Las palabras y las cosas de la evaluación
El discurso de la evaluación pareciera ocupar un
lugar central en el discurso de la política educativa moderna. Todo tiene que ser evaluado. No sólo los
aprendizajes, sino también los docentes, los insumos y procesos
pedagógicos, la gestión, las instituciones, así como
las políticas, programas y proyectos. Evaluar es
“lo políticamente correcto”, para algunos al menos. Sin embargo, existe una cierta ingenuidad en creer que evaluando se
soluciona la mayoría de los problemas de la educación.
En las notas que siguen se relaciona la evaluación con la experiencia y
la opinión de los docentes. Después de todo, evaluar a
través del
examen fue un dispositivo sistematicamente utilizado por todos los
docentes desde el origen del
oficio. Sin embargo, este dato tiende a ser olvidado
por cierto discurso contemporaneo acerca de la evaluación. Pero
ademas de evaluador, el docente siempre fue un
objeto evaluado. En tanto que funcionario de una
organización burocratica, fue objeto de procesos y dispositivos
de observación, inspección y supervisión
sistematicos e institucionalizados.
En este artículo se describen algunas opiniones y actitudes de los
docentes en relación con la evaluación, como dimensión
constitutiva del proceso de enseñanza aprendizaje y como dispositivo de
supervisión, control y valoración
de los trabajadores de la educación.
La escuela bajo sospecha
Durante los últimos años, por unaserie de circunstancias
complejas, los sistemas educativos (es decir, los docentes y las instituciones)
ya no son sólo los sujetos activos de la evaluación, sino que
ahora son también objeto de evaluación. ¿Qué es lo
que explica que esta vieja institución que, desde siempre, hace un uso intensivo de la evaluación y el examen, ahora
se haya convertido en objeto de observación y valoración?
¿Qué es lo que justifica que luego de tantas evaluaciones a las
que son sometidos los alumnos, desde que entran hasta que salen de determinado
nivel educativo, sean nuevamente objeto de examen, esta vez por instancias
extraescolares (ministerios de educación, institutos internacionales,
entes autónomos, etc.) generalmente ubicadas en el ambito del
servicio público?
A primera vista es tentador decir que el sistema educativo es examinado porque
existe una sospecha.1 En otras palabras, la institucionalización
generalizada (en todo el mundo desarrollado y en la mayoría de los
países de América Latina) de sistemas nacionales de
evaluación esta indicando que “la sociedad” (ciertos
y determinados actores sociales representativos y poderosos) desconfía
de lo que hace y produce el sistema educativo (incluso sus propios
examenes). Todo parece indicar que sobre el sistema educativo planea una
sospecha, que puede expresarse del siguiente modo: no existe
necesariamente una correspondencia entre el conocimiento y las competencias
efectivamente desarrolladas en los alumnos y los certificados, diplomas o
títulos efectivamente distribuidos por lasinstituciones escolares. De allí el desarrollo de las políticas e
instituciones especializadas en “evaluar la calidad de la
educación” efectivamente alcanzada por los alumnos que pasan por
la escuela.
En este contexto no debería extrañar que
los propios agentes escolares (en proporciones variables, según las
circunstancias) se hayan sentido (y todavía se sientan) un tanto
incómodos frente a este tipo de políticas, que ponen un manto de
duda sobre lo que ellos hacen y producen cotidianamente en sus aulas. De hecho, en casi todos los países, los programas de
evaluación de la calidad no recibieron la aceptación inmediata de
los docentes y menos aún de los docentes organizados en las
organizaciones sindicales.
En las notas que siguen aportamos algunos elementos de información y
analisis relacionados con las actitudes de los docentes respecto a la
cuestión de la evaluación. Para ello, subsumiremos la
cuestión en el tema mas general de
la “diferenciación, ordenamiento, clasificación y
jerarquización” como dispositivos que operan en
forma implícita y explícita en todos los campos de la vida social
y que tienen sus implicaciones políticas y culturales bien precisas.
Para realizar este analisis haremos uso de los datos producidos en el
contexto de la aplicación de un cuestionario a muestras representativas
de docentes de Argentina, Brasil, México, Perú y Uruguay.2 Este
contiene varios ítems relacionados con el tema que aquí nos
interesa y los resultados nos permiten obtener un primer panorama
(necesariamente incompleto)acerca de las diversas
posiciones que se manifiestan en el cuerpo docente de los países
analizados.
En primer lugar se analizan algunas orientaciones que los docentes manifiestan
hacia la evaluación como un componente estructural de
su trabajo en el aula. En un segundo momento se
analizan sus opiniones en cuanto a las estrategias
y procedimientos que se usan para evaluar su propio trabajo (el docente
evaluado). Por último se discuten algunas posiciones de los docentes
frente a la tematica general de la igualdad como valor social y
la relación entre evaluación
y legitimación de diferencias.
El docente como
evaluador
La historia enseña que el examen y la evaluación fueron
herramientas sistematicamente utilizadas por la escuela moderna (es
decir, la escuela que surge y crece con el Estado capitalista moderno). No hay
institución que examine (en el doble sentido de observar, medir y
también valorar) mas intensivamente que la escuela. Y esto, por
lo menos, por dos razones fundamentales
a) La primera es estructural y se asocia con el caracter graduado que
tiene la apropiación del
conocimiento. La cuestión es relativamente simple: hay ciertas cosas que
hay que aprender primero para aprender otras después (generalmente
mas complejas). La racionalización de la pedagogía
institucionalizó determinadas técnicas de examen para controlar
la progresión del aprendizaje de los alumnos.
b) La segunda tiene que ver con un dato fundamental,
característico del
sistema escolar moderno, por lo general controlado por elEstado. Esta escuela no sólo se propone desarrollar conocimientos en
las personas, sino que ambién distribuye credenciales; es decir,
documentos públicamente reconocidos (los famosos títulos) que
certifican que el poseedor de los mismos ha incorporado determinados
conocimientos, valores y competencias. El examen es un
prerrequisito de los títulos o certificados públicos
(garantizados por el Estado) que distribuyen las instituciones escolares (sean
de caracter público o privado).
La evaluación es un aspecto particularmente
problematico de la dimensión pedagógica del trabajo docente.3 Ello puede deberse al
hecho de que esta operación requiere el dominio de un conjunto de
competencias técnicas relativamente complejas que requieren un
aprendizaje permanente.
Por otra parte, la evaluación lleva tiempo y tiene un
aspecto rutinario que requiere un esfuerzo particular. Muchos docentes
manifiestan que es escaso el tiempo que tienen para realizar tareas de
corrección de examenes, cuadernos
etc. Sin embargo, de ofrecérseles tiempo adicional de trabajo, pocos son
los que lo emplearían en realizar actividades de evaluación. Por
último, no hay que olvidar que la evaluación, por su naturaleza
(estructuralmente arbitraria
y función (acreditación, asignación de premios y castigos,
clasificación y jerarquización de los alumnos, etc.), tiene
implicaciones fuertemente conflictivas, tanto en relación con los
alumnos como
con sus familias.
Otra prueba de que la evaluación es un desafío de cierta
relevancia para los trabajadores de laeducación lo constituye el hecho
de que, cuando se les ofrece a los docentes una lista de actividades que ellos
preferirían realizar si se les otorgara mas horas rentadas (si se
les extendiera el tiempo pago para su actividad docente), las tareas de
“corrección de examenes, cuadernos, trabajos, etc.”
es elegida por una exigua minoría de docentes (17% de los docentes
argentinos y sólo 6.4% de los peruanos). Este resultado es
sintomatico, mas aún si se tiene en cuenta que el tiempo
asignado a este tipo de tarea resulta el problema
mas frecuentemente señalado como
tal por los mismos docentes. Es evidente que tomar
examenes, corregir pruebas, revisar tareas, etc., no es una
dimensión particularmente interesante para la mayoría de los
docentes.
Es probable que las fuentes de dificultad que genera
la actividad de evaluación sean diversas. Algunas tienen un componente técnico (evaluar requiere el dominio de
teorías del
aprendizaje, estrategias metodológicas e instrumentos
técnicos precisos, etc.). Por otra parte, no cabe duda de que la
evaluación tiene un claro componente “político”
(supone una clasificación, un ordenamiento, una valoración, una
jerarquización, etc.) que tiene un alto potencial conflictivo,
dadas las consecuencias que tiene en la carrera escolar y la misma
biografía de los alumnos y sus familias.
El docente como objeto evaluado
Pero el docente no sólo es un “evaluador sistematico y
profesional”, sino que también es, por decirlo así, un
objeto evaluado, tanto por sus superiores jerarquicos(directores,
supervisores, etc.), como por el sistema educativo como tal (instancias
nacionales de evaluación de la calidad docente).
La evaluación de los docentes tiende a instalarse en la agenda de
política educativa de la mayoría de los países
latinoamericano s. Dadas las implicaciones laborales de esta practica,
es un tema que interesa y preocupa a los líderes y militantes de la
mayoría de los sindicatos docentes.
El propio sentido común indica que no es facil
“evaluar al evaluador”. En todos los países existen
regulaciones y dispositivos que conforman un sistema
de evaluación de los docentes. Esta evaluación determina el lugar
que ocupan
los docentes en la estructura ocupacional del sistema
educativo y por lo tanto contribuye a definir el salario, carrera, etc. La
mayoría de docentes del cono sur de América Latina (Argentina,
Brasil, Perú y Uruguay), al igual que mexicanos,
esta disconforme con los mecanismos vigentes de evaluación de su
trabajo. Los mas disconformes son los peruanos
(75.1%), mientras que en México esta en desacuerdo la mitad
(50.4%) y el 42.4% acuerda con los mecanismos vigentes
de evaluación docente. En Argentina el
desacuerdo es la posición que sostienen el 47.1% de los docentes.
Por lo tanto, mas alla de las mayorías relativas, los
datos muestran que, a excepción del caso de Perú, esta
cuestión polariza
fuertemente las opiniones de los docentes.
Cuando se le pregunta a los docentes por los criterios a tener en cuenta, en
general todos incluyen (con diversas valoraciones) la
evaluaciónperiódica de su trabajo, junto a
otras dimensiones mas tradicionales. El problema surge cuando se trata
de construir un consenso acerca de los mecanismos
(examenes, pruebas, observaciones, etc.) y agentes que participan en su
evaluación. Como el educativo es un
sistema todavía fuertemente burocratizado y jerarquico
las autoridades formales (directores de establecimientos y supervisores) son
las únicas instancias que una mayoría absoluta de docentes
reconoce como
agentes legítimos de su propia evaluación. Es probable que, para
introducir nuevos sistemas y, sobre todo, nuevos agentes (la comunidad escolar,
representantes de organizaciones locales, etc.) en los procesos de
evaluación de la calidad del trabajo docente, haya que introducir
primero reformas en los modelos de trabajo y de organización de las
instituciones escolares.
Por otro lado, es preciso reconocer que resulta simplista creer que se puede
medir y evaluar la calidad del
docente mediante la aplicación de un instrumento en un momento
determinado del
tiempo. Mas difícil aún es medir el impacto
específico del
trabajo del
docente sobre la subjetividad de los alumnos. En realidad se
trata de efectos múltiples y, en muchos casos, diferidos en el tiempo.
Muchas veces sólo en la vida adulta los individuos toman conciencia de
los efectos (positivos o negativos) que han tenido
ciertos docentes sobre ellos. Por otro lado, en gran parte, el trabajo docente
tiene mucho de performance (en este sentido se parece
mucho al trabajo del actor de teatro) ya que
su finalidad no eselaborar un producto (que puede ser evaluado
independientemente del
proceso de su producción).
En efecto, ¿cómo medir la pasión, la emoción, el
interés o la motivación por el conocimiento o la cultura que
puede suscitar un docente sobre un grupo de alumnos?
La complejidad del
trabajo docente obliga a ser muy prudentes a la hora de definir estrategias y
mecanismos de evaluación de su trabajo. En realidad, habría que
multiplicar las estrategias evitando medir “efectos simples” y, de este modo, establecer jerarquizaciones parciales y por lo
tanto
totalmente arbitrarias. De todas maneras y cualquiera sea el caso, siempre es
aconsejable que las políticas de evaluación de los docentes sean definidas con la participación
protagónica de los propios profesionales de la educación. Son
ellos mismos, haciendo uso de su propia
autonomía profesional, quienes estan en mejores condiciones de
definir las reglas y principios que hay para determinar la valoración de
su propio trabajo.
Evaluación, diferenciación y desigualdad
Evaluar consiste en establecer un orden, una
jerarquía. En este sentido resulta interesante
interrogarse acerca de la legitimidad que tiene esta idea general en el cuerpo
docente. Para aproximarnos a ella podemos recurrir al analisis de las respuestas
dadas por los docentes a dos cuestiones conceptualmente asociadas. La primera
tiene que ver con la idea misma de establecer diferenciaciones salariales con
el fin de premiar a “los mejores docentes”. A primera vista la
pregunta puede parecer ingenua, oincluso obvia si fuera planteada a una muestra
de profesionales tradicionales, tales como médicos
o abogados. Es probable que la mayoría de estos encuestados hubiera
respondido positivamente a la pregunta: “¿Usted cree que
habría que encontrar los mecanismos adecuados para que los mejores
ingenieros ganen mas que los demas?” Sin embargo, esta
pregunta no tuvo una respuesta
consensuada entre los docentes de los países aquí examinados. Por el contrario, en todos los casos se manifiesta una cierta
polarización de las opiniones acerca de esta cuestión. En un extremo esta el caso de México, donde una
mayoría absoluta (68.7%) responde negativamente a la pregunta planteada.
En el otro extremo estan los maestros peruanos y brasileños,
donde el 69% y el 52.7% respectivamente responden afirmativamente a la
cuestión. En Argentina y Uruguay el tema divide
fuertemente al cuerpo docente. En Argentina la mayoría relativa (44.3%)
responde afirmativamente, mientras que en Uruguay la mayoría relativa
(45.8%) se opone.
Otra variable, cuyo comportamiento puede ayudar a comprender
las resistencias al establecimiento de diferencias salariales entre los
docentes, es la que tiene que ver con el valor que los mismos asignan a la
igualdad (frente a la
libertad). En efecto, el cuestionario propone a los
docentes que opten entre estos dos valores. Los datos
indican que en todos los países se manifiesta una preferencia por la
igualdad. Cabe destacar que es en Brasil y en
México donde esta tendencia es mas marcada (74.5% y 64.2%,
respectivamente).