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Guerra Cristera - antecedentes de la guerra cristera



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No resulta ocioso comenzar resaltando el hecho de que el relevante peso de la Iglesia católica en México desde la época colonial condicionó una recurrente disputa en torno a sus atribuciones, provocando agrios enfrentamientos durante el siglo XIX, fundamentalmente a partir del proceso de consolidación estatal bajo auspicios liberales. Aún no siendo totalmente explicable mediante este sólo dato, difícilmente pueda
sobreestimarse la importancia de ese conflicto para el estallido de la llamada guerra de reforma (1857-1861), que sienta el precedente de levantamientos armados en oposición a una legislación liberal que se concibe en los términos de agresión anticlerical. Una década después, y muy interesante debido a que comparte similitudes en cuanto a los alcances geograficos y sectores que se movilizan en contra del Estado durante la guerra cristera, se produce a partir del intento de aplicar esas mismas leyes liberales, ahora con rango constitucional, el denominado levantamiento de los Religioneros (1873-1876) durante la presidencia de Sebastian Lerdo de Tejada.



En términos generales existe consenso en señalar al Porfiriato como un periodo de relativa convivencia pacifica entre el Estado y la Iglesia. Por otra parte, bajo esas circunstancias esta última experimentó una notable reorganización y expansión, siendo particularmente importante su penetración en algunos medios rurales que pasaron a contar con presencia eclesiastica estable por primera vez. Larevolución de 1910, en cambio, hizo emerger una creciente tirantez, sobre todo a partir del ascenso del grupo constitucionalista que inculpa a la Iglesia por su apoyo al reaccionario régimen de Huerta (1913-1914). Las tendencias antieclesiasticas adquirieron así mayor protagonismo, plasmandose en una serie de practicas y medidas que indignaron a los medios católicos. Es célebre por ejemplo la entrada de Obregón en Guadalajara, cuando se tomaron distintos edificios para uso militar o administrativo, se cometieron irreverencias contra el culto y se encarcelaron sacerdotes. Mayor tensión provocó aún la sanción de la Constitución de 1917, ya que la misma contenía artículos claramente antieclesiasticos, y que recortaban fuertemente atribuciones de la Iglesia a manos del Estado: en ese texto se prohíben las órdenes monasticas, se niegan derechos de posesión de bienes inmuebles, se reglamentan las funciones religiosas y el número de sacerdotes que pueden oficiar misa, se avanza en el laicismo educativo, etc.

Según señala el historiador britanico Alan Knight, el triunfo del constitucionalismo en 1914 abrió el camino a un anticlericalismo que, anteriormente menor y vago, pasó al centro de la escena revolucionaria oficial; y si bien es cierto que éste era un movimiento que provenía fundamentalmente de las ciudades y de las elites, no tardó en extenderse también al campo y a algunos sectores populares.

El vínculo con la Iglesia comienza así a constituirse en un terreno de seriosenfrentamientos, politizando a la institución eclesiastica y la religión, y tendiendo a conformar bandos enfrentados. Así y todo, en conjunto se trata de configuraciones complejas en las cuales las fracciones mas radicales e intransigentes eran una minoría. Con la consolidación de la hegemonía constitucionalista y el acceso de Obregón a la presidencia a principios de la década de 1920 el conflicto incluso pareció apaciguarse, no en poca medida debido a las señales de mayor pragmatismo y predisposición a la conciliación por parte de este último. Sin embargo, a partir de la presidencia de Elías Calles (1924-1928), representante del sector mas tenazmente anticlerical del constitucionalismo, las tensiones en torno a la cuestión religiosa llegarían a su clímax, produciéndose en aquel contexto de exaltación la guerra cristera. Como sostiene Jean Meyer, especialmente relevantes para el estallido de la crisis fueron la competencia entre los sindicatos católicos y los de la CROM (Confederación Regional Obrera Mexicana, aliada al gobierno y fervientemente anticlerical), y el proyecto de establecer una Iglesia Católica Apostólica Mexicana adicta al gobierno. Por su parte, este intento cismatico convulsionó a los militantes católicos, quienes fundaron organizaciones de lucha como la Unión Popular y la Liga Nacional de Defensa de la Libertad Religiosa (LNDLR), las cuales mantendrían una importante actuación durante la guerra cristera.

El aspecto mas sensible fue sin embargo lapretensión gubernamental de aplicar rigurosamente las leyes constitucionales de caracter anticlerical a inicios de 1926, produciéndose una respuesta de la jerarquía eclesiastica pidiendo que se las aboliese. Por el contrario, Calles redobló su ataque decretando a mediados de ese año una serie de reformas al Código Penal relativas a las sanciones por infringir la legislación sobre cultos. La ruptura definitiva se produjo entonces cuando, a través de una pastoral colectiva, la Iglesia anunció que suspendería los cultos a partir de agosto. Pese a su radicalidad, tal decisión no implicaba mas que una medida de protesta que explicitaba el enfrentamiento institucional entre Iglesia y Estado. A partir de allí, sin embargo, comenzaron a producirse durante el segundo semestre de 1926 alzamientos espontaneos que movilizaron a diversos sectores rurales, tomando el conflicto otra dimensión. Para inicios de 1927, en algunas regiones la insurrección es amplísima, adquiriendo los rasgos de una verdadera guerra civil (aunque debe aclarase que en ningún momento corrió riesgos la estabilidad del gobierno central). Sobre todo es así en la zona centro-occidental (estados de Jalisco, Michoacan, Colima, Aguascalientes, Nayarit, Zacatecas y Guanajuato), donde los cristeros se enfrentaron al ejército y auxiliares bajo la forma de guerrillas, llegando a controlar intermitentemente algunos pueblos, y obteniendo importantes apoyos de buena parte de la población.

Luego de tres años de cruentas luchas, durantelos cuales los cristeros llegaron a mejorar notablemente su organización y se convirtieron en una seria amenaza, el conflicto concluyó debido a un acuerdo entre el gobierno y las autoridades eclesiasticas que puso fin a la suspensión del culto. Este acuerdo implicaba una desautorización inmediata de parte de la jerarquía, dejando sin legitimación a aquellos sectores que pretendían continuar con las acciones armadas. Para ese entonces, el saldo de la guerra había sido de unos 70000 a 85000 muertos, casi la mitad de los que ya había cobrado la Revolución durante la década anterior.

En años posteriores, las tensiones por cuestiones religiosas continuarían teniendo un peso significativo, especialmente a partir de las campañas de “educación socialista” en el campo. Incluso se producirían aislados y débiles levantamientos que conforman, tal como en el caso de la chuanería en Francia, una continuidad con la guerra cristera, tomando por eso mismo el nombre de “la segunda”. Pese a todo, el gobierno de Lazaro Cardenas marcaría el inicio de una política conciliatoria que pondría fin al ciclo de enfrentamientos frontales entre Iglesia y Estado. A partir de allí, se conformaría una memoria oficial que, con relativo éxito, entendería a reivindicar a las figuras del constitucionalismo y acallar la amplitud de la guerra cristera, ya que se trataba de un hecho que sin dudas contradecía el relato que simplificadamente componía un origen heroico y a medida del por mucho tiempo gobernante PRI.Este gobierno anticlerical que había aprovechado la Revolución para encaramarse al poder, lo esperaba todo, menos una resistencia tan fuerte como la que presentó el pueblo. Para ellos era inconcebible que los cobardes y dóciles católicos -que ya les habían aguantado miles de atropellos- se organizaran y tomaran armas para repeler la agresión del gobierno. Líderes como Carranza, Obregón y Calles tenían el extraño complejo de sentirse infalibles, omnipotentes en sus caprichos, para ellos la Constitución, por el simple hecho de serlo, tenía el poder de cambiar la naturaleza de las cosas, y si la Constitución decía que los templos eran del gobierno, esto era cierto ipso facto. Todos los ataques contra el clero se invocaban como 'cumplir la Ley', pero un país donde 'cumplir la Ley' es lo mismo que acabar con la Fe del Pueblo, es un país sin libertad. El gobierno pensaba que los católicos, amantes de la paz, no se animarían a luchar, pero el pueblo amaba la Libertad mas aun que la Paz, y hay paces que sólo se encuentran del otro lado de la guerra. 

Esto explica el furor del gobierno, su despecho y su estupefacción ante la reacción de la sociedad en masa que les hizo frente, y a su vez reaccionaron dispuestos, mediante el terror y la fuerza bruta, a hacer valer las 'leyes' que ellos sólos habían creado, y que pretendían que el pueblo debía acatar.

Un magnífico resumen de la Guerra Cristera es una Carta de Francisco Campos, poblador de Santiago Bayacora, Durango:

'El 31de Julio de 1926, unos hombres hicieron porque Dios nuestro Señor se ausentara de sus templos, de sus altares, de los hogares de los católicos, pero otros hombres hicieron porque volviera otra vez; esos hombres no vieron que el gobierno tenía muchísimos soldados, muchísimo armamento, muchísimo dinero pa´hacerles la guerra; eso no vieron ellos, lo que vieron fue defender a su Dios, a su Religión a su Madre que es la Santa Iglesia; eso es lo que vieron ellos. A esos hombres no les importó dejar sus casas, sus padres, sus hijos, sus esposas y lo que tenían; se fueron a los campos de batalla a buscar a Dios nuestro Señor. Los arroyos, las montañas, los montes, las colinas, son testigos de que aquellos hombres le hablaron a Dios nuestro Señor con el santo nombre de VIVA CRISTO REY, VIVA LA SANTÍSIMA VIRGEN DE GUADALUPE, VIVA MÉXICO. Los mismos lugares son testigos de que aquellos hombres regaron el suelo con su sangre, y no contentos con eso, dieron sus mismas vidas porque Dios nuestro Señor volviera otra vez. Y viendo Dios nuestro Señor que aquellos hombres de veras lo buscaban, se dignó venir otra vez a sus templos, a sus altares, a los hogares de los católicos, como lo estamos viendo ahorita, y encargó a los jóvenes de ahora que si en lo futuro se llega a ofrecer otra vez, que no olviden el ejemplo que nos dejaron nuestros antepasados'.

A pesar de la suspensión de cultos, los obispos ya habían expresado su rechazo a la lucha armada -entre ellos Mons. Pascual Díaz, Mons.Manríquez y Zarate y Mons. Herrera Piña-. Pero al mismo tiempo los obispos prohibieron a los fieles cooperar con el gobierno en el asunto de redactar listas de sacerdotes, iglesias y hacer inventarios. El gobierno no quiso doblar la mano mas que en Sinaloa y Coahuila, pero los católicos del país vieron en tales 'inventarios' una profanación. Que Calles no esperaba un alzamiento lo hizo constar Silvino Barba Gonzalez, quien rechazó el puesto de gobernador de Jalisco que le ofrecía Calles, con las siguientes razones:

'Ya me he jugado la vida varias veces, y la seguiré jugando cuando haya buenos motivos para hacerlo; pero no cuando considere que todas las circunstancias estan en mi contra, como lo veo claramente en este caso Señor Presidente, usted no quiere creer que se van a levantar en armas los católicos fanaticos de mi estado El señor general Joaquín Amaro, Secretario de Guerra y Marina tampoco quiere creerlo, y el señor general Jesús Ferreira, jefe de las operaciones militares de Jalisco, también es de la misma opinión. Esto quiere decir que al realizarse la sublevación, que yo la creo absolutamente segura, el gobierno a mi cargo no contara con el apoyo ni con la ayuda de las fuerzas armadas de la Federación.

Como antecedente, en marzo de 1926 el general Ortiz se presentó para detener a los sacerdotes de Valparaíso, Zacatecas, y entonces la gente se alarmó, de todas las rancherías acudieron gentes armadas, dispuestas a atacar a Ortiz. En esos últimos meses se gestó laopinión en la zona de Jalisco, Durango y Michoacan, que una revolución no era una opción tan lejana, dado como estaban las cosas. El 3 de Agosto de 1926 hubo un serio combate en Guadalajara, Jalisco. El ejército y el pueblo se enfrentaron a balazos, 50 soldados fueron rechazados y tuvieron que volver con refuerzos de 250 hombres a la carga. Al día siguiente los combatientes se rindieron y 390 hombres fueron llevados al cuartel militar.

El 4 de Agosto en Sahuayo Michoacan, el gobierno quiso cerrar la iglesia y los civiles se pusieron armados con palos y piedras, enfrente del templo. Las milicias enviadas a combatirlos sencillamente se pasaron a su bando. Unos días después los rebeldes se fueron al campo y el general Tranquilino Mendoza pudo retomar la plaza. 

Finalmente aparecieron los levantamientos importantes. El primero ocurrió en Zacatecas. El 14 de Agosto el ejército detuvo al parroco de Chalchihuites, Luis Batiz, hombre pacífico y muy querido por el pueblo. Al día siguiente llegó al mercado el tratante de ganado Pedro Quintanar, personaje influyente y respetado, y los paisanos le pidieron que liberara al parroco. Quintanar fue a emboscar a los soldados, pero en el combate murieron los prisioneros que ellos tenían. Quintanar convocó a mas hombres de toda la región, y el 29 de Agosto entraban en Huejuquilla el Alto (Jalisco), donde derrotaron a un contingente de 50 soldados.
En Octubre se rebelaron trece localidades tapatías: Tlajomulco, Etzatlan, Belén Refugio,Zapotlanejo, Atenguillo, Ameca, Tepatitlan, Cocula, Ciudad Guzman, Chapala, Atengo, Ayutla y Tecolotan. Ese mismo mes los cristeros de Santiago Bayacora, Durango, derrotaron a tropas del 26º batallón y 76º regimiento enviados contra ellos, recogiendo un valioso botín. 

Noviembre de 1926: El día 2 la Secretaría de Guerra declaraba: 'Ningún problema militar afecta a la República Mexicana hoy, pero los hechos los desmentían. El día 3 hubo combates cerca de Tepatitlan Jalisco, el 5 en Zapotlanejo y Tlajomulco. El día 7 en San Juan de los Lagos el teniente Marcos Coello ordenó a su pelotón que quitara de los sombreros de los peregrinos las cintas que decían 'Viva Cristo Rey'. Se armó una gresca y el teniente y cuatro paisanos murieron. El día 10 el ex-villista José Velasco atacaba Calvillo, Aguascalientes y Filomeno Osornio tomaba Santa Catarina, Guanajuato. El 19 los cristeros atacaban El Mezquital, Durango, y el 28 los primos Felipe y Hermino Sanchez iniciaban la rebelión en Totatiche Jalisco, puestos de acuerdo con Pedro Quintanar.

Diciembre de 1927: El día 9 Quintanar hizo contacto con Herminio Sanchez y ambos derrotaron a los federales del 59º Regimiento el día 26; murieron 41 soldados y 4 cristeros, entre ellos Sanchez. El día 23 el gobierno de Jalisco afirmó que 'no había problema militar en el estado', cuando 20 municipios seguían sublevados. 
Y finalmente, a finales de diciembre se unía a la guerra Anacleto Gonzalez Flores -a quien vamos a dedicar mas espacio-. Anacletono quería la violencia, pero comprendía como muchos acejotaemeros y católicos que los movimientos iban a ser aplastados por el gobierno si no recibían ayuda, y que habría represalias en caso de victoria gubernamental.
Al acabar el año de 1926 ya había revueltas en practicamente todos los estados del centro del país, desde Durango a Guerrero, desde Veracruz a Jalisco.
Todavía, sin embargo, se hablaba de grupos, de revueltas locales, por estado. Pero luego de cinco meses de combates esporadicos, el gobierno de Calles no modificaba su actitud, y entonces, a partir de Enero de 1927 hubo un alzamiento general e ininterrumpido hasta los 'arreglos' de 1929. 

La rebelión armada en la entidad estuvo encabezada, entre otros líderes, por José Velasco, que el 1 de noviembre de 1926 se levantó en Calvillo. En este movimiento participaron por lo menos dos sacerdotes, algunas religiosas que escondían a los rebeldes, algunos hacendados y, sobre todo, grupos de clase media y pueblo que manifestaban su oposición al gobierno. En general, en la parte oeste del estado había cristeros, aunque incursionaban en casi toda la entidad y en otros lugares de Zacatecas y Jalisco. Su principal baluarte era la región de Calvillo y la Sierra Fría.
En sus esfuerzos por detener la rebelión, el gobierno recurrió a los agraristas, muchos de los cuales habían recibido tierras durante el gobierno de Elizalde, involucrandolos —en ocasiones en contra de su voluntad— en los combates mas arriesgados. Muchoshacendados pactaron con el gobierno. En mayo de 1929 Maximino Avila Camacho fue recibido en Aguascalientes con un gran banquete y baile en la hacienda de Peñuelas, propiedad de Miguel Dosamantes Rul. No era cierto que los cristeros representaran los intereses de los hacendados, tal como se decía, aunque tampoco estaban de acuerdo con la reforma agraria impulsada por el gobierno federal.
Al terminar la lucha los templos fueron devueltos y el culto reanudado. El nuevo obispo, José de Jesús López y Gonzalez, designó a un grupo de sacerdotes para que recibieran los edificios, pero pronto volvieron a encontrarse dificultades con el gobierno.
El clero y varios grupos de católicos protestaron pacíficamente por el nuevo cierre de los templos y por la 'educación sexual y atea', mientras que los cristeros encabezados por José Velasco y José María Ramírez volvían a levantarse en armas en 1932, a pesar de que la jerarquía eclesiastica prohibía el uso de las armas.
Al llegar Cardenas a la presidencia el discurso y las medidas anticlericales no cambiaron. En Aguascalientes se clausuró el seminario y a finales de 1935 sólo estaban autorizados para ejercer en todo el estado seis sacerdotes. A principios de 1935 la mayoría de los templos se cerró y se hicieron algunas expropiaciones.
Nuevamente la Iglesia protestó y reforzó sus actividades clandestinas. Las ceremonias religiosas siguieron haciéndose burlando la vigilancia de policías e inspectores, los seminaristas continuaron recibiendo clasesa escondidas y en algunos lugares la gente se armó para protestar por el cierre de su templo. Los católicos organizados tuvieron una importante participación en estos años, sobre todo a través de la Acción Católica Mexicana, que protegía a sacerdotes perseguidos, conseguía casas para celebrar ceremonias religiosas, fundaba escuelas católicas en la clandestinidad, catequizaba a jóvenes y niños, e impulsaba a grupos de obreros y obreras católicos, con el propósito de competir con el sindicalismo oficial.
En el campo la situación era mas difícil y compleja, pues el reparto de tierras había dividido a los católicos. Algunos campesinos que se beneficiaron con la reforma agraria se opusieron a sacerdotes que amenazaban con excomulgar a todo aquel que aceptara las tierras que daba el gobierno. En cambio, otros campesinos, fieles a sus tradiciones y a los mandatos clericales, reprobaron el tipo de reparto que estaba impulsando el Estado, tal y como sucedió en Calvillo. Los cristeros de Aguascalientes no se oponían al reparto agrario, sino a la forma y el uso político que se estaba haciendo del reparto y de los campesinos. Sin embargo, la lucha tendió a decrecer paulatinamente hasta extinguirse. En agosto de 1935 José Velasco y Placido Nieto fueron asesinados en pleno centro de la ciudad y para 1936 practicamente el movimiento cristero había sido eliminado en la entidad.
Para resistir al gobierno, en 1937 muchos habitantes del estado se incorporaron al sinarquismo. La resistencia delos católicos y la tolerancia de los gobiernos de Aguascalientes permitieron que las medidas anticlericales no se llevaran a la practica. En 1938, la misma política del gobierno federal favoreció esta tendencia hacia la moderación.
Desde muy temprano se produjeron una enorme cantidad de relatos disímiles a propósito de la guerra cristera. Sean favorables, críticos o relativamente neutrales, estos relatos componen una vasta literatura que va desde la narrativa (sea en forma novelada o de cuentos), a obras teatrales y toda una serie de corridos (un género musical muy popular en México) que tematizan diversos aspectos del conflicto.
Por ejemplo, particularmente conocidos dentro de este corpus son la novela Rescoldo de Antonio Estrada (texto publicado en 1961 que trata sobre “la segunda”) y algunos cuentos de Juan Rulfo, como El llano en llamas y La noche que lo dejaron solo, aunque en términos de celebridad, mención aparte merece el Corrido de Valentín de la Sierra, compuesto en 1928 por Lidio Pacheco, de amplísima circulación y grabado numerosas veces por diversos artistas, aunque en una versión diferente.
En contraste con esta profusión, las obras de analisis histórico fueron escasas durante las primeras décadas subsiguientes al conflicto, y en todo caso permanecieron dentro de una lógica interpretativa maniquea y poco documentada. Por ejemplo, podría contraponerse la visión anticlerical de Alfonso Toro —historiador liberal a cargo del Archivo General de la Nación cuandoescribe su libro en 1927, al calor de los hechos— con la fervientemente crítica del gobierno revolucionario de Miguel Palomar y Vizcarra (vicepresidente de la LNDLR). Si bien en estos casos se trata de contemporaneos y protagonistas, lo cual puede explicar la tendencia a una explicación unilateral, tal pauta se mantiene en textos posteriores. Así, pueden confrontarse de modo similar las interpretaciones del historiador soviético Nicolas Larín con las del mexicano Antonio Ríus Facius, quienes desde posiciones político ideológicas antagónicas coinciden, sin embargo, sobre la existencia de una conspiración del bando adversario que se quiere demonizar.

En el caso de Larín, se postula que las fuerzas del clero, los intereses “feudales” y el imperialismo se hallan detras de los levantamientos cristeros; inversamente, según Ríus Facius la rebelión es una respuesta defensiva contra la alianza anticatólica del gobierno revolucionario, la masonería y el protestantismo estadounidense. Sin embargo, ya en la década de 1960 se publica un importante trabajo de Alicia Olivera Sedano que evade las visiones maniqueas al estudiar ampliamente las distintas fracciones que se oponen en cada uno de los bandos durante el conflicto. Así, se diferencia con claridad a los grupos liderados por Obregón y Calles dentro del conjunto gubernamental, y a la actuación del episcopado, la Liga (compuesta por sectores medios urbanos), y los grupos rurales que se alzan desde el bando cristero. Por otra parte,este estudio analiza por primera vez un amplio conjunto documental y de testimonios orales que permiten fundamentar con mayor rigor la investigación. El trabajo se caracteriza de todos modos por un tono descriptivo que elude una explicación sobre las causas del levantamiento cristero. A lo sumo, Olivera señala al pasar que las luchas se dan en areas profundamente religiosas, lo cual se complementa con un descontento agrario por la defectuosa política rural del gobierno.
Pese a esta carencia interpretativa, es preciso destacar la relevancia de este texto, que marca el inicio de un tratamiento basado en una diversidad de fuentes y sensible por el caracter contradictorio del fenómeno. Para la década de 1970, apareció un grupo de trabajos monograficos producidos por investigadores estadounidenses que continuaron el camino abierto por Olivera.Siendo ademas varios de ellos el resultado final de tesis doctorales, ofrecieron una ampliación de las pruebas documentales que enriquecieron a la incipiente area de estudios sobre la guerra cristera. Sin embargo, estos analisis tendieron a concentrarse en la disputa entre el Estado y la Iglesia, dejando a las bases rurales en un segundo plano. De hecho, ya sea tomando a la jerarquía eclesiastica en un caso, o a la Liga en otro, estos enfoques terminan por sobredimensionar el papel de estas últimas en tanto supuestas direcciones del bloque católico, conformando una historia “desde arriba” de las elites dirigentes.
Por el contrario, elcélebre trabajo del historiador francés Jean Meyer (publicado en 1973, y procedente de una tesis de doctorado defendida dos años antes) se concentró en el estudio de los grupos que participaron en el levantamiento rural, destacando su autonomía del episcopado y de las organizaciones urbanas como la Liga. En contra de la visión hegemónica hasta ese entonces, en su libro Meyer repite hasta el cansancio que la rebelión no fue organizada ni dirigida por organizaciones confesionales, y que de hecho el supuesto papel de la Liga en ese sentido fue sumamente deficitario. Según su punto de vista, a excepción del nombramiento de Enrique Gorostieta como general cristero (con quien rapidamente entra en conflicto), la actuación de ésta fue mas bien nociva, ya que incumplió sus promesas, y se encargó de desmontar a importantes organizaciones de apoyo para los cristeros, como la Unión Popular y las Brigadas Femeninas.
En cuanto al clero, sostiene Meyer que con muy pocas excepciones la jerarquía buscó desde un principio una salida consensual (a la cual finalmente arribaría), tratando con recelo la lucha armada, y que si bien los sacerdotes rurales tuvieron cierto protagonismo, fue siempre en vínculo con reacciones populares mas
amplias, y no en el papel de cabecillas o instigadores principales. El énfasis en su rechazo a la explicación del alzamiento a partir de una dirección “externa” se debe finalmente, tal como sintetiza en un pasaje, a que…

La tesis del complot sacerdotal sostieneimplícitamente (ya sea su autor negro o rojo) que los campesinos no tenían motivo propio y serio para levantarse y que habían sido incitados. Un sacerdote intrigante, unos campesinos embrutecidos, un error político (la ley Calles), he aquí el esquema que permite eliminar a los cristeros de su guerra. Exaltando el papel del cura, estigmatizando su culpabilidad, se hace del cristero el juguete de sus cabecillas: hay que decir (y nosotros lo hemos dicho) que la presencia del sacerdote que aprueba su actitud exalta la decisión del grupo insurrecto; pero este sacerdote no es sino el reflejo de la tendencia general.

En su libro Meyer destaca el hecho de que los ejércitos cristeros se conformaron a partir de una coalición multiclasista rural, de la cual solamente quedaron excluidos los hacendados y campesinos agraristas (aquellos que obtuvieron tierras del gobierno y a cambio eran movilizados en su favor). El autor no se detiene sin embargo a analizar posibles diferencias y contradicciones dentro de esta coalición, tratando al movimiento como un conjunto monolítico que representa al “pueblo católico rural.” Así, a pesar de la centralidad que adquiere en su analisis el grupo que llevó adelante la guerra, en rigor lo toma como un bloque sin fisuras que ademas representaría las tendencias profundas de todo el ambito rural no privilegiado, al menos de las regiones que se levantan en armas. En todo su extenso relato (se trata de una transcripción practicamente completa de sutesis original que ocupa tres tomos con mas de mil paginas) se presenta repetidamente la figura de un pueblo rural en armas que responde al unísono ante la agresión estatal, sin variantes de importancia.

Dado que de todos modos se reconocen las diferencias socioeconómicas de los rebeldes, Meyer sostiene que su motivación no respondía a causas en ese nivel, sino a su profunda y compartida religiosidad “católica romana tradicional, fuertemente enraizada en la Edad Media hispanica” que defienden en contra de la intrusión del Estado. En su opinión, el conflicto es vivenciado ademas como oportunidad para la aventura mística y el martirologio como destino de entrega en nombre de Cristo Rey:

De pobres diablos insignificantes pasan a ser martires y lo dicen tranquilamente, cesando de obedecer a los poderes a los que, todavía la víspera, saludaban humildemente. ‘¡Qué facil esta el cielo ahorita! Yo me voy’, y ‘Nuestros abuelos, cuantas ganas hubieran tenido de ganarse la gloria así, y ahora Dios nos la da’. En la persecución, veían la prueba de la predilección que por este país tenían la Virgen y Cristo.

Mientras tanto, el Estado es presentado en el texto como ajeno y opresor frente a una Iglesia compenetrada con los valores populares y que ha demostrado “su buen gobierno” en el ambito rural. Las violentas acciones del primero, entonces, terminan por enajenarle cualquier posible apoyo: concentraciones, exacciones, robos, torturas, incendios, etc. De allí que para Meyer,fuera del ejército federal, que es su brazo ejecutor, apoyos como los provistos por los agraristas movilizados sólo puedan responder a su uso como meras marionetas por parte del gobierno que les ha otorgado las tierras.

Al menos en las zonas cristeras, sostiene el autor, la mayor parte del campesinado es proclerical y contrario a la reforma agraria llevada adelante por el Estado revolucionario. De aquí se desprende su conclusión revisionista, según la cual el levantamiento cristero es un arrebato defensivo frente a una Revolución que en verdad sólo ha resultado una continuidad de la centralización del Porfiriato:

La Cristiada fue un movimiento de reacción, de defensa contra lo que se ha convenido en llamar la Revolución, o sea el desenlace acelerado del proceso de modernización iniciado a fines del siglo XIX, la perfección y no la subversión del sistema porfirista.

Sin dudas el texto de Meyer representó un hito dentro de la literatura histórica sobre la guerra cristera, no solamente por su interés en los sectores rurales participantes, sino también por su capacidad para exponer una interpretación convergente con una crítica de fondo a cierta visión estereotipada de la Revolución. Como es sabido, esta concepción sería profundizada por el propio autor en textos posteriores, y ampliada por otras investigaciones que también atacaban la supuesta ruptura y progresión que habría causado el acontecimiento abierto en 1910, transformandose finalmente en nueva versiónhegemónica. Por otra parte, el libro fue un éxito editorial que hasta la actualidad continúa reeditandose en diferentes formatos. Probablemente, esto se deba en no poca medida a la amena escritura de Meyer, pero aún mas a una estructura narrativa que representa los hechos bajo una modalidad cercana a la épica, con los cristeros como héroes, las fuerzas estatales como los enemigos, y el episcopado y la Liga como los traidores a la causa. Tal simplificación, que vuelve tan atrayente al relato como esquematica la explicación histórica, es al menos un punto de partida explicitado y defendido con claridad por el autor, quien desde el título de Cristiada parece buscar un tono entre rapsódico y hagiografico, y que en un prefacio mas tardío sostiene orgullosamente haber escrito desde un punto de vista “100% favorable a los cristeros.”

Agustín con simpleza dijo:-Nomas llega el Gobierno y nos lleva como vientecito y la lumbre al pasto. Antioco lo miró y le dijo: Pos ya estara de Diospa’ eso nos metimos”Dialogo entre Agustín Vegay Antioco Vargas(cristeros de Tarimoro)

Ademas de los factores que propiciaron la Guerra Cristera en México y mas específicamente en Guanajuato (cierre de templos, prohibición de culto y agresiones a sacerdotes), en el caso de Salvatierra los conflictos se acrecentaron debido al movimiento agrario y la dotación de ejidos a las comunidades rurales(algunos hacendados se sintieron despojados de sus tierras y aprovecharon el movimiento para apoyar a los cristerosen su lucha contra las autoridades federales y locales e intentar revertir los hechos). Asimismo, el sindicalismo obrero provocó conflictos con los dueños de las fabricas de la población y ante el caos provocado por la guerra, éstos decidieron actuar en contra de los obreros. Don Luis Vera en entrevista (2005) señala: todo era camorra y muchos se aprovecharon para resolver asuntos que no tenía que ver con la guerra: los problema con las fabricas, en el campo, disputas familiares… todo… entonces, el problema se hizo mayor, fue mas alla de la persecución de sacerdotes y cristeros. Otra cuestión que tuvo que ver con el crecimiento del conflicto en Salvatierra fue la cercanía con el Cerro de los Agustinos, ya que era un lugar donde los cristeros podían ocultarse y organizar ataques en contra de las fuerzas federales(Ruiz, 1976). Recordemos que la población es parte del Bajío (una zona plana con pocas cumbres), por lo que cada cerro era muy valioso para fines de refugio. LA PARROQUIA ABIERTA El 15 de julio de 1926 el arzobispo de Morelia dio a conocer la orden de suspensión de los cultos. Antes de que los templos fueran cerrados, los sacerdotes pusieron en resguardo los objetos de valor que existían en templos y conventos. El 1º de agosto de ese año, se integraron las juntas vecinales para custodiar los templos de: La Parroquia El Carmen San Francisco Capuchinas Oratorio de Los Dolores San Juan 5

Santo Domingo El parroco de la ciudad, Rafael Lemus, se refugió en la poblaciónvecina de Pénjamo, y delegó sus funciones al cura Rafael Méndez. El capellan del templo del Carmen (el mas importante de la ciudad), fray Jacinto Coria, también salió de Salvatierra. Fray Gregorio Linares, guardian de la iglesia de San Francisco, permaneció en la ciudad, escondido en casas particulares (Ruiz, 1976). Cabe destacar que la iglesia denominada como “La Parroquia” fue el único templo de Salvatierra que no cerró sus puertas al culto. Al no haber sacerdotes, grupos de laicos eran los encargados de hacer las celebraciones religiosas (a excepción de las misas), ademas de los rosarios y novenas (Entrevista a Socorro Aranda, 2005). LA ZONA DE URIREO Y LOS AGUSTINOS Los cristeros que salieron de Salvatierra eran en su mayoría campesinos y algunos obreros. Como dice don Francisco Jiménez: “eran gente pobre de las rancherías”. El pueblo consideraba a los cristeros como héroes: “por el valor de haber dejado a su familia y marchado a pelear por sus ideales”. Como ejemplo, esta un cristero de nombre Gumersindo López, originario del poblado de Presitas, que como muchos otros, abandonó a su familia y se fue a pelear por la causa. Los cristeros se fueron a pelear con “todos los que andaban en el Cerro delos Agustinos”. Este lugar se ubica en el poblado de Urireo, entre Salvatierra y Tarimoro, y constituía un sitio donde los rebeldes bajaban a comer y abastecerse de víveres para subsistir en la sierra montañosa (Entrevista a Francisco Jiménez,2005) Precisamente, en el año de 1927, enUrireo se llevó a cabo “uno de los combates mas encarnizados”, en los parajes conocidos como Monte Prieto y Rosas Blancas. Los federales, con el apoyo de las defensas rurales, derrotaron a los cristeros y dieron muerte a Susano Ramírez, cabecilla de éstos, así como a la gente que luchaba con él (Ruiz, 1976). En ocasiones los cristeros llegaron a entrar a la cabecera municipal, pero de manera pacífica, ya que dentro de la ciudad ni siquiera llegaron a enfrentarse con los federales. Algunos de estos rebeldes llevaban en su indumentaria un letrero en

Un listón que decía: “Dentente1 bala, el Sagrado Corazón de Jesús esta conmigo”. Ademas de los gritos que los caracterizaban: “¡Viva Cristo Rey, viva la Virgen de Guadalupe, viva la iglesia!” (Entrevista a Francisco Vera, 2005). En Salvatierra existía un comité de mujeres que periódicamente pedían dinero tanto para la manutención de los cristeros como de los sacerdotes. Lo recolectaban “tocando de casa en casa” y luego se lo hacían llegar a los cristeros para que compraran armas y alimento (Entrevistas a Francisco Vera y Francisco Jiménez, 2005). ACUERTELADOS EN UNA HACIENDA En la Hacienda Sanchez, localizada en las afueras de la ciudad, a un costado del camino que conduce hacia Cortazar, se aprovisionó temporalmente la compañía de la 22ª Zona Militar, a cargo del capitan Juan Jaime (Ruiz, 1976; entrevistas a Damian Méndez y Francisco Vera, 2005). Cuando el ejército patrullaba Salvatierra, la población se escondía por miedo a quelos militares tomaron represalias. No se supo de ningún atentado contra las personas de la cabecera municipal, mas no ocurrió así en las ranchería saledañas. En 1928, un rancho llamado Puchote fue quemado y desalojado por soldados del Gobierno Federal, quienes buscaban el producto de los robos de algunos supuestos “cristeros” que andaban saqueando los alrededores (Entrevista a Francisco Vera, 2005; Alejo, 2000). FRAY JOSÉ PÉREZ: MARTIRIO ENTRE TARIMORO, SALVATIERRA Y CELAYA El sacerdote José Pérez fue otro de los religiosos fusilados en Guanajuato por el ejército en el tiempo de la Guerra Cristera. José Pérez nació en Coroneo el 26 de diciembre de 1890. Ingresó al seminario franciscano de Querétaro en 1904 y profesa en 1912. Durante el conflicto armado, el padre Pérez se encontraba en la vicaría de Jerécuaro, de donde se desplazaba a pueblos y rancherías para oficiar las misas “a escondidas” de las autoridades locales y federales.1 El término “dentente” no es un error ortografico, así se usaba en la época por parte de personas con los menores niveles educativos.

La población “Cañada de Tirados”, Tarimoro, celebraba el fin del mes de la Virgen María; para tal festejo solicitaron a Jerécuaro un sacerdote que oficiara la misa de la celebración, así les fue enviado fray José. Concluida la festividad, un grupo de campesinos se ofreció a acompañar al padre de regreso hasta la vicaría. Era mediodía y al ir pasando por un paraje denominado “El Cajón”, les salió al paso un grupo demilitares disparando hacia ellos, logrando matar a uno de los acompañantes y haciendo que dos mas “escaparan del susto”. El padre iba vestido de civil, así que no sospecharon que pudiera ser sacerdote. Sin embargo, los soldados les quitan los caballos y avientan las pertenencias que los animales llevaban. Una de las cargas que cae al suelo es una maleta que con el impacto se abre y muestra en su interior ornamentos sacerdotales.

“–¿Quién es el cura?– preguntaron los soldados – Yo señor–, respondió fray José”. Ante tal contestación, los militares aprenden al religioso, dejando libre a sus acompañantes, menos a Mauro López y a Bonifacio Ortiz. Los tres fueron conducidos a Tarimoro (Ruiz Gonzalez, 2001). Según el testimonio de Margarita Dorantes, hicieron que el padre caminara descalzo durante el trayecto. “Lo hicieron caminar descalzo, lo lazaron con una reata que decían “llevamos a un toro en venta” Se comenta entonces que ademas de ir descalzo, iba amarrado a los caballos, los cuales lo arrastraron por el camino lleno de piedras. En Tarimoro, los apresados fueron exhibidos en la plaza pública. De nada valieron las súplicas de la gente que abogó por la libertad del religioso, hasta la petición del Alcalde de la población fue desoída. La comida llevada a la plaza pública para los presos terminó siendo ingerida por los soldados. A las seis de la tarde el padre, Mauro y Bonifacio fueron conducidos a Salvatierra, donde los remiten a la Hacienda Sanchez, que como ya se mencionóera un cuartel establecido en la ciudad. El viernes 1º de junio los presos son transportados en tren al cuartel militar de Celaya, ubicado frente a la fabrica “La Favorita”. El sabado 2 de junio el padre es conducido a la Hacienda de Cacalote, Tarimoro. A las cinco de la mañana y por órdenes del coronel Severiano Pineda, encargado de la zona militar de Celaya, el padre José Pérez es fusilado bajo un mezquite. Tenía 37 años (Ruiz Gonzalez, 2001). Había un corralito de piedra, ramas con espinas encima para que no pisaran donde el cuerpo quedó muerto. Donde lo mataron había un frondoso mezquite, le decían “El mezquite del descanso” (entrevista a Margarita Dorantes, 2005). El cuerpo del sacerdote fue llevado a Tarimoro y velado en la casa del Presidente Municipal. El 3 de junio lo transportan al hospital civil de Salvatierra(Ex convento de Capuchinas) donde le practican el reconocimiento y posiblemente la autopsia.

Luego es transportado al templo de Santo Domingo, donde las personas de Salvatierra lo velan. Dice la tradición que durante el velorio, el padre “de repente levantó las manos, como dando la bendición” (Ruiz Gonzalez, 2001). Foto 3. Fray José Pérez en su juventud Fotografía: Archivo personal del cronista de Tarimoro, Damian Méndez Sandoval.

Testimonio del señor Francisco Jiménez, de Salvatierra, que me contó que siendo niño sus padres lo llevaron al velorio del padre: En el templo no fue velado porque estaba cerrado, del lado derecho del templo hay una puerta, ahíestaba, lleno de flores, la gente iba a verlo ahí, hay una especie de atrio en Santo Domingo y entra por la puertita, estaba el ataúd lleno de flores, la cara la tenía hinchada, con bigote, con barba, poquita barba, ya tenía días de haber muerto, y el ataúd estaba lleno de flores el juicio que teníamos nosotros era de que lo habían martirizado, ¿sabe por qué? Porque lo sacrificaron mucho, lo arrastraron con un caballo en un terreno de piedras, tenía los pies todos.como que la piel se le caía”. Lo sepultaron en el panteón municipal de la ciudad el 4 de junio al medio día. Asistieron al funeral cinco mil personas. Sus restos reposaron ahí 10 años, durante los cuales, la gente siempre llevó flores y velas. Cuentas las consejas que de su tumba brotaba aceite. Sus restos fueron exhumados el 2 de junio de 1938 y los depositaron en el templo de San Francisco de Salvatierra, junto a los cuerpos de dos frailes de Michoacan que también fusilaron durante la Guerra Cristera: fray Humilde Martínez y fray Junípero de la Vega (Ruiz Gonzalez, 2001; Boletín “Promovamos la beatificación de fray Humilde Martínez, fray Junípero de la Vega y fray José Pérez”, anónimo, s. f.). ARRIEROS, AGUADORES Y CAMPESINOS OFICIAN MISAS En las calles de Zaragoza, Morelos e Hidalgo, fue donde se celebraron mas misas secretas en la ciudad. La actual casa de la cultura, en el barrio de Guadalupe, albergó a sacerdotes que también oficiaban celebraciones religiosas (Entrevista a Francisco Jiménez, 2005). Losparrocos (o padres) que celebraban misas en los hogares, llegaban vestidos de arrieros o aguadores: el sacerdote arribaba a la casa con unos burros cargados de cantaros de agua sacada de un manantial que surtía del líquido a Salvatierra. En la comunidad de Eménguaro, se habla de un sacerdote, conocido como “Panchito” Mendoza, que trabajaba en el campo arando la tierra. Las personas sabían donde andaba trabajando y ahí lo iban a buscar para que les administrara los sacramentos (Entrevista a Socorro Aranda, 2005). Hubo quiénes llegaron a denunciar los escondites de los sacerdotes, pero nunca aprendieron a ninguno. “El gobierno civil de Salvatierra fue muy tolerante, se hacían de la vista gorda. Ellos mismos iban a las misas en las casas” (Entrevistas a Francisco Vera y Francisco Jiménez, 2005).

EL TREN DE LA JUSTICIA DIVINA La siguiente leyenda, contada por Francisco Vera, nos narra “un castigo divino” en contra de unos federales que quisieron engañar a un sacerdote: En aquél tiempo de la Guerra Cristera, cierto día iba un tren entre la ruta de Celaya y Acambaro. En el cabús del ferrocarril viajaba un pelotón del Ejército Federal, ya que algunos trenes acostumbraban traer militares que cuidaban que el transporte no fuera asaltado y al mismo tiempo inspeccionaban si entre la tripulación no había cristeros o sacerdotes. Por la noche, a los soldados les llegó el reporte de que a bordo viajaba un sacerdote y se lo fueron a comunicar al teniente a cargo: “Vaya y búsqueme a esesacerdote, traigamelo, no sé cómo le va a hacer.” ––le ordenó a su cabo. Entonces, los soldados planearon una treta para engañar a los pasajeros y procurar que el sacerdote se delatara por sí mismo. Recorrieron todos los vagones diciendo: “Mi teniente esta enfermo de muerte, somos católicos, apostólicos y romanos, estamos en el Ejército, pero somos católicos, y mi teniente quiere un sacerdote para confesarse, Él también es católico. Si aquí hay un sacerdote, que nos diga y que lo vaya a confesar.” Cuando llegaron al carro donde viajaba el padre, éste no pudo negarse a prestar sus servicios ante tal situación. “Yo soy sacerdote” ––les respondió––. “Andele, véngase” Lo condujeron entonces al cabús donde se encontraba el teniente para ahí arrestarlo. Pero entrando al cabús, se encontraron con que el teniente estaba muerto La cuidad protegida, ya que en la cabecera municipal no hubo desmanes ni saqueos a templos, las leyendas lo atribuyen a la protección de la Virgen de la Luz, patrona de Salvatierra. A continuación, doña Socorro Nava cuenta dos leyendas sobre la protección divina, que salvaguardaba tanto de los cristeros como de los federales: Las leyendas que a mí me platicaba mi papa y mi abuelito, mis abuelitos, y que todavía las platican las personas mayores, es que dicen que cuando venían los revolucionarios o el ejército a buscar sacerdotes, siempre se encontraban una ancianita en el camino, pero esta ancianita era como una peregrina que venía de aquí de la ciudad. Entonces, lossoldados le hablaban y le preguntaban que cómo veía la ciudad, que si con el número de tropa que traían podían entrar a la ciudad. Y ésta ancianita siempre les decía que ni se arriesgaran, porque la ciudad estaba llena de contrarios y que los iban a destrozar. Esta es una leyenda que se nos ha transmitido oralmente a todos, pero nosotros atribuimos pues que fue la Santísima Virgen disfrazada de anciana la que les salía al paso, para que no entraran a la ciudad.

Otra de las leyendas que se comentan actualmente, es que cuando venían los revolucionarios o el ejército anticristero a perseguir a los sacerdotes, siempre tenían la precaución de tender los mira lejos –catalejos, como les decían en aquel tiempo– [a los binoculares] y veían la ciudad, los techos de la ciudad los veían tapizados de gorras de ejército nacional (o de ejército cristero, según fuera el caso) protegiendo la ciudad. Nosotros seguimos diciendo que fue la Santísima Virgen la que nos cuidó.

El 5 de septiembre de 1929 el arzobispo de Morelia nombró al presbítero José García, parroco de Salvatierra, en sustitución del padre Rafael Méndez. Para octubre de ese año, se reabre el culto en los templos de la ciudad. Aun así, la gente siguió desconfiada. Para el 8 de noviembre, el Gobierno del Estado de Guanajuato comunica la lista de sacerdotes autorizados para ejercer su labor pastoral en la ciudad (Ruiz, 1976 y entrevista a Francisco Jiménez, 2005.) La lucha en los Agustinos Una de las consecuencias del conflicto,fue que hubo escasez de sacerdotes en la ciudad, lo que provocó que en 1931, el convento franciscano de Salvatierra fuera entregado a la diócesis de Morelia, en Michoacan (estado o provincia vecina que colinda con Guanajuato) en calidad de depósito (Libro Becerro de Provincia V,1931). Después de 1929, un grupo de cristeros inconformes, comandados por Lauro Rocha, continuó luchando en la Sierra de los Agustinos, todavía entre 1936y 1938. Los soldados acuartelados en Salvatierra siguieron enfrentandose con ellos en dicha serranía. El capitan Juan Jaime comandaba a los federales, quien constantemente andaba con su tropa por aquella zona (Ruiz, 1976). Entre los cristeros destacados de Salvatierra se menciona a: Telésforo Arriola “El Chato” Andrés López Salud Cepeda Rufino Ortega Fidel Ortega.

Los cinco originarios del poblado de Urireo, Guanajuato (Méndez, s.f). Por su parte, el Gobierno Federal se apoyaba en los ejidatarios y desde luego, en la Presidencia Municipal. En Salvatierra se instaló el 23º Cuartel rural a cargo de Pedro Gurrola (Ruiz, 1976; Méndez, s.f). El 12 de septiembre de 1936, entró a Salvatierra un grupo de rebeldes, dejando un saldo de “dos policías muertos y parte de los archivos municipales quemados”. Tiempo después, las gavillas cristeras fueron desapareciendo poco apoco “al reforzar el Gobierno los asentamientos humanos con las dotaciones de tierras ejidales y la creación de las defensas agraristas”. Se suma a esto la campaña del 44º Batallón deInfantería al mando de Pedro Figueroa (Ruiz, 1976).Sinarquistas encarcelados. En la ciudad se vivía por esos años el movimiento sinarquista de una forma muy activa, a tal grado que en 1935, el Gobierno tomó presos a fray Luis Gallardo, Manuel Romero, Manuel Aguilar, Trinidad Aranda y Rafael Aranda, líderes del sinarquismo en Salvatierra.2 Los condujeron al panteón con la intención de fusilarlos “ahí mismo”. Sin embargo, no llevaron a cabo la ejecución y los encarcelaron. Los pobladores, cuando se dieron cuenta, acudieron a la carcel con comida y designaron guardias del pueblo para que velaran a los presos y evitar que los fueran a fusilar durante la noche. Tiempo después los soltaron (entrevista a Socorro Aranda, 2005).Coronación de la Virgen de la Luz Parra 1939, todavía la situación se vivía de manera tensa, las consecuencias del movimiento cristero seguían arrastrandose. Fue en ese año que se llevó a cabo la coronación pontificia de la Virgen de la Luz, en su parroquia. No se podían hacer actos de culto religioso en la calle, así que después de coronar la imagen, la llevaron en procesión al atrio de la parroquia. Pero como siempre ha habido personas muy entusiastas, alguien gritó: “¡que salga la Virgen ala calle!,” y las personas que llevaban en hombros a la imagen, se fueron a la calle.2 El sinarquismo fue un movimiento que surgió en México y que se instituyó como una organización con la denominación de Unión Nacional Sinarquista, calificada de tendencia conservadora (“derecha”) yreligiosa (Hernandez, 2004; Laguna Berber, s.f.), fue una de las instituciones que mas apoyaron a los cristeros.

La procesión tomó el rumbo de la vía Hidalgo y llegó hasta la calle de Federico Escobedo, donde ya no siguieron porque el gobierno local detuvo el acto y mandó llamar a los responsables para hacerlos declarar. Entre los detenidos estuvieron Manuel Romero, Manuel Zavala y el padre Salvador Rodríguez Mesa(entrevista a Socorro Aranda, 2005). El museo y la fiesta de fray José Pérez en el templo de San Francisco, al entrar por el lado derecho, se encuentra una capilla donde reposan los cuerpos de tres martires de la Guerra Cristera; dos de ellos son del estado de Michoacan: fray Humilde Martínez y fray Junípero de la Vega, el tercero es fray José Pérez. El museo dedicado al parroco José Pérez se localiza en la entrada del convento de San Buenaventura. Es un pequeño cuarto con puertas de cristal, en medio de la habitación sobresale una cama de latón oxidada, propiedad del sacerdote, al igual que los demas objetos que se encuentran en las vitrinas del lado izquierdo: ropa, libros, cruces, vendas ensangrentadas y algodones, el sudario donde su cuerpo fue colocado, entre otros objetos. La pared central muestra fotos de cuando murió y de las personas que lo acompañaron. En el muro derecho se pueden observar otras fotos, éstas son de su juventud y su ministerio sacerdotal. El 2 de junio de cada año es la fecha en la cual los salvaterrenses celebran al sacerdote martir,recuerdan ese día la exhumación de los restos que se trasladaron del panteón municipal al templo de San Francisco. Un día antes a la celebración, comenta Alicia Gómez, encargada del museo, llegan a Salvatierra las peregrinaciones procedentes de los municipios vecinos y de otras provincias, como Querétaro. Las conmemoraciones del 2 de junio empiezan en la mañana con la misa de 7:30 y terminan con la celebración eucarística. Salen y entran del museo a dar sus limosnas, sus milagros,3 traer sus testimonios y todo eso, ya después salen a disfrutar lo que es la fiesta, que se hace alrededor de aquí, hacen3 Traer milagros implica llevar al templo algún objeto con significado religioso (crucifijo, escapulario, medalla, estampa…) o pequeñas figuritas en plata, cobre u oro, que representan brazos, piernas, corazones, manos u otra parte del cuerpo, en agradecimiento de algún favor recibido por parte de un santo o deidad (la curación de una enfermedad de la propia persona o algún pariente, el alcanzar un logro, etcétera.)
Posteriormente se celebra una misa a las 12:30 del día, a donde asisten mas personas. Cabe mencionar que en ambas ceremonias los sacerdotes bendicen aceite que las personas llevan, con el fin de usarlo para curarse de dolencias y males. Esta tradición surgió debido a que las consejas populares cuentan que de la tumba del sacerdote, cuando su cuerpo estaba depositado en el panteón local, brotaba aceite. ..lo bendicen los padres, no se vaya con la finta de que es el de la tumba,no, porque mucha gente eso confunde, entonces no, el aceite el padre lo bendice con una bendición especial que ellos hacen. Incluso hay gente que viene de fueras nada mas por el puro aceite. Se lo untan en el dolor que ellas sientan, hay gente que se lo toma, inclusive los padres cuando supieron que se lo tomaban, ya bendicen dos tipos de aceite, el de untar y el de tomar (entrevista a Alicia Gómez). Alicia comenta que las personas son muy Actualmente fray José especiales en cuanto a este aceite, pues sólo Pérez, fray Humilde Martínez y fray Junípero de quieren el que bendicen ese día: “mira, hay a la Vega, se encuentran en veces que el padre les dice ‘traiganse su aceite, proceso de beatificación. yo se los bendigo’, ellos no se van conformes, quieren de ese día, así es la gente”. Así como bendicen aceite, también bedicen hierbas medicinales: Las hierbas porque es la fe que ellas tienen de que, de que, este, llegan a bendecir y ya hacen su té y a la hora de tomarselo se lo toman pidiéndole a fray José Pérez les alivie aquel dolor, y su creencia y su fe es de que porque aquí es la bendición, es la fe viva que ellos representan.

Bibliografías

* Voces desde el pasado: La guerra cristera en el estado de Guanajuato (1926-1929)
* La cristiada: Jean Meyer
* Los silencios de la historia: las cristeras. Agustín Vaca
* Tierra de cristeros ¡Viva cristo rey!
* La cristiada: cristeros mexicanos
* Plutarco Elias Calles: Enrique Krauze


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