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LEYENDA DEL PADRE ALMEIDA - la caja Ronca, por la puerta de atras



LEYENDA DEL PADRE ALMEIDA

Narra la leyenda que en el convento de San Diego, de la ciudad de Quito-Ecuador, vivía hace algunos siglos un sacerdote joven, el padre Almeida, el mismo que se caracterizaba por su afición a las juergas y al aguardiente.
Todas las noches, él iba hacia una pequeña ventana que daba a la calle, pero como esta era muy alta, él se subía hasta ella, apoyandose en la escultura de un Cristo yaciente. Hasta que una vez el Cristo ya cansado de tantos abusos, cada noche le preguntaba al juerguista: ¿Hasta cuando padre Almeida? , a lo que él respondía: “Hasta la vuelta Señor”.
Una vez alcanzada la calle, el joven sacerdote daba rienda suelta a su animo festivo y tomaba hasta embriagarse. Al amanecer regresaba al convento.



Tanto le gustaba la juerga, que sus planes eran seguir con este ritmo de vida eternamente, pero el destino le jugó una broma pesada que le hizo cambiar definitivamente.
Pues una madrugada el padre Almeida regresaba borracho, tambaleandose por las empedradas calles quiteñas, rumbo al convento, cuando de pronto vio que se aproximaba un cortejo fúnebre. Le pareció muy extraño este tipo de procesión a esa hora, y como era curioso, decidió ver el interior del ataúd, y al acercarse vio su propio cuerpo dentro del mismo.

Del susto se le quitó la borrachera, corrió desesperadamente hacia el convento, del que nuca volvió a escaparse para irse de juerga.
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Padre Almeida

Había una vez una niña llamada Bella Aurora.
Era hija de padres ricos y cariñosos. En aquel tiempo la Plaza de la Independencia no tenía el monumento a la Libertad, sino una pila al centro. Allí se realizó una gran corrida de toros.

En segundo lugar salió un toro negro. Luego de mirar a su alrededor se acercó lentamente hacia Bella Aurora, quien se desmayó del susto. Sus padres la llevaron a curarla del espanto.


Dicen que el toro negro se desesperaba en la plaza.
Buscaba a la niña. Al no encontrarla saltó la barrera y se fue a la casa 1.028. Rompió la puerta de la calle. Subió al corredor. Olfateó por todas partes. Entró al dormitorio de Bella Aurora.

Al ver al toro, ella quiso huir, pero no tubo fuerzas.
Solo alcanzó a dar un grito fuerte, mientras el toro la embestía. El animal desapareció después. Se hizo humo.
-¿Y los padres de Bella Aurora?
-Lloraron bastante por la muerte de su querida hija.


La Gallina de los huevos de oro
Un granjero poseía una gallina a quien alimentaba diariamente y ella en agradecimiento todos los días ponía un huevo de oro.
Una mañana el granjero pensó:
-Quiero tener mucho dinero y así no trabajar mas! Si esta gallina todos los días pone un huevo de tanto valor debe tener una mina de oro en su interior!

Mató a la gallina y al abrirla comprobó que no tenía ninguna mina en su interior.

Por ambicioso mató a la gallina que tantosbienes producía y no solo no encontró ningún tesoro, sino que ademas se quedó sin recibir ese huevo de oro diario.

Moraleja: Es necesario cuidar nuestros bienes y no dejarnos llevar por la ambición desmedida, ya que puede hacer que perdamos lo que tenemos
Un granjero poseía una gallina a quien alimentaba diariamente y ella en agradecimiento todos los días ponía un huevo de oro.
Una mañana el granjero pensó:
-Quiero tener mucho dinero y así no trabajar mas! Si esta gallina todos los días pone un huevo de tanto valor debe tener una mina de oro en su interior!

Mató a la gallina y al abrirla comprobó que no tenía ninguna mina en su interior.

Por ambicioso mató a la gallina que tantos bienes producía y no solo no encontró ningún tesoro, sino que ademas se quedó sin recibir ese huevo de oro diario.

Moraleja: Es necesario cuidar nuestros bienes y no dejarnos llevar por la ambición desmedida, ya que puede hacer que perdamos lo que tenemos



.La caja Ronca

En Ibarra se dice de dos grandes amigos, Manuel y Carlos, a los cuales cierto día se les fue encomendado, por don Martín (papa de Carlos), un encargo el cual consistía en que llegasen hasta cierto potrero, sacasen agua de la asequia, y regasen la sementería de papas de la familia, la cual estaba a punto de echarse a perder. Ya en la noche, muy noche, se les podía encontrar a los dos caminando entre los oscuros callejones, donde a medida que avanzaban, se escuchabacada vez mas intensamente el escalofriante 'tararan-tararan'. Con los nervios de punta, decidieron ocultarse tras la pared de una casa abandonada, desde donde vivieron una escena que cambiaría sus vidas para siempre
Unos cuerpos flotantes encapuchados, con velas largas apagadas, cruzaron el lugar llevando una carroza montada por un ser temible de curvos cuernos, afilados dientes de lobo, y unos ojos de serpiente que inquietaban hasta el alma del mas valiente. Siguiendole , se lo podía ver a un individuo de blanco semblante, casi transparente, que tocaba una especie de tambor, del cual venía el escuchado 'tararan-tararan'.
He aqui el horror, recordando ciertas historias contadas de boca de sus abulitos y abuelitas, reconocieron el tambor que llevaba aquel ser blanquecino, era nada mas ni nada menos que la legendaria caja ronca.
Al ver este objeto tan nombrado por sus abuelos, los dos amigos, muertos de miedo, se desplomaron al instante.Minutos despues, llenos de horror, Carlos y Manuel despertaron, mas la pesadilla no había llegado a su fin. Llevaban consigo, cogidos de la mano, una vela de aquellas que sostenían los seres encapuchados, solo que no eran simples velas, para que no se olvidasen de aquel sueño de horror, dichas velas eran huesos fríos de muerto. Un llanto de desesperación despertó a los pocos vecinos del lugar.En aquel oscuro lugar, encontraron a los dos temblando de pies a cabeza murmurando ciertas palabrasinentendibles, las que cesaron después de que las familias Dominguez y Guanoluisa (los vecinos), hicieron todo intento por calmarlos.

Después de ciertas discusiones entre dichas familias, los jóvenes regresaron a casa de don Martín al que le contaron lo ocurrido. Por supuesto, Martín no les creyó ni una palbra, tachandoles así de vagos.
Después del incidente, nunca se volvió a oir el 'tararan-tararan' entre las calles de Ibarra, pero la marca de aquella noche de terror, nunca se borrara en Manuel ni en Carlos.Ojala así aprendan a no volver a rondar en la oscuridad a esas horas de la noche.

Por la puerta de atras
Menchu tenía cinco años y un corazón inquieto.
_ ¡Mama! _entraba gritando y saltaba a sus brazos donde siempre encontraba una caricia y un lugar tibio donde esconderse. Las manos de mama eran habiles para lavar rasguños, cocer la ropa hecha harapos. No había retos, sólo sonrisas y algún suspiro muy largo.

_Menchu. _Apenas se quejaba la madre con voz de preocupada.
Al menos ahora había logrado que anduviera en remera y pantaloncitos cortos de algodón. Porque cuando tenía apenas dos años y el pelo largo hasta la cintura, salía disparada en bombachita por la puerta de atras hacia el bosque y no paraba hasta trepar al arbol mas alto.

_Menchu. _Llamaba su madre, pero ella ya no la escuchaba. Entonces la buena señora amasaba alguna tarta con la fruta de estación del huerto. A veces manzanas, otras ciruelas y en elmejor de los casos frutillas. Apenas salía la tarta del horno la ponía en la ventana. Infalible remedio para atraer a su pequeña salvaje a casa. Menchu tenía un olfato tremendo y apenas olía el manjar recién sacado del horno, bajaba por las ramas y corría a su encuentro.

_ ¡Mama! _ gritaba Menchu y saltaba a sus brazos.
_Sos mi nena linda, sos “mi hija del corazón”. _Decía la madre y la apretaba contra su pecho. Y Menchu devoraba la merienda con el hambre de quien había recorrido todo el bosque.

La madre era feliz con Menchu. Pero sabía que algún día tendría que contarle. Tendría que explicarle que ella se hizo madre cuando la recogió calentita, regordeta, llena de vida, tan recién nacida y ya con tanto pelito negro muy suave. Casi no la había visto cuando con gran pena descubrió a esa “ciguapa” que sin vida la abrazaba contra su pecho. La cabellera de la ciguapa era tan larga que la cubría toda a pesar de no tener ropa. Y de pronto, vio que algo se movía cerca del corazón de la ciguapa muerta. Con miedo se inclinó y corrió la cortina de pelo cuando descubrió a “su Menchu” tranquila, todavía prendida al pecho de la ciguapa.

Ella sabía que algún día tendría que contarle a Menchu los detalles que la hicieron madre. Y la gratitud que sentía por esa joven que después de muerta había seguido cuidandola.

También sabía que cuando Menchu fuera mas grande, incluso de noche, la puerta de atras debería quedar siempre abierta.


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