Este libro, escrito a cuatro voces pero
presentado en forma colectiva, es la publicación hermana de una colorida
y novedosa exposición montada en Santiago, que contó con el
financiamiento del Fondart de la región metropolitana (fondo estatal
para proyectos culturales) y que estuvo focalizada en un público masivo.
De ella mantiene un guión conversado, ameno y
coloquial que invita al lector a recorrer los circuitos de la “vida
alegre” popular que existieron a fines del
siglo XIX en la capital de Chile.
Es el resultado de un camino de investigación emprendido hace ya cerca
de diez años por el historiador Maximiliano Salinas y su equipo, camino
que se adentra en las fiestas populares, en la vida urbana
“desordenada” y bulliciosa, en el humor, la satira, la
irreverencia y la algarabía insolente de quienes miran con desconfianza
a la élite, sobre todo, de quiénes no tienen ningún
interés por ser parte de ella.
2 Organizado en cuatro capítulos levantados a partir de iguales
porciones del trazado de la ciudad, la obra recrea formas, espacios y lugares
de festejo, que se montaban al instante según la ocasión o que
permanecían a lo largo de los años, en calles, esquinas,
bodegones, locales, plazas y espacios abiertos urbanos o semirurales, de la
periferia y del pleno centro. Esos lugares festivos se animaban en la noche, en
la tarde, al mediodía, en días feriados (sea religiosos,
searepublicanos) y también en los días normales; y en ellos
convivían con “las gentes del pueblo”, rotos, artesanos,
obreros de la construcción, prostitutas y chiquillas alegres, empleados
domésticos, de comercio, de la prensa, de transportes públicos y
privados, de servicios varios, huasos, chinas, cantantes, cocineras, costureras
y miles de migrantes variopintos, campesinos la mayoría pero otros no,
también antiguos mineros y antiguos soldados, heridos de guerra y
accidentados en faenas, que llegaban a la ciudad. Todos habitaban Santiago, a
veces muy cerca de la “gente decente”, y todos “celebraban
alegremente”, como dicen los autores, la vida, la muerte y el cotidiano
transcurrir.
3 Abundante iconografía ilustra las coplas y los parrafos
explicativos, las leyendas dialogan con las fotos y los planos –un gran
acierto que felicitamos– que rastrean la
manera en que el pueblo santiaguino vivía las celebraciones según
sus espontaneos impulsos, a pesar de los reiterados intentos de las
elites (de gobierno, de la Iglesia, de la burguesía) por censurarlos,
prohibirlos, encausarlos, controlarlos, acorralarlos, condenarlos. Los
periódicos, las revistas, los discursos de los políticos y los
ensayos de diversos intelectuales se recortan escogidamente aquí para
mostrar esa mirada espantada, pero también se adjuntan observaciones de
viajeros extranjeros fascinados con ese hervidero de
gentes celebrandojuntas.
4 Los motivos para “remoler” y satisfacer los placeres, que se
califican como “del cuerpo”, son tan variados como repetidos, tan
extraordinarios como comunes: un velorio, el día de los muertos, la
fiesta nacional del país, la navidad y también el verano, una
tarde libre, el día de un santo, todo sirve de pretexto para reunirse a
comer, beber, cantar, bailar, jugar y apostar y también para gozar de
los “placeres de la carne”, en habitos picarescos que se
dicen, se cantan, se muestran al que quiera ver o se viven a escondidas en
momentos de complicidad, se recuerdan, se homenajean y se añoran. El
bullicio, las risas, los gritos, el escandalo, las competencias, las
riñas conviven con las invitaciones y las ventas y todo eso se expone y
se relata al “lector visitante” con un ritmo cercano al de alguna
tonada popular que se guitarreaba, se zapateaba y se cantaba precisamente en
una de esas celebraciones.
5 Se trata de una obra visual y en eso llena su objetivo; también es un libro homenaje, y en ello, nuevamente, esta
publicación cumple su fin: todo esta para recrear, la
grafica, la selección de coplas, los poemas, los versos y los
cantos comulgan con los grabados, las fotografías y los colores. Sin
embargo, echamos de menos una introducción, o tal vez un colofón
que explique al lector mas curioso los por qué de las dos fechas
que enmarcan e periodo descrito, la razón de laorganización del
relato, de la aparición de ciertos tipos de negocio (los
“cafés asiaticos” o “restaurantes
chinos”, por ejemplo), la compleja interacción de individuos y de
grupos sociales y étnicos en cada una de esas instancias de festejo, los
matices de los roles que les tocaban a las mujeres (no solamente cocineras,
regentas de burdel, cantoras o prostitutas, también había otras),
los distintos papeles de los gendarmes y de los policías, de los
publicistas o cronistas y periodistas de la época, de los
fotógrafos, de los proveedores de alcoholes, de los otros extranjeros
que también se incorporaban a ese incesante movimiento. Y también
pensar, a partir de todo este festival de voces, de
colores, de penumbras, de alegrías y seguramente también de penas
y dolores, de rabias y frustraciones, en la cotidianeidad que es ahogada en
medio de una fiesta envolvente e invasiva, apabullante y también,
seguramente, un poco anestesiante. Pero tal vez estas demandas quedan para
otras ediciones, continuadoras de esta muestra, porque dado el material
acumulado por este grupo de investigadores, y el tiempo que llevan recogiendo y
rastreando estos comportamientos sociales, es posible que se formulen,
también, otras problematicas, tanto o mas importantes que la
recreación y recuperación de un patrimonio festivo casi
desaparecido (si no es por La Piojera y otros emblemas o iconos de esos tiempos
idos).