Carl
Schmitt.
Carl Schmitt (Plettenberg, Prusia, Imperio Alemán, 11 de julio de 1888 –
ibídem, 7 de abril de 1985) fue un juspublicista y
filósofo jurídico alemán. Adscrito a la escuela del llamado Realismo político, lo mismo que a
la teoría del
orden jurídico. Escribió centrado en el conflicto social como objeto de
estudio de la ciencia política, y más concretamente la guerra. Schmitt fue uno
de los principales ideólogos del Movimiento Revolucionario
Conservador de Alemania. Su teorización se basa sobre la necesidad de instaurar
un poder de «decisión» adecuado que termine con la guerra interna, cosa que no
es posible en un Estado liberal, en el cual no se puede justificar la exigencia
del sacrificio de la vida en favor de la unidad política.
Schmitt propone una pluralidad, con el Estado como comunidad
suprema y más intensa. Concibe la idea de «comunidad» con «personas
esencialmente ligadas» y no una sociedad de «personas esencialmente
separadas».Esa «comunidad» es la que puede llevar a superar la degradación que
al Estado ha producido el liberalismo que, con su negación de la política, le
ha convertido en un «sirviente burocrático armado». Su rechazo a las
democracias parlamentarias pluralistas, en cuanto incapaces de controlar los
nuevos potenciales surgidos de la socialización creciente del siglo XX, le hacen optar por la dictadura como forma de gobierno.
Para Schmitt lademocracia es entendida a partir del concepto de
«Estado total». El Estado total es aquel que ha superado el momento liberal. Es
un Estado fuerte, que se inmiscuye en todas las
esferas de la vida en sociedad. En la democracia, para
Schmitt, todo es político. En este marco, se
entienden sus críticas al liberalismo, al parlamento como
institución y al parlamentarismo como
forma de gobierno. La democracia para él no requiere del voto secreto
(pues la política se hace en el espacio público). Por el
contrario es la acclamatio, la elección a viva voz y en masa, la que le resulta
compatible con su idea de democracia. La democracia es directa: no hay
representantes, ni elecciones. La representación
necesariamente mediatiza la inmediatez de la voluntad popular, haciéndola, en
definitiva, desaparecer. Tampoco admite la idea de
pluralismo, ya que sostiene que a la democracia le es propia la homogeneidad,
por lo que la unanimidad es el carácter propio de esta democracia. Las diferencias serán entonces excluidas o eliminadas al interior
de la unidad política.
De regreso en Buenos Aires, fundó en 1921 con otros jóvenes la revista Prismas
y, más tarde, la revista Proa; firmó el primer manifiesto ultraísta argentino,
y, tras un segundo viaje a Europa, entregó a la imprenta su primer libro de
versos: Fervor de Buenos Aires (1923). Seguirán entonces numerosas
publicaciones, algunos felices libros de poemas, como Luna de enfrente (1925) y Cuaderno San
Martín (1929), y otros de ensayos, como
Inquisiciones, El tamaño de mi esperanza y El idioma de losargentinos, que
desde entonces se negaría a reeditar.
Así, en 1940, el mismo año que asiste como testigo a la boda de Silvina Ocampo
y Bioy Casares, publica con ellos una espléndida Antología de la literatura
fantástica, y al año siguiente una Antología poética argentina.
En 1942, Borges y Bioy se esconden bajo el seudónimo de H. Bustos Domecq y
entregan a la imprenta unos graciosos cuentos policiales que titulan Seis problemas
para don Isidro Parodi. Sin embargo, su creación
narrativa no obtiene por el momento el éxito deseado, e incluso fracasa al
presentarse al Premio Nacional de Literatura con sus cuentos recogidos en el
volumen El jardín de los senderos que se bifurcan, los cuales se incorporarán
luego a uno de sus más célebres libros, Ficciones, aparecido en 1944.
En 1945 se instaura el peronismo en Argentina, y su madre Leonor y su hermana
Norah son detenidas por hacer declaraciones contra el nuevo régimen: habrán de acarrear,
como escribió muchos años después Borges, una 'prisión valerosa, cuando
tantos hombres callábamos', pero lo cierto es que, a causa de haber
firmado manifiestos antiperonistas, el gobierno lo apartó al año siguiente de
su puesto de bibliotecario y lo nombró inspector de aves y conejos en los
mercados, cruel humorada e indeseable honor al que el poeta ciego hubo de
renunciar, para pasar, desde entonces, a ganarse la vida como conferenciante.
La policía se mostró asimismo suspicaz cuando la Sociedad Argentina de
Escritores lo nombró en 1950 su presidente, habida cuentade que este organismo se había hecho notorio por su oposición al
nuevo régimen. Ello no obsta para que sea precisamente en esta época de
tribulaciones cuando publique su libro más difundido y original, El Aleph
(1949), ni para que siga trabajando incansablemente en nuevas antologías de
cuentos y nuevos volúmenes de ensayos antes de la caída del peronismo en 1955.
En esta diversa tesitura política, el recién constituido gobierno lo designará,
a tenor del gran
prestigio literario que ha venido alcanzando, director de la Biblioteca
Nacional e ingresará asimismo en la Academia Argentina de las Letras. Enseguida
los reconocimientos públicos se suceden: Doctor Honoris Causa por la
Universidad de Cuyo, Premio Nacional de Literatura, Premio Internacional de
Literatura Formentor, que comparte con Samuel Beckett, Comendador de las Artes
y de las Letras en Francia, Gran Premio del Fondo Nacional de las Artes de
Argentina, Premio Interamericano Ciudad de Sèo Paulo
Inesperadamente, en 1967 contrae matrimonio con una antigua amiga de su
juventud, Elsa Astete Millán, boda de todos modos menos tardía y sorprendente
que la que formalizaría pocos años antes de su muerte, ya octogenario, con
María Kodama, su secretaria, compañera y lazarillo, una mujer mucho más joven
que él, de origen japonés y a la que nombraría su heredera universal. Pero la relación con Elsa fue no sólo breve, sino desdichada, y en
1970 se separaron para que Borges volviera de nuevo a quedar bajo la abnegada
protección de su madre.
Losúltimos reveses políticos le sobrevinieron con el renovado triunfo electoral
del peronismo en Argentina
en 1974, dado que sus inveterados enemigos no tuvieron empacho en desposeerlo
de su cargo en la Biblioteca Nacional ni en excluirlo de la vida cultural
porteña.
Dos años después, ya fuera como consecuencia de su resentimiento o por culpa de
una honesta alucinación, Borges, cuya autorizada voz resonaba
internacionalmente, saludó con alegría el derrocamiento del partido de Perón
por la Junta Militar Argentina, aunque muy probablemente se arrepintió
enseguida cuando la implacable represión de Videla comenzó a cobrarse numero
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