Cóndores y zopilotes: La conquista de
América
Aquella primera y lejana mirada con la que Europa descubrió
América, la que creyó encontrar deformidades de lo humano y lo
natural en todo lo que no se le asemejara ni le resultara asimilable. A partir
de esa visión comienza la negación del
otro, quien ya no sera asumido como tal
sino como un
estado inferior e imperfecto de nosotros mismos.
La conquista de América, desgraciadamente, conlleva el estigma de esta
negación. Para España fue 1492 el año de la
expulsión y el descubrimiento. Expulsados los judíos y derrotados
los moros, eliminada la heterogeneidad interna, un hombre sin patria,
Colón, “descubrió” un continente sin mas
contenido, para él y sus compañeros, que los animales, las
plantas, la riqueza y el paisaje. La heterogeneidad fue interpretada en
función de los valores de los recién llegados, por lo tanto,
quienes hablaban en una lengua distinta ni siquiera hablaban, quienes adoraban
a otros dioses no los tenían y quienes amaban de diferente manera no
eran capaces de amar. Colón, apenas llegado a estas tierras y con la
exaltación que otorga la codicia, no tardara en calcular que esclavizando
y vendiendo a todos los habitantes de La Española y explotando el palo
brasil de la isla, “conseguiría unos 40 millones de
maravedíes”.
Gonzalo Fernandez de Oviedo[1], un aventurero devenido cronista de
lasprimeras épocas de la conquista, escribía sobre las
consecuencias de guerras y encomiendas, para manifestar -con cierta
naturalidad- que había en la Isla La Española en 1492 (hoy
Haití y Republica Dominicana)” un millón de indios e indias
de todas las edades () no se cree que haya al presente, en este año
1548, quinientas personas () que sean naturales”. Las nuevas tierras, como proclamó un
soldado de la conquista, les ofrecían que “en lugar de azadones,
manejarían tetas, en vez de trabajos, cansancio y vigilias, placeres y
abundancia y reposo”.
En su increíble carrera para justificar la matanza colectiva, los
animales y el territorio de América fueron, también, objetos del menoscabo. Voltaire
diría que en la selva amazónica existían cerdos con el
ombligo en la espalda y leones
calvos y cobardes. Así Buffon, Kant y Hegel “concibieron a
América como
el territorio de la inmadurez, de la fatalidad geografica y la pura
marginalidad, irredimible. Territorio en el que hasta los pajaros cantan
mal, porque no lo hacen como
la alondra”. También Montesquieu, Bacon, De Maistre y Hume se
negaron a reconocer como semejantes a los
hombres degradados del
Nuevo Mundo. Sustentados, ademas, en ciertas afirmaciones
teológicas de que los indios eran “amentes” (sin
razón), como los calificara el Papa Pablo III en 1537, “faltos de
razón como para considerarlos integralmentehumanos -según Alcira
Argumedo- el patrón señorial reproducira a lo largo de los
siglos una contundente distancia con las capas sociales oprimidas. En este
marco, la deshumanización y el exterminio no podían considerarse como una afrenta a Dios.
Por el contrario, muchas veces se hacían necesarios para honrar su
nombre y otras para alcanzar la civilización”. Para Ginés
de Sepúlveda (1547), los “barbaros del
Nuevo Mundo” estaban mas cerca del
mono que del
hombre, y eran por lo tanto “siervos por naturaleza”. Someterlos
para civilizarlos era hacerles un bien, pero la mayor justificación de
la esclavitud se cifraba en la necesidad de enseñarles el Evangelio,
obligación que pesaba sobre el encomendero y que venía a
justificar el despojo y la explotación despiadada.
Otro atributo cultural de los nativos era la ausencia de propiedad privada como
ocurría en “occidente”, que los españoles -y luego
los ingleses- consideraban natural a la civilización. En la
mayoría de las sociedades indígenas la comunidad concedía
derechos sobre tierras arables en proporción con los requerimientos de
cada familia en las diversas etapas de su ciclo vital. Este sistema de
gestión agraria era considerado por los europeos una anomalía,
propia de esclavos, una convocatoria para que los extranjeros fueran a
transformarla. El mismo Charles Darwin en 1833 expresó respecto de
nuestros Yamanas que eran loshombres mas desgraciados del mundo a causa de la
perfecta igualdad que reinaba entre los individuos. Le parecía imposible
que mejorara el estado político de Tierra del Fuego
mientras los pueblos que la habitaban no adquirieran la idea de propiedad, que
permite la superioridad de unos sobre otros. No como hasta ahora que “nadie puede ser
mas rico que el vecino”.
La cultura y el arte se consumieron en esta hoguera del “descubrimiento”. Millones
de indígenas murieron asesinados por los europeos y muchos cayeron
víctimas de la viruela, el sarampión, la gripe y otras
enfermedades desconocidas (en muchos casos los conquistadores favorecieron el
contagio para acelerar el exterminio). Enfermedades que hicieron facil
presa en cuerpos desnutridos por la mala alimentación, producto del abandono forzado de sus cultivos tradicionales y del trabajo esclavo a
que fueron sometidos los pueblos originarios de estas tierras. “La
viruela era el capitan de los soldados de la muerte (en la guerra
biológica del Nuevo Mundo), la fiebre
tifoidea era el primer lugarteniente, y el sarampión el segundo
lugarteniente () Eran los antecesores de la civilización, los
compañeros del cristianismo, los amigos
del
invasor”. El movimiento de resistencia del Jefe Pontiac en 1763, fue desmantelado cuando el
general Sir Jeffery Amherst, comandante del
ejército inglés en América del Norte, ordenó que
seenviaran mantas contaminadas de viruela a los americanos nativos para
acelerar su extinción. En la colonia portuguesa de Brasil, durante los
años 1562 y 1563 en que 30 mil americanos nativos morían de
viruela en las misiones y campamentos de esclavos de las capitanías
otorgadas a propietarios portugueses en la costa, los portugueses permanecieron
ilesos, testigos de lo que N. D. Cook llamó “el juicio secreto de
Dios”. Lo mismo entre los comentaristas católicos franceses:
“En cuanto a estos salvajes, hay una cosa que no puedo dejar de comentar,
y es que parece manifiesto que Dios desea que cedan su lugar a nuevos
pueblos”. Así escribió un observador de los otrora
poderosos Matchez, cuyo número se había reducido en un tercio en
las décadas de 1530 y 1540.
Esos ojos habían almacenado centenares de años y miradas.
Seguramente grande hubo de ser el asombro cuando se encontraron con esos
hombres desconocidos, venidos de mas alla de las aguas inmensas.
El “jueves santo” de 1519, Hernan Cortés ponía
pie en tierra firme, al norte del hoy llamado
puerto de Veracruz.
Proyectando primero sus viejos mitos, creyeron los Mexicas que
Quetzacóatl y los otros teteo (dioses) habían regresado.
Pero, al irlos conociendo mas de cerca, al ver su reacción ante
los objetos de oro que envió Motecuhzoma, al tener noticias sobre la
matanza de Cholula efectuada por los españoles el 14 deoctubre de 1519 y
al contemplarlos por fin frente a frente en Tenochtitlan, una de las ciudades mas
bellas del mundo, que los conquistadores intentaban tomar con el estruendo de
las armas, los mexicas ya no creían en el porvenir de sus cosechas y que
Quetzacóatl y los dioses hubieran regresado, por el contrario a los
españoles se les llamaba popolocas (barbaros). Los cronistas
indígenas conciben una imagen notable acerca de la codicia de los
europeos. Esas imagenes estan precisamente en los textos que
acerca de la Conquista escribieron los vencidos. En los escritos de los
informantes indígenas de Sahagún, preservados en el Códice
Florentino, narran que cuando Motecuhzoma envió objetos de oro para
satisfacer a los europeos: “Les dieron a los españoles banderas de
oro, banderas de pluma de quetzal, y collares de oro. Y cuando les hubieran
dado esto, se les puso risueña la cara, se alegraron mucho (los
españoles), estaban deleitandose.
Como si fueran monos levantaban el oro, como que se sentaban en ademan de gusto, como que se les renovaba
y se les iluminaba el corazón. Como
que cierto es que eso anhelan con gran sed. Se les ensancha el cuerpo, tienen
hambre furiosa de eso. Como
unos puercos hambrientos ansían el oro”. La intención
manifiesta de dejar atras los viejos dolores de la historia -que han
sido sepultados con el propósito de no dejar ni siquiera
vestigios-sabiendo que sólo el olvido “alimenta la muerte”,
sólo fue eso: un intento. La memoria nos da alcance. Neruda[2] siglos
después interrogaba desde la poesía: “señaladme la
piedra en que caísteis y la madera
en que os crucificaron”. En las mismas argumentaciones con que los
europeos en general consideraban a los habitantes del Nuevo Mundo como homúnculos,
criaturas que sólo tenían vestigios de humanidad, se encuentra la
razón contraria. Es imposible no oír el dolor de las
víctimas, en tantos lugares y en distintos tiempos de horror de este
“planeta de infortunios”. El recuerdo como
eco de las penalidades a que ha sobrevivido la condición humana nos
demuestra una y otra vez que el mal, como dice
Semprún, “es uno de los proyectos posibles de la libertad
constitutiva del
hombre”.
Partimos del supuesto de que ningún genocidio ha de ser justificado y
las razones que se invocan para excusar a los victimarios, como
los contextos históricos y culturales, no pueden actuar ni siquiera como atenuantes. Ya un
contemporaneo de la conquista-Fray Antonio de Montesinos[3]-
provocó el escandalo de los señores de Santo Domingo
cuando pronunció delante de ellos, encabezados por el necio Diego
Colón, su célebre sermón de 1511: “Decid: ¿con
qué derecho y con qué justicia tenéis en tan cruel y horrible
servidumbre a estos indios? ¿Con qué autoridad habéis
hecho tan detestables guerras a estasgentes que estaban en sus tierras, mansas
y pacíficas, donde tan infinitas de ellas con muertes y estragos nunca
oídos, habéis consumido? ¿Cómo los tenéis
tan opresos y fatigados sin darles de comer, ni curarlos en sus enfermedades,
que de los excesivos trabajos que les dais incurren y se os mueren y,
por mejor decir, los matais para sacar y adquirir oro cada
día?”. En 1542, el misionero franciscano Toribio de Benavente,
“Motolinia”, advertía sobre los españoles: “se
hacen servir y temer como si fuesen señores absolutos y naturales, y
nunca estan contentos; a doquiera que estan todo lo enconan y
corrompen, hediondos como carne dañada y no se aplican a hacer nada sino
mandar; son zanganos que comen miel que labran las pobres abejas, que
son los indios”.
En los primeros 50 años de la Conquista la población
indígena de las zonas dominadas quedó reducida a un 25%. La
Escuela Berkeley sostiene que los 25.200.000 que había en México
Central en 1519 se redujeron a 1.075.000 en 1605, lo que representaba apenas el
4,25% del
total inicial. Según Rowe, los 6 millones de habitantes que tenía
Perú en 1532 descendieron a 1.090.000 en 1628. Otro calculo
indica que los Aztecas, Mayas e Incas sumaban en conjunto entre 70 y 90
millones al producirse la Conquista, de los que un siglo y medio después
quedaban sólo 3.500.000, o sea apenas el 5% de la cifra mas baja.
Hernan Cortés y FranciscoPizarro son los nombres mayores del exterminio.
Verdaderos cruzados contra la condición humana. Semejante genocidio
causó la completa desaparición de cientos de grupos
étnicos, y también de un incalculable caudal de conocimientos. En
esta cruzada contra los indígenas fueron utilizadas todas las armas de
destrucción, de desarraigo, de degradación. Fueron las guerras de
exterminio mas crueles y los actos de genocidio mas espantosos
que registra la historia humana. Posteriormente, la esclavitud consumió
millones de indígenas en las minas, en las plantaciones. La
erradicación de sus líderes eruditos, de los artistas y de los
técnicos que dan voz y figura a la civilización, los dejó
en estado de orfandad cultural durante largos períodos. Sin embargo el
anciano Cortés, retirado en su casa de Madrid, era centro de “una academia
que proponía dialogos sobre cuestiones humanísticas y
religiosas”. El hombre era muy admirado por los franciscanos, que en sus
“historias de la Conquista” escribieron sobre él “como
el hombre escogido por Dios para allanar el camino de la evangelización
de la humanidad”.
Celebrar el 12 de octubre no deja de ser una perversión. German
Arciniegas en 1937 ya había escrito que los españoles no
descubrieron América, porque no es posible considerar como
descubridores a quienes obligaron a callar el misterio o velar el encanto del hombre de
América. Enrealidad, dice Arciniegas, aquel fue el tiempo de los
conquistadores, de los asesinos, de los torturadores, que ya en su misma tierra
se afanaban en suprimir los escandalosos restos de la cultura arabe,
quemando bibliotecas enteras. Arciniegas decía que descubrir y
conquistar son dos posiciones opuestas. Descubrir es una función sutil,
desinteresada, espiritual. Conquistar es una función grosera, material.
No podemos -entonces- celebrar lo que conlleva algunas exigencias, un
certificado de olvidos, una firme garantía de amnesia, una cara de no
habernos dado cuenta, de que nunca habíamos estado aquí, tal como
si el mundo, las calles y nosotros hubiéramos sido creados esta
mañana por un Dios algo distraído que nos dejó residuos de
una memoria que no nos pertenece.
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[1] Fernandez de Oviedo, Gonzalo. Historia general y natural de las
Indias: Islas y tierra-firme del mar océano. Imprenta de la Real
Academia de la Historia. Madrid, España. 1851.
[2] Reyes Basoalto, Neftalí. Nombre de pila del célebre poeta
chileno Pablo Neruda. Es autor de innumerables obras de la cual citamos Alturas
de Macchu Picchu, canto XII del libro llamado Canto General. Primera
edición impresa en los Talleres Graficos de la Nación.
México, 1950.
[3] Misionero y fraile español, quién en sus dircursos (Sermones
en Santo Domingo) denunciaba el vil abuso contra los indígenas.