Acusación en el Juicio a los ex
comandantes por parte del fiscal Julio
Strassera (extracto)
Señores jueces:
La comunidad argentina en
particular, pero también la conciencia jurídica universal me han
encomendado la augusta
misión de presentarme ante ustedes para reclamar justicia.
Razones técnicas y facticas tales como la ausencia de un tipo
penal específico en nuestro derecho interno que describa acabadamente
esta forma de delincuencia que hoy se enjuicia aquí y la imposibilidad
de considerar uno por uno los miles de casos individuales--, me han determinado
a exhibir, a lo largo de diecisiete dramaticas semanas de audiencia, tan
solo 709 casos que no agotan, por cierto, el escalofriante número de
víctimas que ocasionó, lo que podríamos calificar como el
mayor genocidio que registra la joven historia de nuestro país.
Pero no estoy solo en esta empresa. Me acompañan en el reclamo
mas de mueve mil desaparecidos que han dejado, a través de las
voces de aquellos que tuvieron la suerte de volver de las sombras, su mudo pero
no por ello menos elocuente testimonio acusador.
Empero, ellos seran mucho mas generosos que sus verdugos, pues no
exigiran tan solo el castigo de los delitos cometidos en su perjuicio.
Abogaran, en cambio, para que ese ineludible acto de justicia sirva
también para condenar el uso de la violencia como instrumento
político, venga ella de donde viniere; paradesterrar la idea de que
existen 'muertes buenas' y 'muertes malas' según sea
bueno o malo el que las cause o el que las sufra.
(…) Porque si bien resulta inexcusable admitir la necesidad y la
legitimidad de la represión de aquellas organizaciones que hacen de la
violencia su herramienta de lucha política, a fin de defender lo valores
de la democracia, del mismo modo ha de admitirse que cuando esa
represión se traduce en la adopción do los mismos métodos
criminales de aquellas organizaciones, renunciando a la eticidad, nos
encontramos en presencia de otro terrorismo; el del Estado, que reproduce en
sí mismo los males que dice combatir.
Los guerrilleros secuestraban, torturaban y mataban. Y qué hizo el Estado para combatirlos? Secuestrar,
torturar y matar en una escala infinitamente mayor y, lo que es mas
grave, al margen del
orden jurídico instalado por él mismo, cuyo marco
pretendía mostrarnos como
excedido por los sediciosos.
(…) De tal suerte, las juntas militares
fracasaron no sólo en la misión de establecer la inocencia de los
inculpados injustamente, sino también en la de probar la culpabilidad de
los responsables de actos criminales. 'No vamos a tolerar que la muerte
ande suelta en la Argentina'.
(…) La mentira y el engaño con que los acusados despreciaron a la
comunidad, se vuelven ahora como un bumeran contra
ellos, pero ademas se extiende a sus subordinadostendiendo un manto de
sospechas sobre ellos.
Por eso debe individualizarse y castigar a los responsables de las infamias
cometidas, para que no se equipare a quienes torturaron y robaron en beneficio
propio, con los honestos.
Lo exige el prestigio de las Fuerzas Armadas argentinas
y el de los oficiales que las integran.
La combinación de clandestinidad y de mentira produjo efectos que
trastornaron a la sociedad argentina
Sin embargo, aquí se ha acreditado que fueron secuestradas criaturas de
meses, jóvenes de 14 años, una anciana de 77, mujeres
embarazadas, obreros e industriales, campesinos y banqueros, familias enteras,
vecinos de sospechosos, funcionarios del Proceso de Reorganización
Nacional y funcionarios del actual gobierno, ex ministros del gobierno
peronista, integrantes del Partido Comunista y un actual candidato a diputado
de la Unión del Centro Democratico.
También un embajador del
gobierno militar, funcionarios judiciales, oficiales de la Marina, cualquiera podía ser devorado
por el sistema. La afirmación de que sólo los que
infringían la ley iban a ser sancionados encubría la realidad.
(…) Y si mediante las patotas, los acusados pusieron
una capucha a cada una de las víctimas de los secuestros, mediante la
campaña de acción psicológica le colocaron una gran
capucha a toda la sociedad.
Organizaron campañas publicitarias masivas, amordazaron a la
prensanacional que no podría publicar noticias sobre el tema de los
desaparecidos y como
no pudieron evitar que la verdad atravesara la fronteras y repercutiera en el
exterior, afirmaron que las denuncias internacionales eran fruto de una
campaña antiargentina organizada por elementos subversivos.
(…)Y la sociedad argentina,
que durante años soportó las reivindicaciones de valores de
muerte como
supuestos medios para obtener mejoras sociales, tuvo que soportar luego otra
acción psicológica destinada a politizar los secuestros y la
muerte en aras de supuestos valores occidentales y cristianos.
Con dos sofismas se pretendía justificar la represión clandestina
El primero dice: todos los detenidos son subversivos.
No es que se podía detener subversivos, sino que todos los que ellos
detenían eran subversivos, la detención convertía a una
persona en subversivo.
Concebido esto, el segundo paso de este método
perverso fue considerar que un subversivo es una especie de subhumano, de
sanguijuela a quien se le puede torturar, matar.
(…) Por todo ello, señor presidente, este
juicio y esta condena son importantes y necesarios para la Nación argentina, que
ha sido ofendida por crímenes atroces. Su propia atrocidad toma
monstruosa la mera hipótesis de la impunidad Salvo que la conciencia
moral de los argentinos haya descendido a niveles tribales, nadie puede admitir
que el secuestro, latortura o el asesinato constituyan 'hechos
políticos' o 'contingencias del combate'. Ahora que el
pueblo argentino ha recuperado el gobierno y control de sus instituciones, yo
asumo la responsabilidad de declarar en su nombre que el sadismo no es una
ideología política ni una estrategia
bélica, sino una perversión moral. A partir de este juicio y esta
condena, el pueblo argentino recuperara su autoestima, su fe en los
valores sobre la base de los cuales se constituyó la Nación y su
imagen internacional severamente dañada por los crímenes de la
represión ilegal
Los argentinos hemos tratado de obtener la paz fundandola en el olvido,
y fracasamos: ya hemos hablado de pasadas y frustradas amnistías.
Hemos tratado de buscar la paz
por la vía de la violencia y el exterminio del adversario, y fracasamos: me remito al
periodo que acabamos de describir.
A partir de este juicio y de la condena que propugno,
nos cabe la responsabilidad de fundar una paz basada no en el olvido sino en la
memoria; no en la violencia sino en la justicia.
Esta es nuestra oportunidad: quiza sea la última.
(…)
Señores jueces: quiero renunciar expresamente a toda pretensión
de originalidad para cerrar esta requisitoria. Quiero utilizar una frase que no
me pertenece, porque pertenece ya a todo el pueblo argentino.
Señores jueces: “Nunca mas”.
Fuente: Diario del Juicio, Editorial Perfil, Buenos Aires, 1995.