Thomas Samuel Kuhn
Han transcurrido casi siete años desde la primera publicación de este libro.1
En el ínterin, tanto la respuesta de la crítica como mi propio trabajo nuevo han aumentado mi
comprensión de un buen número de los asuntos en cuestión. En lo fundamental, mi
punto de vista casi no ha cambiado, pero hoy reconozco aspectos de su
formulación inicial que crean dificultades y equívocos gratuitos. Como algunos
de esos equívocos han sido de mi propia cosecha, su eliminación me permite
ganar un terreno que, a la postre, podrá constituir la base de una nueva
versión del libro.2 Mientras tanto, aprovecho la oportunidad para esbozar
algunas revisiones necesarias comentar algunas críticas reiteradas y esbozar
las direcciones que hoy está siguiendo mi propio pensamiento.
Algunas de las principales dificultades de mi texto original se centran en el
concepto de un paradigma, y mi análisis empieza con ellas.4 En la subsección
que sigue, haré ver lo deseable de aislar tal concepto apartándolo de la noción
de una comunidad científica, indico cómo puede hacerse esto y elucido algunas
consecuencias considerables de la resultante separación analítica. Después
considero lo que ocurre cuando se buscan paradigmas examinando el
comportamiento de los miembros de una comunidad científica previamente
determinada. Ese procedimiento revela, al punto, que en gran parte del libro me he valido del término “paradigma” en dos sentidos
distintos. Por una parte, significa toda la constelación de creencias,valores,
técnicas, etc., que comparten los miembros de una comunidad dada. Por otra
parte, denota una especie de elemento de tal constelación, las concretas
soluciones de problemas que, empleadas como modelos o ejemplos, pueden
remplazar reglas explícitas como base de la solución de los restantes problemas
de la ciencia normal. El primer sentido del término, al que podremos llamar
sociólogo, es el tema de la subsección 2, más adelante; la subsección 3 está
dedicada a los paradigmas como ejemplares logros del pasado.
Al menos en el aspecto filosófico este segundo sentido de “paradigma” es el más
profundo de los dos, y las afirmaciones que he hecho en su nombre son las principales
causas de las controversias y equívocos que ha producido el libro,
particularmente la acusación de que yo he hecho de la ciencia una empresa
subjetiva e irracional. Estos temas se consideran en las subsecciones 4 y 5. En
la primera se sostiene que términos como “subjetivo” e “intuitivo” no pueden
aplicarse con propiedad a los componentes del conocimiento que, según mi
decisión, están tácitamente empotrados en ejemplos compartidos. Aunque tal
conocimiento no está sujeto a la paráfrasis —sin cambios esenciales; por lo que
respecta a reglas y cánones, sin embargo resulta sistemático, ha resistido el
paso del
tiempo, y en cierto sentido es corregible. La subsección 5 aplica tal argumento
al problema de elección entre dos teorías incompatibles, y pide, en breve
conclusión, que quienes sostienen puntos de vista inconmensurables sean
considerados como miembros de
diferentescomunidades lingüísticas, y que sus problemas de comunicación sean
analizados como
problemas de traducción. Los asuntos restantes se analizan en las siguientes
subsecciones 6 y 7. La primera considera la acusación de que el concepto de
ciencia desarrollado en este libro es integralmente relativista. La segunda
comienza preguntando si mi argumento realmente adolece, como
se ha dicho, de una confusión entre los modos descriptivo y normativo; concluye
con unas breves observaciones sobre un tema que merece un ensayo aparte: el
grado en que las principales tesis del
libro pueden aplicarse legítimamente a otros campos, aparte de la ciencia.
1. Paradigmas y estructura comunitaria
El término “paradigma” aparece pronto en las páginas anteriores, y es,
intrínsecamente, circular. Un paradigma es lo que comparten los miembros de una
comunidad científica y, a la inversa una comunidad científica consiste en unas
personas que comparten un paradigma. No todas las circularidades son viciosas
(defenderé más adelante, en este escrito, un argumento de estructura similar),
pero ésta es causa de verdaderas dificultades. Las comunidades científicas
pueden aislarse sin recurrir previamente a paradigmas; éstos pueden ser
descubiertos, entonces, analizando el comportamiento de los miembros de una
comunidad dada. Si estuviera reescribiendo este libro, por lo tanto, empezaría
con un análisis de la estructura comunitaria de la ciencia, tema que
recientemente se ha convertido en importante objeto de la investigación
sociológica, y que también empiezan a tomar en serio loshistoriadores de la
ciencia. Los resultados preliminares, muchos de ellos aún inéditos, indican que
las técnicas empíricas necesarias para su exploración son no-triviales, pero
algunas están en embrión y otros seguramente se desarrollarán.5 La mayoría de
los científicos en funciones responden inmediatamente a las preguntas acerca de
sus afiliaciones comunitarias, dando por sentado que la responsabilidad por las
varias especialidades actuales está distribuida entre grupos de un número de
miembros al menos generalmente determinado. Por tanto, supondré aquí que ya se
encontrarán medios más sistemáticos para su identificación. En lugar de
presentar los resultados de la investigación preliminar, permítaseme explicar
brevemente la noción intuitiva de comunidad, subyacente en gran parte de los
capítulos anteriores de este libro. Es una idea que comparten extensamente científicos,
sociólogos y numerosos historiadores de la ciencia.
Según esta opinión, una comunidad científica consiste en quienes practican una
especialidad científica. Hasta un grado no igualado en la mayoría de los otros
ámbitos, han tenido una educación y una iniciación profesional similares. En el
proceso, han absorbido la misma bibliografía técnica y sacado muchas lecciones
idénticas de ella. Habitualmente los límites de esa bibliografía general
constituyen las fronteras de un tema científico, y cada unidad habitualmente
tiene un tema propio. En las ciencias hay escuelas, es decir, comunidades que
enfocan el mismo tema desde puntos de vista incompatibles. Pero aquí son mucho
másescasas que en otros campos. Siempre están en competencia, y su competencia,
por lo general termina pronto; como resultado,
los miembros de una comunidad científica se ven a sí mismos, y son considerados
por otros como
los hombres exclusivamente responsables de la investigación de todo un conjunto
de objetivos comunes, que incluyen la preparación de su propios sucesores.
Dentro de tales grupos, la comunicación es casi plena, y el juicio profesional
es, relativamente, unánime. Como, por otra parte, la atención de diferentes
comunidades científicas enfoca diferentes problemas, la comunicación
profesional entre los límites de los grupos a veces es ardua, a menudo resulta
en equívocos, y de seguir adelante, puede conducir a un considerable y antes
insospechado desacuerdo.
En ese sentido, las comunidades, desde luego, existen en muchos niveles. La más
global es la comunidad de todos los científicos naturalistas. A un nivel apenas
inferior, los principales grupos de científicos profesionales son comunidades:
médicos, químicos, astrónomos, zoólogos y similares. Para
estos grandes grupos, la pertenencia a una comunidad queda inmediatamente
establecida, excepto en sus límites. Temas de la mayor dificultad, afiliación a
las sociedades profesionales y publicaciones leídas son, por lo general, más
que suficientes. Las técnicas similares también pueden aislar a los principales
subgrupos: químicos orgánicos, quizás los químicos de las proteínas entre
ellos, físicos especializados en transistores, radio astrónomos, etc. Sólo es
en el siguiente nivelinferior donde surgen problemas empíricos. Para tomar un ejemplo contemporáneo, scómo se habría
podido aislar el grupo “fago”, antes de ser aclamado por el público? Con este
fin se debe asistir a conferencias especiales, se debe recurrir a la
distribución de manuscritos o galeras antes de su publicación y ante todo, a
las redes oficiales o extraoficiales de comunicación, incluso las que hayan
sido descubiertas en la correspondencia y en los nexos establecidos entre las
referencias.6 Yo sostengo que esa labor puede y debe hacerse, al menos en el
escenario contemporáneo, y en las partes más recientes del escenario histórico.
Lo característico es que ofrezca comunidades hasta, quizá, de cien miembros,
ocasionalmente bastante menos. Por lo general los científicos individuales,
particularmente los más capaces, pertenecerán a varios de tales grupos, se
simultáneamente, sea sucesión.
Las comunidades de esta índole son las unidades que este libro ha presentado como productoras y validadoras del conocimiento científico. A veces los
paradigmas son compartidos por miembros de tales grupos. Si no se hace
referencia a la naturaleza de estos elementos compartidos, muchos aspectos de
la ciencia descritos en las páginas anteriores difícilmente se podrán entender.
Pero otros aspectos sí, aunque no hayan sido presentados independientemente en
mi texto original. Por tanto, vale la pena notar, antes de volverse
directamente a los paradigmas, una serie de asuntos que requieren su referencia
a la estructura de la comunidad, exclusivamente.
Probablemente el más notablede éstos es lo que antes he llamado la transición del periodo
pre-paradigma al post-paradigma en el desarrollo de un campo científico. Tal
transición es la que fue esbozada antes, en la que fue esboza antes, en la
Sección II. Antes de que ocurra, un buen número de escuelas estarán compitiendo
por el dominio de un ámbito dado. Después, en la secuela de algún notable logro
científico, el número de escuelas se reduce grandemente, ordinariamente a una,
y comienza entonces un modo más eficiente de práctica científica. Este último
generalmente es esotérico, orientado hacia la solución de enigmas, como el trabajo de un
grupo puede ser cuando sus miembros dan por sentadas las bases de su estudio.
La naturaleza de esa transición a la madurez merece un análisis más completo del que ha recibido en
este libro, particularmente de aquellos interesados en el avance de las
ciencias sociales contemporáneas. Con ese fin puede ser útil indicar que la
transición no tiene que estar asociada (ahora creo que no debe estarlo) con la
primera adquisición de un paradigma. Los miembros de todas las comunidades
científicas, incluso de las escuelas del
periodo “preparadigma” comparten las clases de elementos que, colectivamente,
he llamado un “paradigma”. Lo que cambia con la transición a la madurez no es
la presencia de un paradigma, sino, antes bien, su naturaleza. Sólo después del cambio es posible
una investigación normal de la solución de enigmas. Muchos de los atributos de
una ciencia desarrollada, que antes he asociado con la adquisición de un paradigma,
seránconsiderados, por tanto, como consecuencias
de la adquisición de la clase de paradigmas que identifica los enigmas más
intrigantes, que aporta claves para su solución y que garantiza el triunfo del practicante
verdaderamente capaz. Sólo quienes han cobrado ánimo observando que su propio
campo (o escuela) tiene paradigmas sentirán, probablemente, que el cambio
sacrifica algo importante.
Un segundo asunto, más importante al menos para los historiadores, implica la
identificación hecha en este libro, de las comunidades científicas, una a una,
con las materias científicas. Es decir, repetidamente he actuado como si, por
ejemplo, la “óptica física”, la “electricidad” y el “calor” debieran señalar
comunidades científicas porque designan materias de investigación. La única
alternativa que mi texto ha parecido dejar consiste en que todos estos temas
han pertenecido a la comunidad científica. Sin embargo, las identificaciones de
tal índoles no resisten un examen, como
repetidas veces lo han señalado mis colegas en materia de historia. Por
ejemplo, no hubo una comunidad de físicos antes de mediados del siglo XIX, y entonces fue formada por
una amalgamación de partes de dos comunidades antes separadas: las matemáticas
y la filosofía natural (physique expérimentale). Lo que hoy es materia para una
sola extensa comunidad ha estado distribuido de varios modos, en el pasado,
entre diversas comunidades. Otros temas de estudio más reducidos, por ejemplo
el calor y la teoría de la materia, han existido durante largos periodos sin
llegar a convertirse en campoexclusivo de ninguna comunidad científica en
especial. Sin embargo, tanto la ciencia normal como las revoluciones son actividades basadas
en comunidades. Para descubrirlas y analizarlas es preciso desentrañar la cambiante
estructura de las ciencias con el paso del
tiempo. En primer lugar, un paradigma no gobierna un tema de estudio, sino,
antes bien, un grupo de practicantes. Todo estudio de una investigación
dirigida a los paradigmas o a destruir paradigmas debe comenzar por localizar
al grupo o los grupos responsables.
Cuando se enfoca de este modo el análisis del desarrollo científico, es probable que
se desvanezcan algunas dificultades que habían sido focos de la atención de los
críticos. Por ejemplo, un gran número de comentadores se han valido de la
teoría de la materia para indicar que yo exageré radicalmente la unanimidad de
los científicos en su fe en un paradigma. Hasta hace poco, señalan, esas
teorías habían sido materia de continuo desacuerdo y debate, Yo convengo con la
descripción, pero no creo que sea un ejemplo de lo contrario. Al menos hasta
1920, las teorías de la materia no fueron dominio especial ni objeto de estudio
de ninguna comunidad científica. En cambio, fueron útiles de un buen número de
grupos de especialistas. Los miembros de diferentes comunidades científicas a
veces escogen útiles distintos y critican la elección hecha por otros. Algo aún
más importante: una teoría de la materia no es la clase de tema en que los
miembros siquiera de una sola comunidad necesariamente deben convenir. La
necesidad de un acuerdodepende de lo que hace la comunidad. La química de la
primera mitad del
siglo XIX resulta un caso oportuno. Aunque varios de los útiles fundamentales
de la comunidad —proporción constante, proporción múltiple y pesos combinados—
se han vuelto del dominio público de la teoría atómica de Dalton, era
absolutamente posible que los químicos, ante el hecho consumado, basaran su
labor en aquellos útiles y expresaran su desacuerdo, a veces con vehemencia,
con respecto a la existencia de los átomos.
Creo que de la misma manera podrán disiparse algunas otras dificultades y
equívocos. En parte a causa de los ejemplos que he escogido y en parte a causa
de mi vaguedad con respecto a la naturaleza y las proporciones de las
comunidades en cuestión, unos cuantos lectores de este libro han concluido que
mi interés se basa fundamental y exclusivamente en las grandes revoluciones,
como las que suelen asociarse a los nombres de Copérnico. Newton,
Darwin o Einstein.
Sin embargo, yo creo que un delineación más clara de la estructura comunitaria
ayudaría a iluminar la impresión bastante distinta que yo he querido crear. Para mí, una revolución es una clase especial de cambio,
que abarca cierta índole de reconstrucción de los compromisos de cada grupo.
Pero no tiene que ser un gran cambio, ni siquiera parecer un cambio
revolucionario a quienes se hallen fuera de una comunidad determinada, que
acaso no consiste más que en unas veinticinco personas. Y simplemente porque
este tipo de cambio, poco reconocido o analizado en la bibliografía de la
filosofía de la ciencia,ocurre tan regularmente en esta escala menor, es tan
urgente comprender el cambio revolucionario, en contraste con el acumulativo.
Una última alteración, íntimamente relacionada con la anterior, puede ayudarnos
a hacer más fácil esa comprensión. Un buen número de críticos han dudado de que
una crisis, la observación común de que algo anda mal, preceda tan
invariablemente las revoluciones como
yo lo he dicho, implícitamente, en mi texto original. Sin embargo, nada de
importancia en mi argumento depende de que las crisis sean un requisito
absoluto para la revolución. Tan solo necesitan ser el preludio habitual, que
aporta, por decirlo así, un mecanismo de auto-correción que asegure que la
rigidez de la ciencia normal diga indefinidamente sin ser puesta en duda.
También pueden inducirse de otras maneras las revoluciones, aunque creo que
ello ocurra raras veces. Además, deseo señalar ahora lo que ha quedado oscurecido
antes por falta de un adecuado análisis de la estructura comunitaria: las
crisis no tienen que ser generadas por la labor de la comunidad que las
experimenta y que a veces, como resultado, pasa por una revolución. Nuevos
instrumentos como el microscopio electrónico o
leyes nuevas como
la de Maxwell pueden desarrollarse en una especialidad, y su asimilación puede
crear crisis en otras.
2. Los paradigmas como constelación de
compromisos del
grupo
Volvámonos ahora a los paradigmas y preguntemos que pueden ser. Mi texto
original no deja ninguna cuestión más oscura o más importante. Un lector
partidario de mis ideas, quien comparte miconvicción de que “paradigma” indica
los elementos filosóficos centrales del libro, ha preparado un índice analítico
parcial, y ha concluido que el término ha sido aplicado al menos de veintidós
modos distintos.7 Creo ahora que la mayor parte de esas diferencias se deben a
incongruencias de estilo (por ejemplo, las leyes de Newton a veces son un
paradigma, a veces partes de un paradigma y a veces son paradigmáticas), y
pueden ser eliminadas con relativa facilidad. Pero, una vez hecha tal labor de
corrección, aún quedarían dos usos muy distintos del término, que requieren una completa
separación. El uso más global es el tema de esta subsección; el otro será
considerado en la siguiente.
Habiendo aislado una particular comunidad de especialistas mediante técnicas como las que acabamos de
analizar, resultaría útil plantearse la siguiente pregunta: squé comparten sus
miembros que explique la relativa plenitud de su comunicación profesional y la
relativa unanimidad de sus juicios profesionales? A esta pregunta mi texto
original responde un paradigma o conjunto de paradigmas. Pero para el caso, a
diferencia del
que hemos visto antes, el término resulta inapropiado. Los propios científicos
dirían que comparten una teoría o conjunto de teorías, y yo quedaré satisfecho
si el término, a fin de cuentas, puede volver a aplicarse para ese uso. Sin
embargo, tal como
se emplea en la filosofía de la ciencia el término “teoría” da a entender una
estructura mucho más limitada en naturaleza y dimensiones de la que requerimos
aquí. Mientras el término no quedelibre de sus actuales implicaciones,
resultará útil adoptar otro, para evitar confusiones. Para
nuestros propósitos presentes sugiero “matriz disciplinaria”: “disciplinaria”
porque se refiere a la posesión común de quienes practican una disciplina
particular; “matriz” porque está compuesta por elementos ordenados de varias
índoles, cada uno de los cuales requiere una ulterior especificación. Todos o
la mayor parte de los objetos de los compromisos de grupo que en mi texto
original resultan paradigmas o partes de paradigmas, o paradigmáticos, son
partes constituyentes de la matriz disciplinaria, y como tales forman un todo y
funcionan en conjunto.
No obstante lo anterior, no se les debe analizar como si fueran todos de una sola pieza. No
intentaré esbozar una lista completa, pero haré notar cuáles son las
principales clases de componentes de una matriz disciplinaria y aclararé así
tanto la naturaleza de mi actual enfoque, lo que no preparará, simultáneamente,
para mi siguiente argumento importante.
Una clase importante de componente al que llamaré “generalizaciones
simbólicas”, teniendo en mente tales expresiones, desplegadas sin duda ni
disensión por unos miembros del grupo, fácilmente puede presentarse en una
forma lógica como (x) (y) (z) (x, y, z). Tales son los componentes formales, o
fácilmente formalizables, de la matriz disciplinaria. En algunas ocasiones ya
se les encuentra en una forma simbólica: f = ma o I= V/R. Otras habitualmente
se expresan en palabras: “los elementos se combinan en proporción constante por
el peso” o “acciónigual reacción”. De no ser por la aceptación general de
expresiones como éstas, no habría puntos en que
los miembros del
grupo pudieran basar las poderosas técnicas de la manipulación lógica y
matemática en su empresa de solución de problemas. Aunque el ejemplo de la
taxonomía parece indicar que la ciencia normal puede proceder con pocas
expresiones semejantes, el poder de una ciencia, generalmente, parece aumentar
con el número de generalizaciones simbólicas que tienen a su disposición
quienes la practican.
Estas generalizaciones parecen leyes de la naturaleza, pero para los miembros del grupo, su función a
menudo, no tan sólo ésa. Es a veces, por ejemplo, la ley de Joule-Lenz, H= RI2
. Cuando se descubrió esa ley, los miembros de la comunidad ya sabían lo que
representaban H , R e I; estas generalizaciones simplemente les enseñaban algo
acerca de cómo proceden el calor, la corriente y la resistencia, algo que no habían sabido antes.
Pero más a menudo, como
lo indica un análisis anterior de este mismo libro, las generalizaciones
simbólicas, simultáneamente, sirven a una segunda función, que habitualmente es
claramente separada en los análisis de los filósofos de la ciencia. Así, f =
ma, o IV/R, funcionan en parte como leyes, pero
también en parte como
definiciones de algunos de los símbolos que muestran. A mayor abundamiento, el
equilibrio entre su inseparable fuerza legislativa y definidora cambia con el
tiempo. En otro contexto, estos argumentos valdrían la pena de hacer un
análisis detallado, pues la naturaleza del
compromiso con una ley esmuy distinta de la del compromiso con una definición. A menudo
las leyes pueden corregirse parte por parte, pero las definiciones, al ser
tautologías, no se pueden corregir. Por ejemplo, una parte de lo que exigía la
aceptación de la Ley de Ohm era una redefinición tanto de “corriente” como de
“resistencia”; si tales términos hubieran seguido significando lo que antes
significaban, la Ley de Ohm no habría podido ser cierta; tal es la razón por la
que encontró una oposición tan enconada, a diferencia de la Ley de Joule-Lenz.8
Probablemente tal situación es característica. Ahora yo sospecho que todas las
revoluciones, entre otras cosas, implican el abandono de generalizaciones cuya
fuerza, previamente, había sido la fuerza de las tautologías. sDemostró
Einstein que la simultaneidad era relativa, o bien alteró la propia noción de
simultaneidad? sSimplemente estaban equivocados encontraron una paradoja en la
frase “relatividad de la simultaneidad”?
Consideremos ahora un segundo tipo de componentes de la matriz disciplinaria,
componente acerca del cual se ha dicho ya
bastante en mi texto original, bajo títulos como el de “paradigma metafísico” o “las
partes metafísicas de los paradigmas”. Estoy pensando en compromisos
compartidos con creencias tales como:
el calor es la energía Kinética de las partes constituyentes de los cuerpos;
todos los fenómenos perceptibles se deben a la interacción de átomos
cualitativamente neutrales en el vacío o bien, en cambio, a la materia y la
fuerza, o a los campos. Al reescribir el libro describiría yo ahora talescompromisos
como creencias en modelos particulares, y
extendería los modelos de categorías para que también incluyeran una variedad
relativamente heurística: el circuito eléctrico puede ser considerado como un sistema hidrodinámico de estado estacionario; las
moléculas de un gas actúan como
minúsculas bolas de billar, elásticas, en un movimiento producido al azar.
Aunque varia la fuerza de los compromisos del
grupo, con consecuencias no triviales, a lo largo del espectro de los modelos heurístico a
ontológico, sin embargo todos los modelos tienen funciones similares. Entre
otras cosas, dan al grupo sus analogías y metáforas preferidas o permisibles. Y
al hacer esto ayudan a determinar lo que será aceptado como
explicación y como
solución de problemas; a la inversa, ayudan en la determinación de la lista de
enigmas no resueltos y en la evaluación de la importancia de cada uno. Sin
embargo, obsérvese que los miembros de las comunidades científicas acaso no
compartan ni siquiera los modelos heurísticos, aunque habitualmente sí lo
hacen. Ya he indicado que durante la primera parte del siglo XIX se podía pertenecer a la
comunidad de los químicos sin creer por ello, necesariamente, en los átomos.
Ahora describiré aquí como
valores a una tercera clase de elementos de la matriz disciplinaria.
Habitualmente se les comparte entre diferentes comunidades, más generalmente
que las generalizaciones simbólicas o los modelos, y hacen mucho para dar un
sentido de comunidad a los científicos naturalistas en conjunto. Aunque funcionan
en todo momento, suimportancia particular surge cuando los miembros de una
comunidad particular deben identificar una crisis o, después, escoger entre
formas incompatibles de practicar su disciplina. Probablemente los valores más
profundamente sostenidos se refieren a las predicciones: deben ser exactas; las
predicciones cuantitativas son preferibles a las cualitativas; sea cual fuere
el margen del
error admisible, debe ser continuamente respetado en un campo determinado, y
así por el estilo. Sin embargo, también hay valores que deben aplicarse al
juzgar teorías enteras: antes que nada, deben permitir la formulación y
solución de enigmas; cuando sea posible deben ser sencillas, coherentes y
probables, es decir, compatibles con otras teorías habitualmente sostenidas.
(Considero ahora como una flaqueza de mi texto
original el haber prestado poca atención a valores tales como la coherencia interna y externa al
considerar las causas de crisis y factores de elección de teorías). También
existen otras clases de valores, por ejemplo, la ciencia deber ser (o no tiene
que serlo necesariamente) útil para la sociedad, pero lo anterior indica
aquello que tengo en mente.
Sin embargo, un aspecto de los valores compartidos requiere en este punto una
mención particular. En un grado más considerable que otras clases de
componentes de la matriz disciplinaria, los valores deben ser compartidos por
personas que difieren en su aplicación. Los juicios de precisión y exactitud
son relativamente estables, aunque no enteramente, de una vez a otra y de un
miembro a otro en un grupoparticular. Pero los juicios de sencillez,
coherencia, probabilidad y similares a menudo varían grandemente de individuo a
individuo. Lo que para Einstein resultaba una incoherencia insoportable en la
antigua teoría de los quanta, incoherencia tal que hacía imposible la
investigación de una ciencia normal, fue para Bohr y para otros sólo una
dificultad que, por los medios normales, podía resolverse. Algo más importante
aún: en aquellas situaciones en que hay que aplicar valores, los diferentes
valores, tomados por separado, a menudo obligarán a hacer diferentes
elecciones. Una teoría puede resultar más precisa pero menos coherente o
probable que otra; asimismo, la antigua teoría de los quanta nos ofrece un ejemplo.
En suma, aunque los valores sean generalmente compartidos por los hombres de
ciencia y aunque el compromiso con ellos sean a la vez profundo y constitutivo
de la ciencia, la aplicación de valores a menudo se ve considerablemente
afectada por los rasgos de la personalidad individual que diferencia a los
miembros del
grupo.
Para muchos lectores de los anteriores
capítulos, esta característica de la operación de los valores compartidos ha
parecido una considerable flaqueza de la posición que he adoptado. Como insisto
en que aquello que comparten los hombres de ciencia no es suficiente para
imponer un acuerdo uniforme acerca de cuestiones tales como la opción entre
teorías competitivas o la distinción entre una anomalía ordinaria y otra que
provoca crisis, ocasionalmente se me ha acusado de glorificar la subjetividad y
aun lairracionalidad.9 Pero tal reacción ha pasado por alto dos características
que muestran los juicios de valor en cualquier campo. En primer lugar, los
valores compartidos pueden ser importantes y determinantes del
comportamiento del grupo, aun cuando los
miembros del
grupo no los apliquen todos de la misma manera. (Si tal no fuera caso, no
habría especiales problemas filosóficas acerca de la teoría del valor o la estética). No todos los hombres
pintaron de la misma manera durante los periodos en que la representación era
un valor primario, pero la pauta de desarrollo de las artes plásticas cambió
radicalmente al ser abandonado tal valor.10 Imagínese lo que ocurrirá en las
ciencias si la coherencia dejase de ser un valor fundamental. En segundo lugar,
la variabilidad individual en la aplicación de los valores compartidos puede
servir a funciones esenciales para la ciencia. Los puntos en que deben
aplicarse los valores son invariablemente aquellos en que deben correrse
riesgos. La mayor parte de las anomalías se resuelve por medios normales; la
mayoría de las proposiciones de nuevas teorías resultan erróneas. Si todos los
miembros de una comunidad respondiesen a cada anomalía como causa de crisis o abrazaran cada nueva
teoría propuesta por un colega, la ciencia dejaría de existir. En cambio, si
nadie reaccionara a las anomalías o a las flamantes teorías de tal manera que
se corrieran grandes riesgos, habría pocas o ninguna revoluciones. En asuntos
como estos el recurrir a los valores compartidos, antes que a las reglas
compartidas que gobiernan la elecciónindividual, puede ser el medio del que se
vale la comunidad para distribuir los riesgos y asegurar, a la larga, el éxito
de su empresa.
Volvámonos ahora a una cuarta especie de elemento de la matriz disciplinaria,
no la única restante, pero sí la última que analizaré aquí. Para ella
resultaría perfectamente el término “paradigma” tanto en la filológico como en lo autobiográfico; se trata del componente de los compromisos
compartidos por un grupo, que inicialmente me llevaron a elegir tal palabra.
Sin embargo, como
el término ha cobrado una vida propia, lo sustituiré aquí por “ejemplares”. Con
él quiero decir, inicialmente, las concretas soluciones de problemas que los
estudiantes encuentran desde el principio de su educación científica, sea en
los laboratorios, en los exámenes, o al final de los capítulos de los textos de
ciencia. Sin embargo, a estos ejemplos compartidos deben añadirse al menos algunas
de las soluciones de problemas técnicos que hay en la bibliografía periódica
que los hombres de ciencia encuentran durante su carrera de investigación
post-estudiantil, y que también les enseñan mediante el ejemplo, cómo deben
realizar su tarea. Más que otras clases de componente de la matriz
disciplinaria, las diferencias entre conjuntos de ejemplares dan a la comunidad
una finísima estructura de la ciencia. Por ejemplo, todos los físicos empiezan
aprendiendo los mismos ejemplares: problemas tales como
el plano inclinado, el péndulo cónico y las
órbitas keplerianas, instrumentos como
el vernier, el calorímetro y el puente de Wheatstone. Sinembargo, al avanzar su
preparación, las generalizaciones simbólicas que comparten se ven ilustradas
cada vez más a menudo por diferentes ejemplares. Aunque tanto los físicos
especializados en transistores como
los físicos teóricos de un campo comparten y aceptan la ecuación de
Schrödinger, tan solo sus aplicaciones más elementales son comunes a ambos
grupos.
3. Los paradigmas como ejemplos compartidos
El paradigma como ejemplo compartido es el
elemento central de lo que hoy considera como
el aspecto más novedoso y menos comprendido de este libro. Por lo tanto, sus
ejemplares requieren más atención que las otras clases de componentes de la
matriz disciplinaria. Los filósofos de la ciencia habitualmente no han
elucidado los problemas que encuentra el estudiante en los laboratorios o en
los textos de ciencia, pues se supone que éstos tan solo aportan una práctica
en la aplicación de aquello que ya sabe el estudiante. Se dice que no puede
resolver problemas a menos que ya conozca la teoría y algunas reglas para su
aplicación. El conocimiento científico se halla como empotrado en la teoría y la regla; se
ofrecen problemas para darle facilidad a su aplicación. Sin embargo. yo he
tratado de sostener que esta localización del conocimiento cognoscitivo de la ciencia
es un error. Después que el estudiante ha resuelto muchos problemas, tan solo
podrá lograr más facilidad si resuelve más aún. Pero al principio y durante
cierto tiempo, resolver problemas es aprender cosas consecutivas acerca de la
naturaleza. A falta de tales ejemplares, las leyes yteorías que previamente
haya aprendido tendrán muy escaso contenido empírico.
Para indicar lo que tengo en mente volveré por
un momento a las generalizaciones simbólicas. Un ejemplo muy extensamente
compartido es la Segunda Ley del Movimiento, de Newton, generalmente escrita como f = ma . Los
sociólogos, por ejemplo, o los lingüistas que descubren que la expresión
correspondiente ha sido preferida y recibida sin problemas por los miembros de
una comunidad dada, no habrán aprendido mucho, sin gran investigación
adicional, acerca de lo que significa la expresión o los términos que la forman,
acerca de cómo los científicos de la comunidad relacionan la expresión con la
naturaleza. En realidad, el hecho de que la acepten sin ponerla en tela de duda
y que la utilicen en un punto en el cual introducen la manipulación lógica y
matemática, no implica por sí mismo que todos convengan en cosas tales como significado y
aplicación. Desde luego, convienen hasta un grado considerable, o el hecho
rápidamente saldría a la luz a partir de sus subsiguientes conversaciones. Pero
bien podemos preguntar en qué punto y por qué medio han llegado a ello. sCómo
han aprendido, ante una situación experimental dada, a escoger las fuerzas,
masas y aceleraciones pertinentes?
En la práctica, aunque este aspecto de la situación pocas veces o nunca se
nota, lo que los estudiantes tienen que aprender es aún más complejo que todo
eso. No es exactamente que la manipulación lógica y matemática se aplique
directamente a f= ma. Una vez examinada, la expresión resulta un esbozo deley o
un esquema de ley. Cuando el estudiante o el científico practicante pasa de una
situación problemática a la siguiente, cambia la generalización simbólica a la
que se aplican tales manipulaciones. Para el caso de la caída libre, f= ma se
convierte en mg = m(d2s/dt2); para el péndulo simple se transforma en mg sen ï±= - ml (d2ï±ï€¯dt2 ); para una pareja de osciladores armónicos que actúan uno
sobre otro se convierte en dos ecuaciones, la primera de las cuales puede
escribirse así: m1 (d2 s1/dt2) + k1s1 = k2 (s2 - s1 = d); y para situaciones
más complejas, tales como las del giroscopio, toma otras formas, cuyo parecido
familiar con f=ma es todavía más difícil de descubrir. Sin embargo, mientras
aprende a identificar fuerzas, masas y aceleraciones en toda una variedad de
situaciones físicas nunca antes encontradas el estudiante también ha aprendido
a diseñar la versión adecuada de f = ma a través de la cual puede
interrelacionarlas, y a menudo una versión para la cual nunca ha encontrado un
equivalente literal. sCómo ha aprendido a hacer todo esto?
Un fenómeno conocido tanto de los estudiantes de la ciencia como de sus historiadores nos ofrece una
clave. Los primeros habitualmente informan que han seguido de punta a cabo un
capítulo de su texto, que lo han comprendido a la perfección, pero que sin
embargo tienen dificultades para resolver muchos de los problemas colocados al
final del
capítulo. Por lo general, asimismo, estas dificultades se disuelven de la misma
manera. Con o sin ayuda de su instructor, el estudiante, descubre una manera de
versu problema, como
un problema que ya había encontrado antes. Una vez captada la similitud,
percibida la analogía entre dos o más problemas distintos, puede
interrelacionar símbolos y relacionarlos con la naturaleza de las maneras que
ya han resultado efectivas antes. El esbozo de ley, como
por ejemplo f = ma, ha funcionado como
instrumento, informando al estudiante de las similitudes que debe buscar,
mostrándole la Gestalt en que puede verse la situación. La resultante capacidad
para percibir toda una variedad de situaciones como
similares, como
sujeto f = ma o para alguna otra generalización simbólica es, en mi opinión, lo
principal que adquiere un estudiante al resolver problemas ejemplares, sea
papel y lápiz o en un laboratorio bien provisto. Después de completar un cierto
número, que puede variar extensamente de un individuo al siguiente, contempla
la situación a la que se enfrenta como
un científico en la misma Gestalt que otros miembros de su grupo de
especialistas. Para él ya no son las mismas
situaciones que había encontrado al comenzar su preparación. En el ínterin ha
asimilado una manera de ver las cosas, comprobada por el tiempo y sancionada
por su grupo.
El papel de las relaciones de similitud adquiridas también se muestra
claramente en la historia de las ciencias. Los científicos resuelven los
enigmas modelándolos sobre anteriores soluciones de enigmas, a menudo
recurriendo apenas a las generalizaciones simbólicas. Galileo descubrió que una
bola que rueda por una pendiente adquiere la velocidad exactamente necesaria
para volvera la misma altura vertical en una segunda pendiente de cualquier
cuesta, y aprendió a ver tal situación experimental como
el péndulo con una masa puntual como
lenteja. Huyghens resolvió entonces el problema de la oscilación de un péndulo
físico imaginando que el cuerpo extendido de este último se componía de unos
péndulos puntuales galileicos, y que los nexos entre ambos podían soltarse
instantáneamente en cualquier punto de su vaivén. Una vez sueltos los vínculos,
podrían balancearse libremente los péndulos puntuales, pero su colectivo centro
de gravedad cuando cada uno llegara a su punto más alto, como el del péndulo de
Galileo, tan sólo subiría a la altura desde la cual había empezado a caer el
centro de gravedad del péndulo extendido. Finalmente, Daniel Bernoulli
descubrió cómo hacer que el flujo de agua que pasa por un orificio se pareciera
al péndulo de Huyghens. Determínese el descenso del
centro de gravedad del agua que hay en el
tanque y del
chorro durante un infinitesimal intervalo de tiempo. Luego imagínese que cada
partícula de agua después avanza separadamente, hacia arriba, hasta la máxima
altura alcanzable con la velocidad adquirida durante el intervalo. El ascenso del centro de gravedad de las partículas individuales
entonces debe equiparse con el descenso del
centro de gravedad del
agua que hay en el tanque y el chorro. Desde tal punto, la tan largamente
buscada velocidad del efluvio apareció inmediatamente.11 Este ejemplo debe
empezar a poner en claro lo que quiero decir con aprender a partir de los
problemas, a versituaciones como similares, como sujetas a la aplicación de la
misma ley o esbozo de ley científica. Simultáneamente, debe mostrar por qué me
refiero al conocimiento consecuencial de la naturaleza, adquirido mientras se
aprendía la relación de similitud y, después incorporado a una forma de ver las
situaciones físicos, que no en reglas o leyes. Los tres problemas del ejemplo, todos ellos ejemplares para los mecánicos del siglo XVII, muestran
tan solo una ley de la naturaleza. Conocida como
el Principió de vis viva, habitualmente se planteaba como “descenso real igual a ascenso
potencial”. La aplicación hecha por Bernoulli de tal ley debe mostrarnos cuán
consecuencial era. Y sin embargo, el planteamiento verbal de la ley, en sí
mismo, es virtualmente impotente. Preséntesele a un actual estudiante de
física, que conozca las palabras y que puede resolver todos sus problemas, pero
que hoy se vale de medios distintos. Luego imagínese lo que las palabras,
aunque bien conocidas, pueden haber dicho a un hombre que no conociera siquiera
los problemas. Para él la generalización podía empezar a funcionar tan solo
cuando aprendiera a reconocer los “descensos reales” y los “ascensos
potenciales” como ingredientes de la naturaleza, y ello ya es aprender algo,
anterior a la ley, acerca de las situaciones que la naturaleza presenta y no
presenta. Tal suerte de aprendizaje no de adquiere exclusivamente por medios
verbales; antes bien, surge cuando se unen las palabras con los ejemplos concretos
de cómo funcionan en su uso; naturaleza y palabra se aprenden alunísono.
Utilizando una vez más una útil frase de Michael Polanyi, lo que resulta de
este proceso es un “conocimiento tácito” que se obtiene practicando la ciencia,
no adquiriendo reglas para practicarla.
4. Conocimiento tácito e intuición
Tal referencia al conocimiento tácito y el consecuente rechazo de las reglas
ponen en relieve otro problema que ha interesado a muchos de mis críticos y que
pareció aportar una base para acusarme de subjetividad e irracionalidad.
Algunos lectores han considerado que yo estaba tratando de hacer que la ciencia
se basara en intuiciones individuales analizables, antes que en la ley y en la
lógica. Pero tal interpretación resulta desviada en dos aspectos esenciales. En
primer lugar, si estoy hablando siquiera acerca de intuiciones, no son
individuales. Antes bien; son las posesiones, probadas y compartidas, de los
miembros de un grupo que han logrado éxito, y el practicante bisoño las
adquiere mediante su preparación, como
parte de su aprendizaje para llegar a pertenecer a un grupo. En segundo lugar,
en principio no son analizables. Por el contrario, actualmente estoy
experimentando con un programa de computadoras destinado a investigar sus
propiedades a un nivel elemental. Acerca de tal programa no tengo nada que
decir aquí,12 pero hasta una mención de él debe probar mi punto más esencial.
Cuando hablo de un conocimiento incorporado a unos ejemplos compartidos, no
estoy refiriéndome a un modo de conocimiento que sea menos sistemático o menos
analizable que el conocimiento incorporado a las reglas, leyes o normas
deejemplificación. En cambio, tengo en mente un modo de conocer deficientemente
construido, aunque haya sido reconstruido de acuerdo con las reglas tomadas de
ejemplares, y que después han funcionado en lugar de estos. O, para decir la
misma cosa de otro modo, cuando hablo de adquirir de unos paradigmas la
capacidad de reconocer una situación dada como parecida a otras antes vistas,
no estoy indicando un progreso que no sea, potencialmente, del todo explicable
en términos del mecanismo neuro-cerebral. En cambio, estoy afirmando que la
explicación, por su naturaleza, no responderá a la pregunta “ssimilar con
respecto a qué?: Tal pregunta es una petición de una regla, en este caso de
unas normas por las cuales unas situaciones particulares se agrupen en
conjuntos de similitud, y estoy afirmando que la tentación de buscar normas (o
al menos un conjunto completo) debe resistirse en este caso. Sin embargo, no es
al sistema al que me estoy oponiendo, sino a una clase particular de sistema.
Para dar más sustancia a mi argumento, tendrá
que hacer una breve digresión. Lo que sigue me parece obvio en la actualidad,
pero el constante recurrir en mi texto original a frases como “el mundo cambia” parece indicar que no
siempre fue así. Si dos personas se encuentran en el mismo lugar y miran en la
misma dirección, debemos, bajo pena de caer en un solipsismo, concluir, que
reciben unos estímulos muy similares. (Si ambos pudieran fijar su mirada en el
mismo lugar, los estímulos serían idénticos). Pero la gente no ve estímulos;
conocimiento de éstos es sumamenteteórico y abstracto. En cambio, tienen
sensaciones, y nada nos obliga a suponer que las sensaciones de nuestras dos personas
sean las mismas. (Los escépticos escaso recordarán que la ceguera al color
nunca fue advertida hasta que John Dalton la describió en 1794). Por el
contrario, muchos procesos neurales ocurren entre la recepción de un estímulo y
la conciencia de una sensación. Entre las otras cosas que sabemos con seguridad
acerca de ello están: que muy diferentes estímulos pueden producir las mismas
sensaciones; que el mismo estímulo puede producir muy distintas sensaciones, y,
finalmente que el camino del
estímulo a la sensación está condicionado, en parte, por la educación.
Individuos educados en distintas sociedades se comportan en algunas ocasiones como si vieran diferentes
cosas. Si no tuviéramos la tentación de identificar los estímulos, uno a uno,
con las sensaciones, podríamos reconocer que en realidad hacen eso.
Nótese ahora que dos grupos, cuyos miembros tienen sensaciones sistemáticamente
distintas al recibir los mismos estímulos, en cierto sentido viven en
diferentes mundos. Suponemos la existencia de los estímulos para aplicar
nuestras percepciones del mundo y suponemos su
inmutabilidad para evitar el solipsismo, tanto individual como social. No tengo la menor reserva ante
ninguna de las dos suposiciones. Pero nuestro mundo está poblado, en primer
lugar, no por estímulos, sino por los objetos de nuestras sensaciones, y éstos
no tienen que ser los mismos, de un individuo a otro, o de un grupo a otro. Por
supuesto hasta elgrado en que los individuos pertenecen al mismo grupo y
comparten así educación, idioma, experiencias y cultura, tenemos buenas razones
para suponer que sus sensaciones son las mismas. sDe qué otro modo deberíamos
comprender la plenitud de su comunicación y lo común de sus respuestas
conductistas a su medio? Deben de ver cosas, estímulos de procesos, de manera
muy parecida. Pero donde empiezan las diferenciaciones y la especialización de
los grupos, ya no tenemos una prueba similar de la inmutabilidad de las
sensaciones. Sospecho que un mero provincianismo nos hace suponer que el camino
de los estímulos a la sensación es el mismo para los miembros de todos los
grupos.
Si volvemos ahora a los ejemplares y reglas, lo que he estado tratando de
decir, por muy provisional que haya sido mi manera de hacerlo, es esto: una de
las técnicas fundamentales por las que los miembros de un grupo, ya sea toda
una cultura o una subcomunidad de especialistas dentro de ella, aprenden a ver
las mismas cosas cuando se encuentran ante los miembros estímulos, es al verse
ante ejemplos de situaciones que sus predecesores en el mismo grupo ya había
aprendido a ver como similares y como diferentes de otras especies de
situaciones. Estas situaciones similares pueden ser sucesivas presentaciones
sensorias del mismo individuo, digamos de una
madre, básicamente reconocida de vista como lo
que es, y como diferente del padre o de la hermana. Pueden ser
presentaciones de los miembros de familias naturales, digamos de cisnes por una
parte y de gansos por la otra. O bien, paralos miembros de grupos más
especializados, pueden ser ejemplos de la situación newtoniana, o de sus
situaciones; es decir, que todos son similares ya que están sujetos a una
versión de la forma simbólica f = ma y que son distintos de las situaciones a
las que, por ejemplo, se aplican los proyectos de ley de la óptica.
Admitamos por el momento que pueda ocurrir algo de esta índole. sDebemos decir
que lo que se ha adquirido de unos ejemplos son las reglas y la capacidad de
aplicarlas? Esta descripción es tentadora porque el hecho de que veamos una
situación como
parecida a las que hemos encontrado antes tiene que ser el resultado de un
procesamiento neutral, gobernado absolutamente por leyes físicas y químicas. En
este sentido, en cuanto hemos aprendido a hacerlo, el reconocimiento de la
similitud debe ser tan totalmente sistemático como el latir de nuestros
corazones. Pero ese paralelo mismo nos sugiere que el reconocimiento también
puede ser involuntario, un proceso sobre el cual no tenemos ningún dominio. Si
es así, entonces no debemos concebirlo propiamente como algo que logramos mediante la aplicación
de reglas y normas. Hablar de él en estos términos implica que tenemos acceso a
opciones; por ejemplo, acaso hayamos desobedecido una regla, o aplicado mal una
norma, experimentando con otra forma de ver.13 Esas, lo acepto, son las clases
de cosas que no podemos hacer.
O, más precisamente, son casas tales que no podemos hacer hasta que hayamos
tenido una sensación, que hayamos percibido algo; entonces a menudo buscamos
normas y las ponemosen uso. Entonces podemos embarcarnos en una interpretación,
proceso deliberativo por el cual escogemos entre alternativas, como no lo hacemos en la
percepción misma. Quizás, por ejemplo, haya algo raro en lo que hemos visto
(recuérdense unas barajas anormales). Al dar vuelta a una esquina vemos a mamá
entrando en una tienda del
centro en un momento en que creíamos que se encontraba en casa. Al contemplar
lo que hemos visto, de pronto exclamamos: t”Esa no era mamá, pues tenía el
cabello rojo!” Al entrar en la tienda vemos de nuevo a esa señora y no podemos
entender cómo pudimos confundirla con mamá . O, quizá vemos las plumas de la
cola de un ave que está tomando sus alimentos del fondo de una piscina. sSe trata de un
cisne o un ganso? Contemplamos lo que hemos visto mentalmente comparamos las
plumas de la cola con las de los cisnes y gansos que antes hemos vista. O
quizás, si nos inclinamos hacia la ciencia, tan sólo queremos saber algunas
características generales (la blancura de los cisnes, por ejemplo) de los
miembros de una familia zoológica que fácilmente podamos reconocer. Una vez
más, contemplamos lo que antes habíamos percibido, buscando lo que tengan en
común los miembros de la familia dada.
Todos estos son procesos deliberativos, y en ellos buscamos y desplegamos
normas y reglas. Es decir, tratamos de interpretar las sensaciones que ya
tenemos, de analizar qué es lo dado para nosotros. Por mucho que hagamos eso,
los procesos en cuestión finalmente deben ser neurales, y por tanto están
gobernados por las mismas leyesfísico-químicas que gobiernan la percepción, por
una parte, y el latido de nuestros corazones, por la otra. Pero el hecho de que
el sistema obedezca las mismas leyes en los tres casos no es una razón para
suponer que nuestro aparato neural está programado para operar de la misma
manera en la interpretación como en la
percepción o en ambas como
en el latir de nuestros corazones. A lo que hemos estado oponiéndonos en este
libro es, por tanto, al intento, tradicional desde Descartes, pero no antes, de
analizar la percepción como un proceso
interpretativo, como
una versión inconsciente de lo que hacemos después de haber percibido.
Lo que hace que la integridad de la percepción valga la pena de subrayarse es,
por supuesto, que tanta
experiencia pasada se encuentra incorporada en el aparato neural que transforma
los estímulos en sensaciones. Un mecanismo perceptual apropiadamente programado
tiene valor de supervivencia. Decir que los miembros de distintos grupos pueden
tener distintas percepciones cuando se encuentran ante los mismos estímulos no
es implicar que tengan percepciones en absoluto. En muchos medios, el grupo que
no podía diferenciar los perros de los lobos, no pudo subsistir. Tampoco podría
un grupo de físicos nucleares de hoy sobrevivir como hombres de ciencia si no pudiera
reconocer las huellas de las partículas y los electrones alfa. Es precisamente
porque hay tan pocas maneras de ver por lo que aquellas que han pasado por las
pruebas de uso del
grupo son dignas de ser transmitidas de generación. Asimismo, es porque han
sido seleccionadas por sutriunfo sobre el tiempo histórico por lo que tenemos
que hablar de la experiencia y el conocimiento de la naturaleza incorporados en
el camino del
estímulo a la sensación.
Quizás “conocimiento” no sea la palabra adecuada, pero hay razones para
valernos de ella. Lo que está incluido en el procesos neural que transforma los
estímulos en sensaciones tiene las características siguientes: ha transmitido
por medio de la educación; tentativamente, ha resultado más efectivo que sus competidores
históricos en el medio actual de un grupo; y. finalmente, está sujeto a cambio,
tanto por medio de una nueva educación como por medio del descubrimiento de
incompatibilidad con el medio, Tales son características del conocimiento, y
ello explica por qué aplico yo ese término. Pero es un uso extraño, porque
falta otra característica. No tenemos acceso directo a lo que es aquello que
sabemos, no tenemos reglas de generalización con que expresar este
conocimiento. Las reglas que pudieran darnos tan acceso se referían a los
estímulos, no a las sensaciones. Y solo podemos conocer los estímulos mediante
una elaborada teoría. A fin de ella, el conocimiento incluido en el camino del estímulo de
sensación sigue siendo tácito.
Lo que antes se ha dicho acerca de la sensación, aunque obviamente preliminar,
y que por ello no tiene que ser exacto en todos sus detalles, ha sido
considerado literalmente. Por lo menos, es una hipótesis acerca de la visión
debe someterse la investigación experimental, aunque, probablemente, no a una
verificación directa. Pero hablar así dever y de sensaciones también sirve aquí
a unas funciones metafóricas, en todo el cuerpo de este libro. No vemos los
electrones, sino antes bien su recorrido, o bien burbujas de vapor en una
cámara anublada. No vemos para nada las corrientes
eléctricas, sino, antes bien, la aguja de un amperímetro o de un galvanómetro.
Sin embargo, en las páginas anteriores, particularmente en la Sección X,
repetidas veces he procedido como si en realidad percibiéramos entidades
teóricas, como corrientes, electrones y campos, como si aprendiésemos a hacerlo
examinando ejemplos, y como si en todos estos casos fuese erróneo dejar de
hablar de “ver”. La metáfora que transfiere “ver” contextos similares apenas
resulta base suficiente para tales afirmaciones. A la larga, tendrá que ser
eliminada en favor de un modo de discurso más literal.
El programa de computadoras antes referido empieza a indicar las maneras en que
esto pueda hacerse, pero ni el espacio de que disponemos ni el grado de mi
actual comprensión me permiten eliminar aquí la metáfora.14 En cambio,
brevemente trataré de sostenerla. Ver unas gotitas de agua o una aguja contra
una escala numérica es una primitiva experiencia perceptual para el hombre que
no está acostumbrado a cámaras anubladas y amperímetros. Por ellos; requiere
contemplación, análisis e interpretación (o bien la intervención de una
autoridad exterior) antes de que pueda llegarse a conclusiones acerca de
electrones o de corrientes.
Pero la posición de quien ha aprendido acerca de tales instrumentos y ha tenido
una gran experiencia contales ejemplos es muy distinta, y hay una diferencia
correspondiente en la forma en que procesa los estímulos que le llegan a partir
de aquellos. Contemplando el vapor de su aliento en una fría noche de invierno,
su sensación puede ser la misma del
lego, pero al ver una cámara anublada ve (aquí sí literalmente) no gotitas sino
el rastro de electrones, partículas alfa, etc. Tales pistas, si el lector
desea, son las normas que él interpreta como
índices de la presencia de las partículas correspondientes, pero tal camino es
a la vez más breve y distinto del
que sigue aquél que interpreta las gotitas.
O bien, consideremos al científico que inspecciona un amperímetro para determinar
el número ante el cual se ha detenido la aguja. Su sensación probablemente sea
la misma que la del
profano, particularmente si este último ha leído antes otras clases de metros.
Pero ha visto el metro (una vez más, a menudo literalmente) en el contexto de
todo el circuito, y sabe algo acerca de su estructura interna. Para él, la
posición de la aguja es una norma, pero tan solo del valor de la corriente. Para
interpretarla sólo tiene que determinar en qué escala debe leerse el metro. En
cambio, para el profano la posición de la aguja no es una norma de nada,
excepto de sí misma. Para interpretarla,
tendrá que examinar toda la posición de los alambres, internos y externos,
experimentar con baterías e imanes, etc. En el uso metafórico tanto como en le literal de
“ver”, la interpretación empieza donde la percepción termina. Los dos procesos
no son uno mismo, y lo que lapercepción deja para que la interpretación lo
complete depende radicalmente de la naturaleza y de la cantidad de la anterior
experiencia y preparación.
5. Ejemplares, inconmensurabilidad y revoluciones
Lo que hemos dicho antes nos ofrece una base para aclarar un aspecto más de
libro: mis observaciones sobre la inconmensurabilidad y sus consecuencias para
los científicos que han debatido la opción entre teorías sucesivas.15 En las
Secciones X y XII yo he afirmado que en tales debates, uno y otro bando
inevitablemente ven de manera diferente algunas de las situaciones
experimentales u observacionales a las que tienen acceso. Sin embargo, como los vocabularios en
que discuten de tales situaciones constan predominantemente de los mismos
términos, tienen que estar remitiendo algunos de tales términos a la naturaleza
de una manera distinta, y su comunicación, inevitablemente, resulta sólo
parcial. Como resultado, la superioridad de una
teoría sobre otra es algo que no puede demostrarse en el debate, En cambio, como he insistido, cada
bando, mediante la persuasión, debe tratar de convertir al otro. Tan solo los
filósofos han interpretado con graves errores la intención de estas partes de
mi argumento. Sin embargo, muchos de ellos han asegurado que yo creo lo
siguiente:16 los defensores de teorías inconmensurables no pueden comunicarse
entre si, absoluto; como resultado, en un debate sobre la elección de teorías
no puede recurrirse a buenas razones: en cambio la teoría habrá de escogerse
por razones que, a fin de cuentas, son personales y subjetivas;alguna especie
de percepción mística es la responsable de la decisión a que a final se llegue.
Más que ninguna otra parte de este libro, los pasajes en que se basan estas
erróneas interpretaciones han sido responsables de las acusaciones de
irracionalidad.
Considérense primero mis observaciones sobre la prueba. Lo que he estado
tratando de explicar es un argumento sencillo, con el que desde hace largo
tiempo están familiarizados los filósofos de la ciencia. Los debates sobre la
elección de teorías no pueden tener una forma que se parezca por completo a la
prueba lógica o matemática. En esta última, desde el principio quedan
estipuladas las premisas y reglas de inferencia. Si hay desacuerdo acerca de
las conclusiones, los bandos que participen en el siguiente debate podrán
volver sobre sus pasos, uno por uno, revisando cada uno contra toda
estipulación anterior. Al final de cada proceso, uno u otro tendrán que admitir
que han cometido un error, que han violado una regla previamente aceptada,
Después de tal admisión no tendrán a quien recurrir, y la prueba de su oponente
resultará decisiva. En cambio, sólo si los dos descubren que difieren acerca
del significado o de la aplicación de las reglas estipuladas, que el acuerdo
anterior no ofrece una base suficiente para la prueba, sólo entonces continúa
el debate en la forma que inevitablemente toma durante las revoluciones
científicas. Tal debate es acerca de las premisas, y recurre a la persuasión como preludio de la
posibilidad de demostración.
En esta tesis, relativamente familiar, no haynada que implique que no hay
buenas razones para cualquier persuadido, o que tales razones a fin de cuentas
no son decisivas para el grupo. Tampoco implica siquiera que las razones para
la elección son distintas de aquellas que habitualmente catalogan los filósofos
de la ciencia: precisión, sencillez, utilidad y similares. Sin embargo, lo que
debe indicar es que tales razones funcionan como valores y que así pueden aplicarse de
manera diferente individual y colectivamente, por los hombres que convienen en
aceptarlas. Por ejemplo, si dos hombres no están de acuerdo acerca de la
utilidad relativa de sus teorías, o si convienen en ellas pero no en la
importancia relativa de la utilidad y, y digamos, en el ámbito que ofrecen para
llegar a una decisión, ninguno podrá quedar convencido de haberse equivocado.
Tampoco estará siendo anticientífico ninguno de los dos. No hay un algoritmo
neutral para la elección de teorías, no hay ningún procedimiento sistemático de
decisión que, aplicado adecuadamente, deba conducir a cada individuo del grupo a la misma
decisión. En este sentido es la comunidad de los especialistas, que no sus
miembros individuales, la que hace efectiva la decisión. Para comprender por
qué se desarrolla la ciencia tal como
lo hace, no es necesario desentrañar los detalles de biografía y personalidad
que llevan a cada individuo a una elección particular, aunque esto ejerza una
notable fascinación? Lo que debe comprenderse, en cambio, es el modo en que un
conjunto particular de valores compartidos interactúa con las
experienciasparticulares que comparten toda una comunidad de especialistas para
determinar que la mayoría de los miembros del grupo a fin de cuentas encuentran
decisivo un conjunto de argumentos por encima de otro. Tal proceso es la
persuasión, pero presenta un problema más profundo aún. Dos hombres que
perciben la misma situación de modo diferente pero que sin embargo no se valen del mismo vocabulario,
al discutirlo tienen que estar valiéndose de las palabras de un modo distinto.
Es decir, hablan de lo que yo he llamado puntos de vista inconmensurables.
sCómo pueden tener esperanzas de entenderse y mucho menos de ser persuasivos?
Hasta una respuesta preliminar a tal pregunta requiere una mayor especificación
de la naturaleza de la dificultad. Supongo que, al menos en parte, tal
especificación toma la forma siguiente.
La práctica de la ciencia normal depende de la capacidad, adquirida a partir de
ejemplares, de agrupar objetos y situaciones en conjuntos similares que son
primitivos en el sentido en que el agrupamiento se hace sin contestar a la
pregunta: “sSimilar con respecto a qué?” Un aspecto central de toda evolución
es, entonces, que cambien algunas de las relaciones de similitud. Objetos que
fueron agrupados en el mismo conjunto con anterioridad se agrupan de diferentes
maneras después, y viceversa. Piénsese en el Sol, la Luna, Marte y la Tierra
antes y después de Copérnico; de la caída libre, del
movimiento pendular y planetario antes y después de Galileo; o en sales,
aleaciones y mezclas de hierros azufrados antes y después de Dalton. Como
la mayor partede los objetos, aun dentro de los conjuntos alterados, continúan
agrupados, habitualmente se conservan los nombres de los conjuntos. No
bastante, la transferencia de un subconjunto forma parte de un cambio crítico
en la red de sus interrelaciones. Transferir los metales del conjunto de
compuestos al conjunto de elementos desempeñó un papel esencial en el
surgimiento de una nueva teoría de la combustión de la acidez, y de la
combinación física y química. En poco tiempo tales cambios habianse extendido
por todo el campo de la química. Por tanto, no es de sorprender que cuando
ocurren tales redistribuciones, dos hombres cuyo discurso previamente había
procedido con una comprensión aparentemente completa, de pronto puedan
encontrarse respondiendo a un mismo estímulo con descripciones y
generalizaciones incompatibles. Esas dificultades no se harán sentir en todos
los campos, ni siquiera de su mismo discurso científico, pero sí se plantearán
y se agruparán luego más densamente alrededor de los fenómenos de los cuales
depende más la elección de una teoría.
Tales problemas, aun cuando por primera vez se hacen evidentes en la
comunicación, no son meramente lingüísticos, y no pueden resolverse simplemente
estipulando la definición de los términos más difíciles. Como las palabras
alrededor de las cuales se agrupan las dificultades han sido aprendidas, en
parte por su directa aplicación a ejemplares, quienes participan en una
interrupción de la comunicación no pueden decir: ‘Yo uso la palabra ‘elemento’
(o ‘mezcla’ o ‘planeta’ o ‘movimientoincontrolado’) de manera determinada por
las siguientes normas”. Es decir, no pueden recurrir a un lenguaje neutro que
ambos apliquen de la manera y que sea adecuado al planteamiento de sus teorías
o siquiera a las consecuencias empíricas de las teorías. Parte de la diferencia
es anterior a la aplicación de los idiomas en que, sin embargo, se refleja.
Los hombres que experimentan tales interrupciones a la comunicación, por lo
tanto, deben conservar algún recurso. Los estímulos que actúan sobre ellos son
los mismos. Y también su aparato neural general, por muy distintamente
programado que esté. A mayor abundamiento, excepto en una pequeña zona del conocimiento (aunque
importantísima) aun su programación neural debe estar muy cerca de ser la
misma, pues tienen en común una historia, excepto el pasado inmediato. Como resultado, tanto su mundo como su lenguaje científicos son comunes.
Dado todo eso en común, debe poder descubrir mucho acerca de aquello en que
difieren. Sin embargo, las técnicas requeridas no son ni directas ni
confortables, ni partes de arsenal normal del científico. Los científicos rara vez las
reconocen por lo que son, y rara vez las utilizan durante más tiempo del requerido para
tratar de inducir a una conversión o para convencerse a sí mismos de que no
podrán obtenerla.
En resumen, lo que pueden hacer quienes participan en una interrupción de la
comunicación es reconocerse uno a otros como miembros de diferentes comunidades
lingüísticas, y entonces se convierten en traductores.17 Tomando como objeto de
estudio las diferencias entre supropio discurso intragrupal e intergrupal,
pueden, en primer lugar, tratar de descubrir los términos y locuciones que,
usados sin problemas dentro de la comunidad son, no obstante, focos de
disturbio para las discusiones intergrupales. (Las locuciones que no presentan
tales dificultades puedan traducirse homofónicamente). Habiendo aislado de la
comunidad científica tales ámbitos de dificultad, en un esfuerzo más por
dilucidar sus perturbaciones, pueden valerse del vocabulario que diariamente comparten.
Es decir, cada uno puede hacer un intento de descubrir lo que el otro mundo ve
y dice cuando se le presente un estímulo que pudiera ser distinto de su propia
respuesta verbal. Si pueden contenerse lo suficiente para no explicar un
comportamiento anormal como consecuencia de un
simple error o de locura, con el tiempo pueden volverse muy buenos
pronosticadores del comportamiento del otro bando. Cada uno
habrá aprendido a traducir la teoría del
otro y sus consecuencias a su propio lenguaje y, simultáneamente, a describir
en su idioma el mundo al cual se aplica tal teoría. Eso es lo que regularmente
hacen (o debieran hacer) los historiadores de la ciencia cuando se enfrentan a
teorías científicas anticuadas.
Como la traducción, si se continúa, permite a quienes participen en una
interrupción de la comunicación experimentar vicariamente algunos de los
méritos y defectos de los puntos de vista de los otros, ésta es una potente
herramienta tanto de transformación como de persuasión. Pero ni aun la
persuasión tiene que tener buen éxito, y si lotiene, no necesariamente irá
acompañada o seguida por la conversión. Una importante distinción que sólo
recientemente he reconocido por completo es que las dos experiencias de ninguna
manera son las mismas.
Persuadir a alguien es, convengo en ello, convencerlo de que nuestra opinión es
mejor que la suya, y por lo tanto debe remplazarla. Esto se logra,
ocasionalmente, sin recurrir a nada parecido a la traducción. En ausencia,
muchas de las explicaciones y enunciados de problemas suscritos por los
miembros de un grupo científico resultarán opacos para el otro. Pero cada
comunidad lingüística habitualmente puede producir, desde el principio, unos
resultados concretos de su investigación que, aunque sean descriptibles en
frases comprendidas de la misma manera por los dos grupos, no pueden ser
explicados por la otra comunidad en sus propios términos. Si el nuevo punto de
vista se sostiene durante un tiempo y sigue siendo útil, los resultados de la investigación
verbalizables de esta manera probablemente crecerán en número. Para algunos hombres, tales resultados, por sí mismos,
serán decisivos. Pueden decir: no se cómo lo lograron los partidarios de la
nueva opinión, pero yo debo aprenderlo; sea lo que fuere lo que están haciendo,
claramente tienen razón. Tal reacción resulta particularmente fácil para los
hombres que apenas están ingresando en la profesión, pues aún no han adquirido
los vocabularios y compromisos especiales de uno u otro grupo.
Los argumentos que pueden presentarse en el vocabulario del que se valen ambos grupos, de la misma
manera,sin embargo, generalmente no son decisivos, al menos no lo son hasta una
etapa muy tardía de la evolución de las opiniones opuestas.
Entre aquellos ya admitidos en la profesión pocos quedarán persuadidos sin
recurrir un poco a las comparaciones más generales que permite la traducción.
Aunque el precio que hay que pagar habitualmente consiste en frases de gran
longitud y complejidad (recuérdese la controversia Proust-Berthollet, que se
llevó a cabo sin recurrir al término “elemento”), muchos resultados adicionales
de la investigación pueden ser traducidos del idioma de una comunidad al de la
otra. Además, al avanzar la traducción. algunos miembros de cada comunidad
también pueden empezar vicariamente a comprender cómo una afirmación antes
confusa puedo parecer una explicación a los miembros del grupo opuesto. La
disponibilidad de técnicas como éstas no garantiza, desde luego, la persuasión.
Para la mayoría de la gente, la traducción es un proceso amenazante, totalmente
ajeno a la ciencia normal. En todo caso, siempre se dispone de contra
argumentos y ninguna regla prescribe cómo debe llegarse a un equilibrio. No
obstante, conforme un argumento se apila sobre otro argumento y cuando alguien
ha recogido con éxito un reto tras otro, sólo la más ciega obstinación podría
explicar finalmente una resistencia continuada.
Siendo tal el caso, llega a ser de una importancia decisiva un segundo aspecto
de la traducción, muy familiar tanto a lingüistas como historiadores. Traducir
una teoría o visión del mundo al propio lenguaje no es hacerla propia.Para ello
hay que volverse “completamente indígena”, descubrir que se está pensando y
trabajando en un idioma que antes era extranjero, no simplemente traduciéndolo;
sin embargo, tal transición no es una que un individuo pueda hacer o pueda
dejar de hacer por deliberación y gusto, por buenas que sean sus razones para
desear hacerla así. En cambio, en algún momento del proceso de aprender a
traducir, el individuo encuentra que ya ha ocurrido la transición, que él se ha
deslizado al nuevo idioma sin haber tomado ninguna decisión. O bien, como
muchos de quienes encontraron por primera vez, digamos, la relatividad o la
mecánica cuántica siendo ya de mediana, edad, se encuentra totalmente
persuadido de la nueva opinión, pero, sin embargo, incapaz de internalizarla y
de sentirse a gusto en el mundo al que ayuda a dar forma. Intelectualmente, tal
hombre ya ha hecho su elección, pero la conversión requerida, si ha de ser
efectiva, aún lo elude. No obstante, puede valerse de la manera de la nueva
teoría, pero la hará así como un extranjero que se hallara en un medio ajeno,
como una alternativa de la que dispone tan sólo porque se encuentran allí
algunos “indígenas; La labor del hombre es parasitaria de la de ellos, pues
aquél carece de la constelación de conjuntos mentales que por medio de la
educación adquirirán los futuros miembros de la comunidad. La experiencia de la
conversión que yo he comparado a un cambio de Gestalt permanece, por lo tanto,
en el núcleo mismo del proceso revolucionario. Buenas razones para la elección
ofrecen motivos para laconversión y el clima en que más probablemente ocurrirá
ésta. Además, la traducción puede aportar puntos de entrada para la
reprogramación neural, que por inescrutable que sea en este momento, debe
hallarse subyacente en la conversión. Pero ni unas buenas razones ni la
traducción constituyen la conversión y es este proceso el que tenemos que
explicar para comprender una índole esencial de cambio científico.
6. Las revoluciones y el relativismo
Una consecuencia de la posición antes delineada ha molestado particularmente a
varios de mis críticos.18 Encuentran relativista mi perspectiva,
particularmente como está desarrollada en la última sección de este libro. Mis
observaciones sobre la traducción ponen en relieve las razones de esta
acusación. Los partidarios de distintas teorías son como los miembros de
comunidades distintas de cultura-lenguaje. El reconocer el paralelismo sugiere
que en algún sentido ambos grupos pueden estar en lo cierto. Aplicada a la
cultura y a su desarrollo, tal posición es relativista.
Pero aplicada a la ciencia puede no serlo, y en todo caso está muy lejos del
mero relativismo en un respecto que mis críticos no han visto. Tomados como
grupo o en grupos, los practicantes de las ciencias desarrolladas son, como yo
he afirmado, fundamentalmente, resolvedores de enigmas. Aunque los valores que
a veces despliegan, de elección de teorías se derivan también de otros aspectos
de su trabajo, la demostrada capacidad para plantear y para resolver enigmas
dados por la naturaleza es, en caso de conflicto de valores, la normadominante
para la mayoría de los miembros de un grupo científico. Como cualquier otro
valor, la capacidad de resolver enigmas resulta equívoca en su aplicación. Los
hombres que la comparten pueden diferir, no obstante en los juicios que hacen
basados en su utilización. Pero el comportamiento de una comunidad que la hace
preeminente será muy distinto del de aquella comunidad que no lo haga. Creo yo
que en las ciencias el alto valor atribuido a la capacidad de resolver enigmas
tiene las consecuencias siguientes; imagínese un árbol evolutivo que represente
el desarrollo de las modernas especialidades científicas a partir de sus
orígenes comunes, digamos en la primitiva filosofía naturalista y en las
técnicas. Una línea que suba por ese árbol, sin volver nunca atrás, desde el
tronco hasta la punta de alguna rama, podría seguir una sucesión de teorías de
ascendencia común. Considerando cualesquiera dos de tales teorías elegidas a
partir de puntos no demasiado cercanos a su origen, debe ser fácil establecer
una lista de normas que puedan capacitar a un observador no comprometido a distinguir
las anteriores de la teoría más reciente, una y otra vez. Entre las más útiles
se encontrarán la precisión en la predicción, particularmente en la predicción
cuantitativa; el equilibrio entre temas esotéricos y cotidianos, y el número de
diferentes problemas resueltos. Menos útiles para este propósito, aunque
considerables determinantes de la vida científica, serían valores tales como
simplicidad, dimensiones y compatibilidad con otras especialidades. Tales aún
noson las requeridas, pero no tengo duda de que se las puede completar. De ser
esto posible, entonces el desarrollo científico, como el biológico, constituye
un proceso unidireccional e irreversible. Las teorías científicas posteriores
son mejores que las anteriores para resolver enigmas en los medios a menudo
totalmente distintos a los que se aplican. Tal no es una posición relativista,
y muestra el sentido en el cual sí soy un convencido creyente en el progreso
científico.
Sin embargo, comparada esta posición con la idea de progreso que hoy prevalece
tanto entre los filósofos de la ciencia como entre los profanos, la posición
carece de un elemento esencial. A menudo se considera que una teoría científica
es mejor que sus predecesores, no tan solo en el sentido en que es un
instrumento mejor para descubrir y resolver enigmas, sino también porque, de
alguna manera, constituye una representación mejor de lo que en realidad es la
naturaleza. A menudo se oye decir que las teorías sucesivas crecen
aproximándose cada vez más a la verdad. Generalizaciones aparentes como esa no
sólo se refiere a la solución de enigmas y a las predicciones concretas
derivadas de una teoría, sino, antes bien, a su ontología, es decir, a la unión
de las entidades con que la teoría cubre la naturaleza y lo que “realmente está
allí”.
Quizás haya alguna manera de salvar la idea de “verdad” para su aplicación a
teorías completas, pero ésta no funcionará. Creo yo que no hay un medio,
independiente de teorías, para reconstruir frases como “realmente está allí”;
la idea de unaunión de la ontología de una teoría y su correspondiente
“verdadero” en la naturaleza me parece ahora, en principio, una ilusión;
además, como historiador, estoy impresionado por lo improbable de tal opinión.
Por ejemplo, no dudo de que la mecánica de Newton es una mejora sobre la de
Aristóteles, y que la de Einstein es una mejora sobre la de Newton como
instrumento para resolver enigmas. Pero en su sucesión no puedo ver una
dirección coherente de desarrollo ontológico. Por el contrario, en algunos
aspectos importantes, aunque, desde luego, no en todos, la teoría general de la
relatividad, de Einstein, está más cerca de la Aristóteles que ninguna de las
dos de la Newton. Aunque resulta comprensible la tentación de tildar a tal
posición de relativista, a mí tal descripción me resulta errónea. Y, a la
inversa, si tal posición es relativismo no puedo ver que el relativista pierda
nada necesario para explicar la naturaleza y el desarrollo de las ciencias.19
7. La naturaleza de la ciencia
Concluirá con un breve análisis de dos reacciones recurrentes a mi texto
original, la primera crítica, la segunda favorable y, creo yo, ninguna de las
dos correcta. Aunque ninguna de las dos se relaciona con lo que se ha dicho, ni
entre sí, ambas han prevalecido lo suficiente para exigir al menos alguna
respuesta.
Unos pocos lectores de mi texto original han notado que yo repetidas veces he
pasado del modo descriptivo al modo normativo, transición particularmente
marcada en pasajes ocasionales que empiezan con “pero eso no es lo que hacen
los científicos”, yque terminan afirmando que los científicos no deben hacerlo.
Algunos críticos afirman que yo he estado confundiendo la descripción con la
prescripción, violando así el antiguo y honorable teorema filosófico según el
cual “es” no puede implicar “debe ser”.20
Sin embargo, tal teorema, en la práctica, ha pasado a no ser más que un
marbete, y ya no se le respeta en ninguna parte. Un buen número de filósofos
contemporáneos han descubierto importantes contextos en que lo normativo y lo
descriptivo quedan inextricablemente entrelazados. “Es” y “debe ser” están
lejos de hallarse siempre tan separados como parece. Pero no es necesario
recurrir a las sutilezas de la actual filosofía lingüística para desentrañar lo
que ha parecido confuso en este aspecto de mi posición. Las páginas anteriores
presentan un punto de vista o una teoría acerca de la naturaleza de la ciencia
y, como otras filosofías de la ciencia, la teoría tiene consecuencias para el
modo en que deben proceder los científicos si quieren que su empresa triunfe.
Aunque no tiene que ser correcta, como ninguna otra teoría, sí aporta una base
legítima para reiterados “debe ser” y “tiene que ser”. A la inversa, un
conjunto de razones para tomar en serio la teoría es que los científicos, cuyos
métodos han sido desarrollados y seleccionados de acuerdo con su éxito, en
realidad sí se comportan como la teoría dice que deben hacerlo. Mis
generalizaciones descriptivas son prueba de la teoría precisamente, porque
también pueden haberse derivado de ella, en tanto que, según otras opiniones de
lanaturaleza de la ciencia, constituyen un comportamiento anómalo.
Creo yo que la circularidad de tal argumento no lo hace vicioso. Las
consecuencias del punto de vista que estamos examinando no quedan agotadas por
las observaciones en las que se basó al principio. Desde antes de que el libro
fuera publicado por primera vez, algunas partes de la teoría que presenta,
habían sido para mí una herramienta de gran utilidad para la exploración del
comportamiento y el desarrollo científico. La comparación de esta posdata con
las páginas del texto original acaso indique que ha seguido desempeñando tal
papel. Ningún punto de vista meramente singular puede ofrecer tal guía.
A una última reacción a este libro, mi respuesta tiene que ser de índole
distinta. Muchos de quienes han encontrado un placer en él lo han encontrado no
tanto porque ilumine la ciencia cuanto porque han considerado sus principales
tesis aplicables también a muchos otros campos. Veo lo que quieren decir, y no
desearía desalentar sus esfuerzos de extender la posición; pero, no obstante,
su reacción me ha intrigado. En el grado en que mi libro retrata el desarrollo
científico como una sucesión de periodos establecidos por la tradición,
puntuados por interrupciones no acumulativas, sus tesis indudablemente son de
extensa aplicabilidad. Pero así tenían que serlo, porque son tomadas de otros
campos. Los historiadores de la literatura, de la música, de las artes, del
desarrollo político y de muchas otras actividades humanas han descrito de la
misma manera sus temas. La periodización de acuerdocon interrupciones
revolucionarias de estilo, gusto y estructura institucional, ha estado siempre
entre sus útiles normales. Si yo he sido original con respecto a conceptos como
éstos, ello ha sido, principalmente, por aplicarlos a las ciencias, campo que
por lo general, se había supuesto que se desarrollaba de manera distinta. Es
concebible que la noción de un paradigma como una realización concreta, un
ejemplar, sea una segunda contribución. Por ejemplo, yo sospechaba que algunas
de las notorias dificultades que rodean a la noción de estilo en las artes
plásticas podrán desvanecerse si puede verse que las pinturas están modeladas
unas a partir de otras, y no producidas de conformidad con algunos abstractos
cánones de estilo.21
Sin embargo, también pretende este libro establecer otra clase de argumento,
que ha resultado menos claramente visible para muchos de mis lectores. Aunque
el desarrollo científico puede parecerse al de otros campos más de lo que a
menudo se ha supuesto, también es notablemente distinto. Por ejemplo, decir que
la ciencia, al menos después de cierto punto de su desarrollo, progresa de una
manera en que no lo hacen otros campos, pueden ser completamente erróneo,
cualquiera que sea tal progreso. Uno de los objetos del libro fue examinar
tales diferencias y empezar a aplicarlas. Considérese, por ejemplo, el
reiterado hincapié anterior en la ausencia o, como diría yo ahora en la
relativa escasez de escuelas en competencia en la ciencia del desarrollo. O
recuérdense mis observaciones acerca del grado en que los miembros deuna
comunidad científica dada constituyen el único público y son los únicos jueces
del trabajo de la comunidad. O piénsese, asimismo, en la naturaleza especial de
la educación científica, en la solución de enigmas como objetos y en el sistema
de valores que el grupo de científicos muestra en los periodos de crisis y
decisión. El libro aísla otros rasgos de la misma índole, no necesariamente
exclusivos de la ciencia pero que, en conjunción, si colocan aparte tal
actividad.
Acerca de todos estos rasgos de la ciencia hay mucho más por aprender. Habiendo
iniciado esta posdata subrayando la necesidad de estudiar la estructura
comunitaria de la ciencia, la terminaré subrayando la necesidad de un estudio
similar y, sobre todo, comparativo de las correspondientes comunidades en otros
ámbitos. sCómo se elige y cómo se es elegido para miembro de una comunidad
particular, sea científica o no? sCuál es el proceso y cuáles son las etapas de
la socialización del grupo? sQué ve el grupo, colectivamente, como sus metas?
sQué desviaciones, individuales o colectivas, tolerará, y cómo controla la
aberración impermisible? una mayor comprensión de la ciencia dependerá de las
respuestas a otras clases de preguntas, así como a éstas, pero no hay campo en
que se necesite con más urgencia un trabajo ulterior. El conocimiento
científico, como el idioma, es, intrínsecamente, la propiedad común de un
grupo, o no es nada en absoluto. Para comprender esto necesitaremos conocer las
características especiales de los grupos que lo crean y que se valen de él.