Somos un pueblo ritual. El arte de la Fiesta, envilecido en casi todas partes,
se conserva intacto entre nosotros. En pocos lugares del mundo se puede vivir un espectaculo parecido al de las grandes fiestas religiosas de
México, con sus colores
violentos, agrios y puros, sus danzas,
ceremonias, fuegos de artificio, trajes insólitos y la inagotable cascada de sorpresas de los frutos, dulces
y objetos que se venden esos días
en plazas y mercados.
El país entero reza, grita, come, se emborracha, mata en honor a la virgen de Guadalupe o del general Zaragoza,
cada año el 15 de septiembre a las once de la noche, todas las
plazas de México celebramos la fiesta del grito.
Son incalculables las fiestas que celebramos y los recursos y tiempo que gastamos en festejar.
Nuestra pobreza puede medirse
por el numero y suntuosidad de las fiestas populares. Los países
ricos tienen pocas: no hay tiempo, ni humor.
Las masas modernas
son aglomeraciones de solitarios.
En ocasiones es cierto la alegría acaba mal: hay riñas, injurias, balazos, cuchilladas. También eso
forma parte de las fiesta.
Porque el mexicano no se divierte: quiere sobrepasarse, saltar el muro de la soledad que el resto del
año lo incomunica.
México esta de
fiesta. Y esa Fiesta, cruzada
por relampagos y delirios, es como
el revés brillante
de nuestro silencio y apatía, de nuestra reserva yhosquedad.
Los sacrificios y las ofrendas calman o compran a dioses y santos
patrones; las dadivas y festejos, al pueblo. El exceso en el gastar
y el desperdicio de energías
afirman la opulencia de la colectividad.
Con el derroche se espera atraer, por contagia,
a la verdadera abundancia. Dinero llama a dinero.
Las ceremonias de fin de año,
en todas las culturas, significan algo mas
que la conmemoración
de una fecha.
Los ritos que celebran su extinción
estan destinados a provocar su renaciomiento:
la fiesta del fin de año es también
la del año nuevo, la del
tiempo que empieza.
La fiesta es ante todo el advenimiento de lo insólito.
La rigen reglas especiales, privativas, que la aíslan y hacen un día
de excepción.
Todo ocurre en un mundo encantado:
el tiempo es otro tiempo, el espacio en que se verifica cambia de aspecto, se desliga del
resto de la tierra, se engalana y convierte en un
“sitio de fiesta”.
En ciertas fiestas desaparece la noción misma de orden. El caos regresa
y reina la licencia.
Todo se permite, desaparecen las jerarquías habituales, las distinciones sociales, los sexos, las
clases, los gremios.
El amor se vuelve
promiscuo. A veces
la fiesta ese convierte en misa negra. Se violan
reglamentos, habitos,
costumbres.
La fiesta no es solamente un ecxeso, un desperdicio
ritual de los bienes penosamente acumulados durante todo el año; también es una revuelta,
una súbitainmersión
en loinforme, en la vida pura. A través de la
fiesta la sociedad de libera
de las normas
que se ha impuesto. Se burla de sus dioses,
de sus principios y de sus leyes: se niega
a si mismo.
La fiesta es una Revuelta, en el sentido literal
de la palabra.
Todo se comunica; se mezcla el bien con el mal, el día con la noche, lo santo con lo maldito.
La fiesta es una operación cósmica:
la experiencia del desorden,
la reunión de los elementos y principios contrarios para provocar el renacimiento de la vida.
La fiesta es un regreso a un estado remoto e indiferenciado, prenatal
o presocial, un comienzo según quiere la dialéctica inherente a los hechos sociales.
La fiesta niega a la sociedad
en tanto que conjunto organico de formas y principios diferenciados, pero la afirma en cuanto fuente de energía y creación.
La estructura se deshace y
se crean nuevas formas de relación, reglas inesperadas , jerarquías caprichosas. En el desorden
general, cada quien se abandona y atraviesa por situaciones y lugares que habitualmente
le estaban vedados.
La fiesta es un hecho social basado en la activa participación de los asistentes.
Y es significativo que un país
tan triste como el nuestro
tenga tantas y tan alegres fiestas. Su frecuencia,
el brillo que alcanzan, el entusiasmo con que todos participamos,
parecen revelar que, sin ellas
estallaríamos. Ellas no se liberan,
así seamomentaneamente
de todos esos impulsos sin salida y de todas esas materias
inflamables que guardamos en nuestro interior.
Entre nosotros la fiesta es un explosión,
un estallido. Muerte y vida, jubilo
y lamento, canto y aullido
se alían en nuestros
festejos, no para recrearse o reconocerse, sino para entre
devorarse.
Todo termina en alarido y desgarradura: el canto,
el amor, la amistad.
Nuestra muerte ilumina nuestra vida, si
nuestra muerte carece de sentido, tampoco lo tuvo nuestra vida. Por eso cuando
alguien muere violenta, solemos decir: “se lo busco
“. Y es cierto
cada quien tiene la muerte que se busca, la muerte que se hace.
Si la muerte nos traiciona y morimos de mala manera, todos se lamentan: hay que morir como se
vive. Si no morimos como vivimos es porque
realmente noi fue nuestra la vida que vivimos:
no nos pertenecía como
no nos pertenece la mala suerte que
nos mata. Dime como
mueres y te diré quien eres.
La vida se prolongaba en la
muerte. Y a la inversa.
La muerte no era el fin natural de la vida, sino fase
de un ciclo infinito.
Nuestros antepasados indígenas no creían
que su muerte
les pertenecía, como
jamas pensaron que su vida
fuese realmente “su vida”, se conjugaba para determinar, desde el nacimiento de la vida y la muerte de cada hombre: la clase social, el año, el lugar, el día, la hora.
El sacrificio y la idea de salvación,
que antes eran colectivos, se vuelven personales.La libertad de humaniza, en carna en los hombres.
La vida, colectiva o
individual, esta abierta a
la perspectiva de una muerte que es,
a su modo, una nueva vida.
La vida solo se justifica y
trasciende cuando se realiza en la muerte. Y esta también es trascendencia, mas alla,
puesto que consiste en una nueva vida.
En ambos sistemas vida y muerte carecen de autonomía; son las dos caras de una
misma realidad. Toda su significación
proviene de otros valores, que lo rigen. Son referencias a realidades invisibles.
La muerte moderna no posee ninguna significación
que la trascienda o refiera a otros
valores. En casi todos los casos
es, simplemente, el fin
inevitable de un proceso
natural. En un mundo de hechos la muerte es un hecho mas.
En el mundo moderno todo funciona como
si la muerte no existiera, nadie cuenta con ella. Todo la suprime, las predicas
de los políticos, los anuncios de los comeciantes, etc.
La indiferencia del mexicano ante la muerte se nutre de su indiferencia
ante la vida. El mexicano
no solamente postula la intrascendencia del
morir, sino la del vivir.
Morir es natural y hasta deseable, cuanto mas pronto mejor.
Y es natural que
si ocurra, vida y muerte son inseparables y cada vez que
la primera pierde significación, la segunda
se vuelve intrascendente.
La muerte mexicana es el espejo de la vida de los mexicanos.
El culto a la vida,
si de verdad es profundo ytotal,
es también culto a la muerte. Ambas son
inseparables. Unas civilización que
niega a la muerte acaba por negar
a la vida. El miedo nos hace
volver el resto, darle la espalda a la muerte. Lo abierto es el mundo en donde lo contrario se reconcilian en la luz
y las sombras se funden. En el mundo
prenatal, muerte y vida se confunden; en nuestro, se oponen; en el mas alla vuelven a reunirse pero ya
no en la ceguera animal anterior en el pecada y la conciencia si no en la inocencia reconquistada. Este conocimiento no se opera sino a través de un desprendimiento : la criatura debe
renunciar a su vida temporal y a la nostalgia del
limbo del mundo animal. Debe abrirse a la muerte si quiere abrirse
a la vida; entonces “ sera como
los angeles”. Haci, frente a la muerte hay dos actitudes: una hacia delante
que concibe con creación; otra , de regreso que
se expresa como
fascinación como el nada o nostalgia del limbo. En suma,
si en la fiesta, la borrachera
o la confidencia nos abrimos, lo hacemos con tal violencia
que nos desgarramos
y acabamos por anularnos. La fiesta y el crimen pasional o gratuito, revelan que el equilibrio de que hacemos gala solo es una mascara siempre en peligro de ser desgarrada por una súbita
explosión de nuestra
intimidad.
Todos nuestros gestos tienden a ocultar esa yaga,
siempre fresca, siempre lista a encenderse y arder bajo el sol de la mirada
ajena.
La culpa puededesaparecer, la herida
cicatrizar, el exilio resolverse en comunión. La
soledad
adquiere asi un caracter purgativo, purificador.
El solitario o aislado transciende su soledad, la vive como una
prueba y como una
promesa de comunión.
El mexicano, según
se ha visto en las descripciones anteriores, no trasciende su soledad.
Encerrados en nosotros mismos, cuando no desgarrados y enajenados, apuramos una soledad
sin referencia aun mas alla re ventor o aun mas
aca creador.
Nuestra imposibilidad recubre la vida con la mascara de
la muerte; nuestro grito desgarra esa mascara y sube al cielo hasta distenderse,
romperse y caer como
derrota y silencio. Por ambos caminos el mexicano se cierra la mundo: al mundo, vida y muerte.
• Reflexión:
El mexicano no ha cambiado su forma de festejar las fiestas de forma celebre sin importar la economía y el animo con el que se realice, también se realizan los cantos, borracheras, peleas y matanzas por sobresalir
los mexicanos, algo que no ha cambiado es la forma de ver a la muerte la forma en que la gente piensa
de ella que no le teme a la muerte y a veces se hacen gracia hasta de ella a veces solo se cree en la vida y no en que hay un final que llega ser la muerte, antes se pensaba que después
de morir continuaba la vida pero ahora
no muchos creen en ello.
Colegio Mercedes
Giselle Franco M.
Historia
“Todos los santos,
Día de muertos”
5°B
N.L:8