Internamente el Imperio sufrió una hiperinflación causada por
años de devaluación de la moneda. Esto había comenzado anteriormente,
bajo los emperadores Severos, quienes aumentaron el tamaño del ejército en un
25% y duplicaron la paga básica de los soldados. Al acceder al poder, los
emperadores con reinados cortos necesitaban obtener dinero rápidamente para
pagar el 'bono de accesión' del ejército (prácticamente una
recompensa para los soldados que habían apoyado al nuevo emperador), mientras
que otros directamente pagaban sobornos a los cuerpos de tropa para que
mantuvieran fidelidad al nuevo régimen.
Desde el asesinato de Sejano bajo el reinado de Tiberio el año 31 D.C. se había
pagado sumas de dinero (el llamado donativium) a los miembros de la Guardia
Pretoriana como
'recompensa' a su lealtad, pero este sistema había degenerado en una
abierta corrupción de estas tropas. habiendo llegado
al extremo que cuando los pretorianos imperiales mataronal emperador Pertinax
el año 193 D.C. prácticamente vendieron el cargo imperial al procónsul Didio
Juliano a cambio de 6250 denarios de plata para cada miembro de la Guardia
Pretoriana. Tal costumbre de pagar sobornos a cambio de lealtad se generalizó
pronto a las legiones del ejército regular romano.
El Estado romano dependía fuertemente de los
impuestos, pero éstos eran difíciles de cobrar en un imperio tan vasto y de
hecho su recaudación era un proceso lento y complejo. Por tanto la forma más
fácil en que un emperador podía recaudar dinero era
simplemente reducir la cantidad de plata o de oro en las monedas y acuñar éstas
con metales más baratos. Tal política era sumamente arriesgada, pues al igual
que en todas las sociedades de su tiempo, la moneda romana dependía de su valor
intrínseco como metal precioso y por ello debía guardar una proporción mínima
de plata u oro para que conservara poder adquisitivo (lo cual explica que en
dicha época las monedas de bronce y de cobre se reservaran para las piezas de
menor poder de compra). En el caso de la moneda de oro, el áureo acuñado ya en
tiempos de Augusto, la proporción había sido la siguiente: 1 libra de oro = 40
áureos de oro = 1000 denarios = 4000 sestercios.
No obstante, el año 215 el emperador Caracalla cambió la proporción ordenando
que de cada libra de oro se extrajeran 50 monedas, lo cual implicaba reducir en
20% la proporción de oro y por consiguiente devaluar la moneda, en tanto el
valor facial se mantenía sin alteración. Paralelamente
Caracalla instauró una nueva moneda, el antoniniano, queoficialmente equivalía
a dos denarios, pero cuyo auténtico contenido de plata era igual a solo 1.5
denarios.
La alteración de la moneda tuvo el efecto previsible de causar una inflación
desbocada: la población empezó a atesorar los denarios que aún no habían sido
devaluados, mientras que formalmente el antoniniano, pese a ser de menor valor,
mantenía un valor facial de dos denarios. Pronto el
descrédito de la moneda se hizo evidente y treinta años después de la muerte de
Caracalla el antoniniano estaba acuñado sólo con bronce, obtenido a veces sólo
tras fundir antiguos sestercios.
Algunos impuestos ya empezaban a recolectarse en especie (si era posible) desde
fines del siglo II y
a partir del reinado de Caracalla los valores
eran con frecuencia contados sólo nominalmente en oro y plata: los metales
preciosos se habían convertido lentamente en moneda imaginaria, útil sólo para
ser mencionados como
equivalencia debido a su escasez física. Mientras tanto los
sestercios de latón se hacían más comunes.
Los valores nominales del dinero continuaron figurando en las monedas de oro y
plata, pero la moneda de plata, el denario, usado durante más de trescientos
años del Imperio, desapareció en la práctica debido a que los emperadores
procedieron a reducir agresivamente el valor de plata en las monedas, las
cuales cada vez más estaban compuestas de cobre o bronce y perdían por ello su
antiguo poder adquisitivo.
Paulatinamente, a lo largo del siglo III los sucesores de Caracalla continuaron
dicha política, reduciendo la composición del denario hasta un 50% de
plata,pero manteniendo el valor facial y peso de éste, trayendo su inevitable
pérdida de valor y una consiguiente inflación. La moneda romana tenía un poder adquisitivo sumamente bajo al iniciarse el siglo IV
y el comercio se llevaba a cabo principalmente a través del trueque. Todos los aspectos del
estilo de vida romano se vieron afectados por esta situación, pues no sólo se
perjudicaba el comercio y la pequeña industria, sino también a la agricultura,
principal actividad económica del Imperio.
Durante el reinado del
emperador Aureliano en 274 el denario romano prácticamente no contenía plata, y
resultó inútil el esfuerzo económico de Aureliano en revertir la situación. Al
inicio del
reinado de Diocleciano el denario casi había colapsado en su valor y este
emperador suspendió definitivamente su uso, instituyendo en su lugar el
argenteus. Diocleciano ejecutó una profunda reforma monetaria
desde el año 301 para sanear la moneda romana, poniendo fin transitorio a la
crisis financiera.
Uno de los efectos más profundos y duraderos de la crisis del siglo tercero
fue la disrupción de la extensa red comercial interna de Roma. Desde la Pax
Romana, la economía del
Imperio romano había dependido en gran parte del comercio entre los puertos mediterráneos
y sobre el extenso sistema de carreteras romanas. Los mercaderes podían viajar
de un extremo a otro del Imperio en pocas semanas en
relativa seguridad, llevando productos agrícolas producidos en las provincias y
artículos manufacturados producidos en las grandes ciudades del Este, e
intercambiarlos por monedas de platay oro realmente valiosas. Grandes haciendas
producían cosechas para la exportación, y usaban los beneficios resultantes
para importar comida y productos manufacturados, y esto creó una gran
interdependencia económica entre los habitantes del
Imperio al existir provincias especializadas en la producción de ciertos bienes
por factores climáticos, demográficos, culturales, etc.
Sin embargo, con la crisis del siglo tercero esta vasta red
comercial se derrumbó pues dependía de una moneda transportable y con valor
intrínseco real. La ausencia de esta moneda confiable y el incremento
desmesurado de los precios hacía cada vez menos rentable el comercio, ya sea
dentro de los límites del Imperio o el de exportación
e importación. La depresión del comercio perjudicó a su vez a la industria, que
ahora carecía de mercados donde colocar sus productos y que por consiguiente
empezó a extinguirse; inclusive la agricultura y la ganadería sufrieron grave
retroceso pues la mayor parte de su producción se destinaba al comercio
interprovincial del Imperio. Si bien la minería seguía siendo una actividad
económica importante, tenía como cliente casi exclusivo al
propio Estado romano y se sustentaba solamente en el trabajo forzoso de los
esclavos, por lo cual su efecto multiplicador sobre el resto de la economía
romana era casi nulo.
A esto se une que la economía romana estaba basada, desde los días de Augusto,
en aprovechar los recursos de las regiones recién conquistadas para sustentar
la burocracia y la corte imperial, Al cesar la expansión territorial tras las
conquistasde Adriano y Trajano, el Imperio Romano no disponía de nuevos
territorios cuyas riquezas pudieran sostener los gastos gubernamentales cada
vez más crecidos, que pronto causaron un serio déficit.
El desasosiego difundido por la inflación y el empobrecimiento generalizado
hizo que los viajes de los comerciantes no fueran tan seguros como en el pasado al aumentar el número de
salteadores y reducirse la seguridad dada por las legiones en muchas
provincias, en tanto las tropas estaban más ocupadas en servir como soportes políticos de
los diversos candidatos al trono.
La crisis financiera hizo el intercambio más difícil todavía, en tanto la
depreciación de la moneda causó que los productores y comerciantes recibieran
un dinero devaluado por sus productos y que a su vez los compradores
requirieran mayores cantidades de ese mismo dinero devaluado para formar una
masa de metal precioso con la cual comprar otros productos, lo cual hacía más
difícil el transporte de dinero. Las transacciones comerciales entre las
provincias del Imperio se redujeron muchísimo y esto
llevó a cambios profundos que, de muchas maneras, presagiaban el carácter de la
próxima Edad Media.
Los grandes terratenientes, incapaces de exportar con éxito
sus cosechas a grandes distancias, comenzaron a producir bienes para la
subsistencia y el intercambio puramente local. En vez de importar bienes
manufacturados (cada vez más caros y que ya no podían pagar), los
terratenientes empezaron a producir muchos productos localmente, con frecuencia
en sus propias haciendas, dando comienzo así a laeconomía de autarquía que se
generalizaría en los siglos siguientes, alcanzando su forma final en el
feudalismo, donde el metal precioso era cada vez más escaso y por lo tanto la
moneda empezaba a desaparecer, mientras que el comercio se practicaba sólo en
ámbitos locales muy reducidos.