Positivismo y
postpositivismo en Émile Durkheim
Javier B. Seoane Ha hecho doctorado en Ciencias Sociales (Universidad Central
de Venezuela, 2008). Magister en Filosofía
(Universidad Simón Bolívar, 1998). Sociólogo
(Universidad Central de Venezuela, 1992). Jefe del Departamento de
Teoría Social de la Escuela de Sociología y Coordinador Adjunto
del Programa de Cooperación Interfacultades de la Universidad Central de
Venezuela. Profesor e Investigador de la Escuela de Ciencias
Sociales de la Universidad Católica Andrés Bello.
Investigador PPI, N° 8625. Dirección: Apartado 17399, Parque Central
1015 Caracas – Venezuela. javier.b.seoane@gmail.com
Recebido em 05/2008. Aceptado em 09/2008.
Toda empresa científica se distingue por la búsqueda intencional
y explícita de la objetividad del conocimiento. Se trata de un valor que la distingue de las filosofías, las
religiones o las artes, un valor que la define. Pero, en
tanto que valor, la noción de objetividad no resulta unívoca y
mucho menos incuestionable. Así, no faltan
voces en el concierto cultural que, desde posiciones radicalmente
subjetivistas, solipsistas, niegan cualquier objetividad al conocimiento
—impugnando, en consecuencia, la posibilidad de la ciencia misma. Mas, hay otras voces que entienden la objetividad de modos
diversos. Al respecto, cabe decir que predominan tres matrices de
significados, a saber: objetividad como
adecuación o correspondencia entre enunciado y objeto; objetividad como imparcialidad; y, objetividad como consenso de una comunidad
científica. La primera matriz esta estrechamentevinculada con la
tradición positivista mientras que la última lo esta con
las mas recientes tradiciones postempiristas, la segunda, por su parte,
suele ser común en el ambito de la ética de la
comunicación social. Por lo dicho, por la multivocidad sobre el asunto,
la disputa en torno a la noción de objetividad constituye un eje fundamental en el debate epistemológico. Con
la emergencia de la ciencia social en el siglo XIX se impulsan cuestionamientos
a la validez y objetividad científicas. En principio, la historia
resulta conocida: los éxitos pragmaticos de la ciencia natural,
especialmente de la física newtoniana, motivan una traslación
acrítica del
método y la concepción
epistémica de ésta a los estudios sociales. Ello se concreta,
particularmente, en las obras de los positivistas: Saint-Simon, Comte, John
Stuart Mill, Spencer, entre otros. Luego, al poco tiempo, surge entre
historiadores, economistas, psicólogos y sociólogos alemanes la
disputa del
método, el Methodenstreit, como
una reacción contra el imperialismo positivista. Un argumento
emblematico de esta disputa, en cuanto a un personaje central como W.
Dilthey, consistió en deslindar la realidad social y humana, la realidad
«espiritual», de la realidad natural. El espíritu no resulta
objetivable en leyes regulares y generales como las del
modelo newtoniano. Se pensaba que si la ciencia social seguía este
último camino quedaría condenada a la infertilidad de sus
conocimientos, no aportaría ni predicciones ni leyes porque los objetos
«espirituales» resultan singulares, únicos, son productos de
accionessignificativas, no mecanicas. Son objetos que
demandan comprensión (Verstehen) en lugar de explicación
(Erklären) —dira Dilthey. Por ejemplo, lo valioso del
conocimiento histórico consiste en comprender lo singular de los
fenómenos, lo singular de la revolución francesa y de las
motivaciones de los actores que en ella actuaron, mas que explicar las
leyes de toda revolución—si es que cabe hablar de leyes de un
concepto (revolución) que, como totalidad regulativa, tiene el fin
metodológico de aprehender acontecimientos únicos. La ciencia
social estuvo desde sus inicios transida por el debate epistemológico
que, grosso modo, podemos comprender como una disputa entre una
«razón positivista» y una «razón
hermenéutica». Cada una de estas
«razones» fundó y desarrolló su propia
tradición hasta llegar a nuestros días. En
sus comienzos, estaban impregnadas de metafísicas no siempre
reconocidas. La «razón positivista» de una
metafísica racionalista, naturalista y determinista. La
«hermenéutica» de una romantica. Sin
embargo, ambas «razones» rechazaban ser metafísicas
entendiendo que la ciencia que querían fundar debía estar libre
de supuestos. En cierto sentido, el enfrentamiento epocal moderno entre
las culturas racionalista ilustrada y romantica se reflejaban en este Methodenstreit dejando colar sus respectivas
«concepciones del
mundo» (Weltanschauungen). Así, el debate epistemológico en
sus inicios tenía un fuerte núcleo
ontológico: los positivistas suponían que la realidad
sociohistórica estaba estructurada según leyes cuasi naturales y
los hermeneutas defendían la tesis deque «naturaleza» y
«cultura» se oponían en sus realidades. En esa tónica
«metafísicamente antimetafísica» decimonónica,
las posturas neokantianas tomaron protagonismo rechazando los compromisos
ontológicos de la «razón positivista» y la
«razón hermenéutica». En última instancia, como el maestro de
Königsberg había sentenciando, la cosa en sí resulta
incognoscible y el entendimiento juega un papel activo en la
construcción del
mundo. Nada podemos postular con certeza acerca de la estructura definitiva de
la realidad, por lo que el
conocimiento científico tiene que preocuparse mas por los
procedimientos que lo legitiman conformandose con modestas afirmaciones.
En el proceso del Methodenstreit, W. Windelbanb
distinguira entre ciencias de orientación nomotética y
ciencias de orientación idiografica, según les interese lo
general y universal o lo singular, respectivamente. De esta
manera, no se traza distinción entre regiones ónticas, no al
menos en sentido riguroso. La ciencia social puede interesarse por lo
general y universal —la economía suele hacerlo— como
por lo singular —la historia lo ilustra bien. Igual la
ciencia natural —pues la investigación biológica, entre
otras, también tiene intereses idiograficos. H. Rickert,
empero, volvería a cobijarse en la metafísica después de
Windelband. Diría, no sin buenas razones, que las «ciencias de la
cultura» guardan relaciones de valor entre sus objetos de
investigación y el contexto cultural al que pertenecen. ¿Por
qué tantos historiadores del occidente moderno valoran
mas la «revolución francesa» en lugar de
laestadounidense? La respuesta no se puede desligar de las relaciones
contextuales. Ahora bien, esta tesis arrojaba el estudio social al relativismo,
cuestión que no era del agrado de la concepción
de verdad científica de Rickert, por lo que al final éste
postuló la existencia de unos valores objetivos que
«salvarían» a las ciencias de la cultura. La
metafísica acechaba una vez mas entre bastidores. El alcance de este trabajo impide seguir estos desarrollos
epistemológicos del ocaso del siglo XIX. Si hemos
dedicado unos parrafos a ellos ha sido con la intención de
señalar, sucintamente, que el campo de la ciencia social resultó
harto problematico desde sus mismos inicios con relación a su
legitimación científica. Nociones claves como la de objetividad
no parecían poderse trasladar acríticamente de la ciencia natural
a las nacientes disciplinas. A su vez, llegar a este
punto sirve de introducción al objeto de este ensayo: identificar y
comprender el desplazamiento entre dos diferentes nociones de objetividad
cognoscitiva en la obra sociológica de Émile Durkheim
(1858-1917). No creemos necesario explayarnos en la justificación del
autor seleccionado. Durkheim fue uno de los fundadores de la ciencia
sociológica y desde 1937, veinte años después de su
muerte, Parsons inició su canonización como clasico
de la teoría social. Hoy su obra resulta insoslayable para la
formación de cientistas sociales. Pero esa obra,
puesta así en singular, no es monolítica. En la misma hay
rupturas, discontinuidades, superaciones, coexistencias.
También hay continuidades. Finalmente, con un
animohermenéutico, somos sus lectores quienes encontramos
—¿descubrimos?— unas u otras a
partir de intereses propios — y no tan propios. Este trabajo asume que en
la obra durkheimiana hay un desplazamiento de una
noción de objetividad científica por otra según se pasa de
sus trabajos tempranos a sus trabajos tardíos. Se apreciara que
el sociólogo francés se resiste a ese
desplazamiento, si bien con poca fuerza argumental.
A nuestro entender, ese desplazamiento ilustra, dentro
de un mismo pensador, el campo relativamente irresoluto de tensiones
epistemológicas presente en la ciencia social ab initio. Así, en
cierto sentido, este trabajo es un pre-texto para
discutir problemas actuales —quizas demasiado actuales—
acerca del
sentido de la ciencia social. ¿Por qué y para
qué la ciencia social hoy? No obstante, responder esta
última interrogante va mas alla
de lo aquí planteado. Para procurar llegar a puerto seguro trazamos la
siguiente ruta: seguidamente (II), se expondra la noción de
objetividad en la obra temprana de Durkheim, haciendo especial referencia a Las
reglas del método sociológico (1895); luego (III), se hara
lo mismo con relación a su obra tardía, particularmente con Las
formas elementales de la vida religiosa (1912); y, para terminar (IV), se
cotejaran las diferencias y semejanzas entre las dos etapas de la obra
en cuanto a la cuestión de la objetividad científica y se
presentara un esbozo sobre la actualidad de la discusión objeto
de estudio. II A diferencia de otros fundadores como Saint-Simon o
Comte, Durkheim trascendió la fase proyectiva paradarle contenido
epistémico y metodológico a la sociología. En estas tareas fundacionales, adopta los criterios positivistas de
la época en torno a la objetividad científica. En esta
dirección, para que una ciencia pueda legitimarse en cuanto tal ha de
tener, a su juicio, un objeto de estudio propio, no reducible al de otra
ciencia; que sea observable, exterior; que la ciencia sea dotada de un lenguaje
especializado; y, a partir de estos puntos, que la disciplina sea sometida a un
método que limite severamente la subjetividad. En otras palabras, la
ciencia ha de estudiar a sus objetos desde la perspectiva de un
observador externo, de una tercera persona —diría Habermas. Esta nomenclatura epistemológica positivista era dominante
en su época. Por ejemplo, Sigmund Freud tratara de hacer
lo propio para demostrar la existencia del inconsciente por medio de la
interpretación de los sueños y la hipnosis. Tratara de dar
cuenta del
mismo por medio de la observación exterior, por medio de sus
objetivaciones. Cubriremos, seguidamente, cómo Durkheim sigue estos
criterios para la conformación del método
científico sociológico y, luego, veremos sucintamente cómo
este método garantiza la objetividad cosificando el objeto bajo una
especie de “epojé” de la subjetividad. Lo primero que
destacamos es que el francés se preocupa por deslindar su disciplina del
contaminante lenguaje natural o cotidiano, del lenguaje predominante de la
sociedad, uno cubierto por prenociones, prejuicios y afectos que distorsionan
el conocimiento sobre lo real social. El humano, como
actor
social,generalmente se siente en capacidad de explicar
sus acciones con propiedad; mas, una ciencia ha de dar cuenta objetivamente de
los hechos, superando la parcialidad de la subjetividad —especialmente la
del lego
(DURKHEIM, 1998: 225). Lo social, si bien hechura humana, no se explica
adecuadamente desde los actores sociales involucrados sin recurrir a
métodos científicos que disciplinen la observación y
explicación de los hechos. Históricamente los estudios sociales
se explicaron con el lenguaje especulativo de la imaginación
filosófica incontrolada del lego. Como Comte, nuestro
sociólogo buscó controlar dicha imaginación por medio de
procedimientos metodológicos «objetivos». Que el lego no
pueda dar cuenta y razón idóneas de lo social se conjuga,
ademas, con el principio positivista de parcelación cognoscitiva
de que el objeto disciplinario científico resulte irreductible al objeto
de otra ciencia. De lo contrario, de poderse reducir a otra disciplina,
entonces sería propiedad de esta última y no habría objeto
como
tal. En especial, la empresa durkheimiana enfatizó la
tesis de la imposibilidad de explicar lo social desde variables
psicológicas. La sociedad, señalara, constituye una
realidad sui generis (DURKHEIM, 1998: 160). Su estudio sobre
el suicidio fue una de las batallas que libró contra el psicologismo,
contra el individualismo metodológico. Precisamente,
por no reducirse lo social a la perspectiva psicológica, el lego, desde
su sentir individual, no puede dar cuenta de esta realidad. Por eso,
resulta menester fundar una ciencia nueva, con un
lenguaje especializadopropio, con un conjunto de especialistas formados
después de rigurosos estudios. La irreductibilidad de lo social a lo
individual conduce a otro criterio positivista: lo
social es exterior al individuo. Para el
positivismo todo saber que se pretenda científico debe suponer una realidad
observable, una realidad pública. Y Durkheim ajusta su saber a este criterio sin forzar los cauces. Si lo social no puede
explicarse desde la interioridad del lego es porque le es exterior;
y si lo social resulta exterior, luego, ha de resultar observable. Finalmente, si es observable públicamente, entonces, puede
someterse a los criterios de comprobación empírica anejos a toda
empresa científica. El «hecho
social», el objeto propuesto por Durkheim para la ciencia
sociológica, resulta, en consecuencia, «exterior» a los
individuos. Lo social puede «verse» como algo que esta fuera del individuo. A la par,
en concordancia con lo afirmado, uno de los elementos definitorios del
«hecho social», para el francés, consiste en su
«caracter coercitivo», entendido como una fuerza que el
individuo puede sentir si se le opone —aunque no suele sentirla cuando se
mantiene conformista1. De seguro, lo social no puede deslindarse de los sujetos
totalmente
1 “Si —como
se admite— esta síntesis sui generis que constituye toda sociedad
da lugar a fenómenos nuevos, diferentes de aquellos que tienen lugar en
las conciencias aisladas, no se
pues no hay sociedad sin sujeto humano, pero, en lenguaje hegeliano, lo social
constituye una objetivación humana. De tal
modo, lo social sale de la subjetividady adquiere un caracter objetivo
digno del
estudio científico. El modelo positivista de ciencia social, vinculado
estrechamente a la física decimonónica, ademas de requerir
la exterioridad del
sujeto cognoscente para la consecución de la objetividad, se legitimaba
por su utilidad, utilidad que redundaría en el control de las variables
operantes en el mundo para servir a la felicidad humana. Este control de
variables supone la noción de causalidad eficiente, y ésta
noción se vincula con la predictibilidad de los sucesos reales. Si bien
la ciencia social desde sus mismos comienzos no resultó fértil en
la elaboración de predicciones exitosas, siempre se apeló como
justificación a su juventud. Mientras Weber estaba consciente del caracter
«eternamente joven» de la ciencia social, Durkheim, en su obra
temprana, vinculara la exterioridad de lo social con la noción de
causalidad eficiente. La causa eficiente2 supone la temporalidad, su lugar
corresponde al analisis diacrónico. Desde esta concepción
se entiende que la realidad es racional, lo que responde a un
compromiso ontológico muy definido del positivismo temprano. Ahora
bien, Durkheim establecera matices en esa metafísica valorando lo
histórico y lo cultural, lo simbólico, en la conformación
de los «hechos sociales». Su obra
posterior reforzara cada vez mas esta dimensión
simbólica de la vida social. Empero, para
legitimar el naciente campo sociológico, el francés
sostenía con firmeza la premisa de que lo social se ha de explicar por causas
sociales. Ello en tanto y en cuanto que las explicaciones extrasociales
comofundamento de la sociedad, harían de la ciencia social un sinsentido (Durkheim, 1998: 167). Así, la
epistemología inicial durkheimiana partía del esquema positivista
cartesiano estructurado desde la existencia de un objeto propio y real, de la
noción de causalidad eficiente y de la actitud analítica de la
relación entre sujeto cognoscente y objeto cognoscible, entre «res
cogitans» y «res extensa», entre «interioridad» y
«exterioridad». Concepción que aprecia un
objeto científico en su
puede por menos de reconocer que esos hechos específicos residen en la
propia sociedad que los produce y no en sus partes, es decir, en sus miembros.
Así pues, en ese sentido son exteriores a las conciencias individuales,
consideradas como tales, de igual manera que los caracteres distintivos de la
vida son exteriores a las substancias minerales que componen el ser vivo. ()
Así se encuentra justificada por un nuevo
argumento la separación que hemos establecido mas adelante entre
la psicología propiamente dicha, o ciencia de la mente individual, y la
sociología. Los hechos sociales no sólo son cualitativamente
distintos de los hechos psíquicos; tienen otro substrato, no evolucionan
en el mismo medio, ni dependen de las mismas
condiciones. () La mentalidad de los grupos no es igual a
la de los individuos; tiene leyes propias.” (DURKHEIM,
1998: 42-43). 2 “Hemos visto que la
explicación sociológica consiste exclusivamente en establecer
relaciones de causalidad poniendo o bien un fenómeno en relación
con su causa, o bien una causa con los efectos que produce.” (Durkheim, 1998: 182).
exterioridad con relación al sujeto —excepción hecha con
las ciencias formales, si bien se precisan matices. Todas estas
características cumplen con los requisitos de la epistemología
positivista para legitimar a un objeto
científico. Sin embargo, en el caso del cientista
social había un problema: él es también miembro de la
sociedad, forma parte de su propio objeto, cuestión diferente de lo que
ocurre con el científico natural. De modo tal
que, si se quería constituir el nuevo campo científico, se
precisaba un desdoblamiento del
sujeto epistémico en tanto que cientista social y en tanto que miembro
de la sociedad. Ademas, se precisa recordar que en calidad de miembro
social aplica al sujeto epistémico lo mismo que al lego: resulta
portador de prenociones, prejuicios y afectos que operan a modo de unos lentes
distorsionantes de lo real. Esta, en cierto sentido, preso de los idola
de Bacon, de una subjetividad contaminante del conocimiento.
¿Cómo solucionar este impasse que
compromete la «objetividad» demandada por la ciencia?
¿Cómo poner entre paréntesis, cómo suspender,
cómo alcanzar una epojé del miembro de la sociedad en aras
de la ciencia? La respuesta de Durkheim se inscribe en la misma médula
de la lógica de la «razón positivista»: el
«Método» sera el garante de la objetividad del
conocimiento en ciencia social. Cumplidos los requisitos que debe tener un objeto científico, requisitos emanados desde la
propia metodología positivista, entonces, el «Método»
establecera la garantía definitiva de objetividad. Al igual que
antes habían propuesto Bacon yDescartes, el «Método»
sera el instrumento, el «organon» capaz de asegurar la
cientificidad, frenando la subjetividad y sus tendencias a desbocarse
(Durkheim, 1998: 86). La regla por excelencia de este método para la
sociología durkheimiana, de cara a la garantía de la
«objetividad», enuncia que hay que tratar los hechos sociales
«como si» fuesen cosas. Es decir, y de acuerdo a lo ya expresado,
tratar estos hechos como algo exterior al
sujeto, cuya exterioridad pertenece a una realidad propia, sui generis, que se
puede conocer tal cual es,3 de modo independiente del sujeto. Este
tratamiento, tomado con disciplina y rigurosidad, se atiene a la
descripción de una realidad que se presenta como dada. No se
juzga, se describe. Se trata, a final de cuentas, de una actitud
ascética en busca del logro de un conocimiento
aséptico. La «objetividad», entendida aquí como suspensión de
La ciencia “() necesita conceptos que expresen adecuadamente la
realidad tal cual es, no tal y como
resulta útil a la practica concebirlas.” (DURKHEIM,
1998: 98). Seguidamente, pocas líneas mas adelante:
“Los caracteres exteriores en función de los que define el objeto
de su investigación (el sociólogo) deben ser tan objetivos como
sea posible.” (1998: 99). Y, finalmente, “Una sensación es
tanto mas objetiva cuanto mayor fijeza tiene el objeto a que se refiere,
pues la condición de toda objetividad es la existencia de un punto de referencia constantemente idéntico al que
puede ser referida la representación y que permite eliminar todo lo que
ésta tiene de variable y, por tanto, de subjetiva.”(1998: 99).
la subjetividad del
cientista, se supone garantizada metodológicamente. Se la entiende,
ciertamente, como
copia de la realidad objeto de estudio. Una cuestión mas sobre este Durkheim temprano. Esa primera regla del método
sociológico no carece de cierta ambigüedad —ambigüedad
que se profundizara en su obra posterior. Se trata de
la expresión «como si»,
«como si
fuesen cosas». ¿Sera porque los
hechos sociales no son cosas? Precisamente, la valoración de lo
simbólico seguramente llevó al francés a ese «como
si» vaihingeriano. Sabía que no eran cosas como las cosas
materiales de la física, por lo que con su primera regla
metodológica reclamaba una actitud científica (positivista)
—un tipo de actitud que Lukacs acusaría, años
mas tarde, de «cosificadora», «deshumanizadora».
III Si en los textos tempranos de Durkheim la noción adoptada de
«objetividad» resulta semejante a la de la «razón
positivista», entendida como
adecuación del
enunciado a la cosa, a la «exterioridad», en los textos posteriores
esta noción se difumina y emerge otra de esencia intersubjetiva. La
cuestión, a nuestro juicio, resulta del siguiente modo: si las
categorías constituyen nuestros conceptos (Kant); si nuestros conceptos
operan como ordenadores de la realidad (Kant); pero, si las categorías
estan configuradas desde las practicas de la vida social
(Durkheim), y varían conjuntamente con ésta (Durkheim); entonces,
¿cómo podemos estar seguros de que nuestros conceptos se
corresponden adecuadamente con lo real? Nuestro acceso a lo real esta
mediado por categorías que, a su vez,estan
mediadas por practicas sociales. Nuestro conocimiento
se sustenta sobre discursos teóricos acerca de la realidad constituidos
desde categorías configuradas socialmente, por lo que nuestra realidad
se vuelve una interpretación entre muchas otras posibles. Se
diluye así el abismo cartesiano entre sujeto y objeto epistémicos
y se aproxima nuestro sociólogo a la tónica de una
«razón postpositivista», «postempirista»:4
observación y pruebas en cuanto tales estan
4 “Cuando una ley científica tiene a su favor la autoridad de
numerosas y variadas experiencias, es contrario a todo método renunciar
a ella con demasiada facilidad porque se haya descubierto un hecho que parezca
desmentirla. Antes, hay que asegurarse de que ese
hecho sólo puede ser interpretado de una manera y de que no es posible
explicarlo sin abandonar por ello la proposición que parece refutar. Lo
mismo hace el australiano cuando atribuye la falta de éxito de un intichiuma místico celebrado en el mas
alla. Y tiene tantas mas razones para no dudar de su rito
fiandose de un hecho contrario, por cuanto su
valor le parece bien probado por un número mucho mas considerable
de hechos que lo confirman. En primer lugar, la eficacia moral de la ceremonia
es real y la experiencia directamente todos los que toman parte en ella; él tiene ahí una prueba, constantemente
renovada y cuyo
siempre cargadas de teoría5. Esta postura rompe con las posiciones
ingenuas de la «razón positivista» en cuanto a la
relación teoría-empirie. Durkheim se aproxima a una visión
pragmatica del
conocimiento, aunque nunca loreconociera por su visión reductora del pragmatismo a
«filosofía utilitarista» (JOAS, 1998: 9). Lo que finalmente
marca la creación y sostenimiento de las interpretaciones
teóricas de la realidad es su éxito de cara
a la satisfacción de las exigencias demandadas por las practicas
sociales, practicas que resultan inseparables de los imperativos
biológicos de la lucha por la existencia y la reproducción. Para los
aborígenes australianos su cosmovisión magico-religiosa
resulta verdadera en la misma medida en que sus efectos morales los mantienen
unidos frente a los desafíos de la vida. Su mundo cultural no es
tecnoeconómico, no apunta a la linealidad de la razón
instrumental del
occidente moderno. Por el contrario, su relación con la naturaleza
resulta otra y apunta a un mundo cultural determinado
por una concepción cíclica del
tiempo. Por ende, no dudamos en afirmar que Durkheim resultaba mucho mas
pragmatico de lo que estaba dispuesto a
admitir. Así, la verdad, puesta en estos
términos, se vuelve una construcción social —incluida la
verdad científica. Dado lo dicho, la objetividad se comprende como
una construcción social que se sostiene por el éxito logrado en
la compleja relación entre cosmovisión, practicas sociales
y exigencias de la vida social e individual. La objetividad es, entonces, la del
símbolo compartido, no la de la cosa. De las nociones de
«objetividad» señaladas al comienzo de este
trabajo, la obra de Durkheim pasa de una de ellas—la de la
adecuación con la cosa— a otra —el acuerdo social sobre la
alcance no queda debilitado por ninguna experienciacontradictoria. Ademas, tampoco la eficacia física deja de encontrar
en los datos de la observación objetiva una confirmación, al
menos aparente. Lo normal es que la especie totémica se
reproduzca regularmente, así que todo pasa como si los gestos
rituales hubieran producido realmente los efectos que se espera de ellos, al
menos en la mayoría de los casos. Los fracasos son la
excepción. Como los ritos, sobre todo los periódicos, no
le piden otra cosa a la naturaleza sino que siga su curso regular, no es
sorprendente que casi siempre parezca obedecerlos. Así
que si el creyente no acepta dócilmente algunas lecciones de la experiencia,
es porque se funda en otras experiencias que le parecen mas
demostrativas. Y eso es exactamente lo que hace el científico,
aunque lo haga con mas método.” (DURKHEIM,
1993: 570-571). 5 “La matriz teórica imprime directamente, como
una plancha, sobre el material empírico en sí; y, en el grabado
que resulta, es todo un problema distinguir lo teórico de lo
empírico objetivo.” (STRASSER, 1977: 63).
Durkheim no llega a tener afirmaciones tan contundentes como ésta, pero
tratando de los límites de las ciencias y de la imperiosidad de la
teoría para dar cuenta del mundo, si parece aproximarse claramente a
ellas, o, por lo menos, cabe decir que se pueden construir posiciones
postempiristas desde la obra tardía de Durkheim. He aquí una
muestra: “La ciencia es fragmentaria e incompleta, avanza lentamente y
nunca esta acabada, pero la vida no puede esperar. Así que las
teorías que estan destinadas a ayudar a vivir, a impulsar a
obrar, estan obligadas aadelantarse a la ciencia y a completarla
prematuramente.” (DURKHEIM, 1993: 673).
cosa, la intersubjetividad. Este cambio resulta el
hilo conductor de otro mas profundo, que se puede comprender por lo
menos como los atisbos de una «ruptura epistemológica», de
un paso de la «razón positivista» a otra
«hermenéutica» y «postpositivista». Mas, a pesar
de este giro epistemológico que se puede
vislumbrar en su última etapa, Durkheim mantiene una tensión con
sus obras tempranas. De esta manera, en 1912 lleva a cabo unas vueltas
retóricas bastantes capciosas con el fin de salir del relativismo
construccionista pragmatico en el que cada vez se ve mas envuelto
y que, ciertamente, le genera vértigo epistemológico. Por
ejemplo, afirma que las «representaciones colectivas» tienen que
resultar próximas a la naturaleza toda vez que la sociedad consiste en
una «realidad natural», y, en ese sentido, ¡la naturaleza no
se puede engañar a sí misma!.6 Pero ello, ademas de
poderse catalogar sin dificultad como una falacia naturalista,
contradice al propio sociólogo quien, una y otra vez, y a lo largo de
toda su obra, ha insistido en que la realidad social consiste en una realidad
sui generis, que si bien compuesta por múltiples factores (incluida
«la» naturaleza) resulta irreductible a cualquiera de los mismos. Finalmente, no habiendo religión falsa7 —y la
religión es la base simbólica original de las culturas—,
pero sí existiendo religiones muy diversas e incluso opuestas en sus
representaciones; entonces, ¿cómo sostener que todas
«representan a la naturaleza» por mediación de lasociedad?
La cuestión se torna realmente empedrada y conlleva una dura carga de la
prueba para sus defensores. Esta reflexión se puede trasladar, si bien
saltando las distancias, al problema del primado teórico ya
presente en el Durkheim tardío: existiendo una diversidad de
teorías que dan cuenta de los hechos reales, ¿cómo
sostener que todas representan por igual a lo real? Pero, dado que ello
podría resultar completamente impertinente para una epistemología
positivista opuesta a las versiones hermenéuticas, demos un giro aún mas importante:
¿cómo sostener que una es verdadera y las otras son falsas?
6 “Pero si las categorías no traducen originalmente sino estados
sociales, ¿no se deriva de ello que sólo pueden aplicarse al
resto de la naturaleza como metaforas? Si
estan hechas únicamente para expresar realidades sociales, parece
que no podrían extenderse a otros dominios
mas que por medio de una convención. () »Pero
interpretar de esta manera una teoría sociológica del
conocimiento es olvidar que, si bien la sociedad es una realidad
específica, es, pese a ello, un imperio dentro de un imperio; forma
parte de la naturaleza, de la que es la mas alta manifestación.
El reino social es un reino natural, que no difiere de
los otros mas que por su mayor complejidad. De modo
que es imposible que la naturaleza, en lo que tiene de mas esencial, sea
radicalmente diferente de sí misma, aquí y alla.”
(DURKHEIM, 1993: 54). 7
“¿Religión verdadera? Todas las
religiones son verdaderas en cuanto hacen vivir espiritualmente a los pueblos
que la profesan, en cuanto les consuelan dehaber tenido que nacer para morir, y
para cada pueblo la religión mas verdadera es la suya, la que le
ha hecho.” (UNAMUNO, 1995: 36). En
palabras del
cientista francés: “(…) en el fondo, ninguna religión
es falsa.” (DURKHEIM, 1993: 30).
De este modo, inclusive categorías tan preciadas por el Durkheim
temprano como «causalidad» o «totalidad» adquieren
ahora una dimensión sociocultural (DURKHEIM, 1963: 58; 573-574; 683;
687) —en consecuencia, hermenéutica— en su obra posterior.
Se ha de entender, a la sazón, que al pasar de un contexto sociocultural
a otro habra una modificación en la configuración de las
categorías del entendimiento, con lo cual la propuesta del cientista
francés guarda cierto «aire de familia» con la de
«juegos de lenguaje» del último Wittgenstein, al menos en el
sentido de que pasar de un contexto a otro es pasar de una manera de comprender
y actuar el mundo a otra. Lamentablemente, Durkheim no llevó a cabo en
sus trabajos posteriores un estudio sistematico de la
epistemología y metodología de la ciencia social como sí
había hecho en su momento positivista con Las reglas del método
sociológico. Quizas el
«vértigo» epistemológico lo inmovilizó en esta
dirección. En todo caso, y siempre a nuestro
juicio, se aprecia claramente una tensión en la obra durkheimiana en
torno a la noción de objetividad. IV Al comienzo de este trabajo se señaló que en la obra de
Durkheim se reflejaba al menos una de las tensiones epistemológicas del campo de la ciencia
social. Damos por supuesto que en lo presentado en II y III, sobre las nociones
de objetividad enel Durkheim temprano y tardío, se ha podido evidenciar
esta tensión que podemos definir como
parte de la confrontación entre las corrientes positivistas y
hermenéuticas. A nuestro entender, Jürgen Habermas ha presentado
diafanamente esta confrontación y las tensiones que genera a
partir de un concepto vinculado con la cuestión
de la objetividad, a saber, el de comprensión (Verstehen). En este último apartado nos aproximamos a una
correlación entre lo planteado por el aleman y la tensión
habida en el francés con el propósito de tomar partido en la
disputa epistemológica. Habermas ha elaborado una teoría de la
acción comunicativa que, a la par, opera como una teoría social y como una ética para la
resolución de conflictos en la vida pública democratica.
Este bastión del debate teórico
contemporaneo ha manifestado que parte de su teoría procede de
una reflexión sobre el dilema epistemológico de la ciencia social
entre positivismo y hermenéutica. En efecto, la búsqueda de
comprensión del
cientista social con relación al sentido de las acciones sociales
esta orientada al entendimiento; el fin de su acción comprensiva
es, en principio, entender. No se trata de un fin
teleológico, estratégico o afectivo. Por ello,
esa orientación al entendimiento inspira el concepto de acción
comunicativa. No obstante, Habermas no deja de apreciar, en su
reflexión sobre la ciencia social, serios problemas
epistemológicos. Señalemos uno de corte
nuclear. Para Habermas la comprensión (Verstehen) no es
sólo un método, sino también una
base ontológica social y un fundamentoepistemológico. La
comprensión entre los actores sociales posibilita la sociedad. A su vez, no hay saber que no suponga comprensión. El cientista natural construye hipótesis científicas,
realiza experimentos y formula teorías desde interpretaciones acerca de
la naturaleza —algo ya resaltado hace tiempo por W. Heisenberg. Empero, los objetos de la ciencia natural, si bien precisan de una
hermenéutica, carecen en su existencia de acción significante.
En cambio, los objetos de la ciencia social, que precisan
igualmente de interpretaciones teóricas, resultan productores de
acciones significantes, son sujetos, por lo que esta ciencia tiene la tarea
ineludible de una hermenéutica doble (Giddens). Dicha
hermenéutica doble se vincula con el tema de la actitud realizativa
inherente al cientista social en su insoslayable búsqueda de
comprensión. Habermas afirma que el estudioso social no puede, en
principio, tener un acceso al mundo de vida social
(Lebenswelt) distinto del
lego. Para dar cuenta y razón de las
acciones de los actores y estructuras en ese mundo el
cientista tiene que entender esas acciones y estructuras, y para entenderlos
tiene que ser partícipe y, en cierto sentido, pertenecer a ese mundo
(HABERMAS, 2002: 459-460). No hay aquí la misma lógica de estudio
de la ciencia natural: no hay una simple actitud de
observador, de tercera persona8. Esta naturaleza del estudio social
pareciera tornar imposible la objetividad científica. No obstante,
Habermas señala que la objetividad en la ciencia social resulta posible
si se comprende desde el paradigma de la intersubjetividad,esto es, si se
comprende como acuerdo de la interpretación en cuestión entre los
cientistas y los actores sociales, con lo cual resulta claro su rechazo a la
noción de objetividad positivista.
8 “Supongamos por mor de la simplicidad que la
descripción se refiere a manifestaciones de dos participantes en un
dialogo. Para entender el
proceso, el científico social ha tenido que participar antes en
algún tipo de conversación. Y cualquiera fuera la forma de
participación (la de oyente, la de entrevistador, la de lector que tiene
ante sí la transcripción de un
dialogo), tuvo que adoptar la actitud realizativa que le permitió
entablar en el rol de primera persona una relación interpersonal con los
directamente implicados como
segundas personas. En la actitud de tercera persona no habría podido
entender el dialogo, sino a lo sumo observar una secuencia de voces y un intercambio de gestos. Sólo cuando el
científico social adopta en la fase de obtención de datos el
papel de un participante en la comunicación y
cambia, correspondientemente de actitud, puede después,
apoyandose en las experiencias comunicativas recogidas, describir ese
proceso como un
dialogo.” (HABERMAS, 2002: 465).
La obra temprana de Durkheim se abstrae de estas
consideraciones, no así su obra tardía. La preocupación
inicial del
francés era darle legitimidad al campo sociológico de acuerdo con
los criterios predominantes de su tiempo y el contexto político de la
tercera república francesa y su inclinación hacia el positivismo como filosofía
progresista enfrentada a las tendencias conservadoras.Durkheim fue un
intelectual comprometido con esas ideas políticas. Como se apreció en este
trabajo, el Durkheim temprano se preocupó por la contaminación de
las prenociones y los prejuicios en el conocimiento sociológico.
Procuró adecuar su naciente ciencia al criterio de exterioridad que
garantizaría una observación pública del objeto desde un
método «neutral». De modo que las demandas ejercidas por la
hermenéutica desde el Methodenstreit sobre lo que Habermas ha denominado
actitud realizativa del cientista social, demandas que el francés
debía conocer por sus estudios en Alemania y el contacto frecuente que
mantenía con su cultura académica, fueron obviadas, quizas
deliberadamente, en su intento fundacional de la disciplina. Seguramente
pensó que la actitud realizativa marchaba a contrapelo de la
exterioridad científica y la superación de las prenociones
—y qué duda cabe que él era un
positivista convencido en esa época. Su noción de objetividad
aquí esta hermanada con la tradicional de la ciencia natural:
objetividad como
correspondencia entre enunciado y objeto. Otra concepción tiene, tal como
mostramos, el Durkheim tardío. Allí su propia
inclinación de concebir la sociedad desde lo normativo y
simbólico (PÉREZ, 2001) lo empuja hacia la problematica
hermenéutica. Lleva en su obra mas importante de madurez
una crítica al abstraccionismo sociocultural de la epistemología
kantiana y termina afirmando el caracter apriórico de lo
teórico e interpretativo en el ejercicio científico, haciendo
descansar la ciencia, al modo de William James, en un
conjunto de creenciasorientadas practicamente. Obviamente, en esta
visión la objetividad ha de concebirse en términos de
intersubjetividad y no como simple adecuación entre
enunciado y objeto. El último Durkheim se aproxima a la propuesta
habermasiana y a lo que en el último medio siglo han
desarrollado las corrientes
epistemológicas postpositivistas. El primer Durkheim resulta muy cercano
a las corrientes
analíticas actuales herederas del
positivismo, corrientes que tratan de evadir la
ineludible actitud realizativa del
cientista social. Vimos la tensión entre ambos usando como epicentro sus
dos nociones de objetividad. A nuestro juicio, dicha
tensión refleja una de mayor envergadura e histórica existente
entre las matrices epistemológicas positivista y hermenéutica en
la ciencia social. Durkheim no pareció reconocer dicha
tensión y hasta puede decirse que, ante determinadas afirmaciones suyas
de 1912, padeció un
«vértigo» epistemológico que no manejó con
argumentos adecuados.
BIBLIOGRAFÍA CITADA DURKHEIM, É. Las formas
elementales de la vida religiosa. Madrid:
Alianza, 1993. DURKHEIM, É. Las reglas del método
sociológico. Barcelona:
Altaya, 1998. HABERMAS, J. La lógica de las ciencias
sociales. Madrid:
Tecnos, 3ª edición, 2002. JOAS, H. El pragmatismo
y la teoría de la sociedad. Madrid: CIS y Siglo XXI, 1998. PÉREZ,
M. Moral, normas y simbolización en la
sociología de Émile Durkheim. Caracas: UCV-FACES, 2001. STRASSER,
C. La razón científica en política y sociología.
Buenos Aires:
Amorrortu 1977. UNAMUNO, M. San Manuel Bueno, martir. Madrid: Alianza, 1995.