Desde la medición de los craneos
hasta el uso y abuso de los test de inteligencia, el libro es un alegato a
favor del igualitarismo y en contra del determinismo biológico que pretende mantener y
justificar el estatus dominante del
mundo por ciertos sectores (razas, sexo, naciones, clases sociales…). En
algunas ocasiones suele adentrarse en detalles que hoy en día nadie
cuestiona (incluso disecciona los calculos que en su momento pudieron
hacer los craneometristas, lo cual resulta casi tan pesado como la
explicación del analisis factorial), pero que el autor justifica
no solo por interés histórico, sino porque tarde o temprano el
mismo tipo de argumentación se repite cuando hay un retroceso en las
libertades políticas. Por culpa de las constantes intentonas
pseudocientíficas el libro permanece actualizado, y se lee a la luz de
un marcado activismo y compromiso moral que compensa sus momentos mas técnicos.
La introducción revisada del
libro a los quince años de su primera publicación es una
advertencia triple. Por una parte avisa reiteradamente al lector de que no se
trata de un libro que aspira a refutar todas las falsedades que
“defienden la base genética de las desigualdades sociales”
sino que se centra en tan solo una de ellas; la de una teoría de la
inteligencia innata, unitaria y linealmente clasificable (algo así como
que el que es tonto siempre lo sera, y que se puede determinar su tontura
incluso en una escala numérica que cuantifica de manera milagrosa
lainteligencia humana).
De otra parte avisa del contexto político-conservador en el que se
publicó el libro, cuando el trabajo de La Curva de Bell ofrecía
al público conclusiones científicas que justificaran recortar
gastos sociales en perjuicio de los mas necesitados que no tenían
solución en nuestra sociedad.
Por último se defiende la idea de que el científico sin
ningún interés socio-político en su objeto de estudio no
existe, y que de existir no sería bueno para la ciencia porque ese
interés es el motor que a menudo salva muchos obstaculos en la
carrera de la investigación científica.
CAPÍTULO PRIMERO. INTRODUCCIÓN A LA EDICIÓN REVISADA Y
AMPLIADA: REFLEXIONES A LOS QUINCE AÑOS.
Introduce el determinismo biológico moderno que consiste en la idea de
inteligencias innatas en razas, sexos o clases. Pero la mejor
introducción es un valioso y orientativo resumen por capítulos.
También contiene una presentación particularmente brillante de la
ciencia, como una hija de su tiempo, llena de
influencias culturales, como
cualquier actividad humana.
CAPÍTULO SEGUNDO. LA POLIGENIA Y CRANEOMATRÍAS NORTEMARICANAS
ANTES DE DARWIN
Tras algunas oportunas citas de ilustres intelectuales de los siglos XVIII y
XIX, se contextualiza la opinión generalizada a favor de las
jerarquías sociales y raciales en una época en donde la igualdad
no estaba en el horizonte intelectual ni mucho menos en el político.
Pero Gould sí que diferencia entre núcleos duros y blandos.
Porejemplo, los que defendían la esclavitud y los que no; aunque todos
partieran del común punto de vista de que los negros eran inferiores, la
diferencia era que algunos pensaban que podían elevarse de su
condición de primitivos o que el nivel de inteligencia no determinaba el
derecho a la libertad de las personas, y otros que no pensaban lo mismo.
Las jerarquías raciales se justificaban con el monogenismo y el
poligenismo, que venían a coincidir con esos núcleos blandos y
duros respectivamente. El monogenismo sería la unidad de todos los
pueblos porque venimos de Adan y Eva, lo que sucede es que
habríamos ido degenerando y alejandonos de esa unidad e igualdad
generación tras generación. El poligenismo sería
mas impopular en la época, porque no recurría a la Biblia
y establecía una mayor diferencia entre las razas ya que no
habrían estado hermanadas en ningún momento anterior, por tanto,
cualquier discriminación estaría justificada al pertenecer a
naturalezas completamente distintas. Aunque los esclavistas no necesitaban de
argumentos innovadores ni de nuevos datos empíricos sobre las
diferencias entre las razas para justificar la imposición de los unos
sobre los otros: la religión siempre había sido suficiente. Pero
una vez que Darwin hizo acto de
aparición, las justificaciones de las jerarquías necesitaron
mas que nunca presentar sus justificaciones como científicas.
CAPÍTULO TERCERO. LA MEDICIÓN DE LAS CABEZAS: PAUL BROCA Y EL
APOGEO DE LA CRANEOLOGÍA.
Comienzacon otra amplía muestra de citas “inolvidables” de
los grandes de la época, para reiterar el contexto en el que se
desarrollaban esas teorías. Eran tiempos en los que se idolatraban los
números y muchos científicos se dejaban llevar por
cuantificaciones compulsivas pero sin apenas método científico
que las respaldase, mas bien con una carencia absoluta de
autocrítica, cuando no dejandose arrastrar hasta el fraude
científico.
Por eso cuando se encontraban casos que contradecían la corriente
mayoritaria de la craneometría, o bien se eludían directamente o
bien se falseaban (por ejemplo el cerebro grande de los alemanes, los hombres
eminentes con cerebro pequeño, los criminales con cerebros grandes, los
cerebros femeninos “incómodos”….).
CAPÍTULO CUARTO: LA MEDICIÓN DE LOS CUERPOS (DOS ESTUDIOS SOBRE
EL CARACTER SIMIESCO DE LOS INDESEABLES)
El primero de ellos es la recapitulación: el cuerpo, conforme se va
formando, adopta diferentes formas y fases que representan una
recapitulación del pasado evolutivo del ser humano. Si antes
de humano el hombre fue pez y reptil, esos estadios se reflejarían en
los fetos humanos ese mismo orden.
El segundo es la antropología criminal: los criminales tienen rasgos
atavicos y criminales que resultan identificables, y por tanto
predecibles, y que brotan con mas fuerza que en otros individuos
normales (que también los tienen) y que producen las conductas
criminales. El maximo exponente de esta teoría fue Lombroso, a
quienGould acusa de plegarse en una retirada engañosa cuando la gran
controversia que causó su teoría fue paulatinamente refutada. No
obstante Gould no duda en manifestar el origen progresista de Lombroso y de sus
seguidores:
“Los antropólogos criminalistas lombrosianos no eran abyectos
sadicos, ni protofascistas, y ni siquiera simpatizaban con
ideologías políticas conservadoras. Eran mas bien
partidarios de una política liberal e incluso socialista, y se
consideraban personas modernas, ilustradas por la ciencia.”
CAPÍTULO QUINTO. LA TEORÍA HEREDITARISTA DEL COEFICIENTE DE
INTELIGENCIA: UN INVENTO NORTEAMERICANO.
Un Stephen Jay Gould indignado nos cuenta la tergiversación de que ha
sido objeto Alfred Binet, inventor del coeficiente de inteligencia. Cuando
Alfred Binet recibió el encargo del Ministerio de Educación para
tratar a niños con problemas de aprendizaje, ya intentó poner
freno a las malinterpretaciones que se pudieran sacar de sus teorías,
pero dichas cautelas no fueron suficientes. Para desarrollar este encargo
ideó el coeficiente de inteligencia como una herramienta para detectar a
tales niños y que pudieran recibir una educación especial. Sin
embargo los test que se desarrollaron posteriormente tergiversaron esta
intención original y sirvieron para estigmatizar y limitar a
determinados niños, no para brindarles ayuda.
Binet advirtió, desde el principio, del peligro de creer que la
inteligencia es medible de manera lineal, como la altura, y de que suescala se
sacara fuera de contexto. Para ello estableció tres principios, que paso
a enumerar de manera literal tal y como los describe Gould, junto con un resumen
de los tres autores que tergiversaron a Binet:
“1º) Las puntuaciones constituyen un recurso practico; no
apuntalan ninguna teoría del intelecto. No definen nada innato o
permanente. No podemos decir que midan la ‘inteligencia’ ni ninguna
otra entidad cosificada.
2º) La escala es una guía aproximada y empírica para la
identificación de niños ligeramente retrasados y con problemas de
aprendizaje, que necesitan una asistencia especial. No es un recurso para el
establecimiento de jerarquía alguna entre niños normales.
3º) Cualquiera que sea la causa de las dificultades que padecen los
niños, el énfasis debe recaer en la posibilidad de lograr mejorar
sus resultados a través de una educación especial. Los bajos
resultados no deben usarse para colgarles el rótulo de la incapacidad
innata.
[…]
En el presente capítulo se analizan las principales obras de tres
precursores del hereditarismo en Norteamérica: H. H. Goddard, que
introdujo en Norteamérica la escala de Binet, y cosificó los
resultados que ésta permite obtener asignandoles el valor de una
inteligencia innata; L. M. Terman, que elaboró la escala de
Stanford-Binet, y soñó con una sociedad racional donde la
profesión de cada persona se decidiera sobre la base de su CI; y R. M.
Yerkes, que convenció al ejército para que sometiera a 1.750.000
hombres a untest de inteligencia en la primera guerra mundial, justificando
así la supuesta objetividad de unos datos que confirmaban las tesis
hereditaristas, base de la Inmigration Restriction Act promulgada en 1924, por
la que se restringía el acceso de aquellas personas procedentes de
regiones genéticamente desfavorecidas.
La teoría hereditarista del CI es un producto puramente Norteamericano.
Si esto parece paradójico tratandose de un país de
tradiciones igualitaristas, recordemos también el nacionalismo
jingoísta de la primera guerra mundial, el miedo de los norteamericanos
afincados desde hacía mucho tiempo frente a la marea de mano de obra
barata (y a veces políticamente radicalizada) que inmigraba de la Europa
del sur y del este, y, sobre todo, nuestro persistente, y autóctono,
racismo.”
CAPITULO 6. EL VERDADERO ERROR DE CYRIL BURT. EL ANALISIS FACTORIAL Y LA
COSIFICACIÓN DE LA INTELIGENCIA.
Este capítulo no me lo leí por su aparente complejidad, pero me
parecía llamativo que en su título se hable de error y no de
fraude al referirse a Cyril Burt. En realidad Gould conoce los fraudes de Burt,
pero no le interesan demasiado. Se concentra en el error de usar el
analisis factorial para cosificar la inteligencia.
Para una visión en contra de Gould puede verse este erudito
artículo. De todos modos, en mi opinión, el artículo de
Roberto Colom despacha la segunda edición del libro de Gould (la que
contiene una respuesta a Jensen y a todos sus detractores) condemasiada
ligereza en una pequeña nota a pie de pagina.
CAPÍTULO 7. UNA CONCLUSIÓN POSITIVA
Las sociedades humanas cambian por evolución cultural, y no como
resultado de alteraciones biológicas. Desde hace unos 50.000 años
el cerebro del Homo Sapiens no ha sufrido ninguna transformación, todos
los logros tecnológicos que el hombre ha desarrollado desde entonces se
deben a la evolución cultural.
“La evolución biológica (darwiniana) continua en nuestra
especie; pero su ritmo, comparado con el de la evolución cultural, es
tan desmesuradamente lento que su influencia sobre la historia del Homo Sapiens
ha sido muy pequeña. En el tiempo en el que el gen de la anemia
falciforme ha disminuido de frecuencia entre los negros norteamericanos, hemos
inventado el ferrocarril, el automóvil, la radio, la televisión,
la bomba atómica, el ordenador, el avión y la nave
espacial.”
En este capítulo Gould también aborda una famosa dicotomía
bizantina entre biología o cultura. ¿Quién es la
responsable de que el ser humano sea tan especial de entre todos los animales,
la que explica la existencia de algo así como una “cultura general
humana” construida por conductas adaptativas específicas? Gould
opta por limitar el papel preponderante que la biología se ha venido atribuyendo
en dicha tarea, sobre todo de la sociobiología. Su crítica de la
sociobiología coincide con las dudas que me han surgido al leer libros
como “¿Por qué amamos?” de Sarah Fischer,
psicóloga evolucionista. Lossociobiologos, y por lo visto los
psicólogos evolucionistas, tienden a coger una ventaja adaptativa que
explica que un animal haya llegado hasta el presente como una suerte de
opción que sus antepasados eligieron para perpetuar sus genes,
seguramente de manera inconsciente. Por ejemplo, las mujeres tienen mayores
habilidades linguísticas porque se quedaban con sus niños
mientras los hombres salían de caza, y les contaban historias a sus
niños. Cuando esos niños crecían se hacían
líderes porque podían comunicar mejor, y elegían como
compañeras a mujeres comunicativas y afectivas para que cuidasen de sus
hijos, de esa manera los genes de aquellas mujeres se han ido perpetuando hasta
nuestros días, donde la mayoría de las mujeres comparte esas
habilidades como así lo demuestran los estudios que se han hecho. Esto
es un argumento circular, sin base probatoria ninguna. Cualquiera podría
imaginar otro parecido o incluso contradictorio con el único
límite de la imaginación y cierta coherencia interna. Gould lo
explica mejor:
“La sociobiología comienza con una moderna lectura de la selección
natural: el éxito reproductivo diferencial de los individuos.
Según el imperativo darwiniano, los individuos son seleccionados para
maximizar la contribución de sus propios genes a las futuras
generaciones; esto es todo. […] Los sociobiologos examinan luego nuestra
conducta aplicando ese criterio. Cuando identifican una conducta que parece
adaptativa porque favorece la transmisión de losgenes de un individuo,
explican su origen por la selección naturla que habría actuado
sobre la variación genética influyendo sobre el acto
específico mismo. (Estas reconstrucciones rara vez tienen el respaldo de
otra prueba que no sea la mera inferencia basada en la
adaptación)”.
No obstante Gould no opta por la tabula rasa de los empiristas del s. XVIII,
sino por una posición intermedia y honesta en una dicotomía tan
compleja, aunque como biólogo evolutivo sitúe formalmente la
pugna dentro del terreno de la biología… al menos dentro de una
definición de biología amplia que engloba las capacidades humanas
para modificar conductas y construir culturas, en contraposición a una
biología determinista y genética que quiere encontrar un gen para
cada conducta humana.
“ ’Nada mas que’ un animal es una afirmación
tan falaz ‘como creado a imagen y semejanza de Dios’. […] En
cierto sentido la polémica entre los sociobiólogos y sus
críticos es una polémica acerca de la amplitud de la gama de
variación posible”.
Citando a E. O. Wilson que cree que la agresividad de los seres humanos es
innata, como se deduce de las guerras de la historia, y del hecho de que
“las tribus mas pacíficas de hoy han sido a menudo las
mas destructoras de ayer, y probablemente volveran a producir
soldados y asesinos en el futuro”, Gould contra argumenta lo siguiente:
“Pero si algunos pueblos son ahora pacíficos, entonces la
agresividad misma no puede estar codificada en sus genes: solo puedeestarlo su
potencialidad. Si innato solo significa posible, o incluso probable en
determinadas circunstancias, entonces todo lo que hacemos es innato y la
palabra carece de sentido”.
EPÍLOGO. CRÍTICA DE “THE BELL CURVE” Y PERSPECTIVAS
DE TRES SIGLOS SOBRE LA RAZA Y EL RACISMO.
The Bell Curve fue un libro que tuvo mucha atención en el mundo
académico e incluso entre el público general. Muy resumidamente
venía a certificar la idea de que las clases inferiores y algunas razas
tenían menor inteligencia y que por ello resultaba inútil gastar
en programas que pretendieran equipar a esos sectores de la población
con el resto. El autor dedica la primera parte del epilogo a la crítica
concienzuda y concienciada de esta obra que considera “una obra maestra
de retórica cientificista y de esa especial ansiedad y ofuscación
que imponen los números a los comentaristas no profesionales.”
El libro objeto de la ira de Stephen Jay Gould lanza ideas peligrosas
disfrazadas de verdad sesuda y científica bajo el manto de innumerables
cifras. Sus autores, Herrnstein y Murray, no se cansan de advertir de que el
hecho de que un grupo tenga una media de inteligencia menor que otro, no significa
que no pueda haber individuos que destaquen de esas medias, y que el derecho a
la individualidad y a no ser juzgados por la mera pertenencia al grupo
esta por encima de cualquier teoría.
Pero Gould acierta al subrayar que esto solo es una excusa del tipo “algunos
de mis mejores amigos sondel grupo x”. La curva de Bell es un manifiesto
de ideología conservadora, sin apoyo científico ni novedad
argumental que justifique su éxito. Lanza la piedra y esconde la mano,
pues el esfuerzo intelectual del libro tiene como objetivo segregar y abrir la
puerta a políticas que marginen a los que supuestamente no pueden ser de
otra forma (inteligencia hereditaria e inmutable), no a unir y ayudar a los
mas necesitados. Convierten “un caso complejo, que solo puede dar
pie a agnosticismo, en un compendio tendencioso a favor de las diferencias
permanentes y hereditarias”.
Con esa intencionalidad Gould demuestra que los autores tergiversan los datos y
las cifras para poder presentar el grueso de sus tesis conservadoras y racistas,
como un grito académico que proclama la verdad a contra corriente de una
corrección política dominante que va a empujar al país a
una situación insostenible, donde las ciudades de EEUU
necesitaran de instituciones especiales para separar a los ineptos de
los inteligentes, porque todos estaran mezclados creyéndose todos
aptos por igual, y colapsando el progreso por haber confiado en la ingenua
igualdad de todos.
Este apocalipsis resultaría humorístico si no fuera por la
repercusión de La Curva de Bell, y por la preocupante similitud que
encuentra el autor entre los razonamientos de Murray y Herrnstein, y los de
Gobineau, prominente racista académico del siglo XIX que tuvo una
influencia considerable en las teorías de la pureza de la raza queterminaron
en manos de los nazis. Los escritos de Gobineau tenían un gran potencial
político, al igual que La Curva de Bell, y aunque no se aborda
directamente la responsabilidad (o irresponsabilidad, o incluso el fraude
científico) del intelectual por avivar el fuego en determinado contexto
histórico-político, algunas afirmaciones se parecen tanto que
Gould cree que se trata de la teoría del péndulo
histórico; de cuando en cuando, sobre todo en épocas de crisis,
salen teorías que toman como chivos expiatorios a sectores de la
sociedad, y con el tiempo, según se van cayendo, estas teorías
van siendo sustituidas por otras similares o bajo formatos diferentes. De esta
manera Gould cree que las maximas que se suelen escuchar todavía,
como por ejemplo, que los judíos o los negros huelen mal, que los negros
estan mas capacitados para el deporte, que los irlandeses beben,
que las mujeres adoran el visón, que los africanos no piensan etc…
deben ser desterradas, entre otras razones porque no es posible conforme un
grupo uniforme dentro de esas categorías, y mucho menos en la raza
africana, pues si hay una raza “original” esa es la negra, ya que
el hombre ha estado durante mucho mas tiempo en Africa que en
ningún otro lugar del planeta:
“En otra palabras, puede que toda la diversidad racial no africana
–blancos, amarillos, cobrizos, todo el mundo desde los hopi hasta los
noruegos y los fijianos- no tenga mas antigüedad que un centenar de
miles de años. Por el contrario, HomoSapiens ha vivido en Africa
mas tiempo. En consecuencia, puesto que la diversidad genética
viene a estar correlacionada aproximadamente con el tiempo de que se ha
dispuesto para los cambios evolutivos, la variedad genética exclusiva de
los africanos ¡supera la suma total de diversidad genética que
existe en todo el resto del mundo junto! Por lo tanto, ¿cómo
podemos englobar a todos los ‘negros africanos’ en un único
grupo?”
Las dos últimas partes del epílogo son valoraciones, desde la
óptica del presente, de dos asuntos que se suelen admitir sin
cuestionarse y que el autor desea puntualizar.
El primero ya se ha mencionado anteriormente. Se trata de la común
asunción de que las ideas viven en una torre de marfil, y que no se les
debe prestar atención a menos que formen parte de un plan concreto de
acción. Gould toma como ejemplo el origen de la clasificación
racial de Blumenbach que actualmente se sigue usando a nivel popular
(caucasico, indio americano, malayo, oriental, africano, siendo el
criterio original de clasificación la belleza física que tiene
como maximo exponente a los caucasicos) y que nos ha
traído tantos problemas y crueldades a la humanidad, porque hemos
pensado que tan solo era una metafora que no traería mayores
consecuencias (probablemente en contra del sentir del propio Blumenbach):
“Los estudiosos suponen a menudo que las ideas académicas deben
perdurar, en el peor de los casos, por ser inofensivas y, en el mejor, por ser
mas biendivertidas e incluso instructivas. Pero las ideas no habitan en
la torre de marfil de nuestras consabidas metaforas sobre la
irrelevancia académica. Las personas como dijo Pascal, son cañas
que piensan, y las ideas motivan la historia humana. ¿Qué
habría sido de Hitler sin el racismo, de Jefferson sin la libertad?
Blumenbach vivió toda su vida como profesor enclaustrado, pero sus ideas
reverberan a lo largo de nuestras guerras, nuestras conquistas, nuestros
sufrimientos y nuestras esperanzas.”
Gould se declara partidario la libertad de expresión de manera casi
absoluta, así que mas que una censura, lo que se deduce de su
preocupación por ese mundo de ideas peligrosas que luego son usadas para
discriminar, matar o hacer sufrir al prójimo, es la falsa ingenuidad de
sus autores, y en todo caso la conveniencia de sacarlas a la luz pública
para que puedan ser debatidas y derrotadas, para que no se perpetúen en
la historia de la misma manera que se ha perpetuado la clasificación
racial de Blumenbach.
El segundo consiste en desmentir la creencia popular de que Darwin era un
ejemplo de igualitarista, creencia basada en algunas citas que demuestran su
simpatía con algunos pueblos que eran despreciados normalmente por los
europeos. Sin embargo, se suele olvidar a menudo que hay otras tantas citas que
desvelan a un Darwin al que le dan asco otras razas, y muy seguro de la superioridad
racial europea frente a otros pueblos. Pero el juicio al que Gould somete a
Darwin es masglobal y justo, y pese a criticar esa costumbre de citar
selectivamente para buscar la conclusión prefabricada, reconoce y elogia
a Darwin al ubicar su crítica en el contexto de la época, donde
el igualitarismo no estaba dentro del horizonte político ni
filosófico. En aquella época donde todos partían de la
inferioridad de algunas razas, estaban los que aprovechaban para esclavizar y
someter, y los que pensaban que de tal inferioridad no se podía inferir
una ausencia de derechos. Darwin se situaba entre los segundos, dando muestras
en numerosas textos del fuerte compromiso moral que tenía para la
época en la que vivió:
“Aquellos que sienten simpatía por el amo y frialdad de
corazón por el esclavo no parecen ponerse nunca en el lugar de este
último: ¡qué sombrías perspectivas, sin la menor
esperanza de cambio! Imagínese a usted mismo ante la posibilidad,
siempre planeando sobre su cabeza, de que su mujer y sus hijos (aquellos
objetos que la naturaleza empuja a llamar propios incluso a un esclavo) sean
arrancados de su lado y vendidos al mejor postor como si fueran ganado.
¡Y tales actos son perpetrados y justificados por hombres que profesan
amor al prójimo tanto como a sí mismos, hombres que creen en Dios
y que rezan para que se haga su Voluntad sobre la Tierra! Le enciende a uno la
sangre, pero también le encoge el corazón, pensar que los
ingleses y nuestros descendientes americanos, con su orgulloso grito de
libertad, hemos sido y somos tan culpables.”