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Aspectos sociopoliticos, economicos y cultural del orden colonial




El período colonial es, como se sabe, una etapa fundamental en la conformación de la identidad social, política y económica latinoamericana; fueron mas de tres siglos de presencia de la metrópolis marcada por lo que acertadamente se ha denominado un imperialismo territorial, de tierra adentro, orientado desde el principio al control, tanto del comercio como de la producción, mediante la conquista temprana de extensos espacios en el interior del continente; un imperialismo que habría de contribuir muy activamente a la configuración de un universo marcado por la fusión de elementos culturales indígenas, ibéricos y africanos.

Fue una colonización económica y cultural, política y territorial protagonizada por el ejército, las misiones religiosas, de funcionarios, comerciantes y aventureros, con legislación y autoridades políticas propias en cuya base y propagación desempeñó un papel fundamental el desarrollo de una potente red urbana actuando al servicio del poder institucional y económico con la ayuda inestimable de la herramienta lingüística. La prolongada dominación castellana arrincona o sustituye a una buena parte de los pueblos, etnias y culturas precolombinas (aztecas, incas, mayas, pueblos amazónicos, tainos, cultura tairona, atacameños y mapuches, etc) que en el mejor de los casos provoca la marginación de la población indígena a través de una compleja interacción social y de una trama no menos compleja de relaciones de producción; tal vez la supervivencia de aquellas comunidades se debió a la necesidad de valerse de ellas como mano de obra parasus proyectos imperiales; y la mejor prueba de esta pervivencia en el tiempo lo constituye el surgimiento de los movimientos indigenistas, un fenómeno reivindicativo que ha ido reforzandose a lo largo del siglo XX. En estos movimientos, asociados a cuestiones de marginación social y económica, residen algunos de los factores de la inestabilidad social y política participada con diferente intensidad por todos los países de la región.



La organización política y administrativa de las nuevas colonias facilitó el desarrollo de una compleja burocracia organizada en diferentes niveles, y de una elite compuesta por los sectores mas influyentes de la sociedad: grandes hacendados, beneficiados de concesiones mineras, comerciantes favorecidos por el sistema de monopolios, mandos del ejército, intendentes, etc., con intereses económicos muy similares; y con el paso del tiempo, iba a tomar cuerpo la estirpe criolla, heredera directa de los conquistadores procedentes de la metrópolis pero con identidad política propia y diferenciada; ellos constituyeron la oligarquía colonial, terrateniente, frente a la hispana, de cuyas filas habría de surgir mas tarde el espíritu independentista y revolucionario.

La colonización castellana, con todos los aspectos que se han mencionado, fue el elemento común a todos los pueblos y espacios americanos. Común pero no unificador porque ni el sustrato social precolombino era uniforme ni lo fueron tampoco las condiciones ambientales y económicas concretas de cada zona.

La independencia de Argentina (1810) nos proporciona el dato para delimitar temporalmente el arranque de la segunda etapa de la historiade América Latina (si bien Haití fue la primera colonia independiente desde 1808). Nada pacífica, por cierto. El proceso de maxima actividad bélica duró mas de veinte años de conflictos y luchas; pero no solamente con la Corona española ya que paralelamente se fueron librando continuos encuentros entre las mismas colonias, motivadas tanto por la falta de acuerdos en la necesaria definición territorial como porque tampoco faltaron los conflictos asociados a movimientos secesionistas de caracter interno, propiciados en este caso por representantes de poderes locales mal dispuestos a repartir o ceder sus privilegios. Lo cierto es que las expectativas creadas a raíz de la independencia no se cumplieron satisfactoriamente. Cabía pensar que al desaparecer los monopolios y liberarse el comercio se estaba creando un clima favorable hacia el progreso social y económico, y con mayor motivo si el nuevo país disponía de recursos materiales de importancia; pero no fue así: las circunstancias políticas, en alianza con las estructuras heredadas, impidieron la formación de capitales y el verdadero control de un sistema económico arruinado por causa de las guerras.

En tales circunstancias cada uno de los nuevos estados se ve enfrentado a una serie de retos semejantes a los que describe el profesor Roberto Cortés Conde para la Argentina: A la necesidad de consolidar una nueva estructura administrativa, judicial y militar capaz de asegurar el buen gobierno, se fueron sumando otras cuestiones no menos urgentes tales como el establecimiento de una hacienda propia del nuevo gobierno, consolidar la economía sobre el desarrollo de un mercado interior,configurar una red viaria bajo nuevos presupuestos territoriales.., y para todo ello era imprescindible la estabilidad política; una estabilidad obstaculizada, como decíamos, no solo por el caudillismo de los poderes provinciales, también por las fricciones fronterizas con los países vecinos porque la fragmentación de los antiguos virreinatos y estructuras administrativas, con fronteras mal definidas en las areas menos pobladas, supuso el principio de las cuestiones reivindicativas y de la desigualdad entre países ricos y países pobres o entre países grandes y pequeños; y en ocasiones una dificultad añadida para llegar a acuerdos con respecto al modelo político-territorial que había de suceder al dominio castellano ¿Países independientes, monarquicos o republicanos? ¿Estructura federal entre las nuevas realidades políticas?. En todo caso, el proceso independentista supuso el final del germen integrador propiciado por la colonización hispana y el fraccionamiento político de la región, dando paso a la vez a una etapa histórica marcada por frecuentes episodios de inestabilidad social y política debido, entre otras razones, a que las estructuras administrativas, jurídicas y militares, organizadas para el control de la colonia, no se adecuaban bien a los objetivos políticos de los nuevos países.

Tras la independencia sus economías continuaron dependiendo basicamente de los recursos mineros así como de una agricultura de plantación monoproductiva y orientada directamente al comercio de exportación; en ocasiones cambiaron los productos (el café, el tabaco y los productos de origen animal alcanzaron mayor protagonismo) pero en cualquier caso semantuvieron subordinados a las demandas de países lejanos, al servicio de economías industrializadas pero con escaso valor de cara a la propia industrialización o al desarrollo de un mercado interno. Una economía gobernada de facto por la oligarquía terrateniente local que no tardó mucho tiempo en aliarse con el capital extranjero atraído por las buenas expectativas de negocio que ofrecían unos países en formación dotados de recursos naturales. Como se sabe, en el transcurso de los dos siglos precedentes, la mayor parte de las inversiones, ya sea en infraestructuras o en transportes urbanos, minas, plantaciones, o en industrias de transformación de productos agrarios, fueron de origen extranjero, manteniendo de este modo el perfil (neo)colonial, dependiente y vulnerable que ha seguido caracterizando al sistema económico de América Latina en el contexto internacional.

El aporte migratorio procedente de diversos países de Europa constituye un capítulo esencial de esta etapa histórica de América Latina y su contribución al crecimiento demografico fue paralelo al de la expansión geografica de las areas productivas, sin embargo no alteró el modelo económico dominante; en todo caso, fue un factor de indudable eficacia para reforzar el internacionalismo cultural y económico.

En la estrategia colonial de la metrópolis el componente urbano desempeñó una función decisiva; la herencia hispana se traduce todavía hoy en una red de mas de trescientas ciudades con funciones muy diversas sobre el territorio, creadas tanto para el control del territorio como para servir de centros de difusión cultural; entre las primeras destacaban lasciudades portuarias: Cartagena, La Habana, San Juan de Puerto Rico, Santo Domingo, Veracruz, Río, o las mineras (y administrativas a la vez –Potosí, La Paz, Bogota, Monterrey-) y los centros administrativos y comerciales –México, Panama, Santa Fe de Bogota, Lima o Quito. En ocasiones surgen sobreimponiéndose a los núcleos prehispanicos (Lima, Cuzco, México DF, Quito, Guatemala, Bogota, Santo Domingo, etc).

América Latina es el resultado de una historia marcada por la internacionalización de muy bajo perfil, bajo el signo de la dependencia. La marcha de la Historia, que no se puede obviar porque nos acerca a las raíces de las desigualdades e injusticias presentes, sitúa al continente ahora ante el gran desafío: fortalecer las democracias, atenuar las desigualdades y erradicar las condiciones de pobreza y de violencia social en las que malvive una gran parte de la población. En este sentido las potencias occidentales, y Europa en particular, tienen mucho que hacer para compensar su participación en el origen histórico de las injusticias sociales; y deben hacerlo desde la cultura de la responsabilidad, por razones de estricta justicia, colaborando activamente para que los países de América Latina logren superar la dependencia y alcanzar la integración plena o la simetría en las relaciones internacionales dentro del sistema económico global. Al mismo tiempo hara falta un gran esfuerzo para diversificar la producción, aumentar de forma sostenida la productividad, incorporar tecnología, incrementar los intercambios y profundizar en la democracia que al menos formalmente ha logrado instalarse en la practica totalidad de los países de la región. 


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