Si en los párrafos anteriores pudo plantearse un desarrollo histórico dinámico
y pese a sus contradicciones, coherente, en este aspecto de la cultura
predomina el desconcierto y la crisis. La burguesía ascendió al poder pero no
trajo consigo una estructura cultural homogénea y propia. Utilizómedios que
había desarrollado por lo menos durante dos siglos e intereses que venían de
aún más antiguo, pero no había logrado una cohesión cultural total, en muchos
aspectos sus objetivos fueron divergentes y aún incompatibles entre sí.
El habitante del
burgo cohabitó durante largo tiempo con la aristocracia a la que finalmente
suplantó. Inevitablemente, al reemplazarla, adoptó sus modos, su filosofía y su
arte, tanto tiempo envidiado. Obviamente estallaron los conflictos entre los
rasgos y pautas emergentes de la cultura burguesa y los remanentes del vicio sistema feudal
y aristocrático. En el caso del arte, la burguesía admiró, conservó y reprodujo
los modelos del pasado -en 1791 el Louvre se abrió al público como museo de
arte- en parte debido a su innegable valor y calidad formal, en parte debido a
una inevitable inercia cultural.
Hasta que los conflictos estallaron y hasta que la nueva clase dirigente no
elaboró sus propias respuestas a la nueva situación, los presupuestos
artísticos sobre los que se había elaborado el viejo estilo se mantuvieron
vigentes pero estériles. Contemporáneamente con esta perduración, durante el
siglo XIX se desarrolló una nueva concepción del
arte que rompió con el orden artístico que durante cuatro siglos había sido
aceptado por la sociedad europea, esta ruptura implicó el abandono del ahora viejo sistema
figurativo.
La adaptación a estas nuevas condiciones fue difícil y desde el principio (c.
1750) se evidenció que:
'las sociedades europeas no podían más expresarse mediante los viejos
sistemas artísticos, y enconsecuencia buscaron, a veces afiebradamente, un
nuevo sistema figurativo y constructivo a la vez'. (Francastel, 371 ).
Cuando se comparan los intereses prácticos de la burguesía con el intento de
conservar rasgos del
estilo anterior se precisa la incoherencia entre ambos propósitos el impulso
innovador en economía y en política y el afán conservador en arte. La función
social del
arte no estaba claramente postulada por una ideología aún no homogeneizada.
Kaschnitz (8) consideraba a las
'obras de arte plástica como imágenes humanas del mundo y de las
realidades divinas y humanas que existen en él, entonces su estructura es el
modo, de actuar de aquella energía que en el arte representa simbólicamente a
esas fuerzas cósmicas o divinas que se reflejan en nuestras concepciones o en
nuestra imaginación”
Justamente esa estructura no aparece con claridad durante el siglo XIX y su
desdibujamiento puede ser una prueba de la aseveración de Francastel que hemos
citado anteriormente. Por eso la estructura que intentamos analizar aquí es
otra, dado que creo, junto con Dorfles,
“que es indispensable considerar a la obra de arte íntimamente ligada a las
'estructuras' sociales, económicas, también biológicas y psicológicas
características de una época y que están en la base de su Weitanschaüung. Por
eso, en estética, la estructura debe encararse como un elemento relacional entre el objeto
estético y las demás formas de creatividad humana de cierta especie” (42).
En nuestro caso es evidente que
“no siempre será fácil determinarhasta qué punto y en qué medida es posible
establecer una relación directa entre la organización de la obra de arte y la
presencia de estructuras extra-artísticas, ya que, como se sabe, el artista a
menudo se opone, voluntaria e intencional mente, a las tendencias fundamentales
(o mejor, a las dominantes) de la época en que vive y frecuentemente tiene
oportunidad de presentir actitudes y acontecimientos futuros. No obstante, sin
olvidar esto, no puede: negarse que, en una perspectiva histórica, la obra del artista más
revolucionario y heterodoxo se integra naturalmente en la Weitanschaüung de su
tiempo.' (18)
La función social del arte
Desde que se comenzó a reflexionar sobre él, el quehacer artístico ha sido
considerado como un instrumento más de la
cohesión cultural necesaria para el desarrollo de la sociedad; 'el fin del arte es la justicia,
que no es otra cosa que el bien común', decía Aristóteles. Los
antropólogos han aportado evidencia de esa función cultural del
arte que junto con la religión constituye uno de los soportes del todo. El arte actúa como un intermediario simbólico que traduce a
la naturaleza de su estado 'natural' a un estado 'cultural'. El
arte presenta un modelo de lo real para que éste sea inteligible. Herkovitz,
Levi-Strauss entre los antropólogos, Dewey y Fischer entre otros filósofos del arte han señalado
esta función mediadora e interpretadora.
“La psiquiatría moderna ha demostrado, lo mismo que la antropología, el enorme
papel que desempeña el simbolismo en la experiencia humana. La palabra
simbolismo, sin embargo, es elproducto de la reflexión sobre los fenómenos
directos, no una descripción de lo que pasa cuando los llamados símbolos están
en todo su poder. Pues el rasgo que caracteriza al símbolo es que el símbolo es
un vehículo directo, una encarnación concreta, una realización vital. Para encontrar su contrafigura no debemos acudir a las
banderas de señales que proporcionan una información, ideas y una dirección,
sino a una bandera nacional en momentos de intensa agitación emotiva de un
patriota entusiasta. El simbolismo así entendido no sólo domina el arte y el
culto primitivo, sino también la organización social. Ritos, modelos, patrones
están cargados de una significación que podemos llamar mística, pero que es
directa e inmediata para aquellos que los siguen y los celebran. Sea el que sea
el origen del
totem, no es éste un signo frío, intelectual, de una organización social; es la
organización misma hecha presente y visible, es un centro de conducta cargado
de emotividad'. (Dewey, 72)
A partir del Renacimiento, esa función del
arte, tan clara para el medioevo, se cumplió con una marcada preocupación por
lo estético, lo que, de todos modos, no disminuyó su instrumentalización, en el
sentido anotado, por los grupos dominantes. Ya la primera burguesía medieval
utilizó al arte para afirmarse, recuérdese la arquitectura catedralicia. Los
Médicis usaron al arte como un arma política y
la Iglesia no dudó nunca del valor del arte como
instrumento de prédica no discursiva de valores e ideas; el ejemplo mas
resonante es el barroco.
“Las obras de arte expresan, evocan, sonexperiencias. Sus significados son del tipo que encontramos en toda experiencia, entendemos
al arte como entendemos a la experiencia, no como entendemos una
aseveración discursiva.' (Ross, 216)
Susan Langer aclara este concepto del
simbolismo artístico:
'El símbolo parece ser la cosa misma (simbolizada), o contenerla, o ser
contenido por ella. Un chico interesado en un
globo no dirá: esto significa la tierra, sino: Mire, esto es la
tierra'.(21)
Desde principios del siglo XVII hasta 1850, el
tema del arte
preocupó a muchos pensadores. En Inglaterra el arte se asoció fundamentalmente
con la Belleza y ésta, a su vez con el orden racional y con un objetivo
metaformal: la moral.
Así Lord Shaftesbury y Hutcheson y por fin Berkeley en su 'Ensayo hacía una nueva
teoría de la visión de 1709, desarrollaron teorías que diferenciaban la belleza
formal de la belleza significativa (relativa). El funcionalismo incipiente de
estos autores asociaba la utilidad con lo bueno y lo racionalmente
comprensible. El pensamiento utilitarista es coincidente con el incipiente
desarrollo de la Revolución Industrial y es sorprendente como, poco a poco, el
funcionalismo que debería, (si existiera la coherencia biunívoca entre los
distintos campos culturales), acompañar al espíritu pragmático del siglo, se
fue debilitando para dar lugar a teorías cada vez más estetizantes, es decir,
teorías cuya preocupación principal fueron las almas más sensibles.
No es aventurado sostener que el asociacionismo histórico se basó, en parte, en
la idea de que lo utilitario del
arte estáen su prédica moral. Aún con el riesgo de confundir todo con todo,
podemos decir que se trataba de una reinterpretación del viejo principio
aristotélico: 'el fin del arte es el bien común'
En 1753, Hogarth, en su 'Análisis de la Belleza', sostuvo que la
función de una obra de arte era su adecuación a cierto propósito o fin
perseguido y que allí se originaban la buena proporción y la belleza. Al igual
que sus predecesores Hogarth admiró la perfección mecánica de algunos objetos
artificiales y doscientos años antes que Le Corbusier tomó como ejemplo los navíos 'donde las
dimensiones de cada parte se hallan condicionadas y reguladas por la adecuación
a la navegación'. Si en navegación era relativamente sencillo establecer
qué era un buen funcionamiento y qué no lo era, en arte el problema se
complicaba mucho.
E. Burke ('Indagación filosófica acerca del origen de nuestras ideas de lo
sublime y de lo bello',
1757) prosiguió con la distinción entre belleza formal y la belleza que surge
de la adecuación, aunque las considera inseparables. Lord Kames, Henry Home
('Elementos de crítica') sostuvo que el arte sirve para despertar
'emociones placenteras” y explicó el fenómeno de una manera estrictamente
racionalista como una 'cadena de percepciones y de ideas'. La función
del arte volvía a proponerse como una función comunicativa en general y
asociativa en particular. Lord Kames mantiene la división entre belleza
absoluta (formal) y relativa (simbólica), a las que llamó intrínseca y relativa
siendo ésta 'La correspondiente a los medios relacionados con algún buen
fin opropósito'. Una vez más comprobamos que la utilidad esperada del arte, es en definitiva, moral; y un modo de
alcanzarla era a través del
uso de formas simbólicas.
Para Kames:
'La arquitectura no habría avanzado gran cosa más allá de los límites
correspondientes a su estado primitivo de arte puramente utilitario; las
tentativas de darle un amplio campo de expresión emocional se habrían visto
frustradas en la mayoría de los casos. Al detenerse a examinar la arquitectura
de su tiempo Kames observa que se necesitan principalmente dos cosas. La
primera, una mayor variedad de partes y la otra, que eleva el arte a la
perfección es precisar la impresión exacta producida por cada una de las partes
y ornamentos.
Todos los esfuerzos serán vanos. . . hasta tanto no se hayan diferenciado
perfectamente las emociones que generan'. (De Zurko, 101)
Para Sir Joshua Reynolds la más alta función de las artes era la de inspirar
'sentimientos' y llenar el espíritu con 'ideas grandes y
sublimes'. En este punto, parece que las bases teóricas para el
asociacionismo histórico ya están suficientemente elaboradas. Por un lado la
función del arte es de naturaleza moral y se
debe cumplir mediante un proceso connotativo donde las formas (integrantes de
la belleza absoluta) despierten ideas asociadas las que a su vez son el
contenido del
mensaje artístico. Quatremére de Quincy habría de explicitar claramente este
punto en Francia y en Inglaterra, Archibald Alison unió a este asociacionismo
el concepto de adecuación ('Ensayo sobre la naturaleza y principios del
gusto').'Sentimos la sublimidad o belleza de sus creaciones cuando
nuestra fantasía se enciende con su poder, cuando nos perdemos en medio del
tumulto de imágenes que pasan ante nuestra mente y cuando despertamos, por fin,
de este juego de la imaginación como si saliéramos del hechizo de un sueño
romántico.'
En el mismo sentido escribió Richard Payne Knight en 'Una indagación
analítica, sobre los principios del
gusto' (1805).
'(la simetría) depende por entero de la asociación de ideas y no, en modo
alguno, de la razón abstracta o de la sensación orgánica.'
En el período que estudiamos la clase media se transformó en el principal
comitente desplazando a la nobleza y a la Iglesia. Requirió del arte los
servicios que siempre se habían esperado de ella, pero su instrumentalización
no fue clara, dado que los objetivos tampoco lo eran. El resultado fue que la
función del arte se entendió -a partir de, y como una de las contradicciones propias del
desconcierto cultural- como de afirmación y
denuncia simultáneamente y la dinámica del
quehacer artístico osciló pendularmente entre la revolución y el conformismo.
El proceso presentó dos aspectos interdependientes: requirió del arte una nueva función social y
desemantizó y resemantizó las formas artísticas de acuerdo con esa nueva
función. Los nuevos criterios de valor para la obra de arte y los nuevos modos
de trabajo son una consecuencia de este proceso.
La nueva función social del
arte consistió fundamentalmente en apoyar la hegemonía de la burguesía, la que
instrumentalizó al quehacer artísticode acuerdo con sus intereses. Pero esta instrumentalización
no fue clara ni programática, se fue haciendo a tropezones y sólo se clarificó
en situaciones extremas. La primera contradicción fue el apego que tuvo la
burguesía con las formas predilectas de la derrocada nobleza; apego que incluyó
el uso del
repertorio formal acumulado desde el Renacimiento, aunque no con todo su
contenido significativo. Este no pudo ser copiado ni repetido pues no se
compadecía con los intereses del
nuevo grupo dominante. Al mismo tiempo la burguesía aunque fuertemente atraída
por los modelos artísticos anteriores, en. el período previo a la Revolución
Francesa propició un arte que retratara experiencias reconocibles, claramente,
de un modo racional, con sencillez, tersura y claridad. Con un propósito final:
racionalizar la realidad. Esta fue sin duda una reacción contra él período
anterior. Ocurridas las revoluciones norteamericana y francesa el carácter de
esta reacción se clarificó.
La indecisión con respecto a la instrumentalización del
arte fue acompañada por un desdibujamiento de la imagen del universo que el arte debía representar.
El mundo podía entenderse como una fuente de
recursos explotables al máximo, o como una
realidad donde 'lo natural” debe prevalecer a la vez que evidenciaba la
existencia de un poder divino, tal como
lo enseñaba la religión. Gran parte de las disputas artísticas, principalmente
la oposición entre racionalismo y romanticismo, nacen de este desacuerdo
fundamental.