Mariano Yela
Analisis y Modificación de Conducta, vol. 6, núms. 11-12,
pp. 147-179
El conductismo es el intento mas ambicioso y tenaz de la historia de la
psicología -y tal vez en toda la historia de la ciencia- de construir un
sistema científico estrictamente lógico y objetivo y el proyecto
mas ilusionado de mejorar con su aplicación, eficaz y
comprobablemente, la conducta humana.
1. Una promesa incumplida
El conductismo es el intento mas ambicioso y tenaz de la historia de la
psicología -y tal vez en toda la historia de la ciencia- de construir un
sistema científico estrictamente lógico y objetivo y el proyecto
mas ilusionado de mejorar con su aplicación, eficaz y comprobablemente,
la conducta humana. No es extraño que el libro de Watson, Behaviorism
(1925), el primero en que se expusieron coherentemente ambas pretensiones,
fuera saludado como
«quizas el libro mas importante que se ha escrito nunca.
Uno se queda por un instante cegado por una gran esperanza»1.
Esa gran esperanza ha durado algo mas de un instante. Ha seguido
alumbrando y «cegado» -como
dice Mackenzie (1977, p. XI)- a muchos de los mas importantes
psicólogos e inspirado miles de los mas rigurosos e influyentes
trabajos en psicología, durante medio siglo.
Watson lo había pronosticado en el artículo Psychology, as the
behaviorist views it (1913), que constituye el manifiesto a la vez fundacional
y misionero del
conductismo: Toda la psicología previa había sido inadecuada y
estéril por no atenerse a lo observable, que es lo propio de la ciencia.
El conductismo se atiene a ello. Loscincuenta años, mas o menos,
de tanteos inciertos de la psicología introspectiva precedente, dejaran
paso, por fin, con el nuevo enfoque, a un progreso continuado y seguro de la
psicología como ciencia natural teórica y aplicada. Y,
efectivamente, durante otros cincuenta años, menos o mas, se ha
seguido esperando y buscando, por la vía conductista, ese progreso y esa
seguridad. Pero, después de ese nuevo medio siglo, no parece, sin
embargo, que la esperanza se haya cumplido. A partir de 1950 se inicia el
desaliento en las mismas filas conductistas y, en ellas y en todos los
demas, cunde y se generaliza después. Hoy, la desilusión
es casi completa. Desde hace algunos años se vienen haciendo a Watson y
al conductismo los mismos o parecidos reproches que Watson hizo a la
psicología anterior.
Staats, tal vez el psicólogo actual que con mas ahinco e ingenio
trata de unificar las diversas corrientes
conductistas en un sistema común, hace poco se lamentaba de que
«en conclusión, se puede decir que actualmente el campo del aprendizaje (y el de
la Psicología, en general) consiste en buena parte en intentos
desorganizados y en grandes separatismos. Esta (todavía) en un
estadio precientífico en el que abundan las idiosincrasias»
(1970, p. 234).
Staats, después de sesenta años de frustrada esperanza,
confía aún en el futuro de un nuevo conductismo. No esta
sólo. Pero la mayoría ha dejado de confiar. Bower, otro experto
del aprendizaje -el tema conductista por excelencia- reconoce «la
tendencia del conductismo hacia analisis menudos y al estudio de
unidades pequeñas de la conducta en condiciones artificiales».Y añade:
«Se ha argumentado que las conductas mas complejas, como el
pensamiento y la solución de problemas, se entenderan mas
facilmente una vez que se comprendan mejor las conductas simples en
condiciones especialmente abreviadas (p.e., aprendizaje de rutina, ratas que
aprenden laberintos, etc.). Después de treinta o cuarenta años
sin avances notables en nuestra comprensión de las capacidades de la
mente, tal argumento ha comenzado a sonar con tintineos engañosos»
(Hilgard y Bower, 1976, p. 465).
Otro psicólogo, que también viene del conductismo y hace lo
posible por no alejarse mucho de él acaba de firmar lo mismo en el campo
de la psicología aplicada: «La modificación de conducta
lleva consigo contradicciones y complejidades que representan muchos de los
mismos problemas que la posición sistematica de las terapias de
condicionamiento había intentado evitar» (Kanfer, 1978, p. 11).
Desde la perspectiva de la psicología social, Berkowitz reconoce, con
cierta amargura, que, incluso las mas autorizadas antologías de
los años sesenta, como los Studies in Social Psychology, patrocinados
por la American Psychological Association, no contienen ya ni un solo
artículo sobre los enfoques conductistas en la formación y cambio
de actitudes (1970, p. 291).
Otros van mas lejos. Ya ni se quejan. Constatan la muerte del conductismo y, a
pesar de haber sido formados en él, celebran su defunción.
Así, entre otros muchos, Lashley, Pribram o Gilgen. «La
psicología, después de pasar por un período de mentalismo
prematuro (1860-1915) y un período de provechoso, pero limitado,
conductismo (1915-1970), entraahora, si mi analisis es correcto, en
período de mentalismo maduro caracterizado por procedimientos fiables
para el estudio del funcionamiento total (conductual y mental) del organismo.
Las investigaciones y el pensamiento de Pribram, que pueden ser descritos como una
psicología cognitiva físico-conductual, son un buen ejemplo de
este desarrollo» (Gilgen, 1970, p. 5; víd. Pribram, 1970).
Empiezan, en fin, a publicarse trabajos, dentro de la psicología
anglosajona, que no sólo certifican el fracaso del
conductismo como
sistema, sino que tratan de mostrar que este fracaso era intrínsecamente
inevitable. El reciente libro de Mackenzie (1977) tiene ese exclusivo objeto.
¿Qué significa esta extraña aventura del conductismo? He tratado diversos
aspectos del
tema en otras ocasiones (Yela, 1948, 1958, 1963, 1974, 1975a, 1975b, 1979). En
ésta procuraré ceñirme al título del
trabajo: la evolución del
conductismo. Aunque tal vez un título mejor sería, con permiso de
Gibbon, «Grandeza, declive y caída del imperio conductista».
2. Las grandes fases del conductismo
Creo que en la evolución del
conductismo pueden distinguirse, grosso modo, las cinco fases siguientes:
La del nacimiento y difusión, de 1910 a 1930, representada por Watson y
caracterizada por el objetivismo antimentalista de lo que pudiera llamarse el
conductismo clasico, contestatario, dogmatico y
programatico.
La era de las teorías, de 1930 a 1950, en la que, admitido y depurado el
nuevo enfoque, se elaboran los grandes sistemas -Hull, Tolman, Guthrie,
Skinner- caracterizados por el objetivismo positivista de lo que cabe denominar
elneoconductismo sistematico.
La fase de la crisis, entre 1950 y 1960. Esta representada, primero, por
una crítica interna, según la cual los intentos conductistas
habrían resultado defectuosos por no cumplir adecuadamente las reglas
objetivas en que pretendían basarse: es el argumento principal de la
célebre obra colectiva Modern Learning Theory (Estes et al., 1954). La segunda
crisis es, en gran parte, opuesta; intenta mostrar que la insuficiencia del
conductismo se debe, mas bien, a la insuficiencia de sus propias reglas
y a la pretensión de ajustarse demasiado tercamente a ellas: los
argumentos de este tipo, incluidas las confesiones de mea culpa de los grandes
conductistas, abundan en la enciclopedia dirigida por Koch, Psychology: A study
of a Science, cuyos primeros volúmenes aparecieron en 1959.
De entonces aca es mas difícil abarcar el panorama y
distinguir las etapas. Los trabajos son demasiado numerosos, variados y
cercanos. Es, en general, la época del declive y la caída del
conductismo como sistema, aunque siga siendo una fuente importante de
inspiración, al menos metodológica, y aunque alcance incluso, un
tanto paradójicamente, un nuevo período de esplendor en la
psicología aplicada.
Hara falta esperar algún tiempo para esclarecer con cierta
seguridad esta etapa. A mi juicio, cabe distinguir en ella, tentativa y
provisionalmente, dos fases, sobre todo en lo que a la teoría
fundamental se refiere. La fase del declive,
en que se pasa del conductismo
sistematico a la psicología de la conducta: se rechaza cada vez
mas la interpretación conductista del
comportamiento, pero suele retenerse laconducta, diversamente interpretada, como el objeto de la
psicología. Y la fase de la caída, en que la inmensa
mayoría de los psicólogos, incluso muchos de los que siguen
llamandose, de forma mas o menos metafórica, conductistas,
consideran la conducta, no como el objeto único, ni en muchos casos el
objeto principal, de la investigación psicológica, sino como una
de las vías y, en general, la fundamental, para la verificación
de las hipótesis psicológicas.
Consideremos brevemente cada una de estas fases.
3. El nacimiento del conductismo: Watson
La psicología, como ciencia
autónoma, nace con Wundt en la segunda mitad del siglo XIX.
Surge en la tradición del
paralelismo psicofísico, descendiente legítimo de la
filosofía cartesiana. Distingue dos realidades irreductibles entre
sí: la conciencia, inextensa, cualitativa, subjetiva y privada,
accesible solo por introspección, y el cuerpo, extenso, cuantitativo y
mecanico, objetivo y públicamente observable (Yela, 1963).
Wundt elabora sistematicamente un cierto método introspectivo
para el examen de la propia conciencia y el analisis de sus contenidos,
estados y procesos. La conciencia, así examinada, aparece como una
estructura de elementos -basicamente, sensaciones y afectos- coordinados
en diversos conjuntos mediante leyes de asociación y síntesis, al
modo de una física o una química mental.
La pretensión de Wundt es científica y objetiva. La
introspección ha de articularse, complementaria y congruentemente, con
la observación de las condiciones externas y fisiológicas, y todo
ello someterse a los procedimientos usuales de la ciencia:
observaciónsistematica en circunstancias experimentales
previamente preparadas y controladas, públicas y repetibles, y
admisión exclusiva de los datos, relaciones y leyes obtenidas en estas
condiciones y reiteradamente confirmados por los demas investigadores.
La psicología wundtiana pasa al mundo anglosajón, al que se
adapta de muy diversa manera. En Inglaterra se incorpora, sobre todo, a la
corriente darwiniana en la que se subraya predominantemente, no tanto las
cualidades subjetivas y privadas de la conciencia, cuanto la búsqueda de
las capacidades y operaciones mentales necesarias para explicar los grados
evolutivos de la adaptación del ser vivo a su ambiente. Así, por
ejemplo, los trabajos de Galton o Spearman, en psicología humana, y,
mas directamente, los de Romanes y Lloyd Morgan en psicología
animal y comparada.
En América, por obra principal de Titchener, se mantiene mas
fielmente la psicología de Wundt. Por una parte, se acentúa
incluso, en la escuela estructuralista, el caracter sensista,
elementalista y asociativo de la conciencia - el 'is' de la
consciousness-; por otra, se considera mas bien, en la escuela
funcionalista y muy particularmente en el campo de la psicología animal,
su valor utilitario -el 'is for' de la conciencia-.
Watson, en los primeros años del
siglo XX, comienza a trabajar en la corriente de la psicología animal
funcionalista, característicamente representada por las investigaciones
de Small, Angell y el mismo Watson (1903, 1907). Las pretensiones de objetividad,
propias de toda ciencia empírica, y patentes ya en Wundt, se
habían acentuado, especialmente en psicologíaanimal, donde no
cabe obtener informes introspectivos de los sujetos. De las observaciones
naturalistas y anecdóticas de Romanes (1882), se había pasado el
control mas riguroso de Lloyd Morgan (1894, 1900) y a los trabajos
estrictos de laboratorio de Thorndike (1898) o Small (1899-1900), en
situaciones experimentales cada vez mas simples y controladas. El
psicólogo va limitandose progresivamente a describir los
estímulos que constituyen la situación del
animal -cajas experimentales y laberintos-, las respuestas motoras del organismo y las
asociaciones regulares entre unos y otros que se observan de hecho en la
conducta. A esta descripción se añade finalmente un
analisis de la experiencia subjetiva del animal, de las sensaciones y afectos que
en su conciencia acontecen, para explicar psicológicamente la conducta
observada.
En estos trabajos resulta cada vez mas clara -y mas artificiosa-
la dualidad de procedimientos y el empobrecimiento de los mismos en que
había venido a parar, no del
todo inconsecuentemente, el inicial dualismo wundtiano.
Por una parte, un analisis de los estímulos manipulados del ambiente, de los movimientos del animal y de los factores externos que
controlan las variaciones observadas de su conducta. Todo ello perfectamente
objetivo, público, repetible y confirmable empíricamente.
Por otra parte, una descripción de la experiencia interna del animal, de las
sensaciones, afectos, impulsos y asociaciones que ocurren en su conciencia
privada. Todo ello inferido por analogía con la conciencia humana, y, en
el fondo, aunque mas o menos plausible, puramente supuesto, de
precisiónindeterminada y, sin remedio, incomprobable. Todo ello, ademas
y tal vez sobre todo, perfectamente inútil. Pues a la descripción
objetiva previa de la conducta del animal, de la que ya se ha dado cuenta y
razón mediante el control de los factores externos, sólo se
añade después, por pura inercia de escuela, una repetición
de lo mismo, en lenguaje mental.
Watson que, como
dije, empezó a trabajar según este procedimiento, termina por
rechazar, con razón, el añadido mental gratuito y
supérfluo. Lo que rechaza es el analogo de la conciencia
analítica y sensista de Titchener, en los estudios de psicología
animal. Lo que admite, es lo que queda en estos estudios, cuando se prescinde
de esa conciencia: la conducta observable. Entiéndase bien, la conducta
observable que correspondía a aquella conciencia elementalista y sensista,
justificadamente rechazada; es decir, la conducta como movimiento físico: los
estímulos y las respuestas elementales sentidos, sin el añadido
de la cualidad privada de esas sensaciones.
Se comprende, por lo dicho, que Watson tiene razón sobrada para prescindir
de ese duplicado mental inverificable. Pero Watson no se queda ahí. Da
varios pasos mas, cuya justificación es menos clara. Alega
argumentos pertinentes para rechazar como
inútil la supérflua referencia a una conciencia animal
analoga a la conciencia humana revelada por el introspeccionismo de
Wundt y de Titchener. Sin examen detenido similar, extiende luego este rechazo,
mas bien dogmaticamente, de la psicología animal a toda
posible psicología y de la conciencia titcheneriana a toda posible conciencia,
a toda posibleactividad mental y a toda posible introspección. No
examina tematicamente, por ejemplo, como hubiera debido, el
método introspectivo de Wurzburg (Kulpe, Binet, Woodworth), los varios
tipos de intencionalidad y descripción fenomenológica, o la
posibilidad de realizar inferencias objetivamente fundadas acerca de
capacidades, operaciones, estrategias y procesos mentales, a partir de la
conducta, referidos a ella y controlados y confirmados por sus efectos en ella,
como venía haciéndose de forma mas diversa en los estudios
de Lloyd Morgan, Thomdike, hobhouse (1901) o Yerkes (1905), en
psicología animal, y de Cattell (1904) en psicología humana.
La razón general que esgrime Watson para rechazar todo mentalismo es que
la psicología ha de ser una ciencia como
las demas, especialmente como
la física. La regla es atenerse a lo objetivo; lo objetivo es lo
observable; lo único observable es lo físicamente designable, que
todos pueden pública y repetidamente señalar con el dedo y
comprobar. De ahí que objetivo, para Watson, va a significar
principalmente no mental. La mente es rechazada, en sus primeros escritos, por
inobservable y supérflua; es negada después como inexistente,
porque o bien tendría que entrar en interacción con los procesos
físicos de la conducta, lo que iría, según Watson, contra
el principio de conservación de la energía, o bien habría
que admitir dos mundos independientes y paralelos, lo que conduce, en
último término, para dar cuenta de la experiencia, a
explicaciones ocasionalistas y a la intervención de un Deus ex machina
que trasciende el campo de la ciencia y la hace depender de
teoríasmetafísicas vitandas. Todo lo cual no deja de revelar en
Watson una postura metafísica, bastante burda, por lo demas, como
dira años después un psicólogo y filósofo de
la ciencia americana y estudioso del conductismo: «el error de Watson fue
que, para demostrar que no hay mentes que interactuan, lo que es verdad,
creyó necesario afirmar que no hay mentes, lo que no sólo es
falso, sino estúpido (silly)» (Bergmann, 1956, p. 266).
Prescindir de la conciencia y de la mente significa para Watson, como he dicho, quedarse
con la conducta. Pero, como también he advertido, no con una conducta
cualquiera, como, por ejemplo, las acciones biológicas o personalmente
significativas del ser vivo en su ambiente natural o en su mundo (Yela, 1975b),
sino con la conducta correspondiente a la rechazada conciencia sensista de los
animales en el laboratorio: movimientos físicos en el espacio, tal vez
mas complejos, pero en el fondo indistinguibles de los de una piedra.
El conductismo teórico de Watson -otra cosa es lo que realmente hace en
sus cuidadosos experimentos- termina por consistir en una psicología
caracterizada exclusivamente por su método, el objetivismo antimentalista.
Su objeto es lo que este método permite estudiar: la conducta. Su
contenido, la observación y control de la conducta como movimiento
físico, sucesión de estímulos y respuestas asociados por
leyes de contigüidad, frecuencia y recencia, y, mas precisamente, a
partir de su descubrimiento de Pavlov, en 1916, como cadena de reflejos innatos
y condicionados.
Watson apenas tuvo tiempo para hacer otra cosa que enunciar el programa de la
nuevapsicología, iniciar una traducción apresurada de los
conceptos mentales en términos físicos -por ejemplo, el
pensamiento no sería mas que lenguaje subvocal- y realizar unos
pocos experimentos, algunos especialmente valiosos como el que se refiere al condicionamiento de
miedos infantiles (Watson y Rayner, 1920). Su vida académica fue
demasiado corta para mas. Pero expuso incisiva, elocuente y
fervorosamente su mensaje. La Psicología, ciencia de hechos
físicos en el ambiente físico de los seres vivos, no sólo
podra ser, como la física, perfectamente objetiva, sino que, al
prescindir de hipótesis fisiológicas, conseguira una
completa autonomía, y, al atenerse exclusivamente a los estímulos
y las respuestas, llegara a predecir para cada estímulo la
respuesta correspondiente y para cada respuesta el correspondiente
estímulo. Con lo cual, mediante el control de los estímulos
ambientales, podra, por fin, avanzar con seguridad en el control de la
conducta y elaborar técnicas eficaces para educar, socializar y modelar
el comportamiento de los hombres y evitar o eliminar sus anomalías y
fallos. Para ello la psicología habra de ser reduccionista y
fisicalista (el psiquismo se reduce a la conducta, y ésta a movimientos
físicos), elementalista, asociacionista y mecanicista (la conducta es un
conjunto de elementos, energías físicas y movimientos musculares
y glandulares, que se asocian mecanicamente en un organismo reactivo y
pasivo), periferista y ambientalista (todo acontece en el ambiente, en
él se observan los estímulos y las respuestas; las leyes de su
conexión son las que son, independientemente de lo quepase entre medias,
dentro del organismo, que a efectos psicológicos, es algo vacío,
una black box).
Con estas características, muy ambiguamente cumplidas, por cierto, en la
practica y en la terrminología de Watson -por ejemplo, llama
respuesta a un movimiento muscular, pero también a «dar una
conferencia» o «construir un rascacielos» (Yela, 1974)-, la
psicología entrara en el «seguro camino de la
ciencia» y sera por fin útil. «El conductismo
preparara a los hombres para comprender los primeros principios de su
propia conducta, debe hacerles aspirar impacientes a reordenar sus propias
vidas, debe especialmente hacerles desear prepararse para educar a sus hijos de
modo sano» (Watson, 1925, p. 248).
Aparte de que cabe preguntarse qué pueden significar para un
conductista, en el código de energías físicas y torsiones
musculares, las palabras que he subrayado --comprender, deber, aspirar,
impacientarse, reordenar la propia vida, desear- frases como ésta, muy
abundantes en la obra de Watson, justifican la observación de Woodworth
de que el conductismo propuesto era en el fondo «una religión para
sustituir a la religión» (Marx y Hillix, 1963, p. 166).
Lo que no cabe duda es que el mensaje conductista, pese a polémicas sin
fin, prendió en la psicología americana. Los tiempos le fueron propicios.
Lo he examinado en otros lugares (Yela, 1963, 1974, 1975a). Las demandas de
rigor experimental y objetivo crecían por doquier. Los estudios
psicológicos versaban cada vez de forma mas directa y explícita
sobre la conducta, cualquiera que fuese el papel y la importancia que se
concediera a lo mental. Lamisma física atravesaba la convulsión
relativista y cuantica y se replanteaba sus fundamentos
metodológicos y epistemológicos, con la búsqueda, sobre todo
por el neopositivismo lógico, de criterios formales de observabilidad y
verificabilidad, en cierto modo orientados a resolver el tipo de problemas que
abordó Watson.
Admitido, en principio, el programa; desechada por inútil e
incomprobable la descripción de la conciencia privada del otro, se da
por sentado, hacia finales de los años veinte, la adhesión de
muchos de los principios psicológicos americanos al objetivismo
metodológico.
Hace falta, sin embargo, poner en practica el método, cumplir el
programa, desarrollar el trabajo experimental concreto y construir la
teoría psicológica anunciada.
Para ello se busca un objetivismo formal,
crítico y riguroso. No hay que rechazar sólo lo mental, sino todo
lo inobservable. Lo cual significa, a la vez, que no hay que rechazar lo mental
qua mental, sino en la medida en que sea inobservable. El rigor objetivo y el
atenimiento a lo observable -que es el núcleo mas firme del conductismo de
Watson- lleva a la búsqueda de un método que sea suficiente para
definir y comprobar lo que es observable y para desechar lo que no lo sea.
Se recurre para ello a la filosofía de la ciencia física y, muy
especialmente, al neopositivismo lógico. Se aspira a utilizar, en la
construcción de una nueva ciencia psicológica, un procedimiento
valido para toda la ciencia, unas reglas explícitas y formales
para elaborar conceptos, enunciados y teorías que tenga, por lo pronto,
sentido (meaning) científico, y para comprobar,después, su
validez efectiva.
Comienza, así, la segunda fase del
conductismo.
4. La era de las teorías. El neoconductismo sistematico
Entre 1930 y 1950, numerosos psicólogos, entre los que sobresalen Hull,
Toman, Guthrie y Skinner, abordan la tarea de construir la nueva ciencia.
Todos mantienen el conductismo de Watson y todos lo depuran. La
depuración consiste en preservar el objetivismo metodológico y
prescindir del
objetivismo metafísico. Todos reconocen explícitamente la
conciencia y la mente; todos las excluyen de sus sistemas, por inobservable, o
tratan de reducirlas a conceptos de contenido observable en la conducta y a
relaciones públicamente verificables. Todos concuerdan en el
propósito común de transformar el conductismo programatico
de Watson en un conductismo sistematico cuyos datos sean,
exclusivamente, estímulos y respuestas físicamente designables y
cuyos conceptos, enunciados y teorías tengan un
«significado» estrictamente empírico. Recurren para ello a
la aplicación de criterios de verificabilidad, tomados del neopositivismo
lógico -sólo lo empíricamente verificable tiene
significado científico y sólo empíricamente verificado es
científicamente valido-, definiciones operacionales, tomadas de
Bridgman (1927) -un concepto se define por las operaciones empíricas que
hay que realizar para identificarlo- y variables intermedias, ideadas por los
propios neoconductistas (Tomman, 1932, 1936): si para dar cuenta de las
relaciones entre las variables independientes y dependientes, es decir, los
estímulo y respuestas, hace falta introducir otras variables no directamente
observables, elsignificado de éstas se reduce a expresar las
regularidades constatadas entre aquéllas, sin que posean ningún
significado adicional ni existencia propia.
Todos mantienen, asimismo, la pretensión de Watson de elaborar una
psicología que dé cuenta de la conducta de todos los seres vivos,
incluido el hombre. Así lo delatan los mismos títulos de sus
obras sistematicas: Principios de la Conducta (Hull, 1943), La conducta Intencionada de los
Animales y del Hombre (Tolman, 1932), Psicología del Aprendizaje
(Guthrie, 1935), La conducta de los Organismos (Skinner, 1938). Pero todos,
como Watson, practicamente se limitan, de hecho, a estudiar el
comportamiento de unos pocos animales -perros, gatos y, sobre todo, ratas y
palomas- en tareas simplificadas de aprendizaje y en situaciones artificiales
de laboratorio, muy distantes e indeterminadamente diferentes de su ambiente
natural: cajas de las que el animal tiene que aprender a salir, o en las que
tiene que aprender a bajar una barra o a picotear en un círculo, y
laberintos que el animal tiene que aprender a recorrer.
La evolución del
conductismo no se limita, sin embargo, a lo dicho. Hasta aquí, he
destacado la relativa continuidad metodológica y la unidad formal de los
neoconductistas. Hay que añadir en seguida que esta unidad es, en
efecto, meramente metodológica y formal. En todo lo demas se
quiebra y fracciona. Ni Watson y los neoconductistas, ni éstos entre
sí, comparten un cuerpo común de conocimientos, explicaciones y
resultados fundamentales, que pudieran ir progresando y se articulara, por fin,
como se pretendía, en una psicología conductista.Discrepan los
neoconductistas, para empezar, en la interpretación del método
común. Para Hull, la teoría ha de establecerse en forma
hipotético-deductiva, mediante la enunciación inequívoca
de un conjunto de postulados empíricamente verificables, independientes
y compatibles, la deducción lógica o
lógico-matematica, a partir de ellos, de teoremas y la verificación
final de los mismos.
Tolman y Guthrie, en principio de acuerdo con Hull, apenas formalizan sus sistemas. Tolman
presenta un conjunto de hipótesis, puestas ilustrativamente en
conexión mediante diagramas y aclaraciones verbales, y lo sustenta
mediante la comprobación empírica de deducciones cualitativas. Guthrie
se limita a repetir incansablemente un solo principio explicativo -la
contigüidad-, a criticar agudamente a los demas y a presentar
ingeniosos pero anecdóticos ejemplos experimentales.
Skinner, veinte años mas joven que los otros, adopta una postura
metodológica opuesta a todos ellos. Rechaza, como innecesaria o
prematura, toda pretensión teorética, renuncia al método
hipotético-deductivo, se. niega a formular hipótesis y a proceder
a verificaciones, y se ocupa, exclusivamente, en comprobar, con el maximo
rigor experimental posible y con el mínimo uso de variables intermedias
-que, por lo demas, abandonara después-, las relaciones
empíricas entre las variables escogidas para representar, en una primera
aproximación, el comportamiento de los seres vivos.
Las diferencias entre los neoconductistas son aun mayores respecto al
contenido. Todos estudian el aprendizaje animal en parecidas situaciones de
laboratorio. Pero, incluso en estesimple contexto, discrepan en todo. Discrepan
en cuanto a lo que el animal aprende: respuestas, conexiones
estímulo-respuesta (S-R), asociaciones entre estímulos (S-S),
expectativas, relaciones. Discrepan en cuanto al mecanismo por el que el animal
aprende: contigüidad, reforzamiento, ensayo y error vicario,
confirmación de expectativas, transposición. Y discrepan en
cuanto a la interpretación de ese mecanismo: muestreo de
estímulos y respuestas en el establecimiento incremental de conexiones
entre los patrones de energías y de movimientos, o refuerzo como
reducción de necesidades, reducción de impulsos,
satisfacción hedónica, mantenimiento de la propia actividad,
cambio significativo en la estructura de la estimulación o mera
comprobación empírica del aumento de la probabilidad de la respuesta.
Unos, como Guthrie, se inclinan por subrayar los
elementos; otros, como Tolman, por destacar el
caracter molar de la conducta; mientras otros, como Hull y Skinner, vacilan entremedias.
Para Guthrie y Skinner, y ambiguamente para Hull, la conducta es mas
bien una cadena de conexiones mecanicas y periféricas entre
estímulos y respuestas; para Tolman, por el contrario, la conducta es
intencionada y dirigida centralmente por un animal activo y, como alguna vez
dijo, «sumido en un mar de hipótesis».
Durante toda esta fase son constantes las disputas entre los grandes
neoconductistas, a propósito de estos y otros puntos substantivos de sus
sistemas. Cada cual idea experimentos cruciales en que su teoría se ve
confirmada y las contrarias falsadas. Los otros no tardan, sin embargo, en
acomodar su propia teoría,con las adiciones ad-hoc necesarias, para
hacerla congruente con los hechos. Recuérdense, por ejemplo, las
célebres polémicas entre Hull y Tolman sobre el aprendizaje
latente.
Y así, después de veinte años de trabajo, agudez e
ingenio, el conductismo, finalmente, no ha conseguido su propósito de
construir una teoría científica bien establecida que, progresiva
y autocorrectivamente, pudiera sustituir con ventaja a todas las demas.
Su evolución indica, por el contrario, que, primero, ha tenido que
resignarse a convivir con todas las psicologías que pretendía
desplazar o hacer innecesarias -funcionalismo, introspeccionismo
fenomenológico y de autoobservación, Gestalt,
psiconeurología, psicologías personalistas, psicoanalisis,
etc.- y, segundo, y lo que es peor, que el mismo conductismo se ha dislocado
internamente en varias escuelas antagónicas e irreconciliables.
La cuestión inquieta, por supuesto, a los propios neoconductistas y,
sobre todo, a sus inmediatos sucesores. Tratar de contestarla es el objeto de
la tercera fase.
5. La era de las crisis
La primera respuesta a la cuestión de por qué los neoconductistas
fracasaron en la consecución de un sistema, es que no fueron
suficientemente conductistas; es decir, que no se atuvieron con rigor a sus propias
reglas. Es lo que concluyen, en esencia, Koch, Maccorquodale y meehl, Mueller y
Schoenfeld, y Verplanck, en su famosa obra Modern Learning Theory (Estes et
al., 1954), en la que someten a crítica los cuatro grandes sistemas.
Trataré de resumirla.
Por descontado, las teorías de Tolman y Guthrie carecen de la
mínima formalización y, por lodemas, en sus conceptos
teóricos y variables intermedias se deslizan «constructos
hipotéticos» (Maccorquodale y Meehl, 1948) con significado
adicional al que explícitamente se les asigna en la teoría. Todo
ello impide la verificación inequívoca de sus hipótesis e
introduce confusiones inevitables.
Los empeños mas rigurosos y fieles a la estricta
metodología positivista son, aunque en formas dispares, los de Hull y Skinner.
Pero, de nuevo, en Hull,
los postulados no son inequívocos, ni todos son consistentes ni
independientes, ni su conjunto es suficiente; las variables independientes y
dependientes no son exclusivamente empíricas; las
«intermedias» tienen connotaciones «existenciales», y
las relaciones entre todas ellas no estan definidas de forma
cumplidamente operacional. «Estrictamente hablando, no es posible derivar
ningún teorema concreto en la teoría (de Hull). Ello se debe a la
indeterminación de los postulados, al caracter incompleto de las
estructura formal y a la vaciedad empírica de muchas de las
variables» (p. 88).
El caso de Skinner es muy distinto. Su sistema consta solamente de leyes
comprobadas y conceptos teóricos que se limitan a resumir los datos y
leyes. Nada mas. Skinner muestra, no explica. Ha mostrado que se dan
ciertas leyes entre ciertos aspectos de la conducta y ciertos aspectos del ambiente. Conducta
es lo que obedece a esas leyes. Lo que no las obedezca, si existe, simplemente
no es conducta en el sistema de Skinner. Por consiguiente, no se ocupa de ello
(p. 288). Si, por ejemplo, los experimentos sobre aprendizaje latente muestran
que hay adquisición de aprendizaje sinrefuerzo, el caso cae, por
definición, fuera de su sistema y no se puede tratar.
Por otra parte, Skinner estudia unos pocos animales -perros, primero; luego,
casi exclusivamente, ratas; después palomas-, en un solo ambiente -la
caja de Skinner-, con cierto tipo de refuerzos -comida, bebida y pocos
mas- y averigua y muestra las relaciones entre los programas de
reforzamiento y los cambios en la conducta operante -tasas de respuesta, curvas
acumuladas y moldeo (shaping) de la respuesta. No se interesa por los
resultados obtenidos en otro tipo de experimentos, ni por las implicaciones de
otras teorías. No aporta ninguna indicación acerca de si es
posible, y como,
extender sus leyes a otros casos. Y ello, a pesar de que su pretensión
es exponer las leyes sistematicas que den cuenta de «todo el
comportamiento de todos los organismos en todos los ambientes» (p. 270).
Y, a pesar de que, de hecho, Skinner es el que mas osadamente ha
generalizado sus hallazgos a los fenómenos y casos mas complejos,
incluido el comportamiento lingüístico, simbólico y
ético del hombre y el «diseño» y planeamiento de la
cultura.
El rechazo de toda formalización y teoría hace muy difícil
coordinar el sistema de Skinner con los demas y es otro factor que
explica la disgregación del
conductismo en varias escuelas neoconductistas.
La crítica minuciosa de Modern Learning subraya, ademas, un
defecto común a los cuatro sistemas. Todos declaran
explícitamente que sus conceptos teoréticos o sistematicos
y sus leyes se refieren a los estímulos y respuestas en tanto que
«observables físicos», -energías y movimientos
mientras que,por el contrario, sus datos observados se refieren casi siempre a
estímulos y respuestas «globales», es decir, a las
«situaciones y objetos» a los que el animal responde -barras,
laberintos- y a las «acciones» con que responde -doblar a la
izquierda, llegar a la meta, apretar la barra-. Ahora bien, estos objetos y
acciones solo son designables e identificables por su sentido
psicobiológico, pero no por su variable contenido físico.
Es, precisamente, lo que se va a reprochar a los diversos neoconductismos, en
la segunda fase crítica (Koch, 1959). No que no hayan aplicado con rigor
las leyes en que pretendían basarse, sino el haber creído
demasiado en ellas. Se arguye que la pretensión de montar desde la nada
un sistema científico lógicamente perfecto había sido,
cuando menos, prematura. Se les acusa de haber simplificado en exceso, para
lograrlo, el complejo campo psicológico. Se les recuerda que una
psicología de la conducta, estrictamente objetiva, exige considerar la
conducta precisamente qua conducta, es decir, como algo, desde luego,
físico, pero solo identificable por su significación
psicológica, como acción biológica o personalmente
significativa con la que el ser vivo responde a una situación definible
por lo que para él, o para su adaptación, biológica o
personalmente significa (Yela, 1974).
Es lo que vienen a reconocer al final de sus vidas los propios neoconductistas.
Hull, que había muerto en 1952, confiesa
en un libro póstumo del
mismo año, lo prematuro de su intento y la necesidad de esperar, si
acaso, a una mayor madurez de la psicología para proseguirlo. Tolman y
Guthrie quefallecen en 1959, declaran en el volumen segundo de Koch (1959, p.
98 y p. 769, respectivamente), que sus constructos hipotéticos y
teóricos son efectivamente «cognitivos» y que eso es lo que
confiere significado psicológico (meaning) a los estímulos y a
las respuestas. Skinner se hace cada vez mas radicalmente empirista y
subraya que sus leyes se refieren a las «clases» o unidades
funcionales que el psicólogo percibe como mas pertinentes y representativas
de la conducta animal.
Ahora bien, si el estímulo incluye su significación para el
organismo y la respuesta su acción significativa sobre el medio,
entonces «se elimina toda base para diferenciar en su valor
epistemológico el lenguaje S-R y el lenguaje que se ha llamado
subjetivista» (Koch, 1959, vol. 3, p. 569). De ahí que se aprecie
una cierta convergencia entre el conductismo y otras corrientes. Pero, como añade Koch, «la
convergencia presente es una buena parte unilateral: son los teóricos
S-R los que se han desplazado y son los teóricos preocupados por el
hombre los que se han mantenido (relativamente) quietos» (p.763).
No es extraño que, por estas fechas, Miller, Galanter y Pribram (1960,
p. 211) se confiesen «conductistas subjetivos» y que Hebb, en su
discurso presidencial a la Sociedad Americana de Psicología (1960)
declare: «La mente y la conciencia, las sensaciones y las percepciones,
los sentimientos y las emociones, todas son variables intermedias y constructos
y, hablando con rigor, forman parte de la psicología de la
conducta».
El conductismo crítico sigue, pues, manteniendo su pretensión
objetivista y abarcadora. Pero, en estafase, va abandonando su caracter
fisicalista y perdiendo tanto su ambición de elaborar un sistema
completo, rigurosamente construido con reglas formales, como su neta distinción respecto a
toda otra corriente psicológica que se apoye y fundamente en el estudio
experimental de la conducta.
El conductismo, como
sistema, va desapareciendo, a medida que desaparecen sus grandes
artífices. Sólo Skinner queda vivo y vivaz. Solo persiste, en
cierto modo, ya veremos cómo, su sistema.
6. El conductismo hoy
En los últimos veinte años la bibliografía es, como dije, demasiado
próxima, abundante y diversa. Cualquier juicio sobre ella sera,
sin remedio, dudoso. Creo, sin embargo, que la evolución del conductismo prosigue
y acentúa la orientación de la fase precedente: El conductismo
esta en declive y, tal vez, en vías de desaparición.
Entre las varias perspectivas que podrían adoptarse para resumir la
historia de estos años, quizas la mas pertinente sea la de
considerar las investigaciones en torno al aprendizaje y al condicionamiento,
los temas preferidos del
conductismo.
La tradición conductista se ha apoyado siempre en dos tipos de procesos
basicos, el condicionamiento clasico, pavloviano o respondiente,
por el que se incorporan nuevos estímulos a la conducta, y el
condicionamiento instrumental, skinneriano u operante, por el que se mantiene,
modifica y enriquece el repertorio de respuestas. Aunque estos dos procesos no
han sido descubiertos por el conductismo, que los toma de Pavlov y Thomdike, y
aunque su diferenciación había sido reconocida ya por Troland
(1928), Schlosberg (1934) y Konorski y Miller(1937), su uso y distinción
sistematica es una característica muy saliente del
neoconductismo, sobre todo desde Skinner (1938): la conducta o es respondiente
o es operante y, en todos los casos, obedece a las leyes de uno u otro
mecanismo.
Pues bien, la investigación de los últimos veinte años,
incluso en los ambientes mas o menos conductistas -que son los
únicos que venimos examinando- muestra que ni estos dos modos de
condicionamiento son los únicos, ni se puede dar cuenta de ellos sin
recurrir a procesos centrales, psiconeurológicos y cognitivos.
De Bandura (1962, 1977) a Mussen (1967), Rotter y hochrreich (1975) o Tarpy y
Mayer (1978), una abundantísima indagación subraya la importancia
de otro tipo de condicionamiento, el llamado vicario o por observación,
ya insinuado por Tolman, en el que el sujeto aprende sin dar ninguna respuesta
manifiesta y sin que ninguna pueda, por consiguiente, ser reforzada. El
aprendizaje por observación, la imitación, la
identificación y otros fenómenos similares, irreductibles a los
condicionamientos respondientes y operantes, parecen, sin embargo, necesarios
para explicar una buena parte del aprendizaje social y suponen la
intervención de procesos cognitivos, como la asociación e
integración de experiencias sensoriales, imagenes y recuerdos, la
codificación de señales y, sobre todo, cuando el sujeto dispone
del lenguaje, la codificación y la comprensión verbales.
El condicionamiento clasico procede obviamente de Pavlov. Pero el
conductismo lo ha desgajado de todo contexto histórico, que es el que en
su descubridor le da sentido. El estímulo condicionando
erafundamentalmente una señal y el reflejo, un instrumento
fisiológico de adaptación y conocimiento: «Cuando se forma
una conexión o asociación, ésta representa,
indudablemente, un conocimiento de la cosa y un conocimiento de las relaciones
definidas que existen en el mundo exterior. Y cuando se utiliza a la vez
siguiente, entonces aparece lo que se llama comprensión (insight)»
(Pavlov, citado por Hilgard y Bower, 1976, p. 86).
El condicionamiento pavloviano, articulado en una teoría
psicológica, ha sido aprovechado en la investigación
soviética mas bien que en la conductista. De Vygotski a Luria,
por ejemplo, el concepto capital de «segundo sistema de
señales» se ha utilizado, no sólo para indagar el
condicionamiento semantico o el refuerzo de respuestas verbales, sino
para averiguar el papel del lenguaje en el desarrollo de la conducta y, a
través del lenguaje interno, en el desarrollo del pensamiento, la
asimilación de la cultura y la autorregulación voluntaria
(Hilgard y Bower, 1976, p. 83; Luria, 1974, 1979).
Este sentido psicobiológico se va recuperando asimismo en la
tradición conductista, la cual, como señala Estes (1972b),
reconoce cada vez mas que, para lograr la asociación S-R, no
basta la contigüidad; es preciso, ademas, que los estímulos
condicionado e incondicionado se distingan, sean «salientes» -para
lo cual hay que admitir procesos de orientación, percepción y
atención activa del organismo (Konorski, 1967)- y que el resultado del
ensayo proporcione nueva información al sujeto y lo
«sorprenda», reduciendo su «activa incertidumbre»
acerca de qué seguira al estímulo condicionado (Eggery
Miller, 1962; Kamin, 1969; Wagner, 1969).
La contraposición entre las teorías hullianas y skinnerianas del
reforzamiento S-R, mas bien periféricas, mecanicas y
pasivas, y las teorías tolmianas S-8, mas bien centrales,
cognitivas y activas, se va resolviendo a favor de estas últimas, como
ya indicaron Melton (1950), Macdorquodale y meehl (Estes et al., 1954) y
reconoce Estes, cada vez mas tajantemente (1972a, 1976).
Los partidarios de la teoría S-R admiten crecientemente procesos
centrales, como, por ejemplo, de «esperanza» y «miedo»,
memoria y selección de respuestas (Mowrer, 1960), mecanismos hedónicos
hipotalamicos (Miller, 1963) y de memoria y selección de
estímulos (Estes, 1972b). Es típica a este respecto la
evolución de Estes, un discípulo directo de Skinner. En sus
modelos matematicos del aprendizaje se
basa, primero, en la mera contigüidad de Guthrie (1950), luego, en el
refuerzo hulliano y skinneriano (1959), y, finalmente, en el valor informativo
y cognitivo del
refuerzo y la experiencia (1972a, 1976).
La admisión creciente de constructos psiconeurológicos centrales,
revela una cierta convergencia entre la teoría S-R y la
psicofisiología de la actividad mental, en la que cada vez se
acentúa mas la importancia de procesos cognitivos, definidos como
unidades de «equivalencia funcional» de patrones neurológicos
(Fodor, 1968). Estos patrones, física y fisiológicamente
variables, por lo general, en sus elementos, son sólo identificables por
su significación psíquica en la vida del organismo, como procesos
organicamente reales de atención, percepción, memoria,
toma de conciencia,alerta, vigilancia, activación, arousal,
elaboración activa de información y decisión reflexiva y
voluntaria (vid. Yela, 1974, pags. 67-71).
En el aprendizaje humano se acentúa aún mas la
interpretación cognitiva del reforzamiento, en el sentido de reconocer
que los premios y castigos contribuyen al aprendizaje en función
principal de su valor informativo (p.e. Nuttin y Greenwald, 1968; Buchwald,
1969; Atkinson y Wickens, 1971; Estes, 1976) e incluso que el evento reforzante
tiene distintas consecuencias conductuales y subjetivas según que el
sujeto lo perciba como meramente ulterior a su actividad o como efecto
intencionado de su propia acción (Nuttin, 1974), hecho, por lo
demas, subrayado en numerosas aplicaciones clínicas de la terapia
de conducta.
Mas directamente cognitiva es, dentro de la tradición
conductista, la línea de trabajos que, sobre el aprendizaje como proceso
de comprobación de hipótesis, va de Lashley, Tolman y Krechevsky
a Levine y colaboradores, pasando por ciertos modelos matematicos de
cadenas de Markov con varios estadios, como los propuestos por Bower y
Trabasso, cuya exposición y bibliografía ofrece Levine (1975).
Esta corriente, al principio opuesta, viene a confluir, aunque con matices
propios, con las teorías S-R, en la medida en que éstas van admitiendo,
como acabamos
de ver, interpretaciones cognitivas. Confluye asimismo con las múltiples
concepciones de la conducta como
elaboración de «planes» y «proyectos» y su
comprobación en la experiencia. Recuérdese, por ejemplo, el TOTE
de Miller, Galanter y Pribram (1960).
Hay que añadir que el estudio de un sinfín decuestiones
particulares de la teoría del
aprendizaje esta replanteando en nuestros días los conceptos y
problemas de la psicología de la mente en el contexto de la
investigación experimental de la conducta. Por ejemplo, la
cuestión del autorrefuerzo y la resistencia a la extinción, que
se enfoca en función de la frustración del sujeto (Amsel, 1958,
1962), de la disonancia cognitiva de los estímulos (Capaldi, 1967; vid.
Fernandez Trespalacios y cols., 1978), o incluso los temas de la
conciencia (Natsoulas, 1978) y de la introspección (Lieberman, 1979).
Este último trabajo, que se titula El conductismo y la Mente, lleva el
significativo subtítulo Una (parcial) llamada en favor de un retorno a
la introspección.
El ejemplo de conceptos y términos mentales es, por supuesto, mas
directo y explícito, en los modelos y teorías que se apoyan,
dentro de los círculos allegados al conductismo, en el procesamiento de
la información; la simulación del aprendizaje, la memoria y el
pensamiento; la inteligencia artificial; las teorías de sistemas y de la
decisión; la psicofísica del riesgo y, a fortiori, las
múltiples orientaciones de la psicología deliberadamente
«cognitiva» (Vid. amplia exposición y bibliografía en
Turpy y Mayer, 1978, y en los seis volúmenes dirigidos por Estes,
1975-1978).
Creo que el resumen de Dodwell (1972, p. 13) es hoy tan valido o
mas que cuando lo hizo: El desarrollo mas significativo en la
psicología del aprendizaje se caracteriza «porque el acento se
desplaza de las teorías del control de la conducta por medio del premio
y del castigo a una visión mas 'cognitiva', a
preguntarse cual es lainformación que los organismos recogen de
su ambiente y cómo esta información les sirve para guiar sus
varias acciones».
No parece haber mucha duda. El conductismo sistematico acentúa su
declive y, practicamente, ha desaparecido; se inserta en corrientes
mas amplias de la psicología de la conducta, adquiere un tinte
cada vez mas «cognitivo», crece su interés directo
por variables, fenómenos y procesos de significación claramente
mental y, finalmente, se disgrega en muy diferentes orientaciones y trabajos,
cada cual ocupado, con las características dichas, en elaborar la
microteoría correspondiente a sus temas de estudio.
Sólo Skinner permanece, impertérrito, en su conductismo
empirista. Y, ciertamente, mientras no sale de él, es inatacable.
Mas que una teoría, lo que propone es una tecnología. Y,
en el ambito comprobado, la tecnología que ha descubierto es ampliamente
útil y fecundamente prometedora. El problema que plantea es el de su
generalización.
Porque Skinner, que suele subscribir el newtoniano hypothesis non fingo y
aconsejaba atenerse a lo comprobado y evitar toda extrapolación (1938,
p. 442), ha olvidado con frecuencia su propio consejo y ha extrapolado con
fruición, analógica, imaginativa y sobreabundantemente, de la
conducta operante de la rata blanca y la paloma a la vida total del hombre, la
sociedad y la cultura: Walden Dos, 1948 (edición española, 1968);
Ciencia y Conducta Humana, 1953 (ed. esp. 1970); La Conducta Verbal, 1957;
Mas alla de la Libertad y la Dignidad, 1971 (ed. esp. 1972).
Estas generalizaciones no parecen justificadas. Encierran, desde luego, un
núcleo de verdad,pero contienen innumerables equívocos y
limitaciones.
La interpretación teórica meramente ambientalista y
mecanica del
reforzamiento -que, en verdad, nunca ha defendido explícitamente
Skinner, pero que esta implícita en sus trabajos- queda
fuertemente en entredicho y en muchos casos refutada, en las investigaciones a
que aludí mas arriba.
A la conducta respondiente y operante hay inevitablemente que añadir la
conducta biológicamente peculiar y naturalmente adaptativa de cada
especie, y el aprendizaje vicario, que no se ajustan - Skinner diría que
ni tienen por qué ajustarse - a las leyes del sistema skinneriano.
Numerosos autores, entre ellos discípulos y colegas de Skinner, como los
Breland y Herrnstein, señalan los límites biológicos del
aprendizaje, asunto del que han tratado ampliamente los etólogos y sobre
el cual la bibliografía reciente es tan copiosa como demostrativa de la
insuficiencia y falta de generalidad de las leyes del condicionamiento operante
(p.e. Breland y Breland, 1961; García y Koelling, 1966; Seligman y
Hager, 1972; Bolles, 1970, 1972; Herrnstein, 1977).
Todo ello pone de relieve que, si no explícitos en el sistema de
Skinner, sí, al menos, implícitos en sus generalizaciones
analógicas, subyacen tres grandes supuestos encubiertos. Dicho
brevemente -aunque la concisión les preste un cierto matiz
caricaturesco- son los siguientes. El supuesto de la generalización
ambiental: la caja de Skinner es representativa de todos los ambientes; el
supuesto de la generalidad específica: la rata y la paloma son representativas
de todas las especies de seres vivos; y el supuesto de lageneralidad
comportamental: las operantes, estímulos y refuerzos empleados por
Skinner, y la tasa de respuestas, como variable dependiente, son
representantivos de los aspectos importantes de todo comportamiento.
Ninguno de estos supuestos -u otros mas rigurosamente formulados, que
exigirían amplio espacio (vid., p.e. Meehl, 1950; Seligman y Hager,
1972; Heemstein, 1977; Mackenzie, 1977)- encuentran justificación en los
resultados experimentales. O bien el conductismo de Skinner propone una
explicación teórica que permita pronosticar y generalizar, cosa
que no ha hecho, o bien es preciso proceder, caso por caso, al examen
experimental riguroso de cada comportamiento, cada ambiente y cada organismo.
Es lo que, en buena parte inspiradas por el conductismo, estan haciendo
la teoría y la practica de la «modificación de
conducta», tanto en el laboratorio como en situaciones practicas,
clínicas, educativas y comunitarias, y lo mismo en el mundo anglosajón
que, cada vez con mas frecuencia, en todas las latitudes. Hace
sólo unos meses Petermann (1979) encontraba, por ejemplo, que en el
ambito aleman, el cincuenta por ciento de las publicaciones
psicológicas de tipo terapéutico en los últimos
años versan sobre terapia y modificación de conducta.
Pero ello va exigiendo el estudio preciso de lo que Kanfer (1978) viene
llamando factores alfa, beta y gamma, es decir, variables y procesos
ambientales, autogenerados y biológicos, así como el examen de sus mutuas interacciones.
Lo cual va descubriendo un panorama complejísimo de relaciones entre
variables y cuasi-variables (Pinillos, 1979) y entre sujetos ysituaciones, que,
lejos de mostrar la eficacia de la mera aplicación de cualquier sistema
conductista, esta replanteando toda la problematica del
método, contenido y sentido de la investigación
psicológica teórica y aplicada2.
En todo caso, la terapia de conducta, que tiene claros precedentes en el
conductismo (Watson y Rayner, 1920; Skinner et al., 1954), ni empieza con
él, ni se reduce a su aplicación. Empieza mucho antes, por
ejemplo, desde 1890, con Morton Prince y Boris Sidis (Freedberg, 1973), y,
mas específicamente, como
un intento de complementar las psicoterapias tradicionales y
psicoanalíticas, de dudosa eficacia, con técnicas de
condicionamiento y relajación tomadas de Pavlov y Jacobson (Salter,
1949; Wolpe, 1952). Y, desde luego, no consiste hoy principalmente en la
aplicación de procedimientos conductistas. Incluso los que así se
autodenominan lo hacen de una manera cada vez mas metafórica
(Locke, 1971).
El panorama de la terapia y modificación de conducta es en la actualidad
sumamente complejo y variado y presenta un evidente matiz ecléctico. Lo
ha expuesto con claridad y competencia Pelechano (1978). La tendencia es
aceptar toda técnica que resulte eficaz, sin reparar demasiado en su
procedencia, con tal de que consten sus fundamentos científicos y
aún, en bastantes casos, sin que se sepa bien cuales son esos
fundamentos o, incluso, se sospeche que no existen (vid., p.e. Rimm y Masters,
1974; Bergin y Suinn, 1975; Foreyt y Rathjen, 1978; Brengelmann, 1978).
Entre las orientaciones mas rigurosas sobresalen las que pretenden
fundamentar en un analisis funcional cuidadoso lacapacitación del cliente para la propia autorregulación y
autocontrol y para ayudarle a que sea él mismo quien dirija su conducta,
cambie su ambiente y se haga mas independiente del medio que le rodea. Que es,
después de todo, lo que soñaba Watson y sueña Skinner.
Este último, en Mas alla de la libertad y la dignidad
(1972, p. 255) subraya la importancia del
autocontrol y distingue entre el yo que controla y el yo controlado,
«aunque ambos queden dentro de la misma piel». Lo que recuerda, como en otros
términos señala agudamente Carpintero (1978, p. 9), el orteguiano
«yo soy yo y mi circunstancia».
Sólo que el autocontrol, al que analógicamente alude Skinner, se
logra de hecho, en las técnicas de modificación de conducta,
penosamente y por sus pasos contados, a través, desde luego, de contingencias
ambientales y fisiológicas, pero, sobre todo, mediante procedimientos
complejos de autoobservación, autoevaluación y autorrecompensa,
que implican el juego de numerosas variables cognitivas y sus interacciones e,
incluso, en forma todavía poco conocida, el uso y dominio de la propia
actividad consciente, la apropiación subjetiva de parte del proceso y la
atribución del control al propio cliente (Kanfer, 1978).
Parece que tampoco el sistema de Skinner, el último baluarte del conductismo, logra
mantenerse incólume. Ni es, ni lo pretende, una teoría
psicológica. Y, como
tecnología, se va transformando, en contacto con los casos reales, en
una serie de formulaciones teóricas y de procedimientos practicos
cada vez mas alejados de los supuestos conductistas.
No resulta quizas exagerado afirmar que elconductismo ha muerto. En los
últimos años varios autores tratan incluso de escribir su
epitafio. El que mas incisivamente lo ha hecho es Mackenzie (1977).
Intenta mostrar este autor que el conductismo no sólo ha fracasado, sino
que tenía forzosamente que fracasar. No ha llegado nunca a ser una
corriente científica normal; no ha constituído nunca un
«paradigma», en el sentido de Kuhn. No ha dispuesto nunca de un
logro científico substantivo y metodológico a partir del cual la comunidad
científica hubiera podido seguir acumulando un cuerpo progresivo de
conocimientos. Desde el principio, se ha escindido en teorías dispares y
polémicas, a vueltas siempre con los fundamentos mismos de la psicología,
que han formado, por consiguiente, mas que una ciencia, un conjunto de
escuelas precientíficas y pre-paradigmaticas. No podía ser
de otro modo, dada la pretensión común -la única
común- de elaborar un sistema mediante criterios lógicos y
formales, según las normas del
neopositivismo. Porque estos criterios de «sentido» (meaning) y
«validez» son incapaces de generar una doctrina científica
substantiva. Todos ellos - verificabilidad, falsabilidad, confirmabilidad,
etc.- son insuficientes, primero, porque ellos mismos, por su propio enunciado,
carecen de «sentido» científico. Por ejemplo, el criterio
«solo tiene sentido científico lo empíricamente
verificable», no es verificable empíricamente. Segundo, porque su
aplicación ni es suficiente, ni lógicamente segura. Por ejemplo,
los juicios universales no pueden ser verificados, ni los existenciales
falsados. Los mismos positivistas y filósofos de la ciencia hanterminado
por admitir que los criterios formales pueden servir, a lo mas, como orientación.
Son útiles para revisar, en un contexto teórico, los conceptos
dudosos de una ciencia ya hecha. Son en gran parte estériles para
construir una ciencia nueva. Ninguna regla metodológica formal puede
sustituir en la elaboración de una ciencia a las grandes ideas, al
atenimiento a la realidad investigada, a la comprensión y agudeza del
científico para decidir qué es lo importante y qué lo
trivial, a qué hechos atender con preferencia, cuales son las
hipótesis que merece la pena poner a prueba, qué discrepancias
entre la teoría y los datos son soportables y cuales son
inadmisibles, etc.
El excesivo apego a los principios formales ha llevado al conductismo a
elaborar sistemas artificiosos en los que las intenciones substantivas de cada
autor permanecían en gran parte implícitas y, cada vez que se
proponía un experimentum crucis, se iban modificando ad hoc, para
mantener indemne la propia teoría y rebatir la del contrario. Lo cual
tenía que impedir, forzosamente, toda convergencia y todo progreso
común.
El conductismo, según Mackenzie, ha hecho tan sólo dos grandes
aportaciones a la psicología. Una, la mas importante, es
negativa: haber demostrado practicamente la imposibilidad de construir
un sistema científico sobre los supuestos conductistas. Otra, positiva,
pero secundaria, consiste en el entrenamiento que ha proporcionado a los
psicólogos, sobre todo en la corriente del
analisis experimental y de la tecnología de Skinner, para
«percibir» con suma finura las unidades significativas del comportamiento.
Elconductismo ha sido, velis nolis, algo así como una fenomenología
practica, que puede servir y esta sirviendo de
propedéutica al estudio experimental y teorético ulterior.
¿Es este el saldo final del
conductismo?
7. Balance y futuro
Creo, en resumen, que, efectivamente, el conductismo no ha llegado a constituir
un paradigma científico consistente. Es obvio que no ha logrado
sustituir a las otras escuelas, ni se ha convertido en el cauce común de
la investigación psicológica. No ha conseguido siquiera la unidad
interna. Se ha fraccionado en escuelas dispares, en continua discrepancia y
polémica. Lejos de conseguir esa pretendida unidad, sus varias ramas se
van diluyendo cada vez mas en el caudal de indagaciones que procede de
las mas diversas tendencias, abandonando su caracter
sistematicamente conductista e integrandose en múltiples
microteorías, mas atentas a la investigación del problema
psicológico del caso que a la fidelidad de escuela.
Es verdad, a mi juicio, que el conductismo como sistema ha dejado de existir.
Creo, sin embargo, que su contribución no se reduce a la
demostración de su inviabilidad y a la propedéutica
fenomenológica que pueda proporcionar. El saldo de su influjo es mucho
mas amplio y puede ser importante para el futuro de la psicología.
Yo lo cifraría en cinco puntos. El primero consiste en el inmenso
repertorio de conocimientos rigurosos que, al margen de su contexto
sistematico, ha proporcionado a la ciencia psicológica. El
segundo es su aportación tecnológica teórica y aplicada,
que, de nuevo, independientemente de sus conexiones con los sistemas
conductistas, es ingente yfecunda. El tercero es el influjo que ha tenido y
sigue teniendo en todas las corrientes psicológicas; a todas ha
obligado, de alguna manera, a preocuparse por el atenimiento a lo observable.
En cuarto y muy eminente lugar, yo pondría el influjo que en la
psicología contemporanea ha tenido la característica
pretensión del conductismo, sobre todo en Watson y Skinner, de orientar
la indagación teórica hacia la intervención
practica en la conducta, para dominarla y modificarla eficazmente. Y en
quinto y principal lugar, hay que reconocer la hazaña histórica
que supone el haber desplazado, tal vez definitivamente, el acento verificador
desde la conciencia privada a la conducta patente. A mi parecer, todas las corrientes
psicológicas actuales, en la medida en que pretenden contribuir a la
elaboración de una ciencia positiva, admiten que, cualquiera que sea la
fuente de sus datos e hipótesis, y cualesquiera que sean sus recursos y
campos de verificación, la piedra de toque final e insustituible ha de
ser, en último término, la conducta del ser vivo como actividad
pública y repetiblemente observable del sujeto. Esa es, creo, la mayor
contribución del conductismo.
No creo demasiado aventurado suponer que la mayoría de los
psicólogos describiría hoy, de una u otra forma, la vieja frase
de Woodworth (1924, p. 264): «Si se me pregunta si soy conductista, tengo
que contestar que ni lo sé ni me importa. Si lo soy, es porque creo en
varios de los proyectos que los conductistas proponen. Si no lo soy es, en
parte, porque creo también en otros proyectos que los conductistas
parecen soslayar».