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No resulta ocioso comenzar resaltando el hecho de que el relevante peso de la
Iglesia católica en México desde la época colonial
condicionó una recurrente disputa en torno a sus atribuciones,
provocando agrios enfrentamientos durante el siglo XIX, fundamentalmente a
partir del
proceso de consolidación estatal bajo auspicios liberales. Aún no
siendo totalmente explicable mediante este sólo dato,
difícilmente pueda
sobreestimarse la importancia de ese conflicto para el estallido de la llamada
guerra de reforma (1857-1861), que sienta el precedente de levantamientos
armados en oposición a una legislación liberal que se concibe en
los términos de agresión anticlerical. Una década
después, y muy interesante debido a que comparte similitudes en cuanto a
los alcances geograficos y sectores que se movilizan en contra del
Estado durante la guerra cristera, se produce a partir del intento de aplicar
esas mismas leyes liberales, ahora con rango constitucional, el denominado
levantamiento de los Religioneros (1873-1876) durante la presidencia de
Sebastian Lerdo de Tejada.
En términos generales existe consenso en señalar al Porfiriato como un periodo de relativa convivencia pacifica entre el Estado y la Iglesia. Por
otra parte, bajo esas circunstancias esta última experimentó una
notable reorganización y expansión, siendo particularmente
importante su penetración en algunos medios rurales que pasaron a contar
con presencia eclesiastica estable por primera vez. Larevolución
de 1910, en cambio, hizo emerger una creciente tirantez, sobre todo a partir del ascenso del
grupo constitucionalista que inculpa a la Iglesia por su apoyo al reaccionario
régimen de Huerta (1913-1914). Las tendencias antieclesiasticas
adquirieron así mayor protagonismo, plasmandose en una serie de
practicas y medidas que indignaron a los medios católicos. Es
célebre por ejemplo la entrada de Obregón en Guadalajara, cuando se tomaron distintos
edificios para uso militar o administrativo, se cometieron irreverencias contra
el culto y se encarcelaron sacerdotes. Mayor tensión provocó
aún la sanción de la Constitución de 1917, ya que la misma
contenía artículos claramente antieclesiasticos, y que
recortaban fuertemente atribuciones de la Iglesia a manos del Estado: en ese
texto se prohíben las órdenes monasticas, se niegan
derechos de posesión de bienes inmuebles, se reglamentan las funciones
religiosas y el número de sacerdotes que pueden oficiar misa, se avanza
en el laicismo educativo, etc.
Según señala el historiador britanico Alan Knight, el
triunfo del constitucionalismo en 1914 abrió el camino a un
anticlericalismo que, anteriormente menor y vago, pasó al centro de la
escena revolucionaria oficial; y si bien es cierto que éste era un
movimiento que provenía fundamentalmente de las ciudades y de las
elites, no tardó en extenderse también al campo y a algunos
sectores populares.
El vínculo con la Iglesia comienza así a constituirse en un terreno
de seriosenfrentamientos, politizando a la institución
eclesiastica y la religión, y tendiendo a conformar bandos
enfrentados. Así y todo, en conjunto se trata de configuraciones
complejas en las cuales las fracciones mas radicales e intransigentes eran
una minoría. Con la consolidación de la hegemonía
constitucionalista y el acceso de Obregón a la presidencia a principios
de la década de 1920 el conflicto incluso pareció apaciguarse, no
en poca medida debido a las señales de mayor pragmatismo y predisposición
a la conciliación por parte de este último. Sin embargo, a partir
de la presidencia de Elías Calles (1924-1928), representante del sector
mas tenazmente anticlerical del constitucionalismo, las tensiones en torno
a la cuestión religiosa llegarían a su clímax,
produciéndose en aquel contexto de exaltación la guerra cristera.
Como sostiene Jean Meyer, especialmente relevantes para el estallido de la
crisis fueron la competencia entre los sindicatos católicos y los de la
CROM (Confederación Regional Obrera Mexicana, aliada al gobierno y
fervientemente anticlerical), y el proyecto de establecer una Iglesia
Católica Apostólica Mexicana adicta al gobierno. Por su parte,
este intento cismatico convulsionó a los militantes católicos,
quienes fundaron organizaciones de lucha como la Unión Popular y la Liga
Nacional de Defensa de la Libertad Religiosa (LNDLR), las cuales
mantendrían una importante actuación durante la guerra cristera.
El aspecto mas sensible fue sin embargo lapretensión
gubernamental de aplicar rigurosamente las leyes constitucionales de
caracter anticlerical a inicios de 1926, produciéndose una
respuesta de la jerarquía eclesiastica pidiendo que se las
aboliese. Por el contrario, Calles redobló su ataque decretando a
mediados de ese año una serie de reformas al Código Penal
relativas a las sanciones por infringir la legislación sobre cultos. La
ruptura definitiva se produjo entonces cuando, a través de una pastoral
colectiva, la Iglesia anunció que suspendería los cultos a partir
de agosto. Pese a su radicalidad, tal decisión no implicaba mas
que una medida de protesta que explicitaba el enfrentamiento institucional
entre Iglesia y Estado. A partir de allí, sin embargo, comenzaron a
producirse durante el segundo semestre de 1926 alzamientos espontaneos
que movilizaron a diversos sectores rurales, tomando el conflicto otra
dimensión. Para inicios de 1927, en algunas regiones la
insurrección es amplísima, adquiriendo los rasgos de una
verdadera guerra civil (aunque debe aclarase que en ningún momento
corrió riesgos la estabilidad del
gobierno central). Sobre todo es así en la zona centro-occidental
(estados de Jalisco, Michoacan, Colima, Aguascalientes, Nayarit, Zacatecas y
Guanajuato), donde los cristeros se enfrentaron al ejército y auxiliares
bajo la forma de guerrillas, llegando a controlar intermitentemente algunos
pueblos, y obteniendo importantes apoyos de buena parte de la población.
Luego de tres años de cruentas luchas, durantelos cuales los cristeros
llegaron a mejorar notablemente su organización y se convirtieron en una
seria amenaza, el conflicto concluyó debido a un acuerdo entre el
gobierno y las autoridades eclesiasticas que puso fin a la
suspensión del
culto. Este acuerdo implicaba una desautorización inmediata de parte de
la jerarquía, dejando sin legitimación a aquellos sectores que
pretendían continuar con las acciones armadas. Para
ese entonces, el saldo de la guerra había sido de unos 70000 a 85000
muertos, casi la mitad de los que ya había cobrado la Revolución
durante la década anterior.
En años posteriores, las tensiones por cuestiones religiosas
continuarían teniendo un peso significativo, especialmente a partir de
las campañas de “educación socialista” en el campo.
Incluso se producirían aislados y débiles levantamientos que
conforman, tal como en el caso de la chuanería en Francia, una
continuidad con la guerra cristera, tomando por eso mismo el nombre de
“la segunda”. Pese a todo, el gobierno de Lazaro
Cardenas marcaría el inicio de una política conciliatoria
que pondría fin al ciclo de enfrentamientos frontales entre Iglesia y
Estado. A partir de allí, se conformaría una memoria oficial que,
con relativo éxito, entendería a reivindicar a las figuras del
constitucionalismo y acallar la amplitud de la guerra cristera, ya que se
trataba de un hecho que sin dudas contradecía el relato que
simplificadamente componía un origen heroico y a medida del por mucho
tiempo gobernante PRI.Este gobierno anticlerical que había aprovechado
la Revolución para encaramarse al poder, lo esperaba todo, menos una
resistencia tan fuerte como la que presentó el pueblo. Para ellos era
inconcebible que los cobardes y dóciles católicos -que
ya les habían aguantado miles de atropellos- se organizaran y tomaran armas
para repeler la agresión del
gobierno. Líderes como Carranza, Obregón y Calles tenían
el extraño complejo de sentirse infalibles, omnipotentes en sus
caprichos, para ellos la Constitución, por el simple hecho de serlo,
tenía el poder de cambiar la naturaleza de las cosas, y si la Constitución
decía que los templos eran del gobierno, esto era cierto ipso
facto. Todos los ataques contra el clero se invocaban como 'cumplir la
Ley', pero un país donde 'cumplir la Ley' es lo mismo que
acabar con la Fe del Pueblo, es un país sin libertad. El gobierno
pensaba que los católicos, amantes de la paz, no se animarían a
luchar, pero el pueblo amaba la Libertad mas aun que la Paz, y hay paces
que sólo se encuentran del otro lado de la guerra.
Esto explica el furor del gobierno, su despecho y su estupefacción ante
la reacción de la sociedad en masa que les hizo frente, y a su vez
reaccionaron dispuestos, mediante el terror y la fuerza bruta, a hacer valer
las 'leyes' que ellos sólos habían creado, y que
pretendían que el pueblo debía acatar.
Un magnífico resumen de la Guerra Cristera es una Carta de Francisco
Campos, poblador de Santiago Bayacora, Durango:
'El 31de Julio de 1926, unos hombres hicieron porque Dios nuestro
Señor se ausentara de sus templos, de sus altares, de los hogares de los
católicos, pero otros hombres hicieron porque volviera otra vez; esos
hombres no vieron que el gobierno tenía muchísimos soldados,
muchísimo armamento, muchísimo dinero pa´hacerles la
guerra; eso no vieron ellos, lo que vieron fue defender a su Dios, a su
Religión a su Madre que es la Santa Iglesia; eso es lo que vieron ellos.
A esos hombres no les importó dejar sus casas, sus padres, sus hijos,
sus esposas y lo que tenían; se fueron a los campos de batalla a buscar
a Dios nuestro Señor. Los arroyos, las montañas, los montes, las
colinas, son testigos de que aquellos hombres le hablaron a Dios nuestro
Señor con el santo nombre de VIVA CRISTO REY, VIVA LA SANTÍSIMA
VIRGEN DE GUADALUPE, VIVA MÉXICO. Los mismos lugares son testigos de que
aquellos hombres regaron el suelo con su sangre, y no contentos con eso, dieron
sus mismas vidas porque Dios nuestro Señor volviera otra vez. Y viendo
Dios nuestro Señor que aquellos hombres de veras lo buscaban, se
dignó venir otra vez a sus templos, a sus altares, a los hogares de los
católicos, como lo estamos viendo ahorita, y encargó a los
jóvenes de ahora que si en lo futuro se llega a ofrecer otra vez, que no
olviden el ejemplo que nos dejaron nuestros antepasados'.
A pesar de la suspensión de cultos, los obispos ya habían
expresado su rechazo a la lucha armada -entre ellos Mons. Pascual Díaz,
Mons.Manríquez y Zarate y Mons.
Herrera Piña-. Pero al mismo tiempo los obispos prohibieron a los fieles
cooperar con el gobierno en el asunto de redactar listas de sacerdotes,
iglesias y hacer inventarios. El gobierno no quiso doblar la mano mas
que en Sinaloa y Coahuila, pero los católicos del país vieron en tales
'inventarios' una profanación. Que Calles no esperaba un
alzamiento lo hizo constar Silvino Barba Gonzalez, quien rechazó
el puesto de gobernador de Jalisco que le ofrecía Calles, con las
siguientes razones:
'Ya me he jugado la vida varias veces, y la seguiré jugando cuando
haya buenos motivos para hacerlo; pero no cuando considere que todas las
circunstancias estan en mi contra, como lo veo claramente en este
caso Señor Presidente, usted no quiere creer que se van a
levantar en armas los católicos fanaticos de mi estado El
señor general Joaquín Amaro, Secretario de Guerra y Marina tampoco quiere
creerlo, y el señor general Jesús Ferreira, jefe de las
operaciones militares de Jalisco, también es de la misma opinión.
Esto quiere decir que al realizarse la sublevación, que yo la creo
absolutamente segura, el gobierno a mi cargo no contara con el apoyo ni
con la ayuda de las fuerzas armadas de la Federación.
Como
antecedente, en marzo de 1926 el general Ortiz se presentó para detener
a los sacerdotes de Valparaíso, Zacatecas, y entonces la gente se
alarmó, de todas las rancherías acudieron gentes armadas,
dispuestas a atacar a Ortiz. En esos últimos meses se gestó
laopinión en la zona de Jalisco, Durango y Michoacan, que una revolución no
era una opción tan lejana, dado como
estaban las cosas. El 3 de Agosto de 1926 hubo un serio combate en Guadalajara, Jalisco. El
ejército y el pueblo se enfrentaron a balazos, 50 soldados fueron
rechazados y tuvieron que volver con refuerzos de 250 hombres a la carga. Al
día siguiente los combatientes se rindieron y 390 hombres fueron
llevados al cuartel militar.
El 4 de Agosto en Sahuayo Michoacan, el gobierno quiso cerrar la iglesia
y los civiles se pusieron armados con palos y piedras, enfrente del templo. Las milicias
enviadas a combatirlos sencillamente se pasaron a su bando. Unos días
después los rebeldes se fueron al campo y el general Tranquilino Mendoza
pudo retomar la plaza.
Finalmente aparecieron los levantamientos importantes. El primero
ocurrió en Zacatecas. El 14 de Agosto el ejército detuvo al
parroco de Chalchihuites, Luis Batiz, hombre pacífico y
muy querido por el pueblo. Al día siguiente llegó al mercado el
tratante de ganado Pedro Quintanar, personaje influyente y respetado, y los
paisanos le pidieron que liberara al parroco. Quintanar fue a emboscar a
los soldados, pero en el combate murieron los prisioneros que ellos
tenían. Quintanar convocó a mas hombres de toda la
región, y el 29 de Agosto entraban en Huejuquilla el Alto (Jalisco),
donde derrotaron a un contingente de 50 soldados.
En Octubre se rebelaron trece localidades tapatías: Tlajomulco,
Etzatlan, Belén Refugio,Zapotlanejo, Atenguillo, Ameca,
Tepatitlan, Cocula, Ciudad Guzman, Chapala, Atengo, Ayutla y
Tecolotan. Ese mismo mes los cristeros de Santiago Bayacora, Durango,
derrotaron a tropas del 26º batallón y 76º regimiento enviados
contra ellos, recogiendo un valioso botín.
Noviembre de 1926: El día 2 la Secretaría de Guerra
declaraba: 'Ningún problema militar afecta a la
República Mexicana hoy, pero los hechos los desmentían. El
día 3 hubo combates cerca de Tepatitlan Jalisco, el 5 en
Zapotlanejo y Tlajomulco. El día 7 en San Juan de los Lagos el teniente
Marcos Coello ordenó a su pelotón que quitara de los sombreros de
los peregrinos las cintas que decían 'Viva Cristo Rey'. Se
armó una gresca y el teniente y cuatro paisanos murieron. El día
10 el ex-villista José Velasco atacaba Calvillo, Aguascalientes y
Filomeno Osornio tomaba Santa Catarina, Guanajuato. El 19 los cristeros
atacaban El Mezquital, Durango, y el 28 los primos Felipe y Hermino
Sanchez iniciaban la rebelión en Totatiche Jalisco, puestos de
acuerdo con Pedro Quintanar.
Diciembre de 1927: El día 9 Quintanar hizo contacto con Herminio
Sanchez y ambos derrotaron a los federales del 59º Regimiento el
día 26; murieron 41 soldados y 4 cristeros, entre ellos Sanchez.
El día 23 el gobierno de Jalisco afirmó que 'no había
problema militar en el estado', cuando 20 municipios seguían
sublevados.
Y finalmente, a finales de diciembre se unía a la guerra Anacleto
Gonzalez Flores -a quien vamos a dedicar mas espacio-. Anacletono
quería la violencia, pero comprendía como muchos acejotaemeros y
católicos que los movimientos iban a ser aplastados por el gobierno si
no recibían ayuda, y que habría represalias en caso de victoria
gubernamental.
Al acabar el año de 1926 ya había revueltas en
practicamente todos los estados del centro del país, desde
Durango a Guerrero, desde Veracruz a Jalisco.
Todavía, sin embargo, se hablaba de grupos, de revueltas locales, por
estado. Pero luego de cinco meses de combates esporadicos, el gobierno
de Calles no modificaba su actitud, y entonces, a partir de Enero de 1927 hubo
un alzamiento general e ininterrumpido hasta los 'arreglos' de
1929.
La rebelión armada en la entidad estuvo encabezada, entre otros
líderes, por José Velasco, que el 1 de noviembre de 1926 se
levantó en Calvillo. En este movimiento participaron por lo menos dos
sacerdotes, algunas religiosas que escondían a los rebeldes, algunos
hacendados y, sobre todo, grupos de clase media y pueblo que manifestaban su
oposición al gobierno. En general, en la parte oeste del estado había
cristeros, aunque incursionaban en casi toda la entidad y en otros lugares de
Zacatecas y Jalisco. Su principal baluarte era la región de Calvillo y
la Sierra Fría.
En sus esfuerzos por detener la rebelión, el gobierno recurrió a
los agraristas, muchos de los cuales habían recibido tierras durante el
gobierno de Elizalde, involucrandolos —en ocasiones en contra de
su voluntad— en los combates mas arriesgados. Muchoshacendados
pactaron con el gobierno. En mayo de 1929 Maximino Avila Camacho fue
recibido en Aguascalientes con un gran banquete y baile en la hacienda de
Peñuelas, propiedad de Miguel Dosamantes Rul. No era cierto que los
cristeros representaran los intereses de los hacendados, tal como se
decía, aunque tampoco estaban de acuerdo con la reforma agraria
impulsada por el gobierno federal.
Al terminar la lucha los templos fueron devueltos y el culto reanudado. El
nuevo obispo, José de Jesús López y Gonzalez,
designó a un grupo de sacerdotes para que recibieran los edificios, pero
pronto volvieron a encontrarse dificultades con el gobierno.
El clero y varios grupos de católicos protestaron pacíficamente
por el nuevo cierre de los templos y por la 'educación sexual y
atea', mientras que los cristeros encabezados por José Velasco y
José María Ramírez volvían a levantarse en armas en
1932, a pesar de que la jerarquía eclesiastica prohibía el
uso de las armas.
Al llegar Cardenas a la presidencia el discurso y las medidas
anticlericales no cambiaron. En Aguascalientes se clausuró el seminario
y a finales de 1935 sólo estaban autorizados para ejercer en todo el
estado seis sacerdotes. A principios de 1935 la mayoría de los templos
se cerró y se hicieron algunas expropiaciones.
Nuevamente la Iglesia protestó y reforzó sus actividades
clandestinas. Las ceremonias religiosas siguieron haciéndose burlando la
vigilancia de policías e inspectores, los seminaristas continuaron
recibiendo clasesa escondidas y en algunos lugares la gente se armó para
protestar por el cierre de su templo. Los católicos organizados tuvieron
una importante participación en estos años, sobre todo a
través de la Acción Católica Mexicana, que protegía
a sacerdotes perseguidos, conseguía casas para celebrar ceremonias
religiosas, fundaba escuelas católicas en la clandestinidad, catequizaba
a jóvenes y niños, e impulsaba a grupos de obreros y obreras
católicos, con el propósito de competir con el sindicalismo
oficial.
En el campo la situación era mas difícil y compleja, pues
el reparto de tierras había dividido a los católicos. Algunos
campesinos que se beneficiaron con la reforma agraria se opusieron a sacerdotes
que amenazaban con excomulgar a todo aquel que aceptara las tierras que daba el
gobierno. En cambio, otros campesinos, fieles a sus tradiciones y a los
mandatos clericales, reprobaron el tipo de reparto que estaba impulsando el
Estado, tal y como sucedió en Calvillo. Los cristeros de Aguascalientes
no se oponían al reparto agrario, sino a la forma y el uso
político que se estaba haciendo del reparto y de los campesinos. Sin
embargo, la lucha tendió a decrecer paulatinamente hasta extinguirse. En
agosto de 1935 José Velasco y Placido Nieto fueron asesinados en
pleno centro de la ciudad y para 1936 practicamente el movimiento
cristero había sido eliminado en la entidad.
Para resistir al gobierno, en 1937 muchos habitantes del estado se incorporaron
al sinarquismo. La resistencia delos católicos y la tolerancia de los
gobiernos de Aguascalientes permitieron que las medidas anticlericales no se
llevaran a la practica. En 1938, la misma política del gobierno
federal favoreció esta tendencia hacia la moderación.
Desde muy temprano se produjeron una enorme cantidad de relatos
disímiles a propósito de la guerra cristera. Sean favorables,
críticos o relativamente neutrales, estos relatos componen una vasta
literatura que va desde la narrativa (sea en forma novelada o de cuentos), a
obras teatrales y toda una serie de corridos (un género musical muy
popular en México) que tematizan diversos aspectos del conflicto.
Por ejemplo, particularmente conocidos dentro de este corpus son la novela
Rescoldo de Antonio Estrada (texto publicado en 1961 que trata sobre “la
segunda”) y algunos cuentos de Juan Rulfo, como El llano en llamas y La
noche que lo dejaron solo, aunque en términos de celebridad,
mención aparte merece el Corrido de Valentín de la Sierra,
compuesto en 1928 por Lidio Pacheco, de amplísima circulación y
grabado numerosas veces por diversos artistas, aunque en una versión
diferente.
En contraste con esta profusión, las obras de analisis
histórico fueron escasas durante las primeras décadas
subsiguientes al conflicto, y en todo caso permanecieron dentro de una
lógica interpretativa maniquea y poco documentada. Por ejemplo,
podría contraponerse la visión anticlerical de Alfonso Toro
—historiador liberal a cargo del Archivo General de la Nación
cuandoescribe su libro en 1927, al calor de los hechos— con la
fervientemente crítica del gobierno revolucionario de Miguel Palomar y
Vizcarra (vicepresidente de la LNDLR). Si bien en estos casos se trata de
contemporaneos y protagonistas, lo cual puede explicar la tendencia a
una explicación unilateral, tal pauta se mantiene en textos posteriores.
Así, pueden confrontarse de modo similar las interpretaciones del
historiador soviético Nicolas Larín con las del mexicano
Antonio Ríus Facius, quienes desde posiciones político
ideológicas antagónicas coinciden, sin embargo, sobre la
existencia de una conspiración del bando adversario que se quiere
demonizar.
En el caso de Larín, se postula que las fuerzas del clero, los intereses
“feudales” y el imperialismo se hallan detras de los
levantamientos cristeros; inversamente, según Ríus Facius la
rebelión es una respuesta defensiva contra la alianza
anticatólica del gobierno revolucionario, la masonería y el
protestantismo estadounidense. Sin embargo, ya en la década de 1960 se
publica un importante trabajo de Alicia Olivera Sedano que evade las visiones
maniqueas al estudiar ampliamente las distintas fracciones que se oponen en
cada uno de los bandos durante el conflicto. Así, se diferencia con
claridad a los grupos liderados por Obregón y Calles dentro del conjunto
gubernamental, y a la actuación del episcopado, la Liga (compuesta por
sectores medios urbanos), y los grupos rurales que se alzan desde el bando
cristero. Por otra parte,este estudio analiza por primera vez un amplio
conjunto documental y de testimonios orales que permiten fundamentar con mayor
rigor la investigación. El trabajo se caracteriza de todos modos por un
tono descriptivo que elude una explicación sobre las causas del
levantamiento cristero. A lo sumo, Olivera señala al pasar que las
luchas se dan en areas profundamente religiosas, lo cual se complementa
con un descontento agrario por la defectuosa política rural del gobierno.
Pese a esta carencia interpretativa, es preciso destacar la relevancia de este
texto, que marca el inicio de un tratamiento basado en una diversidad de
fuentes y sensible por el caracter contradictorio del fenómeno.
Para la década de 1970, apareció un grupo de trabajos monograficos
producidos por investigadores estadounidenses que continuaron el camino abierto
por Olivera.Siendo ademas varios de ellos el resultado final de tesis
doctorales, ofrecieron una ampliación de las pruebas documentales que
enriquecieron a la incipiente area de estudios sobre la guerra cristera.
Sin embargo, estos analisis tendieron a concentrarse en la disputa entre
el Estado y la Iglesia, dejando a las bases rurales en un segundo plano. De
hecho, ya sea tomando a la jerarquía eclesiastica en un caso, o a
la Liga en otro, estos enfoques terminan por sobredimensionar el papel de estas
últimas en tanto supuestas direcciones del bloque católico,
conformando una historia “desde arriba” de las elites dirigentes.
Por el contrario, elcélebre trabajo del historiador francés Jean
Meyer (publicado en 1973, y procedente de una tesis de doctorado defendida dos
años antes) se concentró en el estudio de los grupos que
participaron en el levantamiento rural, destacando su autonomía del episcopado
y de las organizaciones urbanas como la Liga. En contra de la visión
hegemónica hasta ese entonces, en su libro Meyer repite hasta el
cansancio que la rebelión no fue organizada ni dirigida por
organizaciones confesionales, y que de hecho el supuesto papel de la Liga en
ese sentido fue sumamente deficitario. Según su punto de vista, a
excepción del nombramiento de Enrique Gorostieta como general cristero
(con quien rapidamente entra en conflicto), la actuación de
ésta fue mas bien nociva, ya que incumplió sus promesas, y
se encargó de desmontar a importantes organizaciones de apoyo para los
cristeros, como la Unión Popular y las Brigadas Femeninas.
En cuanto al clero, sostiene Meyer que con muy pocas excepciones la
jerarquía buscó desde un principio una salida consensual (a la cual
finalmente arribaría), tratando con recelo la lucha armada, y que si
bien los sacerdotes rurales tuvieron cierto protagonismo, fue siempre en
vínculo con reacciones populares mas
amplias, y no en el papel de cabecillas o instigadores principales. El
énfasis en su rechazo a la explicación del alzamiento a partir de
una dirección “externa” se debe finalmente, tal como
sintetiza en un pasaje, a que…
La tesis del complot sacerdotal sostieneimplícitamente (ya sea su autor
negro o rojo) que los campesinos no tenían motivo propio y serio para
levantarse y que habían sido incitados. Un sacerdote intrigante, unos
campesinos embrutecidos, un error político (la ley Calles), he
aquí el esquema que permite eliminar a los cristeros de su guerra.
Exaltando el papel del cura, estigmatizando su culpabilidad, se hace del
cristero el juguete de sus cabecillas: hay que decir (y nosotros lo hemos
dicho) que la presencia del sacerdote que aprueba su actitud exalta la
decisión del grupo insurrecto; pero este sacerdote no es sino el reflejo
de la tendencia general.
En su libro Meyer destaca el hecho de que los ejércitos cristeros se
conformaron a partir de una coalición multiclasista rural, de la cual
solamente quedaron excluidos los hacendados y campesinos agraristas (aquellos que
obtuvieron tierras del gobierno y a cambio eran movilizados en su favor). El
autor no se detiene sin embargo a analizar posibles diferencias y
contradicciones dentro de esta coalición, tratando al movimiento como un
conjunto monolítico que representa al “pueblo católico
rural.” Así, a pesar de la centralidad que adquiere en su
analisis el grupo que llevó adelante la guerra, en rigor lo toma
como un bloque sin fisuras que ademas representaría las tendencias
profundas de todo el ambito rural no privilegiado, al menos de las
regiones que se levantan en armas. En todo su extenso relato (se trata de una
transcripción practicamente completa de sutesis original que
ocupa tres tomos con mas de mil paginas) se presenta
repetidamente la figura de un pueblo rural en armas que responde al
unísono ante la agresión estatal, sin variantes de importancia.
Dado que de todos modos se reconocen las diferencias socioeconómicas de
los rebeldes, Meyer sostiene que su motivación no respondía a
causas en ese nivel, sino a su profunda y compartida religiosidad
“católica romana tradicional, fuertemente enraizada en la Edad
Media hispanica” que defienden en contra de la intrusión
del Estado. En su opinión, el conflicto es vivenciado ademas como
oportunidad para la aventura mística y el martirologio como destino de
entrega en nombre de Cristo Rey:
De pobres diablos insignificantes pasan a ser martires y lo dicen
tranquilamente, cesando de obedecer a los poderes a los que, todavía la
víspera, saludaban humildemente. ‘¡Qué facil
esta el cielo ahorita! Yo me voy’, y ‘Nuestros abuelos,
cuantas ganas hubieran tenido de ganarse la gloria así, y ahora
Dios nos la da’. En la persecución, veían la prueba de la
predilección que por este país tenían la Virgen y Cristo.
Mientras tanto, el Estado es presentado en el texto como ajeno y opresor frente
a una Iglesia compenetrada con los valores populares y que ha demostrado
“su buen gobierno” en el ambito rural. Las violentas
acciones del primero, entonces, terminan por enajenarle cualquier posible
apoyo: concentraciones, exacciones, robos, torturas, incendios, etc. De
allí que para Meyer,fuera del ejército federal, que es su brazo
ejecutor, apoyos como los provistos por los agraristas movilizados sólo
puedan responder a su uso como meras marionetas por parte del gobierno que les
ha otorgado las tierras.
Al menos en las zonas cristeras, sostiene el autor, la mayor parte del
campesinado es proclerical y contrario a la reforma agraria llevada adelante
por el Estado revolucionario. De aquí se desprende su conclusión
revisionista, según la cual el levantamiento cristero es un arrebato
defensivo frente a una Revolución que en verdad sólo ha resultado
una continuidad de la centralización del Porfiriato:
La Cristiada fue un movimiento de reacción, de defensa contra lo que se
ha convenido en llamar la Revolución, o sea el desenlace acelerado del
proceso de modernización iniciado a fines del siglo XIX, la
perfección y no la subversión del sistema porfirista.
Sin dudas el texto de Meyer representó un hito dentro de la literatura
histórica sobre la guerra cristera, no solamente por su interés
en los sectores rurales participantes, sino también por su capacidad
para exponer una interpretación convergente con una crítica de fondo
a cierta visión estereotipada de la Revolución. Como es sabido,
esta concepción sería profundizada por el propio autor en textos
posteriores, y ampliada por otras investigaciones que también atacaban
la supuesta ruptura y progresión que habría causado el
acontecimiento abierto en 1910, transformandose finalmente en nueva
versiónhegemónica. Por otra parte, el libro fue un éxito
editorial que hasta la actualidad continúa reeditandose en
diferentes formatos. Probablemente, esto se deba en no poca medida a la amena
escritura de Meyer, pero aún mas a una estructura narrativa que
representa los hechos bajo una modalidad cercana a la épica, con los
cristeros como héroes, las fuerzas estatales como los enemigos, y el
episcopado y la Liga como los traidores a la causa. Tal simplificación,
que vuelve tan atrayente al relato como esquematica la
explicación histórica, es al menos un punto de partida
explicitado y defendido con claridad por el autor, quien desde el título
de Cristiada parece buscar un tono entre rapsódico y
hagiografico, y que en un prefacio mas tardío sostiene
orgullosamente haber escrito desde un punto de vista “100% favorable a
los cristeros.”
Agustín con simpleza dijo:-Nomas llega el Gobierno y nos lleva
como vientecito y la lumbre al pasto. Antioco lo miró y le dijo: Pos ya
estara de Diospa’ eso nos metimos”Dialogo entre
Agustín Vegay Antioco Vargas(cristeros de Tarimoro)
Ademas de los factores que propiciaron la Guerra Cristera en
México y mas específicamente en Guanajuato (cierre de
templos, prohibición de culto y agresiones a sacerdotes), en el caso de
Salvatierra los conflictos se acrecentaron debido al movimiento agrario y la
dotación de ejidos a las comunidades rurales(algunos hacendados se
sintieron despojados de sus tierras y aprovecharon el movimiento para apoyar a
los cristerosen su lucha contra las autoridades federales y locales e intentar
revertir los hechos). Asimismo, el sindicalismo obrero provocó
conflictos con los dueños de las fabricas de la población
y ante el caos provocado por la guerra, éstos decidieron actuar en
contra de los obreros. Don Luis Vera en entrevista (2005) señala: todo
era camorra y muchos se aprovecharon para resolver asuntos que no tenía
que ver con la guerra: los problema con las fabricas, en el campo,
disputas familiares… todo… entonces, el problema se hizo mayor, fue
mas alla de la persecución de sacerdotes y cristeros. Otra
cuestión que tuvo que ver con el crecimiento del conflicto en
Salvatierra fue la cercanía con el Cerro de los Agustinos, ya que era un
lugar donde los cristeros podían ocultarse y organizar ataques en contra
de las fuerzas federales(Ruiz, 1976). Recordemos que la población es
parte del Bajío (una zona plana con pocas cumbres), por lo que cada
cerro era muy valioso para fines de refugio. LA PARROQUIA ABIERTA El 15 de julio
de 1926 el arzobispo de Morelia dio a conocer la orden de suspensión de
los cultos. Antes de que los templos fueran cerrados, los sacerdotes pusieron
en resguardo los objetos de valor que existían en templos y conventos.
El 1º de agosto de ese año, se integraron las juntas vecinales para
custodiar los templos de: La Parroquia El Carmen San Francisco Capuchinas
Oratorio de Los Dolores San Juan 5
Santo Domingo El parroco de la ciudad, Rafael Lemus, se refugió
en la poblaciónvecina de Pénjamo, y delegó sus funciones
al cura Rafael Méndez. El capellan del templo del Carmen (el
mas importante de la ciudad), fray Jacinto Coria, también
salió de Salvatierra. Fray Gregorio Linares, guardian de la
iglesia de San Francisco, permaneció en la ciudad, escondido en casas
particulares (Ruiz, 1976). Cabe destacar que la iglesia denominada como
“La Parroquia” fue el único templo de Salvatierra que no
cerró sus puertas al culto. Al no haber sacerdotes, grupos de laicos
eran los encargados de hacer las celebraciones religiosas (a excepción
de las misas), ademas de los rosarios y novenas (Entrevista a Socorro
Aranda, 2005). LA ZONA DE URIREO Y LOS AGUSTINOS Los cristeros que salieron de
Salvatierra eran en su mayoría campesinos y algunos obreros. Como dice
don Francisco Jiménez: “eran gente pobre de las
rancherías”. El pueblo consideraba a los cristeros como
héroes: “por el valor de haber dejado a su familia y marchado a
pelear por sus ideales”. Como ejemplo, esta un cristero de nombre
Gumersindo López, originario del poblado de Presitas, que como muchos
otros, abandonó a su familia y se fue a pelear por la causa. Los
cristeros se fueron a pelear con “todos los que andaban en el Cerro delos
Agustinos”. Este lugar se ubica en el poblado de Urireo, entre Salvatierra
y Tarimoro, y constituía un sitio donde los rebeldes bajaban a comer y
abastecerse de víveres para subsistir en la sierra montañosa
(Entrevista a Francisco Jiménez,2005) Precisamente, en el año de
1927, enUrireo se llevó a cabo “uno de los combates mas
encarnizados”, en los parajes conocidos como Monte Prieto y Rosas
Blancas. Los federales, con el apoyo de las defensas rurales, derrotaron a los
cristeros y dieron muerte a Susano Ramírez, cabecilla de éstos,
así como a la gente que luchaba con él (Ruiz, 1976). En ocasiones
los cristeros llegaron a entrar a la cabecera municipal, pero de manera
pacífica, ya que dentro de la ciudad ni siquiera llegaron a enfrentarse
con los federales. Algunos de estos rebeldes llevaban en su indumentaria un
letrero en
Un listón que decía: “Dentente1 bala, el Sagrado
Corazón de Jesús esta conmigo”. Ademas de los
gritos que los caracterizaban: “¡Viva Cristo Rey, viva la Virgen de
Guadalupe, viva la iglesia!” (Entrevista a Francisco Vera, 2005). En
Salvatierra existía un comité de mujeres que
periódicamente pedían dinero tanto para la manutención de
los cristeros como de los sacerdotes. Lo recolectaban “tocando de casa en
casa” y luego se lo hacían llegar a los cristeros para que
compraran armas y alimento (Entrevistas a Francisco Vera y Francisco
Jiménez, 2005). ACUERTELADOS EN UNA HACIENDA En la Hacienda
Sanchez, localizada en las afueras de la ciudad, a un costado del camino
que conduce hacia Cortazar, se aprovisionó temporalmente la
compañía de la 22ª Zona Militar, a cargo del capitan
Juan Jaime (Ruiz, 1976; entrevistas a Damian Méndez y Francisco
Vera, 2005). Cuando el ejército patrullaba Salvatierra, la
población se escondía por miedo a quelos militares tomaron
represalias. No se supo de ningún atentado contra las personas de la
cabecera municipal, mas no ocurrió así en las
ranchería saledañas. En 1928, un rancho llamado Puchote fue
quemado y desalojado por soldados del Gobierno Federal, quienes buscaban el
producto de los robos de algunos supuestos “cristeros” que andaban
saqueando los alrededores (Entrevista a Francisco Vera, 2005; Alejo, 2000).
FRAY JOSÉ PÉREZ: MARTIRIO ENTRE TARIMORO, SALVATIERRA Y CELAYA El
sacerdote José Pérez fue otro de los religiosos fusilados en
Guanajuato por el ejército en el tiempo de la Guerra Cristera.
José Pérez nació en Coroneo el 26 de diciembre de 1890.
Ingresó al seminario franciscano de Querétaro en 1904 y profesa
en 1912. Durante el conflicto armado, el padre Pérez se encontraba en la
vicaría de Jerécuaro, de donde se desplazaba a pueblos y
rancherías para oficiar las misas “a escondidas” de las
autoridades locales y federales.1 El término “dentente” no
es un error ortografico, así se usaba en la época por
parte de personas con los menores niveles educativos.
La población “Cañada de Tirados”, Tarimoro, celebraba
el fin del mes de la Virgen María; para tal festejo solicitaron a
Jerécuaro un sacerdote que oficiara la misa de la celebración,
así les fue enviado fray José. Concluida la festividad, un grupo
de campesinos se ofreció a acompañar al padre de regreso hasta la
vicaría. Era mediodía y al ir pasando por un paraje denominado
“El Cajón”, les salió al paso un grupo demilitares
disparando hacia ellos, logrando matar a uno de los acompañantes y
haciendo que dos mas “escaparan del susto”. El padre iba vestido
de civil, así que no sospecharon que pudiera ser sacerdote. Sin embargo,
los soldados les quitan los caballos y avientan las pertenencias que los
animales llevaban. Una de las cargas que cae al suelo es una maleta que con el
impacto se abre y muestra en su interior ornamentos sacerdotales.
“–¿Quién es el cura?– preguntaron los soldados
– Yo señor–, respondió fray José”. Ante
tal contestación, los militares aprenden al religioso, dejando libre a
sus acompañantes, menos a Mauro López y a Bonifacio Ortiz. Los
tres fueron conducidos a Tarimoro (Ruiz Gonzalez, 2001). Según el
testimonio de Margarita Dorantes, hicieron que el padre caminara descalzo
durante el trayecto. “Lo hicieron caminar descalzo, lo lazaron con una
reata que decían “llevamos a un toro en venta” Se comenta
entonces que ademas de ir descalzo, iba amarrado a los caballos, los
cuales lo arrastraron por el camino lleno de piedras. En Tarimoro, los
apresados fueron exhibidos en la plaza pública. De nada valieron las súplicas
de la gente que abogó por la libertad del religioso, hasta la
petición del Alcalde de la población fue desoída. La
comida llevada a la plaza pública para los presos terminó siendo
ingerida por los soldados. A las seis de la tarde el padre, Mauro y Bonifacio
fueron conducidos a Salvatierra, donde los remiten a la Hacienda
Sanchez, que como ya se mencionóera un cuartel establecido en la
ciudad. El viernes 1º de junio los presos son transportados en tren al
cuartel militar de Celaya, ubicado frente a la fabrica “La
Favorita”. El sabado 2 de junio el padre es conducido a la
Hacienda de Cacalote, Tarimoro. A las cinco de la mañana y por
órdenes del coronel Severiano Pineda, encargado de la zona militar de
Celaya, el padre José Pérez es fusilado bajo un mezquite.
Tenía 37 años (Ruiz Gonzalez, 2001). Había un
corralito de piedra, ramas con espinas encima para que no pisaran donde el
cuerpo quedó muerto. Donde lo mataron había un frondoso mezquite,
le decían “El mezquite del descanso” (entrevista a Margarita
Dorantes, 2005). El cuerpo del sacerdote fue llevado a Tarimoro y velado en la
casa del Presidente Municipal. El 3 de junio lo transportan al hospital civil
de Salvatierra(Ex convento de Capuchinas) donde le practican el reconocimiento
y posiblemente la autopsia.
Luego es transportado al templo de Santo Domingo, donde las personas de
Salvatierra lo velan. Dice la tradición que durante el velorio, el padre
“de repente levantó las manos, como dando la
bendición” (Ruiz Gonzalez, 2001). Foto 3. Fray José
Pérez en su juventud Fotografía: Archivo personal del cronista de
Tarimoro, Damian Méndez Sandoval.
Testimonio del señor Francisco Jiménez, de Salvatierra, que me
contó que siendo niño sus padres lo llevaron al velorio del
padre: En el templo no fue velado porque estaba cerrado, del lado derecho del
templo hay una puerta, ahíestaba, lleno de flores, la gente iba a verlo
ahí, hay una especie de atrio en Santo Domingo y entra por la puertita,
estaba el ataúd lleno de flores, la cara la tenía hinchada, con bigote,
con barba, poquita barba, ya tenía días de haber muerto, y el
ataúd estaba lleno de flores el juicio que teníamos nosotros
era de que lo habían martirizado, ¿sabe por qué? Porque lo
sacrificaron mucho, lo arrastraron con un caballo en un terreno de piedras,
tenía los pies todos.como que la piel se le caía”. Lo
sepultaron en el panteón municipal de la ciudad el 4 de junio al medio
día. Asistieron al funeral cinco mil personas. Sus restos reposaron
ahí 10 años, durante los cuales, la gente siempre llevó
flores y velas. Cuentas las consejas que de su tumba brotaba aceite. Sus restos
fueron exhumados el 2 de junio de 1938 y los depositaron en el templo de San
Francisco de Salvatierra, junto a los cuerpos de dos frailes de
Michoacan que también fusilaron durante la Guerra Cristera: fray
Humilde Martínez y fray Junípero de la Vega (Ruiz
Gonzalez, 2001; Boletín “Promovamos la beatificación
de fray Humilde Martínez, fray Junípero de la Vega y fray
José Pérez”, anónimo, s. f.). ARRIEROS, AGUADORES Y
CAMPESINOS OFICIAN MISAS En las calles de Zaragoza, Morelos e Hidalgo, fue
donde se celebraron mas misas secretas en la ciudad. La actual casa de
la cultura, en el barrio de Guadalupe, albergó a sacerdotes que
también oficiaban celebraciones religiosas (Entrevista a Francisco
Jiménez, 2005). Losparrocos (o padres) que celebraban misas en
los hogares, llegaban vestidos de arrieros o aguadores: el sacerdote arribaba a
la casa con unos burros cargados de cantaros de agua sacada de un
manantial que surtía del líquido a Salvatierra. En la comunidad
de Eménguaro, se habla de un sacerdote, conocido como
“Panchito” Mendoza, que trabajaba en el campo arando la tierra. Las
personas sabían donde andaba trabajando y ahí lo iban a buscar
para que les administrara los sacramentos (Entrevista a Socorro Aranda, 2005).
Hubo quiénes llegaron a denunciar los escondites de los sacerdotes, pero
nunca aprendieron a ninguno. “El gobierno civil de Salvatierra fue muy
tolerante, se hacían de la vista gorda. Ellos mismos iban a las misas en
las casas” (Entrevistas a Francisco Vera y Francisco Jiménez,
2005).
EL TREN DE LA JUSTICIA DIVINA La siguiente leyenda, contada por Francisco Vera,
nos narra “un castigo divino” en contra de unos federales que
quisieron engañar a un sacerdote: En aquél tiempo de la Guerra
Cristera, cierto día iba un tren entre la ruta de Celaya y
Acambaro. En el cabús del ferrocarril viajaba un pelotón
del Ejército Federal, ya que algunos trenes acostumbraban traer
militares que cuidaban que el transporte no fuera asaltado y al mismo tiempo
inspeccionaban si entre la tripulación no había cristeros o
sacerdotes. Por la noche, a los soldados les llegó el reporte de que a
bordo viajaba un sacerdote y se lo fueron a comunicar al teniente a cargo:
“Vaya y búsqueme a esesacerdote, traigamelo, no sé
cómo le va a hacer.” ––le ordenó a su cabo.
Entonces, los soldados planearon una treta para engañar a los pasajeros
y procurar que el sacerdote se delatara por sí mismo. Recorrieron todos
los vagones diciendo: “Mi teniente esta enfermo de muerte, somos
católicos, apostólicos y romanos, estamos en el Ejército,
pero somos católicos, y mi teniente quiere un sacerdote para confesarse,
Él también es católico. Si aquí hay un sacerdote,
que nos diga y que lo vaya a confesar.” Cuando llegaron al carro donde
viajaba el padre, éste no pudo negarse a prestar sus servicios ante tal
situación. “Yo soy sacerdote” ––les
respondió––. “Andele, véngase” Lo
condujeron entonces al cabús donde se encontraba el teniente para
ahí arrestarlo. Pero entrando al cabús, se encontraron con que el
teniente estaba muerto La cuidad protegida, ya que en la cabecera municipal
no hubo desmanes ni saqueos a templos, las leyendas lo atribuyen a la
protección de la Virgen de la Luz, patrona de Salvatierra. A
continuación, doña Socorro Nava cuenta dos leyendas sobre la
protección divina, que salvaguardaba tanto de los cristeros como de los
federales: Las leyendas que a mí me platicaba mi papa y mi
abuelito, mis abuelitos, y que todavía las platican las personas
mayores, es que dicen que cuando venían los revolucionarios o el
ejército a buscar sacerdotes, siempre se encontraban una ancianita en el
camino, pero esta ancianita era como una peregrina que venía de
aquí de la ciudad. Entonces, lossoldados le hablaban y le preguntaban que
cómo veía la ciudad, que si con el número de tropa que
traían podían entrar a la ciudad. Y ésta ancianita siempre
les decía que ni se arriesgaran, porque la ciudad estaba llena de
contrarios y que los iban a destrozar. Esta es una leyenda que se nos ha
transmitido oralmente a todos, pero nosotros atribuimos pues que fue la
Santísima Virgen disfrazada de anciana la que les salía al paso,
para que no entraran a la ciudad.
Otra de las leyendas que se comentan actualmente, es que cuando venían
los revolucionarios o el ejército anticristero a perseguir a los
sacerdotes, siempre tenían la precaución de tender los mira lejos
–catalejos, como les decían en aquel tiempo– [a los
binoculares] y veían la ciudad, los techos de la ciudad los veían
tapizados de gorras de ejército nacional (o de ejército cristero,
según fuera el caso) protegiendo la ciudad. Nosotros seguimos diciendo
que fue la Santísima Virgen la que nos cuidó.
El 5 de septiembre de 1929 el arzobispo de Morelia nombró al
presbítero José García, parroco de Salvatierra, en
sustitución del padre Rafael Méndez. Para octubre de ese
año, se reabre el culto en los templos de la ciudad. Aun así, la
gente siguió desconfiada. Para el 8 de noviembre, el Gobierno del Estado
de Guanajuato comunica la lista de sacerdotes autorizados para ejercer su labor
pastoral en la ciudad (Ruiz, 1976 y entrevista a Francisco Jiménez,
2005.) La lucha en los Agustinos Una de las consecuencias del conflicto,fue que
hubo escasez de sacerdotes en la ciudad, lo que provocó que en 1931, el
convento franciscano de Salvatierra fuera entregado a la diócesis de
Morelia, en Michoacan (estado o provincia vecina que colinda con
Guanajuato) en calidad de depósito (Libro Becerro de Provincia V,1931).
Después de 1929, un grupo de cristeros inconformes, comandados por Lauro
Rocha, continuó luchando en la Sierra de los Agustinos, todavía
entre 1936y 1938. Los soldados acuartelados en Salvatierra siguieron
enfrentandose con ellos en dicha serranía. El capitan Juan
Jaime comandaba a los federales, quien constantemente andaba con su tropa por
aquella zona (Ruiz, 1976). Entre los cristeros destacados de Salvatierra se
menciona a: Telésforo Arriola “El Chato” Andrés
López Salud Cepeda Rufino Ortega Fidel Ortega.
Los cinco originarios del poblado de Urireo, Guanajuato (Méndez, s.f).
Por su parte, el Gobierno Federal se apoyaba en los ejidatarios y desde luego,
en la Presidencia Municipal. En Salvatierra se instaló el 23º
Cuartel rural a cargo de Pedro Gurrola (Ruiz, 1976; Méndez, s.f). El 12
de septiembre de 1936, entró a Salvatierra un grupo de rebeldes, dejando
un saldo de “dos policías muertos y parte de los archivos
municipales quemados”. Tiempo después, las gavillas cristeras
fueron desapareciendo poco apoco “al reforzar el Gobierno los asentamientos
humanos con las dotaciones de tierras ejidales y la creación de las
defensas agraristas”. Se suma a esto la campaña del 44º
Batallón deInfantería al mando de Pedro Figueroa (Ruiz,
1976).Sinarquistas encarcelados. En la ciudad se vivía por esos
años el movimiento sinarquista de una forma muy activa, a tal grado que
en 1935, el Gobierno tomó presos a fray Luis Gallardo, Manuel Romero,
Manuel Aguilar, Trinidad Aranda y Rafael Aranda, líderes del sinarquismo
en Salvatierra.2 Los condujeron al panteón con la intención de
fusilarlos “ahí mismo”. Sin embargo, no llevaron a cabo la
ejecución y los encarcelaron. Los pobladores, cuando se dieron cuenta,
acudieron a la carcel con comida y designaron guardias del pueblo para
que velaran a los presos y evitar que los fueran a fusilar durante la noche.
Tiempo después los soltaron (entrevista a Socorro Aranda,
2005).Coronación de la Virgen de la Luz Parra 1939, todavía la
situación se vivía de manera tensa, las consecuencias del
movimiento cristero seguían arrastrandose. Fue en ese año
que se llevó a cabo la coronación pontificia de la Virgen de la
Luz, en su parroquia. No se podían hacer actos de culto religioso en la
calle, así que después de coronar la imagen, la llevaron en
procesión al atrio de la parroquia. Pero como siempre ha habido personas
muy entusiastas, alguien gritó: “¡que salga la Virgen ala
calle!,” y las personas que llevaban en hombros a la imagen, se fueron a
la calle.2 El sinarquismo fue un movimiento que surgió en México
y que se instituyó como una organización con la
denominación de Unión Nacional Sinarquista, calificada de
tendencia conservadora (“derecha”) yreligiosa (Hernandez,
2004; Laguna Berber, s.f.), fue una de las instituciones que mas
apoyaron a los cristeros.
La procesión tomó el rumbo de la vía Hidalgo y
llegó hasta la calle de Federico Escobedo, donde ya no siguieron porque
el gobierno local detuvo el acto y mandó llamar a los responsables para
hacerlos declarar. Entre los detenidos estuvieron Manuel Romero, Manuel Zavala
y el padre Salvador Rodríguez Mesa(entrevista a Socorro Aranda, 2005).
El museo y la fiesta de fray José Pérez en el templo de San
Francisco, al entrar por el lado derecho, se encuentra una capilla donde
reposan los cuerpos de tres martires de la Guerra Cristera; dos de ellos
son del estado de Michoacan: fray Humilde Martínez y fray
Junípero de la Vega, el tercero es fray José Pérez. El
museo dedicado al parroco José Pérez se localiza en la
entrada del convento de San Buenaventura. Es un pequeño cuarto con
puertas de cristal, en medio de la habitación sobresale una cama de
latón oxidada, propiedad del sacerdote, al igual que los demas
objetos que se encuentran en las vitrinas del lado izquierdo: ropa, libros,
cruces, vendas ensangrentadas y algodones, el sudario donde su cuerpo fue colocado,
entre otros objetos. La pared central muestra fotos de cuando murió y de
las personas que lo acompañaron. En el muro derecho se pueden observar
otras fotos, éstas son de su juventud y su ministerio sacerdotal. El 2
de junio de cada año es la fecha en la cual los salvaterrenses celebran
al sacerdote martir,recuerdan ese día la exhumación de los
restos que se trasladaron del panteón municipal al templo de San
Francisco. Un día antes a la celebración, comenta Alicia
Gómez, encargada del museo, llegan a Salvatierra las peregrinaciones
procedentes de los municipios vecinos y de otras provincias, como
Querétaro. Las conmemoraciones del 2 de junio empiezan en la
mañana con la misa de 7:30 y terminan con la celebración
eucarística. Salen y entran del museo a dar sus limosnas, sus milagros,3
traer sus testimonios y todo eso, ya después salen a disfrutar lo que es
la fiesta, que se hace alrededor de aquí, hacen3 Traer milagros implica
llevar al templo algún objeto con significado religioso (crucifijo, escapulario,
medalla, estampa…) o pequeñas figuritas en plata, cobre u oro, que
representan brazos, piernas, corazones, manos u otra parte del cuerpo, en
agradecimiento de algún favor recibido por parte de un santo o deidad
(la curación de una enfermedad de la propia persona o algún
pariente, el alcanzar un logro, etcétera.)
Posteriormente se celebra una misa a las 12:30 del día, a donde asisten
mas personas. Cabe mencionar que en ambas ceremonias los sacerdotes
bendicen aceite que las personas llevan, con el fin de usarlo para curarse de
dolencias y males. Esta tradición surgió debido a que las
consejas populares cuentan que de la tumba del sacerdote, cuando su cuerpo
estaba depositado en el panteón local, brotaba aceite. ..lo bendicen los
padres, no se vaya con la finta de que es el de la tumba,no, porque mucha gente
eso confunde, entonces no, el aceite el padre lo bendice con una
bendición especial que ellos hacen. Incluso hay gente que viene de
fueras nada mas por el puro aceite. Se lo untan en el dolor que ellas sientan,
hay gente que se lo toma, inclusive los padres cuando supieron que se lo
tomaban, ya bendicen dos tipos de aceite, el de untar y el de tomar (entrevista
a Alicia Gómez). Alicia comenta que las personas son muy Actualmente
fray José especiales en cuanto a este aceite, pues sólo
Pérez, fray Humilde Martínez y fray Junípero de quieren el
que bendicen ese día: “mira, hay a la Vega, se encuentran en
veces que el padre les dice ‘traiganse su aceite, proceso de beatificación.
yo se los bendigo’, ellos no se van conformes, quieren de ese día,
así es la gente”. Así como bendicen aceite, también
bedicen hierbas medicinales: Las hierbas porque es la fe que ellas tienen de
que, de que, este, llegan a bendecir y ya hacen su té y a la hora
de tomarselo se lo toman pidiéndole a fray José
Pérez les alivie aquel dolor, y su creencia y su fe es de que porque
aquí es la bendición, es la fe viva que ellos representan.
Bibliografías
* Voces desde el pasado: La guerra cristera en el estado de Guanajuato
(1926-1929)
* La cristiada: Jean Meyer
* Los silencios de la historia: las cristeras. Agustín Vaca
* Tierra de cristeros ¡Viva cristo rey!
* La cristiada: cristeros mexicanos
* Plutarco Elias Calles: Enrique Krauze