|Unidad 3: La Creación de una nación. |
|Contenidos: La organización de las República de Chile. |
|Procedimiento: Seleccionar la información de fuentes escritas |
[pic] ANTES DE EMPEZAR
El uso de las fuentes históricas.
Los testimonios o fuentes del pasado
constituyen la materia prima del
historiador. Parece adecuado que, dentro de un contexto de información concreta
en un período determinado, la utilización de las fuentes y testimonios para la
obtención de información histórica o para su verificación esté presente como contenido.
En general, y con relación a cualquier fuente, la primera técnica que se
debería conseguirse es la identificación de clasificación.
Podemos designar como fuente primaria aquel
testimonio del
pasado caracterizado por ser de primera mano, contemporáneo de los hechos a los
que se refiere. Algunos autores han querido distinguir también tres fuentes
primarias de primer tipo -un artefacto de la época estudia el relato de un
testimonio directo de los hechos. De las fuentes primarias de segundo tipo, como podría ser un relato
contemporáneo de hechos cuyo autor o autora no los havivido directamente sino
que, a vez, los ha reconstruido a partir de otros testimonios.
Una fuente secundaria sería un testimonio de segunda mano. Los datos escritos
de cualquier libro de texto sobre aspectos históricos son por su naturaleza,
una fuente secundaria.
En segundo lugar cabría establecer una subclasificación general cuatro grandes
tipos de fuentes: Escritas, orales, visuales y materiales arqueológicas. Es
evidente que algunas fuentes participan de más de aspecto. Así, por ejemplo, un
mapa histórico es una fuente secundaria que participa del registro escrito y visual a la vez.
Apartado de documentos escritos o textuales.
Así pues, la primera serie de acciones ante una fuente, en general, debería ser
la identificación de su naturaleza (primaria o secundaria) y a continuación de
la tipología a la que pertenece.
[pic] CONCEPTOS CLAVES
aœ“ Fuente
aœ“ Documentos.
aœ“ República
aœ“ Democracia
Uso y Proceso de Fuentes:
1. Identificación de la fuente: primaria o secundaria
2. Argumentación o enunciación oral o escrita de la razón o criterios de la
clasificación anterior.
3. Identificación de la tipología de la fuente (escritas, orales, visuales,
materiales o arqueológicas.)
4. Argumentación o enunciación oral o escrita de la razón o criterios de la
clasificación anterior.
En segundo lugar ante una fuente histórica, se debe proceder aobtener
información como:
sDe qué nos informa esta fuente?sCómo lo podemos deducir lo planteado?
Una de las mejores formas para cocer un período histórico es contar con un
conjunto de fuentes documentales que nos den cuenta de dicho período para luego
proceder al análisis:
Fuente Ns1
EL PESO DE LA NOCHE
Por Diego Portales
Carta de Diego Portales a Joaquín Tocornal fechada en Valparaíso el 16 de Julio
de 1832.
Valparaíso, 16 de julio de 1832.
Señor don Joaquín Tocornal.
Querido amigo:
La misma insuficiencia que le hizo trepidar en la aceptación del Ministerio que
desempeña, es la que debería servirme de excusa para contestar como usted quiere su estimada carta fecha 12.
sQué consejos, qué advertencias más podrán ayudar a su acierto? sQué podré
hacer cuando me falta la capacidad, el tiempo y tal vez la voluntad de hacer?
Usted no puede formarse idea del odio que tengo a los negocios públicos, y de la
incomodidad que me causa el oír sólo hablar sobre ellos, esa éste el efecto del
cansancio o del egoísmo que no puede separarse del hombre séalo de mis rarezas
con que temo caer en ridículo, porque éste debe ser el resultado de la
singularidad con que suelo ver las cosas; En fin, séalo de lo que fuere lo
cierto es que existe esa aversión de que yo me felicito y de que otros forman
crítica. En este Estado y no siendo por desgracia de los que más saben
vencerse, squé debe usted esperar de mí en la línea de lasadvertencias, aun cuando
quiera suponerme con la capacidad de hacerlas? Convengamos pues, desde ahora,
en que usted sólo puede contar conmigo para todo lo que sea en su servicio
personal.
Sin embargo, no concluiré esta carta sin decirle con la franqueza que
acostumbro, que mi opinión es: que usted, sin hacer nada en el Ministerio,
thace más que cualquier otro que pretendiera hacer mucho!
Todos confían en que usted no hará mal ni permitirá que se haga: a esto están
limitadas las aspiraciones de los hombres de juicio que piensan. Por otra
parte, el bien no se hace sólo tirando decretos y causando innovaciones que,
las más veces, no producen efectos o los surten perniciosos. A cada paso hará
usted bienes en su destino, que usted mismo no conoce, y que todos juntos
vendrán a formar una mas de bienes que el tiempo hará perceptibles; en cada
resolución, en cada consejo, etc., dará usted un buen ejemplo de justificación,
de imparcialidad, de orden de respeto, de ley, etc., etc., que insensiblemente
irá fijando una marcha conocida en el gobierno; y así vendrá a ganarse al
acabar de poner en derrotar la impavidez con que en otro tiempo se hacía alarde
de vicios que consagraban los crímenes, y ellos servían de recomendación para
el gobierno, mirando así por los cimientos la moral pública y rompiendo todos
los vínculos que sostienen a los hombres reunidos. Además, con solo permanecer
usted en el gobierno, le granjea amigos y le conserva unprestigio que
notoriamente iba perdiendo. Todos ahora están contentos, mientras hace dos
meses se había generalizado un afligiente disgusto. sEs poco hacer?
Yo creo que estamos en el caso de huir de reformas parciales que compliquen más
el laberinto de nuestra máquina, y que el pensar en una organización formal,
general y radical, no es obra de nuestros tiempos. Suponiendo que para ella no
se encontrase un inconveniente en el carácter conciliador del radical, demanda un trabajo que no puede
ser de un hombre solo, y para el que no diviso los apoyos con que pueda
contarse. En primer lugar, se necesitaría la reunión continua de unas buenas
cámaras por el espacio de tres años a lo menos; el Congreso nada hará de
provecho y sustancia por lo angustiado de los períodos de sus reuniones. Se
necesitan hombres laboriosos que no se encuentran, y cuyas opiniones fueren
uniformadas por el entusiasmo del
bien público, y por un desprendimiento mayor aun que el que se ha manifestado
en las presentes cámaras, las mejores sin duda que hemos tenido. Los
desaciertos y ridiculeces de Bolivia lucen porque son disparates organizados,
pues han marchado con plan, y los funcionarios públicos han trabajado con un
tesón que se opone a la flojedad de los chilenos y a esa falta de contracción
aun a nuestros propios negocios particulares. Es por estos motivos y otros infinitos
que omito por no ser de una carta, poco menos que imposible trabajar con éxito
enuna organización cual se necesita en un país donde todo está por hacerse, en
donde se ignoran las mismas leyes que nos rigen, y en donde es difícil
saberlas, porque es una legislación y entresacar las leyes útiles de entre los
montones derogados, inconducentes, oscuras, etc. Podrá decirse que al menos el
gobierno puede dedicar sus tareas a la reforma de un ramo; pero debe
responderse que estando tan entrelazados todos los de la administración, no es
posible organizar uno sin que sea organizado otro o lo sean todos al mismo
tiempo.
El orden social se mantiene en Chile
por el peso de la noche, y porque no tenemos hombres sutiles, hábiles y
cosquillosos: la tendencia casi general de la masa al reposo es la garantía de
la tranquilidad pública. Si ella faltase, nos encontraríamos a oscuras y sin
poder contener a los díscolos mas que con medidas dictadas por la razón, o que
la experiencia ha enseñado ser útiles; pero, entre tanto, ni en esta línea ni
en ninguna otra encontramos funcionarios que sepan ni puedan expandirse, porque
ignoran sus atribuciones. Si hoy pregunta usted al Intendente más avisado
cuáles son las suyas, le responderá que cumplir y hacer cumplir las órdenes de
gobierno y ejercer la subinspección de las guardias cívicas en su respectiva
provincia. El país en un estado de barbarie que hasta los intendentes creen que
toda legislación está contenida en la ley fundamental, y por esto se creen sin
más atribuciones que lasque leen mal explicadas en la Constitución. Para casi
todos ellos no existe el Código de intendentes, lo juzgan derogado por el
Código Constitucional, y el que así no lo cree, ignora la parte que, tanto en
el intendentes como
en su adición, se ha puesto fuera de las facultades de estos funcionarios por
habérselas apropiado el gobierno general.
En el tiempo de mi Ministerio (como dice J. M. Infante), procuré mantener con
maña este error a los intendentes, porque vi el asombroso abuso que iban a
hacer de sus facultades si las conocían; pero ya juzgo pasado el tiempo de tal
conducta, y al fin lo que más urge, es organizar las provincias, que así se
organiza al menos en los más preciso.
Yo opinaría pues, porque usted trabajase en presentar a las cámaras un proyecto
de código o reglamento orgánico, con el título que quiera darle, en que se
detallasen las obligaciones y facultades de los intendentes, cabildos, jueces
de letras, y de todo cuanto empleado provincial y municipal existe en la
provincia, en el departamento y en el distrito; pero para eso encuentro también
el inconveniente de que no puede emprenderse ningún trabajo de esta clase sin
tener a la vista la reforma de la Constitución, conque debe guardar consonancia
todo reglamento, toda ley y toda resolución. De manera que sólo podría irse
trabajando con el ánimo de hacer en el trabajo las alteraciones que exigiese la
Constitución reformada, y a sabiendas de que talesalteraciones serían de poco
momento, porque, sobre poco más o menos, se saben los términos en que vendrá a
sancionarse la reforma.
Si por alguna de las razones que dejo apuntadas no será fácil ni tal vez
conveniente hacer innovaciones substanciales en la administración de justicia,
vele usted incesantemente porque ellas sean menos malas, corrigiendo los abusos
que tienen su origen en los jueces más que en la legislación, y así hará
servicios más importantes en su destino que todos los que han hecho sus
predecesores.
Basta de lugares comunes y de molestar a usted con una carta en que no encuentre
nada de lo que desea.
Celebro que no tenga usted novedad, y disponga de su amigo y SS.
Diego Portales
Fuente Ns2
JOSE VICTORINO LASTARRIA
EL MANUSCRITO DEL DIABLO*
LA SOCIEDAD
La sociedad de Chile tiene fondo y superficie como el mar: en el primero están
aconchadas todas las heces de la colonia espaciosa; en la superficie aparece un
barniz a la moderna, que le da un color tornasol e incierto, pero que participa
mucho del color francés.
Cualquiera que vea a los chilenos vestidos a la europea, con su aspecto serio,
sus modales cultos, su oficiosa hospitalidad al extranjero, cree hallarse en un
pueblo civilizado y cristiano, como cualquiera otro. Así nos imaginamos que
viven en armonía y en relaciones íntimas las arañas, cuando las vemos cruzar sin
estorbarse, porque no conocen la guerra civil en que perpetuamente
vivenempeñadas. Mas es necesario no dejarse alucinar: así como el mayor enemigo que tiene la araña es
el individuo de su especie, el chileno no tiene un enemigo más implacable que
el chileno mismo. Cada uno de ellos es enemigo de todos, todos son enemigos de
cada uno.
sQueréis saber la vida y milagros de alguno? sQueréis saber cuáles son sus
vicios, sus extravíos? Acercaos a cualquiera, al mayor de sus amigos, por
ejemplo, y quedaréis satisfechos. tOh! Don Juan es un guapo mozo, os dicen,
tiene dinero, gran talento; Pero es muy petardista y embustero; no se fíe usted
en él; es mi amigo, nos tratamos de muchos años a esta parte y le conozco
demasiado; es hombre peligroso, inmoral y sobre todo muy mala lengua. sQué
piensa usted de la señorita tal? Linda, sno es cierto? y muy amable y virtuosa;
pero se habla de algunos deslices que ha tenido. Sus amores con fulano fueron
públicos y bien desgraciados por cierto
Así hablan el vicio y el joven, la vieja y la niña; pero hay muchos moderados
que se limitan a empreñaros de sospechas con una sola palabra, y luego una
reticencia, una sonrisa os explica lo demás y os saca de vuestro embarazo.
La envidia es, pues, la primera virtud chilena. Aparece un hombre que se ha
hecho rico por sus esfuerzos. los demás se asombran de que haya enriquecido y
todos se preguntan cómo ha podido alcanzarlo; se explican sus especulaciones,
sumando la ganancia que hizo cuando engañó a éste, con lo que le produjo la
jugadadoble que hizo al otro y con lo que le granjeó la estafa que hizo al
público vendiéndole por ocho lo que costaba dos; hay tanto; lo demás no se sabe
cómo ha llegado a sus manos: sin duda ha robado, no se le conoce talento para
especular, sino sagacidad para engañar, economía en sus gastos no ha tenido,
sino miseria, el resultado de sus cálculos no fue obra de su prudencia sino
capricho de la fortuna ciega que te favoreció.
Esto no quita sin embargo que todos lo rodeen, le saluden, lo mimen y le
hostiguen con sus atenciones: él fue ladrón, pero ahora es rico; fue pícaro,
pero ahora no tiene necesidad de serlo, Al fin, vence la riqueza: en público se
le concede talento, generosidad, buen trato, mucha honradez y hasta se le hace
senador. Pero en privado se cuenta su vida tal como la trazó la envidia. Los que se honran
con su amistad no se empeñan en defenderle, porque para alcanzar su protección
o un empréstito a interés moderado, les basta tomar el té con él y hacerle la
corte.
Este es el triunfo de la honradez laboriosa. El de la honradez protegida por la
casualidad es más difícil y peligroso, porque los chilenos son justos y no
quieren dar paso libre en la sociedad a nadie que no haya sufrido la prueba de
una iniciación rigurosa, de un noviciado severo.
Hacía poco tiempo que yo me hallaba viajando por los pueblos del
sur de Chile.
Estaba encantado con aquel aspecto apacible de los habitantes, con aquella
quietud y reposo en que pasanla vida; pero no hallaba cómo conciliar su
afabilidad con el aislamiento en que viven las familias unas de otras. sPor qué
no se reúnen, por qué no se buscan para alegrar las pesadas horas de la noche,
para suplir la falta de diversiones públicas? Tal era la pregunta que dirigía a
mis conocidos. Todos me respondían una misma cosa: hay enemistades, me decían,
hay siempre muchas rencillas en un pueblo corto como éste.
Fuime aplicando a estudiar este hecho, y hallé, en efecto, que era una verdad.
Los villanos en Chile viven como los caribes, haciéndose la guerra: hay odios
antiguos, que pasan de generación en generación, como los de Montescos y
Capuletos; los celos, las rivalidades, las venganzas de los caballeros de la
Edad Media, están conservados allí con toda religiosidad. Yo reflexionaba cuán
propia es esta costumbre de los pueblos atrasados, veía cuánta analogía tiene
con la de los araucanos y otros pueblos bárbaros, que, sumidos en la ociosidad
y en la ignorancia, gustan de alimentar en perpetua actividad sus pasiones
mezquinas, porque es lo único que los distrae del tedio de su inactividad. Cuando no hacen
la guerra al extraño, están haciéndosela entre sí los miembros de una tribu,
para matar el rato, para alimentar el fuego de la vida.
Por eso me consolaba con la esperanza de que este mal se iría extinguiendo a
medida que creciera la población: en las ciudades más importantes de Chile, me decía
yo, no habrá estas discordias.tPetardo!
Lo mismo es en todas, y Santiago es la que da el ejemplo. La desgracia no está
sólo en la falta de actividad, en la falta de ocupación, en lo limitado de las
relaciones, cuanto en el carácter nacional: todos son villanos, porque todos
son egoístas y envidiosos, así es que en dondequiera que he parado, he hallado
Montescos y Capuletos.
La sociedad está dividida en círculos, algunos de ellos tan estrechos, que se
componen exclusivamente de los miembros de una sola familia. Hay otros más
extensos, que han ido conquistando afiliados, por la comunidad de intereses, de
instintos o de ideas. Los del círculo A hacen la guerra a los del círculo B,
los de éste a los del círculo C, y así hasta concluir; la guerra vuelve de los
últimos a los primeros, los del círculo C la hacen a los del círculo B y éstos
a los del círculo A; y por fin, la guerra esta en todas partes, porque cada
círculo la hace a todos y a cada uno, y aun se enciende entre los miembros de
un mismo círculo. Aquí las decepciones, las traiciones, las alianzas, las
treguas y lo demás que es propio de las hostilidades; pero sin observar nunca
los preceptos del
derechos internacional.
Las armas empleadas son la calumnia y el chisme, y es admirable la destreza que
en su manejo han adquirido aquellas gentes. Todos se calumnian y se entretienen
en ello; no, hay vicio, no hay defecto que no tenga el enemigo, y si aparece
alguno cuyo talento o cuya virtud no puede negarse, losadversarios hallan luego
el reverso de la medalla; y si está en blanco, esculpen en él lo contrario del
talento o de la virtud que le distingue: el ilustrado, por ejemplo, es de mal
carácter, horribles intenciones, un mulato por lo menos; el virtuoso es un
hipócrita, se le han descubierto crímenes horrendos.
Más o menos todo esto pasa como moneda
corriente: hay costumbre de fiarse en la conciencia para despreciar esas
calumnias; pero lo que no se desprecia nunca, lo que labra hondamente el amor propio,
es la imputación del
plebeyo, sobre todo en los pueblos de provincias. Nadie es mulato ni mestizo,
todos son de raza española pura, y es curioso ver cómo arreglan sus genealogías
para mostrarse descendientes genuinos de caballeros.
Como la
calumnia no es arma arrojadiza, sino un vientecillo, en sentir de Beaumarchais,
necesita tener quien sople y le dé dirección. Así es que el papel del transportador de calumnias, el de chismoso, es un
papel interesante en la sociedad de Chile. Sin embargo, de que lo
desempeñan ciertos seres ambiguos que tienen cabida en diversos círculos, en Chile todos
chismean. Unos por oficio, otros por beneficio: éstos de buena fe, aquellos por
malignidad; tales por costumbre, esos otros porque no tienen qué hacer. Un
amigo le cuenta a usted, sin ánimo de ofender, lo que han dicho contra la
conducta de usted; y si falta un amigo, se lo repite a usted una señorita con
todo su candor en los labios; y si usted no tiene amigosni amigas, encuentra
usted a cada paso chismosos que gastan la oficiosidad de decírselo, o cándidos
que se lo dicen, sin saber cómo. El chisme está allí en el carácter nacional o
mejor dicho en la naturaleza orgánica del chileno; los niños se cambian chismes
con inocencia, las mujeres por distracción, los hombres por negocio, los
políticos por conveniencia, los comerciantes por ganancias, los beatos por
religiosidad y hasta los altos funcionarios, quienes chismean por diplomacia o
por hacer el bien del país.
El chisme es un elemento que mantiene el fuego sagrado en el corazón. Sin el
chisme, la vida del chileno sería tan insípida como la de una monja; tan
fastidiosa, tan llena de tedio como la de un encarcelado en prisión solitaria,
no hallarían qué hacerse, no tendrían qué conversar, no sabrían emplear sus
horas, Lo más curioso es que ellos no saben que son chismosos, y cada cual
afecta horror a las rencillas, pero en eso tienen razón, porque la mayor parte
chismea sin saberlo. Sólo tienen en cuenta que han hecho mal cuando el chisme
ha provocado algunas explicaciones entre el ofensor y el ofendido.
tExplicaciones! tQue raras son! Basta la conciencia tranquila para no darse por
ofendido. «Que me importa, tengo mi conciencia limpia». He aquí la frase con
que el chileno rechaza las calumnias más espantosas, las injurias más atroces.
Pero cuando se hacen necesarias las explicaciones, es cuando se muestra el
carácter nacional en todo suesplendor. La manera más usual de explicarse
consiste en conversar con el ofensor, dándole satisfacciones a fin de que él no
ponga excusa en decir. «Yo me creía ofendido y por eso hablé de usted, pero ya
que usted me asegura que no me ha ofendido, le declaro a usted que yo tampoco
he tenido el ánimo de ofenderle». Esta declaración deja allanadas todas las
dificultades, pero no impide que ofensor y ofendido sigan aborreciéndose y
calumniándose a mansalva.
Otra manera de explicarse puesta en uso entre la gente de tono, consiste en que
el ofendido pese sus fuerzas y hallándolas bastantes espere a su ofensor en un
punto y le dé bofetadas o te escupa, aunque te sorprenda. Sí el caso no tuvo
testigos, queda concluido; pero si los tuvo, pasa a terminar en explicaciones
verbales. Una que otra vez suele proponerse un duelo, que no cuesta poco
arreglar; pero una vez ajustadas las condiciones, es del dominio del público, y
por consiguiente de la policía, que no se hace rastra para impedirlo. La
historia de Chile no conserva noticias de ningún duelo ocurrido entre la clase
acomodada de aquel hermoso país. La plebe lo usa con frecuencia, y por eso hay
entre ella menos calumnias y menos chismes, menos injurias y más lealtad, más
franqueza.
Tales son los caracteres más prominentes de esta sociedad. Como ellos bastan
para perder a un pueblo, no tengo necesidad de fijarme en otra multitud de
accidentes que podría notar, si fuera preciso que yo procuraseproclamar la
solemne profecía que hago sobre que una sociedad semejante se arruinará luego.
Esta sociedad no puede regenerarse, porque no tiene ni elementos, ni capacidad,
ni conciencia para hacer su reforma. El único término que va a tocar es el de
ser reemplazada por el verdadero pueblo americano, ese pueblo numeroso que
crece y se educa por su propia virtud al lado de aquella primera clase
corrompida, caduca y débil. El pueblo se compone en América, y por supuesto en
Chile, de todos los que no tienen otro título que alegar que su trabajo
personal, y que, por tanto, están excluidos de los círculos del gobierno, de
los empleos públicos y de los estrados de cualquier persona decente. Esta es la
verdadera clasificación: personas docentes y no decentes. Las primeras forman
la sociedad que ha de arruinarse por sus vicios; los indecentes están
destinados a apoderarse de todos y a ocuparlo todo.
Este es el hecho que se está produciendo en Buenos Aires y que después dará brillantes
resultados. Tal es el hecho que Chile y las demás repúblicas americanas deben
prepararlo en lugar de temerlo. Si le facilitan su curso, la regeneración viene
sin estrépito; si lo resisten o embarazan, la revolución y la ruina son
inevitables. En Chile lo resisten, porque hay una verdadera aristocracia
organizada con todos sus elementos: Chile está, por consiguiente, más próximo a
su ruina que cualquier otro Estado americano.
En el Brasil, así como en la AméricaEspañola, domina la preocupación de hidalguía,
que divide a la sociedad en dos clases: caballeros y mestizos, los cuales toman
diversas denominaciones en cada país. Pero en todas partes, hay un roce íntimo
entre ambas clases, de modo que hay un punto en que se confunden y se hermanan:
en el Brasil, no encuentra el hombre libre obstáculo que le detenga, porque si
es inteligente, le da la mano el emperador para levantarle o el pueblo le eleva
por medio de una elección, o la industria le abre cien caminos a la
prosperidad. En el resto de la América, sucede más o menos otro tanto, y cada
día se borra más definitivamente la línea que separa a las dos clases.
En Chile es otra cosa: hay una clase privilegiada, cuyo privilegio no está en
la ley ni en los derechos de que goza, sino en el hecho, en la costumbre.
Aunque en esta clase no se hace mucho alarde de la nobleza de familia, el
sentimiento de hidalguía está en todos los corazones y autoriza en unos el
desprecio y en otros la superioridad con que miran a todo el que no pertenece a
una familia hidalga o no lleva un nombre antiguo o conocido. Otro elemento que
sirve de apoyo a esta superioridad es la riqueza: todos los antiguos nobles y
caballeros del país son todavía grandes propietarios, y como tales se han
arrogado el derecho de entender o de influir en los negocios públicos, porque
alegan que ellos son los únicos que tienen que perder, los únicos que arriesgan
en cualquier trastorno. Elgobierno busca en ellos su principal apoyo, oye su
consejo, sigue sus inspiraciones, y mantiene así la superioridad que se arrogan
sobre el pueblo, sobre la gran mayoría que se compone de pobres y de gentes de
familia desconocida.
Al lado de esta influencia constantemente sostenida, tiene la aristocracia
chilena las relaciones que su riqueza y esa misma influencia le procuran, no
siendo lo menos importante de esas relaciones la que mantiene con el clero. La
educación de sus vástagos la va fortificando, y su predominio, en fin, está ya
sancionado y defendido por todo el prestigio de que tales circunstancias la
revisten. Esta aristocracia no tiene, como la inglesa, una base liberal, que se
va ensanchando y admitiendo mayor número de individuos, a medida que el
desarrollo de la sociedad hace surgir a la superficie nuevas capacidades. Bien,
al contrario, ella es demasiado celosa de sus fueros y no admite en sus filas
sino a los que tienen los caracteres que forman su distintivo. Un gran talento,
una vasta instrucción, una ingente riqueza, una virtud extraordinaria no bastan
para merecer la confianza de la primera clase ni colocan al hombre entre los
aristócratas. Un espíritu restrictivo y apocado, mucha santimonia, un apego a
todo lo que es retrógrado y horror a las reformas, hipocresía, disimulo son las
virtudes del hombre de orden, denominación con la cual se ha honrado y disfrazado
al partido retrógrado. Si a ellas se agrega lanobleza de sangre o alguna
riqueza, o tal cual inteligencia, el hombre de orden tiene todos los títulos
necesarios para ser aristócrata y enrolarse en la primera clase, como miembro
nato. Pero el hombre rico o de talento que en la administración, en la prensa o
en conversación familiar se muestra reformista, franco, liberal, ese lo pierde
todo; no inspira confianza, es una calavera, hasta un hereje según las
circunstancias y es borrado del libro de oro en que sus antecedentes le habían
colocado.
Sin embargo, esta clase privilegiada pone en acción todos los medios sociales
en cuanto le conviene a su defensa y conservación: arrogándose la tutela del
pueblo, manifiesta desear mucho su progreso, pero no hace jamás por él todo lo
que desea. Posesionada como está del gobierno, muestra propender al
engrandecimiento y respetabilidad de la nación, pero cifra el engrandecimiento
en el orden y hace consistir el orden en conservar todo lo que existe, en no
reformar y en no admitir nada de nuevo ni en ideas, ni en administración, ni en
política, ni en personas. Mas como esta aristocracia rechaza el nombre que le
conviene de retrógrada, y prefiere llamarse conservadora, justifica su
denominación aparentando que quiere reformas, con tal que no se destruya lo
existente: su modo de reformar consiste, pues, en remendar, en refaccionar; así
es que Chile en poder de estas gentes es una casa vieja y ruinosa con puntales
por aquí, alza primas por allá,paredes remendadas y agobiadas de promontorios
por acá, y goteras por todas partes.
Dividida así la sociedad en dos clases, una que todo lo puede y lo goza todo, y
otra que nada vale, preciso es todavía considerarla dominada por el clero ante
el cual desaparece la diferencia de aquéllas. El clero, extendiendo un brazo
protector al pueblo, se intima con él, y prestando al mismo tiempo su apoyo a
la aristocracia, hace de ella su mejor defensor. El clero podría hacerse
soberano de este país en un momento, pero como limita su ambición al dominio
espiritual, está contento con ser el dueño de las conciencias de todos. El
clero es más respetado en Chile que el gobierno: un ministro, un magistrado, un
general, pasan inapercibidos por entre la muchedumbre, pero un padre o clérigo
va dejando rastro por dondequiera que pase, porque todo el mundo se descubre.
Cuando se habla del Presidente de la República o de otro alto funcionario, no
se le da tratamiento alguno; pero no se nombra a un obispo, sin decir el señor
obispo, ni se nombra a un clérigo sin anteponer un tratamiento respetuoso. En
todas las circunstancias de la vida se advierte esta superioridad del clero en
el ánimo de los chilenos sobre la autoridad civil; y la más ligera observación
convence de que esa superioridad no es de fórmula, sino tan real y efectiva,
que podría mirarse al clero como el verdadero señor de la nación.
La sociedad en Chile, es, pues, eminentemente monarcal, yen los días destinados
al culto puede confundírsele con una comunidad religiosa.
El clero, por otra parte, ofrece al pueblo la única carrera brillante a que le
permite llegar la aristocracia; a un hombre del pueblo con talento mediocre
puede llegar a merecer en ésta carrera las consideraciones que no alcanzaría en
cualquier otra con un talento sublime. Quizá el clero podría salvar a esta
sociedad, regenerando y alzando al pueblo, si a sus reconocidas virtudes
evangélicas agregase más virtudes cívicas que las que practica. El clero
católico en Chile hace católico al pueblo; si fuera monarquista, establecerá
fácilmente la monarquía; Siendo republicano lo hará también republicano.
[pic] A TRABAJAR
UTILIZACIÓN DE FUENTES DOCUMENTALES CONTRADICTORIAS
Relaciones entre fuentes.
Identificación.
1. sQué es la primera fuente?sQuién la escribe?.
2. sQué es la segunda fuente?sQuién la escribe?
3. sDe qué época son los textos 1 y 2?
Análisis.
4.sDe qué nos informa el texto 1? sY el texto 2’?
5. selecciona los conceptos de cada texto y realiza un esquema conceptual con
ellos.
6. sEn qué coinciden los textos? sEn qué discrepan los textos?
7. sCuál de las dos fuentes aporta mejores datos para el período estudiado?
8. sCuál de los textos es una fuente histórica de su mismo tiempo? sCómo
podemos saber esto?
* Publicado en Lastarria, ediciones Ercilla, Santiago, 1941, p. 35 y
siguientes.