede desarrollarse sino instinto? A partir de
tales facultades de representación se explican, pues, la sensibilidad,
las habilidades y los instintos de los animales, según sus especies y
grados. Me es, por tanto, lícito asumir el siguiente principio: la
sensibilidad, las habilidades y los instintos artísticos de los animales
incrementan su fuerza e intensidad en proporción inversa a la magnitud y
variedad de su círculo de acción. Ahora bien El hombre no
posee una esfera tan uniforme y estrecha, una esfera en la que sólo le
espera un trabajo: hay en torno suyo un mundo de ocupaciones y determinaciones.
Sus sentidos y organización no estan aguzados para una
única cosa: los posee para todo y, naturalmente, son unos sentidos
mas débiles y torpes en cada caso individual. Sus facultades
anímicas se hallan extendidas sobre el mundo entero; sus
representaciones no estan dirigidas hacia una única cosa. Por
ello carece de instinto, de habilidad artística y —lo que
aquí nos interesa de forma mas inmediata— de lenguaje
animal. Aparte de lamencionada propiedad fónica de la maquina
sensitiva, ¿qué es lo que llamamos lenguaje animal en algunas
especies si no un resultado de las observaciones que he reunido, si no un
oscuro y sensible acuerdo mutuo entre los miembros de una especie animal acerca
de su determinación dentro del
círculo en que actúan? Cuanto mas pequeña es, pues,
la esfera de los animales, tanto menos necesitan el lenguaje. Cuanto mas
agudos son sus sentidos, cuanto mas se hallan orientadas sus
representaciones hacia un solo objeto, cuanto mayor es la fuerza de atracción
de sus instintos, tanto mas concentrado resulta el acuerdo de sus
sonidos, de sus signos, de sus manifestaciones. Lo que entonces habla y percibe
es un mecanismo viviente, es un instinto dominante. ¡Qué poco
necesita hablar para ser oído! Por ello carecen incluso de oído
los animales de ambito muy reducido; no son para su mundo mas que
tacto u olfato y visión; imagen enteramente uniforme, rasgo uniforme,
tarea uniforme; poseen, pues, poco lenguaje o carecen de él. En cambio,
cuanto mayor es el círculo de los animales, cuanto mas diversos
sus sentidos pero ¿para qué repetir? Con el hombre cambia
totalmente la escena. ¿Qué utilidad puede tener para su
círculo de acción, incluso en la situación de mayor
necesidad, el lenguaje del animal mas
hablador, del
que profiere mas diversas voces? ¿De qué serviría a
sus dispersos deseos, a su repartida atención, a sus débiles
sentidos olfativos, el poseer también el oscuro lenguaje de todoslos
animales? No es para él ni abundante ni claro, como tampoco bastan sus objetos ni es
apropiado para sus órganos. No es, pues, su lenguaje en modo alguno. En
efecto, si no queremos jugar con las palabras, ¿qué significa el
lenguaje propio de una criatura, mas que el adecuado a su esfera de
necesidades y funciones, a la organización de sus sentidos, a la
orientación de sus representaciones y a la fuerza de sus deseos? Pero
¿qué lenguaje animal tiene tales características para el
hombre? Sin embargo, tampoco nos hace falta esta pregunta. ¿Qué
lenguaje (fuera del mecanico antes mencionado)
posee el hombre tan adecuado a los instintos como lo es el de todas las especies animales
en su esfera y conforme a ésta? La respuesta es breve: ¡ninguno! Y
es especialmente esta breve respuesta la que decide. Como hemos visto, el lenguaje propio de cada
animal es una expresión de representaciones sensibles tan fuertes, que
se convierten en instintos. El lenguaje es, pues, como los sentidos, representaciones e
instintos, innato e inmediatamente natural en el animal. La abeja zumba igual
que chupa; el
pajaro canta igual que hace el nido. ¿Cómo habla, en
cambio, el hombre por naturaleza? No habla en absoluto como
animal, como
tampoco hace nada por puro instinto. Prescindo de los gritos que profiere la
maquina sensible del
recién nacido; fuera de ello, es mudo. Con sus voces no expresa ni
representaciones ni instintos, al contrario de lo que hacen a su modo todos los
animales.Desnudo como
esta, es la criatura mas desamparada de la naturaleza cuando se
le pone entre animales. Totalmente desprovisto de vestido, débil y
necesitado, pusilanime y desarmado y, lo que constituye el resumen de su
indigencia, privado de toda guía vital. Dotado de una sensibilidad tan
dispersa y reducida, de unas aptitudes tan indeterminadas y dormidas, de unos
instintos tan divididos y tenues, evidentemente referidos a mil necesidades,
destinados a un círculo grande, y, sin embargo, tan desamparado y
abandonado, que ni siquiera posee un lenguaje para manifestar su indigencia.
¡No, semejante contradicción no es el gobierno de la naturaleza!
Tenían que dormir en él otras facultades ocultas en lugar de los
instintos. Nacido mudo, pero
SEGUNDA SECCIÓN
Pero no daré ningún salto. No otorgaré en seguida al
hombre nuevas facultades repentinas ni una aptitud creadora de lenguaje como arbitraria qualitas
occulta. Me limitaré a seguir analizando las lagunas y deficiencias
mencionadas. Tales lagunas y deficiencias no pueden constituir, sin embargo, el
distintivo de la especie, o bien hay que concluir que la naturaleza ha sido para
el hombre la madrastra mas despiadada, mientras ha sido la madre
mas cariñosa para cualquier insecto. A cada uno de éstos
le ha dado cuanto necesita: sentidos para representar y representaciones
convertidas en instinto, órganos para hablar, tantos cuantos necesita, y
órganos para comprender ese lenguaje. En el hombre reina el mayor
desequilibrioentre todo ello: sentidos y necesidades, facultades y
círculo de acción que le espera, órganos y lenguaje. Tiene
que faltarnos, pues, algún eslabón intermedio que combine tan
distantes miembros de una relación. Si lo descubriéramos, su
recuperación constituiría, según todas las
analogías de la naturaleza, la peculiaridad, el distintivo, de su
especie, y la razón y la justicia nos harían valorar este
hallazgo como lo que es, como un don natural que le es tan necesario como el
instinto a los animales. Mas todavía: si descubriéramos en
tal distintivo la causa de aquellas indigencias y descubriéramos en el
centro mismo de éstas, en el vacío de aquella gran ausencia de
instintos artísticos, el núcleo compensador, esa armonía
sería entonces una prueba genética de que es ahí donde
reside la verdadera dirección de la humanidad y de que la especie humana
no supera al animal en la escala del mas y del menos, sino en la
cualidad. Y, si en este nuevo distintivo de la humanidad encontraramos
incluso el fundamento genético que hiciera necesario el nacimiento de un
lenguaje en esta nueva especie de criaturas, al igual que hallamos antes en los
instintos animales el fundamento inmediato del lenguaje en cada especie,
entonces estaríamos de lleno en nuestro objetivo. En tal caso, ser
hombre y ser hablante equivaldrían. Se observara que mi
desarrollo no parte de facultades arbitrarias o sociales, sino de la
economía general de los animales. Pues bien, se sigue que, si el hombre
poseesentidos que, para un ambito reducido, para el trabajo y el
disfrute de amplitud universal, son inferiores a los que tiene el animal que
vive en ese ambito, es ello mismo lo que explica la ventaja de la
libertad; precisamente porque no son sentidos destinados a un punto, son
mas generales, son sentidos del mundo. Si el hombre goza de facultades
de representación no circunscritas a la construcción de
alvéolos en un panal ni a la confección de telarañas, si
goza de facultades que son, por tanto, igualmente inferiores a las habilidades
artísticas de los animales en determinado ambito, a ello deben
precisamente esas facultades la mayor perspectiva que adquieren. No posee una
obra única en la que actúe de forma inmejorable, pero tiene
espacio libre para ejercitarse en muchas cosas y, consiguientemente, para
perfeccionarse constantemente. Ningún pensamiento es obra inmediata de
la naturaleza, pero gracias a ello puede convertirse en la obra propia del hombre. Si
así tiene, pues, que desaparecer un instinto que sólo derivaba de
la organización de los sentidos y del
espacio de las representaciones y no era una ciega determinación,
así es también como
el hombre recibe abundante luz. Al no precipitarse ciegamente sobre un
único punto ni quedarse ciegamente en él, estara libre,
pudiendo buscar una esfera donde reflejarse, donde puede verse dentro de
sí
mismo como en
un espejo. No sera ya una maquina infalible en manos de la
naturaleza, sino que se convertira él mismo en objetoy fin de su
trabajo. Llamese como
se quiera esta disposición de sus facultades: entendimiento,
razón, conciencia, reflexión, etc. Con tal de que no se aplique
el nombre a facultades aisladas y a simples elevaciones de la escala de
facultades animales, me da igual. Se trata de la organización global de
todas las facultades humanas, del
gobierno conjunto de sus facultades sensibles y cognoscitivas, de su naturaleza
cognoscente y volitiva. O mejor, se trata de la singular facultad positiva del
pensar, que va ligada a cierta organización corporal y que en el hombre
recibe el nombre de razón, mientras que en el animal se convierte en
facultad artística; es la facultad que llamamos libertad en el primero y
que se torna instinto en el segundo. La diferencia no consiste en grados o
aumento de las facultades, sino en la total diversidad de orientación y
desarrollo de todas las facultades. Tanto si es leibniziano como lockiano,
Search o Knowall9, idealista o materialista, hay que conceder, mas
alla de un acuerdo sobre términos y de conformidad con lo
anterior, el contenido, es decir, un distintivo propio de la humanidad
consistente en tal contenido, y no era otra cosa. Todos cuantos han puesto
objeciones en contra son víctima de falsas representaciones y de
conceptos sin ordenar. Se ha concebido la razón como una nueva facultad
introducida en el alma del hombre, totalmente separada, convertida en propiedad
suya como regalo que le hace superior a todo animal, como añadido,
portanto, que hay que considerar por sí solo, como un cuarto
escalón que sigue en una escalera a los tres anteriores. Esto es, desde
luego, un absurdo filosófico, por muy respetables que sean los
filósofos que lo sostienen. Las facultades todas del alma humana y del
alma animal no son otra cosa que abstracciones y resultados metafísicos.
Las separamos debido a que nuestro débil espíritu es incapaz de
considerarlas conjuntamente; figuran en distintos capítulos, no porque
actúen por capítulos en la naturaleza, sino porque quiza
es ésta la mejor manera de formarse el aprendiz. El que hayamos reducido
algunas de sus funciones a determinados nombres basicos, por ejemplo,
ingenio, agudeza, fantasía o razón, no indica la posibilidad de
un acto individual del espíritu en el que sólo actuaría el
ingenio o la razón, sino sencillamente que descubrimos en ese acto el
maximo de la abstracción que llamamos ingenio o razón, por
ejemplo, comparando o aclarando ideas. Pero en todas partes actúa el
alma entera indivisa. Si un hombre pudiese realizar un solo acto en el que
obrara plenamente como
un animal, no sería ya hombre en absoluto, no sería ya capaz de
acción humana alguna. Si por un solo instante careciera de razón,
no veo cómo podría pensar racionalmente alguna vez en su vida, a
no ser que se hubiese transformado íntegramente su alma, el gobierno entero de su naturaleza. Si
nos atenemos a la corrección de conceptos, la racionalidad del hombre, el
distintivo de su especie, es otracosa, es decir, consiste en la
determinación entera de su facultad pensante en relación con su
sensibilidad y sus instintos. Y por ello, acudiendo a las anteriores
analogías, no podía llegarse a otro resultado que éste: si
el hombre tuviera instintos animales, no podría poseer lo que llamamos
su razón, ya que esos instintos arrastrarían sus facultades tan
oscuramente hacia un punto, que no le quedaría ningún espacio de
conciencia libre. Era algo necesario que, si el hombre tuviera sentidos
animales, careciera de razón, ya que la misma fuerza de atracción
de aquéllos, así como las representaciones, que con tanta
potencia presionarían debido precisamente a ellos, no podrían
hacer otra cosa que ahogar toda fría reflexión. Pero, a la
inversa, de acuerdo con estas mismas leyes de conexión en el gobierno de
la naturaleza, sería necesario que, si en un punto desaparecieran la
sensibilidad y clausura propias de los animales, surgiría una criatura
distinta, cuya capacidad efectiva se exteriorizaría en un ambito
mas amplio, mas luminosamente y de acuerdo con una mas
fina organización, una criatura que no sólo conocería,
querría y actuaría de forma separada y libre, sino que,
ademas, sabría que conocía, quería y actuaba. Esta
criatura es el hombre, y a toda esta disposición de su naturaleza le
daremos el nombre de reflexión, a fin de evitar confundirla con
facultades racionales peculiares, etc. A tenor de estas mismas reglas de
conexión, según las cuales las denominaciones desensibilidad e
instinto, de fantasía y razón, seran simples
determinaciones de una misma facultad en la que las contraposiciones se
suprimiran mutuamente, se seguiría que, si el hombre no fuese un
animal instintivo, tendría que ser, teniendo en cuenta la positiva
facultad libre de su alma, una criatura dotada de reflexión. Si prolongo
unos pasos mas la serie de estas inferencias, adquiero una delantera que
acorta mucho el camino frente a futuras objeciones.
9
División que encuentra acogida en una nueva obra metafísica,
Light of nature pursued, de Search, London,
1768.
En efecto, si la razón no es una facultad dividida, de acción
individual, sino una orientación peculiar de la especie y propia de
todas las facultades, el hombre tiene que poseerla desde el primer estado en
que es hombre. En los primeros pensamientos del
niño tiene que manifestarse ya esa reflexión, como se percibe en el insecto que es insecto.
Mas de un escritor ha sido incapaz de comprender esto, y de ahí
que la materia de la que trato esté repleta de las mas toscas y
penosas objeciones. Pero no ha sido capaz de comprenderlo por haberlo
interpretado mal. ¿Acaso el pensar racionalmente quiere decir pensar con
una razón desarrollada? Que el lactante piense con reflexión
¿significa que razone como un sofista en
su catedra o como
el estadista en su gabinete? ¡Feliz una y mil veces él, que no
sabe todavía de esa fatigosa mezcolanza de sutilezas! Pero ¿no
veis que esta objeción no niega mas que undeterminado uso, y no
otro distinto, un uso mas o menos ejercitado de las facultades
anímicas, pero de ningún modo una cualidad positiva de la
facultad anímica misma? Y ¿qué insensato afirmara
que el hombre piensa desde el primer instante de la vida como después de
muchos años de ejercicio, a no ser que niegue, a la vez, el desarrollo
de todas las facultades del alma y se confiese así menor de edad? Pero
si este desarrollo en el mundo sólo puede significar un uso algo
mas ligero, vigoroso y variado ¿no tiene que existir ya lo que ha
de ser usado, no tiene que ser ya germen lo que ha de crecer? ¿Y no
esta el arbol entero contenido en el germen? En la misma medida en
que no tiene las garras del grifo ni la melena
del león, tampoco puede pensar como un grifo o un
león. Pero, si piensa de forma humana, entonces la reflexión, es
decir, la proyección de todas sus facultades en esa dirección
basica, es su suerte desde el primer instante como lo sera en el último. La
razón se manifiesta ya en su sensibilidad de forma tan efectiva, que el
omnipotente creador de esta alma vio en su primer estado el tejido completo de
los actos de su vida, al igual que el matematico descubre, a la vista de
un orden dado, la proporción completa de una progresión partiendo
de un miembro de la misma. «En consecuencia, esa razón era
entonces mas capacidad racional (réflexion en puissance) que
facultad real.» La excepción no dice nada. Una mera y desnuda
capacidad que, aun careciendo de obstaculos, noconstituya una facultad y
no sea mas que capacidad, es un sonido sordo, de igual manera que las
formas plasticas que forman sin ser formas por su parte. Si no hay,
juntamente con la capacidad, el menor elemento positivo de una tendencia, entonces
no hay nada, entonces esa palabra no es otra cosa que abstracción
académica. El moderno filósofo francés10 que tanto ha
deslumbrado con esta réflexion en puissance, con este pseudoconcepto, no
ha hecho mas que deslumbrar con una burbuja de aire que él hace
mover por algún tiempo, pero que se le deshace en el camino
imperceptiblemente. Y si nada existe en la capacidad, ¿cómo ha de
entrar un día en el alma?; si no hay en el primer estado del alma
ningún elemento positivo de razón, ¿cómo se
hara efectivo en los millones de estados siguientes? ¿Es
engaño de palabra decir que el uso puede transformar una capacidad en
facultad, algo meramente posible en algo real? Si no esta ya presente la
facultad, tampoco puede ser usada ni aplicada. Para
terminar, ¿en qué consisten las dos cosas en el alma, una
capacidad racional separada y una facultad racional? Tan incomprensible es lo
uno como lo
otro. Situemos al hombre en el universo como
el ser que es, con su grado de sensibilidad y organización: de todos
lados, a través de todos los sentidos, afluye a él ese universo
en forma de sensaciones: ¿por medio de sentidos humanos, de forma
humana? ¿Es, pues, menos agraciado este ser pensante, si lo comparamos
con los animales? ¿Posee espacio paraexpresar mas libremente su facultad?
Es esta diferencia lo que recibe el nombre de racionalidad:
¿dónde esta la mera capacidad, dónde la facultad
racional aislada? Es la facultad positiva y singular del alma la que obra en
tal estructura: a mayor sensibilidad, menor racionalidad; a mayor racionalidad,
menor viveza; a mayor claridad, menor oscuridad; todo esto se entiende en
seguida. Pero el mas sensitivo estado del hombre sigue siendo humano y, por
consiguiente, continúa actuando la reflexión, aunque sea en grado
menos perceptible. En cambio, el estado menos sensitivo del animal es animal y, en consecuencia, ni
aun en sus momentos de mayor claridad de pensamiento actúa la
reflexión de un concepto humano. Y dejemos ya de jugar con palabras.
Siento haber perdido tanto tiempo simplemente para determinar y ordenar
conceptos. Ahora bien, era necesaria esta pérdida, ya que toda la parte
de la psicología relativa al tema se halla lamentablemente abandonada en
la época moderna; ya que, con el fin de evitar las confusiones del modo
de pensar ordinario, los filósofos franceses han tratado algunas
pseudopeculiaridades de la naturaleza animal y humana confundiéndolo y
revolviéndolo todo, mientras que los filósofos alemanes han
tendido a ordenar la mayoría de conceptos de esta índole en favor
de su sistema y según su punto de
10
Rousseau acerca de la desigualdad, etc.
vista, mas que de acuerdo con dicha naturaleza. Al tratar de acabar con
tales conceptos no he dado ningúnrodeo. Al contrario, estamos de una vez
en nuestro objetivo, es decir: El hombre, desde la condición reflexiva
que le es propia, ha inventado el lenguaje al poner libremente en
practica por primera vez tal condición (reflexión). En
efecto, ¿qué es la reflexión? ¿Qué es el
lenguaje? Esta reflexión la posee con caracter distintivo y es
esencial a su especie; por ello le pertenece también el lenguaje y el
propio invento del
mismo. Inventar el lenguaje, consiguientemente, es para él tan natural como el ser hombre. Pero
desarrollemos los dos conceptos, reflexión y lenguaje. El hombre demostrara
poseer reflexión si su facultad anímica actúa tan
libremente que, en medio del
océano de sensaciones que le invaden, es capaz de aislar una ola, si se
me permite expresarlo así, de detenerla, de dirigir sobre ella su
atención y de ser consciente de estarla observando. Demostrara
que posee reflexión si es capaz de espigar un momento de atención
frente a toda la pesadilla de flotantes imagenes que pasan por sus
sentidos, de detenerse libremente en una de ellas, de observarla clara y
serenamente, aislando sus rasgos de forma que su objeto sea éste, y no
otro. El hombre pone, pues, de manifiesto la reflexión si es capaz, no
sólo de conocer viva o claramente todas las propiedades, sino de
reconocer una o varias de ellas como
propiedades que se distinguen en él: el primer acto de este
reconocimiento11 suministra un concepto claro; es el primer juicio del alma, y
¿por qué medio se haproducido tal movimiento? Por medio de un
rasgo que el hombre ha tenido que aislar y que, como rasgo de un conocimiento reflejo, se le
ha presentado con claridad. ¡Ea! ¡Lancemos el eÛrhka! Este
primer rasgo del
conocimiento reflejo ha sido una palabra del alma. Con él se ha
inventado el lenguaje humano. Dejad pasar ante sus ojos, como una imagen, ese cordero; para él
es distinto de cualquier otro animal; no significa para él lo que para
el hambriento lobo que husmea, ni lo que para el sanguinario león. Estos
husmean y paladean anticipadamente en espíritu; la sensibilidad los ha
vencido; para el carnero en celo, que únicamente lo siente como objeto de placer,
que, una vez mas, ha sido vencido por la sensibilidad y que se arroja,
por instinto, sobre ese objeto. No es para él lo que para otro animal
cualquiera al que es indiferente la oveja y que, si la deja pasar en la
penumbra, es porque su instinto lo orienta hacia otra cosa. ¡Muy distinto
es el caso del
hombre! Cuando cae en la necesidad de conocer la oveja no hay instintos que se
lo impidan, no hay sentidos que lo arrastren hacia ella o lo aparten de la
misma; la oveja esta ahí, tal como se manifiesta a sus sentidos: blanca,
suave, lanosa. El alma del
hombre, juiciosa, puesta en movimiento, busca una característica
¡la oveja bala!, la ha encontrado. El sentido interno actúa. Ese
balar, que ha producido en el alma la impresión mas fuerte, que
se ha desprendido y destacado de todas las demas propiedades exploradas
yconsideradas y ha sido la que mas hondo ha penetrado, queda como propiedad suya. La
oveja vuelve. Blanca, suave, lanosa; el alma ve, toca, tantea, reflexiona,
busca una característica; la oveja bala ¡y entonces la reconoce!
«¡Ah, eres la que bala!», dice para sí; la ha
reconocido de forma humana, ya que la distingue y la nombra claramente, esto es
con una característica. Si hubiese sido mas oscura, ni siquiera
la habría percibido, ya que ninguna sensibilidad, ningún instinto
hacia la oveja, le habría sustituido la falta de claridad con una
diafanidad mas viva. Ninguna criatura sensible puede sentir fuera de
sí con inmediata claridad sin característica, pues siempre hay
otros sentimientos que oprimen, que destruyen, por así decirlo; el alma
esta permanentemente obligada a conocer la diferencia entre dos cosas
por medio de una tercera. ¿Con una característica, por tanto?
¿Y qué otra cosa es ésta sino una característica
verbal? El sonido del balar, percibido por un alma humana como distintivo de la
oveja se convierte, gracias a este conocimiento reflejo, en el nombre de la
misma, y ello aunque la lengua del hombre jamas haya intentado
balbucearlo. Ha reconocido la oveja por el balido; ha sido un signo captado,
con ocasión del
cual el alma ha recordado claramente una idea: ¿qué otra cosa es
esto sino palabra? ¿Y qué es el lenguaje humano entero mas
que una colección de tales palabras? Así, pues, aunque nunca
llegara a transmitir esta idea a otra criatura ni, consiguientemente,a querer o
poder balar para ella con los labios este signo del conocimiento reflejo, su
alma habría balado en su interior, por así decirlo, ya que ella
eligió ese sonido como recuerdo, y habría vuelto a balar, ya que
por ello lo ha reconocido. ¡El lenguaje ha sido inventado! Lo ha sido de
forma tan natural y necesaria al hombre como
éste es hombre. La mayoría de los que han escrito sobre el origen
del lenguaje han olvidado buscarlo en el único punto donde podía encontrarse;
por ello han sido muchos los que han tenido oscuras dudas acerca de
11
Uno de los mas bellos ensayos que aclaran la esencia de la
percepción a partir de experimentos físicos, que tan pocas veces
esclarecen la metafísica del alma, es el que se halla en los escritos de
la Academia de Berlín de 1764.
la posibilidad de hallarlo en alguna parte del alma. Se lo ha buscado en la
mejor articulación de los órganos lingüísticos, como si un
orangutan hubiese descubierto el lenguaje con estos mismos órganos.
Se lo ha buscado en los sonidos de la pasión, como si no los poseyeran todos los animales,
sin que ninguno haya inventado con ellos el lenguaje. Se ha supuesto un
principio de imitación de la naturaleza y de sus sonidos, como si se
pudiera pensar algo con semejante inclinación ciega; como si el mono,
con esa misma inclinación, o el mirlo, que tan bien sabe imitar los
sonidos, hubiesen inventado un lenguaje. Los mas, finalmente, han
supuesto una mera convención, un acuerdo lingüístico;
Rousseau hasido quien mas se ha opuesto a tal explicación; en
efecto, ¿qué oscura y complicada expresión es ésa
de «acuerdo natural acerca del
lenguaje»? Los tan diversos e insostenibles errores que se han defendido
acerca del origen del
lenguaje humano han terminado por generalizar la opinión opuesta a los
mismos; espero que no continúe siendo así. No es una determinada
organización de la boca la que produce el lenguaje, pues también
el mudo de nacimiento, si es hombre, si tiene memoria, lo posee en su alma.
Tampoco las voces de la sensación, ya que no ha sido una maquina
dotada de respiración la que ha intentado el lenguaje, sino una criatura
reflexiva. No es un principio anímico de imitación: si hay
imitación de la naturaleza, constituye un simple medio en orden a un fin
único que tenemos que explicar aquí. Tampoco es, menos
todavía que cualquier otra cosa, un acuerdo, una arbitraria
convención social; el salvaje, el que vive solo en la selva, se
habría visto obligado a inventar el lenguaje para sí mismo,
aunque jamas lo hubiese hablado. El lenguaje es acuerdo del alma consigo
misma, un acuerdo tan necesario como
el de que el hombre sea hombre. Si hay gente que no entiende cómo un alma humana ha podido inventar el lenguaje, a mí me
resulta incomprensible cómo habría podido esa alma ser lo que es sin verse, precisamente
por ello y prescindiendo de boca y de sociedad, obligada a inventarlo. Nada
desarrollara este origen del
lenguaje con mayor claridad que las objeciones de losadversarios. El que con
mas rigor y detalle ha propugnado el origen divino del lenguaje12 llega casi a defender su
verdadero origen humano precisamente por haber ido mas alla de la
superficie en la que han permanecido los otros. Se ha quedado a un paso de la
demostración; basta explicar algo mejor su esbozo principal para que se
torne contra sí mismo, para que se convierta en demostración de
lo contrario, de la posibilidad humana del
lenguaje. Süssmilch pretende haber probado «que para usar la
razón hace falta usar el lenguaje». De haberlo hecho, ignoro qué
otra cosa habría demostrado «sino que, siendo natural al hombre el
uso de la razón, debería serlo igualmente el uso del lenguaje».
Pero, por desgracia, no ha probado su afirmación. Se ha esforzado
simplemente en poner en evidencia que unos actos tan refinados y entrelazados
como son la atención, la reflexión, la abstracción, etc.,
no podían tener lugar de forma adecuada sin contar con signos que
sirvieran de apoyo al alma. Ahora bien, esos «no adecuado»,
«no facil», «no probable», no llegan a agotar
nada. Mientras que con pocas facultades de abstracción sólo
podemos concebir una abstracción escasa sin signos sensibles, hay otros
seres capaces de manifestar mas sin pensar; de ahí no se sigue en
modo alguno la imposibilidad de una abstracción en sí misma sin
signos sensibles. He demostrado antes que, sin un signo característico,
no sólo es inadecuado el empleo de la razón, sino que es de todo
punto imposibleemplearla, como
lo es igualmente el mas sencillo conocimiento claro o el mas
simple juicio de un discernimiento humano. En efecto, sólo a
través de un tercero puede conocerse la diferencia entre dos cosas. Ese
tercero, esa característica, se convierte, por tanto, en signo verbal
externo. En consecuencia, el lenguaje se sigue, de modo perfectamente natural, del primer acto de la
razón. El señor Süssmilch quiere demostrar13 que las
aplicaciones algo mas elevadas de la razón no podrían
producirse sin lenguaje, y acude, en este sentido, a las palabras de Wolff,
quien, sin embargo, no se refiere a este caso sino en términos de
probabilidad. Tal caso no afecta, en realidad, a nuestro tema, ya que las
aplicaciones mas elevadas de la razón no son necesarias para
fundar el lenguaje. No obstante, incluso esta afirmación, que es
facilmente demostrable, sólo recibe una aclaración de
Süssmilch, mientras que yo creo haber probado que incluso la primera, la
ínfima aplicación de la razón, es imposible sin lenguaje.
Cuando él concluye que ningún hombre puede haber inventado el lenguaje
debido a que, para inventarlo, hacía falta la razón y a que, en
consecuencia, el lenguaje hubiese tenido que existir antes de existir, detengo
la peonza eterna, la considero correctamente y entonces afirma algo
completamente distinto: ¡ratio et oratio! Si el hombre era incapaz de razón
sin lenguaje, bien, entonces el descubrimiento de éste es tan natural,
tan antiguo, tan originario, tan característico, como eluso de
aquélla.
12 13
Süssmilch, op. cit., sección 2. Ibid., p. 49.
He dado el nombre de «peonza eterna» a la forma de concluir de
Süssmilch porque es tan susceptible de ser girada por mí contra
él, como
por él contra mí: y el objeto sigue dando vueltas. Sin lenguaje,
el hombre carece de razón, y sin ésta carece de aquél. Sin
lenguaje ni razón, es incapaz de recibir enseñanza divina, y, sin
enseñanza divina, tampoco posee razón ni lenguaje. ¿A
dónde iremos a parar? ¿Cómo puede el hombre aprender el
lenguaje mediante la enseñanza divina si no posee razón? Y, a la
vez, le falta todo empleo de la razón si carece de lenguaje.
¿Debe, pues, poseer lenguaje antes de poseerlo y de poderlo poseer?
¿O ser racional sin el menor uso propio de la razón? Como admite
el mismo señor Süssmilch, si el hombre ha de ser capaz de entender
la primera sílaba de la enseñanza divina, es necesario que sea ya
un hombre, esto es, capaz de pensar con claridad; pero con el primer
pensamiento claro tenemos ya el lenguaje en el alma; éste ha sido, pues,
inventado partiendo, no de la enseñanza divina, sino de recursos
propios. Sé lo que quiere decir normalmente con esa enseñanza
divina, a saber, la de la lengua que los padres imparten a sus hijos. Pero
recuérdese que no es así. Los padres nunca enseñan la
lengua a sus hijos sin que éstos la co-inventen. Los primeros no hacen
mas que presentar a la atención de los últimos las diferencias
de las cosas por medio de ciertos signos verbales. Conello no usan la
razón en lugar de sus hijos, sino que les ayudan y estimulan mediante el
lenguaje a que la usen ellos mismos. Si se quiere aceptar esa ayuda
sobrenatural por otras razones, ello no afecta a mi objetivo, pero no por ello
ha sido Dios el que ha inventado el lenguaje al hombre, en modo alguno; ha sido
éste de todos modos, poniendo en practica facultades propias,
aunque bajo guía superior, el que ha tenido que inventar su lenguaje.
Para poder acoger de labios divinos la primera sílaba, es decir, como signo efectuado por la razón, hace falta esta
última, y el hombre ha tenido que aplicar el mismo discernimiento para
comprender esa palabra como
palabra, que si se hubiese visto obligado a concebirla originariamente. Por
ello se vuelven contra él mismo todas las armas de mi adversario; el
hombre tenía, efectivamente, que poseer el uso de la razón para
aprender un lenguaje divino, de la misma forma que debe poseerlo el niño
que aprende, si es que no va a pronunciar meras palabras vacías de
pensamiento, al modo del papagayo: ¿qué dignidad poseerían
los discípulos de Dios que aprendieran así? ¿Y de
dónde saldría nuestro lenguaje racional si hubiesen aprendido
eternamente de esta forma? Me complazco en pensar que, si mi digno adversario
viviera todavía, comprendería que su esbozo, una vez algo
mas precisado, se convertía en la prueba mas consistente
contra él mismo, y que, inconscientemente, había reunido en su
libro los materiales de su propia refutación. No separapetaría
tras la expresión de una «capacidad racional que de ningún
modo es todavía razón», pues, por muchas vueltas que se le
den, surgen contradicciones. ¡Una criatura racional sin el menor empleo
de la razón, o una criatura que usa la razón sin lenguaje!
¡Una criatura sin razón que puede recibir enseñanza de
ésta, o una criatura capaz de ser enseñada careciendo, sin
embargo, de razón! ¡Un ser sin el menor uso de la razón y,
a pesar de todo, hombre! ¡Un ser incapaz de utilizar su razón
basandose en facultades naturales y que aprende, en cambio, a utilizarla
de forma natural al recibir enseñanza divina! ¡Un lenguaje humano
que no es humano en modo alguno, es decir, que no puede surgir por medio de una
facultad humana, y un lenguaje tan humano, al fin, que, sin él, no puede
el hombre manifestar ninguna de sus peculiares facultades! Una cosa sin la cual
no es hombre y, a la vez, un estado en el que es hombre sin poseer la cosa, que
existía, pues, antes de existir, que se tenía que manifestar
antes de ser capaz de manifestarse, y así sucesivamente. Todas estas
contradicciones quedan claras cuando el hombre, la razón y el lenguaje
se entienden como
lo que son efectivamente y se desenmascara el absurdo fantasma de la palabra
«capacidad» (capacidad humana, capacidad racional, capacidad
lingüística). «¿Pero poseen lenguaje los niños
salvajes criados entre osos? ¿Acaso no son también
hombres?» ¡Desde luego que sí! Pero sólo hombres en
estado antinatural, en degeneración.Poned una piedra sobre esta planta:
¿no va a crecer inclinada? ¿Y no es, sin embargo, una planta que
estira su tallo? ¿Y no se ha manifestado también esta fuerza suya
para estirarse en el punto en que se ha doblado abrazando la piedra? En segundo
lugar, por tanto, la misma posibilidad de tal degeneración pone en
evidencia una naturaleza humana. Si el hombre ha podido degenerar ha sido
precisamente por no poseer instintos tan irresistibles como el animal, por ser
capaz de cosas tan diversas, a la vez que mas débil respecto de
todas ellas; en una palabra, por ser hombre. ¿Acaso hubiese podido
gruñir de forma tan parecida a la del oso, aprender a arrastrarse de
forma tan parecida a él, si no hubiese tenido órganos flexibles,
si no hubiese tenido miembros flexibles? ¿Lo habría conseguido
otro animal, un mono o un asno, pongamos por caso? ¿No es su verdadera
naturaleza humana la que hace que pueda resultar tan innatural? Pero, en tercer
lugar, es ésta la razón de que siga siendo hombre. En efecto,
¿acaso gruñe, se arrastra, devora, husmea, plenamente como un oso? ¿No
se quedara en eterno hombre-oso
torpe y balbuciente y, consiguientemente, en imperfecta criatura doble? Pues
bien, si ni su piel, su rostro, sus pies, su lengua, pueden cambiar totalmente
y adquirir la forma propia del oso, menos
todavía, no lo dudéis jamas, puede hacerlo la naturaleza
de su alma. Su
razón se hallaba sepultada bajo el peso de la sensibilidad, de los
instintos del
oso, pero continuaba siendorazón humana debido a que aquellos instintos
nunca fueron los adecuados al oso. Que ello ha ocurrido así lo
demuestra, finalmente, el desarrollo de la escena entera. Una vez que las
dificultades han desaparecido, una vez que ese hombre-oso ha vuelto a su
especie, ¿no aprende a andar erguido y a hablar de una forma mas
natural que aquella —siempre innatural— según la cual
había aprendido entonces a arrastrarse, a gruñir? Esto
último sólo sabían hacerlo de manera parecida al oso; lo
primero lo aprenden en poco tiempo de manera plenamente humana.
¿Cual de sus anteriores colegas de la selva lo aprende
también? El hecho mismo de no poder aprenderlo un oso por no poseer la
debida predisposición corporal ni anímica ¿no exige que el
hombre-oso haya conservado la suya durante su estado salvaje? Si la hubiese
recibido sólo de la enseñanza y de la costumbre, ¿por
qué no sucedería lo mismo con el oso? ¿Y qué
significaría, al fin, transmitir la razón y la humanidad, por
medio de la enseñanza, a alguien que no las posee? Según esto,
esa aguja ha transmitido la facultad de ver a un ojo quitandole la
retina. ¿Qué conclusión pretendemos, pues, extraer del caso mas
antinatural de la naturaleza? Pero si admitimos que es un caso antinatural,
bien, entonces ¡es él el que confirma la naturaleza! Toda la
roussoniana hipótesis de la dignidad entre los hombres descansa, como se
sabe, en tales casos de degeneración; sus dudas ante el caracter
humano del lenguaje se refieren o bien a falsasespecies originarias, o bien a
la real dificultad de que hacía falta la razón para descubrir el
lenguaje. En el primer caso, sus dudas estan justificadas; en el
segundo, quedan refutadas, y se pueden rebatir con las propias afirmaciones de
Rousseau. Su quimera, el hombre natural, esa descastada criatura que él
dota de capacidad racional, por un lado, es investida, por otro, de una
perfectibilidad que se convierte en propiedad distintiva suya, de una
perfectibilidad tan notable, que le permite aprender de todas las especies
animales. ¡Y cuantos dones ha recibido de Rousseau!
¡Mas de los que nosotros queremos y necesitamos! El primer
pensamiento, «¡mira!, eso es lo propio del animal, ¡el lobo aúlla, el
oso gruñe!», es ya verdadera reflexión (si lo concebimos de
forma que pueda enlazarse con el segundo: «eso no lo poseo yo»).
Por lo que hace al tercero y al cuarto, «sí, eso sería
también apropiado a mi naturaleza; podría imitarlo; voy a
imitarlo; con ello sera mas perfecta mi especie»,
¡qué cantidad de refinadas reflexiones en forma de inferencias
enlazadas! En efecto, la criatura que simplemente pueda ocuparse de la primera
de ellas, tiene que poseer ya el lenguaje del alma, pues posee el arte de
pensar que creó el de hablar. El mono hace siempre monadas, pero
jamas ha imitado; nunca ha dicho para sí: «quiero imitar
eso para perfeccionar mi especie». Si lo hubiese hecho, se habría
apropiado una imitación única, la habría eternizado en su
especie con elección y propósito.Pero con que hubiese sido capaz
de concebir una sola vez semejante reflexión, habría dejado de
ser mono automaticamente. Con toda su configuración de simio,
prescindiendo de que su lengua haya emitido un solo sonido, es desde entonces
un hombre hablante que tiene que inventar su lenguaje externo a corto o a largo
plazo. En cambio, ¿qué orangutan ha pronunciado alguna
vez, con todos los órganos del
lenguaje humano, una única palabra humana? Hay todavía en Europa,
claro esta, ingenuos que dicen sobre ello: «Quiza, si se
propusiera hablar, o llegara la ocasión, o pudiese hacerlo.»
¡Pudiese! Esto sería lo mas apropiado, pues los dos
anteriores «si» quedan refutados de forma suficiente por la
historia animal, y, como
ya hemos dicho, el «poder» no es impedido por los órganos en
el simio. Posee, exterior e interiormente, una cabeza como nosotros: ¿acaso habla, no
obstante? El papagayo y el estornino han aprendido suficientes sonidos humanos,
pero ¿han pensado una palabra humana? En líneas generales no nos
interesan ahora los sonidos externos de las palabras; hablamos de la interior y
necesaria génesis de un vocablo como
signo de un discernimiento claro. ¿Cuando ha manifestado una
especie animal, de la forma que sea, semejante facultad? Tendría que ser
siempre posible observar este hilo
de los pensamientos, este discurso del alma, cualquiera que sea el modo en que
se manifieste. Sin embargo, ¿quién lo ha observado? El zorro ha
obrado mil veces tal como lo hace obrar
Esopo,pero nunca lo ha hecho en el sentido de Esopo; la primera vez que sea
capaz de hacerlo, el señor zorro se inventara su lenguaje y
podra escribir fabulas sobre Esopo, como éste las ha escrito sobre
él. El perro ha aprendido a comprender y obedecer muchas órdenes,
pero no como palabras, sino como signos ligados a gestos, a actos; el
día que entendiese un único vocablo en sentido humano
dejaría de servir; se procuraría a sí mismo arte,
república y lenguaje. Como se ve, la magnitud del error es
incalculablemente grande por ambos lados cuando no se acierta el punto exacto
de la génesis; entonces unas veces resulta el lenguaje tan sobrehumano,
que tiene que ser inventado por Dios, mientras que otras veces resulta tan
inhumano,
que podría inventarlo un animal cualquiera si se esforzara en hacerlo.
La meta de la verdad no es mas que un punto, pero, una vez en él,
vemos todos los lados: por qué no puede inventar el lenguaje un animal,
por qué no necesita inventarlo Dios y por qué puede y debe
hacerlo el hombre. No voy a proseguir desde la metafísica con la
hipótesis del origen divino del
lenguaje, puesto que hemos mostrado psicológicamente que su falta de
fundamento reside en que, para comprender el lenguaje de los dioses del Olimpo,
el hombre debe poseer ya razón y, consiguientemente, lenguaje. Menos
todavía puedo entrar en amenos detalles sobre los lenguajes animales; como hemos visto, se hallan a infinita e inconmensurable
distancia respecto del
humano. A lo que mas meresistiría a renunciar sería a la
variedad de perspectivas que, desde este punto genético del lenguaje en el alma
humana, nos llevan a los amplios dominios de la lógica, la
estética y la psicología, especialmente a través de la
pregunta: ¿hasta qué punto puede pensarse sin lenguaje,
qué hay que pensar con él? Esta pregunta encuentra después
aplicaciones en casi todas las ciencias. Basta aquí anotar el lenguaje como verdadero caracter distintivo externo de
nuestra especie, como
lo es la razón desde el punto de vista interno. Palabra y razón,
concepto y término, lenguaje y causa, poseen un mismo nombre en algunas
lenguas, sinonimia que encierra toda la génesis de las mismas. Llamar
denominación al conocimiento de una cosa constituye el mas
frecuente idiotismo entre los orientales, pues, en el fondo del alma, ambos
actos son uno solo. Llaman al hombre animal hablante y a los irracionales,
animales mudos. La expresión caracteriza de modo sensible, y el griego
¤logoj abarca ambos. Según esto, la lengua es un órgano del entendimiento, un sentido del alma humana al modo como el ojo era para los antiguos la facultad visual de su
alma sensitiva y al modo como el instinto de las abejas construye su
celdilla. Es admirable que este nuevo y artificial sentido del espíritu resulte ser un medio de
enlace en su propio origen. No puedo concebir el primer pensamiento humano ni
ordenar el primer juicio del que tengo memoria
sin dialogar en mi alma
o sin intentar hacerlo. Así, pues, elprimer pensamiento nos prepara ya,
por su propia esencia, para poder dialogar con otros. ¡La primera
característica que capto es una palabra-signo para mí y una
palabra-comunicación para otros! —Sic verba, quibus voces
sensusque notarent Nominaque invenere— Horacio
TERCERA SECCIÓN
Queda establecido el núcleo desde el que Prometeo prende el fuego
celeste en el alma humana. La primera característica ha sido el
lenguaje, pero ¿qué características constituyen los
primeros elementos del
mismo?
I Sonidos
El ciego de Cheselden14 muestra lo despacio que se desarrolla la vista, las
dificultades del alma para adquirir los conceptos de espacio, forma y color,
los ensayos que tiene que efectuar, el calculo que debe lograr, para
usar estas propiedades con claridad: no ha sido, pues, el sentido mas
adecuado al lenguaje. Ademas, sus fenómenos son tan fríos
y mudos, tan oscuras y entremezcladas las sensaciones de los sentidos algo
mas toscos, que, según la naturaleza toda, o bien no ha habido
primer maestro del lenguaje, o bien ha sido el oído. Ahí tenemos,
por ejemplo, la oveja. Como
imagen, flota ante los ojos juntamente con todos los objetos, imagenes y
colores, sobre una gran tabla natural: ¡cuantas cosas hay que
distinguir y con qué dificultad! Todas las propiedades estan
finamente entrelazadas, unas junto a otras, todavía inex14
Philos. Transact., Abridgement. También en la Anatomy de Cheselden, en
la Óptica de Smith-Kästner, en la Historia natural de Buffon, en
laEnciclopedia y en diez pequeños diccionarios franceses bajo la palabra
«aveugle».
presables. ¿Quién puede pronunciar formas, quién hacer
sonar los colores? El hombre toca la oveja palpando con su mano; este tacto es
mas seguro, mas pleno, pero tan compacta y oscuramente engranado:
¿quién es capaz de decir lo que toca? Pero, ¡silencio!
¡La oveja bala! Ahí se destaca espontaneamente una
propiedad entre los colores del
cuadro en el que tan poco podía distinguirse, penetrando profunda y
claramente en el alma. «¡Ah!», dice el desvalido aprendiz,
igual que el ciego de Cheselden, «ahora te reconoceré en adelante;
¡tú balas!» ¡La tórtola arrulla, el perro
ladra! Ahí tienes tres palabras por haber intentado registrar tres ideas
claras, estas últimas en su lógica, aquéllas en su
diccionario. Razón y lenguaje han dado un tímido paso en
común y la naturaleza les ha salido al encuentro a medio camino
mediante el oído. La naturaleza no se ha limitado a hacer sonar la
propiedad, sino que la ha hecho sonar en el interior del alma. Se ha
oído un sonido; el alma lo ha atrapado: ¡ahí tiene una
palabra sonante! El hombre es, pues, una criatura que, dotada de oído y
de observación, ha sido naturalmente formada para hablar; el mismo
ciego, como es
notorio, se vería obligado a inventar el lenguaje, a menos que fuese
sordo y careciese de tacto. Dejadlo cómodo y a gusto en una isla: la
naturaleza se le manifestara por el oído; cientos de seres que no
puede ver pareceran hablarle y, aun enel caso de que su boca y sus ojos
permaneciesen eternamente cerrados, su alma
no se quedaría sin lenguaje. Las hojas del arbol susurran refrescantes
al oído del pobre solitario; el murmullo del arroyo le despierta de su
sueño; el suave viento abanica sus mejillas; la oveja que bala le da
leche; el manantial que murmura, agua; el arbol que susurra, frutos
Son intereses suficientes para conocer a los seres bienhechores, apremio
bastante para nombrarlos en el alma sin necesidad de ojos ni de lengua. El
arbol sera el que susurra; el viento, el que silba; el manantial,
el que murmura; y ahí tenemos dispuesto un pequeño diccionario en
espera de ser acuñado por los órganos del lenguaje. Sin embargo, ¡qué
pobres y peculiares tendrían que ser las representaciones que este
mutilado liga a tales sonidos!15 Pero dejemos en libertad todos los sentidos del hombre: que vea,
palpe y sienta a la vez todos los seres que hablan a su oído.
¡Cielo santo, qué sala de clase para las ideas y el lenguaje! No
bajéis de las nubes Mercurios y Apolos como aparato escénico; la
multifónica y divina naturaleza es musa y maestra de la lengua; ella
misma hara desfilar ante el hombre las criaturas todas; cada una de
ellas lleva su nombre en la lengua y lo dice, cual vasallo y servidor, ante
este oculto dios visible. Le suministra, como
tributo, la palabra-signo para el libro de su señorío, a fin de
que con este nombre se acuerde de ella, la llame y goce de ella en adelante.
Pregunto ahora si estaverdad: «el mismo entendimiento gracias al cual el
hombre domina la naturaleza ha sido el padre de un lenguaje vivo que él
ha sacado de los sonidos como propiedad distintiva de los seres que los
emiten», pregunto si esta fría verdad puede decirse, al modo
oriental, de forma mas noble y bella que «Dios llevó al
hombre los animales para ver cómo los llamaba, y tal como él los
llamara, así se denominarían». Cómo decir esto de
forma mas clara, al modo oriental, poético: ¡el hombre ha
descubierto el lenguaje por sí mismo, basandose en los sonidos de
la naturaleza, considerandolos signos de su entendimiento dominante! Es
lo que yo estoy demostrando. Si hubiese sido un angel o un
espíritu del cielo quien hubiese
inventado el lenguaje, ¡qué lejos estaría toda su
estructura de constituir un reflejo del
modo de pensar de ese espíritu! En efecto, ¿en qué
podría conocer la imagen de un angel sino en lo angélico,
en lo sobrehumano de sus rasgos? Pero ¿dónde estan esos
rasgos en el lenguaje humano? Estructura y planta, mas todavía,
el fundamento entero de este palacio, revelan humanidad. ¿En qué
lengua se hallan en primer plano los conceptos celestiales, espirituales? Los
conceptos que, incluso según el orden de nuestro espíritu
pensante, tienen que estar en primer lugar, sujetos, notiones communes, las
semillas de nuestro conocimiento, los puntos en torno a los cuales gira todo y
a los cuales todo hace referencia, ¿son elementos del lenguaje esos
puntos vivos? Los sujetosdeberían, naturalmente, preceder al predicado,
y los sujetos simples, a los compuestos; lo que actúa y obra, a lo
obrado; lo esencial y cierto, a lo accidental e incierto; ¡cuantas
cosas podrían deducirse! Y en nuestras lenguas primitivas siempre ocurre
lo que es manifiestamente contrario. Una criatura que oye, que escucha, es
cognoscible, pero no un espíritu del cielo. En efecto, los verbos
sonantes son los primeros elementos de poder. ¿Verbos sonantes?
¿Actos sin agente que actúe? ¿Predicados sin sujeto? Puede
que un espíritu divino se avergüence de ello, pero no la criatura
humana sensible, pues, como ya hemos visto, ¿qué movía al
hombre mas entrañablemente que esos actos sonantes? ¿Y
qué es la estructura entera del lenguaje sino una forma del desarrollo
de su espíritu, una historia de sus descubrimientos? El origen divino
del lenguaje no explica nada ni permite que se explique desde él;
15
En su carta «Sur les sourds et muets», Diderot no toca apenas esta
importante materia, ya que él sólo se detiene en las inversiones
y en cien pequeños detalles.
como dice Bacon desde otro punto de vista, es una sacrosanta vestal, consagrada
a Dios, pero estéril, piadosa, pero inútil. El primer diccionario
se recogió, pues, a partir de los sonidos de todo el mundo. Cada ser
sonante emitía su nombre; el alma humana imprimía su imagen sobre
él, lo concebía como signo. Muy lejos estaban de ser las primeras
estas interjecciones sonantes, y así, las lenguas orientales abundan en
verboscomo raíces basicas del lenguaje. El pensar en la cosa
misma flotaba todavía entre el agente y la acción. Era el sonido
el que tenía que designar la cosa, en el mismo sentido en que era
ésta la que lo producía. Los nombres han surgido de los verbos, y
no éstos de aquéllos. El niño no llama oveja a la oveja,
sino criatura balante, convirtiendo así la interjección en verbo.
Desde el avance gradual de la sensibilidad humana es explicable este
fenómeno, pero no desde la lógica del espíritu superior.
Todas las lenguas antiguas, primitivas, manifiestan con profusión este
origen; en un diccionario filosófico de los orientales, cada
raíz, presentada correctamente y desarrollada de forma sensata,
constituiría un mapa del proceso del espíritu humano, una
historia de su desarrollo; un diccionario completo de esta índole
sería la mas brillante prueba del arte inventivo del alma humana.
¿Lo sería también del método
lingüístico y pedagógico de Dios? Me permito dudarlo. Como
toda la naturaleza suena, nada hay mas natural para un ser humano dotado
de sentidos que el hecho de que ella viva, de que hable, de que obre. El
salvaje vio ese arbol de soberbia copa y se asombró: la copa
susurraba; ¡eso es divinidad en movimiento! El salvaje se arrodilla y
reza. He ahí la historia del hombre sensible, el oscuro lazo por el que
surgen los nombres a partir de los verbos, así como el mas
facil paso a la abstracción. Entre los salvajes de
Norteamérica, por ejemplo, todo sigue viviendo: todas lascosas tienen su
genio, su espíritu; que igual ha ocurrido entre los griegos y los
orientales lo atestigua su gramatica y su léxico mas
antiguo: ambos son como la naturaleza toda fue para el descubridor, un
panteón, un reino de seres que vivían y actuaban. Pero como lo
refería todo a sí mismo, como parecía que todo hablaba con
él y que obraba efectivamente en favor o en contra de este panorama, lo
amaba u odiaba todo en sentido humano: tales huellas se imprimieron todas en
los primeros nombres. También éstos expresaban amor u odio,
maldición o bendición, dulzura o adversidad; de esta
impresión derivaron, en especial, los artículos en muchas
lenguas. Todo se volvió humano, personificado como hembra o va ron: en
todas partes surgieron dioses, diosas, seres que actuaban, malos o buenos. La
rugiente tormenta y el dulce céfiro, la fuente clara y el formidable
océano, toda su mitología, se hallan en la mina de las, antiguas
lenguas, en sus verbos y nombres; el diccionario mas antiguo era, por
ello, un panteón sonante, una sala de reuniones de los dos sexos, como
lo era la naturaleza a los sentidos del primer descubridor. En este aspecto, la
lengua de una nación antigua es un estudio de los laberintos de la
fantasía y de las pasiones humanas, igual que su mitología. Cada
familia de palabras es una maleza que ha crecido en torno a una idea sensible
principal, en torno a una encina sagrada en la que quedan aún vestigios
de la impresión que esa dríada produjo en su descubridor.Los
sentimientos estan entretejidos para él: lo que se mueve, vive,
suena, habla, es amigo o enemigo tuyo, ya que suena en tu favor o en contra de
ti; es dios o diosa y obra por pasión, como tú. Prefiero una
criatura sensible humana a esa forma de pensar. En todas partes veo al emotivo
hombre débil y tímido que tiene que amar u odiar, confiar o
temer, que quisiera extender a todos los seres estos sentimientos de su pecho.
En todas partes veo la criatura débil, y, a la vez, poderosa, que
necesita el mundo entero y que lo envuelve todo en la guerra y en la paz, que
depende de todo al tiempo que lo domina. La poesía y la creación
de géneros en el lenguaje constituyen, pues, intereses de la humanidad y
los genitales del habla son, por así decirlo, el medio de su
reproducción. Ahora bien, si el lenguaje hubiese sido traído de
las estrellas por un genio superior, ¿cómo se habría
enredado él, genio de las estrellas, sobre nuestra tierra sublunar, en
semejantes pasiones de amor y debilidad, de amor y de miedo, hasta el punto de
trazar todas las palabras con temor y alegría, de edificarlo todo
finalmente, sobre apareamientos? ¿Veía y sentía como ve un
ser humano, de forma que los nombres tuvieran que aparearsele en
géneros y artículos, de forma que los verbos se juntaran activa y
pasionalmente y les concediera tantos hijos del azar, legítimos e
ilegítimos? En una palabra, ¿veía de tal manera, que
tenía que construir todo el lenguaje sobre el sentimiento de
debilidadeshumanas? El defensor del origen sobrenatural del lenguaje considera
orden divino el hecho de «que la mayoría de voces primitivas son
monosílabas, mientras los verbos son casi siempre bisílabos y,
consiguientemente, el lenguaje esta distribuido de acuerdo con la
magnitud de la memoria». El hecho no es exacto y la conclusión
poco segura. En los restos de las lenguas tenidas por mas antiguas las
raíces son todas verbos bisílabos, lo cual es perfectamente
explicable partiendo de lo que he dicho antes, pues la hipótesis
contraria no encuentra fundamento. En efecto, esos verbos se basan inmediata-
mente en sonidos e interjecciones de la naturaleza sonante, en interjecciones
que todavía suelen percibirse en ellos, que se conservan aquí y
allí como tales interjecciones. Pero las mas de las veces han
tenido que quedarse en voces semiarticuladas al formarse el lenguaje. En las
lenguas orientales faltan, pues, los primeros ensayos de un idioma balbuciente.
Pero el mismo hecho de que falten y de que sólo sus restos intermitentes
suenen en los verbos prueba el caracter primitivo y humano de esa
lengua. ¿Son esos troncos tesoros y abstracciones del entendimiento
divino o los primeros sonidos de un oído que escucha, las primeras voces
de una lengua balbuciente? La especie humana formó en su infancia la
lengua que tartamudea el niño: es el balbuciente diccionario de la
alcoba de la nodriza; ¿dónde queda ese léxico en boca del
adulto? Lo que dicen tantos antiguos y repiten tantosmodernos sin sentido, a
saber, que la poesía fue anterior a la prosa, deriva su vida sensible de
este hecho. En efecto, ¿qué era esa primera lengua sino una
colección de elementos de la poesía? ¡Imitación de
una naturaleza que soñaba, que obraba, que se conmovía!
¡Una lengua tomada de las interjecciones de todos los seres y vivificada
por interjecciones de la sensibilidad humana! ¡El lenguaje natural de
todas las criaturas recreado por el entendimiento en voces, en imagenes
de acción, de pasión, de actos vivos! ¡Un diccionario del
alma que es mitología a la vez que admirable epopeya de las obras y
discursos de todos los seres! Es decir, permanente fabulación con pasión
e interés: ¿qué otra cosa es la poesía?
Ademas, la tradición de la antigüedad dice que el primer
lenguaje de la especie humana fue canto, y no pocas personas de gran talento
musical han pensado que el hombre pudo muy bien aprenderlo de los
pajaros. Esto es, desde luego, mucho creer. Un reloj de importancia, con
todos sus precisos engranajes, con sus recién tensados resortes y sus
grandes pesas, puede ciertamente formar un repique de sonidos, pero hacer que
el hombre recién creado, con sus eficaces resortes, con sus necesidades,
con sus fuertes sensaciones, con su atención casi ciegamente ocupada y,
finalmente, con su tosca garganta, imitara al ruiseñor e inventara
cantando una lengua a partir de él, es algo incomprensible para
mí, aunque figure en muchas historias de la música y de la
poesía. Claro que seríaposible un lenguaje por medio de tonos
musicales (como lo pensó el mismo Leibniz16), pero no para los primeros
hombres de la naturaleza, aun siendo el suyo un lenguaje tan artístico y
fino. En la serie de los seres cada uno tiene su voz y su lenguaje conforme a
esa voz. En el nido del ruiseñor el lenguaje amoroso es un dulce canto,
como es rugido en la cueva del león, como es relinchante bramido en el
bosque del venado y es griterío en el rincón del gato. Cada
especie habla su lengua, no para el hombre, sino para sí, siendo para
sí tan agradable como lo era el canto de Petrarca a su Laura.
Así, pues, ni el ruiseñor canta para que el hombre lo oiga, como
se imagina la gente, ni el hombre va a inventar su lenguaje trinando al modo
del ruiseñor. ¿No sería monstruoso un ruiseñor
humano en una caverna o cazando en el bosque? Así, pues, si fue canto el
primer lenguaje humano, fue un canto tan natural, tan apropiado a sus
órganos y resortes naturales, como lo es el suyo al ruiseñor, que
es, por así decirlo, una garganta que flota; tal fue también
nuestro sonante lenguaje. Condillac, Rousseau y otros se han quedado a medio
camino en este sentido; la sensibilidad, claro esta, dio sin duda vida a
las primeras voces y las elevó. Pero, en la misma medida en que nunca podía
surgir de las simples voces de la sensación el lenguaje humano en que
consistía ese canto, nos falta todavía algo que lo produzca; ese
algo fue precisamente el nombrar cada uno de los seres según su
lenguaje.Así, pues, la naturaleza entera resonaba ante el hombre, y el
canto de éste era un concierto formado por todas las voces que el
entendimiento necesitaba, que su sensibilidad captaba, que sus órganos
eran capaces de expresar. Era un canto, pero ni trino de ruiseñor, ni
lenguaje musical de Leibniz, ni simple grito animal: era expresión del
lenguaje de todos los seres en la escala natural de la voz humana. Aunque
después el lenguaje se hizo mas regular, monótono e
hilvanado, continuó siendo siempre una especie de canto, como lo
atestiguan los acentos de muchos primitivos. Que de ese canto, posteriormente
ennoblecido y refinado, surgieron la poesía y la música
mas antiguas lo ha demostrado ya mas de uno. El filósofo
inglés17 que ha proclamado en nuestra época este origen de la
poesía y de la música hubiese podido sacar el maximo
rendimiento si, en vez de sostener su sistema enlazando poesía y
música en un punto de convergencia desde el que ninguna de las dos puede
manifestarse correctamente, hubiese abordado el origen de ambas a partir de la
naturaleza entera del hombre; sobre todo teniendo en cuenta que los mejores
fragmentos de poesía antigua son restos de las épocas de lenguaje
cantado; de ahí las incontables faltas de conocimiento, los fraudes y el
gusto desviado que se encuentran en el curso de los poemas mas antiguos,
de las tragedias y declamaciones griegas.
16 17
Oeuvres philosophiques, publiées p. Raspe, p. 232. Brown.
¡Cuanto tendría que decir a esterespecto un filósofo
que hubiese aprendido ese tono, que hubiese aprendido a leer esos fragmentos,
entre los primitivos, entre los cuales pervive todavía aquella
época! ¡Sin este requisito no se suele ver mas que el
tejido de un tapiz al revés, disiecti membra poetae! Pero me
perdería en un campo infinito si quisiera entrar en observaciones
especiales sobre el lenguaje. Volvamos, pues, al camino que nos conduce a su
primitivo descubrimiento. Que de los sonidos, convertidos en señales por
el entendimiento, surgieran las palabras es muy comprensible. Pero no todos los
objetos emiten sonidos. ¿De dónde extraer para éstos
palabras-signo con las que pudiera nombrarlos el alma? ¿Cómo
conseguira el hombre el arte de transformar en sonido lo que no es
sonido? ¿Qué tienen en común el color y la redondez con el
nombre que surge de ellas, como surge de la oveja la palabra
«balar»? Los defensores del origen sobrenatural encuentran en
seguida el expediente: «¡Arbitrario! ¿Quién puede
comprender y escudriñar en el entendimiento divino por qué
'verde' se llama 'verde' y no 'azul'? Sin duda lo ha querido así.»
Y con eso se ha cerrado la cuestión. Toda la filosofía del arte
de descubrir el lenguaje flota, pues, arbitrariamente en las nubes; cada
palabra es para nosotros una qualitas occulta, ¡algo arbitrario! Puede
que se me reproche el que no comprenda en este caso la palabra
«arbitrario». Inventar, partiendo del cerebro, una lengua de modo
arbitrario y sin motivo que justifique laelección es, al menos para el
alma humana, que quiere un motivo de todo, aunque sea uno solo, una tortura
comparable a la que supone para el cuerpo dejarse matar de cosquillas.
Ademas, en el caso de un hombre tosco, sensible, natural, cuyas
facultades no son todavía lo suficientemente agudas para jugar con lo
inútil, que con su fuerza e inexperiencia no hace nada sin motivo
apremiante ni quiere hacer nada en vano, se opone a cualquier analogía
con su naturaleza la invención de un lenguaje por sosa y hueca
arbitrariedad. Un lenguaje ideado por pura arbitrariedad es sencillamente
contrario a cualquier analogía con las facultades todas del alma. Al grano,
pues. ¿Cómo ha sido el hombre, abandonado a sus fuerzas, capaz de
inventarse
II
un lenguaje en los casos en que no sonaba voz alguna? ¿Cómo se
relacionan visión y oído, color y palabra, olor y sonido? No
entre sí en los objetos. Pero ¿qué son entonces estas
propiedades en los objetos? Son simples, afecciones sensibles en nosotros,
¿y no convergen todas, en cuanto tales, en una sola? Somos un sensorio
común, pero afectado por lados diferentes: ésta es la
explicación. Todos los sentidos se basan en el tacto, y ello otorga a
las mas diversas sensaciones un lazo tan íntimo, fuerte,
inexpresable, que de él surgen los fenómenos mas
singulares. Conozco mas de un ejemplo de personas que, de modo natural,
debido quiza a una impresión de la infancia, sólo inmediatamente
a través de un brusco arrebato son capaces de unir este sonidocon aquel
color, este fenómeno con aquel tacto oscuro, completamente diverso, sin
afinidad alguna con él cuando ambos son comparados por una razón
serena. En efecto, ¿quién puede ligar el sonido y el color, el
fenómeno y el sentir? En nosotros abunda este tipo de conexiones entre
los sentidos mas diversos. Ahora bien, sólo las advertimos cuando
un arrebato nos desconcierta, cuando padecemos enfermedades de fantasía
o cuando se hacen extraordinariamente visibles. El curso ordinario de nuestros
pensamientos va tan de prisa, las olas de nuestras sensaciones se precipitan
tan tumultuosamente las unas en las otras, es tanto lo que entra en el alma de
una sola vez, que nos hallamos, respecto de la mayoría de las ideas,
como al arrullo de una fuente: oímos, desde luego, el murmullo de cada
onda, pero tan bajo, que el sueño termina por eliminar en nosotros toda
impresión perceptible. Si nos fuese posible detener la cadena de
nuestros pensamientos y buscar el enlace de cada eslabón,
percibiríamos entre los mas diversos sentidos analogías y
fenómenos inesperados, y, sin embargo, el alma suele actuar de acuerdo
con esos sentidos. A los ojos de un ser que no fuese mas que racional,
todos seríamos como esa especie de locos que piensan cuerdamente, pero
combinan las ideas de modo incomprensible y necio. Esta asociación de
ideas es inevitable entre criaturas sensibles que sienten a través de
muchos sentidos distintos. En efecto, ¿qué son los sentidos todos
sino meras especies derepresentaciones de una efectiva facultad anímica?
Nosotros las distinguimos, pero tan sólo mediante los mismos sentidos.
Aprendemos a distinguirlas en la practica a base de mucho esfuerzo, pero
en cierto sentido continúan actuando conjuntamente. Todas las divisiones
de la sensación efectuadas por los Buffon, Condillac y Bonnet en el
hombre sensitivo son abstracciones. El filósofo se ve obligado a dejar
un hilo de la sensación cuando investiga el otro, pero en la naturaleza
todos ellos constituyen un solo tejido.
Cuanto mas oscuros son los sentidos, tanto mas se involucran
entre sí, y cuanto menos practica se tiene en usar uno de ellos
sin el otro o menos se ha aprendido a hacerlo, cuanto menos se los sabe
distinguir con soltura y claridad, tanto mas oscuros son. Apliquemos
esto al comienzo del lenguaje. La infancia y la inexperiencia de la especie
humana simplificaron este último. El hombre entró en el mundo:
¡qué océano se precipitó sobre él, qué
esfuerzo le costó el aprender a distinguir sentidos, el conocerlos, el
llegar a saber usarlos por separado! La visión es el sentido mas
frío; si continuara siendo tan frío, distante y claro como ha
llegado a serlo para nosotros gracias al esfuerzo y la practica de
muchos años, no entiendo, desde luego, cómo haríamos
audible lo que vemos. Pero la naturaleza ha previsto esta dificultad y ha
facilitado su solución. En efecto, la misma vista comenzó siendo
sólo tacto, como atestiguan los niños y la gente que ha estado
ciega. Lamayoría de las cosas visibles se mueven; muchas de ellas suenan
al moverse; si no lo hacen, estan, por así decirlo, mas
cerca del ojo tal como éste era en su origen inmediatamente sobre
él, lo cual permite sentirlas. El tacto guarda mucha relación con
el oído: sus expresiones, por ejemplo, «duro»,
«aspero», «blando», «lanoso»,
«afelpado», «peludo», «rígido»,
«liso», «erizado», etc., todas las cuales se refieren
tan sólo a superficies y nunca afectan al fondo, suenan como si uno
estuviera sintiendo. Ante la rapida sucesión del torrente de
sensaciones y ante la necesidad de crear un vocablo, el alma agarró,
obteniendo quiza la palabra de un sentido colindante, cuyo matiz
convergía con el primero. Así surgieron palabras para todos los
sentidos, incluso para el mas frío. El relampago no hace
ruido, pero, si queremos expresar ese mensajero de medianoche «que
bruscamente ilumina ciclo y tierra; y antes que el hombre tenga tiempo de
decir: '¡Mira!', las tinieblas lo absorben con sus fauces».
Naturalmente, ello creara una palabra que, a través de un sentir
mediador, suministre al oído aquella sensación de lo
súbito, rapido, que ha experimentado el ojo:
¡relampago! Las palabras «olor», «tono»,
«dulce», «amargo», «acido», etc.,
suenan todas como si las sintiéramos. En efecto, ¿qué son
originariamente todos los sentidos sino tacto? El modo según el cual
éste puede expresarse en sonidos lo hemos aceptado en la primera
sección como inmediata ley natural de la maquina sensible,ley que
no vamos a explicar mas. Así, pues, todas las dificultades se
reducen a las dos siguientes hipótesis comprobables: 1) a que, no siendo
los sentidos sino tipos de representación del alma, ésta tenga
sólo representaciones claras, es decir, a que posea una propiedad, con
la cual poseera lenguaje interno; 2) a que, no siendo todos los
sentidos, especialmente en la niñez, otra cosa que tipos del sentir del
alma y poseyendo éste siempre, por una ley natural de la sensibilidad
animal, su sonido inmediato, tal sentir se limite a tener la nitidez de la propiedad:
así tendremos ya la palabra del lenguaje externo. Por una multitud de
extrañas observaciones llegamos aquí a ver cómo la
sabiduría de la naturaleza ha pertrechado al hombre de modo que
inventara él mismo el lenguaje. He aquí la mas importante:
«Como el hombre sólo percibe el lenguaje de nuestra maestra
naturaleza gracias al oído, sin el cual sería incapaz de
inventarlo, el oído resultó ser el mediador entre sus sentidos,
la genuina puerta del alma, el lazo de unión entre los otros
sentidos.» Voy a explicarme. 1. El oído es el mediador entre los
sentidos humanos en la esfera de la sensibilidad externa. El tacto sólo
es afectado en sí y en su órgano; la vista nos lanza a mucha
distancia mas alla de nosotros mismos; el oído se halla en
el medio, en el punto de la comunicabilidad. ¿Qué consecuencias
encierra esto para el lenguaje? Supongamos una criatura que, aun siendo
racional, tuviese el tacto como sentido masimportante (partiendo del
supuesto de que ello fuese posible): ¡qué pequeño es su
mundo! Como no lo percibe mediante el oído, es posible que llegue a
construir una tela, como el insecto, pero no un lenguaje por medio de sonidos.
Supongamos ahora un ser todo ojos: ¡qué inagotable es el mundo de
sus miradas, a qué inabarcable distancia de sí se proyecta, en
qué infinita variedad se dispersa! Su lenguaje (del que no tenemos idea
alguna) sería una especie de pantomima de finura infinita; su escritura
formaría un algebra de colores y rayas, pero nunca un lenguaje de
sonidos. Nosotros, criaturas oyentes, nos hallamos en el medio: vemos,
palpamos, y la naturaleza, vista, palpada, suena. Es ella, gracias a los
sonidos, la maestra del lenguaje. Nos convertimos en oído, por
así decirlo, a través de todos los sentidos. Sintamos la ventaja
de nuestra posición, pues a ella se debe la capacidad
lingüística de cada uno de los sentidos. Naturalmente, es el
oído el único que nos suministra sonidos genuinos, y el hombre no
puede descubrir nada; lo que puede hacer es simplemente encontrar, imitar. Pero
mientras que en un lado es el sentir el que acompaña, en el otro es la
vista: las sensaciones se unifican aproximandose así todas al
punto en el que las propiedades se convierten en sonidos. Lo que se ve, lo que
se sien-
te, se hace así también audible El sentido del lenguaje se nos ha
convertido en el mediador, en el sentido de unificación: somos criaturas
de lenguaje 2. El oído es,entre los sentidos, el que suministra claridad
y nitidez, siendo, a su vez, sentido del lenguaje ¡Qué oscuro es
el tacto! Se adormece, recibe todas las sensaciones conjuntamente. Es
difícil aislar en él una determinada propiedad distintiva: se
hace inexpresable. La vista es, por su parte, tan luminosa y brillante, nos
proporciona tal cantidad de propiedades, que el alma sucumbe ante la variedad,
llegando quiza a aislar una de ellas de forma tan débil, que
resulta difícil reconocerla mas tarde. El oído esta
en medio. El deja todas las oscuras y confundidas propiedades del tacto,
así como las de la visión, demasiado finas. Pero desgaja, en
cambio, un sonido del objeto tocado, visto. En este sentido se juntan las
propiedades de los otros dos, convirtiéndose en signo verbal. El
oído se extiende, pues, a ambos lados de sí, aclarando lo que era
oscuro, suavizando lo que era demasiado luminoso, llevando mas unidad a
la oscura diversidad del tacto y a la variedad excesivamente brillante de la
vista. Y, como este conocimiento de la diversidad mediante una unidad, mediante
una propiedad, se convierte en lenguaje, ella es el órgano del mismo. 3.
El oído es el sentido mediador en lo que se refiere a la viveza del
lenguaje, constituyendo, por tanto, un sentido suyo. El tacto nos arrolla; la
visión, en cambio, es demasiado fría e indiferente; el primero
penetra demasiado hondo en nosotros como para convertirse en lenguaje; la segunda
se queda excesivamente quieta ante nosotros. Elsonido del oído penetra
tan a fondo en el interior de nuestra alma, que tiene que convertirse en
propiedad, pero sin ser tan ensordecedor, que no pueda convertirse en propiedad
clara: ahí tenemos el sentido del lenguaje. ¡Cuan limitado,
fatigoso e intolerable sería para nosotros el lenguaje de cualquier otro
sentido mas tosco! ¡Cuan confuso y entontecedor
sería el lenguaje de una visión que es excesivamente fina!
¿Quién puede gustar, palpar y oler indefinidamente sin morir
pronto de muerte aromatica, como dice Pope? ¿Quién puede
permanecer boquiabierto observando atentamente los colores que acompañan
una música sin perder pronto la vista? En cambio, oír, pensar palabras
oyendo, por así decirlo, somos capaces de hacerlo durante mas
tiempo y casi siempre. El oído es para el alma lo que el verde, el color
medio, es para la vista. El hombre esta formado como criatura hablante.
4. El oído es el sentido medio en relación con el tiempo en el
que actúa y, consiguientemente, el sentido del lenguaje. El tacto lo
echa todo sobre nosotros de una vez, conmueve fuertemente nuestras cuerdas,
pero por breve tiempo y de manera fulminante. La vista nos lo presenta todo de
una vez, asustando así al aprendiz con el inabarcable tablero de cosas
yuxtapuestas. Ved, en cambio, cómo nos cuida nuestra maestra naturaleza
con el oído. Nos otorga un sonido después de otro,
dandolos sin descanso, dando y teniendo siempre mas que dar.
Pone, pues, en practica el arte perfecto del método: enseña
deforma progresiva. ¿Quién no sería así capaz de
entender el lenguaje, de inventarselo? 5. El oído es el sentido
medio en relación con la necesidad de expresarse y, consiguientemente,
sentido del lenguaje. El acto es de una oscuridad inexpresable; por ello no
debe tampoco ser expresado: nos afecta demasiado directamente; ¡es tan
egoísta y vertido sobre sí mismo! La vista es igualmente
inexpresable para el inventor del lenguaje, pero ¿para qué
necesita expresarse en seguida? Los objetos siguen ahí, pudiendo ser
mostrados mediante señales. Los objetos del oído, en cambio,
estan acompañados de movimiento, van pasando delante de nosotros,
pero por ello mismo suenan. Son expresables porque tienen que ser pronunciados,
y, por eso, por tener que ser pronunciados, por su movimiento, son
pronunciables. ¡Qué capacidad lingüística! 6. El
oído es el sentido medio en relación con su desarrollo y,
consiguientemente, el sentido del lenguaje. El tacto es el hombre entero; el
embrión siente desde el primer momento de su vida como el recién
nacido; es el tronco de la naturaleza, el tronco del que surgen las delicadas
ramas de la sensibilidad; es el entrelazado ovillo a partir del cual se
desarrollan todas las facultades anímicas mas finas. ¿Cómo
se despliegan éstas? A través del oído, como hemos visto,
ya que la naturaleza despierta el alma a la primera sensación clara
mediante el sonido. La despierta, pues, del oscuro sueño del sentir, por
así decirlo, y la hace apta para una sensibilidadmas fina
todavía. Si la vista, por ejemplo, se hubiese desarrollado mas
que él o fuese posible que despertara del sentir de modo que fuese a
través de este sentido medio del oído, ¡qué sabia
pobreza, qué sagaz tontería! ¡Qué difícil
sería para semejante ser —todo ojos—, si es que debía
convertirse en hombre, nombrar lo que viera, relacionar la fría vista
con el calido tacto, con el linaje entero de la humanidad! Pero el mismo
ejemplo se vuelve contradictorio. El camino que sigue el desarrollo de la
naturaleza humana es mejor, mas original. Al actuar todos los sentidos
conjuntamente, nos hallamos siempre en la escuela de la naturaleza, por
así decirlo, gracias al oído: aprendemos a abstraer, a la vez que
a hablar; la vista se afina con la razón;
ésta se convierte en facultad de designar, y así, cuando el
hombre llega a caracterizar mas finamente los fenómenos visibles,
¡qué acopio de lenguaje y de semejanzas lingüísticas
tiene ya a su disposición! Para dirigirse desde el sentimiento hacia el
sentido de sus fantasías no ha hecho otra cosa que pasar por el
lenguaje, aprendiendo así a hacer sonar tanto lo que veía como lo
que sentía. Pues bien, si pudiese unir todos los cabos y hacer ver de
golpe lo que llamamos naturaleza humana, aparecería por entero como un
tejido destinado al lenguaje. Su positiva facultad de pensar recibió,
como vimos, espacio y ambiente para ello; para ello se armonizó su
sustancia, su materia; para ello se creó su figura, su forma; para
ello,finalmente, se organizaron sus sentidos, para el lenguaje. De ahí
que el hombre no piense ni mas claro ni mas oscuro; de ahí
que su vista y su sentir no posean ni mayor agudeza ni mayor duración o
vivacidad; de ahí que tenga éstos, y no otros sentidos: todo
esta contrapesado, calculado y compensado, todo esta aplicado y
distribuido con este propósito. ¡Unidad y coherencia,
proporción y orden, un todo, un sistema, una criatura de discernimiento
y lenguaje, de conocimiento y creatividad lingüística! Si,
después de todas estas observaciones, hubiese todavía alguien que
pretendiera negar tal proyección como criatura de lenguaje, se
vería obligado a pasar primero de observador de la naturaleza a
destructor de la misma, a romper las mencionadas armonías
transformandolas en disonancias, a convertir en ruinas todo el majestuoso
edificio de las facultades humanas, a destruir su sensibilidad y a sentir, en
vez de la natural obra de arte, un ser lleno de defectos e insuficiencias, de
debilidades y convulsiones. Si, por otro lado, el lenguaje es exactamente
igual, ¿cómo ha podido surgir conforme al plan y al impulso de la
criatura anterior? Voy a demostrar esto último, aunque se nos
ofrecería aquí un paseo interesante considerando, a la luz de la
teoría del placer, de Sulzer, las ventajas y comodidades que
supondría para nosotros el lenguaje del oído frente al de otros
sentidos. Pero la digresión nos llevaría demasiado lejos;
tendremos que renunciar a ella, faltandonos todavíamucho que
afirmar y rectificar en la vía principal. Así, pues, en primer
lugar: I. «Cuanto mas antiguas y originarias son las lenguas,
tanto mas se observa en sus raíces esa analogía de los
sentidos.» En nuestras lenguas posteriores, nosotros caracterizamos la
ira como fenómeno de la vista o como abstracto en sus raíces, por
ejemplo, con el brillo de los ojos, con el enrojecimiento de las mejillas,
etc.; sólo lo vemos o imaginamos, por tanto. El oriental, en cambio,
¡lo oye! Lo oye resollar, lo oye lanzar humo ardiendo y chispas de furia.
Tal fue la raíz de la palabra; la nariz es sede de la ira; la familia
entera de palabras y metaforas relativas a ella resoplan su origen. Si
también en el lenguaje se nos manifiesta la vida a través de
pulsaciones, a través del palpitar y otras sutiles propiedades, a
él se le manifestaba respirando en voz alta. El hombre vivía si
respiraba; estaba muerto si no respiraba. Por ello se oye respirar la
raíz de la palabra como se oía en el primer Adan viviente.
Si nosotros caracterizamos a nuestro modo el dar a luz, el oriental oye el
grito de miedo incluso en los nombres, o la salida de la bolsa amniótica
en el caso de los animales. En torno a esta idea se mueven sus imagenes.
Si nosotros oímos oscuramente en la palabra «aurora» la
belleza, el fulgor, la frescura, el expectante nómada oriental siente
también en la raíz de la palabra el primer rayo luminoso, el rayo
veloz, alegre, el rayo que nosotros no hemos visto quiza nunca o que
jamashemos sentido con el espíritu. Son incontables los ejemplos
de la entrañable sensibilidad con la que ellos caracterizan
basandose en el oído y en el sentir; una obra que investigara
debidamente la base sensitiva de tales ideas en los distintos pueblos
constituiría una plena demostración de mi tesis y del
descubrimiento humano del lenguaje. II. «Cuanto mas antiguas y
originarias son las lenguas, tanto mas se entrecruzan también los
sentimientos en la raíz de sus palabras.» Consúltese el
principal, el mejor diccionario oriental y se vera el ansia de
expresarse; se vera cómo el autor ha desgajado ideas de un
sentimiento prestandolas a otro; cómo se las ha prestado
especialmente a los sentidos mas difíciles, mas
fríos, mas claros; cómo ha tenido que convertirse todo en
sentir y voz para transformarse en expresión. De ahí las
metaforas vigorosas, audaces, en las raíces verbales; de
ahí los pasos de un sentimiento a otro, de modo que las significaciones
de una raíz, y mas todavía las de sus derivados, forman el
cuadro mas abigarrado al ser confrontadas entre sí. La causa que
genera este fenómeno se encuentra en la pobreza del alma humana y en el
aglutinamiento de las sensaciones en el hombre rudo. Es tan clara su necesidad
de expresarse, se nota en grado tan creciente a medida que, en la
sensación, la idea se aleja del sentir y del sonido, que no puede
dudarse del origen humano del lenguaje. En efecto, ¿cómo pretenden
explicar este entrelazamiento de ideas y raíces verbaleslos que
defienden un origen distinto? ¿Es Dios tan pobre de ideas y palabras que
se
vio obligado a recurrir a esa confusa forma de usar los vocablos, o es tan
aficionado a las hipérboles, a las metaforas incoherentes, que
grabó ese espíritu en las mismas raíces de su lenguaje? La
llamada lengua divina, la hebrea, lleva toda ella el sello de esas audacias,
hasta el punto de que el Oriente se honra designandola también
con su nombre. Pero entonces, que no se califique de asiatico ese
espíritu de metafora, como si no pudiese encontrarse en otros
lugares. Ese espíritu vive en todas las lenguas primitivas, aunque en
cada una de ellas, claro esta, conforme al grado de formación de
la nación y a la peculiaridad de su forma de pensar. Un pueblo que no
distinga con agudeza, que no posea corazón suficiente para expresarse y
arrebatar expresiones con fuerza, tendra también menos dudas
sobre matices del sentimiento o se conformara con semiexpresiones ocultas.
Una nación fogosa exteriorizara su valor en metaforas de
la misma índole, sea en Oriente o en Norteamérica. Pero aquella
que en su fondo mas íntimo presenta mas trasplantes de
esta clase es la que posee de antemano la lengua mas pobre, mas
antigua, mas originaria, y tal nación ha pertenecido, sin duda,
al Oriente. Se comprende lo difícil que sería un diccionario
etimológico en el caso de esas lenguas. ¡La afinidad entre las
diferentes acepciones que posee una determinada raíz y que hay que retrotraer
a su origen en unatabla genealógica se basa en sentimientos tan oscuros,
en ideas concomitantes tan fugaces, en impresiones acompañantes que
suben del fondo del alma y son poco susceptibles de regulación!
Ademas, son tan nacionales sus afinidades, tan a la medida del modo de
pensar y ver del pueblo, del autor, de la tierra, del tiempo, de las
circunstancias, que son infinitamente difíciles de hallar para un
nórdico o para un occidental, a la vez que tienen que resentirse mucho
en los largos y fríos rodeos. Como esas acepciones han surgido forzadas
por la necesidad y han sido halladas en el afecto, en el sentimiento, en la
inseguridad de la expresión, ¡qué suerte hace falta para
dar con el mismo sentimiento! Finalmente, como en un diccionario de esa clase
hay que recopilar las palabras y significados de tiempos, ocasiones y modos de
pensar tan distintos; como esas definiciones momentaneas aumentan in
infinitum, ¡cuanto se multiplica el esfuerzo! ¡Qué
agudeza hace falta para penetrar en esas circunstancias y necesidades,
qué moderación para atenerse a las interpretaciones de las
diversas épocas! ¡Qué conocimiento y flexibilidad de alma
supone el entregarse tan por entero a ese tosco ingenio, a esa audaz
fantasía, a ese sentir nacional de épocas lejanas,
modernizandolo en conformidad con la nuestra! Pero, por ello mismo, no
sólo se introduciría así una antorcha en la historia de un
país, en su mentalidad y literatura, sino en toda la oscura
región del alma donde los conceptos seentrecruzan y confunden, donde los
sentimientos mas diversos se ocasionan recíprocamente, donde una
circunstancia apremiante pone en movimiento todas las facultades
anímicas y manifiesta todo el arte inventivo de que el alma es capaz.
Cada paso sería un descubrimiento en esa obra, y cada nueva observación
constituiría la prueba mas completa del origen humano del
lenguaje. Schultens se ha hecho célebre desarrollando algunas de esas
derivaciones en la lengua hebrea: cada uno de esos procesos es una prueba de mi
regla. Pero, por muchas razones, no creo que sea posible desarrollar
exhaustivamente los orígenes del primer lenguaje humano, aunque
éste fuese la lengua hebrea. Aduciré otra observación que
es demasiado general e importante como para pasarla por alto. El motivo de las
audaces metaforas verbales se hallaba en el descubrimiento inicial. Pero
¿a qué se debe el que esas especies de palabra y de imagen, una
vez desaparecida, mas tarde, toda necesidad, continúen aún
existiendo, e incluso se extiendan y realcen: se debe a un simple afan
imitador, al amor a la antigüedad? En efecto, así surgira,
¡oh, surgira un supremo absurdo, un hinchado juego de palabras,
que inicialmente no eran tales en modo alguno! Al principio era ingenio audaz,
viril, un ingenio que quiza pretendía serlo tanto menos cuanto
mas parecía que lo era. Era la tosca sublimidad de la
fantasía la que transformaba ese sentimiento en una palabra semejante.
Pero luego, al ser usada por sosos imitadores, carentes detal sentimiento,
fuera de tal circunstancia, ¡ah, burbujas de palabras sin espíritu!
Y ésta ha sido posteriormente la suerte de todas las lenguas cuyas
primeras formas eran tan audaces. Los ulteriores poetas franceses son incapaces
de volar alto porque tampoco lo hicieron los primeros descubridores de su
lengua: toda su lengua es prosa de sentido común; originariamente no
posee apenas palabras poéticas que sean propias del creador. Pero
¿los orientales, los griegos, los ingleses, y nosotros, los alemanes? De
ahí se sigue que una lengua que ha perdurado y se ha desarrollado
durante largo tiempo posee mas audacias de esa índole en sus
raíces. Por ello no hay que lanzarse sobre cada una de ellas como si
todos esos conceptos entrecruzados fueran también pensados cada vez que
fueran empleados en las épocas siguientes. La metafora inicial
fue ansia de hablar: si luego, cuando la palabra se
ha vuelto ya corriente y ha perdido su fuerza, se la toma como fertilidad y
energía para unir esos casos singulares, ¡qué lastimosos
ejemplos suenan en todas las escuelas de lenguas orientales! Una última
observación: si a esas audaces luchas verbales, a esas trasposiciones de
sentimientos en un vocablo, a esos entrelazamientos de ideas sin regla ni
control, se adhieren incluso conceptos de un dogma, de un sistema, o son
etiquetados con ellos, o se los investiga a partir de los mismos, ¡cielo
santo! ¡Qué lejos estaban los balbuceos de una lengua naciente, o
tempranamente nacida, de lasdefiniciones de un sistema, y cuan a menudo
se crean ídolos verbales en los que no pensaron ni el inventor de la
palabra ni su uso posterior! Pero tales observaciones serían
interminables. Pasemos a un nuevo canon. III. «Cuanto mas
originaria es una lengua, cuanto mas a menudo se entrecruzan en ella
tales sentimientos, tanto menos pueden éstos subordinarse unos a otros
de forma rigurosa y lógica. La lengua abunda en sinónimos: con
toda su esencial indigencia posee la maxima e innecesaria
abundancia.» A los defensores del origen divino del lenguaje, que en todo
saben descubrir el orden divino, les resulta difícil encontrarlo en este
punto. Por ello niegan los sinónimos18. ¿Los niegan?
¡Adelante! Supongamos ahora que, entre las 50 palabras que el
arabe posee para el león, las 200 para la serpiente, las 80 para
la miel y las mas de 1.000 para la espada, se encuentren o se hayan
encontrado pequeñas diferencias que se habrían perdido:
¿por qué esas diferencias sí tenían que perderse?
¿Por qué inventó Dios un vocabulario inútil, un
vocabulario que, como dicen los arabes, sólo un profeta divino es
capaz de abarcar en toda su extensión? ¿Lo inventó para la
sima del olvido? Y, si comparamos, esas palabras son siempre sinónimas,
mientras que otras muchas ideas carecen incluso de palabra. Manifiéstese
un orden divino en el hecho de que Dios, que supervisó el plan de la
lengua, inventara 70 vocablos para la piedra y ninguno para tantas ideas
necesarias, para los sentimientosinternos y para las abstracciones, en el hecho
de que acumulara allí un exceso innecesario mientras permitía
aquí la mayor necesidad de robar, de usurpar metaforas, de decir
casi absurdos, etc. Desde un punto de vista humano, la cuestión es
evidente. Había que expresar las ideas difíciles y
esporadicas con una impropiedad comparable a la frecuencia con que
podían hacerlo las que estaban a mano y eran faciles. Cuanto
mas desconocida era la naturaleza; cuantos mas eran los aspectos
desde los cuales apenas era posible conocerla de nuevo; cuanto menos se
descubría a priori, mientras se inventaba, por el contrario, conforme a
factores sensibles, tantos mas sinónimos. Cuantos mas
descubrían, cuantos mas fluctuantes sinónimos separados
descubrían, tantos mas resultaban al reunirlos después, al
pasar sus lenguas al océano de un diccionario. Todos no podían
ser rechazados, pues ¿cuales debían serlo? Eran corrientes
en aquel linaje, en esta familia, en ese poeta. Era, por tanto, como dice aquel
autor arabe de un diccionario cuando, tras enumerar 400 palabras para la
miseria, el número cuatrocientos consistía en tener que
contarlas. Una lengua de esa índole es rica por ser pobre, porque sus
inventores carecían todavía de un plan suficiente para ser
pobres. ¿Y ese ocioso inventor de una lengua que es precisamente la
mas imperfecta sería Dios? Las analogías de todas las
lenguas primitivas confirman mi tesis: cada una de ellas es pródiga e
indigente, pero a su manera propia. Si elarabe posee tantas palabras
para «piedra», «camello», «espada»,
«serpiente» (cosas entre las que vive), la lengua cingalesa es
rica, conforme a las inclinaciones de su pueblo, en adulaciones, títulos
y palabras altisonantes. Para «doncella», palabra que, por ejemplo,
nosotros mismos, descorteses alemanes, nos vemos obligados a tomar de nuestros
vecinos, dispone el cingalés de doce nombres distintos, según la
posición y el rango social. Conforme a estas dos últimas
circunstancias, se dice el «tú» y el «vosotros»
de ocho diferentes maneras, y ello tanto de parte del jornalero como del
cortesano: el amontonamiento es forma de la lengua. En Siam hay ocho maneras
distintas de designar «yo» y «nosotros», según
hable el señor con el siervo o éste con aquél. La lengua
de los primitivos caribes se divide casi en dos lenguas, la de las mujeres y la
de los hombres, y las cosas mas ordinarias, cama, luna, sol, arco,
reciben de ambos nombres distintos: ¡qué exceso de sinónimos!
Y, sin embargo, esos mismos caribes poseen sólo cuatro palabras para
designar los colores, a las cuales tienen que referirse todos los demas
colores: ¡qué pobreza! Los hurones poseen dos verbos diferentes,
según se trate de seres animados o inanimados, de forma que son siempre
dos expresiones distintas «ver una piedra» y «ver una
persona». Persíganse estos fenómenos a través de la
naturaleza entera: ¡qué riqueza! «Servirse» de la
propiedad de uno mismo y «servirse» de la propiedad del
interlocutor requieresiempre dos palabras distintas. ¡Qué riqueza!
En la lengua principal del Perú se designan los sexos de forma tan
extraordinariamente diferenciada, que la hermana del hermano y la hermana de la
hermana, así como el hijo del padre o el hijo de la madre, reci18
Süssmilch, § 9.
ben nombres completamente distintos. Sin embargo, esta misma lengua carece de
plural propiamente dicho. Cada una de estas sinonimias va muy ligada a las
costumbres, caracter y origen del pueblo respectivo. Pero en todas
partes se pone de manifiesto el espíritu descubridor del hombre. Vayamos
a otro canon: IV. «En la misma medida en que el alma humana no puede
recordar las abstracciones del reino de los espíritus sin haberlas
obtenido a través de motivación y estímulo de los sentidos,
tampoco hay ninguna lengua con nombres abstractos a los que no haya llegado a
través del sonido y el sentimiento. Cuanto mas originaria es una
lengua, tantas menos abstracciones, tanto mas sentir.» Tampoco en
este extensísimo campo puedo hacer mas que coger algunas flores.
La estructura entera de las lenguas orientales testimonia que todos sus nombres
abstractos han sido antes entidades sensibles: el espíritu era viento,
halito, tormenta de noche. «Sagrado» quería decir
separado, aislado. El alma era aliento; la ira, el soplar de la nariz, etc. Los
conceptos generales se formaron, pues, en esas lenguas mas tarde, a
través de la abstracción, el ingenio, la fantasía, la
comparación, la analogía, etc. En el nivel masprofundo de
la lengua no encontramos ni uno solo de tales conceptos. Lo mismo ocurre, en
proporción a su cultura, entre todos los primitivos. En la lengua de
Barantola no ha podido encontrarse «sagrado», como tampoco
«espíritu» entre los hotentotes. Los misioneros se quejan en
todos los continentes de las dificultades para comunicar a los primitivos
conceptos cristianos en sus lenguas, a pesar de que lo comunicado no
debía consistir nunca en una dogmatica escolastica, sino
en los meros conceptos ordinarios del sentido común. Cuando se leen aquí
y alla pruebas traducidas de sus informaciones relativas a los
primitivos, como también a las lenguas europeas incultas (por ejemplo,
las de los lapones, fineses, estonios) y se observan las teorías
lingüísticas y diccionarios de esos pueblos, las dificultades se
hacen evidentes. Si no se quiere dar crédito a los misioneros,
léanse los filósofos: De la Condamine para el Perú y
región del Amazonas, Maupertuis para Laponia. «Tiempo»,
«duración», «espacio», «ser»,
«materia», «cuerpo», «virtud»,
«justicia», «libertad», «cognoscibilidad»,
estan ausentes de la lengua de los peruanos, aunque éstos
manifiesten con su razón que infieren conforme a tales conceptos y
aunque muestren con sus actos que poseen virtud. Mientras no hayan iluminado la
idea como propiedad, no poseen la palabra correspondiente a ella. Así,
pues, cuando tales palabras se han introducido en la lengua, se les nota
claramente su origen. El lenguaje eclesiastico de lanación rusa
es predominantemente griego; los conceptos cristianos de los letones son
términos alemanes o conceptos alemanes letonizados. Cuando el mejicano
quiete expresar su «yo pecador», lo dibuja como una persona
arrodillada que se confiesa, y su «Trinidad», como tres rostros con
nimbo. Sabemos cómo han llegado la mayoría de abstracciones a
nuestro lenguaje científico, sea el de la teología, el de la
jurisprudencia, el de la filosofía o el de otras ciencias. Sabemos
cuantas veces los escolasticos y polemistas no podían
siquiera discutir con términos de su lengua, viéndose obligados a
tomar las armas de combate de otras lenguas (hipóstasis y sustancia,
ÐmooÚsioj y ÐmoioÚsioj) en las que los conceptos
habían sido abstraídos, en las que las armas de combate
habían sido afiladas. Nuestra psicología entera, por muy refinada
y precisa que sea, no posee un solo término propio. El hecho es tan
cierto, que ni siquiera los exaltados y arrobados pueden manifestar sus nuevos
secretos de la naturaleza, del cielo y del infierno, a no ser a través
de imagenes y de representaciones sensibles. Swedenborg tiene que acudir
a todos los sentidos para sus angeles y espíritus, y el sublime
Klopstock (la mayor antítesis de aquél) no es capaz de construir
su cielo y su infierno sino a base de materiales sensibles. El negro presiente
sus dioses en la copa del arbol y el cingalés oye su demonio en el
crujido del bosque. He seguido la pista de algunas de esas abstracciones entre
distintospueblos, en diferentes lugares, y he advertido los mas
singulares recursos inventivos en el hombre. El objeto es demasiado amplio; el
fundamento es siempre el mismo. Si el primitivo piensa que tal cosa posee un
espíritu, tiene que existir algo de dónde abstraer el
espíritu. Ahora bien, la abstracción tiene muy diferentes modos,
grados y métodos. Abstracciones indudablemente faciles, como los
números, constituyen el mas sencillo ejemplo de que ninguna
nación posee en su lengua ni mas ni otras palabras que las que ha
aprendido a abstraer. ¡Qué pocos números encontramos entre
la mayoría de los primitivos, por muy ricas, superiores y desarrolladas
que sean sus lenguas! Nunca mas de los que necesitan. El fenicio
comerciante fue el primero que inventó la aritmética; el pastor
que recuenta sus ovejas aprende también a manejar números; las
naciones cazadoras, que nunca tienen muchos negocios, no saben designar un
ejército sino como cabellos en la cabeza: ¿quién puede
contarlos? ¿Quién tiene palabras para ello si nunca ha contado
tanto?
¿Es posible pasar por alto todas esas huellas del espíritu
peregrino, creador de lenguas, y buscar el origen de éstas en las nubes?
¿Qué prueba se tiene de una única palabra que sólo
haya podido ser creada por Dios? ¿Existe en alguna lengua un solo
concepto puro, general, que el hombre haya recibido del cielo? ¿En
qué lugar es siquiera posible?19 En cambio, ¡qué infinidad
de razones, analogías y pruebas de la génesis del lenguaje en el
almahumana, de su génesis conforme a los sentidos y al modo de ver
humanos! ¡Qué demostraciones de una marcha acompañada por
la razón, de un desarrollo lingüístico a partir de
ésta en todos los pueblos, latitudes y circunstancias!
¿Qué oídos dejaran de percibir esa voz universal de
las naciones? Sin embargo, veo con asombro que el señor Süssmilch
se cruza conmigo, una vez mas, y descubre orden divino en el camino
sobre el que yo encuentro el orden mas humano20. ¿Qué indica
«el hecho de no haber hallado hasta hoy ninguna lengua totalmente
inadecuada para las artes y las ciencias» sino que ninguna de ellas es
animal, que todas son humanas? ¿Dónde se ha encontrado un ser
humano completamente inhabil para las artes y las ciencias? ¿Ha
sido esto algo asombroso o precisamente la cosa mas ordinaria al
tratarse de un ser humano? «Todos los misioneros han podido hablar con
los pueblos mas primitivos y convencerlos, cosa imposible sin
inferencias ni argumentos. Sus lenguas tenían que poseer, pues,
términos abstractos, etc.». Si ello es así, ¿se
trata de orden divino o es precisamente la cosa mas humana el abstraer
palabras cuando hace falta? ¿Y qué pueblo ha tenido una sola
abstracción en su lengua que no se haya procurado por sí mismo?
¿Y son muy numerosas en todos los pueblos?, ¿Podían
expresarse los misioneros con la misma facilidad en todas partes o mas
bien hemos oído lo contrario de todos los continentes? ¿Y
cómo se expresaban sino adaptando los nuevos conceptos por
analogíacon la lengua? ¿Y ha ocurrido ello de la misma forma en
todas partes? Habría tanto, tanto que escribir sobre el hecho, pero la
conclusión afirma todo lo contrario. La razón humana no puede
existir sin abstracción, como no puede haber abstracción sin
lenguaje; precisamente por ello ha de incluir abstracciones la lengua de cada
pueblo, esto es, tiene que ser imagen de la razón de la que es
instrumento. Así como ninguna lengua contiene mas que las
abstracciones que ha sido capaz de producir y no incluye ninguna que no haya
sido formada sin los sentidos, cosa que pone de manifiesto su originaria
expresión sensible, tampoco puede encontrarse orden divino en parte
alguna sino en la medida en que la lengua es plenamente humana. V. Finalmente,
«dado que cada gramatica es una simple filosofía sobre el
lenguaje y un método de su uso, cuanto mas originaria sea la
lengua, tanto menos gramatica existira en ella, y la lengua
mas antigua sera sólo el antes señalado diccionario
de la naturaleza». Voy a proponer algunas comparaciones. 1. Las
declinaciones y conjugaciones no son otra cosa que abreviaciones y precisiones
del uso de nombres y verbos según número, tiempo, modo y persona.
Cuanto mas tosca es una lengua, tanto mas irregular es en relación
con estas determinaciones, y ofrece en cada paso la marcha de la razón
humana. Después, sin el arte del empleo, es simple diccionario. 2. Como
los verbos de una lengua son anteriores a los redondos nombres
abstraídos de ellos, lasconjugaciones eran inicialmente tan numerosas
como escasos los conceptos que se había aprendido a ordenar entre
sí. ¡Cuantos poseen los orientales! Y, sin embargo, no lo
son en sentido propio, ya que ¡cuanto abundan las trasposiciones y
desvíos de verbos desde una conjugación a otra! La cosa es
perfectamente natural. Como nada interesa tanto al hombre como lo que debe
contar, hechos, acciones, acontecimientos (o al menos no le interesa tanto
desde el punto de vista del modo de hablar), tiene que reunirse al principio
tal cantidad de hechos y acontecimientos, que casi surge un verbo nuevo para
cada situación. «En la lengua de los hurones se conjuga todo. Un
arte imposible de explicar permite distinguir los sustantivos, pronombres y
adverbios de los verbos. Los verbos simples poseen dos conjugaciones: una para
sí y otra relativa a otras cosas. Las terceras personas incluyen los dos
géneros. Por lo que se refiere a los tiempos, se descubren las finas
diferencias que se observan, por ejemplo, en el griego. Es mas, si se
quiere contar un viaje, hay que expresarse de forma distinta según se
haya realizado el viaje por tierra o por mar. Los verbos activos se multiplican
tan a menudo como grande es el número de cosas que entran en el hacer:
la palabra 'comer' cambia con cada cosa comestible. Lo que hace un ser animado
se expresa de modo diferente de lo que hace uno inanimado. 'Servirse' de la
propiedad de uno mismo y 'servirse' de la propiedad del interlocutor se dice de
maneradistinta.» Imagínese toda esa cantidad de verbos, modos,
tiempos, personas, estados, géneros, etc.:
19
El mejor ensayo que conozco sobre la materia es el de un inglés: Things
divine and supernatural conceived by analogy with things natural and human,
London, 1755, by the author of the procedure, extent and limits of human
understanding. 20 Süssmilch, § 11.
¡qué esfuerzo, qué arte, para ordenar hasta cierto punto
todo eso, para hacer hasta cierto punto una gramatica de lo que no era
inicialmente mas que un diccionario! La gramatica confeccionada
por el P. Lerys de la lengua de los topinambas muestra las mismas
características. En efecto, al igual que el primer diccionario del alma
humana era una epopeya viviente de la naturaleza sonante, actuante, así,
tampoco la primera gramatica era apenas otra cosa que un
filosófico intento de convertir esa epopeya en una historia algo
mas regular. La epopeya no se elabora, pues, sino a partir de verbos,
trabajando en un caos, lo cual representa una fuente inagotable para la
poesía; mas ordenada, es muy rica para la determinación de
la historia y, en último término, útil para axiomas y
demostraciones. 3. La palabra que seguía inmediatamente al sonido de la
naturaleza, imitando ésta, venía después de algo pasado.
Los pretéritos son, por tanto, las raíces de los verbos, pero
unos pretéritos que valen casi para el presente. A priori, el hecho es
extraño e inexplicable, ya que el tiempo presente debiera ser el
primero, como ha llegadoa serlo en todas las lenguas desarrolladas mas
tarde, pero, si se tiene en cuenta la historia de la invención del lenguaje,
no podía ser de otro modo. El presente se señala; el pasado hay
que contarlo. Como se podía contar de tantas maneras; como tenía
que hacerse de formas tan distintas ante la necesidad de encontrar palabras,
surgieron en todas las lenguas antiguas muchos pretéritos y un solo
presente, o ninguno. El hecho había de causar alegría en la
poesía y la historia de las épocas cultas, pero no tanto en la
filosofía, que siente menos aprecio por la confusa abundancia. En este
aspecto se igualan, una vez mas, hurones, brasileños, orientales
y griegos: en todas partes, huellas de la marcha seguida por el espíritu
humano. 4. Todas las lenguas filosóficas modernas han refinado los
nombres y han modificado menos los verbos, pero los han hecho mas
regulares. En efecto, la lengua, mas que detenerse en una irregular
mezcla de balbuceos acerca de lo que quiza había habido, lo que
hizo fue desarrollarse para la fría consideración de lo que
estaba presente o lo había estado. Se adquirió la costumbre de ir
expresandolo sucesivamente y, por tanto, de delimitarlo mediante el
número, el artículo, el caso, etc. Los antiguos inventores
querían decirlo todo a la vez, no sólo qué se había
hecho, sino quién lo había llevado a cabo, cuando, cómo
y dónde había sucedido21. Introducían, pues, en los
nombres, la situación, y en cada persona del verbo, el género;
distinguían medianteafformativa y praeformativa, mediante afijos y
sufijos. Verbo y adverbio, verbo y nombre, todo fluía conjuntamente.
Cuanto mas pasaba el tiempo, tanto mas se distinguía y
enumeraba: de la aspiración salieron los artículos; de los
comienzos, las personas; de las prolongaciones, los adverbios; las partes del
habla fueron separandose. Paulatinamente se formó la
gramatica. Así, este arte de hablar, esta filosofía sobre
el lenguaje, se ha ido desarrollando lentamente, paso a paso, a través
de épocas y edades. La primera cabeza que piense en una verdadera
filosofía de la gramatica, en el «arte de hablar»,
tendra seguramente que comenzar recorriendo mentalmente su historia a
través de pueblos y estadios. ¡Ojala tuviésemos una
historia así! Con todos sus avances y desviaciones constituiría
un mapa de la humanidad del lenguaje. 5. Pero ¿cómo ha podido
existir una lengua sin gramatica, un simple conjunto de imagenes
y sensaciones sin cohesión ni determinación? Ambas cosas estaban
previstas: era una lengua viviente. La gran unanimidad de los gestos
suministraba el tacto y la esfera, por así decirlo, que indicaban el
lugar de lo dicho, y la gran riqueza de determinaciones, presente en el mismo
diccionario, sustituía el arte de la gramatica. Véase la
antigua escritura de los mejicanos: no hacen mas que dibujar
imagenes una por una; donde no hay imagen para los sentidos, se han
puesto de acuerdo sobre diversas rayas; el contexto de todo tiene que suministrarlo
el mundo al quecorresponde el objeto, del que se predice. Este arte de
predecir, consistente en adivinar el contexto partiendo de algunos signos,
¡con qué amplitud saben practicarlo ya sólo algunos
sordomudos! Si este arte forma incluso parte del lenguaje; si es aprendido
desde la niñez, como lengua; si va simplificandose y
perfeccionandose a través de las generaciones, no veo nada
incomprensible en él. Ahora bien, cuanto mas va
simplificandose, tanto mas se reduce, tanto mas se
convierte en gramatica: ¡tal es la marcha gradual del
espíritu humano! Prueba de ello son, por ejemplo, las noticias de La
Loubère sobre la lengua de Siam: ¡cuanto se parece
todavía a la coherencia del oriental, especialmente antes de que, con el
posterior desarrollo, entraran mas elementos de aquél! El
siamés quiere decir: «Si estuviese en Siam estaría
contento», pero dice: «Si yo estar ciudad Siam, yo a gusto
corazón mucho.» Quiere rezar el Padrenuestro y tiene que decir:
«Padre, ser para nosotros cielo. Nombre de Dios queremos santificar todo
lugar», etc. ¡Qué oriental y originario es esto! Es
justamente la interdependencia de la escritura jeroglífica mejicana o la
del balbuceo del principiante en una lengua extranjera. 6. Tengo que explicar
todavía una singularidad que, según veo, ha sido también
erróneamente interpretada por el señor Süssmilch como orden
divino: «a saber, la variedad de acepciones de una
21
Rousseau ha barruntado en su hipótesis esta tesis que yo delimito y
demuestro.
misma palabrapor diferencias de pequeñas articulaciones».
Encuentro este recurso entre casi todos los primitivos, como lo confirman, por
ejemplo, Garcilaso de la Vega respecto de los peruanos, Condamine de los
brasileños, La Loubère de los siameses, Resnel de los norteamericanos.
Lo descubro igualmente en las lenguas antiguas, por ejemplo, la china y las
orientales, especialmente en la hebrea, en la cual un pequeño sonido, un
acento, una aspiración, cambian el significado entero. En tal recurso
encuentro algo muy humano: la indigencia y la comodidad de los inventores.
Estos necesitaban una nueva palabra; al ser tan difícil el inútil
descubrir desde una cabeza vacía, tomaban un vocablo parecido
modificando quiza simplemente un espíritu. Era para ellos una ley
de economía, muy natural, teniendo en cuenta cómo se
entretejía su sentir, y bastante cómoda aún, dada su
fuerte pronunciación de las palabras. En cambio, para un extranjero cuyo
oído no se haya acostumbrado a ello desde la niñez y al que se enseñe
ahora la lengua con una flema debido a la cual el sonido se queda casi en la
boca, esta ley de economía y necesidad hace del habla algo imperceptible
e impronunciable. Cuanta mas economía haya introducido en una
lengua la gramatica ordinaria, tanto menos necesaria es esa escasez, lo
cual constituye todo lo contrario de un signo de invención divina; el
inventor se habría administrado muy mal si hubiese tenido necesidad de
tal cosa. 7. Pero el progreso del lenguaje mediante la razón yel de
ésta mediante aquél se pone especialmente de manifiesto cuando la
lengua ha avanzado algunos pasos, cuando ya existen en ella ciertos ejemplos de
arte, poemas por ejemplo, cuando se ha formado un tipo de escritura tras el
otro. Entonces no puede darse un paso, descubrirse una palabra, ponerse en
marcha una nueva forma feliz, sin que haya en todo ello una huella del alma
humana. Entonces aparece, a través de poemas, medida de las
sílabas, elección de las palabras y colores mas fuertes,
el orden y el dinamismo de las imagenes. Entonces surge, gracias a la
historia, la diferenciación de los tiempos, el rigor de la
expresión. Entonces aparece en la lengua, finalmente, gracias a los
oradores, la plena redondez de los períodos. Si antes de cada una de
estas adiciones no había en la lengua nada de esa índole, sino
que todo era, y podía ser, introducido en ella por el alma humana,
¿cómo se va a poner límites a tal creación, a tal
fecundidad? ¿En qué punto se va a decir: aquí
empezó a actuar el alma humana, pero no antes? Si ha sido capaz de
descubrir lo mas refinado, lo mas difícil, ¿por
qué no lo mas facil? Si ha podido realizar, ¿por
qué no iba a hacer pruebas, a comenzar? En efecto, ¿qué
fue el comienzo sino la producción de una sola palabra como signo de la
razón? El alma, ciega y muda en su interior, tenía que darse este
signo en la medida en que poseía razón. Con lo que he dicho desde
un punto de vista interno basandome en el alma humana, así como
desde un puntode vista externo basandome en la organización del
hombre y en la analogía entre todas las lenguas y pueblos, teniendo,
ademas, en cuenta los elementos de todo habla, por una parte, y por
otra, todo el enorme progreso de la lengua unida a la razón, supongo que
la posibilidad de invención de un lenguaje humano habría quedado
demostrada hasta tal punto que, aun sin añadir nada mas al
respecto, no pueda ponerla en duda un solo instante quien no niegue la
razón al hombre o, lo que es lo mismo, quien sepa qué es la
razón, quien se preocupe, ademas, de los elementos del lenguaje a
la luz de la filosofía, quien en este sentido haya tenido en cuenta y
observado con ojo escrutador la naturaleza y la historia de las lenguas de la
tierra. La génesis del lenguaje a partir del alma humana posee la misma
fuerza demostrativa que cualquier prueba filosófica, y la externa analogía
entre todas las épocas, lenguas y pueblos tiene un grado de probabilidad
tan elevado como sea posible en el hecho mas cierto de la historia. Sin
embargo, con el fin de prevenir para siempre todas las objeciones y hacer de la
tesis algo tan cierto, incluso externamente, por decirlo así, como pueda
serlo una verdad filosófica, queremos todavía demostrar,
partiendo de todas las circunstancias externas y de todas las analogías
de la naturaleza humana, que el hombre ha tenido que inventar su lenguaje y
bajo qué circunstancias ha podido hacerlo mas adecuadamente.
SEGUNDA PARTE
¿Cual ha sido el camino masadecuado por el que el hombre
ha podido y debido inventar el lenguaje? La naturaleza no otorga facultades en
vano. Así, pues, si es verdad que no sólo ha concedido al hombre
facultades para descubrir el lenguaje, sino que ha hecho de ellas el
caracter distintivo de su ser y el resorte de su rumbo favorito,
también lo es que esas facultades recibidas de manos de la naturaleza
eran pura vida y no podían ser puestas sino en un medio donde les fuera
necesario actuar. Veamos mas de cerca algunas de las circunstancias y
motivos que hicieron que el hombre llegara en seguida al lenguaje, una vez
venido al mundo con la disposición inmediata para crearlo. Como tales
motivos son muy numerosos, los reuniré bajo ciertas leyes principales,
propias de su naturaleza y de su especie.
Primera ley natural
El hombre es un ser activo que piensa libremente y cuyas fuerzas actúan
en progresión gradual. De ahí que sea una criatura hablante. Considerado
como animal desnudo y sin instinto, es el mas indigente de los seres.
Ninguna tendencia oscura, innata, le atrae hacia su elemento y su esfera de
actuación, hacia su sustento y su tarea. No hay olfato ni presentimiento
que le arrastren hacia la hierba para acallar el hambre, no hay un maestro
ciego y mecanico que le construya el nido. Ahí esta,
débil y sometido, abandonado a la discordia de los elementos, al hambre,
a todos los peligros, a las garras de cualquier animal mas fuerte, a
morir de mil maneras diversas, privado de inmediataenseñanza de su
creadora y de la guía segura de su mano, perdido, pues, dondequiera que
esté. Sin embargo, por muy vivos que sean los colores con los que se
pinte este cuadro, no es una imagen del hombre: es sólo un aspecto de su
superficie, e incluso tal aspecto es engañoso. Si la razón y la
reflexión constituyen dones naturales de su especie han tenido que
manifestarse a la vez que la sensibilidad mas débil y que todo lo
lamentable de sus privaciones. La criatura miserable y sin instintos, llegada
al mundo con tal desamparo de las manos de la naturaleza, fue desde el primer
instante la criatura racional que actuaba libremente, que tenía que
ayudarse a sí misma y que no podía menos que hacerlo. Todas las
deficiencias y necesidades que padecía como animal le urgían a
mostrarse como hombre con todos sus recursos. Estos no eran sólo una
débil compensación frente a las superiores perfecciones animales
a él negadas, contra lo que pretende nuestra moderna filosofía,
gran protectora de animales, sino que constituían su condición
genuina, que no había sido comparada ni medida, en sentido propio, con
otros seres. De esta forma, el centro de gravedad del hombre, la
orientación principal de sus actos anímicos, cayó en dicha
razón, en la reflexión humana, al igual que, en el caso de la
abeja, cayó en su inmediato chupar y construir. Pues bien, si queda
demostrada la imposibilidad del mas pequeño acto del
entendimiento humano sin un signo verbal, queda igualmente probado que el
primermomento de discernimiento fue el de la formación interior del
lenguaje. Déjese al hombre todo el tiempo que se quiera hasta llegar a
este primer discernimiento. Déjese, a la manera de Buffon (pero de forma
mas filosófica), que esta nueva criatura vaya recogiéndose
gradualmente. Pero no se olvide que, desde el primer instante, el ser que
despierta al universo no es un animal, sino un hombre; aunque no sea
todavía una criatura de discernimiento, es ya un ser reflexivo. No es
como una gran maquina pesada y torpe que estaba destinada a andar, pero
que no puede hacerlo a causa de sus miembros rígidos, que debía
ver, oír, gustar, pero que no puede hacer nada de ello debido a sus
rígidos humores en el ojo, a sus duros oídos y a su lengua de
piedra. Quienes presentan dudas de esta índole debieran considerar que
ese hombre no procede de la cueva de Platón, de un oscuro calabozo donde
habría estado sentado desde su primer día de vida a lo largo de
varios años, privado de luz y movimiento, ciego a pesar de tener
abiertos los ojos, inmóvil a pesar de estar sanos sus miembros. Ese
hombre vino, por el contrario, de las manos de la naturaleza, con el mas
fresco estado de fuerzas y humores, con la mejor disposición inmediata
para desarrollarse desde el primer momento. Naturalmente, la prudencia creadora
debió dominar inicialmente sobre el recogimiento. Pero no es tarea de la
filosofía el dar razón de lo milagroso de esos momentos, como
tampoco puede explicar la creación del hombre. Lafilosofía lo
toma en su primer estado de actividad libre, cuando siente plenamente su sana
existencia por primera vez, limitandose, por tanto, a explicar de forma
humana esos momentos.
Ahora puedo referirme a lo anterior. Como no hay aquí separación
metafísica entre los sentidos; como es toda la maquina la que
siente y convierte en seguida el oscuro sentir en discernimiento; como este
punto, la sensación de la primera propiedad clara, afecta precisamente
al oído, sentido intermediario entre la vista y el sentir, la
génesis del lenguaje representa una presión tan íntima
como la que ejerce el embrión para nacer, una vez alcanzada su madurez.
La naturaleza entera se precipita en avalancha sobre el hombre para desarrollar
sus facultades, sus sentidos, hasta que llegue a ser hombre. Y al igual que el
lenguaje se inicia desde este nivel, así también es de tal
índole la cadena entera de niveles del alma humana, que cada individuo
continúa creando el lenguaje. Voy a esclarecer esta gran ley del orden
natural. Los animales ligan sus pensamientos oscura o luminosamente, pero no
con claridad. Las especies que, por su modo de vida y su estructura nerviosa,
son mas próximas al hombre, los animales del campo, suelen ser,
naturalmente, las que muestran mas memoria, superior a la del hombre en
no pocos casos. Pero se trata sólo de una memoria sensible;
ningún animal ha demostrado con una acción haber mejorado su
nivel en favor de toda su especie o haber generalizado experienciaspara
utilizarlas posteriormente. El perro es ciertamente capaz de conocer el gesto
que lo ha golpeado, como lo es el zorro de, eludir el inseguro lugar en el que
se le ha tendido una trampa. Pero ninguno de los dos puede procurarse una
reflexión general que explique cómo evitar para siempre ese gesto
amenazante o esa artimaña del cazador. El animal sigue, pues,
dependiendo de cada caso sensible, y su memoria es una serie de esos casos, que
se producen y reproducen, pero nunca estan ligados por una
reflexión: constituyen una multiplicidad sin clara unidad, un
sueño de representaciones muy sensibles, nítidas, vivas, pero sin
la ley de un luminoso despertar para ordenar ese sueño. Naturalmente,
existen grandes diferencias entre las diversas especies. Cuanto mas
estrecho es su ambito, tanto mas fuertes son su sensibilidad y su
instinto, tanto mas uniformes su capacidad artística y su obra,
tanto menos observable, al menos para nosotros, el mas pequeño
progreso a través de la experiencia. La abeja construye en su infancia
igual que en su edad avanzada, y cuando llegue el fin del mundo
construira como lo hacía al comienzo de la creación. Son
puntos aislados, rayos luminosos procedentes de la luz de Dios, pero que
siempre brillan como casos aislados. En cambio, un zorro experto se distingue
muy notablemente del primer aprendiz de cazador. El zorro conoce ya muchos
trucos e intenta evitarlos, pero ¿de dónde procede su
conocimiento? ¿Cómo intenta evitarlos? Del hecho dehaberlos
experimentado inmediatamente de antemano y por derivar de tal experiencia de
modo directo, la ley de la acción. En ningún caso interviene una
clara reflexión. En efecto, ¿no siguen los cazadores
engañando a los zorros mas astutos igual que lo hizo el primer
cazador del mundo? Es evidente que en los hombres actúa una distinta ley
de sucesión de las ideas, a saber, la reflexión. Esta interviene
incluso en el estado mas sensible, aunque menos perceptiblemente. El
hombre es la criatura mas ignorante al venir al mundo, pero en seguida
se hace aprendiz de la naturaleza de un modo diferente al de cualquier animal.
No es sólo un día el que enseña a otro, sino que cada
minuto del día enseña al siguiente, cada pensamiento al que viene
después. Los recursos son esenciales a su alma, no simplemente para
aprenderlos en orden a este momento, sino para unirlo todo a lo que ya sabía
o para guardarlo con vistas a lo que piensa añadir en el futuro. El alma
calcula, pues, lo que ha recogido o piensa recoger todavía,
convirtiéndose así en una facultad de reunir en sentido
definitivo. Esta cadena continúa hasta la muerte: nunca es, por
así decirlo el hombre entero, sino que esta en permanente
desarrollo, en marcha, perfeccionandose. Una actividad surge de la otra,
edifica sobre ella, se desarrolla a partir de ella. Se suceden las edades, las
épocas; nosotros nos limitamos a designarlas según su grado de
observabilidad, pero esos grados pueden subdividirse infinitamente, ya que el
hombreno siente como crece, sino únicamente que ha crecido. Crecemos
siempre a partir de una infancia; sea cual sea nuestra edad, nos hallamos
permanentemente en marcha, inquietos, insatisfechos; lo esencial de nuestra
vida no es nunca el gozo, sino el progreso, y no habremos sido hombres hasta
que hayamos llegado al final de nuestra vida. La abeja, por el contrario, era
ya abeja cuando construyó su primera celdilla. Naturalmente, no en todos
los tiempos actúa con el mismo grado de observabilidad esa ley de
perfeccionamiento, de progreso mediante reflexión. Pero ¿acaso no
existe por ser menos observable? En los sueños, cuando sueña
despierto, el hombre no piensa tan ordenada y claramente como al tener la
conciencia despierta. Pero no por ello deja de pensar como hombre, como hombre
en un estado intermedio, nunca como puro animal. En un hombre sano, los
sueños han de estar ligados por una regla, al igual que lo han de estar
los pensamientos conscientes. La diferencia se halla en que la regla no puede
ser la misma, o no puede actuar tan uniformemente. Las mismas excepciones
confirman, pues, la validez de la ley fundamental; las enfermedades evidentes y
las situaciones no naturales,
desmayos, trastornos, etc., lo corroboran mas todavía. No todos
los actos del alma son consecuencia inmediata del discernimiento, pero
sí se siguen en la reflexión. Al contrario de lo que en realidad
ocurre, ninguno de esos actos podría manifestarse si el hombre no fuese
hombre, si no pensarade acuerdo con dicha ley natural. Si es verdad que el
primer discernimiento del hombre no podía hacerse efectivo sin la
palabra, también lo es que la reflexión adquiere en él una
forma verbal, que su cadena de pensamientos se convierte en una cadena de
palabras. ¿Acaso pretendo decir con ello que el hombre puede hacer de
toda sensación de su oscuro sentir una palabra o que no puede tenerla
sino por medio de ésta? Sería absurdo afirmar esto, ya que precisamente
se ha demostrado lo contrario: lo que sólo puede afectarnos a
través del oscuro sentir no puede convertirse en palabra para nosotros,
ya que tampoco puede adquirir una propiedad clara. La base de la humanidad es,
pues, inexpresable cuando hablamos de una lengua arbitraria. Ahora bien,
¿constituye la base la figura entera? ¿Es el pedestal la estatua
toda? ¿Acaso es el hombre, considerado en toda su naturaleza, una simple
ostra que siente oscuramente? Tomemos, pues, el hilo entero de sus
pensamientos: el hombre esta tejido de reflexión; no hay en
él estado alguno que, considerando el conjunto, no sea, a su vez,
reflexión o pueda explicarse con ella; no predomina en él el
sentir, sino que toda la parte central de su naturaleza corresponde a sentidos
mas finos, la vista y el oído, sentidos que le suministran
lenguaje permanentemente; si tenemos en cuenta todo esto, se sigue que el
hombre, tomado en su conjunto, «no posee tampoco estado anímico
alguno que no sea susceptible de palabra o no pueda ser efectivamentedeterminado
mediante palabras del alma». Quien pensara prescindiendo totalmente de
palabras debería ser el mas sombrío extravagante o un
bruto, el mas abstracto visionario o una mónada soñadora.
En el alma humana no es posible un estado semejante, como lo comprobamos
incluso en los sueños y en los casos de locura. Por muy atrevido que
parezca, es cierto que, si el hombre recibe sensaciones con el entendimiento y
habla, es gracias a que piensa. Dado que, según hemos visto, conserva en
silencio cada pensamiento ligado al anterior y al futuro, «cada uno de
los puntos así encadenados por la reflexión tiene que seguir
guiando al hombre para pensar mejor y, consiguientemente, para hablar
mejor». Dejémosle que use libremente sus sentidos; como el centro
de tal uso corresponde a la vista y al oído, suministrandole una
propiedad el primero y el sonido de la propiedad el segundo, va desarrollando
su lenguaje a medida que va empleando estos sentidos con mas soltura,
con mayor madurez. Dejemos que use libremente sus facultades anímicas;
como el centro de tal uso corresponde a la reflexión y no se da, por
tanto, sin lenguaje, éste se va desarrollando en él a medida que
va empleando la reflexión con mas soltura, con mayor madurez. De
ahí que la evolución del lenguaje sea tan natural al hombre como
lo es su propia naturaleza. ¿Quién conoce la amplitud de las
facultades del alma humana, especialmente cuando ésta se manifiesta con
toda su fuerza frente a las dificultades y peligros?¿Quién puede
apreciar el grado de perfección que ella puede alcanzar a través
de un desarrollo tan variado, constante, formado desde el interior? Y, como
todo afluye al lenguaje, ¡cuanto tiene que reunir para él
cada individuo! Si el ciego y el mudo tienen que procurarse un lenguaje
deficiente en su isla solitaria, ¡cuanto mas rico tiene que
llegar a ser el hombre, el aprendiz de todos los sentidos, el aprendiz del
mundo entero! ¿Qué debe gustar? La naturaleza no le ha dado
sentido, olor, conocimiento, de las plantas saludables, ni aversión a las
perjudiciales. Tiene, pues, que experimentar, probar, como los europeos en
América, que aprenden de los animales cuales son las cosas
comestibles; tiene, pues, que reunir propiedades de las plantas y,
consiguientemente, lenguaje. No posee la fuerza suficiente para enfrentarse al
lobo. Por ello huye de él, lo conoce desde lejos por su aullido y, para
eludirlo de forma humana, con reflexión, aprende a distinguirlo
claramente, a él y a otros cien animales dañinos, y,
consiguientemente, a nombrarlo. Cuantas mas experiencias recoge, cuantas
mas cosas llega a conocer y desde puntos de vista mas diversos,
tanto mas se enriquece su lenguaje. Cuantas mas veces comprueba
tales experiencias y repite para sí las propiedades, tanto mas
firme y familiar se hace. Cuanto mas distingue y subordina, tanto
mas ordenado resulta. Imaginemos estas realidades a lo largo de
años en una vida despierta, en permanente cambio, en continua lucha,
entredificultades e indigencia, con objetos constantemente nuevos: ¿no
tendríamos así un comienzo de no poca importancia para el
lenguaje? ¡Y es sólo la vida de un individuo! Un hombre mudo, en
el sentido en que lo es el animal, que fuese incapaz de pensar palabras en su
alma, constituiría el ser mas triste, mas absurdo, de la
creación, la mayor contradicción consigo mismo. Aislado en medio
del universo entero, por así decirlo, no adherido a ninguna cosa
determinada, sino abierto a todo, carente de garantías exteriores y,
mas todavía, propias, el hombre se ve obli-
gado, o bien a sucumbir, o bien a dominar sobre todo y, al estar concebido con
una sabiduría de la que ningún animal es capaz, a apropiarse
claramente de todo, o bien a perecer. ¡Que seas: o nada, o soberano de la
creación con tu entendimiento! ¡Desaparece o procúrate lenguaje!
Pues bien, si juntamos todas las facultades anímicas en ese
congestionado ambito de necesidades, si pensamos que la humanidad entera
lucha por ser hombre, ¡cuanto se puede descubrir, llevar a cabo,
ordenar! Nosotros, hombres de sociedad, no podemos imaginarnos un estado
semejante sino temblando de miedo: «¡Ay, si el hombre tiene que
salvarse gracias a su razón y su reflexión de una forma tan
lenta, tan débil, tan insuficiente! ¡Qué despacio
actúan estas facultades y qué urgentes son las necesidades y los
peligros!» Naturalmente, se puede ilustrar esta objeción con
muchos ejemplos, pero siempre ataca un extremo completamente diferente del
quedefendemos nosotros. Nuestra sociedad, lograda conjuntamente por muchos
individuos, hace que éstos se conviertan en una sola cosa con sus
facultades y funciones; por ello se ve obligado a dividir las capacidades desde
la niñez de los individuos y a darles la oportunidad de desarrollar una
de ellas, y no otra. De esta forma, hay hombres que llegan a ser, por
así decirlo, nada mas que algebra para la sociedad, nada
mas que razón, mientras que sólo necesita el
corazón, la bravura, los puños, del otro; este individuo le es
útil por no ser un genio y ser, en cambio, muy laborioso; el otro le es
útil por ser genio en un aspecto y carecer, en cambio, de todo en los
demas. Cada una de las piezas ha de tener su proporción y su
estilo. De lo contrario no constituye el todo de una maquina. Pero no se
traslade al estado del hombre natural esta división de las facultades
anímicas en la que, con el fin de que sobresalga una de ellas por encima
de las demas, se sofocan considerablemente todas éstas. Tomad un
filósofo nacido y educado en sociedad, un filósofo que no haya
empleado mas que la cabeza para pensar y la mano para escribir; situadlo
de golpe fuera de todo abrigo, de todas las comodidades que le devuelve la
sociedad en pago a sus especializados servicios; debe buscar sustento por
sí solo en una región desconocida, luchar contra los animales y
ser protector de sí mismo en todos los aspectos: ¡qué
desconcierto! No tiene sentidos ni fuerzas para ello, como tampoco
practica enlos mismos. Es posible que, en los laberintos de su
abstracción, haya perdido olfato, vista, oído, talento para
inventar con rapidez y, seguramente, aquella bravura, aquella rapidez de
decisión, que sólo se desarrollan y manifiestan ante el peligro,
que quieren moverse en actividades siempre nuevas y que, en caso contrario, se
adormecen. Si ha alcanzado ya la edad en la que la fuente vital de sus
espíritus ha entrado en el reposo o comenzado a secarse, es, claro
esta, demasiado tarde para reeducarlo con vistas a ese nuevo
ambito. Pero ¿es éste el caso? Todos los ensayos que
aduzco en relación con el lenguaje no se hacen en absoluto con
pretensiones filosóficas; las propiedades de las plantas no se descubren
en el sentido en que las clasifica Linneo; las primeras experiencias no son
experimentos fríos, desarrollados con la calma de la razón,
cuidadosamente abstraídos, como los efectúa el desocupado
filósofo solitario cuando escruta la marcha oculta de la naturaleza y no
se interesa mas que por la forma en que reaccionan. Este aspecto era el
que menos preocupaba al primer habitante de la naturaleza. ¿Acaso
hacía falta demostrarle que tal planta era venenosa? ¿Acaso era
tan superior al animal como para no imitarlo en este sentido? ¿Era
necesario que fuese atacado por el león para tenerle miedo? ¿No
basta, por una parte, la timidez debida a su debilidad y, por otra, la
reflexión que conllevan todas sus finas facultades anímicas, para
que el hombre se procure por sí mismoun agradable estado, siendo
así que la misma naturaleza ha considerado tales factores suficientes
para ello? Como no nos hace ninguna falta el filósofo de gabinete,
tímido, abstracto, para inventar el lenguaje; como el rudo hombre
natural, que siente todavía su alma y su cuerpo como una sola pieza,
significa para nosotros mas que todas las academias de la lengua,
tampoco queremos tomar al erudito como modelo creador del lenguaje ni echarnos
polvo en los ojos para demostrar luego que el hombre no puede ver.
Süssmilch es, una vez mas, el adversario al que combato. Él
ha dedicado una sección entera22 a demostrar «la imposibilidad de
que el hombre desarrollara un lenguaje si lo hubiese encontrado en la imitación».
Queda probado que es absurdo inventar una lengua por simple imitación,
sin alma humana. De haber estado apodícticamente seguro de esto el
defensor del origen divino del lenguaje, me atrevo a suponer que no
habría presentado contra sí mismo una multitud de razones
semiciertas que nada demuestran, todas ellas juntas, contra un descubrimiento
humano del lenguaje mediante el entendimiento. No puedo ocuparme ahora de toda
la sección, a pesar de los supuestos y falsos axiomas sobre la
naturaleza del lenguaje con que esta entretejida, ya que el autor
aparecería bajo una luz bajo la cual no debe hacerlo aquí. Tan
sólo tomo, pues, lo necesario, a saber, que en sus objeciones se ignora
totalmente la naturaleza de un lenguaje y de un alma humana que se
perfeccionan.
22Sección 3.
«Si suponemos que los habitantes del primer mundo no sumaban mas
que unos cuantos miles de familias, entre las cuales aparecía ya tan
clara la luz del entendimiento, gracias al uso del lenguaje, que
comprendían lo que éste era, y podían, consiguientemente,
comenzar a pensar en el perfeccionamiento de tan excelente medio,
entonces» Pero nadie admite nada de todas estas prótasis. Lo
que era el lenguaje había que verlo a lo largo de mil generaciones. El
primero que lo entendió fue el que concibió el primer
pensamiento. Tenían que pasar muchas generaciones antes de que se
comprendiera que el lenguaje era susceptible de perfeccionamiento. El primero
que lo comprendió fue el que llegó a ordenar mejor, a corregir, a
distinguir, a combinar, sus propiedades y el que corrigió la lengua inmediatamente
después de cada ocasión en que aprendía así algo
nuevo. ¿Cómo habría podido la luz del entendimiento
avanzar tan esplendorosamente, mediante el lenguaje, a lo largo de mil
generaciones, si en el curso de las mismas no hubiese progresado también
éste? Así, pues, progreso sin perfeccionamiento, y, tras un
perfeccionamiento a lo largo de mil familias, ¿imposible aún el
comienzo de un perfeccionamiento? Esto es francamente contradictorio.
«Pero ¿no debiera aceptarse un imprescindible auxiliar de ese
curso filosófico y filológico, de esa escritura?»
¡No!, ya que no era en modo alguno un curso filosófico y
filológico ese primer perfeccionamiento natural, vivo, humano.¿Y
qué va a perfeccionar un filósofo y un filólogo, desde su
museo muerto, en una lengua que vive con toda su efectividad?
«¿Acaso todos los pueblos habran llevado a cabo el
perfeccionamiento de la misma forma?» De la misma, totalmente, pues todos
han procedido humanamente, hasta el punto de que aquí, en los rudimentos
esenciales del lenguaje, nos atrevemos a tomar una cosa por todas. Y si se
pretende que el milagro mas grande consiste en que todas las lenguas
posean ocho partes de la oración23, el hecho es falso, una vez
mas, y la conclusión, incorrecta. No todas las lenguas han tenido
ocho a lo largo de todos los tiempos. Al contrario, una primera ojeada
filosófica sobre la estructura de una lengua pone en evidencia que estas
ocho partes se han desarrollado por separado. En las primeras, los verbos han
precedido a los nombres, y quiza las interjecciones a los mismos verbos
regulares. En las posteriores, han derivado conjuntamente nombres y verbos.
Aristóteles dice incluso de la lengua griega que estas dos fueron
inicialmente todas sus partes de la oración y que las demas
fueron añadidas después por los gramaticos, a partir de
ellas. Lo mismo he leído de los hurones, y de los orientales es
evidente. Mas todavía: ¿qué artificio es, en
definitiva, la arbitraria y, en parte, afilosófica abstracción de
ocho partes de la oración por parte de los gramaticos?
¿Acaso es esta abstracción tan regular y divina como la forma de
las celdillas que construye la abeja? Y aunque lofuese, ¿no es
explicable desde el alma humana, no ha sido mostrada su necesidad?
«¿Y qué habría inducido a los hombres a esa ardua
labor del perfeccionamiento?» Desde luego, ninguna ardua labor
especulativa de gabinete. Ninguna, absolutamente ninguna, mejora abstracta, a
priori, y, consiguientemente, tampoco, con seguridad, estímulo de los
que sólo son posibles en nuestra refinada sociedad. Debo abandonar
aquí por completo a mi adversario. Él supone que «los
primeros introductores de mejoras debían ser muy buenas cabezas
filosóficas que, por supuesto, veían con mas amplitud y
profundidad de la que acostumbran a mostrar ahora la mayoría de los
eruditos en relación con el lenguaje y con su naturaleza interna».
Él supone que «estos eruditos tenían que haber advertido
por doquier que su lengua era imperfecta, que no sólo era susceptible de
perfeccionamiento, sino que lo necesitaba». Él supone que
«debieron verse obligados a apreciar como corresponde la finalidad del
lenguaje, etc., que la representación de ese bien a alcanzar tuvo que
ser suficientemente fuerte y viva como para convertirse en el propulsor que
moviera a emprender esa difícil tarea». En una palabra, ese
filósofo actual no se atreve a dar un solo paso mas alla
de la actualidad, ni aun de lo fortuito de ésta. ¿Cómo ha
podido escribir entonces, desde tal perspectiva, acerca del origen del
lenguaje? Naturalmente, era tan imposible como innecesario que éste
surgiera en nuestra época. Pero ¿no conocemos ya alhombre en
edades, regiones y grados de desarrollo tan diversos como para
enseñarnos a concluir con mayor seguridad desde la primera escena de ese
teatro tan grande y que tantas modificaciones ha sufrido? ¿Ignoramos que
en aquellos rincones de la tierra donde menos se ha extendido la razón
en formas refinadas, sociales, diversificadas, cultas, es precisamente donde la
sensibilidad y la ruda agudeza, la astucia y la acción valerosa, la
pasión y el talento descubridor, el alma entera e indivisa,
actúan con mas vitalidad? Con mas vitalidad debido a que,
no habiendo sido reducidas todavía a fastidiosas reglas, siguen viviendo
por entero en un ambito de necesidades, de peligros, de exigencias
imperiosas, sintiéndose así permanentemente nuevas, enteras. Es
entonces, sólo entonces, cuando el alma revela su fuerza para formar y
perfeccionar el lenguaje. Entonces posee sensibilidad e instinto suficiente,
por así decirlo, para percibir todo el sonido y todas las propie23
Ibid., § 31, 34.
dades que se manifiestan en la naturaleza viva, en un grado del que nosotros
somos ya incapaces, así como para nombrar de forma tan vigorosa y
entrañable tales propiedades, cuando el discernimiento las separa, como
no lo haríamos nosotros. Cuanto menos desarrolladas se hallan las
potencias anímicas y menos orientada esta cada una de ellas a una
esfera especial, tanto mayor es la fuerza con que actúan conjuntamente,
tanto mas íntimo es el centro de su intensidad. Separemos, en
cambio, esegrande e inquebrantable haz de flechas; podemos quebrarlas todas,
pero entonces seguro que no es posible hacer el milagro con una vara, de seguro
que no se puede entonces descubrir el lenguaje con la sola y fría abstracción
del filósofo. Pero ¿es ésta nuestra cuestión?
¿No llegaba mas a fondo el impulso de aquel sentido universal?
¿Y no había siempre en el continuo torrente que afluía
hacia los sentidos, en cuyo centro vigilaba permanentemente el sentido interno,
nuevas propiedades, orden, puntos de vista, rapidas decisiones y,
consiguientemente, un ininterrumpido enriquecimiento del lenguaje? Y, aunque no
se quieran tener en cuenta las ocho partes de la oración, ¿no
recibía el alma sus mejores sugestiones para el lenguaje cuando, sin
ninguno de los incentivos de la sociedad, se los daba ella misma con tanta
mas fuerza, cuando se concedía a sí misma cuanta actividad
de sensación y pensamiento hacía falta, según el impulso
interno y las exigencias externas? El lenguaje nació, pues, con el
desarrollo entero de las potencias del hombre. Es para mí incomprensible
cómo puede perderse nuestra época en las sombras, en los oscuros
talleres de los reguladores del arte, sin querer siquiera conocer la amplia y
nítida luz de la naturaleza no aprisionada. Las mayores gestas del
espíritu humano, las que sólo podía efectuar y manifestar
en choque con el mundo viviente, se han convertido en ejercicios escolares
entre el polvo de nuestras prisiones docentes. Las obras maestras de la
poesíay de la oratoria humanas se han convertido en puerilidades de las
que niños ancianos y niños jóvenes aprenden frases y
extraen reglas. Corremos tras sus formalidades, pero hemos perdido su
espíritu; aprendemos su lengua, pero no sentimos el mundo vivo de sus
pensamientos. Lo mismo ocurre con nuestros juicios sobre la obra maestra del
espíritu humano, la creación del lenguaje. Es en tal
circunstancia donde el mero reflexionar muerto pretende enseñarnos cosas
que sólo partiendo del acento del mundo, del espíritu de la gran
naturaleza activa, son capaces de inspirar al hombre, de incitarlo, de
perfeccionarlo. Es ahí donde las indiferentes reglas posteriores de los
gramaticos pretenden ser lo divino que veneramos, mientras olvidamos la
auténtica, la divina naturaleza del lenguaje, que se formó en el
corazón del hombre juntamente con su espíritu, por muy irregular
que nos parezca. La formación del lenguaje se ha retirado a la sombra de
la escuela, donde ya no ejerce influjo en el mundo vivo. De ahí que se
pretenda que tampoco fue nunca claro el mundo en el que los primeros creadores
del lenguaje tuvieron que vivir, sentir, producir e inventar. Me remito al
sentir de aquellos que no desconocen en el fondo de sus facultades lo vigoroso,
lo poderoso, lo grande, que hay en las lenguas de los primitivos, que
sencillamente desconocen la esencia del lenguaje. Sigo, pues, adelante.
Segunda ley natural
Por su determinación, el hombre es una criatura de rebaño, de
sociedad. Eldesarrollo de una lengua le es, pues, natural, esencial, necesario.
La hembra humana no posee un período de celo, a diferencia de las
hembras animales, y la fuerza reproductiva del varón no es tan
irrefrenable, pero es permanente. Pues bien, si cigüeñas y palomas
poseen sus nupcias, no veo por qué no iba a tenerlas el hombre, por
muchas razones. Frente al velludo oso y al cerdoso erizo, el hombre es un
animal mas débil, mas indigente, mas desnudo. El
animal necesita cuevas, las cuales resultan con toda naturalidad, dadas las
circunstancias anteriores, cuevas comunes. El hombre es un animal mas
débil; en muchas regiones estaría dramaticamente expuesto
a las inclemencias del tiempo. La hembra humana, como embarazada, como
paridora, necesita de la ayuda social mas que el avestruz, que pone sus
huevos en el desierto. De modo especial, finalmente, el niño, el
lactante llegado al mundo: ¡hasta qué punto depende de la ayuda
humana y de la compasión social! Desde un estado en el que, cual una
planta, vivía unido al corazón de su madre, es arrojado al mundo:
el ser mas débil y desamparado entre todos los animales, si no
hubiese unos pechos maternales que lo alimentaran y unas rodillas paternales
que lo acogieran como hijo. ¿Quién no ve resplandecer aquí
un gobierno de la naturaleza orientado hacia la asociación de la
humanidad? Hacia una asociación tan inmediata, tan próxima al
instinto, como era posible en una criatura dotada de reflexión.
Tengo que desarrollar algo masel primer punto, pues es en él
donde mas salta a la vista la obra de la naturaleza, y mi argumento se
desprendera después con mayor rapidez. Si se pretende explicarlo
todo, como lo hacían nuestros rudos epicúreos, a partir del ciego
placer o del inmediato interés personal, ¿quién puede dar
razón del sentimiento de los padres para con los hijos y de los fuertes lazos
que crea? Mira ese pobre terrícola que llega al mundo miserable, sin
saber que lo es; necesita de la compasión sin ser en modo alguno capaz
de hacerse merecedor de la misma; llora, y ese llorar debería ser tan
molesto como lo eran a los griegos los lamentos de Filoctetes, el cual
tenía, sin embargo, tantos méritos frente a aquellos mismos
griegos que lo dejaron en una isla desierta. A juzgar por nuestra fría
filosofía, los lazos de la naturaleza debieran romperse primero allí
donde son precisamente mas fuertes. La madre se ha desprendido al fin,
dolorosamente, del fruto que tantas incomodidades le ha causado; si lo que
contara fuesen las diversiones y nuevos placeres, lo arrojaría lejos de
sí. El padre, por su parte, calma en pocos minutos su ardor: ¿a
qué seguir ocupandose de madre e hijo como objetos de
preocupación para él? Corre hacia el bosque, como el macho de
Rousseau, y se busca otro objeto de su placer animal. ¡Cuan
diametralmente opuesto es aquí el orden de la naturaleza entre animales
y hombres, cuanto mas sabio! Son precisamente los dolores e
incomodidades de la madre los que acrecientan suamor. Lo deplorable y molesto
del lactante, la debilidad y la fragilidad de su temperamento, el fatigoso y
penoso esfuerzo de educarlo, son precisamente los factores que redoblan los
esfuerzos de sus padres. La madre mira con mayor efusión al hijo que le
ha costado mayores dolores, al que mas veces ha amenazado con
abandonarla, por el que ha derramado mas lagrimas de dolor. El padre
mira con mayor efusión al hijo al que libró tempranamente de un
peligro, al que ha educado con mas esfuerzo, al que mas le ha
costado enseñar y formar. Y así, en el conjunto de la especie, la
naturaleza sabe convertir la debilidad en fuerza. Si el hombre viene al mundo
tan débil, tan necesitado, tan privado de las enseñanzas
naturales, tan desprovisto de habilidades y talentos, a diferencia de cualquier
animal, es precisamente para gozar de una educación como ningún
animal, para que la especie humana se convierta en un todo íntimamente
trabado, como ninguna especie animal. Los patitos huyen de la gallina que los
ha incubado y, mientras chapotean alegres en el elemento al que la llamada de
la maternal naturaleza los atrae, desoyen la voz de la madrastra que se queja
en la orilla. Igual haría el niño si viniese al mundo con el
instinto del pato. Cada pajaro posee, desde el huevo, su habilidad para
construir nidos y se la lleva a la tumba sin transmitirla; la naturaleza la
enseña por él. Todos siguen, pues, con su especialidad, obra de la
naturaleza, sin que se dé progreso alguno en el alma de laespecie, sin
que se dé un todo, a diferencia de lo querido por la naturaleza en el
caso de los humanos. Estos fueron vinculados entre sí por ella mediante
necesidad y mediante un solícito instinto parental para el que los
griegos reservaban la palabra storg», por lo cual resultó esencial
al hombre el lazo de la enseñanza y de la educación. Así,
las ideas reunidas por los padres no eran para ellos; el círculo de
tales ideas estaba ahí para ser, a la vez, transmitido; el hijo posee la
ventaja de heredar pronto la riqueza de su espíritu como en resumen. Los
padres pagan la deuda a la naturaleza enseñando; los hijos satisfacen la
ignorada necesidad de su naturaleza aprendiendo, al igual que pagaran
después su propia deuda a la naturaleza aumentando dicha riqueza con su
aportación y transmitiéndola una vez mas. Ningún
individuo existe para sí solo; esta integrado en el todo de la
especie, es una mera unidad para la serie en marcha. Las consecuencias que ello
comporta sobre la cadena entera las veremos mas tarde. Aquí nos
limitaremos a la interdependencia de los dos primeros eslabones: — al
desarrollo de una forma de pensar familiar mediante la enseñanza
impartida por la educación; — como la enseñanza recibida
por un alma es el ambito de ideas de la lengua de los padres, el
desarrollo de la enseñanza humana mediante el espíritu de
familia, del que se ha servido la naturaleza para enlazar la especie entera,
significa, a la vez, desarrollo de la lengua. ¿Por qué busca
esedesvalido, tan débil e ignorante, los pechos de la madre, las
rodillas del padre? Para adquirir deseos de aprender, para aprender la lengua.
Es débil con el fin de que su especie sea fuerte. Con la lengua recibe
el alma entera, todo el modo de pensar, de sus progenitores; éstos se lo
transmiten con gusto precisamente porque lo han pensado, sentido, descubierto,
ellos mismos. El lactante que balbucea las primeras palabras, balbucea una vez
mas los sentimientos de sus padres, y jura con cada uno de los primeros
tartamudeos eternizar esos sentimientos una vez que su lengua y su alma se
desarrollen, tan cierto como que los llama lengua paterna o materna. Esas
primeras impresiones de su niñez, esas imagenes del alma y del
corazón de sus padres, viviran y permaneceran en él
a lo largo de toda su existencia. Con la palabra volvera todo el
sentimiento que entonces, en su tem-
prana edad, inundó su alma; con la idea de la palabra volveran
viejas ideas que entonces iban unidas a ella, ideas que entonces, en aquel
nuevo y temprano panorama matinal sobre el reino de la creación, le eran
presentes; retornaran y seran mas fuertes que la misma
idea pura, clara. Se convertira, pues, en modo de pensar familiar y,
consiguientemente, en lenguaje familiar. Ahí tenéis al
frío filósofo24 que pregunta: «¿En virtud de
qué ley fueron capaces los hombres de imponerse mutuamente una lengua
arbitrariamente descubierta por ellos mismos y de obligar a la otra parte a
aceptar esa ley?» Estacuestión, sobre la que Rousseau y otro
escritor peroran, tan patéticamente el primero y tan prolijamente el
segundo, se resuelve por sí misma si echamos una ojeada a la
economía de la naturaleza de la especie humana, y ¿quién
puede soportar esas prédicas? ¿Acaso no constituye una ley y una
eternización suficientes dicho desarrollo de la lengua por medio de la
familia? ¿No debe la mujer, parte mas débil de la
naturaleza, acoger la ley del varón, que es el experto, el que cuida, el
creador del lenguaje? Mas todavía: ¿tiene el significado
de ley lo que no es mas que benigno favor de enseñar? El
niño débil, que con tanta propiedad se llama desvalido,
¿no ha de aceptar una lengua cuando saborea con ella la leche de la
madre y el espíritu del padre? ¿Y no va a eternizarse esta
lengua, si es que algo hay que se eternice? Las leyes de la naturaleza son
mas poderosas que las convenciones que adopta el asunto político
y que pretende enumerar el sabio filósofo. ¿Cuando vamos a
desconocer las palabras de la infancia, esos primeros compañeros de
juego en la aurora de la vida con los que se desarrolló nuestra alma
entera? ¿Cuando las olvidaremos? Nuestra lengua materna fue
simultaneamente el primer mundo que vimos, las primeras sensaciones que
sentimos, la actividad y alegría que primero disfrutamos. Las ideas
concomitantes de lugar y tiempo, de amor y odio, de alegría y actividad,
así como lo imaginado junto con ellas por la borboteante alma juvenil,
todo ello se eterniza a la vez: ¡ellenguaje se convierte en linaje!
Cuanto mas reducido es el linaje, tanto mayor es su fuerza interna.
Nuestros padres, que nada han pensado ni inventado por sí mismos, que lo
han aprendido todo mecanicamente, ¡qué van a ocuparse de
enseñar a sus hijos, de eternizar, algo que no poseen ellos mismos! Pero
el primer padre, los primeros, indigentes, descubridores del lenguaje, que
dedicaban a casi todas las palabras el trabajo de su alma, que sentían
aún por doquier en el lenguaje el caliente sudor ocasionado por su
actividad, ¿a qué informador podían acudir? Todo el
lenguaje de sus hijos era un dialecto de sus pensamientos, un canto de alabanza
a sus acciones, como los cantos de Ossian a su padre Fingal. Rousseau y otros
han incurrido en numerosas paradojas sobre el origen de la propiedad y el
derecho a la misma. Si el primero hubiese interrogado a la naturaleza de su
querido hombre-animal, éste le habría dado la respuesta.
¿Por qué pertenece esta flor a la abeja que chupa en ella? La
abeja respondera: «Porque la naturaleza me ha destinado a este
chupar; mi instinto, que me proyecta sobre esta flor y no sobre otra, es para
mí autoridad suficiente para indicarme la flor y su jardín como
propiedad.» Y si preguntamos al primer hombre: ¿quién te ha
dado derecho a esas plantas? Su respuesta no puede ser mas que
ésta: «La naturaleza que me ha dado discernimiento. Me he
esforzado en conocer estas plantas; me he esforzado en hacer que las conocieran
mi mujer y mi hijo. Todosnosotros vivimos de ellas. Tengo sobre las mismas
mas derecho que la abeja que las sobrevuela zumbando, mas que el
ganado que pasta sobre ellas, ya que ni la abeja ni el ganado se han esforzado
lo mas mínimo, ni en conocerlas ni en enseñar a
conocerlas. Así, pues, cada uno de los pensamientos que he trazado sobre
ellas es un sello de mi propiedad, y quien me arroja de ahí me quita no
sólo la vida, al no hallar tal sustento, sino también el valor
efectivo de los años que he vivido, mi sudor, mi esfuerzo, mis
pensamientos, mi lengua: lo he conseguido todo yo.» ¿Se
pretendera acaso que esa señal anímica que el
primogénito de la humanidad imprimió sobre una cosa mediante el
conocer, mediante una propiedad, mediante el lenguaje, no constituye un mayor
derecho de propiedad que el cuño de la moneda? ¿Cuanto
orden y desarrollo adquiere, pues, la lengua por el simple hecho de ser
enseñanza paterna? ¿Quién no aprende enseñando?
¿Quién no se cerciora de sus ideas, quién no pasa revista
a sus palabras, al comunicarlas a otros, al oírlas balbucear de labios
del niño? La lengua adquiere así cierta forma de arte, de
método; así, a través de una cuidadosa censura, se
enderezó la primera gramatica, que es un espejo del alma humana y
de su lógica natural. Como de costumbre, Rousseau clama aquí en
su estilo: «¿Tenía mucho que decir la madre a su hijo? ¿No
tenía mas que decir éste a su madre? ¿Cómo
aprendió la lengua para enseñarsela a su madre?», y,
como suele también ocurrir en tal estiloa este respecto, hace de ello un
grito de guerra panico. Por supuesto que tenía mas que
enseñar la madre a su hijo que éste a ella, ya que ella
sabía enseñar mas, y el instinto maternal, el amor, la
compasión (aspectos que Rousseau concede, por pie24
Rousseau.
dad, a los animales y niega, por nobleza, a su especie), la obligó a esa
enseñanza, como la abundancia de leche la obligó a amamantar al
hijo. ¿No vemos, incluso entre ciertos animales, que los padres
acostumbran a sus crías según su forma de vida? Si un padre ha
acostumbrado a su hijo a la caza desde la niñez, ¿lo ha
conseguido acaso sin enseñanza, sin lenguaje? «Es mas:
semejante dictar palabras lo ofrece una lengua formada, que se enseña,
no una lengua que se esta formando.» Y, una vez mas,
¿es esto una diferencia que constituya una excepción?
Naturalmente, la lengua enseñada por el padre y la madre a los hijos
estaba ya formada, pero ¿debía ya por ello estar completamente
desarrollada, debía estarlo incluso la que ellos no han enseñado?
¿No pueden los hijos, en un mundo distinto, mas amplio,
mas refinado, descubrir mas a este respecto? ¿Significa
contradicción una lengua parcialmente desarrollada, una lengua que sigue
desarrollandose? ¿Desde cuando esta la lengua
francesa, con todas sus academias, autores y diccionarios, tan desarrollada,
tan definitivamente formada, que no necesite reformarse o deformarse con cada
nuevo autor original, con cada cabeza que aporte nuevos acentos a la sociedad?
Contales paralogismos se adornan los defensores de opiniones opuestas.
Júzguese si vale la pena entrar en todos los pormenores de sus
objeciones. Otro autor escribe, por ejemplo: «¿Cómo iban los
hombres a querer perfeccionar su lengua acuciados por la necesidad si hubiesen
sido el lucreciano mutum et turpe pecus?», aduciendo, ademas, una
multitud de verdades a medias sobre los primitivos. Me limitaré a
responder: ¡Nunca! Nunca lo hubiesen querido ni podido si hubiesen sido un
mutum pecus, ya que en tal caso habrían carecido de lenguaje. Pero
¿es ésa la condición de los primitivos? ¿Hay alguna
nación humana sin lenguaje, aunque sea la mas barbara?
¿Ha sido mudo alguna vez el hombre, como no sea en la abstracción
del filósofo, es decir, en su cerebro? Pregunta después
«si, dado que todo animal rehúye el que se le fuerce y dado que a
todo hombre le gusta la pereza, puede esperarse de los habitantes del Orinoco,
de Condamine, que cambien y corrijan su pesada y fatigosísima lengua,
formada por largas palabras de ocho sílabas.» He aquí mi
respuesta: «Ante todo, es falso el hecho, una vez mas, como la
mayoría de los que aduce. ¿Su extensa lengua de ocho
sílabas? No es cierto que lo sea. Condamine se limita a decir que es tan
impronunciable y de una organización tan peculiar, que donde ellos
pronuncian tres o cuatro sílabas tendríamos nosotros que escribir
siete u ocho, a pesar de lo cual no llegaríamos a transcribirlas del
todo. ¿Significa esto que sea una lengua extensa,octosilabica,
una lengua pesada y de lo mas fatigoso? ¿Para quién lo es
sino para extranjeros? ¿Pero acaso van a perfeccionarla para
éstos, para el francés que llega y que apenas aprende otra lengua
que la suya sin mutilarla, a perfeccionarla, pues, afrancesandola?
¿Es ello una razón para que los habitantes del Orinoco no hayan
desarrollado su lengua? Mas todavía: ¿no van a haber
creado lengua alguna por el hecho de que no quieran intercambiar el genio que
les es tan peculiar con el extranjero que navega río abajo? Supongamos
incluso que no desarrollen mas su lengua, ni siquiera para sí
mismos: ¿significa que nunca se haya crecido el que ya no se crezca?
¿Y no han realizado nada los primitivos por el hecho de que no les guste
hacerlo sino en caso de necesidad?» ¡Qué tesoro es la lengua
familiar para una especie en desarrollo! Las canciones de los padres, los
cantos a las gestas de los antepasados, constituyen en casi todas las
pequeñas naciones del mundo, por muy escasa que sea su cultura, el
tesoro de su lengua, su historia y su poesía, así como su
sabiduría, su estímulo, su enseñanza, sus juegos y sus
danzas. Los griegos cantaban a sus argonautas, a Hércules y Baco, a sus
héroes y vencedores de Troya, como los celtas a los antepasados de sus
respectivos linajes, a Fingal y a Ossian. Entre peruanos y norteamericanos, en
las islas del Caribe y en las Marianas, se percibe todavía ese origen de
la lengua de familia en los cantos a sus antepasados, al igual que en casi
todos loscontinentes padre y madre poseen nomines parecidos. Y aquí
puede observarse precisamente por qué, entre tantos pueblos de los que
hemos puesto ejemplos, el hombre y la mujer poseen casi dos lenguas distintas,
a saber, porque ambos constituyen, según las costumbres de la nación,
como familia noble y familia innoble, casi dos pueblos completamente separados,
que ni siquiera comen juntos. Según la educación fuese paterna o
materna, la lengua tenía que ser igualmente paterna o materna, como
había incluso lingua vernacula entre los romanos.
Tercera ley natural
En la misma medida en que no podía seguir siendo un rebaño la
especie humana entera, tampoco podía conservar una única lengua.
Era, pues, necesario que se formaran diferentes lenguas nacionales.
En sentido propiamente metafísico jamas es posible una lengua
entre hombre y mujer, entre padre e hijo, entre niño y anciano.
Recórranse, por ejemplo, entre los orientales, las vocales breves y
largas, los diferentes espíritus y letras guturales, las confusiones de
letra de un mismo órgano, tan faciles y variadas, los signos de
pausa y de habla, con toda su diversidad, tan difícil de expresar por
escrito: tono y acento, aumento y disminución, y otros cien detalles en
los elementos de la lengua; obsérvese, por otro lado, la diversidad de
instrumentos lingüísticos entre los dos sexos, entre la juventud y
la vejez, incluso entre dos individuos iguales, según los numerosos
casos y pormenores que modifican la estructura deesos órganos,
según multitud de costumbres convertidas en segunda naturaleza, etc. Al
igual que no puede haber dos personas con formas y rasgos idénticos en
la cara, tampoco puede haber en boca de dos individuos dos lenguas que
constituyan una sola, incluso ateniéndonos a la simple
pronunciación. Cada sexo incorporara a su lengua el tono
doméstico y de familia, lo cual da lugar a diversos acentos,
según la pronunciación. Los habitos sociales y la poderosa
diosa costumbre introduciran pronto, con los gestos y los modales, estas
peculiaridades y aquellas diferencias: el dialecto. Un ensayo filosófico
sobre las lenguas orientales emparentadas entre sí sería la
prueba mas amena de lo que digo. Lo anterior se refería a la
pronunciación. Pero las mismas palabras, el sentido, el alma de la
lengua, ¡qué infinito campo de diferencias! Hemos visto antes que
las lenguas mas antiguas habían tenido que llenarse de
sinónimos. Si de tales sinónimos uno se hace mas corriente
en un individuo y otro en otro; si se hace mas adecuado a su punto de
vista, mas propio a su area de sensibilidad, mas frecuente
en su curso vital; en una palabra, si produce distintas impresiones en
distintos individuos, tenemos las palabras favoritas, propias, los idiotismos,
un idioma del lenguaje. En un individuo desapareció aquella palabra,
ésta se quedó. Aquélla se desvió del asunto
primordial debido a un punto de vista secundario; posteriormente se
modificó aquí el espíritu del concepto principal;
allísurgieron inflexiones, derivaciones y modificaciones peculiares,
prefijos y sufijos, trasposiciones y eliminaciones del sentido total o parcial:
¡nuevo idioma! Y todo ello con la misma naturalidad con que el lenguaje
constituye para el hombre el sentido de su alma. Cuanto mas viva es una
lengua, cuanto mas próxima esta de su origen y,
consiguientemente, cuanto mas se halla en su época de juventud y crecimiento,
tanto mas cambiable es. Cuando sólo existe en los libros, cuando
sólo se aprende por reglas y se emplea en el lenguaje científico,
y no en el de la calle, cuando posee un determinado número de objetos y
aplicaciones, cuando su léxico se halla, pues, cerrado, su
gramatica regulada, su esfera establecida, puede mas
facilmente seguir sin modificaciones en lo visible, mas sólo en
lo visible. Pero en una lengua con vida inculta, libre, en el reino de la
grandiosa y amplia creación, sin poseer aún reglas formalmente
acuñadas, sin libros ni letras ni supuestas obras maestras, tan
indigente e incompleta como para tener que enriquecerse todos los días,
tan juvenilmente flexible como para convertírsenos diariamente en
estímulo a la primera señal de atención, a la primera
incitación pasional, en una lengua semejante tienen que darse
modificaciones con cada novedad que se vea, con cada método que se
conciba y se perfeccione en el pensamiento. Las leyes de la uniformidad egipcia
no pueden producir el efecto contrario en este sentido. Pues bien, la tierra
entera ha sido hechapara el hombre y éste para la tierra entera (no digo
que cada habitante de la tierra, cada pueblo, esté hecho repentinamente,
dando el salto mas rapido, para el clima mas opuesto y
para todas las regiones del globo, sino que la especie entera esta hecha
para toda la esfera terrestre). Dondequiera que vayamos, el hombre vive tan en
su casa como los animales de la región originariamente destinados a
ella. Subsiste en Groenlandia entre el hielo, y se tuesta al tórrido sol
de Guinea; esta en su ambiente cuando en Laponia se escurre sobre la
nieve con el reno y cuando trota a través del desierto de Arabia con el
sediento camello. En la caverna de los trogloditas y en las cumbres
montañosas de las cabilas, bajo la chimenea de los ostiacos y en
el pació de oro del mogol, viven seres humanos. Para ellos es la
tierra achatada en el polo y elevada en el ecuador; para ellos se mueve
así, y no de otro modo, alrededor del sol; para ellos son sus zonas y
estaciones y cambios; y ellos son, a su vez, para esas zonas, esas estaciones,
esos cambios de la tierra. La ley natural es, por tanto, visible también
en este punto. El hombre debe vivir en todas las regiones de la tierra,
mientras que el animal sólo debe poseer su zona y su reducida esfera. El
habitante de la tierra queda visible. Siendo así, también su
lengua sera lengua de la tierra; distinta en cada mundo distinto;
nacional en cada nación. No puedo ahora repetir todas las anteriores
causas que determinan el cambio: ellenguaje se convierte en un Proteo sobre la
redonda superficie de la tierra. Son numerosos los filósofos de moda tan
incapaces de apresar ese Proteo y de contemplarlo en su verdadera forma, que
les parecería mas verosímil que la naturaleza hubiese
puesto en cada comar-
ca de la tierra una pareja humana como primeros padres, al igual que puso
animales propios en cada clima; que esos primeros padres hubiesen inventado
después una lengua regional y nacional cuya estructura entera estuviese
hecha exclusivamente para esa región; que el pequeño
lapón, con su lengua y con su fina barba, con sus habilidades y su
temperamento, fuese un hombre-animal tan originariamente lapón como su
reno; que el negro, con su piel, con su tinta negra, con sus labios, su pelo,
su lenguaje de pavo, su necedad y su negligencia, fuese un hermano natural del
mono de aquel mismo clima; que hubiese que esperar tan poca afinidad entre las
lenguas de la tierra como entre los diversos desarrollos de la especie humana.
Para esos filósofos sería muy poco sabio de parte de Dios haber
puesto en un rincón de la tierra una sola pareja humana como primeros
padres de todos los hombres, una pareja de hombres tan débiles y
tímidos, expuestos a la violencia de los elementos y de los animales, y
haberlos abandonado a mil azares y peligros. Desde luego, continúa una
opinión menos categórica, si el lenguaje fuese un producto
natural del espíritu humano, paulatinamente extendido con la especie
humana según ladiversidad de climas, habría sido también
necesario que se hubiese ido modificando paulatinamente. Debería ser
posible seguir viendo el cambio gradual, la marcha y el parentesco de los
pueblos, así como justificar por pequeños detalles el modo de
pensar, el acento y el modo de vida de cada región. Pero
¿quién es capaz de hacerlo? ¿No encontramos en el mismo
clima, en todos los continentes, pueblos pequeños que, aun estando
cerca, poseen, dentro de un mismo territorio, lenguas tan diferentes y
opuestas, que todo resulta un bosque bohemio? Quien haya leído noticias
de viajes sobre las dos Américas, sobre Africa y Asia, no
necesita que se le enumeren los arboles de ese bosque. En este punto,
concluyen esos escépticos, termina, pues, toda investigación
humana. Y, como ellos no hacen mas que dudar, intentaré, por mi
parte, mostrar que no termina aquí la investigación, sino que esa
diversidad de lenguas entre pueblos vecinos puede explicarse con la misma
naturalidad que la unidad lingüística familiar en una nación.
La separación de las familias en naciones aisladas no se rige, con
seguridad, por las prolijas relaciones de distancia, migración, nuevas
relaciones y cosas parecidas, a la manera como las mide, compas en mano,
el frío y ocioso filósofo sobre el mapa y a la manera como se
escriben gruesos volúmenes, inspirados por esas medidas, acerca del
parentesco entre los pueblos; lo falso de tales libros es la regla que ha
servido para efectuar los calculos. Demos una mirada al mundovivo,
activo, y veremos los resortes que, de la forma mas natural, tienen que
dar lugar a la diversidad de lenguas entre los pueblos cercanos, pero no
intentemos forzar al hombre a la medida de algún sistema de nuestra
preferencia. No es el roussoniano hombre de la selva, sino que posee lenguaje.
No es el lobo de Hobbes: tiene una lengua familiar. Desde otro punto de vista,
tampoco es un cordero a destiempo, es decir, puede desarrollar naturalezas,
costumbres y lenguas contrapuestas. En una palabra, la razón de tales
diferencias de lengua, de pensamiento, de modo de vida entre pueblos
pequeños tan cercanos, reside en el odio entre familias y naciones.
Cuando nos situamos en la mentalidad familiar de dos o mas linajes
próximos comprendemos que, aun prescindiendo de calumnias y
difamación, no pueden tardar en encontrar objetos de desavenencia. No se
trata sólo de que, por unas necesidades semejantes, se vean pronto
envueltos en una lucha de hambre y de sed, si se me permite decirlo así,
al igual que dos grupos de pastores, por ejemplo, discuten por una fuente o un
prado, y, según sea la condición de las regiones, suelen poder
hacerlo de modo muy natural. Se trata mas bien de una chispa mucho
mas ardiente que propaga el fuego: la rivalidad, el sentido del honor,
el orgullo de la propia tribu, de la propia preeminencia. La misma inclinación
tribal que, vertida hacia el interior, suministra la fortaleza de la concordia
de un linaje, si se vierte al exterior, contra otratribu, produce la fortaleza
de la discordia, el odio de familia; la fuerte cohesión que, en el primer
caso, engendra entre muchas partes, se convierte, en el segundo, en inmediato
enfrentamiento entre dos de ellas. El motivo de tal enemistad y de tal guerra
eterna es, en ese caso, noble debilidad humana, mas que vicio indigno.
Dado que la humanidad posee en ese estadio de desarrollo mas fuerzas de
acción que complacencias adquiridas, el orgullo de aquéllas
constituye un honor mas grande que la enojosa posesión de las
últimas, a diferencia de los posteriores tiempos, menos enérgicos.
Ser un hombre valiente y pertenecer a una tribu valiente era entonces casi una
misma cosa, ya que el hijo heredaba y aprendía del padre su virtud y su
valentía en sentido mucho mas propio que entre nosotros, y la
tribu entera estaba siempre detras de un hombre valiente. No
tardó, pues, en resultar natural el decir: «Quien no esta
con nosotros ni es de los nuestros, es inferior a nosotros. El extranjero es
peor que nosotros, es barbaro.» En este sentido,
«barbaro» era una consigna de desprecio. Un extranjero
equivalía a un innoble, inferior a los miembros de la propia tribu en
sabiduría, en bravura o en lo que fuese el pundonor de la época.
Naturalmente, como bien dice un inglés, cuando no se trata mas
que del provecho propio y de asegurar la propiedad, no constituye motivo de
odio el que el vecino no sea tan valiente como nosotros; al contrario,
deberíamos celebrarlo tranquilamente.Ahora bien, el que tal
opinión no sea mas que eso, opinión, pero compartida por
ambos bandos, que poseen igual sentido tribal, es precisamente lo que hace
sonar la trompeta de guerra. Es lo que pone en juego el honor, lo que despierta
el orgullo y la bravura de la tribu entera, lo que hace surgir a los
héroes y patriotas de ambos lados. Y como el motivo de guerra afecta a
todos, y todos lo pueden comprender y sentir, se perpetúa el odio
nacional en una guerra eterna y amarga. Con ello tenemos el segundo
sinónimo: «Quien no esta con la tribu esta contra
mí; es un barbaro odioso, un extranjero, un enemigo.» Así
se percibe con el originario significado de la palabra hostis25 entre los
romanos. De lo anterior se desprende inmediatamente un tercer aspecto, la total
separación y segregación. ¿Quién iba a desear algo
en común con semejante enemigo, con ese despreciable barbaro? No
tenían en común ni usos familiares, ni recuerdo de un mismo
origen, ni, mucho menos, una lengua, siendo ésta signo verbal propio de
la raza, lazo de familia, instrumento de enseñanza, oda a las gestas de
los antepasados y voz que salía de sus tumbas. Era imposible que
continuara la identidad de lengua; el mismo sentido tribal que había
creado una, originó, al surgir el odio nacional, frecuentes diferencias,
total diversidad de lengua. «Es un barbaro; habla otra
lengua»: ahí tenemos el tercer sinónimo habitual. Por muy
opuesta que parezca la etimología de tales palabras, su plena verdad
quedademostrada por la historia de las lenguas y de los pueblos a los que puede
aplicarse la cuestión. Los intervalos en la etimología son
sólo abstracciones, no separaciones en la historia. Todos esos casi
políglotas son, a la vez, los enemigos mas feroces e
irreconciliables, y no por afan de rapiña o de posesión,
ya que no suelen saquear, sino simplemente matar, devastar y hacer sacrificios
a la sombra de sus antepasados. Sombras de antepasados son las divinidades,
únicas maquinas invisibles de toda la sangrienta epopeya, como en
los cantos de Ossian. Son ellas las que se despiertan y dan vida en
sueños al héroe, el cual pasa las noches velando en su
compañía; son ellas las que oyen cómo sus
acompañantes pronuncian sus nombres en juramentos e himnos; es a ellas a
quienes se consagran los prisioneros en todos los martirios; son ellas, por
otro lado, las que fortalecen al martir mientras entona himnos y cantos
de muerte. Su perpetuo odio tribal es, pues, la causa de sus guerras, de su
celosa separación como pueblos que suelen ser iguales a las tribus, y
ese odio es también, probablemente, el que explica la completa
diferencia de sus usos y lenguas. Un documento oriental26 sobre la
separación de las lenguas (documento que sólo considero
aquí como un fragmento poético sobre la arqueología de la
historia de los pueblos) confirma con una narración extraordinariamente
poética lo que corroboran con su ejemplo tantas naciones de la tierra
entera. Las lenguas no se han ido transformandopaulatinamente, contra lo que
dice el filósofo que las diversifica mediante las migraciones; el poema
dice que los pueblos se unieron para realizar una gran obra; entonces se
precipitó sobre ellos el torbellino de la confusión y de la
multiplicidad de lenguas, lo cual hizo que desistieran de su propósito y
se separaran. ¿Qué fue esto sino una repentina desavenencia, una
discordia, motivada en gran parte por esa misma obra? Entonces despertó
quiza el espíritu de tribu ofendido por un pequeño
detalle. La unión y el propósito se malograron; la chispa de la
división saltó en llamas; los pueblos se separaron, y si antes
quisieron evitarlo con su obra, ahora lo hicieron con tanta mayor violencia:
confundieron la unidad de su origen, su lenguaje. Así surgieron pueblos
diversos, y el informe posterior dice que las ruinas siguen llamandose
confusión de los pueblos. Quien conozca el espíritu oriental, con
sus ropajes a veces tan variados y sus admirables historias, desde el punto de
vista épico (no pretendo excluir aquí una función superior
para la teología), no desconocera quiza el pensamiento
principal, expuesto de forma sensible, de que la diversidad de lenguas ha
surgido también de la desunión en torno a un gran proyecto
común, y no sólo de las migraciones. Una vez expuesto este
testimonio (que, por lo demas, no he pretendido aducir sino como poema),
se ve que la variedad de lenguas es incapaz de suministrar objeciones al
caracter natural y humano del desarrollo de unalengua. Aquí y alla
pueden, claro esta, levantarse montañas a causa de los
terremotos. Pero ¿significa ello que la tierra entera, con sus
montañas, ríos y mares, no pueda deber su forma al agua? Aunque
también es verdad que así se dispone a los etimologistas y
etnólogos a tener la cautela de no deducir, con excesivo despotismo, el
origen de los pueblos partiendo de sus de25 26
Voss. Etymolog. Moisés, I, 11.
sigualdades lingüísticas. Puede haber tribus que, a pesar de estar
muy emparentadas, hayan tenido razones para someter a las armas su parentesco.
El espíritu de esos pequeños pueblos aporta motivos suficientes
en este sentido.
Cuarta ley natural
En la misma medida en que, según toda probabilidad, la especie humana
constituye un todo progresivo con un mismo origen en un gran gobierno, igual
puede decirse de todas las lenguas y, con éstas, de la cadena entera del
desarrollo. Hemos observado el singular plan característico que
actúa en el individuo humano: su alma esta acostumbrada a asociar
lo que ve con lo que ha visto antes, produciéndose así, mediante
la reflexión, una progresiva unidad de todos los estadios de la vida y,
consiguientemente, un desarrollo del lenguaje. Hemos observado el singular plan
característico que actúa en la especie humana, haciendo que
padres e hijos se unan mediante la cadena de la enseñanza y que cada
miembro vaya siendo colocado por la naturaleza entre otros dos, para recibir y
para transmitir: así se produce el desarrollo dellenguaje. Finalmente,
este plan singular continúa en la especie humana entera, dando lugar a
un desarrollo en el mas alto sentido, desarrollo que se sigue
inmediatamente de los dos anteriores. Cada individuo constituye un ser humano
y, consiguientemente, prosigue el pensamiento de la cadena de su vida. Cada
individuo es hijo o hija, ha sido educado mediante la enseñanza y, en
consecuencia, ha recibido una parte del tesoro de pensamientos de sus
antepasados, y los seguira ampliando a su manera. Así, pues, no
hay, en cierto modo, pensamientos, inventos o perfecciones, que no se amplíen
casi in infinitum. Al igual que no puedo llevar a cabo actos ni concebir
pensamientos que no influyan de modo natural en toda mi inacabable existencia,
tampoco hay criatura alguna de mi especie que no influya con cada acto en la
especie entera y en el subsiguiente todo del conjunto de la misma. Cada
acontecimiento da lugar a una onda, grande o pequeña; cada
acontecimiento modifica el estado del alma individual y, consiguientemente, la
totalidad de esos estados; influye en otros, produciendo también alguna
modificación en ellos: el primer pensamiento de la primera alma humana
se halla en interdependencia con el último que haya tenido lugar en el
alma del hombre. Si el lenguaje fuese tan innato en el hombre como la
producción de miel en la abeja, caería ipso facto en mil pedazos
ese edificio grandioso, majestuoso. Cada individuo traería al mundo su
poquito de lenguaje, o bien, dado que el «traeral mundo» no
significa para la razón sino el descubrir ella inmediatamente,
¡qué triste unidad singular sería cada hombre! Cada uno
inventaría sus rudimentos, moriría sobre ellos y se los
llevaría a la tumba, como se lleva la abeja su arte de construir. Viene
después el individuo siguiente, se atormenta con los mismos comienzos,
llega igual de lejos, o tan poco lejos, muere y así sucesivamente,
hasta el infinito. Como se ve, el plan que se realiza a través de unos
animales que no inventan nada no puede realizarse por medio de unas criaturas
que estan obligadas a inventar, a no ser que sea un plan sin plan. Si
cada uno inventa para sí, sólo se duplica inútilmente el
esfuerzo de forma ininterrumpida, mientras que la inteligencia inventiva se ve
privada de su mejor recompensa, el crecimiento. ¿Qué razón
tendría yo para quedarme parado en un determinado punto de la cadena y
no seguir los pasos del lenguaje siempre que perciba el mismo plan? Si he
venido al mundo con la obligación de enseñar a los míos,
así lo hizo mi padre, así lo hizo también el primer hijo
del primer padre, y si extiendo mis pensamientos en derredor mío y hacia
mi posteridad, así lo hizo mi padre, su padre y el primero de todos los
padres. La cadena continúa y sólo se interrumpe en un individuo,
en el primero. Por ello somos hijos suyos todos nosotros; desde él se
inicia la especie, la enseñanza, el lenguaje. El comenzó a inventar;
todos nosotros, a imitación suya, hemos inventado; todos
nosotrosformamos y deformamos. Ningún pensamiento del alma humana se ha
perdido. Pero mientras que existe una habilidad completa de una vez para
siempre, como es el caso de los animales, el alma humana se halla, debido al
gobierno entero, en continuo progreso, en marcha; lo suyo no es algo
descubierto, a la manera de la construcción de una celdilla, sino algo
que va descubriendo, progresando, aspirando a mas. ¡Cuanta
grandeza alcanza el lenguaje desde este punto de vista! Es el tesoro de los
pensamientos humanos, tesoro al que todos han aportado algo a su manera, es la
suma de actividades de todas las almas humanas.
«A lo mas —alega aquí el anterior filósofo, el
que prefiere considerar al hombre como posesión nacional—
podría esa cadena llegar hasta aquel primer padre de cada país
del que surge la nación y la lengua nacional.» No veo por
qué iba a llegar sólo ahí, y no mas lejos, por
qué no podían esos antepasados de la nación descender, a
su vez, de un padre de la tierra, si la permanente semejanza de esa especie lo
exige. «Como si hubiese demostrado mucha sabiduría —dice la
objeción— exponer al peligro una débil y miserable pareja
humana en un rincón de la tierra.» Pero ¿es acaso
mas sabio exponer a peligros diez veces mas graves varias de esas
débiles parejas humanas por separado, en distintos lugares de la tierra?
Las ocasiones de imprudencia temeraria no son las mismas en todas partes, sino
que aumentan incluso con cada multiplicación. Supongamos una pareja
humana enun lugar, en el clima mejor, mas agradable, de la tierra, donde
las estaciones representen menos castigo a su desnudez, donde la misma
fertilidad del suelo acuda espontaneamente en auxilio de sus necesidades
y de su inexperiencia, donde todo se halle como en un almacén, por
así decirlo, con el fin de obviar la infancia de sus habilidades:
¿no esta atendida esa pareja mejor que cualquier otro animal
terrestre humano bajo el inhóspito cielo de Laponia o de Groenlandia,
rodeado de toda la indigencia de una naturaleza desnuda y helada, expuesto a
las garras de animales igualmente necesitados, hambrientos y, por ello,
mas crueles, expuesto, por consiguiente, a una infinidad de
incomodidades? De ahí que la seguridad del sustento disminuya a medida
que se multiplican los primitivos hombres de la tierra. ¿Y cuanto
tiempo permanece sola la pareja humana en un clima feliz? No tarda en
convertirse en familia, en pequeño pueblo, y, una vez que se extiende
como pueblo, llega a otra región, pero llega como pueblo, ¡forma
mucho mas sabia, mas segura! Muchos en número, con los
cuerpos endurecidos, con almas expertas, con la herencia de todo el tesoro de
experiencias de sus antepasados. Ahora son capaces de convertirse plena y
prontamente en criaturas de la región. En poco tiempo seran tan
indígenas como los animales que viven bajo ese clima, por su forma de
vida, su modo de pensar y su lengua. Pero ¿no demuestra eso el proceso
natural del espíritu humano, capaz de adaptarse a tododesde cierto
centro? Lo decisivo no es jamas la simple cantidad numérica, sino
la validez y el aumento de su importancia, no la cantidad de débiles
individuos, sino las fuerzas con que actúan. Estas ofrecen su mayor
eficacia en la relación mas simple, y, por consiguiente, los lazos
que salen de un solo punto de unión son los que abarcan la especie
entera con mas fuerza. No entro mas por extenso en ulteriores
razones de ese origen unitario, como son, por ejemplo, el que no se hayan
encontrado verdaderos datos acerca de nuevas especies humanas que merezcan el
nombre de tales, a diferencia de las especies animales; el que la
población de la tierra, manifiestamente gradual y progresiva, demuestre
precisamente lo contrario de los animales propios de la región; el que
lo demuestre también, aunque sea de forma mas oscura, la cadena
de la cultura y de las costumbres afines, etc. Me quedo en el terreno del
lenguaje. Si los hombres fuesen animales regionales y hubiese cada uno de ellos
encontrado los suyos de forma totalmente independiente y separado de otros, la
lengua tendría que ofrecer, sin duda, unas diferencias quiza
mayores que las que puedan existir entre los habitantes de Saturno y los de la
Tierra. Sin embargo, es evidente que entre nosotros discurre todo sobre una misma
base. Y no sólo en lo que afecta a la forma, sino a la marcha real del
espíritu humano. En efecto, la gramatica de casi todos los
pueblos de la tierra esta construida de forma idéntica. Hasta
dondealcanza mi saber, sólo la gramatica china constituye una
excepción importante, pero me atrevería muy bien a explicarla
como tal excepción. ¡Cuantas debieran ser las
gramaticas chinas y las clases de la misma si la tierra estuviese llena
de animales regionales inventores de lenguaje! ¿A qué se debe el
que tantos pueblos posean un alfabeto mientras que sólo hay un alfabeto
sobre el globo terrestre? La rara y difícil idea de construir signos
arbitrarios a partir de los componentes de palabras arbitrarias, a partir de
sonidos, es tan misteriosa, tan confusa, tan extraña, que seguramente
sería imposible explicar cómo tantos pensamientos tan alejados
iban a dar en ella, y todos de idéntica forma. Todos los pueblos han
abandonado las imagenes de las cosas, que eran signos mucho mas
naturales, y han representado aspiraciones, las mismas veinte aspiraciones
entre todas las posibles, mientras apenas se han servido de las restantes que
faltaban, y han sido muchos los que han adoptado los mismos signos arbitrarios
de esas veinte aspiraciones: ¿no se hace aquí patente la tradición?
Los alfabetos orientales son, en el fondo, uno solo; los alfabetos griego,
latín, rúnico, aleman, etc., son derivaciones. De
ahí que el aleman posea todavía letras en común con
el copto y que los ingleses hayan tenido la osadía de declarar que
Homero es traducción de su lengua. ¿Quién puede desconocer
por completo el parentesco de fondo de las lenguas, sea mucho o poco lo que
cuente? Al igual que sólo unpueblo habita la tierra, es sólo una
la lengua de los hombres, pero al igual que esa gran espe-
cie humana se ha diversificado en numerosas nacionalidades pequeñas,
también sus lenguas han seguido el mismo camino. Se han hecho numerosos
intentos de llegar a resultados con las listas de esas familias
lingüísticas. Por mi parte no lo intento, ya que
¡cuantas y cuantas causas secundarias pueden introducir en
ese origen y en la cognoscibilidad del mismo modificaciones con las que es
incapaz de contar el filósofo etimologista, que le inducen a error
cuando construye su arbol genealógico! Por otro lado, son tan
escasos los verdaderos filósofos del lenguaje entre los relatores de
viajes y entre los misioneros, todos los cuales habrían podido
suministrarnos —o pretenden suministrarnos— noticias sobre el genio
y el fondo característico de las lenguas consideradas, que lo normal es
andar todavía a la deriva en este aspecto. Ofrecen índices de
palabras y hay que sacar conclusiones a partir de todo el conjunto de sonidos.
Las reglas de verdadera deducción lingüística son,
ademas, tan sutiles, que Todo esto no es tarea mía. En definitiva,
es evidente la ley natural: el lenguaje se reproduce y desarrolla con la
especie humana. De esta ley sólo enumeraré algunos aspectos
principales que ofrecen diversas dimensiones. I. Cada individuo posee,
naturalmente, todas las capacidades de la especie entera, como toda
nación las de todas las naciones. Sin embargo, también es cierto
que lasociedad es mas que un individuo y que la especie humana entera
inventa mas que un pueblo solo. Y eso no sólo según la
cantidad de individuos, sino según relaciones diversas e internamente
multiplicadas. Sería lógico pensar que un hombre aislado, sin
necesidades urgentes, viviendo del modo mas cómodo
inventaría, por ejemplo, mucho mas lenguaje, que su comodidad le
llevaría a ejercitar sus facultades anímicas y,
consiguientemente, a idear permanentemente algo nuevo, etc. Pero esta
claro que ocurre lo contrario. Sin sociedad, se ira embruteciendo en
cierto modo, llegando a perder las fuerzas en la inactividad, toda vez que la
satisfacción de sus necesidades mas apremiantes se ha convertido
en tarea principal. El hombre constituye siempre una flor que, cortada de su
raíz, arrancada de su tallo, se doblega y marchita. Pongamoslo
ahora en compañía, con múltiples necesidades, de modo que
tenga que proveerse a sí mismo y a otros. Sería lógico
pensar que estas nuevas cargas le privan de libertad para elevarse, para
encontrar la tranquilidad entre tanta fatiga. Pero ocurre todo lo contrario. La
necesidad hace que se esfuerce; la fatiga le despierta, la incesante actividad
mantiene su alma en movimiento. Hara tanto mas, cuanto mas
increíble parezca que lo haga. Así, pues, el desarrollo de una
lengua se produce desde un individuo hasta el hombre de familia, situado ya en
una relación de mucha interdependencia. Prescindiendo de todo lo que le
rodea, ¡cuan poco inventaría elsolitario, aunque fuese el
solitario filósofo del lenguaje, en su isla desierta!
¡Cuanto mas inventara, y con mas vigor, el
fundador, el hombre de familia! De ahí que la naturaleza haya elegido
ese desarrollo. II. Una familia sola, aislada, tendra mas
ocasión —se piensa— de cultivar su lenguaje si goza de
comodidad y de tranquilidad que si tiene preocupaciones, si esta en
guerra con otra tribu, etc. De ningún modo. Cuanto mas vertida se
halla hacia otros, tanto mas intensamente se ve impulsada hacia su
propio interior, tanto mas firmemente se asienta sobre su raíz,
convirtiendo las gestas de sus antepasados en canciones, en incitaciones, en
monumentos eternos, conservando tanto mas puro el pensamiento de esa lengua,
tanto mas patrióticamente: como dialecto de los antepasados, el
desarrollo de la lengua prosigue mas vigorosamente. De ahí que la
naturaleza haya elegido ese desarrollo. III. Con el tiempo, una vez convertida
en pequeña nación, esa familia se establece también en su
círculo. Tiene su determinado ambito de necesidades y la lengua
que corresponde a ellas. No va mas alla, como vemos en todas las
pequeñas naciones llamadas barbaras. Al hallarse aisladas con sus
necesidades, pueden permanecer en la mas increíble ignorancia
siglos y siglos, como esas islas sin fuego, como tantos otros pueblos sin las
artes mecanicas mas elementales. Es como si careciesen de ojos
para ver lo que tienen delante. De ahí el grito de otros pueblos que los
consideran tontos, barbarosinhumanos, a pesar de que nosotros
éramos no hace mucho igual de barbaros y de que debemos los
conocimientos a otros pueblos. De ahí también el grito de no
pocos filósofos sobre esa necedad, considerada como algo incomprensible,
cuando nada es mas comprensible si nos atenemos a la analogía que
gobierna el todo. La naturaleza ha enlazado aquí una nueva cadena, la
tradición de pueblo a pueblo. Así se han refinado las artes, las
ciencias, la cultura y la lengua, en un progreso que va de una nación a
otra: es el mas fino lazo de desarrollo que podía elegir la
naturaleza. Nosotros, los alemanes, al igual que los americanos,
viviríamos aún tranquilos en nuestros bosques, o mas bien
guerrearíamos rudamente en ellos y seríamos héroes, si la
cadena de la cultura extranjera no se nos hubiese aproximado tanto ni nos
hubiese obligado, con la fuerza de siglos enteros, a intervenir en ella. El
romano fue igualmente a buscar su cultura en Grecia; el griego la
recibió de Asia y de Egipto; Egipto, de Asia, y China, quiza de
Egipto. Así es como avanza la cadena desde un
primer eslabón y tal vez se extienda un día sobre la tierra. El
arte que construyó el palacio griego se ve ya entre los primitivos al
edificar su cabaña, como resplandecía ya, en su fondo mas
rudo, la pintura de Mengs y de Dietrich en el rojo escudo de Hermann. El
esquimal posee ante sus ejércitos de guerra todos los gérmenes de
un futuro Demóstenes, y esa nación de escultores en el Amazonas27
encierra quiza millares deFidias. Dejemos que otras naciones avancen
hacia ellas y las remuevan; así transcurre todo, al menos en las zonas
templadas, como en el mundo antiguo. Egipcios, griegos, romanos y modernos, no
han hecho otra cosa que avanzar; persas, tartaros, godos y frailes, se
interponen y reducen a escombros. Pero inmediatamente después se sigue
construyendo y reconstruyendo sobre ellos. La cadena de cierto
perfeccionamiento del arte sigue adelante por encima de todo (aunque haya, en
cambio, otras propiedades de la naturaleza que se resientan) y, por ello mismo,
también por encima del lenguaje. No hay duda de que la lengua
arabe es cien veces mas perfecta que su madre en los toscos
momentos iniciales. Nuestro aleman es indudablemente mas fino que
el antiguo celta. La gramatica griega pudo ser y llegar a ser mejor que
la oriental, por ser hija; la romana, mas filosófica que la
griega; la francesa, mas que la romana: ¿no es mas alto
que el gigante el enano situado en los hombros del primero? Se ve de pronto
cuan falaz resulta la demostración de la divinidad del lenguaje a
partir del orden y la belleza del mismo. El orden y la belleza existen en
él, pero ¿cómo y de dónde han venido? ¿Es
esa lengua tan admirada la del origen, o mas bien el producto de siglos
enteros y de muchas naciones? Mira, en ese gran edificio han trabajado naciones
y continentes y estadios históricos diversos, y ésta es la
razón de que aquella pobre cabaña no pudiese constituir el origen
de la arquitectura, y porello hacía falta que Dios enseñara a los
hombres a construir un palacio semejante, porque es imposible que los hombres
fuesen capaces de edificar un palacio así. ¿Qué clase de
conclusión es, si es que se trata de una conclusión, decir:
«No acabo de entender cómo esta construido ese gran puente
entre dos montañas, consiguientemente, lo ha construido el
diablo»? Se necesita un considerable grado de audacia o de ignorancia
para negar que el lenguaje se haya desarrollado con la especie humana en todos
sus grados y modificaciones: lo demuestra la historia y la poesía, la
oratoria y la gramatica, y, si no basta con ello, la razón. Pues
bien, si se ha desarrollado eternamente así y nunca ha comenzado a
formarse sino humanamente, de modo que ni la razón podía avanzar
sin lenguaje ni éste sin ella, ¿iba a ser de pronto distinto su
origen? ¿Y eso con tanta falta de sentido y de fundamento como hemos
mostrado antes? En cualquier caso, la hipótesis de un origen divino del
lenguaje se convierte en un oculto y sutil absurdo. Repito la dura palabra
absurdo, deliberadamente empleada, y voy a explicarme, para terminar.
Qué significa un origen divino del lenguaje sino una de estas
alternativas: 1) «No puedo explicar el lenguaje partiendo de la
naturaleza humana y, en consecuencia, es divino.» ¿Tiene sentido
esta inferencia? El adversario afirma: «Puedo explicarlo desde la
naturaleza humana y, ademas, de forma exhaustiva.»
¿Quién afirma mas? El primero se oculta tras su manta y
grita:«¡Aquí esta Dios!» El segundo se pone
visiblemente sobre el escenario, actúa: «¡Mirad, soy un
hombre!» 2) Un origen mas elevado propone: «Como no soy
capaz de explicar el lenguaje humano a partir de la naturaleza humana, nadie es
capaz de explicarlo; es totalmente inexplicable.» ¿Es concluyente
la conclusión? El adversario dice, por su parte: «No hay para
mí ningún elemento incomprensible ni en el comienzo del lenguaje
ni en ningún momento de su desarrollo a partir del alma humana; es
mas, el alma entera se me hace inexplicable si no pongo en ella
lenguaje; la especie humana en su conjunto deja de ser una especie natural si
el lenguaje no la perfecciona.» ¿Quién afirma mas?
¿Quién habla con sentido? 3) Finalmente, la hipótesis
superior dice: «No sólo no puede nadie comprender el lenguaje
partiendo del alma humana, sino que veo incluso la causa por la cual era
imposible de todo punto que fuera descubierto por el hombre, teniendo en cuenta
su naturaleza y la analogía de su especie. Mas todavía:
veo claramente en la lengua y en la esencia de Dios por qué sólo
éste podía descubrirla.» Aquí sería
concluyente la conclusión, pero convirtiéndose igualmente en el
absurdo mas horrible, adquiriendo la misma demostrabilidad que aquella
prueba con que los turcos demostraban la divinidad del Coran:
«¿Quién podía escribirlo sino el profeta de
Dios?» ¿Y quién sino el profeta de Dios puede saber que
sólo el profeta de Dios podía escribir así? Nadie
mas que Dios podía inventar ellenguaje. Pero nadie mas que
Dios puede tampoco comprender que sólo Dios podía inventarlo.
¿Y quién osara medir no sólo el lenguaje y el alma
humana, sino el lenguaje y la divinidad?
27
De la Condamine.
Nada apoya el origen divino del lenguaje, ni siquiera el testimonio que se
aduce, el de la escritura oriental. En efecto, ésta concede abiertamente
al lenguaje un comienzo humano, por dar nombre a los animales. Su
descubrimiento humano tiene, en cambio, todo a favor y nada en contra: la
esencia del alma humana y los elementos de la lengua, la analogía de la
especie y la analogía de los progresos del lenguaje, el gran ejemplo de
todos los pueblos, de todas las épocas, de todos los continentes de la
tierra. Por muy piadoso que parezca, un origen superior se opone de todo punto
a la divinidad: a cada paso empequeñece a Dios con los mas
mezquinos antropomorfismos. El origen humano muestra a Dios en su luz
mas poderosa: la de presentarnos su obra, un alma humana, creando y
recreando por sí misma una lengua, por ser obra suya, por ser un alma
humana. Ella se construye este sentido de la razón como creadora, como
reflejo de su esencia. El origen del lenguaje sólo es, pues, divino en
un sentido digno en la medida en que es humano. Un origen superior no tiene
ninguna ventaja y es extraordinariamente perjudicial. Destruye toda actividad
del alma humana, no explica nada y convierte todo, toda psicología,
todas las ciencias, en algo inexplicable, ya que ha sido con el lenguajecomo el
hombre ha recibido de Dios todos los gérmenes del conocimiento.
¿No procede, pues, nada del alma humana? ¿Es, por tanto,
incomprensible en todos los casos el origen de cualquier arte, ciencia o
conocimiento? El origen humano no permite dar un paso sin tener perspectivas,
sin dar las mas fructíferas explicaciones en todas las partes de
la filosofía y en todas las clases de lenguaje o informaciones sobre
él. El autor ha aportado algunas y podría aportar muchas
mas. ¡Cuanto se alegraría el autor de que este
ensayo eliminara una hipótesis que, sea cual sea el aspecto desde el que
se la considere, no produce en el espíritu humano mas que niebla
y deshonra, efectos que ha tenido durante excesivo tiempo! Precisamente por ello
ha infringido la orden de la Academia, no ofreciendo una hipótesis. En
efecto, ¿qué sería una hipótesis que sirviera de
contrapeso a otra forma o fuese equivalente a ella? ¿Cómo suele
considerarse lo que tiene de Condillac o de otros? Ha preferido dedicarse a
reunir firmes datos del alma humana, de la organización del hombre, de
la estructura de todas las lenguas antiguas y primitivas y del gobierno entero
de la especie humana; se ha consagrado a probar su tesis como puede probarse la
mas firme verdad filosófica. Por ello confía en haber
acertado, con su desobediencia, el deseo de la Academia mejor de lo que hubiese
podido hacerlo en caso contrario.
lenguaje