A coLOS POLEMICOS LIMITES DEL ARTE
Cuerpos humanos plastificados y expuestos como esculturas en muchos museos del mundo. Excrementos humanos en lata que se pagan decenas de miles de
dólares. Rostros que se someten al
bisturí frente a las camaras, en truculenta performance.
Una obra multipremiada que es un cuarto vacío
donde se prende y se apaga la luz. ¿Arte, genialidad o
pura provocación? Y si éste es el caso, ¿es posible
seguir siendo provocador a comienzos del siglo XXI? Y una pregunta
vieja pero siempre actualizada: pero ¿esto es arte?
Todavía hoy —cuando ya han sido digeridas por el público,
la crítica y el mercado las experiencias de las vanguardias, del pop y
el op art, las artes performativas, el concept art y muchas, muchas decretadas
muertes del arte—, hay quienes señalan que los espectadores no
entienden las propuestas de un arte que los deja perplejos, desconcertados. A
mediados del siglo
XIX, Baudelaire decía que 'lo Bello
es siempre raro', pero hoy podríamos decir: ¿cual es
el límite de esa rareza?
Una respuesta posible la da el crítico norteamericano Harold Rosenberg,
quien usó la noción de objeto de ansiedad para explicar el objeto
de arte contemporaneo: algo que provoca interrogantes mas que
certezas, y pone al espectador ante la obligación de decidir por
sí mismo, sin criterios fiables, si lo que
tiene ante sí puede ser considerado arte.
El centro del debate—aunque no el único lugar en que se
desarrolla— es Gran Bretaña, entre la Royal Academy de Londres y
la Tate Gallery, donde se exponen los 4 candidatos al siempre polémico
premio Turner, cuya 20 edición se entregara el próximo
domingo 7. Desde hace 20 años, el galardón, dotado de mas
de 30.000 dólares, causa tanta
expectativa como
controversia. En 1995, Damien Hirst —el artista mas contestatario del
momento— logró el primer premio con la obra Madre e hijo
divididos: una vaca y un ternero en cajas de vidrio con formol. En tanto, Tony
Kaye quiso concursar con un trabajador
metalúrgico despedido y sin casa, algo que el argentino Oscar Bony
había hecho en el 68 en el Instituto Di Tella.
Hay mas: el año pasado, el secretario de estado para el
Ministerio de Cultura britanico, Kin Howells, acusó a los
candidatos al premio de crear 'basura conceptual'. Y este año,
los hermanos Jake y Dinos Chapman, otros chicos malos del arte britanico,
presentaron dos obras: Muerte, una estatua de bronce macizo de dos grandes
muñecos practicando sexo oral, y Sexo, una escultura tenebrosa de un
arbol con trozos de cuerpos colgando.
Estas transgresiones no son patrimonio exclusivo de los
britanicos. Aquí, en la Argentina, Cristina Piffer es uno
de los artistas que han trocado la trementina por el
formol. En sus obras, que remiten a la tradición de la violencia argentina, utiliza
carne vacuna sumergida en resina transparente y tratada como si fuera unrefinado mosaico.
Pero a la hora de provocar, nadie como León Ferrari, un
artista que, entre otras cosas, ha rastreado en los textos y las
imagenes religiosas los orígenes de la violencia en el mundo. Las
truculentas versiones del Juicio Final, que forman parte de la historia del
arte, se cuentan entre las preferidas, que gusta intervenir o alterar con caca
de paloma o algún otro elemento simbólicamente apropiado al
sentido que le quiere dar. Cada muestra suya deriva en algún incidente
de censura, como la que realizó en el ICI en el 2001, que fue atacada
por un grupo de furiosos fundamentalistas cristianos y derivó en el
cierre de la exposición.
Negro sobre blanco
La provocación y el rechazo en el arte no son algo nuevo: han sido una constante al menos desde 1913, cuando Kazimir
Malevich presentó su famoso Cuadrado negro sobre fondo blanco. El mismo
Malevich recordaba el revuelo que provocó: 'Expuse una tela que no
representaba otra cosa que un cuadro negro sobre fondo
blanco. Los críticos y el público se quejaron: ¡Se ha
perdido todo lo que amamos! ¡Estamos en un
desierto! ¡Sólo un cuadrado negro sobre fondo blanco!
El debate continuó en 1917, cuando Marcel Duchamp envió a una
exposición de Nueva York un urinario de
porcelana firmado con seudónimo. Cuando su Fuente fue
rechazada, Duchamp —jurado de esa muestra— renunció. Y sacudió al mundo. Eran los años de
explosión de las vanguardias históricas: del futurismoy
dada al expresionismo, el cubismo, el surrealismo. Algunas tenían
aspiraciones utópicas; otras, como dada, descreían de la
promesa de progreso indefinido; pero todas coincidían en una actitud
subversiva, anticonvencional, que se convirtió en motivo de perplejidad
mas que de certezas y que, de hecho, espantaba los gustos de la
burguesía.
El siglo de la furia
El artista argentino Pablo Suarez, uno de los protagonistas centrales
del arte conceptual y políticamente comprometido de los 60,
comentó una vez que un rasgo típico del siglo XX es el haber sido
un siglo de 'furia contra la obra' de arte, entendida como objeto
estable que provee un sentido totalizante y confortador. Para Suarez es
'muy difícil generar un lenguaje
útil si no se destruyen los restos del anterior. La obra es siempre una bomba
que destruye un sistema perimido'. Sin embargo, advierte que desde que el
negocio del
arte es poderosísimo, 'el mercado iconiza la bomba y le quita toda
potencia'.
Del otro
lado, no son pocos los que abogan por un retorno a
formas mas tradicionales: 'Ya ni siquiera se habla de Bellas Artes
—se queja el galerista Ignacio Gutiérrez Zaldívar—,
porque pareciera que la belleza es kitsch, demodé. Hoy, las salas
exponen popó, esqueletos, muertos, sólo para llamar la
atención. ¿Y qué se logra? Volver
a un arte sólo para unos pocos privilegiados
que saben ver allí donde nosotros sólo miramos. El espectador, como
esta en un museo, nose anima a decir: esto no me gusta, me aburre. Lo
cual es un modo indirecto de silenciar a la
gente'.
Sin embargo, multitudes
Parece, sin embargo, que los espectadores no son tan pocos ni
se aburren tanto. Se entiendan o no, las artes
contemporaneas convocan muchedumbres. Eso dicen
las cifras de asistencia a los salones y museos, donde las formas no
tradicionales de arte ya son la regla y no la excepción.
En la aceptación del
público compiten por igual los grandes maestros de la historia del arte con las exposiciones de arte
contemporaneo: a la última Bienal de Venecia, llamada La
dictadura del
espectador, asistieron mas de 250 mil personas. Y en Buenos Aires, Estudio Abierto en Harrod''s convocó
este año esa misma cifra en menos de un mes.
Comentario aparte merece la exposición Los mundos del cuerpo, del
médico anatomista Günther Von Hagens, que a comienzos de año
llevó en Londres a mas de 840 mil visitantes; y desde su inicio
en 1997 convocó a mas de 13 millones de personas. Se trata de una
perturbadora exposición de 200 cadaveres 'esculpidos'
en poses cotidianas cuyos líquidos organicos fueron reemplazados
por resina epoxi. La muestra escandalizó a religiosos, ecologistas,
críticos y escritores como Gunther Grass o Paul Virilio, que hasta
acusaron a Von Hagens de ser un 'nuevo Mengele' o que insulta a los
muertos al exhibirlos como arte. Para contribuir a la confusión, Von Hagens afirma que su
objetivo no eshacer arte, sino 'democratizar la anatomía'.
Sus estatuas, sin embargo, remiten muchas veces a
obras clasicas: la pieza que tiene toda la piel en la mano (ver tapa),
remite a la ofrenda del
manto de San Bartolomé, de Miguel Angel, en la Capilla Sixtina. ¿Es o no es arte? Quién
sabe. Lo seguro es que es tremendamente inquietante. Y un negocio fabuloso: a un promedio de 8 dólares la
entrada, en estos años recaudó mas de 100 millones de
dólares.
La religión del
arte
Las grandes movilizaciones, a la manera de procesiones laicas, hacia los museos
y salas de exposición no son un dato unívoco. Para
algunos es señal de que existe un fuerte
consenso con respecto a qué llamamos arte hoy. Aquello que en
círculos mas conservadores puede parecer incomprensible, el
público lo recibe con curiosidad. Es mas: es evidente que el
espectador, aun el no iniciado, tiene una educación sensorial heredada
de la cultura en la que habita que ofician de background.
Esto no evita que muchas veces se produzca el efecto shock. 'Hasta hace
poco, los críticos trataban con obras de arte facilmente
aceptadas como
tales, expuestas en museos y de cuyo valor nadie dudaba —comentaba el
filósofo y crítico norteamericano Arthur Danto en una entrevista
con Clarín—. Pero desde mediados de los 60
proliferan las obras que tienen el aspecto de una cosa cualquiera. Desde entonces, ya no es posible distinguir entre qué es y
qué no es arte utilizando sólo criteriosvisuales'.
Según Danto, para definir hoy algo como arte 'es preciso conocer
la historia de la obra: de dónde viene, quién la hizo,
cual es su sentido. Pero finalmente, la
decisión es colectiva, se trata de una investigación
cooperativa'.
Para otros, en cambio, la asistencia masiva del público es una prueba mas de
que el arte, otrora sinónimo de lo sacro, ha sido 'profanado'
al ingresar de plano en el mundo del espectaculo y
la lógica mercantil. Hay quienes lamentan que los museos hayan devenido
en catedrales donde se celebra la unión entre espectaculo y
consumo, donde la vieja función pedagógica ha sido sustituida por
la confusión entre educación y entretenimiento.
A diferencia de lo que sucedía en el siglo XX, pareciera que el arte ya
no puede ser irónico ni contestatario sin ser
absorbido inmediatamente por el mercado. En diciembre pasado,
la Tate Gallery empleó 35.000 euros para comprar caca enlatada. Su autor, el polémico artista italiano Piero Manzoni, las
había fabricado a modo de protesta por lo absurdo que se había
vuelto el mercado de arte. El portavoz de la galería
declaró: 'El Manzoni fue una adquisición muy importante por
una cantidad muy pequeña de dinero. () Este trabajo
examina aspectos esenciales del arte del siglo XX, como
la autoría y la producción de arte'.
Modernos, a la retaguardia
Ahora que la vanguardia se institucionalizó y el impacto se
transformó en ritual, se levantan nuevas voces dereacción contra
el arte contemporaneo. Entre las mas virulentas figuran
las del
ensayista argentino Juan José Sebreli y el historiador britanico
Eric Hobsbawm. Este último, en su ensayo A la zaga, hace una dura
crítica a las vanguardias de la primera mitad del siglo XX,
desmitificando su supuesto espíritu de subversión: 'Las
artes verdaderamente revolucionarias fueron aceptadas por las masas, porque
tenían algo que comunicar', dice Hobsbawm; 'pero las
vanguardias plasticas del siglo XX fracasaron en la tarea de comunicar
el sentido de los tiempos'. Y agrega mas: 'Espantar al
burgués es mas facil que derribarlo'.
Mas alla de estas críticas, que le atribuyen al arte la
obligación de subordinarse a la política, es indudable que hacia
finales del
siglo XX el arte se ha vuelto cada vez mas despiadado. Eso afirma el
francés Paul Virilio en su libro El procedimiento silencio, donde la
emprende furioso contra lo que denomina una derrota (o complicidad) del arte frente a las ideologías macabras y
asesinas del siglo XX: '¿No es la
estética del
enemigo la que finalmente ha triunfado? se
pregunta Virilio. 'Si el terror nazi ha perdido la guerra, ¿no ha
ganado la paz?
Esta paz del
''equilibrio del
terror'' entre Este y Oeste, pero también entre las formas, las figuras
de una estética de la desaparición que podra ilustrar
íntegramente este fin de siglo'.
Virilio se refiere, al menos, a dos temas. Por un lado, la progresiva evanescenciade la obra en beneficio
de la experiencia, el acontecimiento efímero, la situación.
Contra la idea romantica del artista genial, pero también de la
obra de arte única, original, auratica, el arte
contemporaneo decreta la epifanía del instante, la sustitución
de los soportes estables por la fugacidad de las performances, los happenings,
las instalaciones. Una operación que Virilio lee como metafora del desprecio por el cuerpo y la
desensualización de los sentidos propias de la modernidad.
En Las aventuras de la vanguardia, Juan José Sebreli se refiere
así al arte de los 50: 'Ya no se trataba, como en los pintores no figurativos, de la
desaparición del tema del cuadro, rechazo de la ilusión
realista, de la tercera dimensión: ahora la tela y la pintura misma
debían desvanecerse'. Y así fue: en 1953, Robert Rauschenberg
compró un dibujo original de Kooning, que
posteriormente borró y exhibió bajo el título Erased De
Kooning Drawing. Para Rauschenberg, era una forma de decir que los materiales
crean, sobre todo, el vacío. En 1971, Federico Peralta Ramos quiso imitar
aquí la exposición Exposición higiénica, de Herve
Fischer, que consistía en un recinto con las
paredes cubiertas de espejos, pero por falta de sponsors se quedó sin
espejos.
Por otro lado, la crítica de Virilio y Sebreli apunta a los temas y los
soportes que el arte de las últimas décadas ha elegido con
preferencia para sus acciones revulsivas. Uno de los
casosmas extremos de esto es el body-art. Género nacido en
los años 60, una de sus vertientes se centró en las heridas,
lesiones, marcas e incisiones en la carne; su principal exponente se
llamó Rudolf Schwarzkogler, un aleman que en 1969 se
amputó centímetro a centímetro el pene mientras un
fotógrafo registraba la acción.
Heredera en parte de esta tradición es Orlan, la artista francesa que a
comienzos de los 90 'esculpe' su propio rostro mediante
cirugía estética en una provocativa cruzada por convertirse en
'la obra maestra absoluta' (con lo que actuaba y denunciaba al mismo
tiempo las complejas relaciones entre arte y técnica, apariencia y
realidad, naturaleza y artificio) en operaciones filmadas.
Mutaciones y discusiones
¿Por qué la experiencia del arte se ha transformado en una
cuestión tan problematica? Desde los comienzos de la modernidad,
el régimen de transformaciones permanentes de la era industrial
modificó radicalmente la noción de lo bello. Atras
quedó el ideal armónico y trascendente: la belleza empezó
a concebirse como algo
que cambia con los tiempos y que acompaña a ese cambio a través del concepto de
'novedad'. Para decirlo de otro modo:
hace rato que ya no es dominante la creencia de que el arte debe ser el lugar
de la armonía, la estabilidad. Adorno decía que
el arte puede mostrar los conflictos irreconciliables en lo social.
Pero en la sociedad de los massmedia, la frontera entre registros es
muylabil y las contaminaciones entre arte, espectaculo, show e
impacto estan a la orden del día. De ahí que
la preocupación acerca de cómo sustraerse de los códigos
perceptivos de la sociedad del espectaculo (el
movimiento permanente, la velocidad irreflexiva, la compulsión al
cambio) se vuelve central.
Si bien los escandalos y polémicas se suceden mes a mes, hay algo
que pareciera estar fuera de discusión en el campo del arte, tanto para
los artistas como para los críticos, museólogos, directores de
museos y buena parte del público: por mas revulsiva que pueda ser
una obra, todos coinciden en que ni los tópicos ni los tratamientos del
arte deben someterse a los códigos de la moral, la religión o la
política.
Eso se vio en 1998, cuando la muestra Sensation se
exhibió en el Museo de Brooklyn de Nueva York. Allí,
la Santa María Virgen, de C. Ofili, escandalizó con su virgen
negra, pintada con caca de elefante y rodeada de imagenes de vaginas.
El entonces alcalde Rudolph Giuliani amenazó con cerrar el museo para
complacer a los electores católicos. Ante esta ofensiva de la
política, el campo artístico se movilizó para afirmar la
autonomía del
arte.
Para el crítico colombiano José Roca, la cuestión central
en esta época es ser capaz de reemplazar la pregunta '¿esto
es bueno, bello,
original?' por otra: '¿cuan abierto estoy a otras
posibilidades artísticas? Aun así, el enigma no esta en las preguntas. Esta en las respuestas.