200 años de la Iglesia en México
Los festejos del
bicentenario son una ocasión inmejorable para reflexionar en el papel
que la Iglesia ha desempeñado en nuestra historia nacional.
La nación mexicana
Los festejos del
bicentenario son una ocasión inmejorable para reflexionar en el papel
que la Iglesia ha desempeñado en nuestra historia nacional.
México no nació en 1821 con la consumación de la
Independencia. México había nacido tres siglos antes, en 1521,
con el encuentro de dos mundos dispares; el español y el
indígena, dando origen a una nueva
nación que hereda la sangre de ambos. Allí surgió la
realidad cultural mestiza que desde su infancia recibiera el bautismo por la fe católica, hecho que se ratificó de modo
admirable con el prodigio del Tepeyac en 1531. Así pues, México
es desde sus raíces un pueblo católico y
Santa María de Guadalupe la madre de la nación.
México como
realidad nacional tampoco existía antes de 1521. Antes de la llegada de
los españoles a las playas del Golfo de México, se
extendía un enorme territorio que en su geografía
correspondía a la Mesoamérica, habitada en forma desigual por
numerosas etnias de indígenas y que en gran parte eran enemigos mortales
e irreconciliables. Los aztecas y los tlaxcaltecas, por
ejemplo.
Por tanto, pretender afirmar que México nace en 1821 al consumarse su
Independencia de España es un error de
visión. Es una tesis que la historia nosostiene y
quienes la divulgaron lo hicieron basados en una ideología, mas no en
los hechos. Durante muchos decenios en México se
enseñó una historia oficial donde los hechos fueron ajustados al
servicio de la ideología política; o sea que se acomodó la
historia a los intereses del poder político, y
“si la verdad no correspondía con la historia oficial, pues peor
para la verdad”.
En el siglo XIX se hicieron con el poder los liberales y estos endiosaron a sus
prohombres hasta convertirlos en mitos y en los héroes oficiales de la
nación. Mientras que los héroes del bando
conservador eran tachados de traidores de la patria. El resultado es simple
pero de fatales consecuencias para la educación de la conciencia
nacional: desde entonces se explicó un tipo de
historia oficial maniquea, donde unos se convirtieron en héroes
nacionales, personajes casi sobrehumanos, mientras que los perdedores fueron
condenados a las tinieblas del
olvido. Por poner un caso, ¿cuantas
plazas o calles hay dedicadas a Agustín de Iturbide, el consumador de la
Independencia?
La Iglesia en esos 200 años
La historia de México en estos dos siglos ha sido dolorosa, pues se ha
escrito con la sangre vertida en la multitud de luchas y de guerras internas
que desgarraron al país. Sobrevino también a mediados del siglo XIX la invasión
norteamericana, que al retirarse se quedó con la mitad del territorio que antes conformara la
NuevaEspaña. Desde los inicios del
movimiento insurgente, la Iglesia siempre ha estado al lado del pueblo mexicano en todos sus
acontecimientos relevantes. Le ha acompañado y educado, ha sufrido con
el pueblo en primera persona, hecho que se comprobó de manera particular
en los años veinte y treinta del pasado siglo, durante la cruel
y alevosa persecución religiosa que padecieron los católicos
mexicanos.
En estos dos siglos la Iglesia ha acompañado cada paso
de la historia mexicana, por la simple razón de que muchos de los
protagonistas –por no decir la mayoría—eran
católicos. Hidalgo, Morelos, Cos, Mariano Matamoros
eran sacerdotes. La imagen guadalupana fue elegida como símbolo unificador del primer estandarte patrio. En las Tres Garantías se escogió el color blanco de
la bandera nacional para representar el catolicismo que profesaba la casi
totalidad de la nación.
Los contendientes de los bandos liberales y conservadores durante
las guerras de Reforma, al margen de sus ideas políticas, eran en su
mayor parte bautizados en el seno de la Iglesia. Diversas leyes injustas de las
Constituciones de 1857 y de 1917 miraron a expropiar los bienes de la Iglesia y
a limitarla drasticamente en el ejercicio de su papel educativo y como
guía espiritual del pueblo. Téngase en cuenta
que en 1917 al promulgarse la constitución de Querétaro, en plena
etapa revolucionaria, el 98% de la población de México
eracatólica.
Basta repasar los hechos sobresalientes de la historia mexicana en estos dos
siglos, para caer en la cuenta que la pretensión de querer presentar a
la Iglesia católica como enemiga de los intereses de la nación y
de su progreso es otro falso levantado por la ideología que ostentaba el
poder político. La historia y los hechos lo desmienten una y otra vez.
La Iglesia no es enemiga del pueblo, sino que ha sufrido
con él todos los atropellos e injusticias. La historia oficial se
podra manipular y acomodar a los intereses del bando vencedor,
pero los hechos no se pueden ocultar. Al final la verdad se abre paso por
encima de las interpretaciones parciales y tendenciosas que la han querido ocultar.
Recuperar y purificar la memoria
Los católicos mexicanos han sido protagonistas
en los doscientos años de historia nacional, desde los inicios del movimiento de
Independencia. Fueron iniciadores, actores y consumadores de la misma;
después participaron al lado de uno u otro bando en la luchas por el
poder del
siglo XIX y posteriormente en los años tragicos de la
revolución. El pueblo mexicano católico sufrió en carne
propia la invasión y guerra injusta de un
vecino oportunista, quien se llevó con la fuerza la mitad del territorio que se
había independizado de España. En aquel episodio doloroso, un puñado de extranjeros católicos se
alió contra el invasor para luchar al lado de los mexicanos y derramaron
susangre en nuestro territorio: fueron el Batallón de San Patricio
integrado por soldados irlandeses.
Durante las primeras décadas después del porfiriato, el pueblo
católico y sus ministros sufrieron los horrores de la revolución
desatada entre las fracciones de los diversos caudillos, y de la
persecución religiosa provocada por hombres sin escrúpulos, cuya
idea obsesiva era desterrar el catolicismo del suelo patrio. Fue entonces,
entre 1914 y 1938, cuando México engendró numerosos hijos
martires, sacerdotes y laicos muchos de los cuales ya han sido
canonizados para gloria de México.
Es imposible separar la Iglesia de la historia de México, porque desde
1531 México comenzó a ser un pueblo
profundamente católico y lo es todavía hoy en su mayoría
en el 2010, año de los festejos del
bicentenario. Se trata de una oportunidad muy adecuada para mirar de cara hacia
la verdad para recuperar la memoria histórica, porque “Un pueblo
que deja de saber cual es su propia verdad, acaba perdido en los
laberintos del tiempo y de la historia, privado de valores claramente definidos
y sin grandes objetivos claramente enunciados. La Iglesia se sitúa en el
mundo, ayudando a la sociedad a comprender que el anuncio de la verdad es un
servicio que ésta ofrece a la sociedad, abriendo nuevos horizontes de
futuro, de grandeza y dignidad”. (Palabras del Papa Benedicto XVI durante su viaje a Portugal, 12 de
mayo de 2010).