[Agosto-septiembre, 1858]
Friedrich Nietzsche
Traducción de Luis Fernando Moreno
Claros, publicada en NIETZSCHE, F., De mi vida. Escritos autobiograficos
de juventud (1856-1869), Valdemar,
Madrid, 1997.
I
Los años de la niñez
1844-1858
Cuando somos adultos solemos acordarnos únicamente de los momentos
mas significativos de nuestra primera infancia. Aunque yo no soy adulto
todavía y apenas si he dejado a mis espaldas los años de infancia
y pubertad, he olvidado ya muchas cosas de aquel tiempo, y lo poco que
sé, probablemente sólo lo retengo porque lo he oído
contar. Las hileras de años pasan volando ante mi vista como si se tratase de un confuso sueño.
Por eso no puedo remitirme a alguna fecha concreta de los diez primeros
años de mi vida. Sin embargo, aún poseo algo claro y vivo en mi alma, y eso es cuanto
desearía, uniendo luces y sombras, plasmar en un cuadro. Pues,
¡qué instructivo es poder observar lo diverso del desarrollo de la inteligencia y el
corazón y la omnipotencia de la Providencia Divina que los guía!
Nací en Röken, junto a Lützen, el 15 de octubre de 1844; en
santo bautismo recibí el nombre de Friedrich Wilhelm. Mi padre era
predicador de este lugar y de los pueblos vecinos Michlitz y Bothfeld.
¡El modelo perfecto de un clérigo rural! Dotado de espíritu
y corazón, adornado con todas las virtudes de un cristiano, tuvo una
vida callada y humilde, pero feliz; fue querido y respetado por todos cuantos
le conocían. Sus finos modales y su animosereno
embellecían las reuniones a las que se le invitaba. Desde el momento en
que aparecía se hacía merecedor del aprecio de todos. Sus horas de ocio las
dedicaba a las bellas letras, las ciencias y la música. Poseía
una notable habilidad como
pianista, especialmente en la improvisación de variaciones. [
] [falta una pagina arrancada del
manuscrito].
La aldea de Röcken se encuentra a media hora de camino de Lützen, al
borde mismo de la carretera comarcal. Rodeada de bosques y estanques, es tan
bella que el caminante al que por allí conduce su ruta no tiene por
menos que dirigirle una amistosa mirada. Sobre todo, llama la atención
la torre de la iglesia cubierta de musgo. Todavía puedo acordarme bien
de cuando una vez iba con mi querido padre de Lützen a Röcken y, a
medio camino, anunciaron las campanas con tono solemne la fiesta de Pascua. Ese
tañido resuena tan a menudo una y otra vez en mi interior, que incluso
ahora, desde la distancia, me hace recordar con melancolía la
añorada casa paterna. ¡Con qué viveza recuerdo el
camposanto! ¡Cuantas preguntas no haría, al ver la antigua,
antiquísima camara mortuoria, acerca de los féretros y los
negros crespones, de las viejas inscripciones de las lapidas y los
sepulcros! Pero si ninguna de estas imagenes desaparece de mi alma, la que menos olvidaré es la del
edificio tan entrañable de la casa parroquial, puesto que con tanta fuerza ha quedado
grabado en mi memoria. La casa fue construida hacía poco tiempo, en
1820, y por esose hallaba en muy buen estado. Algunos escalones
conducían a la planta baja. Todavía puedo acordarme de la
habitación de estudio en el último piso. Las hileras de libros,
entre ellos algunos con estampas, y la gran cantidad de pergaminos,
hacían de este lugar uno de mis preferidos. Detras de la casa se
extendía un prado de hierba y arboles frutales. Una parte de
éste solía cubrirse de agua en primavera, al tiempo que, como de costumbre,
también se inundaba la bodega. Ante la vivienda se abría el
patio, con el granero y los establos, que conducía al jardín de
las flores. Bajo las pérgolas y en los
bancos del
jardín transcurría casi todo mi tiempo. Tras el vallado verde
estaban los cuatro estanques, rodeados por una floresta de sauces. Mi mayor
placer consistía en poder ir de un lado para otro entre ellos, admirar
el reflejo de los rayos del
sol en el espejo de sus superficies y entretenerme atisbando los juegos de los
audaces pececillos. Aún debo mencionar algo que siempre me llenó
de secreto temor. En una parte de la lóbrega sacristía de la
iglesia había una imagen de San Jorge, esculpida en piedra con gran
habilidad y de un imponente tamaño. La majestuosa figura, las armas
temibles y la penumbra poblada de misterios hacían que la contemplase
con miedo. Según cuenta la leyenda, los ojos del santo brillaban de una manera horrible,
y todos cuantos lo veían quedaban sobrecogidos de pavor. En torno al
camposanto se extienden pacífica y sosegadamente las alquerías y
los huertos delos campesinos. La paz
y la armonía reinan en cada cabaña, siéndoles ajeno el
tumulto de las pasiones. Los habitantes del
pueblo sólo lo abandonan en contadas ocasiones, si acaso en la
época de las ferias anuales, cuando pandillas de muchachos y de mujeres
se acercan hasta la animada Lützen para admirar el gentío y el
esplendor de las mercancías.
Normalmente, Lützen es una ciudad sencilla y pequeña, que no
muestra a simple vista su importancia histórica. Dos veces fue escenario
de extraordinarias batallas, su suelo bebió la sangre de la
mayoría de las naciones europeas. Aquí se elevan gloriosos
monumentos que proclaman con lengua elocuente la memoria de los héroes
caídos. A una hora de Röcken se encuentra Poserna, famosa por ser
el lugar de nacimiento de Seume, aquel auténtico patriota, hombre leal y
excelente poeta. Desgraciadamente, ya no se conserva su casa. Desde 1813 estaba
en ruinas; ahora, un nuevo propietario ha construido otra, grande y hermosa, en
el mismo sitio. El pueblo de Sössen, situado a tres cuartos de hora de
distancia, es también interesante debido a un túmulo
prehistórico que fue desenterrado allí hace muy poco tiempo.
Mientras nosotros vivíamos tranquilos y felices en Röcken,
violentos acontecimientos conmocionaron a casi todas las naciones europeas. La
mecha estaba ya dispuesta desde hacía muchos años en todas
partes; sólo hizo falta una pequeña chispa para que se organizase
el incendio. De la lejana Francia llegó el primer eco de las armas y el
primer cantode guerra. La terrible Revolución de Febrero en París
se propagó por todas partes con inusitada rapidez. «Libertad,
igualdad y fraternidad» fue la consigna que resonó por todos los
países; tanto el hombre humilde como
el notable alzaban el acero, unos por una parte y otros por otra, contra el
Rey. La lucha revolucionaria parisina fue secundada por la mayoría de
las ciudades prusianas y, a pesar de la rapidez con la que se la
reprimió, se mantuvo vivo en el pueblo aún por mucho tiempo el
anhelo de una «República Alemana». A Röcken no llegaron
las oleadas de la insurrección, aunque todavía recuerdo bien el paso por la carretera
de algunos carros cargados con grupos de gentes jubilosas y banderas hondeando
al viento. Durante esta época fatal tuve ademas un hermanito, que
en el santo bautismo recibió el nombre de Karl Ludwig Joseph, un
niño adorable. Hasta entonces siempre nos habían sonreído
la fortuna y la felicidad, nuestra vida transcurría sosegadamente como un luminoso
día de verano; pero de pronto se formaron negras nubes, los rayos
hendieron el espacio y el cielo descargó sus golpes demoledores. En
septiembre de 1848 mi amado padre enfermó
«psíquicamente» de manera repentina. Sin embargo, todos
nosotros nos consolabamos pensando en un rapido restablecimiento.
Siempre que un día se sentía un poco mejor, pedía que le
dejasen predicar e impartir horas de catequesis, pues su espíritu
inquieto no podía permanecer inactivo. Varios médicos se
esforzaron en identificar la esencia dela enfermedad, pero no obtuvieron
éxito alguno. Entonces hicimos venir hasta Röcken al famoso doctor
Opolcer, que se encontraba en Leipzig
por aquellos días. Ese hombre extraordinario encontró enseguida
el lugar en el que tenía que localizarse la enfermedad. Para nuestro espanto diagnosticó un
reblandecimiento cerebral, que aunque aún no era desesperanzado,
sí era muy peligroso. Mi querido padre tuvo que padecer terribles
dolores, pero la enfermedad no remitía, sino que de día en
día se manifestaba con mayor intensidad. Finalmente hasta le
privó de la vista, por lo que tuvo que soportar en eterna oscuridad el
resto de su suplicio. Esta situación se prolongó todavía
hasta julio de 1849; entonces llegó el día de la
liberación. El 26 de julio cayó en un profundo letargo del que apenas si
despertaba de vez en cuando. Sus últimas palabras fueron:
«¡Fränzchen, Fränzchen! ¡Ven! ¡Madre,
escucha, escucha! ¡Ay, Dios!» Después se durmió
callada y dulcemente. el 27 de julio de 1849. Cuando me desperté por la
mañana, sentí a mi alrededor llorar y sollozar desconsoladamente.
Mi querida madre entró en la habitación bañada en
lagrimas, prorrumpiendo en lamentos: «¡Ay Dios! ¡Mi
pobre Ludwig ha muerto!». A pesar de que yo era todavía muy joven
e inexperto, tenía ya una idea de lo que era la muerte; el pensamiento
de saberme separado para siempre de mi querido padre me sobrecogió de
pronto y comencé a llorar desconsoladamente.
Los días siguientes transcurrieron entre lagrimas y preparativos
parael entierro. ¡Oh Dios! ¡Yo era un huérfano sin padre y
mi querida madre, viuda!
El 2 de agosto se confiaron al seno de la tierra los restos mortales de mi
amado padre. La tumba había sido mamposteada a expensas de la comunidad.
La ceremonia comenzó a la una del
mediodía, al toque de todas las campanas. ¡Nunca dejaré de
oír sus sordos tañidos!, ¡Jamas podré olvidar
la lúgubre y susurrante melodía del lied «Jesús es mi
esperanza»! Por todas las galerías del
templo tronaba la música del
órgano. Se había congregado una gran multitud de parientes y
conocidos, casi todos los clérigos y los maestros de los alrededores. El
Sr. pastor Wimmer pronunció el sermón en el altar, el
superintendente Wilke habló en la tumba y el Sr. pastor Oßwalt, en
la bendición. Después se bajó el féretro, cesaron
las graves palabras del
sacerdote y el mas querido de los padres nos fue arrebatado a sus
deudos. Un alma creyente perdía la tierra, una piadosa recibía el
cielo.
Cuando se priva a un arbol de su copa, se marchita, se vuelve
estéril y los pajarillos abandonan sus ramas. A nuestra familia se le
había privado de su cabeza principal; toda alegría
abandonó nuestros corazones, dominandonos una profundísima
tristeza. Pero cuando apenas comenzaban a cicatrizar las heridas, de nuevo
fueron dolorosamente desgarradas. Por aquel entonces soñé que
oía música de órgano en la iglesia, como la que se toca en los funerales. Al
intentar averiguar su causa, se abrió de pronto una tumba y vi salir de
ella a mipadre, envuelto en su mortaja. Entró apresuradamente en el
templo y enseguida volvió a salir con un niño pequeño en brazos.
La losa de la sepultura se abrió, mi padre entró dentro y la tapa
cayó otra vez sobre la abertura. En ese mismo instante cesó de
sonar la tenue música de órgano y me desperté. El
día que siguió a esta noche, el pequeño Joseph se
sintió mal de repente, comenzó a tener espasmos y murió a
las pocas horas. Nuestro dolor fue inmenso. Mi sueño se había
cumplido por entero. Ademas, el pequeño cuerpo pudo ser
todavía depositado en los brazos de nuestro padre. El Dios Celestial fue
el único amparo y consuelo que tuvimos en esta doble desgracia. Esto
sucedió a finales de enero de 1850
Se acercaba el tiempo de separarnos de nuestro querido Röcken.
Todavía me acuerdo del
último día y la última noche que pasamos allí. Al
atardecer, jugué con otros niños sabiendo que ésa
sería la última vez. La campana vespertina extendía su
melancólico tañido sobre los campos, un mate oscuro se
cernía sobre la tierra, en el cielo brillaban la luna y las
trémulas estrellas. No pude dormir mucho tiempo. A las doce y media de
la noche bajé otra vez al patio. Estaban cargando los carros. La luz
tenue de los fanales iluminaba melancólicamente la escena. En aquel
momento me parecía imposible que mi hogar pudiese estar en otra parte.
¡Qué doloroso era separarse del
pueblo en donde habíamos sentido tanta
alegría y tanto dolor, donde quedaban las queridas tumbas del padre y del
hermanito, endonde los habitantes del
lugar nos habían tratado siempre con amor y amistad! Apenas
iluminó la aurora los campos, ya se encontraba el coche rodando por la
carretera, llevandonos hacia Naumburg, donde nos esperaba un nuevo
hogar. ¡Adiós, adiós, querida casa paterna!
La abuela, acompañada de tía Rosalie y la sirvienta, viajaba
delante, y nosotros las seguíamos tristes, muy tristes. En Naumburg nos
esperaban tío Dächsel, tía Riekchen y Lina. El alojamiento
que se había dispuesto para nosotros se hallaba en la Neugasse y
pertenecía al comisionista de ferrocarriles Otto. Era algo horrible,
tras nuestra estancia de tantos años en el campo, vernos ahora obligados
a vivir en la ciudad. Por eso evitabamos las sombrías calles y
buscabamos los espacios libres como
pajaros que quisieran escapar de su jaula. Pues eso nos parecían
entonces los habitantes de la ciudad. Cuando vi por primera vez el parque
urbano se supone que dije con alegría infantil: «¡Oh, mirad!
¡Verdaderos arboles de Navidad!». Todo me parecía en
aquellos primeros tiempos nuevo y desconocido. Las imponentes iglesias y
demas edificios, la plaza del
mercado con el ayuntamiento y las fuentes; tal cantidad inusitada de gente
despertaba en mí gran admiración. Me causaba mucha
extrañeza el notar que, por regla general, no toda la gente se
conocía entre sí, a diferencia del apacible pueblecito en el que nadie era
desconocido para los demas. Y lo que mas incómodo me
resultaba eran las largas calles adoquinadas. El camino a casa de latía
me parecía que duraba casi una hora. Por lo demas me
integré muy pronto en la vida ciudadana; en los primeros cinco minutos
hice amistad con todos los de casa. Arriba, en la buhardilla, vivían un
carretero y su mujer, gente mayor muy honrada. Mi primera visita fue para
ellos: gran admiración me causaron los enseres antiguos, los grabados y
las habitaciones. Mas tarde fui presentado como alumno al director de la escuela
pública. Debo decir que, aunque al principio me encontraba un tanto
confundido entre tanto niño, como
ya papa y el señor maestro me habían enseñado algo
en Röcken, enseguida comencé a progresar con rapidez. Ya por aquel
entonces empezaba a revelarse mi caracter. En el transcurso de mi corta
vida había visto ya mucho dolor y aflicción y por eso no era tan
gracioso y desenvuelto como
suelen ser los niños. Mis compañeros de escuela acostumbraban a
burlarse de mí a causa de mi seriedad. Pero esto no ocurrió
sólo entonces, no, también después, en el instituto e
incluso mas tarde, en el Gymnasium. Desde la infancia busqué la soledad. Donde mejor me
encontraba era en aquellos lugares en los que, sin ser molestado, podía
abandonarme a mí mismo. Por lo general, esto sucedía en el templo
abierto de la Naturaleza, en donde experimentaba la mas verdadera de las
alegrías. Una tormenta me ha producido siempre una impresión muy
hermosa; el lejano retumbar del
trueno y el brillo amenazador de los relampagos no hacían
mas que acrecentar mi respeto a Dios. Pronto conocí tambiéna
mis futuros amigos: Wilhelm Pinder y Gustav Krug. Pero no fue hasta que
entré en el Instituto del candidato Weber cuando surgió nuestra
verdadera amistad. Ésta sólo se afianza si la anudan las mismas
alegrías y penas; pues tan sólo allí donde los acontecimientos
de nuestra vida se rozan con los de otro se unen también las almas. Cuanto mas
cercana sea la conexión externa, mas firme sera la
interna.
El Sr. candidato Weber, buen cristiano y excelente maestro, conocía
nuestra amistad y procuró no entorpecerla nunca. Aquí se
colocó la piedra angular de nuestra educación futura. En efecto,
junto a excelentes horas de enseñanza religiosa, también
recibimos las primeras lecciones de griego y latín. No estabamos
sobrecargados de trabajo y por eso teníamos también tiempo
suficiente para ocuparnos de nuestros cuerpos. En el verano se organizaban con
mucha frecuencia pequeñas excursiones por los alrededores. Así,
visitamos los hermosos castillos vecinos de Schöniburg y Goseck Freiburg;
después, también Rudelsburg y Saaleck, acompañados, como de costumbre, por el
instituto entero. Una excursión en grupo es siempre algo muy excitante:
entonabamos canciones populares, practicabamos toda clase de
juegos divertidos y, cuando el camino atravesaba un bosque, nos disfrazabamos
con ramas y follaje. Los castillos retumbaban con el estruendo salvaje de los
camaradas, y esto me hacía pensar en los festines de los antiguos
caballeros. En los patios y bastiones se organizaban torneos, de tal maneraque
era como si
reviviésemos en miniatura la época maravillosa de la Edad Media.
Después, subíamos a los altos
torreones y atalayas para contemplar desde allí arriba el
espectaculo del valle dorado por la luz
del
atardecer, hasta que, al fin, cuando la niebla bajaba a los prados, regresabamos
a casa exultantes de júbilo. Todos los años, por primavera,
hacíamos una fiesta que, para nosotros, sustituía a la de la
cereza. Nos desplazabamos hacia Rossbach, una pequeña aldea
cercana a Naumburg, en donde dos patos esperaban nuestras ballestas. Se
disparaba con gran denuedo, el Sr. candidato Weber repartía los premios
y todo era alegría y alborozo. En los bosques cercanos jugamos
después a guardias y ladrones, pero de manera tan salvaje que los palos
y las peleas no cesaban hasta que por fin el candidato Weber anunciaba la hora
de regresar. Por aquella época todas las miradas se dirigían con
inquietud al desarrollo del
conflicto que se había desatado entre Turquía y Rusia. Los rusos
habían ocupado enseguida los principados turcos en el Danubio, Moldavia
y Valaquia, amenazando la «Sublime Puerta». Los turcos
parecían ser absolutamente imprescindibles para mantenerla estabilidad
de Europa, por lo que, tanto los austríacos como los prusianos y las potencias
occidentales se pusieron a su favor. Pero todos los intentos de
mediación de las cuatro grandes potencias no ejercieron en el Zar
Nicolas el efecto deseado. La guerra continuaba y, finalmente, Francia e
Inglaterra armaron su ejército ysu flota, enviandolos en ayuda de
los turcos. El escenario bélico se trasladó a Crimea y los
enormes ejércitos sitiaron Sebastopol,
lugar donde se encontraba el gran ejército ruso a las órdenes de
Menschikopf. Estos acontecimientos eran para nosotros algo muy excitante;
enseguida tomamos partido por los rusos y, enfurecidos, incitamos a todo amigo
de los turcos a presentar batalla. Como
teníamos soldados de plomo, e incluso juegos de construcción, no
cesabamos de imaginarnos las batallas y el asedio. Levantamos defensas
de tierra y cada uno se las ingeniaba para hacerlas inexpugnables. Todos
compilabamos pequeños libros que denominabamos «de
estratagemas de guerra», mandabamos fundir balas de plomo y
aumentabamos constantemente el grueso de nuestros ejércitos con nuevas
adquisiciones de soldados. Habitualmente excavabamos un foso siguiendo
el plano del
puerto de Sebastopol, reconstruyendo fielmente
las fortificaciones defensivas y llenando de agua el foso así excavado.
Confeccionabamos previamente una gran cantidad de proyectiles de brea, azufre y salitre
que, después de haber sido prendidos, disparabamos contra barcos
de papel. Enseguida ardían con luminosas llamaradas que aumentaban
nuestro entusiasmo. Era verdaderamente un espectaculo muy hermoso ver
los proyectiles de fuego silbar rompiendo la oscuridad, cosa que sucedía
a menudo, cuando nuestros juegos se alargaban hasta el anochecer. Por
último, acostumbrabamos a quemar la flota entera y todas las
bombas, con lo que, aveces, las llamas llegaban a alcanzar mas de dos
pies de altura. Pero no solamente viví tiempos felices con mis amigos,
sino también en casa, con mi hermana. Asimismo, nosotros dos
edificabamos fortalezas con los juegos de construcción;
precisamente, gracias a tanta
practica aprendí todas las sutilezas arquitectónicas. En
realidad, todo lo que encontrabamos sobre el arte de la guerra era
saqueado tan exhaustivamente que adquirí un gran conocimiento de la
materia. Tanto enciclopedias como
los libros militares mas modernos enriquecían nuestras
colecciones; quisimos incluso confeccionar conjuntamente un gran diccionario
militar, y ya habíamos trazado planes gigantescos Pero no deseo
anticiparme; todavía tengo mas recuerdos que mencionar de aquel
tiempo. Un día que estaba en Pobles con mis abuelos llegó una
notificación del director del orfanato de Halle
anunciandonos que estaba dispuesto a acogerme entre el número de
huérfanos de la institución. El abuelo de Pobles y la abuela de
Naumburg estaban de acuerdo, pero, a pesar de ello, mi mama no pudo
decidirse y escribió al señor director rehusando su ofrecimiento.
Algo gané con esto: el sello del
orfanato para mi colección. A mi edad casi todos los escolares
tenían una, que ampliaban como
mejor podían. De este tiempo provienen mis primeras poesías. Por
lo general, suelen describirse en estos primeros intentos poéticos
escenas de la naturaleza. Acaso no se siente exaltado todo joven corazón
por imagenes fabulosas? ¿no es lo mas normal quedesee
expresarlas en palabras, y sobre todo en versos? Tenebrosas aventuras marinas y
tormentas de fuego fueron los argumentos de mis primeras composiciones. Sin
poseer modelo alguno, apenas tenía idea de cómo se imita a un
poeta, por eso componía mis poesías como me las inspiraba el
alma. Por supuesto que compuse versos muy malos, y casi cada poema adolecía
de torpezas expresivas. Sin embargo, este primer período me es mucho
mas querido que el segundo, al que mas tarde me referiré.
Sobre todo, fue siempre mi intención escribir un pequeño libro
para leerlo inmediatamente después. Todavía poseo esa
pequeña vanidad; pero entonces todo se quedaba en planes y muy rara vez
comenzaba algo. Como
apenas si dominaba la rima ni la versificación y avanzaba lentamente
buscando la palabra adecuada, componía versos libres. Todavía
guardo muchas de aquellas poesías. En una de ellas, para describir la
inconstancia de la fortuna hice que un viajero se adormeciese entre las ruinas
de Cartago. Un dios le mostraba en sueños a su alma
lo afortunada que había sido aquella ciudad en otros tiempos y, a
continuación, los golpes del
destino que la habían asolado; finalmente, despertaba. Todavía
conservo algunas composiciones de aquéllas; leyéndolas ahora
observo que ninguna contiene el mas mínimo destello de
poesía. Mediante las exposiciones anuales se nos introdujo en la
pintura. En nuestra juventud nos acostumbramos a imitar aquello que nos gusta.
Este espíritu de imitación es, sobre todo, muyacentuado en los
niños, que se lo representan todo con facilidad, pero sólo lo que
particularmente les complace. Sera muy difícil que un jovencito
aprenda las maneras de un poeta o un escritor que desprecia. ¿No
ocurrira algo parecido en los niños, incluso aunque su juicio no
posea aún la suficiente agudeza y no esté maduro su
entendimiento? Hasta ahora sólo he mencionado a mis amigos por sus
nombres. Quiero describirlos a continuación un poco mas de cerca,
pues tanto sus alegrías como
sus penas estaran estrechamente ligadas a las mías de aquí
en adelante: Uno de ellos se llama Gustav Krug o, con su nombre completo,
Clemens Felix Gustav Krug, nacido el 16 de noviembre. Era el hijo del consejero
aulico de apelación Krug en Naumburg, un gran virtuoso y amante
de la música que había compuesto unas cuantas piezas excelentes,
entre otras, algunas sonatas premiadas y unos cuantos cuartetos. Este hombre,
de alta e imponente figura, de rostro serio y espiritual, de reconocida
probidad, me producía una notable impresión. Tenía un
maravilloso piano de cola que me atraía hasta tal punto que, a menudo,
permanecía parado ante su casa escuchando discretamente las sublimes
melodías de Beethoven que con él interpretaba.
Mendelssohn-Bartholdy era muy amigo suyo, igual que los hermanos Müller,
los famosos virtuosos del
violín a los que también yo había tenido la dicha de
escuchar una vez. En su casa se reunía habitualmente un selecto
círculo de amigos de la música y todo aquél
intérprete que deseabapresentarse en Naumburg, buscaba una
recomendación del
Sr. consejero Krug. En tal familia se educó Gustav. Naturalmente, se le
inició desde la infancia en el disfrute de la música. Así,
aprendió muy deprisa a tocar el violín, pues no escatimó
esfuerzo alguno hasta conseguirlo. Mas tarde la música
llegó a serle tan necesaria, que creo que si se la quitaran,
sería como si le robasen la mitad de su alma.
¡Cuantas veces asistimos juntos a conciertos, intercambiandonos
mutuamente nuestra opinión, probabamos esto o aquello y nos lo
interpretabamos el uno al otro! Pero aparte de esto, por ejemplo, en
nuestros juegos de fortalezas, también éramos los mejores amigos;
él era el mas ferviente defensor de los rusos, participando con
vivísimo interés en los acontecimientos del
asedio de Sebastopol. Para
estar al día nos procurabamos libros y mapas,
comunicandonos constantemente el uno al otro nuestros respectivos
saberes. En dichos juegos defendía con pasión su territorio, y
raramente podía vencérsele. Poseía en todo una notable
tenacidad; si empezaba algo que le resultase agradable, no descansaba hasta
darlo por terminado. Esto se veía extraordinariamente en su forma de
tomar apuntes y en su capacidad organizativa. No obstante, en ocasiones iba
demasiado lejos con esa tenacidad; ocurría así, que una vez
concebida una opinión no se desprendía facilmente de ella,
resultando inútiles los esfuerzos que uno hacía por convencerle
incluso cuando aquella opinión era injusta. Se mostraba ademas
muyorgulloso de no ocuparse de cosas vulgares. Sin embargo, le aprecio mucho, y
también él me ha honrado constantemente con la misma amistad.
Siempre hemos sido compañeros de escuela, una prueba elocuente de la
similitud de nuestros conocimientos Mi otro amigo se llama Eduard Wilhelm
Pinder y nació el 6 de julio de 1844. Su padre era consejero real del juzgado de
Apelación en Naumburg y poseía un ingenioso caracter. Su
comportamiento refinado y desenvuelto hacía que se le quisiera en todas
partes y también la alta estima en que se tenían su piedad y
cordura cristiana. Los teólogos que, de vez en cuando, se congregaban en
Naumburg con motivo de alguna festividad, tenían por costumbre reunirse
en su casa para conversar. Asimismo, era presidente de misiones y asociaciones
benéficas, y con el ejemplo de sus acciones piadosas ejercía
mas influencia que muchos predicadores. También era incansable en
el esfuerzo de embellecer Naumburg, por lo que se le conocía y estimaba
en todas partes. Honesto padre de familia, era ademas, un digno modelo
en cuanto al cuidado con el que atendía las obligaciones de su cargo.
Durante sus horas de ocio buscaba, tanto él como los suyos, conocer las
obras mas importantes del mundo del arte y de la literatura, y su juicio
ecuanime y sus ingeniosas observaciones hacían que la belleza de
aquéllas apareciese bajo su justa luz. Como Wilhelm era por naturaleza
muy enfermizo, sus padres estaban siempre preocupados por su salud, y, por lo
demas, efectivamente había quetratarlo con muchos cuidados. Sin
embargo, por muy numerosas que fueran las enfermedades de su cuerpo, tanto
mas robustamente se desarrollaba su espíritu. Casi siempre
realizabamos nuestras tareas en común; por eso nuestros pensamientos
e ideas mostraban grandes coincidencias. Como,
al contrario que Gustav, Wilhelm era mucho mas apacible, el trato con
ambos suponía una gran ventaja para mí. Wilhelm tomaba sus
resoluciones con el mayor cuidado posible; pero, una vez tomada una
determinación, proseguía el camino comenzado, sin descansar hasta
llegar a la meta deseada. Su aplicación como estudiante fue siempre modélica;
los profesores le tenían en gran estima. Algunas veces parecía no
participar demasiado en determinadas empresas, pero, en realidad, sólo
se trataba de una apariencia: lo que confundía era que él no
manifestaba exteriormente sus intereses con pasión o vehemencia. Pero
creo que tal vez en su fuero interno era mas firme que Gustav. Su
cariñoso comportamiento para conmigo y para cualquier otro con quien entraba
en relación le aseguraba el afecto de todo el mundo. En realidad, nadie
le odiaba. Mas tarde, cuando creció nuestro interés por la
poesía, nos hicimos inseparables, sin que nos faltase nunca materia para
nuestras conversaciones. Nos comunicabamos nuestras ideas sobre poetas y
escritores, hablabamos acerca de las obras que habíamos
leído y de las novedades literarias, elaborabamos planes
conjuntamente, intercambiabamos nuestros poemas y no
descansabamos hastaabrirnos por entero nuestros corazones. Éstos
eran mis amigos, con quienes la amistad ha ido acrecentandose a lo largo
de los años. Sí, es algo grande y noble tener amigos verdaderos;
Dios hace mas hermosa nuestra vida al concedernos compañeros que
aspiren a los mismos objetivos que nosotros. En lo que a mí respecta,
debo dar gracias al Señor del Cielo en este sentido, pues sin mis amigos nunca hubiese
llegado a sentirme bien en Naumburg. En tanto que ganaba amigos verdaderos,
cada vez me resultaba mas querida la estancia en este lugar, y
sería muy doloroso para mí tener que dejarlo.
Añadiré que nunca nos habíamos separado, exceptuando la
época de vacaciones, cuando me marchaba de viaje con mi madre y mi
hermana. Por aquel entonces íbamos normalmente a Pobles; una vez, sin
embargo, por satisfacer el deseo de nuestra querida tía de Plauen, permanecimos
allí algunas semanas. Como los acomodados
fabricantes del
lugar son también nuestros parientes, la estancia fue de lo mas
agradable. Por lo demas, Plauen
es una ciudad muy bonita, casi todos sus edificios son nuevos y techados con
pizarra, de muy vistosa apariencia. A pesar de que un gran incendio
destruyó tres cuartas partes de la ciudad, ésta volvió a
ser edificada y, así, surgió de sus cenizas una Plauen mucho mas hermosa que la de
antes. También me acuerdo de nuestra temporada en Nirmsdorf, donde era
pastor el querido y buen tío. Aún recuerdo bien cómo la
luna del
crepúsculo esparcía su luz sobre mi lecho, cómo ante
mí contemplaba ladorada vega que refulgía como cubierta de plata;
y, cómo después, la tía Auguste declamaba:
“Ha salido la luna,
brillan las doradas estrellitas” etc .
Nunca olvidaré aquella época.
Me referiré ahora al segundo período de mi poesía;
después, haremos un recorrido por Naumburg. Si bien mis primeros versos
eran torpes y pesados en cuanto a forma y contenido, en los de mi segundo
período intenté expresarme en un lenguaje ornamentado y
brillante. Pero no logré mas que hacer de la elegancia
afectación, y retórica y floritura inútil del lenguaje brillante.
Ademas, faltaba en ellas lo principal: las ideas. En cualquier caso, el
primer período supera con mucho, precisamente por esto, al segundo,
aunque se ve cómo aún no se pisa
tierra firme, se vacila de extremo a extremo y sólo se alcanza el
descanso en la dorada vía media.
Pero ya he escrito suficiente. Vamos, demos una vuelta por la ciudad.
Entremos por la bonita Jakobsthor. Si ahora bajamos por la bella y ancha calle
de casas antiguas llegaremos a la plaza del
mercado. Mira, justo ante ti se sitúa el ayuntamiento. Pero,
¡qué grande es! ¡Qué extensión! Sus cuatro
frentes practicamente forman cuatro calles y su torrecita se eleva,
sombría, hacia el cielo. Ese color gris oscuro, sus antiquísimos
salidizos, hacen que siempre lo contemple con respeto. Si ahora vuelves tu
mirada hacia la derecha, sí, ahí, en el centro, veras ¡la casa verde!
¡Ésa es la vivienda de los Pinder! Aquí vive el consejero
Krug y la abuela Pinder, lahonorable propietaria de la casa. Se cuenta que
Federico el Grande se alojó aquí, e incluso Napoleón;
aún se conserva en ella un gran aguila que data de aquel tiempo.
(Por cierto, ¡un transparente! ¡No vaya a pensarse en un
pajaro! También Napoleón puede compararse a una de esas
aguilas de pergamino, cuando se le retiró la lampara que
lo iluminaba por detras, quedó convertido en miserable papel y se
le apartó en un rincón). A la izquierda del ayuntamiento puedes ver sobresalir la
elevada y noble iglesia parroquial. ¡Mira qué edificio mas
feo hay delante de ella! ¿No te parece que si fuese derribado
dejaría de entorpecer la vista de la casa del Señor? Tras la
iglesia se encuentra el Real Tribunal de Guerra, que con sus dos altos
frontispicios sobresale por encima del
mercado. Dejemos a un lado la iglesia, ya tendremos alguna vez ocasión
de contemplarla detenidamente. ¡Vamos a pasear por la Priestergasse! Nada
mas comenzar esta la escuela de parvulos. Ahora se
encuentra en muy buen estado, cosa que hay que agradecer a su actual director,
el excelente doctor Neumüller. Pegada a ella nos topamos con la
prefectura. Como
el querido prefecto Jahr ha sido trasladado a Eisleben, quedando así el
cargo vacante, esperamos con impaciencia al nuevo clérigo, el
señor prefecto Hammer. A este edificio se adosan las restantes viviendas
de los clérigos hasta terminar en el descampado donde comienza la
propiedad de nuestro casero. A través de un gran portalón
llegamos a un amplio patio con muchosedificios secundarios, hasta que
alcanzamos la vivienda principal, que, con su fachada, remata en esquina con la
Neugasse. Si bajamos un poco mas por esa calle, encontraremos enseguida
el alto y hermoso edificio del
alcalde Rasch. El final de la calle lo forma el vistoso edificio presidencial,
que ahora posee el Sr. Pr. Koch. A la derecha de éste se encuentra una
preciosa casa, a la que yo he ido tan a menudo y en donde se enriquecieron un
poco mas los conocimientos que yo ya poseía. Es, naturalmente, el
Instituto del señor Weber. El buen hombre oficia también ahora de
pastor en la cercana iglesia de San Othmar; a pesar de ello, sigue con su
escuela, que ahora ha sido trasladada a un edificio oficial. ¡Pero
sigamos! Ante la casa se extienden campos de césped y arboledas, hasta
la Salzthor. Las garitas de la guardia, a ambos lados, estan adornadas
con simples columnas dóricas, causando un efecto muy llamativo. Algo
mas lejos, hacia arriba, aparecen otra vez dos casas de aspecto
agradable. Ambas han sido construidas hace muy poco tiempo y conforman el
inicio de la Salzstraße. Si las dejamos a un lado y proseguimos nuestro
camino llegaremos a la Linderstraße, que en el medio esta plantada
de tilos, formando una avenida. Hacia la mitad, ésta se eleva
paulatinamente, enlazando en su parte superior con las calles Steinweg y
Herrengasse. Quiero mencionar esta última a pesar de sus antiguas y
tétricas edificaciones, porque en ella esta la vivienda del consejero Pinder.
También se encuentraallí la librería Domrich. Quiero
mencionar ademas la parte del
ayuntamiento que da a esa calle, pues en ella se han celebrado a menudo bailes
y conciertos. Bien, ya hemos visto bastante; sera mas otra vez.
El día de la Ascensión fui a la iglesia parroquial y
escuché el coro
sublime de El Mesías : ¡el Aleluya! Me sentí embriagado por
completo, comprendí que así debía de ser el canto jubiloso
de los angeles entre cuyos arrebatos vocales Jesucristo ascendió
a los cielos. Inmediatamente tomé la firme determinación de
componer algo parecido. Al salir de la iglesia puse manos a la obra,
alegrandome como
un chiquillo con cada acorde que hacía sonar. Como seguí practicando la
composición en años sucesivos, considero que he ganado mucho con
ello, ya que sobre todo aprendí el arte de improvisar un poco mejor
gracias a su estudio. A causa de esto se me terminaban enseguida las ingentes
cantidades de papel pautado. Ademas, concebí un inusitado odio
hacia todo lo que fuese música moderna y no clasica. Mozart y
Haydn, Schubert y Mendelssohn, Beethoven y Bach, eran los pilares sobre los que
se fundaban tanto la música alemana como la mía. También
escuché por aquel entonces varios oratorios. El Requiem, profundamente
turbador, fue el primero; las palabras Dies Trae, dies illa, me llegaron hasta
la médula de los huesos. ¡Y ese Benedictus, realmente celestial! A
menudo asistí a varios ensayos. Como las
misas de animas se ofician habitualmente el día de Todos los Santos, la mayoría
de los ensayostenían lugar hacia la caída de la tarde, en el
neblinoso otoño. Así, me sentaba en la sagrada semioscuridad de
la iglesia para escuchar en la intimidad las sublimes melodías. Debo
mencionar aquí al excelente director de orquesta Wettig, un
músico tan experto en la dirección como en la composición.
Mantenía a su pequeño coro
en un orden modélico y dirigía también a los demas
grupos de las asociaciones de manera excelente; por lo demas, se le
consideraba el mejor maestro de Naumburg. Su mujer, que había sido
anteriormente cantante de ópera, colaboraba cuanto podía por
embellecer cada representación musical. Aparte de éstos, tenemos
otros dos directores en Naumburg: Otto Claudius, presidente de la anterior
sociedad coral, un habil compositor, pero también un hombre muy
vanidoso y pedante; y Fuckel, que dirigía el coro municipal.
Ademas de esas composiciones escuché también el Judas
Macabeo de Händel y, sobre todo, La Creación de Haydn.
Asistí también a la audición del delicado e ingenioso Sueño de una
noche de verano de Mendelssohn. ¡Esa maravillosa obertura! Me parece como si una etérea
procesión de elfos danzase en la noche, plateada por el resplandor de la
luna. Pero quiero continuar con mi relato, pues ahora llega una época
muy importante para mí. ¡Entré en el Gymnasium! Se nos
llevó ante el director, un hombre bueno y amable, que tras un breve
examen nos inscribió en la quinta clase. Sólo yo sé con
cuanto temor crucé por vez primera la pequeña puerta que
me conducía a la escuela.Como nos lo habíamos imaginado todo
mucho mas terrible de lo que en realidad era, la consiguiente
desilusión fue, para nosotros, un éxito. El ordinarius
responsable de la quinta clase era el Sr. doctor Opitz, conocido por su
originalidad como doctor «¡Oe!», el
«ojos-torcidos» o «el poeta». De aquí el
siguiente verso:
Opitz terribili sonitu oê, oê !¡y que a él le vaya
bien! ¡dixit!
Pero, aparte de esto, hacia lo posible por enriquecer nuestros conocimientos.
Los suyos eran también extraordinarios; sin embargo, no poseía el
talento de aclarar cosa alguna a sus alumnos. Lo que mas dolor me
producía era la clase de religión, que era verdaderamente
deplorable y que, ademas, duraba hasta el mediodía. Debo
añadir otra cosa: mientras pertenecía a los de quinto, se impuso
también algo así como
una especie de «orgullo quintano». Es peculiar que,
sintiéndonos un tanto adelantados y habiendo alcanzado un estadio
mas alto, pretendamos percibir, a la vez, una mayor gravedad en nuestro
espíritu. En el tercer grado es cuando esto se manifiesta de forma
mas evidente. Nos sabemos incluidos entre el número de los
alumnos de las últimas clases, y muchos ven como un privilegio el aparecer con cigarro y
bastón para diferenciarse así de sus iguales. Hasta ahora nunca
he podido imaginarme que un niño pueda experimentar el mas
mínimo placer en ello; considero ambas cosas mera vanidad. Hasta
aquí, nuestra vida transcurría en Naumburg de la misma manera que
fluye un arroyo tranquilo ytransparente. Pero, de pronto, otra vez se
oscureció la superficie; estalló una tormenta y la naturaleza
hizo que una lluvia torrencial transformase las aguas en negras cascadas que
transcurrían impetuosamente. Ya en Röcken, mi querida tía
Auguste había estado siempre delicada, pero su mal empeoró
terriblemente en Naumburg. Ningún médico pudo determinar
cual era la causa de su enfermedad, pero todos estaban seguros de que se
trataba de una afección pulmonar. Como
no pudieron ayudarla los múltiples medicamentos prescritos, el estado de
la pobre tía fue empeorando cada vez mas. Comenzaron entonces los
días de canícula y el tío Edmund, de Pobles, quiso
llevarme junto a los abuelos. Me despedí de todos, también de la
querida tía. Aún puedo acordarme bien de cuanto
lloró, y yo con ella. Fue la última vez que la vi. Un día
llegó el cartero a Pobles con una carta. Angustiado, esperé
inmóvil las noticias. Pero en cuanto escuché el principio, me
salí afuera y lloré amargamente. Cuando a los dos días
volví a Naumburg, la tía ya había sido enterrada.
Según el juicio de los médicos que le hicieron la autopsia, fue
la negra enfermedad la que acabó con su vida. Por lo visto, le
había minado completamente un lóbulo pulmonar.
Resulta un tanto singular que justamente muriera mi tía estando yo
ausente, y que, después, también lo estuviera mi hermana cuando a
los ocho meses murió la abuela. Esta querida, respetable matrona, que ya
había perdido a varios de sus hijos, se sintió muy afectada a
causa de estaúltima muerte. Con profundo dolor se lamentaba
constantemente llamando a la difunta: «¡Mi Auguste! ¡Mi
Auguste!» No mucho tiempo después, ella la siguió. Cuando
el Sr. consejero Hunger fue enterrado a la edad de 82 años, la abuela
comentó con melancolía: «Pronto, muy pronto volveremos a
vernos». Ocho meses después de la muerte de la tía Auguste,
se sintió indispuesta una mañana. Después, paulatinamente,
fue sumiéndose en un tranquilo sueño, mientras que ya ninguno de
nosotros concebía esperanza alguna por su querida vida. Mama
mandó buscar a Lisbeth, que se encontraba en Pobles. Cuando llegó
por la tarde, no encontró ya a la abuela con vida. A las dos del mediodía se
había quedado dormida placidamente. El Padre Celestial sabe
cuanto lloré entonces. Como
la abuela había sido muy querida y respetada por todos los de Naumburg,
el féretro estaba profusamente adornado con multitud de coronas y
cruces. Es una característica notable del
corazón humano que, si hemos vivido una pérdida muy grande, no
nos esforcemos por olvidarla, sino que la mantengamos viva constantemente en nuestro
interior, recordandola tan a menudo como podamos. Parece como
si en esa insistencia en la repetición del relato de lo ocurrido se encontrase el
debido consuelo para nuestro dolor. Todavía no he mencionado que por esa
época se me trasladó a la cuarta clase. Teníamos como profesor al Sr. doctor Silver, un hombre al que
llegué a apreciar mucho como
maestro. Su discurso ingenioso y fluido, los conocimientos amplios ybrillantes
adquiridos paso a paso en todas las especialidades del saber humano, le diferenciaban con mucha
ventaja de Opitz. Tenía, ademas, el talento de atraer la
atención de los escolares. Con él tuvimos las primeras lecciones
de griego, que nos parecieron muy difíciles. Sólo los versos me
suponían mucho trabajo y dificultad, a pesar de que los componía
de muy buena gana. Por lo general, al principio teníamos
muchísima tarea, y puedo acordarme de que, habitualmente, trabajaba
hasta las 11 y las 12 (era invierno) e incluso también tenía que
levantarme por la mañana a las 5. Por esta época vivía ya
en la nueva casa. En efecto, después de la muerte de la abuela
consideramos conveniente separarnos, así que la tía Rosalie se
alojó en otra vivienda diferente de la nuestra 23. Nos alojamos en casa
de la viuda del
pastor Harsheim, diligente maestra de la escuela pública de
niñas, muy cumplidora de su deber. El bonito edificio lindaba con un
jardín que tenía numerosas pérgolas y arboles
frutales. Fue durante las vacaciones de verano cuando nos mudamos; también
se tocó por primera vez en la recién estrenada vivienda el piano
nuevo, pues tan sólo hacía dos días que lo habíamos
comprado, ya que el viejo pertenecía ahora a la tía Rosalie.
Justo delante de la entrada del jardín
esta la Iglesia de María Magdalena,
de la que es prelado el Sr. pastor Richter. No hace mucho que ha sido ampliada
y decorada muy bellamente con pinturas murales. Desde nuestra ventana
disfrutamos de una vista muybonita. La frondosa avenida, mas
alla, los viñedos de Spechzart y, a la derecha, la
antiquísima Marienthor y la torre. En otoño, cuando los fuertes
vientos han robado las hojas de los arboles, podíamos ver con
absoluta claridad las fogatas y los fuegos de artificio y escuchar el
júbilo y los petardos y disparos de la fiesta de los viñadores. También
en verano podemos disfrutar del
placer de escuchar bonita música militar todas las mañanas. Pero
ahora me acuerdo de repente de algo que ocurrió cuando todavía
vivíamos en la otra casa. También nuestro bienamado Rey
honró Naumburg con su visita. Se hicieron grandes preparativos para la
ocasión. Todos los escolares se adornaron con lazos de color blanco y
negro y esperaban la llegada del
padre de la patria con ansiedad. También nosotros nos apostamos a las 11
en la plaza del
mercado. Poco a poco comenzó a lloviznar, el cielo se tornó oscuro
y el Rey no acababa de venir. Dieron las 12, el Rey no llegaba; muchos
niños se sentían hambrientos. Llovió de nuevo y todas las
calles se enlodaron. Dio la una, la impaciencia alcanzó su grado
mas alto. Finalmente, a las 2 comenzaron a volar las campanas, el cielo
sonrió, todavía con lagrimas en su mirada, a la
entusiasmada y agitada muchedumbre; entonces oímos el estrépito
de las carrozas y un vehemente
«Hurra!» arrebató la ciudad. Saltando de alegría
agitabamos nuestras gorras y rugíamos a voz en grito. (Toda la
población industrial de Naumburg estaba apostada desde la Jakobsthor y a
lo largo dela Herrenstraße portando banderas y vestida con sus ropas de
día de fiesta). Un viento juguetón agitaba las incontables
colgaduras que pendían de los tejados, zumbaban todas las campanas, la
compacta multitud chillaba y deliraba y entre sus encendidos aplausos empujaba
ceremoniosamente al coche hacia la catedral. Allí, en los nichos de la
iglesia se situaban una gran cantidad de niñas con vestidos blancos y
coronas de flores prendidas en el pelo. Aquí el Rey descendió del carruaje,
elogió los preparativos y se retiró a la residencia que se le
había destinado. Al anochecer, toda la ciudad estaba iluminada.
Inusualmente, las calles bullían de gente. Las piramides de
guirnaldas junto al ayuntamiento y la catedral estaban cubiertas de lamparitas
de arriba a abajo. Innumerables transparentes decoraban las casas. En la plaza
de la catedral se prendieron fuegos artificiales, con lo que, a veces, el
austero edificio se nos mostraba bajo una iluminación verdaderamente
sobrenatural. A la mañana siguiente hubo maniobras militares en Wethau,
a las que no dejé de acudir. Como
ésa era la primera vez que veía algo así, y como entonces estaba muy
interesado en el tema, las rapidas evoluciones ecuestres, los ataques y
las retiradas me gustaron mucho. Todavía he de mencionar que el Rey
contempló nuestra hermosa catedral y que, mas tarde, hizo enviar
para ella dos nuevas vidrieras decoradas, pero que, con mucha diferencia, eran
muy inferiores a las antiguas. Y ahora otra cosa: un día llegó
Gustav y,con rostro circunspecto, me comunicó la noticia de que Sebastopol había caído. Una vez que no
quedó duda alguna sobre la veracidad de la noticia, nuestra furia se
transformó inmediatamente en cólera contra los rusos, «que
deberían haber sabido defender mejor la torre Malakoff». En fin,
nos enojamos muchísimo. Enseguida nos acostumbramos a nuestro nuevo
alojamiento. Entretanto, no dejabamos nunca de viajar durante las
vacaciones. Habitualmente íbamos a Pobles: el querido abuelo, tan serio
y tan cariñoso a la vez, la encantadora abuela, el tío y la
tía; ademas, la auténtica comodidad alemana que reinaba en
esa casa nos empujaba siempre mas facilmente hacia allí
que hacia cualquier otro sitio. A mí, lo que mas me gustaba era
pasar las horas en el cuarto de estudio del
abuelo revolviendo entre los libros y los cuadernos. En esto consistía
mi mayor placer. También me agradó mucho el viaje a
Schönenfeld, junto a Leipzig, sobre todo porque, precisa mente,
podía acercarme cada día a Leipzig a revolver en librerías
y tiendas de música. También visité monumentos, como el
Auerbachskeller, lo que hice de muy buena gana. Era muy hermoso caminar sin
meta alguna y sin conocer las calles y dejar que la suerte me guiase a su
antojo. Luego, el bonito parque, el huerto tentador, la casa de baños
¿no es todo esto de lo mas agradable? También estuvimos
una vez en Deutschenthal, un pueblo al lado de Halle. Casi todos los
días nos trasladabamos al lago salado de Eisleben, en donde nos
bañabamos. ¡Estan delicioso sumergirse en el agua templada
del verano! Cuando mas lo disfruté fue un poco mas tarde,
cuando aprendí a nadar. Dejarse llevar por la corriente y, sin esfuerzo
alguno, deslizarse entre las suaves olas. puede alguien imaginarse algo
mas placentero? Por otra parte, no tengo sólo al nadar por algo
agradable, sino también por algo muy útil en caso de peligro y
muy sano y refrescante para el cuerpo. Nunca se recomendara lo suficiente
a los jóvenes. En invierno lo sustituye el patinaje. Hay algo
sobrenatural en deslizarse con pies alados por la superficie cristalina. Si
ademas la luna envía sus rayos plateados, parecen esas noches
sobre el hielo noches encantadas: el callado silencio del entorno, únicamente
interrumpido por el crujir del hielo y el son de los patinadores a nuestro
alrededor, posee un algo en sí majestuoso que buscamos
inútilmente en las noches de verano. Y también la fiesta de
Navidad es la noche mas feliz del año. Desde hacía mucho
tiempo antes, esperaba con indescriptible alegría su llegada, pero los
últimos días casi no podía esperar mas: los minutos
transcurrían de uno en uno y los días me parecían los
mas largos del año. Curioso fue que una vez que sentía una
nostalgia inmensa, se me ocurrió escribirme inmediatamente una tarjeta
navideña, para así trasladarme solemnemente al momento en el que
se abría la puerta y nos mostraba el arbol de Navidad iluminado y
resplandeciente. A modo de pequeño homenaje para la ocasión
escribí: «¡Qué magnífico se nosmuestra el
arbol de Navidad con su copa adornada por un angel,
señalandonos el arbol genealógico de Jesús,
cuya corona era el Señor mismo! ¡Qué límpidas
brillan las numerosas luces, símbolo material de que mediante el
nacimiento de Cristo se hizo la luz entre los hombres! ¡Qué
apetitosamente nos sonríen las manzanas de mejilla sonrosadas que nos
hacen recordar la expulsión del paraíso! ¡Y mira, al pie
del arbol esta el niño Jesús en el portal, rodeado
por José y María y por los pastores que le adoran!
¡Cómo dirigen al Niño la mirada entrañable,
rebosante de confianza! ¡Ya quisiéramos también nosotros
consagrarnos así al Señor!». Aunque no tan
magnífica, también es algo similar la fiesta de cumpleaños.
Pero ¿cual es la razón de que, al contrario que la
Navidad, no nos embriague de alegría?. Primero, porque a aquélla
le falta ese impresionante significado que posee la otra, y que es la primera
entre las fiestas. Ademas, la Navidad no tiene que ver sólo con
nosotros, sino con toda la Humanidad: ricos y pobres, pequeños y
grandes, clases bajas y altas. Es precisamente esa alegría común
lo que intensifica la nuestra. De ella se puede hablar con todo el mundo, pues
todos la aguardan con impaciencia. Téngase en cuenta, ademas, su
fecha: puede decirse que con ella culmina el año; piénsese en la
hora nocturna, en la que, sobre todo al atardecer, el alma esta mucho
mas impresionada, y luego en la extraordinaria solemnidad con la que se
celebra. La fiesta del cumpleaños tiene un caracter
masfamiliar, mientras que la Navidad es la fiesta de la cristiandad
entera. Eso no quita que también me guste mucho el día de mi
cumpleaños. Como coincide con el día del cumpleaños de
nuestro Rey, me despierto con música militar. Después de concluida
la ceremonia de los regalos, vamos a la iglesia. Aunque el sermón no
esta escrito expresamente para mí, tomo de él para mi uso
lo que mejor me parece y a mí me lo aplico. Después nos reunimos
todos para una fiesta escolar. Tras la acostumbrada y aburrida conferencia de
algún profesor, unos cuantos estudiantes leen sus propias composiciones
y reciben como premio unos lotes de libros. Ya para terminar se canta una
emotiva canción folklórica y el director concilium dimissit.
Después, por fin, comienzan para mí las horas felices, llegan mis
amigos y juntos pasamos una tarde divertida. Antes de ocuparme del tercer
período de mi poesía quiero añadir aquí mis
pensamientos sobre música (en sentencias).
Sobre música
Dios nos ha concedido la música, en primer lugar, para que mediante ella
ascendamos a las alturas. La música reúne en sí misma
todas las cualidades: puede conmover, embelesar, serenar; es capaz de amansar
el animo mas tosco con sus delicados tonos melancólicos.
Pero su facultad esencial es la de dirigir nuestros pensamientos hacia lo alto,
la de elevarnos, conmocionarnos. Éste es sobre todo, el propósito
de la música religiosa. Pero es deplorable que esta clase de
música esté cada vez mas alejada de su fin. A ella
pertenecentambién los corales. Actualmente existen muchos de
éstos, que con sus languidas melodías se alejan
excepcionalmente del ímpetu y la fuerza de los antiguos. La
música también alegra el animo y aleja los negros
pensamientos. ¡Quién no se habra sentido embargado por el
silencio, por la mas espléndida paz cuando escucha las sencillas
melodías de Haydn! La música nos habla a menudo mas
profundamente que las palabras de la poesía, en cuanto que se aferra a
las grietas mas recónditas del corazón. Todo lo que el
Señor nos regala ha de servirnos de bendición si lo utilizamos
correcta y sabiamente. Así, el canto eleva nuestro espíritu y lo
conduce hacia la bondad y la verdad. Si sólo se usa la música
para el regocijo, o como un medio de exhibirse entre los hombres, sera
pecaminosa e insana. Y es justamente esto lo que mas abunda: casi toda
la música moderna acusa su huella. Algo que también es muy triste
es que casi todos los compositores modernos se empeñan en escribir con
oscuridad. Sin embargo, es muy probable que estos períodos tan
artificiales, que, quizas encanten al especialista, dejen frío al
oído sano. Sobre todo, la llamada «música del futuro»
de un Liszt, de un Berlioz, trata de mostrar que no es posible algo mas
extravagante. La música proporciona, asimismo, un agradable entretenimiento,
protegiendo del tedio a todo aquél que se interese por ella. Hay que
considerar a los seres humanos que la desprecian como «gente sin
alma», como criaturas parecidas a los animales. Este donsupremo de Dios
me ha acompañado a lo largo de mi vida y puedo considerarme muy feliz de
haberla amado tanto. ¡Demos gracias a Dios que nos ofrece tan hermoso
placer!.
En el tercer periodo de mis poemas intenté unir el primero y el segundo,
es decir, armonizar ternura y fuerza. En qué medida logré
conseguirlo es algo que ignoro todavía. Este periodo comenzó el 2
de febrero de 1858, día del cumpleaños de mi querida madre.
Normalmente yo acostumbraba a ofrecerle en esa fecha una pequeña
colección de poemas. Desde aquel momento me propuse adiestrarme un poco
mas en la practica de la poesía, escribiendo, siempre que
me fuese posible, un poema cada tarde. Durante dos semanas así lo hice,
sintiendo una gran alegría cada vez que veía ante mí
terminada una nueva creación de mi espíritu. También
traté de escribir del modo mas sencillo posible, pero pronto tuve
que dejarlo. Y es que, si bien un poema consumado tiene que ser lo mas
sencillo posible, del mismo modo ha de hallarse la verdadera poesía en
cada una de sus palabras. Un poema que carezca de pensamiento alguno, plagado
de frases y de imagenes, se parece a una apetitosa manzana de rojas
mejillas que contiene un gusano en su interior. El poema tiene que estar
absolutamente exento de retórica, porque el uso de frases hechas hace
pensar en un cerebro que es incapaz de crear algo por sí mismo. Al
escribir una obra hay que atender, principalmente, a las ideas, pues se perdona
antes un descuido estilístico que una idea confusa. Buenejemplo de ello
son los poemas de Goethe, con sus ideas profundas y brillantes como el oro. La
juventud, a la que aún le faltan sus propios pensamientos, busca
disimular el vacío de ideas tras un estilo brillante. ¿Acaso no
iguala en esto la poesía a la música moderna? Incluso tendremos
pronto otra «poesía del futuro». Se pretende decir algo con
las imagenes mas originales; exponer confusas ideas con
demostraciones oscuras pero sublimes y llamativas; quieren escribirse, en fin,
obras en el estilo del Fausto (segunda parte), pero, por supuesto, sin la
altura de su pensamiento. Dixi !!
Ahora quiero dar a continuación un índice de todas mis
poesías:
1855-6
1.I. Canción de Navidad. 'Yo te entrego'
2. Tempestad marina. 'Una oprimente'
3. Elegía. 'Callado en el crepúsculo'
4. Asalto. 'De noche a la hora décima'
5. Salvamento. 'Se inclinó en silencio'
6. La juventud de Ciro 'Astiages'
7. Naufragio 'Un barquito navegaba'
8. Tormenta 'Un torrente de lluvia'
9.II. Vanidad de la dicha
10. La guerra de Mesena. 'Negras nubes'
11. Andrómeda 'Quien todavía no tiene'
12. Cekrops. 'A lo largo'
13. Canto del atardecer.
14. El viaje de los Argonautas.
1857
15.III. Canción de aniversario. 'Permítenos
Señor'
16. Alfonso, en 5 cantos. 'En el castillo'
17. Dríope. 'Oh, contempla ese mar azul'
18. Coral. 'Jesús, tus dolores'
Suplemento a I y II
19. Leónidas y Telaceo. 'Anunciar quiero'
20. Ringgraf. 'Ringgraf, señor de'
21. De noche. 'Sobre el mar hay'
22. Los diosesdel Olimpo. 'Mirad, dioses'
23. Sebastopol. 'Al sur de la'
1858
24. Canción de aniversario. 'Con gran alegría'
25. El invierno, en V cantos. 'Llega'
26. Una tormenta. 'Reina la calmó'
27. Hacia Pforta. 'Allí, cerca de Naumburg'
28. ¿A dónde?. 'Vosotros, pajaros del cielo'
29. Tempestad marina. 'Se acerca una borrasca'
30. La alondra. 'Cuando las cumbres'
31. A la niebla. 'Forma admirable'
32. Ahí quiero estar. 'Ahí donde'
33. Vacaciones de Pascua. 'Tendido blandamente'
34. El lamento del ruiseñor. 'En la penumbra'
35. De mañana. 'Una estrella de púrpura y oro'
36. La caza. 'Veloz la saeta'
37. Fata morgana. 'Cuando estoy solo'
38. Schönburg. 'Sobre riscos esta'
39. Sobre el hielo. 'Elfos a la luz de la luna'
40. La despedida de Héctor. 'Oh Héctor si oyeras'
41. Dos alondras. 'Escuché a dos alondras'
42. La abuela. 'Mira mi paso taciturno'
43. Medea. 'Ya Jasón el mar'
44. Conrradino. 'Ante la puerta de Napoles'
45. Barbarrosa. 'Descansa el viejo Barbarrosa'
46. En verano. 'Cuando llega el verano'
Éstas no son las únicas. Me he contentado con hacer una
selección incluyendo en ella también algunas poesías muy
antiguas de las que me acuerdo, pero que ya no poseo. Conjuntamente con Wilhelm
he escrito también dos pequeñas piezas teatrales. Una se titula
Los dioses del Olimpo. La representamos una vez y, aunque no salió del
todo bien, nos divertimos muchísimo. Las corazas, los escudos y los
yelmos plateados y dorados, los magníficos trajes de las
diosas,conseguidos en muy diversos lugares, jugaron un papel
importantísimo. La otra pieza se llama Orkandal, una tragedia, o mucho
mas, una historia caballeresca y de fantasmas, en la que había de
todo: banquetes, batallas, asesinatos, espectros y prodigios. Habíamos
iniciado ya los preparativos para la representación; yo había
compuesto una furiosa obertura a cuatro manos, pero nuestros planes fueron
eclipsandose poco a poco. La misma suerte corrió la pieza
posterior: La conquista de Troya, de la cual ya estaban concluidos los dos
primeros actos en donde se relataban trifulcas de dioses. Todos estos
proyectos, incluso el de escribir una novela, Muerte y perdición, los
concebí cuando en el último semestre del cuarto grado dejé
de asistir a la escuela debido a mis dolores de cabeza. Todas las
mañanas iba hasta Spechzart y eran tantos los proyectos que
concebía que rara vez llevaba a cabo alguno. Ademas hacía
poco tiempo que mi amigo Wilhelm Pinder había caído gravemente
enfermo, por lo que se hallaba en el balneario de Heringsdorf. Así es
que en esa época me encontraba muy solo, pues, debido a la escuela,
Gustav tampoco tenía mucho tiempo para visitarme. Cuando Wilhelm
volvió, asistimos de nuevo juntos a la escuela, y tras unos
examenes muy sencillos, ingresamos en el tercer grado. Así, ahora
me encuentro al final del segundo período de mi vida, por lo que me
permito echar todavía algunas miradas atras, a los 13 años
cumplidos. Con el nuevo libro comenzara también mi vida en el
tercergrado.
Retrospectiva
He vivido ya muchas cosas, alegres y tristes, agradables y desagradables, pero
sé que en todas ellas Dios me ha guiado con la misma seguridad que un
padre a su tierno hijito. Aunque me haya impuesto mucho sufrimiento, reconozco
con veneración su poder y su majestad sobre todas las cosas. He tomado
la firme determinación de dedicarme para siempre a su servicio. Quiera
el Señor darme fuerza para llevar a cabo mi propósito y quiera
ampararme en el camino de mi vida. Con confianza infantil me entrego a su misericordia:
que Él nos ampare y nos libre de desgracias, pero ¡hagase
su Santa Voluntad! Todo lo que Él me asigne quiero aceptarlo con
alegría: buena o mala suerte, pobreza y riqueza, y también, mirar
valientemente a los ojos de la muerte, la cual un día ha de igualarnos a
todos en el contento y la placidez eternas. ¡Señor, deja que tu
semblante nos ilumine por toda la eternidad! ¡¡Amén!!
Con esto he terminado mi primer cuaderno, que contemplo con
satisfacción. Lo he escrito sin cansancio alguno y con gran
alegría. Es algo magnífico guiar mas tarde a nuestro
espíritu por los primeros años de nuestra vida y penetrar
así en el desarrollo de su educación. He relatado fielmente la
verdad, sin fabulación o adorno poético alguno. Que de vez en
cuando haya añadido algo, o que aún añada algo mas,
debe perdonarseme debido a lo extenso de la empresa. ¡Ojala
pueda todavía escribir muchos mas libritos como éste!
Friedrich Nietzsche