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Antropología y Estudios Culturales



ALTERIDADES, 1993 3 (5): Pags. 5-8

Introducción: antropología y estudios culturales

¿Por qué una revista antropológica dedica un número a los estudios culturales, ese proyecto de superar las ciencias sociales “clasicas” y fusionarlas en investigaciones conjuntas? Una motivación es el desarrollo peculiar que los estudios culturales vienen dando a ciertas preocupaciones constitutivas de la antropología: la extensión del concepto de cultura hasta abarcar la totalidad de los procesos simbólicos especializados y cotidianos; la crítica del saber académico y de los saberes ordinarios desde una reflexión sobre la alteridad; el tratamiento no antagónico de los vínculos entre tradiciones y modernización. Pero los estudios culturales recolocan estas líneas “antropológicas” en los procesos masivos de multiculturalidad generados por la globalización. La corriente llamada estudios culturales nació en Inglaterra inmersa en las investigaciones sobre medios de comunicación y ha tenido su mayor desarrollo en los Estados Unidos dentro de las artes “cultas” y la literatura. En los últimos años los debates multiculturales y sobre globalización han servido



* Profesor-investigador del Departamento de Antropología, UAM-I.

para incorporar los aportes antropológicos y vincular a antropólogos y especialistas en humanidades con la problematica comunicacional. Es significativo que algunos prominentes investigadores de literatura, por ejemplo Frederic Jameson, Jean Franco y George Yúdice en los Estados Unidos,Beatriz Sarlo y Aníbal Ford en la Argentina, enfoquen sus instrumentos de analisis literario hacia el analisis de procesos massmediaticos en sus textos recientes, como algunos que publicamos aquí. Mientras en los Estados Unidos, señala George Yúdice, los estudios culturales se mantienen preferentemente dentro de las humanidades, en América Latina se desarrollan en las ciencias sociales y convocan a los especialistas humanísticos o literarios, como los nombrados, a dialogar con estas ciencias. Yúdice interpreta la mayor versatilidad de los estudios latinoamericanos y su disposición a ocupar las fronteras disciplinarias como una consecuencia del caracter endeble del sistema universitario en estos países y de sus bajos recursos económicos. Pienso que también hay que tomar en cuenta que los investigadores de América Latina combinamos nuestra pertenencia universitaria con el periodismo, la militancia


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política y social, o la asesoría a organismos estatales, todo lo cual posibilita relaciones mas móviles con los campos del saber y de la acción. La caída de tabiques entre las disciplinas, que de algún modo se correlaciona con “los borrosos contornos de la vida social, política y cultural”, genera incertidumbre sobre el lugar de los intelectuales, observa Jean Franco. ¿Podemos superar la angustia que produce esta indeterminación declarandonos intelectuales globales? ¿Cómo diferenciar globalización de norteamericanización del planeta? ¿Tienen las culturas populares y localesposibilidades de resistir o negociar? La reterritorialización intentada por los latinos en Estados Unidos y por las reacciones nacionalistas frente a los acuerdos de libre comercio parecen, a veces, modos de conjurar esa angustia. Como en otros textos que hacen de Jean Franco una de las mas incisivas analistas de lo que le ocurre a América Latina al confrontarse con Estados Unidos, y a este país al tratar con los latinoamericanos (de fuera y de dentro), dicha autora muestra lo que significa hoy que las identidades de unos y otros se construyan en una reciprocidad desigual. Estas cuestiones estan presentes en muchas reuniones de artistas, escritores y científicos, pero recuerdo pocos encuentros donde se trabajaran con perspectivas tan diversas como en el efectuado en México, del 3 al 5 de mayo de 1993, cuando se formó la Red Interamericana de Estudios Culturales. Las sesiones se hicieron en la Universidad Autónoma Metropolitana, moderno y extraño campus-isla en esa vasta zona de la ciudad de México llamada Iztapalapa, que parece un suburbio por su mezcla reciente de fabricas y talleres, por su crecimiento atropellado, marginal, y que al mismo tiempo es una de las areas mas tradicionales de la urbe. A ratos en español, a ratos en inglés, en portugués y en combinaciones de las tres lenguas, unos 45 estudiosos de esta multiculturalidad experimentamos las dificultades de vivir con ella, aunque sólo fuera en la atemperada reelaboración de los discursos. Habría que hacer una etnografía de las maneras en que estas reuniones, donde tantasritualizaciones del programa buscan neutralizar las asimetrías (equilibrio en cada mesa entre mujeres y hombres, entre norteamericanos y latinoamericanos, entre humanistas y científicos sociales), finalmente dejan irrumpir las hegemonías y hacen pensar, como decía Jean Franco en su ponencia, que “lo global es, quiza, un eufemismo” de fuerzas que no se atreven a identificarse. Tal vez lo que diferencia a seminarios como éste de encuentros multiculturales de políticos o empresarios no es la menor tensión entre lo global como

proceso objetivo y como eufemización simbólica, sino que en ciertas reuniones académicas esa tensión es nombrada. Los norteamericanos diseccionaron las nuevas tacticas retóricas con que la dominación estadounidense se presenta como devoción filantrópica por los derechos humanos, otros cuestionaron que se idealice la resistencia de los subalternos como capacidad transformadora, otros la benevolencia de los antropólogos que “permite a la gente hablar por sí misma”, un “gesto que ha procurado brillantes finales a muchos libros latinoamericanos”. Ese “deseo llamado estudios culturales”, escribió Frederic Jameson, en un texto que no leyó en esta reunión, pero que se repartió a los asistentes y por eso incluimos aquí, como algo que formó parte de los debates, es menos una “disciplina novedosa” que el intento de “construir un bloque histórico”. Tal vez esta unificación de los innovadores en la investigación sobre cultura sea otro recurso para conjurar la angustia o la incertidumbre de la ruptura con los canones. Laradicalidad de los planteamientos surge de los dramas sociales de la multiculturalidad en este fin de siglo, de la insatisfacción hacia las disciplinas que vienen ocupandose de los campos simbólicos, pero en gran medida, también, de conflictos por la orientación de los estudios y la distribución del poder en las instituciones académicas, sobre todo en los Estados Unidos. El mapa que traza Jameson de las aperturas y los atrincheramientos de los científicos sociales respecto del trabajo interdisciplinario es útil para repensar la actual definición de “lo antropológico”. ¿Cómo reformular el trabajo etnografico cuando se trata no sólo de la formación de la cultura en conexión con un espacio propio sino de procesos de desterritorialización, cuando ya el trabajo de campo no privilegia las relaciones de residencia sino –como en los textos recientes de James Clifford– las relaciones de viaje? La migración social como objeto de estudio metaforizada en las migraciones de una disciplina a otra. Los estudios culturales, para algunos investigadores desencantados, como sustitutos del marxismo. La reformulación de las nociones de articulación, de popular y de la cultura como “ensamble de estigmas que un grupo porta ante los ojos de otro (y viceversa)”, son algunos de los apuntes que hacen del texto de Jameson uno de los mas imaginativos en lo que aún puede leerse sobre los conflictos entre antropología, sociología y marxismo. Los artículos de los autores latinoamericanos se interrogan, ante todo, por las condiciones socioculturales en quese formó la modernidad y por las que condujeron a sus fracasos y transformaciones en este fin de milenio. Las preguntas se vuelven mas acucian-




tes en nuestras sociedades, donde los éxitos modernos son aún mas dudosos.
La perspectiva crítica esta nutrida en algunos textos por la problematica de América Latina: megaciudades agobiantes, reorganización massmediatica de la cotidianeidad, crisis de nuestras insatisfactorias democracias. Pero la situación periférica puede generar también planteamientos renovadores sobre los asuntos que los estudios culturales vienen tratando en las metrópolis. Así lo comprobamos en el artículo de Roger Bartra que sigue el papel –cambiante– del mito del hombre salvaje. Idea motriz del mundo moderno, ese mito se forma con elementos culturales italianos y alemanes, mezcla tradiciones populares y refinamiento intelectual, ingredientes heroicos e irónicos: su composición híbrida anticipa muchos bricolages característicos de la modernidad. Sus reelaboraciones muestran cómo se las arreglan las estructuras míticas para persistir en medio de la racionalización de lo social buscada en los últimos siglos. Se ha reproducido una y otra vez, como “el mas poderoso símbolo imaginado por el Occidente”, en tanto sigue sirviendo para representar y “explicarse” a la masa de los otros hombres. Entender la modernidad es también tratar de volver inteligible la coexistencia de instituciones como la escuela y los medios masivos. ¿Cómo se relacionan la alfabetización y su crisis con lasdestrezas adquiridas en los medios audiovisuales y electrónicos? Esta pregunta lleva a Beatriz Sarlo a averiguar, desde una estrategia disciplinaria distinta de la folclórico-antropológica de Bartra, aunque no la contradice, cómo se transmiten las tradiciones culturales letradas en un espacio hegemonizado por la televisión y los videojuegos. Su argumentación busca un camino entre la confianza ilustrada en la superioridad de la cultura escolar y el populismo

comunicacional que deja a la difusión massmediatica la democratización de los bienes. Construir alternativas estéticas apropiadas a esta reestructuración de los mercados simbólicos es mucho mas que una cuestión de artes y gustos; se trata de saber quiénes y de qué modo pueden acceder hoy no sólo al consumo, sino a los trabajos calificados y a la ciudadanía política. De estos cambios en la cultura cotidiana de las mayorías se ocupa también Jesús Martín-Barbero. Habla desde los estudios comunicacionales, pero indica –como ya lo había hecho en sus últimos libros– que esos estudios sólo pueden comprender a los medios si los sitúan en el conjunto de “formas de juntarse y de excluirse, de reconocerse y desconocerse”. La investigación comunicacional es vista menos como una disciplina que como un capítulo, o mejor una dimensión, del analisis cultural. La agenda que entonces se dibuja expande el trabajo de los comunicólogos. Se deben interrogar las nuevas imagenes de lo nacional que surgen en las “culturas sin memoria territorial” de los jóvenes; la desarticulación de lo público yde las experiencias urbanas cuando agonizan los espacios tradicionales de encuentro colectivo; los intentos de las culturas electrónicas de compensar esa desintegración con imaginarios de la globalización. La crisis sociocultural de la modernidad tiene, ademas de las alteraciones suscitadas por los medios, otra manifestación elocuente: la inadecuación de las grandes ciudades al ritmo de crecimiento y a las contradicciones económicas de la modernización. Mediante el analisis de dos urbes sometidas a muy diferentes reestructuraciones –La Habana y la ciudad de México– Raúl Nieto Calleja y Eduardo Nivón Bolan examinan qué sucede con las contradicciones locales en este proceso. Estos autores revisan algunas propuestas teóricas efectuadas en América


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Latina para tratar esas cuestiones y aportan su propia investigación sobre los vínculos entre centro y periferia en la capital mexicana. ¿Qué significa vivir en la periferia de la capital de un país periférico? La combinación de analisis cuantitativos y observaciones etnograficas les permite demostrar que no es lo mismo ser habitante de los margenes norte, oriente o poniente de la ciudad. Aunque se pertenezca a la misma urbe, aunque se viva en los bordes, se participa de maneras muy diversas en los espectaculos localizados y en la apropiación de los medios, en los deportes y en el conocimiento, en los usos reales e imaginarios del espacio. Se necesitan, por eso, estrategias múltiples de estudio, cuidadosas de la diversidadempírica. Esa atención a la variedad de procesos exige a los estudios culturales latinoamericanos flexibilizar o replantear los paradigmas de la investigación social para hacerse cargo de situaciones en que la gestión popular de los servicios parece mas eficaz que su planificación centralizada, y cuando, frente a la ingobernabilidad, es la improvisación lo que mantiene en funcionamiento el precario orden urbano. Pero ¿cómo puede participarse en la globalización desde la precariedad? Esta pregunta, que recorre casi todos los trabajos reunidos en este volumen, encuentra un tratamiento específico en el artículo de Ana Rosas Mantecón. A partir de los estudios de Saskia Sassen y Armand Mattelart, señala que la reorganización global de las sociedades implica no sólo mayor difusión de los bienes sino mas concentración de las decisiones. Surgen así nuevos conflictos entre la culturamundo y las formas étnicas, regionales o locales que siempre interesaron a la antropología. Esta disciplina debe repensar las condiciones de desarrollo y autonomía de cada sociedad, los riesgos etnocéntricos de la re-etnización y otras reacciones fundamentalistas. No basta ya con documentar la variedad de respues-

tas de cada grupo, tarea con la cual muchos antropólogos creen seguir justificando su especialización en lo micro y lo distinto en medio de la globalización. Se precisa reconceptualizar las interacciones entre las culturas locales y las de amplia escala, dar a las técnicas etnograficas la capacidad de captar “lo local globalizado”, o dicho de otromodo, todo lo que hay de extranjero en “lo nuestro” y las maneras en que lo nuestro se las arregla para tener un lugar en el mundo. En suma: así como la globalización no sustituye a las culturas locales ni clausura los Estados-naciones, los estudios culturales no suprimen la variedad de tradiciones disciplinarias con que los hombres hemos venido tratando de entender cómo interactuamos con los otros. Las condiciones multiculturales complejas del desarrollo global no llaman a las ciencias particulares ni a las humanidades a suicidarse; son mas bien estímulos para reconsiderar lo adquirido y renovarlo. Los trabajos expuestos en la 1a. Reunión de la Red Interamericana de Estudios Culturales, así como los balances bibliograficos de Ana Rosas Mantecón y Frederic Jameson que agregamos en este volumen, muestran que en los estudios sobre cultura prevalece la convergencia colaborativa de los especialistas sobre las luchas a muerte. Todos sabemos que aún la mejor disposición de buena vecindad teórica suele estar mezclada con intereses por la distribución de los presupuestos universitarios, los prestigios y los poderes. Pero ¿por qué la multiculturalidad académica habría de estar exenta de los atractivos y los egoísmos que dan su sabor y su desazón a otros mercados materiales y simbólicos? Quiza la discusión razonada (epistemológica) pueda volver mas civilizados los encuentros entre científicos que en los otros grupos: tal vez ésta sea una de las justificaciones para seguir organizando congresos y publicando revistas.




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