Al comenzar el siglo XIX, el imperio colonial de
España en América lo componían una serie de entidades
administrativas con unas dimensiones territoriales inmensas. El amplio espacio
geografico que iba desde México a la Patagonia, excluyendo
Brasil, se dividía en cuatro virreinatos: Nueva España, Perú,
Nueva Granada y Río de la Plata, ademas de cuatro
capitanías generales: la de Guatemala, Venezuela, Chile y La Habana.
La emancipación de estos territorios
americanos se desarrolla en líneas generales entre 1808 y 1825. Estas
fechas coinciden con los años en que Europa se ve también convulsionada
por una serie de acontecimientos como los últimos años del
imperio napoleónico, el intento de las potencias, a partir de 1815, de
restaurar el orden europeo anterior a la Revolución de Francia, y los
primeros estallidos revolucionarios de corte liberal y nacionalista de los
años 20 del siglo XIX.
Durante la Alta Edad Contemporanea se pueden
considerar dos ciclos revolucionarios en el mundo occidental. Un primer
ciclo, que engloba la independencia de las trece colonias britanicas de
Norteamérica y la Revolución Francesa de 1789; y un segundo
ciclo, en el que se incluirían la independencia de las colonias
iberoamericanas y las revoluciones liberales europeas de 1820, 1830 y 1848.
Se ha debatido mucho, sobre la naturaleza de los procesos revolucionarios e
independentistas, que se inician a finales del siglo XVIII y
que afectan de manera directa o indirecta a América y Europa.
La naturaleza delproceso emancipador americano, que durante mucho tiempo la
historiografía ha intentado explicar en clave maniquea, presenta una gran complejidad. Unos han dicho que se trataría de la revolución
liberal llevada a Hispanoamérica como
consecuencia de la proliferación de las nuevas ideas progresistas. Para
otros, se trataría de una reacción tradicional en defensa del usurpado Fernando VII,
frente a las reformas ilustradas, racionalistas y afrancesadas, del usurpador
José Bonaparte.
Hay quienes defienden el peso de lo ideológico en el proceso, mientras
que otros han considerado insignificante su
influencia. Los partidarios del populismo se opusieron a los que consideraban
que el fenómeno emancipador fue el resultado de la decisión
unilateral de minorías, que verían así cumplidas sus
aspiraciones de protagonismo político, frente a los funcionarios de la
metrópoli.
Ante tales discrepancias, que la historiografía
de los últimos años ha ido matizando con menos
apasionamiento[1], es un hecho que el proceso emancipador Hispanoamericano
permitió la formación de una serie de repúblicas
organizadas políticamente según el modelo del Nuevo Régimen.
En rigor, la emancipación produce el paso de una unidad colonial
administrativa, económica, social, política y cultural -aun
dentro de radicales diversidades-, a una diversidad de tipo nacional, en la
que, sin embargo, existen importantes fuentes cohesivas.
En cualquier caso, la emancipación supuso un alto coste tanto para la
metrópoli como para las nacientesrepúblicas; para aquélla,
porque supuso, entre otras cosas, perder buena parte de su prestigio
internacional, y causa importante de su hundimiento económico; para
éstas, porque condujo a una fragmentación insoluble y les
dejó planteados graves problemas políticos para su posterior
andadura como naciones independientes.
Las colonias en vísperas de la independencia
Si España se hubiera limitado a una explotación económica
del territorio, aislando a la población indígena y renovando
continuamente la española, acaso el dominio político se hubiera
prolongado mas tiempo. Pero la emigración
continua y el mestizaje dieron lugar al desarrollo de una sociedad compleja.
La sociedad aparecía rígidamente estratificada. En los
territorios de los virreinatos mas antiguos aparecía una gran
población de color, indios, negros o mestizos,
con un nivel económico bajo. La gente distinguida, era relativamente
minoritaria, y casi todos eran blancos o casi blancos. Unas pocas familias
mestizas distinguidas mantenían su relevancia social
en Nueva España y en el Perú. Este grupo social
comprendía los
altos funcionarios, eclesiasticos,
abogados, médicos, grandes propietarios, comerciantes y en algunos
lugares unos cuantos maestros artesanos prósperos.
Por otra parte, entre la minoría blanca existía una
diferenciación, mas de hecho que de derecho, la que se daba
entre los españoles de América, los criollos, y los
españoles peninsulares, 'gachupines' o 'chapetones',
en su mayoría funcionarios o eclesiasticos,que
desempeñaban en las Indias cerca del 80 % de los altos puestos de
gobierno.
Dando algunas cifras podemos decir que hacia 1800, la América
Hispana tenía unos 17 millones de habitantes, de los que apenas 4 eran
de raza blanca, de ellos, entre 150.000 y 200.000 eran españoles
peninsulares, el resto eran criollos de varias o muchas generaciones.
Otro de los rasgos propios de la sociedad hispanoamericana
era el mestizaje. La escasez de prejuicios raciales de los
españoles, había dado lugar a una complicadísima mezcla.
Mestizos, descendientes de español e indio, mulatos,
cuando eran de español y negro, zambos, pardos cuarterones, etc. Este hecho venia a superponerse y a complicar la
estratificación de la sociedad colonial.
En relación con la emancipación, el principal protagonista del proceso sera
la minoría criolla. Y
esto por dos razones. De una parte, los criollos enriquecidos por el
comercio y la propiedad territorial, y formados intelectualmente en principios
ilustrados y liberales, aspiraban al usufructo del poder, desde el que proceder
a las necesarias reformas del aparato administrativo y al desarrollo de la vida
económica, haciendo desaparecer los monopolios de la metrópoli.
Su enfrentamiento con la Administración peninsular se basaba en el
rechazo tanto de la política reformista de los Borbones, que
acentuó las cargas fiscales y la centralización, como de la
política proteccionista en favor de los indígenas frente a
las exacciones de los criollos.
Por último, sus aspiracionesal desempeño de cargos en la
administración quedaban reducidas a la administración local,
sobre todo en los Cabildos y en menor medida en las Audiencias, y en las
milicias populares. Esto explicara que el enfrentamiento entre los
Cabildos y las Intendencias fuese uno de los motores mas activos del
movimiento emancipador.
La cúspide de la minoría criolla estaba formada por los patricios, que se consideraban los herederos de
los conquistadores y ejercían una gran influencia en el contexto social.
En las ciudades formaban oligarquías cerradas y controlaban la
mayoría de las actividades del gobierno local. Profesaban una
lealtad tradicional al lejano rey y trataban con deferencia a los virreyes,
pero al resto de los funcionarios peninsulares los miraban con desprecio. Los roces eran especialmente agudos entre el ejército y la
milicia provincial.
La participación del resto de los grupos sociales en el movimiento
emancipador fue practicamente nulo, quiza algunos grupos de
mestizos, pero mas por su dependencia social y económica de los
criollos que por un convencimiento de la necesidad de la emancipación. A los indios les resulta incomprensible el significado y las ideas
que impulsaran la Independencia. También quedaran
al margen los negros, en su mayoría esclavos y
sin ninguna consistencia social. Solo el caso de
México constituye una excepción. Aquí se alzan
gentes del
pueblo, mestizos, y hasta indios, y también excepcionalmente se
registran hechos de masas. Lo que resulta difícil es pensarque estas
masas, que daban vivas a Fernando VII y a la Virgen de Guadalupe, supieran lo
que era la emancipación respecto de España.
La base social de la Emancipación estuvo, por tanto, en la lucha de dos
burguesías enriquecidas, la criolla y la peninsular, pero
con intereses contrapuestos. Esta rivalidad unida a un
creciente sentido patriótico, preparó las bases
ideológicas de la ruptura.
La economía
Durante el siglo XVIII, las colonias
españolas seguían obligadas a comerciar sólo con la
Metrópoli (España), a través del monopolio que ejercía la Casa de
Contratación. Monopolio que desapareció de
hecho a partir de 1778 en virtud de la pragmatica de Carlos III que
establecía el libre comercio entre América y España, que
determinó el rapido enriquecimiento de muchos comerciantes
criollos. Riqueza que en parte serviría para
financiar el movimiento independentista.
Sin embargo, América quedaba excluida del acceso directo
a los mercados internacionales. En 1797, los terratenientes y
comerciantes criollos pedían mayor libertad de comercio con los
extranjeros y rechazaban el monopolio de la metrópoli.
En este contexto se entiende el apoyo de Estados Unidos y Gran Bretaña a
la empresa independentista, por su interés en desplazar a España
y sustituirla en el control político y económico del espacio
americano.
La rivalidad económica entre los criollos y los peninsulares fue otro
factor poderoso en el desarrollo de un sentimiento de
rechazo hacia la metrópoli. Sin embargo, la rivalidad
principalmas evidente no era tanto entre la colonia y la
metrópoli como
entre poderosos grupos de hombres de clase media, los grupos criollos de Lima y
México y el grupo peninsular de Sevilla. Se peleaban
continuamente, no sólo para aventajar al otro en los tratos comerciales,
sino para asegurar los favores legislativos de la Corona. El grupo
español procuraba fortalecer el monopolio legal de Sevilla, los criollos
se esforzaban por debilitarlo mientras retenían sus ventajas locales.
Por su parte los criollos se dieron cuenta que el único medio eficaz
para lograr un desarrollo económico
autónomo consistía en usurpar el poder político de los
funcionarios españoles. A esa actitud respondieron las sociedades
económicas de amigos del país, los consulados de
comercio y los cabildos.
Las ideas
La caracterización histórica de este
periodo es el resultado de un largo proceso previo de formación
ambiental sobre dos supuestos basicos. En primer lugar la
formación interna de una conciencia emancipadora y, en segundo lugar, la
coincidencia con el ciclo revolucionario general que arranca con la
Independencia de las colonias britanicas de Norteamérica, y
sigue con la revolución en Francia, en donde algunos líderes
independentistas, como Miranda, habían participado directamente.
Es evidente la vinculación de los movimientos independentistas
iberoamericanos con las ideas y pensamientos ilustrados nacidos en Europa durante el siglo XVIII. En la
realización practica de aquellos principios sirvió de
pautael ejemplo de la emancipación de las colonias britanicas de
Norteamérica que acababan de conquistar su independencia.
En la América española y portuguesa las
'luces' habían penetrado a pesar de los controles de la
corona. La burguesía y la nobleza criolla leían las obras
de los filósofos franceses. No solo eran bien conocidos Diderot y
Franklin, sino también Rousseau y Raynal.
En 1793 Nariño publicó en Bogota una traducción de
la Declaración de los derechos del hombre y del ciudadano, de la que se
publicaron varios centenares de ejemplares y que despertó la curiosidad
de los criollos que eran casi los únicos que sabían leer, aunque
provocó la reacción inmediata de las autoridades. El 1 de
noviembre de 1794, el capitan general de
Caracas ordenó el embargo del
mismo, Nariño fue arrestado junto con una docena de amigos y dos
médicos franceses. Condenado fue deportado a
España, pasando después a Francia e Inglaterra, donde se
convertiría en uno de los defensores de la emancipación.
En Quito,
el médico Santa Cruz Espejo, uno de los pocos indios que habían
logrado cursar estudios superiores, fue arrestado y encarcelado en 1792.
En la carcel coincidió con Nariño. Al salir de la
carcel volvió a Quito donde fundó un periódico y
una especie de club, la Escuela de la Concordia, donde se podían leer
obras llegadas de Francia o de Estados Unidos. En 1795 elaboró un plan de liberación de las colonias americanas, lo
cual le costó un nuevo encarcelamiento, durante el cual murió.
En México, el curaMiguel Hidalgo leía con avidez las noticias
de Francia. Otros criollos que habían viajado a Europa y
participaron en la Revolución soñaban con la emancipación;
así el argentino Belgrano que se encontraba en España en 1789,y, sobre todo, el venezolano Miranda, que sirvió en
la Marina
francesa y asistió a las primeras victorias francesas de 1792. A partir
de 1797 se instaló en Inglaterra donde preparó activamente el
levantamiento de las colonias españolas de América, con la ayuda del
gobierno britanico.
En los puertos de la costa atlantica, desde Veracruz
a Buenos Aires,
las diversas logias masónicas conocieron un gran auge[2]
convirtiéndose en focos de difusión de la ideología
librepensadora e ilustrada. Bien es verdad que su influjo se limitaba a la
minoría intelectual de la sociedad criolla, pero el peso social de este
grupo era muy fuerte y su influencia fue decisiva en el proceso emancipador.
Sus miembros eran en su mayoría funcionarios de inclinación
liberal y un pequeño número de
comerciantes y propietarios con pretensiones intelectuales, incluían
tanto a criollos como
a españoles peninsulares.
Destacaría por su intensa actividad la Gran Logia Americana, fundada por
Miranda[3] en Londres en 1797, por donde pasaron
muchos de los dirigentes de la emancipación. También
ejerció una gran influencia la logia Lautaró, que algunos
sitúan en Cadiz, en la que habrían recibido las ideas
revolucionarias y liberales los principales caudillos de la Independencia.
También tuvieron cierta importancia,sobre todo en Venezuela y Río
de La Plata, los clubes jacobinos, destacando el que dirigía en Caracas
Simón Carreño, un decidido roussoniano, y maestro de
Bolívar.
Las Sociedades Económicas de Amigos del País iban fomentando la
idea de que las propuestas de los enciclopedistas, tanto en España como
en América, eran, con ciertas limitaciones, respetables. Estas
instituciones, que en principio tenían una finalidad practica:
mejora de la agricultura, de la educación popular y de los problemas
económicos y sociales, se convirtieron en vehículos de
transmisión de las ideas liberales, a través de sus excelentes
bibliotecas, en las que no faltaban los tomos de la Enciclopedia, a la que
todas estaban suscritas.
Por último referir el papel difusor de las ideas ilustradas y liberales
de los periódicos, que a finales del siglo XVIII habían adquirido
un enorme auge en todos los virreinatos Un factor de antiespañolismo fue
la difusión de la leyenda negra, muy bien aceptada entre los
intelectuales americanos del siglo XVIII, especialmente la obra de Robertson,
que presentaba a los peninsulares como crueles opresores, egoístas
explotadores del Nuevo Continente, fanaticos, oscurantistas y
destructores de las viejas culturas indígenas. Este sentimiento o
prejuicio antiespañol contribuyó, al contrario de lo ocurrido
entre Estados Unidos y Gran Bretaña, a mantener durante
muchos años el apartamiento y hasta el odio a la madre patria,
simbolizado incluso en la letra de alguno de los nuevos himnos nacionales.