Como lo demuestra la evolución de la
historiografía americanista en los últimos diez años, la
insistencia en la historia social y particularmente en la de las élites
contempla, en la mayoría de los casos, el período conocido
como el de la 'revolución en el gobierno', según la
caracterización de Brading. A ese respecto, la naturaleza de los
detentores de la riqueza y del poder en la
provincia de Caracas — tal sería la
definición mas amplia del
término élite —, una aristocracia criolla por excelencia,
justifica un estudio en la larga duración de su formación y de su
desarrollo. El siglo XVII se caracteriza, en efecto, en el conjunto de
América Latina,
por dos fenómenos conexos: la aparición de las economías
regionales y la articulación de un mercado interno regional o
interregional. Tal es el caso de la gobernación de Venezuela, en cuyo ambito territorial (la
entidad administrativa y política Venezuela no existe sino hasta
1777) se da un modelo peculiar de crecimiento, realizado en torno de un
producto 'clasico' de exportación, el cacao. Se inicia
en el último tercio del siglo XVI en los valles cercanos a Caracas y en
el litoral central para alcanzar en el siglo XVIII su maximo desarrollo,
al vincular los destinos de lo que se puede definir como una región
económica al flujo del mercado cacaotero, tanto indiano como
metropolitano, el cual incide en sumo grado en la conformación del
llamado mercado interno.
De ahí el interés que hay en estudiar en componente y la
resultante social deeste tipo de proceso, los 'grandes cacaos' o
aristocracia mantuana, en función de ese elemento clave que es para la
economía colonial de Venezuela el cacao, en cuanto factor
económico unificador de la futura entidad política que evocamos
anteriormente. En esta perspectiva se adoptara un enfoque
cronológico, considerando en primer lugar los orígenes de la
economía cacaotera y sus premisas (régimen de la encomienda,
importación de mano de obra esclava) en el período comprendido
entre los años 1580 y 1620 aproximadamente; elementos que nos
llevaran a analizar las modificaciones que afectaron la estructura de
propiedad, la consolidación de la economía cacaotera y de la
clase hacendada, de 1620 à 1770, apreciando la continuidad que se
manifiesta a todas luces en el seno de la aristocracia local; una continuidad y
una estabilidad estructural en que los vínculos de parentesco — en
otros términos, las estrategias matrimoniales — desempeñan
un papel fundamental. Esta continuidad hace de Venezuela
un ejemplo atípico en lo que se refiere a la conformación de una
élite local, si consideramos la evolución contrastada registrada
para los estratos superiores de la sociedad indiana en otras areas de
América, incluso durante la nueva fase que se abre en los años
1770 con las llamadas reformas borbónicas. Un ejemplo atípico
pero no exento de contradicciones, so consideramos las modalidades sumamente
violentas del
proceso emancipador venezolano, en un contexto calificado, sin embargo, de
'prosperidad generalizada'.
Antecedentes y premisas de laeconomía cacaotera
Sus orígenes son en realidad los de la ciudad de Caracas, en cuanto centro organizador de una
economía y de un espacio regional. A principios del siglo XVII la
'provincia de Venezuela' no se correspondía con una realidad
histórica, económica o administrativa, sino que constaba de
unidades aisladas geograficamente, unidades que mantenían
relaciones comerciales con los mercados próximos: Maracaibo con Cartagena,
Coro con Santo Domingo, los valles centrales con las Antillas, Canarias y la
metrópoli. Ejemplo significativo del
fenómeno señalado es el traslado, en 1658, de la sede de la
diócesis de Coro a Caracas.
Antes de que se iniciara el auge cacaotero, un reducido grupo de encomenderos,
hacendados y mercaderes (como los Garci Gonzalez, representantes del
gremio mercantil sevillano, o los Carrasquer) impulsaba unos intercambios
fundados en la comercialización y la exportación de trigo, relaciones
que dificultaban la competencia de las ciudades andinas vinculadas con el
puerto de Maracaibo. En su persona se combinaban ya algunos de los rasgos
definitorios que van a caracterizar a la élite del siglo XVII: poder económico
(fundado en las encomiendas o en el comercio), social y político-militar
(son capitanes, regidores del Cabildo caraqueño etc.)3.
En los años treinta del siglo XVII, un
factor adicional contribuye en hacer de la exportación de trigo una
actividad insegura desde el punto de vista de las inversiones: la decadencia del sistema de flotas.
Para los encomenderos y la aristocracia naciente, agrupadaentonces en el
Cabildo, se dio una alternativa a la que hasta entonces no habían
prestado mayor atención: el cultivo del cacao, mas simple en sus
principios que los cultivos tradicionales. Con una escasa mano de obra
indígena y sin el 'iman' que constituía en otras
regiones de América el mineral de plata, el núcleo inicial de la
aristocracia caraqueña — los encomenderos — nunca
había llegado a formar una élite permanente y estructurada. El
desarrollo del cultivo cacaotero tuvo como consecuencia una modificación sensible de la
empresa agraria, de las orientaciones del
comercio exterior y de las modalidades de las formas de tenencia de la tierra:
la gran propiedad se desplaza hacia el litoral central y la costa, y con ello
se amplía la esfera de influencia de Caracas. A diferencia de las grandes
haciendas mexicanas — unidades económicas y sociales
autarquicas — las haciendas cacaoteras venezolanas, si bien
constituyen unos microcosmos funcionales, si estan abiertas a la
corriente de los intercambios y, por lo tanto, estan en relación
constante con el mercado exterior. Con la hacienda cacaotera se crea entonces
un nuevo tipo de unidad productiva, a la vez que un soporte decisivo para la
formación y la afirmación de la oligarquía llamada de
manera significativa de los 'grandes cacaos'. En
contraposición a esos cambios en la economía dominante, se da una
evolución radical desde el punto de vista del funcionamiento interno de las haciendas
de la provincia. Se puede distinguir en el régimen de tenencia de la
tierra dos etapas: el siglo XVIIes el del inicio y de la
reestructuración de las haciendas (sobre todo en la segunda mitad del
siglo); el siglo XVIII resulta ser, en cambio, el siglo de la
consolidación y del auge de las mismas, evolución interrumpida
solamente a principios del siglo XIX con la política altamente
circunstancial de los 'secuestros'. De un mercado doméstico de
escaso valor, con una economía no monetaria, se va pasando
paulatinamente a un mercado amplio, abierto tanto al comercio legal como al
comercio ilícito — lo señala acertadamente
la Instrucción General y Particular del estado presente de la
Provincia de Venezuela (1721) de Pedro José de Olavarriaga —
y el cacao va captando mercados exteriores de suma importancia: Veracruz
en la Nueva España, mientras en Europa (España, Francia,
Inglaterra) el chocolate codiciado en las cortes capitalinas se elabora con
cacao venezolano? Tan determinante fue la adopción del
cultivo del cacao y la orientación
hacia la comercialización del mismo
que, para mediados del
siglo XVIII, la mano de obra esclava había sustituido a la fuerza de
trabajo indígena organizada anteriormente a través de las
encomiendas. Se estima en 35.200 el número de esclavos africanos que se
importaron a lo largo del
siglo, o sea el 10% de los esclavos llegados a América durante ese
período.
Entre las fuentes que nos permiten identificar y precisar este proceso,
estan varios padrones: el primero, una relación anónima de
los encomenderos locales, se remonta a los años 1630; el segundo
consiste en una lista de las fincas rústicas,agrícolas y
ganaderas, elaborada en 1684 y en que aparecen debidamente los principales
'vecinos' de Caracas; el último es una especie de registro de
las encomiendas existentes en la región a fines del siglo (1690), es
decir, cuando la decadencia de la encomienda en cuanto institución
económica y social es un hecho consumado, por lo menos irreversible. En
1578, a los pocos años de la fundación de Caracas, 40 de los 60
vecinos de la ciudad eran encomenderos, entre ellos algunos de los
conquistadores o descendientes de ellos, con un total de 4.000 tributarios. En
el último tercio del siglo XVI, 64 mercedes de tierras habían
sido otorgadas ademas por el Cabildo caraqueño, lo que sí
les confería a los beneficiarios un verdadero derecho de propiedad sobre
el suelo, a diferencia de la encomienda, que no implica la propiedad de la
tierra, distinción muchas veces recordada por la Corona a los largo del
siglo XVI pero que, en la practica, cae en desuso conforme vamos
avanzando en el siglo XVII, en parte por motivos financieros: la Real Hacienda
fiscaliza en efecto las llamadas 'composiciones de tierras',
así como los remates de tierras realengas, sacando unos ingresos de esta
suerte de legalización efectiva del proceso anteriormente
señalado. En el primer cuarto del siglo
XVII este reducido grupo de familias empieza e emparentarse, acaparando las
tierras mas productivas de los valles cercanos a Caracas,
adueñandose de una franja litoral que va de Chuspa a Puerto Cabello (unos 220
km.), incluyendo unas tierras realengas (912.450 ha. En lajurisdicción
de Caracas,
según R. Serrera).
El auge del
cultivo cacaotero y la estructuración de una aristocracia territorial
Sólo en el período que va de 1630 a 1660, las exportaciones de
cacao desde el puerto de La Guaira se duplican. A ese respecto, los primeros
beneficios que se sacaron de la comercialización del cacao por los encomenderos hicieron
posible la importación de la mano de obra mencionada anteriormente y,
por lo tanto, la modificación de la estructura productiva. El
padrón de 1635 arroja las siguientes cifras: los cien encomenderos
disponían de unos 3.300 indios, siendo las encomiendas mas
rentables las ubicadas en la proximidad de la ciudad de Caracas. De las 33 encomiendas estimadas en
1.500 pesos o mas en 1635, 12 quedaban a menos de un día de viaje
(en mula) de la ciudad7.
Entre los beneficiarios de estas encomiendas se encuentran muchos regidores y
alcaldes, lo que atestigua la creciente fuerza de atracción de la
capital. Ahora bien, en los años 1630, la esclavitud africana supera la
encomienda en la región como
fuerza de trabajo. A fines del
siglo XVII, si las grandes familias patricias (Carrasquer, Liendo,
Piñango, Bolívar, Ponte, Mijares, Arrechedera, Solórzano)
conservan encomiendas cerca de las nuevas unidades de producción, no se
debe tanto a la rentabilidad — cuestionada— de esta propiedades,
sino mas bien al prestigio social que conllevaba el hecho de disfrutar
de esta institución a la vez económica y social. A ese respecto,
la mayoría de los trabajos dedicados a la historia de la esclavitud en
Venezuelahacen coincidir el auge de la misma con la progresión de las exportaciones
de cacao. Pedro de Liendo, hacendado dueño de haciendas de arboledas de
cacao, poseía 106 esclavos cuando murió en 1659, quizas la
cifra mas elevada para la Caracas de ese tiempo. En ese período
de prosperidad, los actores económicos, productores de cacao,
necesitaban cada día mas mano de obra, aunque fueran
encomenderos: de ahí las llegadas de esclavos desde las Antillas,
especialmente desde Curazao, hechas posibles gracias a los beneficios que se
sacaron de la producción de cacao. En los años 1640, las plagas y
el temblor abren un paréntesis en esta primera fase, una fase de
estancamiento acentuada por el auge del contrabando, la ofensiva de los
corsarios y la caída de los precios del cacao (originada por el volumen
de producción, superior a la demanda, la competencia de otros centros
productores como Guayaquil o Centroamérica, que se benefician
ademas de precios mas bajos; habría que
señalar también, como elemento explicativo de esta
situación, la falta de numerario de 1650 a 1670, momento en que, por
razones que no nos toca examinar detenidamente aquí, se va operando la
sustitución del peso peruano por el mexicano).
Indicio de esta primera crisis, en los años 1670, los mantuanos llegaron
a desertar de las sesiones del Cabildo; a duras penas se consiguió en
esos años a quien ocupara el cargo de regidor. El padrón de 1684
atestigua, sin embargo, el papel determinante desempeñado por el cacao
en la economía regional y la resurrección del comerciocaaotero en
esos años; Para esa fecha, los 172 vecinos de Caracas — entre
ellos 78 con el título de alférez o de capitan —
eran dueños de 167 haciendas de cacao, de 18 haciendas rurales
(productoras de trigo), de 26 trapiches y haciendas azucareras, muchos de ellos
poseían ademas un hato; en otro términos, la cuarta parte
de los vecinos de la ciudad tenía propiedades rústicas. Ahora
bien, hay que subrayar que en esos años de crisis, nunca la
ganadería o la producción de azúcar lograron quebrar la
supremacía del
cacao. En cierto modo, las riquezas acumuladas durante el
primer boom del cacao, así como la apertura del
mercado mexicano en los años 1620, permitieron a los productores
atravesar sin mayor perjuicio ese período de crisis; casi la mitad de
los hacendados dueños de arboledas de este fruto descienden de los
encomenderos identificados en 1635. Ahora sí se nota en ese momento un
relativo desplazamiento de las siembras, y el aumento de las mismas, hacia la
costa central a raíz de las destrucciones sufridas entre 1640 y 1650;
según Ermila Troconis de Veracoechea, para 1745, 558 haciendas de cacao
— con 5.132.921 arboles — estan registradas en esta
franja costeña. De estas propiedades unas 500 — 4.615.301
arboles, o sea, el 89.9% del total — estaban ubicadas al oeste de
Carayaca u de Maiquetía, una concentración verdaderamente
excepcional dentro del panorama de ocupación del suelo y tenencia de la
tierra en Hispanoamérica colonial y que evidencia claramente la
especialización de la provincia de Caracas a favor de unas formas
deagricultura mercantil orientada ademas hacia la
'exportación'. Esta evolución pone de relieve las dos
ventajas de que se beneficia el cultivo del cacao, o sea, la disponibilidad de
la tierra y de la mano de obra esclava, factores que explican la rapida
recuperación de esos años. Tales son, en efecto, los elementos fundamentales
de la riqueza de los 'grandes cacaos'. De ahí el hecho de que
muy pocas veces la élite caraqueña del siglo XVII recurrió a un
vínculo (mayorazgo) para preservar fortuna y estatuto social, a
diferencia de su alter ego mexicana. En cambio, hay que resaltar la
frecuencia mucho mas elevada de las fundaciones piadosas (censos y
capellanías), fuentes de crédito que contribuyen también a
explicar la recuperación y luego el alto nivel de producción
alcanzado en los años 1670—1680, una prosperidad que contrasta con
la culminación del 'siglo de la depresión' observado
comparativamente en otras areas de América: de 1680 a 1689, las
exportaciones de cacao desde La Guaira ascienden a 14.869.360 libras; el 82% se
exportaba hacia México y el 16.5% hacia España. En 1745 se
calculan las mismas exportaciones en 33.000 fanegas, que se duplican a los
pocos años para llegar a unas 50.000 fanegas a favor de la
Península (con una producción de unas 10 a 25 fanegas por 1.000
arboles de cacao).
Las modalidades de la financiación del cultivo cacaotero pone de relieve la
dificultad que hay en separar el estudio de sus orígenes de la
formación de la aristocracia territorial. Ramón Serrera destaca
en esta perspectiva la funcióncrediticia de la Iglesia (crédito
hipotecario, préstamos a interés), desempeñada a
través de las 'inversiones espirituales'. En el siglo XVII, el
total de los préstamos consentidos por la Iglesia (capellanías y
censos) asciende a 419.939 pesos (140.750 pesos de capellanías);
éstos se reparten entre el convento de la Concepción (la
mayoría de los préstamos otorgados con un total de 109.319
pesos), la Iglesia Catedral, los conventos de San Jacinto y San Francisco, el
Hospital de San Pablo y la Iglesia de Altagracia. En otros términos,
'la Iglesia se había convertido en el siglo XVII en el agente
financiador de la empresa cacaotera'. De los 259 vecinos que figuran en el
padrón de 1660, 56 realizan una escritura de censo con alguna
institución eclesiastica. Entre ellos, los representantes
de las 'principales familias', especialmente los
Mijares—Solórzano y sus parientes. En otros casos, la Iglesia
llega a administrar de manera mas directa todavía la
producción de las haciendas cacaoteras, por medio de las 'obras pías':
bien conocida esta la obra pía de Chuao, pero también, se
puede mencionar la de Cumanibare en la jurisdicción de Barquisimeto,
fundada en 1706 por el catalan Miguel Silvestre de Mampalao, con sus
8.000 arboles (según el informe de Olavarriaga, 23.892 en 1748) y
sus esclavos levantiscos (27 para 1722, 36 en 1748, siendo el resto de la mano
de obra negra o mestiza pero asalariada).
De tal forma que existe una estrecha correlación entre crédito
agrario (expansión del cultivo del cacao mediante la compra de tierras y esclavos)y la
consolidación del
régimen laboral en la jurisdicción durante el siglo XVIII.
Asimismo, se nota una expansión del
cultivo hacia unas zonas cada día mas alejadas de la capital,
hacia la costa o los valles del
interior. Hacia 1722, según la Instrucción de
Olavarriaga, la provincia de Caracas contaba con 61 valles donde se cultivaba
el cacao; se registraron para esa fecha unas 759 haciendas dedicadas a este
producto, con un total de 4.758.564 arboles que producían
anualmente 67.822 fanegas (110 libras cada una). La raíz de este fenómeno
esta, sin lugar a dudas, en el papel catalizador desempeñado por
la Real Compañía Guipuzcoana, aunque la creación de esta
compañía recoge, al mismo tiempo, el término de una
evolución y no deja de reforzarla; a los pocos meses de su
fundación, las exportaciones realizadas hacia Nueva España y la
metrópoli ascendían ya — como lo señalamos — a
50.000 fanegas de cacao (anteriormente: 19.000); para 1730, se cosechaban unas
80.000 fanegas al año, siendo el consumo local de unas 12.000 fanegas.
Esta por demas decir que la élite capitalina, en un primer
momento parte integrante de esta expansión controlada desde
España, siguió representando y defendiendo sus intereses desde el
gobierno municipal: no solamente hasta 1784 — en que se abolió el
monopolio de la Real Compañía — sino hasta 1793, fecha de
la creación del Consulado de Caracas, el comercio del cacao es una
constante de los debates y representaciones que se elaboran en las sesiones del
Cabildo.
Ahora bien, la evolución que se registra a lolargo del período considerado lleva consigo
unos cambios sustanciales, no solamente a nivel propiamente
económico (estructura de la propiedad territorial, rentabilidad de
las haciendas cacaoteras), sino también por lo que se refiere a los
detentores de esa riqueza. A ese respecto, resulta perfectamente adecuada la
caracterización hecha por Doris Ladd para el caso novohispano: la
aristocracia de los mantuanos se puede caracterizar como una
'plutocracia' y, factor determinante cuando se toma en cuenta no
sólo la adquisición de las fuentes de esta riqueza (arboledas y
mano de obra), sino la preservación de la misma, la cual obedece a unas
estrategias distintas, se va conformando poco apoco y de manera mas
temprana que en otras areas de América, según los estudios
que hemos realizado en ese campo de la historia social americana, como una
'gran familia'.
Varios ejemplos ilustran el primer término de esta evolución en
el naciente siglo XVIII, dan la medida del proceso considerado, el de la
formación de una élite regional fuertemente estructurada, con sus
estrategias propias (así como, por ejemplo, las llamadas estrategias
matrimoniales) que hacen de ella una 'clase' en la acepción de
L. Vallenilla Lanz — relativamente cerrada. Una de las familias que
quizas mas prestigio y poder económico (por el
número de propiedades) haya tenido a lo largo del siglo ilustrado es la de los
Rodríguez del Toro. Juan Bernardino Rodríguez del Toro, oriundo
de Gran Canaria, donde nació en 1675, contrae matrimonio en Caracas en
1712 con Paula de Istúriz.Para 1720, don Juan, futuro marqués del
oro, era dueño de mas de 50.000 arboledillas de cacao en la sola
provincia de Caracas. En 1744, su hijo mayor, don Francisco de Paula, segundo
marqués del título, poseía unas 110.000 arboledillas, o
sea, mas del doble de lo que tenían en ese momento los
productores individuales. Otro hijo, don José Rodríguez del Toro,
caballero de la orden de Calatrava en 1752 y oidor de la Audiencia de
México en 1769, constituye otro ejemplo irrefutable del poder
socioeconómico, e incluso político, logrado por los criollos
caraqueños del momento.
Entre los demas inmigrantes del siglo XVIII, de origen vasco en su gran
mayoría, y cuyas alianzas matrimoniales fueron el punto de partida de la
acumulación del capital necesario para la compra de las haciendas
cacaoteras, hay que mencionar a los Aristiguieta y a los Verois —
llegaron en 1703, fecha relativamente tardía — o a los
Ustariz, celebrados por el barón de Humboldt por su hospitalidad
y la prosperidad de las haciendas de cacao, añil y algodón
visitadas por el ilustre viajero. Ahora bien, estos representantes de la
élite caraqueña constituyen la excepción, en la medida en
que la mayoría de las dinastías caraqueñas estaban
instaladas en la provincia antes de 1650, o sea, antes de que finalizara el
primer período del auge cacaotero: son las familias Tovar, Mijares,
Ponte, Palacios, Blanco, Liendo y Bolívar, apellidos que aparecen de
manera constante en la historia de la ciudad desde ese momento16. En este
sentido, se puede considerar que el cultivo cacaoterodio origen a una de las
aristocracias terratenientes mas estables y duraderas de la
América española, en la medida en que se inscribe en la larga
duración, que es uno de los factores de definición de las
'élites principales', tales como las evocamos al principio de
este trabajo (así se pueden valorar las modalidades de la
transmisión de los patrimonios a través de las generaciones
sucesivas). Cada cambio de generación implica, en efecto, una transmisión
de la propiedad, elemento fundamental del
estatuto social logrado por las élites, y mantenido, preservado
precisamente en el caso caraqueño, a lo largo de varias generaciones.
Las leyes de Castilla, que rigen esta parte del derecho indiano, disponen que a
la desaparición de uno de los esposos, el otro hereda la mitad del
patrimonio, dividiéndose la otra mitad entre los herederos, directos o
no, mejorada ocasionalmente del tercio o del quinto. La fundación de un
vínculo, en otros términos de un mayorazgo, constituía en
estas condiciones una alternativa, por no decir una solución, al
problema de la dispersión de un patrimonio, a la división de las
fortunas, esto a pesar de las leyes cada día mas restrictivas
enunciadas por la Corona, deseosa de limitar de manera general todo tipo de
inversiones 'sociales' y en especial este tipo de fundaciones,
consideradas como un estorbo para la productividad de las haciendas. De
ahí el caracter excepcional de la aparente continuidad registrada
en las familias de los 'grandes cacaos': el mayorazgo, si bien existe
(caso del marqués del Valle deSantiago por ejemplo), no parece ser un
elemento tan determinante de la preservación de las fortunas locales, a
diferencia de la situación que prevalece en Nueva España:
allí es quizas el único remedio a ese desgaste provocado
por la sucesión de las generaciones, que hace que con la tercera
generación se pone en tela de juicio la supervivencia de las nobles
estirpes al desaparecer buena parte de las grandes fortunas en las arcas de la
Iglesia, como ocurrió en Nueva España.
La estabilidad estructural de la élite caraqueña en su conjunto
— y no solamente de los dueños de la gran propiedad, quienes
conforman la 'élite principal' — se da no solamente
dentro de un círculo social, sino en el seno de una
'dinastía' 'en Nueva España, en cambio, las grandes
propiedades pasan de una 'gran familia' a otra, sin quedar
necesariamente en la misma familia, a diferencia del caso caraqueño).
Esta hipótesis necesitaría ser comprobada por un estudio sistematico
de las ventas y enajenaciones de haciendas cacaoteras. Esto nos lleva a
formular esta problematica de otra manera: ¿Cómo los
grandes productores de cacao, la llamada aristocracia territorial, logró
conservar sus latifundios familiares de una generación a otra, evitando
las divisiones del patrimonio y la consiguiente venta de las tierras? No es
posible, en el marco de una ponencia, examinar detenidamente la estructura de
la propiedad y los factores de su estabilidad. Requeriría ademas
profundizar mas todavía las investigaciones que venimos
realizando sobre este tema. Por este motivo, solomencionaremos los datos
mas significativos al respecto, sacados del censo que indicamos
anteriormente, del año 1684, así como de la descripción de
Olavarriaga (1720-1721) y de un censo mas tardío, del año
1744. Huelga decir que para un período posterior, mas
precisamente a partir de los años 1770, los informes previos a la
creación del Consulado de comercio (1793) y las estadísticas y
padrones elaborados por esta institución representativa de la
élite económica local constituyen otra fuente excepcional y de
gran precisión
La primera observación que se puede sacar al respecto, de la
comparación de estas listas, es la de la existencia de unos extensos
núcleos o grupos familiares, de propietarios, unidos por unos
vínculos de parentesco. No aparecen en este tipo de documentos otras
formas de parentesco — parentesco espiritual, tal como lo es el compadrazgo — que
arrojarían sin duda datos complementarios de sumo interés para
nuestro estudio (remitimos para este tipo de información a los
documentos producidos por las escribanías, especialmente los pleitos, en
que se evidencian las solidaridades propiciadas por los vínculos de
parentesco). Ahora bien, estas solidaridades constituyen una constante de la
mentalidad de las élites caraqueñas desde una época muy
temprana, como lo demostró
Stéphanie Blank en sus estudios del
sector comercial caraqueño. Según los dos primeros censos, la
mitad de las propiedades — arboledas de cacao — las poseían
representantes de los mismos grupos familiares. De los 38 hacendados
registrados en 1786 — por elIntendente Francisco de Saavedra —
como representativos de las 'familias
mas principales' de Caracas, de 'todas las familias
notables' del
lugar, 29 tienen parientes identificados ya en el censo e 1684, terratenientes
miembros del Cabildo caraqueño, o sea, una élite a la vez
económica y política. Se ha calculado que los enlaces
matrimoniales dentro de un mismo clan familiar se fueron multiplicando a partir
de 1700: del 6% del total para los años 1650-1670, del 19% para
1675-1699, pasan al 45% en 1700-1724 y al 52% para 1725-1749. Conviene resaltar
en estas estrategias sociales el papel fundamental de las mujeres, que
constituyen un elemento clave de la realización de estas alianzas, y, por
lo tanto, de la transmisión de los patrimonios, elemento poco estudiado
— salvo excepciones como la de Buenos Aires — para
Hispanoamérica.
Entre los valles próximos a Caracas,
y donde estuvieron ubicados las haciendas de la élite, hay que
mencionar los valles del Tuy (recordemos que las dos terceras partes de
la cosecha de cacao provenía de estos valles en los años 1720),
los alrededores de Cuyagua y Caucagua, nombres que vuelven constantemente en
los documentos consultados. Allí estan ubicadas las haciendas de
las familias Bolívar, Zayas y Galindo, Fernandez de Fuenmayor
(gobernador de Caracas
en los años 1640), familias que figuran en los padrones mencionados.
Mas que cualquier otra quizas, la región de Cuyagua estuvo
dominada por los clanes familiares en el siglo XVII y XVIII, unos grupos
familiares vinculados entre sí de tal manera quelograron formar una
vasta red familiar, excepcional por su extensión: los Galindo, Fuenmayor
y Tovar. En Caucagua, en cambio, 'reinaban' los marqueses del Valle,
don Miguel Berroteran y su hijo, dueños de 53.000 arboles,
los Rengifo, Palacios, Ponte y Solórzano, todos — sin
excepción de los descendientes de vascos como Pedro Juan Arquinzones y
Miguel de Aristiguieta — considerados como opuestos al monopolio de la
Real Compañía Guipuzcoana. También habría que
citar, entre los dueños de la tierra, al conde de San Javier (18.000
arboles en sus propiedades), también firme opositor al monopolio
comercial.
La aristocracia criolla 1770-1810: un poder de hecho
Con los años 1770 se inaugura una cierta diversificación de la
economía regional junto a la 'descentralización' de las
decisiones tomadas en el campo de la economía, proceso que contempla la
abolición del monopolio de la Guipuzcoana y culmina en 1793 con la
creación del Consulado de Caracas. Si tomamos como punto de
comparación los años 20, el volumen de la producción de
cacao en estos años 1770 se había duplicado de tal forma que,
pocos años después, el cacao llega a representar el 85% de las
exportaciones venezolanas20. Dicho de otra manera, la dependencia de la
provincia respecto a la producción de cacao no había sido
eliminada, pero sí reducida: para 1809, en vísperas de la
revolución, la cosecha de cacao representaba un poco menos del 50% de
las exportaciones (la diversificación se debe, esencialmente, al tabaco,
añil, café — sustituto del cacao en el siglo XIX — y
azúcar,y se encuentra respaldada por la modificación de la
estructura de los mercados a raíz de la publicación del decreto
de libre comercio de 1778, que implica la apertura no solamente a favor de
Nueva España). La primacía del
cacao aparece a todas luces en la elección de los cultivos de las
haciendas y en la expansión continua de estas unidades económicas
y sociales. Concentradas en la franja costeña y en los valles de Caracas, no eran
pequeñas propiedades: 19 de las haciendas registradas en 1744—1746
tenían mas de 30.000 arboledillas (556 propiedades en este caso).
Los porcentajes globales eran los siguientes, en lo que se refiere a los
extremos: si bien el 30% de las propiedades tenía menos de 5.000
arboles de cacao, mas del 50% tenía entre 5.000 y
14.999 . En 1787, las 1.444 haciendas registradas en la provincia tienen
una producción anual que se aproxima a mas 130.000 fanegas para la
década de 1780. Establecer una diferencia en estos años entre
hacendados y comerciantes resulta algo delicado: ambos grupos poseían en
efecto haciendas de cacao, los grandes comerciantes que se dedicaban a la
carrera de Veracruz eran, por ejemplo, el con de San Javier y el conde de
Tovar, ambos miembros del Consulado y conocidos protagonistas de los debates
que se llevaron a cabo en el seno del Cabildo caraqueño antes de la
institucionalización del gremio mercantil. Ahora bien, los hacendados
matriculados en esta institución formaban el grupo social de mayor
estatuto en la sociedad colonial.
Nos encontramos aquí ante las mismas características
quepresidieron a la formación y a la consolidación de la
aristocracia territorial: el dinamismo económico, la integración
periódica de recién llegados, a pesar del caracter
relativamente 'cerrado' del las 'élites principales'
— en muchos casos familiares oriundos de las mismas regiones de
España, o sea de Canarias y de las provincias vascongadas — y la
prolongada permanencia en el escenario económico y social de las
dinastías e intereses creados. Las listas formadas pro el Consulado
demuestran la escasa pertinencia — en el caso caraqueño — del ciclo generacional
(las tres generaciones que acaban con los patrimonios) identificado en otras
areas de América. De los 45 hacendados identificados, el 55%
pertenecía a las antiguas familias de la provincia. Estos 25
representantes de la aristocracia territorial representaban, a su vez, a
13 grupos o clanes familiares. La lista de 1786 sólo es una muestra representativa
que, de manera significativa, fue establecida tomando uno o dos nombres de cada
familia 'principal'23. Saavedra advertía al respecto que
'en la clase de hacendados hay muchos mas que pueden y merecen
matricularse', pero que se limitó a cierto número de
representantes de esta clase entre los cuales, sin embargo, 'no falta uno
o dos individuos de todas las familias notables'. La lista de 1805-1806
arroja datos similares en lo que se refiere a los 'agricultores', o sea
a los 159 hacendados registrados. 70 de estos hacendados, es decir, el 70%,
pertenecía a las grandes familias: los Jerez de Aristiguieta, Mijares de
Solórzano,Ascanio, Herrera, Pacheco, Tovar, Toro, Rada, Bolívar,
Rengifo, Ponte, Plaza, Palacios de Sojo, Oblemexías, Alonso Gil, Berroteran.
Un segundo grupo de hacendados lo conformaban los inmigrantes establecidos en
la provincia en el siglo XVIII, especialmente durante el período de la
Compañía Guipuzcoana (1728-784). Representaban el 20% de los
inscritos en la lista de 1805-1806 (o sea, 34 personas, de las cuales 5
figuraban en el padrón de 1786): Anza, Butragueño, Cocho de
Iriarte, Clemente y Francia, Echezuría, Escorihuela, López
Méndez, Ribas, Sanz, Moreno, Paz del Castillo, etc., es decir 39 individuos
repartidos entre 23 familias.
Los hacendados mas ricos de la provincia pertenecían, como ya tuvimos la
oportunidad de señalarlo, a las familias mas antiguas. El hombre
mas rico de la región hubiera sido en ese aspecto el tercer
marqués del Toro, Sebastian Rodríguez del Toro y Ascanio,
con un ingreso anual de 25.000 a 30.000 pesos. En 1800, cuando sus bienes
fueron divididos entre sus herederos, su fortuna personal se estimaba en
504.632 pesos25. Lo seguía para el nivel de riqueza el primer
conde de Tovar, Martín de Tovar y Blanco, sin lugar a dudas el primer
hacendado de la provincia por el número de propiedades y la
extensión de las mismas, con una fortuna estimada en 200 a 300.000 pesos
(40.000 pesos anuales según Humboldt). En este grupo figuraban también
el primer conde de la Granja, Fernando Ascanio y Monasterios que en 1796
disponía de una fortuna evaluada en 200.000 pesos (13.000 pesos de
ingresos anuales), lo mismo que eltercer conde de San Javier, José
Antonio Pacheco y Toro26. Juan Vicente Bolívar dejó a su muerte
un patrimonio evaluado en 350.000 pesos. En un segundo nivel de riqueza se
encuentran los hacendados cuya fortuna oscilaba entre 100 y 200.000 pesos:
Gerónimo Blanco y Plaza, Vicente Ibarra y, entre los representantes de
las familias recién llegadas, Luis López Méndez y Juan
Miguel Echezuría.
M.McKinley señala, sin embargo, que a pesar de la integración de
nuevos inmigrantes, esta élite principal se fue reduciendo al final del
período colonial, por la misma división de los patrimonios
considerada como causa principal de la decadencia de ciertas dinastías.
Menciona como ejemplo particularmente
significativo de esta evolución, que contrastaría entonces con el
fenómeno registrado en el siglo XVII e incluso hasta los años
1770, el caso de la fortuna del
marqués del Toro, dividida en diez partes: la mas importante
ascendía a 111.700 pesos y le correspondió al sucesor el
título nobiliario (1814). Otro tanto señala para la familia
Bolívar: Juan Vicente heredó 120.000 pesos en 1792: lo mismo
sucedió con las propiedades de pedro Blanco y Ponte (en 1798, 114.114
pesos fueron divididos entre ocho herederos) o Miguel Jerez de Aristiguieta
(107.498 pesos divididos entre ocho herederos en 1782), o del conde de Tovar,
de Manuel Clemente y Francia, y Marcos Ribas. En este sentido, se puede
considerar como una evolución
generalizada la disminución — pero no la desaparición
— de las fortunas heredadas en su gran mayoría del auge cacaotero, aunque losdescendientes
de los actores económicos de ese período siguen figurando en los
padrones de 1805-1806 elaborados por el Consulado. Ultimo dato referente a
estas fortunas, mas precisamente a las propiedades rurales: no
sólo eran diversificadas (haciendas de cacao, añil, café y
hatos) sino que no soportaban tantos gravamenes — entre el 2 y el
10% del valor de las propiedades para esa
fecha — como en otras regiones de
América —mas del
60% en el caso novohispano. De ahí quizas la
'longevidad' de estas estirpes y su inscripción en la larga
duración.
Otro rasgo definitorio de la 'élite principal' caraqueña,
relacionado con la noción de estatuto social y de suma importancia para
la historia de las mentalidades en el ambito hispanico
(especialmente para el concepto del
honor) son los títulos nobiliarios y los habitos de las
órdenes militares. El hecho, aparentemente contradictorio si
consideramos la antigüedad de las familias nobles, es que la casi
totalidad de los títulos fue otorgada en el siglo XVIII, por no decir en
el último tercio del siglo (excepto los títulos de marqueses del
Valle y de Torrecasa); el titulo de conde de San Javier y de marqués del
Toro son de 1732; el del conde de la Granja se remonta a 1793, el de Riberas
del Boconó a 1787, Tovar a 1773, y Casa León a 1809. Lo mismo
sucedió con los habitos de las órdenes militares —u
'órdenes militares' para retomar la caracterización de
G. Lohmann Villena— distinción otorgada frecuentemente en los
años 1770-1780 (32 de las 49 peticiones registradas en este sentido).
Ahorabien, el siglo XVIII, y mas particularmente el reinado de Carlos
III y de Carlos iV, fue el siglo durante el cual mas títulos y
concesiones de habitos se registraron, realizandose de esta
manera la convergencia de los intereses particulares (de particulares poderosos
económica o financieramente hablando) ya que representaba una verdadera
inversión social, de los intereses de la Corona/del Estado, que tuvimos
la oportunidad de detallar en otros trabajos. Sobre este particular, no hay
ruptura o diferenciación marcada entonces respecto al comportamiento
observado en las élites americanas en general. Tampoco se diferencia por
lo que respecta a su interés por lasmilicias urbanas, esa otra forma de
poder local —hay que señalar, sin embargo, que no logran en
Venezuela tanto poder de decisión e intervención como en Nueva
España—, el ejercicio del poder local (Cabildo, papel de tenientes
de justicia en las jurisdicciones de las haciendas, de diezmeros, corregidores
de indios, etc.), que es en realidad una manera de preservar los intereses
económicos, base del prestigio social logrado.
Hay que notar, finalmente, que la 'clase' de los hacendados fue un
interlocutor obligado para las autoridades políticas y administrativas
de la provincia, y no sólo por medio del Consulado de comercio,
institución representativa de la élite caraqueña (tanto
principal como
secundaria). En este sentido, se puede decir que actuaron como
grupo de interés, de manera colectiva que no siempre se dio en otras
areas de América (como
lo demuestran las divisiones delConsulado de la ciudad de México entre
vascos y montañeses). Esta unión temprana quizas tenga que
relacionarse con la naturaleza de la producción local, fundamentalmente
orientada hacia la exportación, la casi unicidad del producto
considerado que originó ciertas formas de dependencia y, por lo tanto,
una especie de conciencia de la necesidad de diversificar las inversiones,
aunque fuera a favor de otros productos de alto valor comercial.
En conclusión, y para sintetizar lo anteriormente dicho, si retomamos
los elementos que definen realmente a las élites coloniales, se puede
decir que la riqueza, o mejor dicho el poder económico de los
caraqueños, se edificó sobre unas bases algo distintas a las
observadas tradicionalmente en América, gracias a la
comercialización y exportación de una producción dominante
de alto valor, el cacao. Este mismo elemento explica el menor apego a la tierra
como garantía de riqueza y estatuto
social: en la provincia de Caracas
casi nunca se consiguen cifras relativas a la extensión de las
propiedades —a diferencia de Nueva España y de otras regiones de
Hispanoamérica— sino otras, relativas al número de
arboles de cacao o de esclavos. En cuanto al estatuto social, hay que
subrayar que no nos encontramos ante una marcada oposición entre
peninsulares y criollos — a diferencia también de Nueva
España. La aristocracia local es una aristocracia cuyos orígenes
se remontan hasta el siglo XVI. Se caracteriza ademas por su excepcional
estabilidad estructural y generacional, respaldada por las
estrategiasmatrimoniales y la organización de los núcleos familiares
en torno a un patriarca. En ese aspecto, las élites caraqueñas se
inscriben, sin lugar a dudas, en la larga duración que caracteriza a las
élites principales de la Colonia. Pero, por otra parte,
esta aristocracia no carece de poder político, sus intereses
estan representados primero en el Cabildo y luego en el Consulado de
comercio. La unanimidad registrada en su seno se manifiesta claramente durante
los conflictos que surgen con las autoridades administrativas y
políticas metropolitanas (Audiencia, Intendencia, gobernador). Ahora
bien, y para tener en cuenta la evolución de las mentalidades, conforma
un grupo social que no deja de integrar en su pensamiento los elementos de la
política moderna, a través de los postulados del pensamiento
reformista fraguado en Europa por una burguesía en ascenso y de adoptar,
junto a unas formas de sociabilidad antiguas, otras mas modernas como
los clubes, las sociedades patrióticas, ancestros de los partidos
políticos formados en el siglo XIX29. A este respecto, si el caso de la
provincia de Caracas no encaja verdaderamente en la hipótesis formulada
por M. Mörner — sobre la aparente contradicción que hay entre
la estabilidad estructural del sistema de estratificación social y la composición
cambiante de las élites, tanto de los individuos como de las familias
— va en el sentido de otras hipótesis relativas a las
interacciones que se dan entre el ejercicio del poder, el estatuto social para
obtener la riqueza y viceversa, y, sobretodo, por loque se refiere a la necesidad
de realizar aproximaciones regionales a este fenómeno — las
élites maracaiberas y merideñas tienen otras
características — una aproximación que perspectivas
metodológicas distintas tales como la prosopografía y las
'genealogías sociales' permitirían quizas
llevar adelante con mayor acierto.
¿Fue la guerra de la independencia una revolución social? Ines
quitero
Es esta una interrogante que aún divide las opiniones respecto al tema.
Quienes opinan negativamente exponen que, desde la perspectiva de los
móviles y aspiraciones de sus promotores, difícilmente puede
afirmarse que el movimiento de la independencia haya tenido como objetivo la
transformación de los fundamentos jerarquicos y excluyentes de la
sociedad, por tanto se trataría de una revolución eminentemente
política.
Pero hay quienes afirman que el rechazo al proyecto de los mantuanos, por parte
de las castas y los colores, le confiere a la independencia el caracter
de una revolución social en la medida que la aspiración de estos
sectores era cambiar radicalmente la estructura social y económica de la
sociedad.
La polémica exige ponderar el sentido y alcance de cada una de las
afirmaciones.
En efecto, los mantuanos al momento de declarar la independencia no
tenían como propósito irrumpir contra su propia hegemonía,
por el contrario, aspiraban que la ruptura con España los
consolidaría en el ejercicio directo del poder y les garantizaría
el control de la sociedad, política, social y económicamente.
Sin embargo, el mismo proceso, apesar de ellos y sin que ocurriera un cambio en
sus designios y aspiraciones, altera el orden de la sociedad, irrumpe contra
los valores inamovibles de la tradición y promueve un proceso cuyo
desenlace escapa al control de sus promotores. El estremecimiento es de tal
magnitud que sus consecuencias no se limitan a la esfera de lo político,
su impacto tendra repercusiones sociales inevitables.
Igualmente, el rechazo inicial a la propuesta emancipadora por parte de los
grupos pertenecientes a las capas inferiores de la sociedad, no implica la
existencia de un proyecto alternativo cuyo objetivo fuese revolucionar el orden
establecido, dar paso a una fórmula igualitaria en donde ellos tuviesen
el control de la sociedad.
Como ha señalado German Carrera Damas en su estudio «Boves,
aspectos socio-económicos de su acción histórica»,
José Tomas Boves no era un reformador social y la amplia
participación de los pardos y excluidos en sus ejércitos, las
practicas del saqueo, los pillajes y secuestros, lejos de representar la
formulación de una oferta de redistribución de la propiedad y de
igualación social, constituían el único mecanismo de
sostenimiento de los ejércitos. Su ejecución no perseguía
destruir las bases económicas de la sociedad, ni irrumpir contra las
jerarquías antiguas, sino garantizar la sobrevivencia de la soldadesca y
el mantenimiento de la guerra.
Ahora bien, aun cuando no hubo un móvil expresamente social por parte de
ninguno de los sectores de la sociedad, no cabe duda que la derrota inicial de
las élites, el rechazo asu proyecto político, la
participación en la guerra de las grandes mayorías excluidas de
la sociedad, la violencia y la disolución social inherentes al conflicto
armado, los ascensos militares obtenidos en el desarrollo de la contienda, el
trastrocamiento de la autoridad y las jerarquías, alteraron de manera
insoslayable el desenvolvimiento de la sociedad tradicional al incorporar en la
definición del proceso a quienes hasta ese momento no habían
tenido injerencia alguna en la determinación del destino de la sociedad.
Así las cosas, quiza convendría plantearse la interrogante
de una manera diferente y no insistir en la disputa de si ocurrió
efectivamente una revolución social o si fue exclusivamente
política o si la revolución social quedó truncada en su
fase final o si fue traicionada por la oficialidad.
Valdría la pena preguntarnos, mas bien, si la sociedad
venezolana, después de la Independencia, continuó siendo la
misma. ¿Se produjeron cambios irreversibles en nuestra sociedad producto
de la contienda? ¿Se mantuvieron inalterables las fórmulas
sociales del
Antiguo Régimen? ¿Cual fue el impacto social de la guerra
de Independencia? ¿Tiene eso algún valor para el presente?
Ofrecer algunas pistas que nos permitan responder a estas interrogantes es el
objetivo del
presente ensayo.
Los fundamentos de la sociedad tradicional
La sociedad venezolana de fines del siglo XVIII estaba normada y
funcionaba de acuerdo a los principios y fundamentos de las sociedades de
Antiguo Régimen. El honor, la desigualdad y las jerarquías eranla
garantía del
orden de la sociedad. Establecido de esta manera desde el momento de la
conquista, le corresponde a los blancos criollos, descendientes de los
conquistadores, ocupar el lugar privilegiado de la sociedad.
Ellos constituyen la aristocracia local, usufructuaria directa y única
de las prerrogativas establecidas desde antiguo, responsables de velar y
preservar la armonía desigual de la sociedad. Por su condición de
principales, tienen a su cargo la dirección política y
administrativa del
gobierno de las ciudades desde los Cabildos. Como herederos de los conquistadores, son
también los mayores propietarios de tierra, los principales productores
y los beneficiarios directos de las relaciones comerciales que se desarrollaban
en la provincia.
Eran también los miembros de las familias linajudas los que formaban
parte de la jerarquía eclesiastica, los que ingresaban a la alta
oficialidad militar de los Ejércitos del Rey, los que podían
ostentar una Corona de Castilla o pertenecer a cualquiera de las Órdenes
Nobiliarias, signos inequívocos de calidad y distinción social.
El comportamiento social de esta aristocracia provincial es excluyente, como corresponde a su
condición. No admiten los matrimonios con nadie que no sea de la misma
estirpe, se casan entre primos cercanos y lejanos; de esa manera procuran
preservar el estatuto de la desigualdad, evitar la peligrosa igualdad.
Son puntillosos a la hora de hacer valer su notoriedad social, en consecuencia
defienden su derecho a ocupar lugar distinguido en la Iglesia ycelebraciones
públicas, subir al estrado de la Audiencia en ocasión de ventilar
sus asuntos, no ser sometidos a prisión por deudas; de la misma manera
que se mantienen en actitud vigilante a fin de evitar cualquier iniciativa o
practica que pudiese atentar contra lo establecido por las reglas del
honor y la costumbre.
La sociedad funcionaba sin sobresaltos. Si bien la normativa era rígida
y expresaba una inflexibilidad aparentemente inmutable, las rutinas sociales le
habían impuesto su propia dinamica y las fisuras y
contradicciones se resolvían sin ajustarse siempre a lo establecido en
la intrincada red de las fórmulas jurídicas y reglamentos
provenientes de España, pero sin violentar el sentido jerarquico
de la sociedad.
En el juego de tensiones y reacomodos sociales, los defensores mas
estrictos del principio de la desigualdad como fundamento del
orden, son los mantuanos. Son ellos los mas conspicuos protectores de
esa sociedad que han contribuido a erigir y de la cual son, indiscutiblemente,
sus mayores beneficiarios.
Su abierto rechazo a la revolución de Gual y España en 1797, su
reacción contraria a la aventura libertaria de Miranda y sus
manifestaciones de incuestionable fidelidad al Rey son expresión de una
inconmovible voluntad de sostener el establecimiento. No estaba entre los
planes de los blancos caraqueños cometer el dislate de intentar acciones
que pudiesen producir alteraciones en una rutina que les ofrecía
considerables ventajas.
Ello no implica que no estuviesen presentes contradicciones y malestares que
losmovilizaran en procura de afianzar y consolidar su posición en la
sociedad. Pero, ¿eran lo suficientemente dramaticas como para forzar una
salida que pusiese en peligro su hegemonía?
Tensiones y contradicciones en la sociedad provincial
A la hora de argumentar la vocación autonomista de las elites se ha
insistido en la idea de que había sobrados motivos para propiciar la
independencia. La política reformista de los Borbones cuyo objetivo era
reforzar los mecanismos de control sobre las provincias; el rechazo por parte
de la Corona a la solicitud de los criollos de liberar el comercio; la
supremacía administrativa de los funcionarios españoles; los
recurrentes conflictos de competencia y de autoridad que se planteaban entre
ellos y las autoridades peninsulares, la visible molestia que generó
entre los criollos la aprobación y aplicación de la Real
Cédula de Gracias al Sacar, constituirían los móviles
directos de los sucesos ocurridos el 19 de abril de 1810.
No cabe duda que el conjunto, –reformas borbónicas, rechazo al
libre comercio, monopolio peninsular de los cargos y ascenso social de unos
pardos a la categoría de blancos por unos cuantos pesos–
tenía que generar entre los criollos molestia, inquietud e incluso
abierto rechazo.
Sin embargo, la oposición de los mantuanos a los efectos
equívocos o abiertamente nocivos de la política real, siempre se
encausó por los mecanismos regulares que ofrecía el
establecimiento. En algunas ocasiones con mayor contundencia como fue el movimiento
contra la Compañía Guipuzcoana pero, enningún caso, se
materializó en acciones que tuviesen como objetivo modificar el orden de
la sociedad, ni irrumpir abiertamente contra la autoridad monarquica,
mucho menos propiciar un movimiento que les otorgase la dirección
autónoma de la provincia y romper el vínculo que los unía
a España.
Todo parece indicar que la sociedad de Antiguo Régimen les
ofrecía mayores garantías, de allí la determinación
de impedir o rechazar cualquier intento de cambio cuyo desenlace pudiese
trastocar el orden y armonía de la sociedad.
Pero si los criollos no ejecutaron acciones que pusieran en peligro al Antiguo
Régimen, tampoco hay evidencias de que los pardos alentasen acciones ni
iniciativas tendientes a modificar el estatuto de la sociedad con el
propósito de eliminar las restricciones y exclusiones de que eran
objeto.
Si bien resentían la exclusión y de manera aislada expresaban su
rechazo ante las limitaciones que les imponía la sociedad
–numerosos expedientes dan cuenta de ello–, las diferencias
existentes entre ellos mismos, su propia diversidad, impedían la
cohesión de objetivos que significaran un mejoramiento colectivo,
difícilmente puede afirmarse que tuviesen aspiraciones comunes. Resultaría
un anacronismo reclamar de ellos una conciencia de «clase» que los
condujera a realizar algún tipo de movimiento en pro de una causa
común liberadora.
Por el contrario, lo que es posible advertir es la manera como se reproduce en
los estratos inferiores el sentido jerarquico de la sociedad y la
búsqueda del ascenso social por las vías que el mismosistema
ofrecía, esto es hacer valer las opciones que contemplaba la real
cédula de gracias al sacar, o incorporarse a las milicias de pardos o
sacar provecho de las actividades económicas que les eran permitidas.
En ningún caso estuvo planteado un movimiento de las castas inferiores
que tuviese como propósito modificar la
hegemonía de los criollos, tampoco violentar la autoridad del Monarca, mucho menos
alentar una ruptura con España que los colocase en situación de
ventaja respecto a otros sectores de la sociedad.
Ahora bien, si ni los criollos ni los pardos alentaban un proceso de ruptura
con España y tampoco aspiraban modificar el orden de la sociedad,
¿Cómo se explica entonces el estallido de la independencia y la
evidente polarización social de los primeros años?
El estallido de la Independencia
El estallido de la Independencia no ocurre como respuesta a tensiones cuya
solución sólo era posible rompiendo el vínculo con
España. Los hechos del 19 de abril de 1810 fueron la reacción
inevitable a la crisis política de la monarquía española
luego de la invasión francesa.
El vacío de poder que tiene lugar en España como consecuencia de
las confrontaciones que surgen en el marco de su propia guerra de
independencia, impone de manera insoslayable una respuesta por parte de las
élites de la provincia de Venezuela, a fin de asumir el control de la
situación, frente a la incertidumbre y el desgobierno de la
monarquía española.
Inicialmente se trata de la constitución de una Junta Conservadora de
los Derechos de Fernando VII,cuyo objetivo era manifestar su lealtad al Rey
depuesto y oponerse a la Regencia por su falta de legitimidad, luego de ser
disuelta la Junta Central. El revés del ejército español
frente a los franceses, la debilidad de la Regencia, las pugnas
políticas que dividían a la opinión política
española, la reacción de la Regencia a la resolución del
Cabildo caraqueño, las presiones políticas de los sectores
radicalizados de la Sociedad Patriótica y el temor a perder el control
del proceso, aceleran los acontecimientos y del juntismo fidelista del
año diez se llega a la declaración de la Independencia del
año once.
La decisión de los criollos desde el 19 de abril fue convocar a sus
pares, esto es a los capitulares de las demas provincias pertenecientes
a la Capitanía General de Venezuela, invitarlos a que se unieran a la
decisión del Cabildo de Caracas y respaldaran la declaración de
la Junta Suprema. Sólo las provincias de Coro, Maracaibo y Guayana se mantuvieron
fieles a la Regencia.
El llamado a elecciones para la instalación de un Congreso a reunirse en
Caracas no contempla la incorporación de
otros sectores de la sociedad en la dirección del proceso. El reglamento electoral es
explícito al respecto. Las elecciones serían de segundo grado y
sólo podría votar los varones libres mayores de 25 años
que tuviesen domicilio fijo, casa abierta y poblada y fuesen propietarios por
lo menos de 2.000 pesos en bienes muebles o raíces.
La composición del Congreso Constituyente es expresión de la
voluntad política de los blancos criollos deconducir de manera
hegemónica el movimiento. Hacendados, comerciantes, militares,
clérigos, abogados, miembros inequívocos de las élites
provinciales, fueron los diputados electos sobre quienes recayó la
responsabilidad de sancionar la Independencia, discutir y aprobar la
Constitución de la nueva República.
La oferta de los criollos
La Constitución de 1811 estableció como forma de Estado la
Federación, sancionó la separación de poderes, fijó
un sistema electoral censitario, consagró la libertad, la igualdad, el
derecho a la propiedad y a la seguridad, eliminó los fueros y
privilegios y proclamó el nacimiento de la República. Sin
embargo, la aprobación de esta primera Carta Magna, no generó de
manera inmediata un cambio en la sociedad ni en la manera de conducirse sus
individuos.
Difícilmente quienes en la víspera de la Independencia
habían vociferado contra la Real Cédula de Gracias al Sacar,
quienes se asumían como ductores naturales del orden, quienes aspiraban
capitalizar la decisión emancipadora y conducir el proceso hasta su
culminación exitosa, podían estimar que, separados de
España y sancionados los principios de la igualdad y la libertad, era
prudente y conveniente incorporar como iguales a los pardos, ese colectivo
altanero, belicoso y díscolo cuya natural configuración e
inferior condición representaba el mayor peligro para el orden y el
concierto de la sociedad.
En todas las provincias que se suman a la iniciativa de Caracas el control de
la situación esta en manos de los blancos criollos, todos
comparten un visiónjerarquica y excluyente, es esa la
fórmula en la que han vivido desde que vinieron al mundo, son ellos los
dueños de los esclavos, todos miran con reservas y distancia a las
castas inferiores, ven con horror la infausta igualdad. En consecuencia, a la
hora de echar a andar la independencia, reproducen esta misma actitud,
única garantía de sostenerse como cabezas visibles y hegemónicas de
la sociedad resultante.
La desigualdad no desaparece. Por decisión de la Junta, las milicias de
pardos y negros debían mantenerse segregadas de las de los blancos; en
los batallones de negros, los dos oficiales mayores debían ser blancos y
la paga era diferenciada, los blancos ganarían mas que los pardos
y negros. En el llamado a alistamiento militar, del 13 de julio de 1811 se
mantenía la segregación: los blancos debían reunirse al
frente de la Iglesia en la Plaza de la Trinidad, los pardos lo harían al
este y los morenos al sur; los esclavos deberían mantenerse bajo las
órdenes de sus amos, en sus casas, hasta que el gobierno lo ordenase.
Como medida de contención se
aprobó la Ordenanza de los Llanos que establecía la
persecución del
abigeato y restringía la libre circulación de sus pobladores
mediante el sistema de pases, fórmula de control solicitada desde
hacía años por los propietarios blancos.
Por la prensa y en las proclamas y documentos oficiales, se descalificó
a todos aquellos que se habían afiliado a la causa realista y no
habían seguido el llamado de los mantuanos.
En la Gaceta de Caracas se les consideraba «prostituidos a
lossatélites de la tiranía» y se criticaba que se hubiesen
puesto bajo las órdenes de «los mismos que han devorado nuestra
sustancia».
Bolívar en 1813 lamentaba que se hubiesen prestado a ser el
instrumento de «los malvados españoles» y que no se
acogieran a la protección de un Gobierno que sólo aspiraba
trabajar por su bien. Mas tarde, en 1814 los acusaba por su
«inconcebible demencia al tomar las armas para destruir a sus
libertadores y restituirle el cetro a los tiranos», los llamaba
«seres fanaticos cuya depravación de espíritu les
hace amar las cadenas como los vínculos sociales».
Se intentó también el recurso de polarizar el conflicto como una
guerra entre españoles y americanos. Los documentos oficiales al
denunciar el absolutismo español y condenar el sometimiento al que
habían sido objeto estos pueblos por parte de la Monarquía, no
buscaba sino legitimar la decisión emancipadora como una justa causa de
los americanos contra España.
La expresión mas radicalizada de este propósito
polarizador fue llevada a cabo por Bolívar con su Decreto de Guerra a
Muerte. En la proclama se planteaba la confrontación como una guerra de
exterminio entre americanos y españoles. Los primeros asistidos por la
justicia de su causa: la conquista de la libertad; los segundos, sin derecho a
la vida por ser los únicos responsables de la desdicha y desgracias de
los americanos.
Todavía en 1815, consumida la II República, Bolívar, como
bien lo ha expuesto Pino Iturrieta en su «Nueva Lectura de la Carta de
Jamaica», reiteraba el designio supremacistade los blancos criollos en la
conducción del proceso, en virtud de su inevitable superioridad histórica.
La propuesta de los mantuanos no contempló la incorporación
amplia y en igualdad de condiciones de otros actores sociales. El rechazo a la
independencia y su escasa popularidad entre las castas y los colores no fue
producto de la demencia inexplicable de unos sujetos empeñados en
sostenerse bajo la opresión de sus enemigos, ni consecuencia de la
campaña del clero realista contra los insurgentes; tampoco resultado
inevitable del estado de ignorancia en que se encontraba la mayor parte de la
población por culpa del sistema español.
La respuesta de los pardos
La ausencia de un respaldo mayoritario a la iniciativa emancipadora fue
resultado directo de la falta de atractivo que tenía para las castas
inferiores de la sociedad integrarse a un proyecto que en su definición,
practicas y objetivos seguía siendo excluyente.
Las primeras protestas contra la independencia ocurren en Valencia y desde las
provincias fieles a España se prepara la reacción fidelista.
Funcionarios peninsulares, clérigos y españoles residentes en
ultramar apoyados por pardos y negros constituyen la oposición a los
mantuanos de la I República.
La agitación impone una respuesta armada y es el Marqués del
Toro, síntesis de los valores jerarquicos del Antiguo
Régimen, el jefe de las tropas que se dirigen a Coro a someter la
disensión contra los designios mantuanos. No tiene el menor
éxito.
Las fuerzas fidelistas se fortalecen en occidente y se dirigen haciael centro
al mando de Domingo de Monteverde, oficial de la Real Marina de Guerra de
España. El Congreso coloca la responsabilidad de defender la
República en manos de Francisco de Miranda.
El exitoso avance de Monteverde se ve favorecido por una rebelión de
negros que se proclaman fieles a Fernando VII y por el apoyo de la
mayoría de la población que se mantiene leal al Monarca. El 24 de
julio, Miranda capitula frente al jefe realista y fallece la I
República.
Hasta aquí la guerra no ha adquirido proporciones dramaticas,
apenas ha transcurrido un año de la declaración de la
Independencia.
Como era de esperar, los derrotados intentan recuperar el control. Santiago
Mariño invade por oriente y Bolívar con el auxilio de los
neogranadinos lo hace por occidente.
Es en el marco de esta ofensiva republicana que los pardos, zambos, negros y
mulatos se incorporan de manera significativa a la guerra para defender la
causa del Rey y oponerse al proyecto de los criollos. El llamado a cerrar filas
a favor de la República en contra del absolutismo español no
ofrece ningún atractivo; mayor poder de convocatoria tiene el llamado de
José Tomas Boves de irrumpir contra la aristocracia criolla,
cabeza visible de la insurgencia contra el Rey.
La carencia de recursos impone la practica del saqueo, el botín
de guerra a cambio de la prestación de servicios, las exacciones, el
secuestro de los bienes y el acopio de provisiones como las únicas
fuentes para sostener la guerra, ello unido a la exacerbación de las
contradicciones sociales constituyenel fundamento de la popularidad del jefe
realista. Son el incentivo para la acción, el estímulo para
ingresar a un conflicto cuyo desenlace les depararía beneficios directos
a quienes participaran en la contienda.
Lo que se produce no es una polarización política entre
España y América sino una polarización social entre los
excluidos del Antiguo Régimen y sus enemigos de siempre: los mantuanos.
Es sólo a partir de 1815 con la llegada de la Expedición
Pacificadora de Morillo, en el marco del «viraje» que procura
propiciar Bolívar luego del fracaso de la II República y como
consecuencia de los acontecimientos ocurridos en España que las armas
republicanas tendran mejores resultados.
El viraje de los blancos
A partir de 1816, luego de la evidente impopularidad de la independencia y
derrotada de manera estruendosa la República, Bolívar con el
propósito de revertir el proceso, intenta ofrecer algún tipo de
satisfacción social a quienes se sumen a su causa. Esta se traduce en
dos ofrecimientos: la libertad de los esclavos y el reparto de tierras a los
soldados como pago de sus servicios a la causa patriota.
En 1816, en la Villa del Norte y en Carúpano ofrece libertar a los
esclavos que se integren a los ejércitos republicanos. En 1817 se
sanciona un reglamento cuyo propósito era normar la distribución
de los bienes secuestrados y las tierras baldías entre las tropas. Se sustituye
la figura anarquica del saqueo y el botín por una fórmula
institucional que regulaba la entrega de los bienes a la soldadesca de acuerdo
al gradomilitar.
Es esta misma fórmula la que había puesto en practica
José Antonio Paez cuando ocupó el territorio del llano en
1816. Aislado y sin apoyo promete a sus llaneros la distribución entre
ellos de todas las tierras que correspondiesen al Gobierno en el Apure.
La escasez de recursos para satisfacer las erogaciones que exigía la
guerra y la imposibilidad de cancelar inmediatamente sus servicios a las
tropas, obligó a que el reparto de tierras se hiciese a través de
la figura de los vales, regularizada la situación se ejecutaría
la distribución de tierras, tal como estaba previsto en el reglamento
aprobado.
Sin embargo, el ofrecimiento de liberar los esclavos y la promesa de repartir
tierra entre los soldados, no representa que hubiesen desaparecido las reservas
frente a las castas inferiores y que se dejara pasar por alto cualquier intento
que pudiese dar pie a un cambio en la dirección social del proceso.
Los argumentos esgrimidos por Bolívar al justificar la ejecución
de Piar «…por proclamar los principios odiosos de la
guerra de colores, instigar la guerra civil y convidar a la
anarquía», no persiguen otra cosa que impedir cualquier tipo de
iniciativa que colocase el conflicto en el terreno social, el cual, desde su
óptica, se encontraba resuelto, tal como le expresa a los soldados en la
misma proclama del 17 de octubre de 1817:
…¿Nuestras armas no han roto las cadenas de los esclavos?
¿La odiosa diferencia de clases y colores no ha sido abolida para
siempre?¿Los bienes nacionales no se han mandado a repartir entre
vosotros?¿No sois iguales, libres, independientes y honrados? ¿Podía
Piar procuraros mayores bienes? No, no, no.
Si las demandas sociales habían sido solventadas, el problema era
concluir la guerra, derrotar a España y consolidar a la
República.
Sin embargo no son las promesas de Bolívar lo que determina el desenlace
favorable de la independencia. El contingente de llaneros comandados por
Paez, el ingreso de los oficiales britanicos, el reclutamiento
forzoso como medio de aumentar las filas del ejército republicano y
finalmente la respuesta española al conflicto de la independencia,
contribuyen decididamente al revés de las fuerzas realistas.
La victoria de las armas republicanas
Este último aspecto va tener importantes repercusiones en la
definición de la independencia. En primer lugar porque al igual que
entre la aristocracia criolla causaba espanto la violencia y disolución
social provocada por los métodos guerreros de Boves, entre los mismos
españoles leales a la causa del Rey, era también motivo de
preocupación y alarma. El Regente Heredia, en sus Memorias, la
consideraba como una «insurrección de otra especie» y el
Presbítero Llamozas en su Memorial al Rey estimaba prudente desarmar y
licenciar a los pardos para evitar males irremediables.
El mismo Morillo a su llegada a Tierra Firme ve con estupefacción el
estilo de guerra ejecutado por Boves así como la composición de
las fuerzas reunidas por éste unos años antes. Desconoció
ascensos, pretendió disciplinar y normar el funcionamiento de los
ejércitos a su cargo, regularizó elsuministro de recursos para su
sostenimiento, combatió el pillaje, pretendió evitar los saqueos
y finalizando 1817, envió a España al capitan pardo Alejo
Mirabal por ser enemigo de los blancos y por el mucho influjo que tenía
sobre las gentes de color.
Si bien en 1820 en un fallido intento de nutrir sus tropas ofreció la nacionalidad
española a las gentes de color que se uniesen a sus ejércitos,
era poco probable que tal oferta movilizara el animo de las negritudes y
los pardos a favor de los ejércitos del Rey.
Pero el episodio que termina por beneficiar a Bolívar y a las armas de
la República es el estallido de la revolución liberal en la
península y la firma del armisticio del año veinte. Los liberales
españoles estimaban, equivocadamente, que todavía era posible una
salida negociada con las provincias desafectas de ultramar en el marco de la
Constitución liberal y de esa forma evitar la disolución del
Imperio. Para Bolívar hacer las paces con España era simplemente
impensable, pero el armisticio le permitiría reforzar sus posiciones
para una embestida final en Venezuela, ya que la Nueva Granada se encontraba
bajo control.
La coyuntura española pone en situación de desventaja a los
ejércitos realistas de Tierra Firme, Morillo antes de su regreso a
España en diciembre del mismo año 1820, había expuesto en
numerosos informes el estado de abandono y precarias condiciones en que se
encontraba el ejército expedicionario. El general Miguel de la Torre, al
sustituir a Morillo, insiste sobre el tema, incluso ante la carencia deauxilios
por parte de la península, llega a solicitar su relevo.
Cuando es roto el armisticio por las fuerzas republicanas y se produce el
combate de Carabobo, la Torre solicita nuevamente auxilio a las Cortes, reclama
la negligencia del gobierno frente a la situación americana, plantea el
estado de desmoralización en el que se encuentra el ejército y
pide algún tipo de apoyo para sostener la resistencia. No hay respuestas
y los focos realistas que quedan en Maracaibo y Puerto Cabello se ven
condenados al fracaso. Esto ocurría en 1823. Un año mas
tarde se da el combate de Ayacucho que liquida las aspiraciones de
España en América.
No es, pues, producto de un vuelco favorable masivo y popular a la causa de la
independencia originada en las ofertas de Bolívar lo que determina la
victoria de Carabobo sino nuevamente la crisis española, la dificultad
de revertir un proceso cuya dinamica política y militar
hacía muy cuesta arriba sostener la integridad de un imperio debilitado
y en vías de extinción desde el mismo momento en que
sucumbió frente a los ejércitos de Napoleón.
La sociedad resultante
Concluida la guerra de manera favorable a las armas de la República, se
impuso ajustar la sociedad, controlar la disolución social, recuperar el
orden, contener a los pardos, normar la igualdad, colocar linderos precisos a
la libertad.
No fue abolida la esclavitud y el Congreso de Cúcuta en 1821
aprobó un régimen que contemplaba su «extinción
gradual». El propósito de la medida era propender en un tiempo
prudencial a que fuesen libres todoslos habitantes de Colombia sin que ello comprometiese
la tranquilidad pública, ni vulnerase los derechos de los propietarios.
En Venezuela el tiempo prudencial tomó treinta y tres años.
El reparto de tierras a los soldados fue aprobado por el Congreso de
Cúcuta. En Venezuela se le otorgaron poderes especiales a José
Antonio Paez para que ejecutase la medida.
Las tierras destinadas a tal fin no eran las mejores, ocurrió
también que muchos soldados apremiados por la necesidad vendieron sus
vales. Se denunciaba por la prensa de la época que los beneficiarios de
la medida habían sido los altos oficiales del ejército. Antonio
Briceño, representante de Venezuela en el Congreso colombiano, acusaba a
Paez de ser uno de los peores especuladores, su fortuna escandalosa se
debía al agiotage con los vales de sus propios soldados, denunciaba
Briceño. En la Convención de Ocaña en 1828 se hacía
nuevamente el mismo señalamiento respecto al fracaso del reparto y sus
funestos resultados. No hubo pues un proceso de otorgamiento de tierras que
convirtiera en pequeños propietarios a quienes participaron en la
guerra.
Tampoco desapareció el sentimiento de reservas frente a las aspiraciones
de ascenso social de los pardos y la necesidad de ejecutar medidas que los
contuviesen. Bolívar en varias ocasiones hizo mención al peligro
de la pardocracia, en su concepto «…la igualdad legal no es
bastante por el espíritu que tiene el pueblo que quiere que haya
igualdad absoluta, tanto en lo público como en lo doméstico; y
después querra la pardocracia quees la inclinación natural
y única, para exterminio después de la clase privilegiada».
Esto lo decía en abril de 1825 en una carta a Santander.
En términos similares se expresaba Fernando de Peñalver, al
año siguiente en su correspondencia con Daniel Florencio O’Leary
al manifestarle el peligro que representaba la guerra de colores y la necesidad
de restablecer el imperio de la ley para evitar la guerra civil.
La recomposición de la sociedad imponía una fórmula que
mantuviese en su lugar a los pardos y que no diese como resultado la alteración
del orden desigual de la sociedad. Era esa, definitivamente, la expectativa de
quienes tenían a su cargo la dirección y organización del
proceso que recién comenzaba.
Pero, ¿podía restablecerse en los mismos términos que
existía antes del estallido de la guerra?
La respuesta a esta pregunta no admite un sí categórico.
Si bien no desaparece la desigualdad, no se modifica la estructura
económica de la sociedad, no ocurre un cambio en las condiciones de vida
de la mayoría de la población, no desaparece la esclavitud, ni se
contempla beneficiar a las poblaciones aborígenes, no se
transformó la composición social ni se desarrollaron nuevas
formas de relación entre los diferentes grupos sociales, sí hubo
un trastocamiento irreversible de los fundamentos de la sociedad de Antiguo
Régimen.
El ordenamiento jerarquico sostenido en el honor y el linaje desaparece.
Calidad, distinción, prerrogativas, títulos, herencia, dejan de
ser los atributos que determinan la condición de principal en
lasociedad; los cargos ya no se compran, adquieren, ni son transmisibles de
manera hereditaria, desaparece la institución del mayorazgo, se eliminan
todos los fueros y privilegios y se suprime de los registros de bautismo la
calidad del individuo.
El nuevo orden fija premisas mas acordes con el transito al mundo
moderno: la riqueza y la ilustración. Son ahora los poseedores de
riquezas, los hombres ilustrados, los que se encargan de la dirección
del proceso, aun cuando su procedencia no sea linajuda y no tengan manera de
demostrar limpieza de sangre. La composición de la Sociedad
Económica de Amigos del País es una buena demostración de
ello. El sistema electoral censitario que mantiene al margen de la
política a la mayoría de la población es el mecanismo que
sostendra y garantizara el nuevo régimen.
Puede afirmarse, entonces, que el cambio fundamental ocurrió en el seno
de las clases privilegiadas cuya composición se vio nutrida por
comerciantes, profesionales, nuevos dueños de tierras y oficiales del
ejército patriota a diferencia de la estructura mucho mas
rígida y cerrada de la sociedad tradicional, a ello contribuyó
también la disminución significativa de la aristocracia mantuana
ya que muchos de sus integrantes murieron en la guerra o abandonaron el
país.
A partir de 1830, este grupo de la sociedad, sin abandonar el principio
excluyente de la desigualdad, sostenido ahora sobre la posesión de
riquezas e inspirado en los principios del liberalismo, da inicio al lento
proceso de edificar un Estado Liberal. El propósito escontener las
tensiones sociales por la vía de la formulación de un proyecto
nacional en el que se supone estan incluidos todos los habitantes de la
nación.
Obtenidos con la Independencia los logros fundamentales, tal como afirmaba
Bolívar en su proclama de 1817, de lo que se trata es de conciliar las
diferencias, contribuir de manera colectiva a ejecutar el legado de los
libertadores, construir una Nación digna del sacrificio realizado que
cumpla con los preceptos y premisas del mundo moderno.
Vista en su dimensión social, la Independencia, definitivamente, dio
lugar a un complejo proceso que desajustó los valores tradicionales,
trastocó el sentido de las jerarquías y violentó la
simetría de la sociedad como consecuencia de la intervención de
las clases inferiores en el conflicto armado.
Su impacto, ya se dijo, no se materializó en un reordenamiento
mas equitativo de la sociedad, sin embargo, las demandas por una
efectiva igualdad de oportunidades y el rechazo a la practica excluyente
de las élites presentes en un importante sector de nuestra sociedad es
preciso incorporarlos como parte del legado de nuestra independencia al igual
que las reservas y el malestar que despierta la actitud igualitaria del
venezolano común y el temor frente a la insurgencia del populacho que persiste
en nuestra sociedad.
Sólo así podremos empezar a valorar la dimensión social
que tuvo la Independencia, ya que la confrontación y contradicciones
sociales que puso en evidencia siguen siendo materia de agitación y
perturbación entre nosotros.