De la
Contrarreforma al Barroco. Dogmatismo y crisis de la Academia
El siglo XVI no se distingue por la abundancia de grandes doctrinas ï¬los cas,
pero sí existieron grandes teóricos del
arte. En el cambio al siglo XVII, los teóricos tendrán menor entidad y en gran
medida sus ideas estarán marcadas por el Concilio de Trento, que se desarrolló
entre 1545 y 1563. El Concilio de Trento, en su decreto sobre las imágenes
intentará subrayar su valor indicando que sirven para adoctrinar y mover a
piedad. Pero ojo, no valen todas las imágenes. Se aceptan contra los luteranos,
pero la sensualidad y el erotismo se prohiben. Antes se permitían incluso
representaciones sacadas de los Evangelios apócrifos, sin embargo ahora la
Iglesia tiene miedo de cualquier posible desviación. Queda claro que no hay
divinidad en las imágenes, que estas son sólo representaciones y no hay que
adorarlas como
antes hacían los gentiles. Una obra religiosa podía suponer una mala
interpretación de la Escrituras y se vigila la iconografía para que no haya
ningún fallo.
En 1562, Vasari creó la Academia del Diseño de
Florencia, punto de partida de las academias que, desde ï¬nes del XVI y sobre todo a lo largo del siglo XVII se desarrollarán por toda
Europa. Lo que comenzó siendo una institución protectora del artista, se convierte en el origen de
nuevas reglas y preceptos que, de alguna manera, recorta la libertad que el
artista había logrado en el siglo XVI.
El ï¬nal delRenacimiento, época de gloria para
los artistas, separados por ï¬n de los meros
trabajadores manuales, coincide con la vuelta de las normas y las reglas, y el
retroceso en algunos de los logros obtenidos.
1.- El Concilio de Trento La Iglesia, uno de los pilares de Occidente, entró en
crisis a comienzos del
siglo
XVI. Desde 1517, se producen en Europa diferentes movimientos religiosos, cuya
característica principal era la separación con respecto a la Iglesia de Roma.
Lutero, en 1517; Calvino, en 1535, o Enrique VIII, excomulgado en 1533,
provocan una situación de cisma y una crisis sin precedentes. Al mismo tiempo,
el enfrentamiento entre el Papa y el emperador Carlos V, que culmina con el
asalto y saqueo de la ciudad por las tropas imperiales en 1527, pone de maniï¬esto la necesidad de revisar la institución. El papado se ve
obligado a poner orden en sus asuntos.
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La idea de convocar un concilio se encuentra presente desde, al menos, 1518, a
iniciativa de los protestantes alemanes, al tiempo que en 1521 se llama a la
unidad de la cristiandad frente a los turcos.
Sin embargo, los enfrentamientos entre Francisco I de Francia, el emperador
Carlos V y el monarca inglés Enrique VIII, diï¬cultan la
celebración
de una reunión. La influencia ejercida por el monarca francés sobre el Papa, o
la confederación protestante levantada contra Carlos V en 1535, hacen casi
imposible el acuerdo.
Pío IV.
El Concilio de Trento supuso laordenación de
la doctrina católica, y su deï¬nición, mediante posturas
comunes entre los católicos, frente a las reformas protestantes. Se proclamaron
diversos decretos sobre los Sacramentos, la Biblia, los dogmas, los libros
prohibidos… Se pretendía dar una respuesta frente a los reformistas, llevar a cabo
una reforma interna de la Iglesia. También se atendieron asuntos relativos a
las artes.
En la sesión 25, celebrada el 4 de diciembre de 1563, última de las reuniones
conciliares, se promulgó el “Decreto de las imágenes” (incluido en un decreto
sobre el culto de las reliquias y otros asuntos). En él, se reconocía el
carácter didáctico y devocional de las imágenes –frente a los protestantes que
no las aceptarán, con Lutero relacionándolas con la herejía y la idolatría–,
reconociéndose la existencia de dos tipos: - Dogmáticas: destinadas a la
defensa de los dogmas de la Fe, frente a los protestantes. - Devocionales: cuya
ï¬nalidad era mover a piedad.
Las consecuencias para el arte fueron muy claras: la Iglesia ejerce desde
entonces un control estricto sobre los temas y las iconografías. Se establece
un dictado eclesiástico sobre la producción artística, repercutiendo en la
pérdida de libertad del
autor. La insistencia en el carácter didáctico religioso, hace pasar a un
segundo plano
las cuestiones estéticas. No podemos olvidar, además, la acción de la
Inquisición, vigilando siempre las posibles desviaciones dogmáticas.
Finalmente, el 13 dediciembre de 1545, se inaugura en Trento el concilio,
clausurado el 4 de diciembre de 1563. Fue presidido por tres papas: Pablo III,
Julio III y
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Arte y contrarreforma: algunos ejemplos (los estudiaremos en profundidad en Un
caso muy interesante para entender este estilo es la ï¬gura de El Greco y una
clase, a través de imágenes) de las primeras pinturas realizadas al servicio de
Felipe II: El Martirio de San Mauricio y la Legión Tebana, terminado en 1582.
Asimismo, en este momento se critican obras anteriormente alabadas como las pinturas de la
Capilla Sixtina, especialmente El Juicio Final de Miguel Ángel –terminado en
1541–, atacadas no por motivos artísticos, sino sobre todo por motivos
religiosos, teológicos y dogmáticos.
En Venecia, las cosas son diferentes. Paolo Pino, en 1548, hace un tratado de
arte y amén de las críticas al Juicio Final, sigue planteamientos que hunden
sus raíces en el período anterior. Así, indica que Tiziano es como los dioses, diciendo que quien no lo aï¬rme es un “fetidísimo hereje”. Esto en Roma, no lo habrían
permitido.
2.- La Academia El tránsito del siglo XVI al
XVII generará una nueva situación y un nuevo marco Las academias surgieron en
la Florencia del último Renacimiento, si bien su
para la teoría del
arte. Es la época del
academicismo. verdadera importancia la adquieren en el siglo XVII,
permaneciendo su influencia vigente hasta el siglo XX, siendo un lugar de
formación delartista, y donde se origina la teoría del arte. El término “academia” procede de
la antigua Grecia, cuando Platón se reunía con sus discípulos en el bosque
Academos, junto a la Acrópolis ateniense. El grupo recibe entonces el nombre de
academia platónica. En la Florencia del siglo XV se recupera el término, pero
aplicado a una serie de intelectuales agrupados bajo la protección de los
Medici, que se reunían a manera de tertulia para tratar asuntos de ï¬losofía, arte, literatura…, de manera más o menos improvisada, sin una
doctrina común. Durante los siglos XV y XVI, la teoría del arte no responde a escuelas ni nace
dentro de un marco institucional. Formaba parte de una rebelión contra los
límites impuestos por el taller medieval y contra la marginación que sufrían
las artes plásticas. Sin embargo, a ï¬nales del siglo XVI, Vasari
crea en Florencia la Academia del Diseño (1562) y todo comienza a cambiar. La
academia suministrará un marco institucional para el desarrollo de la teoría del arte, que en
ocasiones llegará a ser muy restrictivo. La academia no sólo formará al
artista, sino que educará su mente. Se puede llegar a hablar de un sistema
global, basando su educación en el concepto del
buen arte y un determinado proceso creativo,
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siguiendo las directrices del
Renacimiento, del que
las academias se sienten orgullosas sucesoras. En ellas se difundía la
verdadera doctrina.
Tras la academia de Florencia, surgen la de Roma (1577), o la deParís (1648).
En La nueva base institucional para la teoría del arte, la academia, va a estar
ligada a España, la primera aparece en Madrid, en 1752, con Fernando VI. la
aparición de una nueva ï¬gura en el mundo del arte: el anticuario
erudito. Se trata de un nuevo estudioso del
arte, que busca y colecciona restos de la antigüedad grecorromana con una doble
ï¬nalidad: conocer mejor este período y que esas
piezas sirvan para la formación de los nuevos artistas, y permitan desarrollar
una labor crítica frente a estos nuevos creadores. La antigüedad clásica se
convierte, nuevamente, en el modelo a seguir.
Otra característica importante de este período es el desplazamiento geográï¬co respecto a los núcleos de pensamiento. Durante el siglo XV, y aún en
el XVI, Italia era el referente. Llamada “la nodriza del conocimiento”, era la tierra prometida
del Humanismo. Primero, se da un desplazamiento interno, dado que, Florencia
pasa a ser sustituida por Roma como
epicentro de las novedades. Después, el movimiento será hacia el exterior, pues
París relevará a las ciudades italianas como
centro de la teoría del
arte.
La academia romana: Bellori y Poussin Giovanni Bellori (1615-1696), erudito y
eclesiástico, fue director de la academia
romana y una ï¬gura principal en la formulación del pensamiento teórico
sobre pintura y escultura. Fue bibliotecario de la famosa reina Cristina de
Suecia –gran coleccionista– y ostentaba el cargo de “Anticuario di Roma”,concedido
por el Papa y sobradamente justiï¬cado. Escribió tanto sobre el arte
renacentista como
sobre el arte de su época, siendo su obra más importante al respecto las Vidas
de los pintores, escultores y arquitectos modernos (1672), siguiendo la
tradición biográï¬ca y la estela de Vasari, pero
con planteamientos diferentes. Bellori escribió esta obra por consejo de Nicolás
Poussin, no realizando meras biografías, sino diferenciándose de los meros
cronistas. Bellori comenta ejemplos concretos, eligiendo maestros individuales
que representan una clase, un tipo de artista, existiendo en su obra una clara
base teórica, donde lo que hace en deï¬nitiva es una
clasiï¬cación
de estilos. Su obra see compone de doce biografías, incluyendo artistas del norte (Rubens, Van
Dyck), y de Francia (Poussin) junto a los italianos, demuestra un carácter
cosmopolita, reflejo de la vida en la Roma del momento.
Prologa su obra con el texto de una clase, una conferencia pronunciada en la
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academia en 1664, titulada La Idea del pintor, escultor y arquitecto, superior
a la
naturaleza por la selección de las bellezas de la naturaleza, y exponente de
sus ideas.
Bellori, cuando observa el arte de su época encuentra dos tendencias, ambas
para - El naturalismo carece de normas estéticas. Su principal representante es
Caravaggio, corrupción de las buenas costumbres en la pintura. Los pintores
naturalistas no tienen ideas en su mente, se acostumbran a la fealdad yerrores
que nos rodean. Se basan en el modelo encontrado por casualidad. Esta pintura
atrae a las clases inferiores, a la gente común, que relaciona todo lo que ve
con el sentido visual, admirando las cosas pintadas con naturalidad, pues están
acostumbrados a ellas, y les gustan los colores. - El manierismo, también posee
defectos. Para los manieristas, la inspiración
no se encuentra en la naturaleza, sino en los grandes maestros. Se muestran
vasarianos y para ellos Miguel Ángel es el último gran autor. Sus obras son muy
intelectuales, sin seguir normas (cada autor tiene las suyas, y la única común
es no ofender al ojo), muy difíciles de comprender por parte del espectador. Poseen independencia
respecto al modelo o la naturaleza, y su pecado es, precisamente, su
alejamiento de ellos. Para Bellori el mejor autor del Renacimiento fue Rafael,
cuyo legado fue corrompido y malgastado por los pintores del siglo XVI, quienes
amaneraron el arte, abandonando el estudio de la naturaleza y recurriendo a la
copia de los maestros. Representa esta tendencia el Cavaliere d´Arpino, quien
“no tenía en cuenta lo natural y seguía sus instintos libremente”. Es un estilo
artiï¬cial, derivado de la pérdida de contacto
con la naturaleza. Los manieristas crean obras no hijas, sino bastardas de la
naturaleza. Nada es mejor para ellos que las pinceladas del maestro.
Si ambas tendencias son erróneas, squé arte es el correcto? Bellori habla del arte él equivocadas:
el Naturalismo yel Manierismo.
idealista, el que nos lleva más allá, y encarna la naturaleza puriï¬cada. La obra de arte, aunque basada en esencia en la naturaleza,
supera la creación
especíï¬ca e individual de ésta en la
perfección de sus ï¬guras y en lo impecable de sus
formas. Nos lleva más allá de la copia de un modelo individual o la repetición de
modelos de manera servil. Lo ideal sería la máxima perfección. Sirva como ejemplo El rapto de Helena de Guido Reni. La perfección es la
belleza de las ï¬guras representadas y esta
belleza es
“superior a la naturaleza por la selección de las bellezas naturales”. Es
decir, el artista selecciona para crear una belleza superior a la existente.
Pero scómo se realiza esta selección? En ningún momento se habla de medidas o
cálculos. El artista sigue el modelo divino: Dios
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creó el mundo tras una introspección, tras una profunda reflexión interior.
Así actúa también el artista.
La superioridad del arte sobre la naturaleza
produce en ocasiones divertidos comentarios por parte de Bellori, como cuando habla de la
Guerra de Troya. Dice que ésta no se libró por la Helena
terrenal, la mujer real, puesto que como
ser real tendría defectos e imperfecciones, sino que la guerra se libró por una
estatua de Helena, esta sí perfecta por ser obra de arte, y la larga guerra se
libró por su belleza.
Otra idea importante es que en su obra, Bellori realiza un estudio de diversas
escuelas artísticas, diferenciando estilos, siendo elintroductor del concepto escuela (en
el sentido moderno) en los estudios de Historia del Arte. Cada escuela se
fundamenta en un tipo de belleza: así la escuela romana (la de Rafael y Miguel
Ángel) se fundamenta en la belleza de las esculturas clásicas y la veneciana
(representada por Tiziano) en la belleza de la naturaleza.
Wincklemann, en el siglo XVIII, será su directo sucesor y estos planteamientos
resurgirán con gran fuerza.
Nicolás Poussin (1594-1665), llegó a Roma en 1642, huyendo de la forma de
trabajar en Francia, que no le agradaba por el excesivo control ejercido por la
monarquía. No era la primera vez que viajaba a Italia, pues lo hizo en los años
20 y 30. Desde al menos 1632 era miembro de la academia romana. En Roma se
convertirá en un pintorï¬ lósofo de fama
universal, manteniendo contactos con coleccionistas, estudiosos, artistas y
otros personajes de las altas esferas intelectuales. Poussin facilitó dibujos
para la primera traducción al francés de los cuadernos de anotaciones de
Leonardo, y fue un de los protagonistas de las Vidas escritas por Bellori, así como de otras muchas biografías y otras obras que se
escribieron en aquel momento, tanto en Italia como en Francia. Se conserva su
correspondencia con diversos intelectuales, ya recopiladas y publicadas en
1685.
La complejidad de su pensamiento queda manifestada en sus dos deï¬niciones de pintura, diferentes pero no contradictorias, que se
centran en aspectos diferentes ytienen origen en distintas tradiciones de
interpretación
del arte: - Dice Poussin que la pintura: “es una imitación de todo lo que hay
bajo el sol, realizada con líneas y colores, sobre una superï¬cie; su ï¬nalidad es la de deleitar”. Esta idea está
tomada de la teoría del arte renacentista, como Alberti y otros
manifestaban (idea de la ventana). Más interesante es la idea del deleite. El término está tomado de las
características que se adjudicaban al orador según la
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retórica antigua: instruir, emocionar y deleitar, adaptadas al arte por el
Renacimiento. Poussin no habla de enseñar ni de emocionar. sQuiso decir que la
obra de arte se crea para ofrecer placer estético? Poussin habla teniendo en
cuenta las controvertidas teorías acerca del
deleite surgidas en Francia en este momento, en relación con un placer que
carece de cualquier ï¬nalidad práctica. Es el primer
artista que describe el deleite como la ï¬nalidad del
arte. - La segunda deï¬nición de la pintura dice que “es simplemente la imitación
de las acciones humanas que, verdaderamente, son las únicas acciones dignas de
imitación”. Existen otras cosas que se pueden imitar, pero son accesorias. Es
el hombre, por lo tanto, la temática principal de la pintura: su cuerpo, sus
gestos y movimientos, son los medios principales de representación.
Poussin se interesa con frecuencia por la razón, fuente de valor de la pintura,
la
orientación del artista para producirla y el criterio del espectadorpara
enjuiciar la obra, algo que dice Poussin es muy difícil, a no ser que se posea
un extenso conocimiento tanto de la teoría como de la práctica de la pintura
(el acceso al arte es algo elitista). Parece a veces Poussin muy racionalista,
y podríamos buscar en sus ideas construcciones perspectivas o reflexiones
sobre la óptica al estilo del Renacimiento, pero no es así. Más bien encontramos
la clave de su pensamiento en lo que él llama sencillez. Esta sencillez es el
supremo valor de la pintura: lo primero que ha de hacer el artista es
concentrarse en lo esencial de su relato, alejado del artista barroco que llena su obra con
detalles y elementos superfluos. La sencillez se logra fundamentalmente cuando
los personajes muestran sus emociones sin equívocos y de forma convincente. Las
mismas reglas que asume el artista son las que asumirá el espectador para
observar la obra y comprenderla, facilitando lo que Poussin denomina “leer un
cuadro”. Para que el cuadro sea legible, todo
debe ser claro en él, sobre todo las emociones. Esto se relaciona con el
deleite visto antes: un lenguaje legible produce también placer.
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La academia de París: Le Brun y el concepto de regla, De Piles y la crisis La
academia de París surgió en 1642, al amparo del ministro Colbert, ministro del
rey Luis XIV. En esta época, poco a poco, Francia, París, toma el relevo de
Roma en cuanto al dictado de la teoría artística.
Charles Le Brun (1619-1690) Lastendencias y doctrinas academicistas alcanzaron
su máximo desarrollo en la
obra y legado literario del pintor francés
Charles Le Brun, director de la academia parisina durante veinte años y que
disfrutó y ejerció un dominio absoluto sobre las artes en la Francia de ï¬nales del
siglo XVII. Le Brun buscaba construir una república del
arte, un cosmos organizado y ordenado, con una base estable. La organización de
la academia, la educación del artista y el concepto ï¬los co del arte, todos en perfecta y
complementaria armonía, estaban dominados por un poder universal, dominante en todas
las esferas de la vida: la razón.
Le Brun no rechaza la idea de que el artista nace como
tal (don), pero como hombre de razón, cree que
el arte se puede enseñar, tanto en sentido técnico como en el formativo. La enseñanza mediante
modelos determinados y una serie de reglas especíï¬cas, facilita el aprendizaje y tiene resultados inmediatos: el
artista sabe cómo
realizar su trabajo y en qué basarlo. Así mismo, había que proporcionar un
entorno cultural para formar el gusto.
Esta educación debe conducir a la perfección, ï¬nalidad última del artista. De nuevo se
reaï¬rman los planteamientos de superioridad del ideal, del
arte, sobre
la naturaleza, a la que corrige y hace perfecta. Pero de nuevo esto suscitará
la pregunta de cómo y según qué criterios se mejora la realidad: debemos seguir
una idea conformada en la mente, o buscar un término medio en la naturaleza al
estilodel Renacimiento. No siempre se contesta correctamente esta pregunta. Le
Brun y la academia de París no creen que sirva tan sólo el enfrentamiento
directo entre artista y naturaleza. Hay que aprender de las tradiciones
ejemplares, de ahí la observación y el estudio de piezas antiguas, que a su vez
servirán como
guías en la observación de la naturaleza. Decía Le Brun a sus estudiantes: “se
debe consultar a Miguel Ángel, Rafael, Giulio Romano y a los grandes pintores
para poder aprender de ellos cómo plasmar la naturaleza, cómo hacer uso de la
Antigüedad, la manera en que ellos corrigieron la propia naturaleza, asegurando
la belleza y la gracia a aquellas partes que lo requieran”. Leonardo sólo
señalaba como
camino, el aprendizaje directo de la naturaleza, ya que seguir a los maestros
nos convierte en nietos, cuando podríamos haber sido hijos de aquella. Le Brun,
supone que
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la observación directa de la naturaleza, sin intermediarios, genera una imagen
confusa y deformada. Las formas heredadas y la tradición están en la esencia del academicismo. Así se
entiende la postura de Le Brun.
Le Brun introdujo en el plan de estudios de la academia el estudio de la forma
de representar las emociones, cuyo interés le llevará a preparar y publicar en
1698, con carácter póstumo, el Tratado de la Pasión (Traité de la passion). Una
de las novedades al respecto es que las clases de Le Brun iban siempre
acompañadas de dibujos, de la misma manera que sus textosvan acompañados de
grabados para demostrar lo expuesto. En este caso, no se trata de principios ï¬los cos, sino de consejos prácticos. La
psicología florecía en el siglo XVII y Descartes acababa de publicar en 1649
su Tratado de las pasiones, que sin duda influyó a Le Brun, quien va más allá,
enumerando más emociones individuales y señalando cómo cada una es susceptible
de expresión diferenciada por medio de la representación visual. Pero qué
capacita al artista para llevar a cabo esta representación o dónde ha de
encontrar los modelos. Si Leonardo remitía a la naturaleza, otra vez Le Brun
señala la observación de modelos artísticos, si bien en muchos casos las
explicaciones de Le Brun parecen más bien estudios anatómicos. La
representación de las emociones, gestos y ademanes humanos se consideraba
básico en el arte de la pintura, y aparecen catálogos de gestos, para enseñar a
los artistas cómo se debían representar.
En la academia de París en la época de Le Brun se desarrollan dos ideas Los
artistas que acudían a la academia parisina, desde el siglo XVII en adelante,
fundamentales: el concepto de regla y el grand goût. eran conscientes de que
todo giraba en torno a la idea de la regla. Una regla es una guía establecida
para una acción o un comportamiento. Las reglas pertenecen al campo de la
ación, están relacionadas con hacer algo. Pero no son auxiliares. Incluso
cuando se acepta la autoridad de la naturaleza, las reglas no se
puedendescartar. Las reglas tienen valor absoluto. Las reglas se entienden como la aplicación de la
razón a todo lo que emprendemos metódicamente, a todo estudio, realización o
producción. La naturaleza posee leyes, el arte reglas. Así se da un paralelismo
entre arte y ciencia, base del
clasicismo francés. De ahí que ahora se conceda a las reglas la inflexibilidad
de las leyes naturales.
Los creadores de la academia pretendían crear una institución, una estructura
permanente, y sabían que para cimentar su doctrina y asegurar el dominio de la
misma, no servía con la discusión de elementos abstractos, sino que era
necesario emplear preceptos. Le Brun decía: “es necesario recoger los frutos de
estas discusiones y extraer
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de este trabajo aquellos temas que se pueden establecer como reglas para la enseñanza de los
jóvenes”. Esto se materializó en el dictado de reglas e incluso en la redacción
de tablas completas de reglas.
Pero esto no surge ex novo, sino que los maestros de la academia recogen la
teoría renacentista del
arte y están convencidos de las directrices marcadas por sus predecesores. Pero
claro, no era el mismo valor el que tenían las normas para el renacimiento, como para el
academicismo. En el renacimiento, la regla, término difuso, se refería a la
base cientíï¬ca de la pintura: la construcción perspectiva y la
anatomía humana, fundamentalmente. Pero a ï¬nales del siglo XVI se rechazan las reglas, como hemos visto. Los teóricos
del barrocorestablecen las reglas, pero con un
carácter diferente al del
pasado, y así por ejemplo se critica la tiranía de la perspectiva que se
empleaba para enjuiciar un cuadro, llegando a olvidar incluso otros elementos.
Se generan ahora reglas difíciles de medir en sentido cientíï¬co, pero de alcance global.
Para entender estas reglas es fundamental la
obra aparecida en París en 1680: Opiniones de los más hábiles pintores sobre la
práctica de la pintura y la escultura puestos en una tabla de reglas, actas de
las conferencias y debates de la academia.
La primera cuestión debatida es sen qué consiste la obra de arte? sde qué se
trata exactamente? Algo inevitable si se pretende establecer un programa de
estudios en la academia. Así, se deï¬nen cuáles son las partes
de la pintura: composición, dibujo, expresión de emociones y luz y color (en un
único apartado denominado color).
Otra cuestión importante es la utilización de reglas artísticas como principios para valorar
la obra de arte. Se trata de una clasiï¬cación propia del pensamiento
académico. Los criterios de valoración son los campos principales de la teoría
de las artes: composición, dibujo, color y expresión. Se valora a cada artista
por separado, según estos criterios y sobre una escala donde 20 es la
perfección. La puntuación no es más que un reflejo de los gustos de los
académicos. Así, Rafael es considerado el mejor y Le Brun aparece por encima de
maestros como
Miguel Ángel y Leonardo. Asistimos alintento de aplicar la racionalidad al arte
por medio de las reglas, expresión de la razón, propia de este momento
histórico.
El espíritu racionalista y el empeño por dividir y clasiï¬car todo, dio lugar a la total jerarquización de los géneros
pictóricos. Lo que determina el género es el contenido, la temática del mismo. Esto no es
nuevo, otra vez, pero es la academia, una vez más, la que proporciona una base
teórica perfectamente desarrollada y origina de una jerarquía de géneros.
Básicamente se distingue entre nobles y bajos, y el valor de cada género es el
resultado de la dignidad de su temática. Así, la pintura de objetos inanimados,
como
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naturalezas muertas y todo tipo de bodegones, es tenido por el género más bajo.
Seguido de la pintura de paisaje y animales en movimiento. Finalmente, la cima,
está ocupada por la pintura que trata sobre el hombre, género más alto. A su
vez, la pintura de ï¬guras humanas se somete a una
jerarquía,
según las acciones y los estratos sociales representados. Aún a ï¬nales
del siglo
XVIII estos planteamientos serán válidos.
Lo que hace la academia, en deï¬nitiva, es recoger
tradiciones y racionalizarlas, en Junto a lo visto anteriormente, otro concepto
que entra en juego en la academia relación con el espíritu imperante en la época.
parisina, es el de grand goût, gran gusto, denominado así por los teóricos del academicismo. El
concepto de gusto se remonta a la retórica antigua. Más allá de lasubjetividad,
el gusto encarna las convenciones sociales. Se confunde en la propia época con
el estilo. Es algo suprapersonal e intersubjetivo. Se retoma el concepto
antiguo de sublime, reflejo de la grandeza del autor. Belleza, sencillez, idealismo,
entran también en juego. Pero en deï¬nitiva, el
gran gusto es la encarnación de los valores de la academia, de sus reglas.
En resumen, las reglas académicas no son prescripciones aisladas. El grand
goût, de valores bien determinados, es la doctrina de la estética racionalista.
Es el marco conceptual de la enseñanza académica y da forma a todas sus reglas.
La crisis de la Academia: Roger de Piles A pesar de lo visto, a ï¬nales del
siglo XVII cada vez es mayor la idea de que no se
pude racionalizar absolutamente todo y los postulados de la academia acabarán
siendo lo más parecido a una utopía. La preocupación por la belleza, base de la
estética, lleva a centrar muchos estudios sobre ella, concluyendo que es algo
que no está bien deï¬nido. Se reflexiona también sobre la condición
subjetiva del
espectador, que nunca podrá racionalizarse por entero.
Surge entonces una idea: el je ne sais quoi, el “no se qué”, cualidad
inaprensible de la belleza, aquella cualidad, misteriosa, que aplicada al ser
humano y al arte, es atractiva para el espectador. Se llega a decir que cuanto
más abierta es nuestra mente más tipos de belleza se admiten, por lo que se
reconocen diferentes bellezas. Se reconoce, en esta línea, queaunque algo pueda
ser excelente, nada lo es tanto como para servir de regla a todos los pueblos y
en todas las épocas. Comienza a cuestionarse el valor o la existencia de reglas
de carácter universal.
Roger de Piles (1635-1709) representa a un grupo de teóricos, caliï¬cados de
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revolucionarios, dispuestos a echar abajo el arte tradicional. Pero no es así,
ya que estos
autores no se oponen a la academia, ni a su idea de que el arte se puede
enseñar y que el artista es muy diferente a un artesano mecánico. Pero se
cuestionan algunos de los valores de la academia, desaï¬ando en cierta manera a la institución. De Piles se
convierte en su portavoz. “Amo la diversidad de escuelas” decía. Esta se
convierte en una de sus máximas, desaï¬ando el orden
jerárquico
para los maestros o las escuelas, puesto en marcha por la academia y arrojando
dudas sobre el dogmatismo de Le Brun. Este reconocimiento de diversidad por
parte de Roger, socava el concepto ï¬los co del gran gusto. De Piles reconoce tres tipos de verdad: la
verdad ideal, aquella formada por la selección de perfecciones que nunca se encuentran al
mismo tiempo en un modelo; la verdad simple, ï¬el
representación
de la naturaleza; y la verdad compuesta, combinación de ambas. No hay
diferencia jerárquica entre ellas, todas son válidas.
No rechaza la tradición académica, pero se estaba alejando del rígido
absolutismo de los valores imperantes en épocas anteriores. Se comprende
entonces que muchosde sus contemporáneos vieran en él a un hereje.
La postura de Roger de Piles y los suyos, desencadena una serie de debates, que
originan la crisis de la academia. - Débat sur le coloris (debate sobre el
color): este debate surge en torno al signiï¬cado del
color en la pintura. El punto de partida es la clasiï¬cación de los elementos
que componen la pintura y que ya hemos visto. El dibujo era lo principal, y el
color ocupaba el escalón más bajo, al estar desprovisto de signiï¬cado. El dibujo materializa la razón, mientras que el color ejerce su atracción
sobre los sentidos, por lo que el dibujo es superior. Con Le Brun, esto se
convirtió en dogma. El valor de una pintura radica principalmente en su dibujo.
En la década de los sesenta del XVII, estalló el debate. Roger de Piles, aï¬rma que el color es algo espec co de la pintura.
Para dibujar una ï¬gura correctamente, se necesita un profundo conocimiento de
la anatomía,
óptica para trazar una perspectiva. Sin embargo si se busca cuál es la
diferencia especíï¬ca de la pintura, el color, con
su armonía
y su modulación, sólo se encuentra en la pintura. Se señala además que el
dibujo es un paso previo, preparatorio, mientras que el color es lo único que
vemos en la pintura concluida, quedando el dibujo oculto. El debate se llega a
plantear en términos morales, indicando si nos debemos dejar deslumbrar por la
apariencia exterior, o si debemos preferir la belleza del alma, es decir color
vs. dibujo. Así, elcolor parece ser tan sólo el brillo externo, mientras el
dibujo es la belleza del alma. Roger de Piles da un paso más, y distingue entre
color, que se encuentra en la naturaleza, y colorido, una de las partes de la
pintura, lo que vemos en ella. A este colorido se adscriben la luz y la sombra,
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relacionadas antes tan sólo con el dibujo. La ilusión óptica, el volumen, la
profundidad, creados con luces y sombras, no son otra cosa que colorido, por lo
tanto es más que simplemente proporcionar deleite con colores luminosos, sino
que es la capacidad del autor de crear la ilusión perfecta, hacer que el
espectador se crea lo que contempla. Así, el colorido es algo especíï¬co de la pintura. Se aspira a una ilusión envolvente, de
conjunto, donde la pintura es el arte de convertir en real lo representado, de
crear un efecto psicológico de conjunto, y eso se consigue a través del
colorido. Cuando en 1699 se admite a Roger de Piles en la academia, se estaba
admitiendo el color como principal componente de la pintura. - Querelle des
anciens et des modernes (debate entre los antiguos y los modernos): otro debate
será planteado en torno al concepto de modernidad, relacionada con el término
latino referido para “ahora”. Los rasgos de esta modernidad son la querelle y
el nuevo público. Siempre existió en las artes por un lado la veneración de la
antigüedad y al mismo tiempo la autoaï¬rmación de los modernos.
En la Francia de ï¬nales del XVII este debate
alcanza suclímax
en la conocida querelle des anciens et des modernes. El 27 de enero de 1687 es
una fecha clave. Los miembros de la academia se reunieron para celebrar la
recuperación de una operación sufrida por el rey Luis XIV. Charles Perrault,
leyó un poema titulado El siglo de Luis el grande, comparando su época con la
de Augusto. Perrault admira a los clásicos, pero señala que no nos deben
impresionar hasta el punto de arrodillarnos ante ellos, ya que el progreso de
las artes y las ciencias alcanzado en época de Luis XIV es incluso superior a
la de la época del emperador romano. Semejantes declaraciones suscitaron un
gran revuelo en la academia, tachándose las palabras de Perrault de herejía. Se
llegó a decir que sus aï¬rmaciones eran “una falta de gusto
consecuencia de la ignorancia”. La querelle había comenzado. Nace una profunda
conciencia sobre el valor del presente. La idea esencial es que nuestra época
no es un apagado reflejo de la época pasada, algo que nunca se podrá recuperar
por completo, como sostenía el clasicismo académico. Así mismo, se aï¬ rma
que nada hace más perfectos a los antiguos que a los modernos, por tanto no hay
ninguna razón para pensar que sean mejores. Las artes visuales de cualquier
época deben ser medidas con el mismo criterio, dice Perrault. Este criterio es
la razón. El arte no ha dejado de avanzar desde la Antigüedad, por lo que se
aï¬rma que la pintura actual es más perfecta que la de
la antigüedad.
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- Aparición delpúblico profano: las generaciones que vivieron la querelle y sus
consecuencias, vieron aparecer también otro elemento, muy relacionado con la
modernidad: la aparición de una nueva clase de consumidor de arte, un amplio
público profano. Las transformaciones sociales son más lentas que los debates
teóricos, pero a ï¬nales del siglo XVII la
transformación
del público fue acelerada. El público del arte se reducía entonces a una
clientela de aristócratas, coleccionistas y un reducido círculo de elitistas
amantes del arte. Sin embargo, poco a poco, numerosos personas de diversas
clases y condiciones, se convierten en público que critica, alaba y censura,
tomando parte activa en la opinión sobre las obras de arte. La función de la
pintura pasará de ser educar, a emocionar, como se ve en los debates teóricos.
Comienza a pasarse de la atracción que ejerce el arte sobre la razón, a una
atracción sobre el sentimiento, concepto importante en la doctrina estética. El
sentimiento, que es indicativo de complacer y emocionar, se convierte en el
juez competente para decir si una obra es buena o mediocre, si produce o no
placer. Así, el gran público será el mejor cualiï¬cado para valorar el arte. En la praxis, se pasa de ï¬guras
racionales y lineales, a otras llenas de movimiento y tensión, algo que cautiva
a quien las contempla, es decir al público. Surgen nuevos valores artísticos y
preferencias estilísticas. - Posussinistas vs. Rubenistas: todos estos debates
semaniï¬estan ï¬nalmente en el enfrentamiento entre
los seguidores de Poussin y los de Rubens. Las apasionadas discusiones de los
miembros de la academia se materializan en la elección de unos u otros ejemplos. La
primera generación de la academia consideró a Poussin su santo patrón, la
materialización ejemplar de los más elevados valores del arte y las reglas que
se enseñaban en la academia: por ejemplo, hacer distinguir fácilmente la acción
principal o la ï¬gura protagonista, algo que
atrae incondicionalmente al público. Sus ï¬guras estaban
además
próximas a la estatuaria clásica, no por su copia servil, sino porque comparten
la idealización. En su pintura hay otras reglas o verdades, como la utilización
de la luz y el color. El grupo de partidarios de la academia tradicional,
representada por las ideas de Le Brun, eran los partidarios de Poussin. Pero no
todos defendían a este maestro. Los seguidores de Roger de Piles, el partido
del color, criticaban su uso de la línea. Sus ï¬guras les
parecían
piedras pintadas. Se decía que desconocía los colores locales y el claroscuro.
Su obsesión por la antigüedad le lleva a descuidar el color y la teoría del
colorido. Criticar a Poussin era criticar la
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base del academicismo y cuestionar su valor. Pero para que estas ideas
revolucionarias tuvieran efecto, era necesario deï¬nir entonces en qué consistía la verdadera perfección, y la encarnación
de ésta era para Roger de Piles Rubens. Sus características eran: poseer
unacultura humanística, conocimientos literarios amplios, conocimiento de la
antigüedad, claridad en las representaciones, dominio del dibujo. Esto es
normal en otros maestros también, pero squé hace especial a Rubens? Para verlo,
dice Roger, hay que deï¬nir la idea de la
pintura, y
ésta es la perfecta imitación de los objetos visibles, su ï¬nalidad es engañar a la vista, sus objetivos instruir con habilidad y
suscitar pasiones. Lo esencial es sobre todo esa idea del engaño para la vista.
Y Rubens es un maestro para esto y por eso ocuparía el primer puesto, frente a
Poussin. A lo que se reï¬ere es a que la
pintura atrae al espectador, identiï¬cándose engañar con agradar. Esto produce un
choque con la tendencia encarnada por Poussin y defendida por los seguidores de
Le Brun. Los cimientos para la revolución contra los principios de la academia
estaban más que puestos.
En 1681, Roger es consciente del cambio de gusto de los coleccionistas, que se
unen a su partido, y la cada vez menor valoración de Poussin. En 1683 fallece
el ministro Colbert, gran defensor del academicismo férreo y racional. En 1690
muere Le Brun. En 1699 Roger de Piles era elegido como académico de pleno
derecho. El color y los partidarios de Rubens habían ganado la batalla. Pero el
problema se reavivó a mediados del siglo XVIII con Winckelmann y el nacimiento
del Neoclasicismo, cuando se debate sobre las formas y los conceptos del arte
barroco tardío.