El tres de mayo de 1808 en Madrid o
Los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío o
Los fusilamientos del 3 de mayo
Francisco de Goya, 1813-1814
Óleo sobre lienzo • Prerromanticismo
268 cm × 347 cm[1]
Museo del Prado, Madrid, Flag of Spain.svg España
El tres de mayo de 1808 en Madrid (también conocido como Los
fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío[2] [3] o Los
fusilamientos del tres de mayo[1] ) es un cuadro del pintor aragonés
Francisco de Goya terminado en 1814 que se conserva en el Museo del Prado
(Madrid, España). La intención de Goya al elaborarlo era plasmar
la lucha del pueblo
español contra la dominación francesa en el marco del Levantamiento del
dos de mayo, al inicio de la Guerra de la Independencia Española. Su pareja es El dos de mayo de 1808 en Madrid —también llamada La
carga de los mamelucos—. Ambos cuadros son de la
misma época y corriente artística. Su técnica y
cromatismos propios del Goya maduro. Goya
sugirió el encargo de estos cuadros de gran formato a la regencia
liberal de Luis María de Borbón y Vallabriga, antes de la llegada
del
rey Fernando VII. Habitualmente se decía que adornaron un arco del
triunfo dedicado al rey en la Puerta de Alcala[4]
pero últimas investigaciones lo desmienten.[5] En cualquier caso, la
intención de Goya para hacer estos cuadros queda plasmada en una carta
autógrafa del aragonés, donde escribe:
Siento ardientes deseos de perpetuar por medio del pincel las mas
notables y heroicas acciones o escenas denuestra gloriosa insurrección
contra el tirano de Europa.
—apud Glendinning (2005), pag. 120.[6]
[7]
La pintura es oscura, muestra imagenes fuertes y crea el arquetipo del horror en la pintura
española, que Goya aprovechó en esa época para sus
aguafuertes titulados Los desastres de la guerra.
El tres de mayo de 1808 ha inspirado numerosos cuadros, como El fusilamiento de Maximiliano, de
Édouard Manet, así como
otras obras de éste relativas a la acción bélica. Guernica y Masacre en Corea son las dos obras de Pablo Picasso en
que se aprecia la influencia de Los fusilamientos.
En la década de 1850 el pintor José de Madrazo —entonces
director del Prado— puso en duda que Goya
hubiese pintado este lienzo. Afirmó que «el cuadro es de calidad
muy inferior a otros retratos del maestro
Goya».[8] Décadas después, durante
el apogeo del impresionismo y del romanticismo,
adquirió fama mundial al ser considerada antecedente directo de tales
estilos. La obra fue trasladada a Valencia en 1937 junto con todo el
fondo del Museo para evitar posibles daños
durante la Guerra Civil, pero durante el trayecto la obra sufrió un
accidente. Los desperfectos se fueron reparando gracias a las
restauraciones emprendidas en 1938, 1939, 1941 y 2008. En esta
última se ha procedido a la limpieza completa del cuadro, a base de
rebajar los barnices amarillentos que cubrían gran parte de la obra.[9]
Contexto histórico
El dos de mayo de 1808 en Madrid, pareja de Los fusilamientos. En ambos
serepresenta la pelea de los españoles contra las tropas de Francia,
así como
la represión que los invasores usaran a modo de escarmiento.
Napoleón Bonaparte se autoproclamó cónsul de la Primera
República Francesa el 18 de febrero de 1799, y en 1804 Pío VII le
coronó emperador. España controlaba el acceso al Mar
Mediterraneo y poseía varias colonias, por lo que era un punto crucial en el mapa europeo que los franceses
debían dominar cuanto antes. Carlos IV, un
hombre abúlico y desinteresado por el gobierno, era el rey de
España desde 1788. La reina María Luisa de Parma y su supuesto
amante, el primer ministro Manuel Godoy, eran quienes manejaban el reino.[10] Napoleón tomó ventaja de la
situación y propuso al gobierno español conquistar Portugal y
repartirlo entre ambas naciones.[11] El Príncipe de la Paz —como
se conocía a Godoy— negoció el trato y poco después
acepta gustoso la oferta, y permite a los franceses penetrar en territorio
español. Sin embargo, las verdaderas intenciones del emperador eran otras, conquistar
España y Portugal
simultaneamente y situar a su hermano José Bonaparte —desde
1806, soberano de Napoles— a la cabeza de ambos reinos. Pero el
acuerdo casi subrepticio de Godoy con el Primer Imperio Francés
desató descontento en varias esferas de la sociedad española, lo
cual fue capitalizado por el príncipe Fernando de Borbón,
acérrimo adversario de Godoy. Junto a otras personalidades del gobierno,
como el infante Antonio Pascual, Fernando entendió claramente que era
unplan de los franceses para hacerse con el reino y pensó en asesinar al
ministro e incluso a sus padres, para tomar él el poder y sacar a las
tropas de Napoleón.[11]
Retrato de Manuel Godoy, por Goya (1801).
Mas de 20.000 soldados franceses entraron a
España en noviembre de 1807, con la misión de reforzar al
ejército hispano para atacar Portugal. Los españoles no
opusieron resistencia y permitieron su libre transito.[12]
Hacia febrero de 1808, los auténticos planes de Napoleón
comenzaron a saberse y hubo pequeños brotes de rebeldía en varias
partes de España, como Zaragoza.[13] Joaquín Murat, comandante de
las fuerzas francesas, creía que España reaccionaría mejor
bajo el mando de José I de Napoles, hermano de Napoleón,
que gobernada por Carlos IV o por su hijo Fernando. Así lo
expresó al emperador en una carta del
1 de marzo de 1808.[14] En marzo se produce el
Motín de Aranjuez. Carlos IV debe destituir a Godoy y éste tiene
que salir del
país por temor a morir linchado a manos del pueblo. Obligado por
la penosa situación, el rey abdica y Fernando se convierte en el nuevo
monarca español. Al conocer los sucesos en España,
Napoleón se precipita y aprehende a Fernando VII, que debe devolver la
corona a su padre y éste la pone en manos del francés. Napoleón no duda en traspasar la corona a su hermano y desde
el 6 de junio de 1808, José Bonaparte es rey de España.
El pueblo español había aceptado gobernantes extranjeros en el
pasado —a la Casa de Borbón en 1700, con Felipe deAnjou
(posteriormente Felipe V) como rey—, pero esta vez no estaba dispuesto a
permitir una ocupación francesa. El dos de mayo el
gobierno invasor decretó la salida de los últimos miembros de la
familia real, entre ellos los infantes María Luisa y Francisco de Paula.
Al percatarse de ello, el cerrajero Blas Molina gritó al pueblo:
«¡Traición! ¡Nos han quitado
a nuestro rey y quieren llevarse a todos los miembros de la familia real!
¡Muerte a los franceses!». Comenzó así el levantamiento. Murat escribió sobre ello a José Bonaparte que
«el pueblo de Madrid
se ha levantado en armas, dandose al saqueo y a la barbarie. Corrieron ríos de sangre francesa. El
ejército demanda venganza. Todos los saqueadores han sido
arrestados y seran fusilados».[15] Tal como escribió el
general, esa noche comenzó en la capital una implacable
persecución de presuntos sublevados. Cualquiera que
llevase una navaja —común entre los artesanos
madrileños— era arrestado y condenado a muerte sin previo juicio.
Las ejecuciones se realizaron a las cuatro de la mañana en Recoletos,
Príncipe Pío, la Puerta del Sol, La Moncloa, el Paseo del Prado y
la Puerta de Alcala.[16] Cerca de allí se encontraba la
montaña del Príncipe Pío, donde se dieron los sucesos que
inspiraron al artista de Fuendetodos para la obra que emprendería un
lustro mas tarde. Pocos días después, la población
de Madrid tenía ya en un altísimo concepto de heroicidad a los
caídos la noche del tres de mayo y
algún tiempo después circularon estampasen las que conmemoraba su
lucha contra Napoleón —visto ya como la personificación del Anticristo
católico—.
La vasta mayoría de los ejecutados en Príncipe Pío
—actualmente conocida como plaza de España— eran condenados
por una Comisión Militar que no les concedía derecho a defensa,
aunque casi todos los rehenes habían participado activamente en la
insurrección y se les aprehendió con las armas en la mano.[17]
Goya debió de documentarse abundantemente para sus obras —como era
habitual en él— y para ello utilizó algunos testimonios de
presos que lograron fugarse, como uno que huyó hacia la ribera del
Manzanares.[18]
El pintor conmemorara los hechos acaecidos en la reyerta del dos de mayo
en La carga de los mamelucos, donde un grupo de milicianos franceses a caballo
pelean contra el pueblo sublevado en la Puerta del Sol, escenario de varias
horas de fiero combate.[14] Muchos de los rebeldes fueron sofocados, arrestados
y fusilados en las localidades cercanas a Madrid durante los días
siguientes, hecho que representa El tres de mayo de 1808. La oposición
española persistió durante los siguientes cinco años, en
forma de una dura guerra de guerrillas.[14] Tiempo
mas tarde unieron sus ejércitos con portugueses y
britanicos, bajo la dirección de Arthur Wellesley, duque de Wellington —militar
que tuvo su «bautizo de fuego» en la Península hacia agosto
de 1808—. Como
ya se ha dicho, en la época en la que Goya concibe este cuadro los
españoles habían mitificado a tal extremo a losrebeldes de mayo
de 1808 que eran ya sinónimo de patriotismo y heroísmo.[19]
Yo lo vi, lamina 44 de Los desastres de la guerra, h. 1810-1812. Con
estos aguafuertes, Goya pretende testimoniar el momento histórico que
vive, a semejanza de una crónica.[20]
Como otros españoles de ideas liberales y próximas a las de la
revolución francesa —llamados, casi peyorativamente,
«afrancesados», en referencia a su supuesta simpatía por
Bonaparte—,[21] Goya mantenía una difícil postura ante la
invasión francesa, puesto que mantenía esperanzas de que
España sufriese cambios similares a los que vivió el vecino
país años atras, al tiempo que se sentía herido en
lo mas profundo de su orgullo español.[22] Compartía esta
visión con otros amigos intelectuales como Juan Meléndez
Valdés y Leandro Fernandez de Moratín. Un autorretrato de
Goya de 1798 fue regalado al embajador francés Ferdinand Guillemardet,
quien profesaba al aragonés una gran admiración.[23] [24] [25]
Para mantener su puesto de pintor de camara, Goya debe servir a
José I Bonaparte —véase la Alegoría de la villa de
Madrid—, a pesar de que siempre ha sentido un desprecio por la autoridad
y llega a degradarla en sus retratos.[26] [27] [28] Mientras tanto, es testigo
de la forma en que sus compatriotas pelean ante los franceses, lo que
motivara algunas obras en que refleja la crueldad de los actos
bélicos.[29] Celebérrimo es El coloso —basado en los
horrores físicos de la invasión y en La profecía del
Pirineo, poesía de Juan BautistaArriaza—. Las acciones de la lucha
hispanofrancesa le inspiran a grabar la serie conocida como Los desastres de la
guerra (1810-1815).[23]
Y no hay remedio.[30] [31]
En febrero de 1814 los franceses son expulsados de España y Goya
aprovecha para escribir una carta —fechada el 24 de febrero— al
gobierno provisional, presidido por Luis María de Borbón y
Vallabriga, donde propone la realización de una pintura que pudiese
«perpetuar por medio del pincel las mas notables y heroicas
acciones o escenas de nuestra gloriosa insurrección contra el tirano de
Europa».[32] Ello no obsta para que Mena considere que «no existe
documentación relevante, para aclarar si la idea de estos grandes
lienzos partió de Goya. Su carta, que no se conserva, pudo haber sido su
contestación y sus condiciones económicas a un encargo de la
regencia de preparar una serie de lienzos conmemorativos de la defensa contra
Napoleón, ante el inminente regreso de Fernando VII, que entraba en Madrid
el 19 de mayo de ese año». Así, el 9 de marzo la
Tesorería le informaba de la siguiente manera, a fin de que comenzara a
trabajar cuanto antes en sus cuadros:
En consideración a la grande importancia de tan loable empresa y la
notoria capacidad del dicho profesor para desempeñarla, ha tenido
a bien admitir su propuesta y mandar en consecuencia que mientras el
mencionado Dn. Francisco Goya este empleado en este trabaxo, se le satisfaga
por Tesorería mayor, ademas de lo que por sus cuentas resulte
invertido enlienzos, aparejos y colores, la cantidad de mil y quinientos reales
de vellon mensuales por via de compensación.
Carta de un oficial de la Tesorería a Francisco
de Goya, 9 de marzo de 1814.
A pesar de no conocerse a ciencia cierta si presenció o no las revueltas
y los ajusticiamientos,[23] han existido muchos
intentos de probar que así fue.[33] Por aquel tiempo el aragonés
habitaba una casa sita en la esquina de la Puerta del Sol, marco de la
mas brutal matanza del
pronunciamiento. Supone Antonio de Trueba que el pintor
presenció los eventos de mayo de 1808. Esto se lo contó,
supuestamente, Isidoro Trucha, el jardinero de Goya, que afirma haber acompañado al pintor durante la noche de la
masacre a observar los cuerpos de los ejecutados. El testimonio de Trucha es
reconstruido por Trueba: «en medio de charcos de sangre vimos una
porción de cadaveres, unos boca abajo, otros boca arriba, en la
postura del que estando arrodillado, besa la tierra, otro con las manos
levantadas al suelo, que pide venganza o tal vez misericordia».[34] Es
probable que sea verídico, pues la narración incluye la
descripción de «un personaje temeroso y mordiéndose los
puños» y «un charco de sangre», que en el cuadro Goya
pintara con gran realismo.[35]
AnalisisEditar
Napoleón cruzando los Alpes, de Jacques-Louis David.
Puede decirse que es pionera de una nueva generación
pictórica, que rompe con las costumbres artísticas impuestas por
el cristianismo y el Antiguo Régimen, ya en decadencia. No
tieneningún precedente en las pinturas de guerra y es reconocida como una de las primeras obras de
lo que se conoce como
arte contemporaneo. Kenneth Clark es tajante al afirmar «es la
primera pintura que puede llamarse grande y revolucionaria en toda la
extensión de la palabra, en su tematica, en su género y en
su intención.[36]
Goya prescinde de los elementos del neoclasicismo imperante para representar la
gesta. Coloca únicamente en el cuadro a los ejecutados
y a sus poco visibles captores.
Se trata, en fin, como
considera Bozal,[37] de uno de los cuadros mas apreciados
y que mas repercutieron en la obra de Goya y en la forma en que ha sido
examinada. También, enuncia el historiador, refleja como pocas obras el
punto de vista contemporaneo hacia la comprensión de la esencia
de toda conflagración.
Habitualmente podría esperarse un cuadro que
ensalzara al héroe como protagonista del cuadro. Bozal
aprecia que Goya pudo colocar en el
centro de su composición a los militares que
mas descollaron durante la guerra, Daoíz y Velarde, para
establecer un opuesto paralelismo con aquellas obras que manifestaban el poder del emperador galo
—cuyo prototipo era Napoleón cruzando los Alpes—.
El aragonés crea una composición en que el protagonismo cae en
manos del
colectivo anónimo que llega al mas bajo estrato de violencia, diferenciandose
de las estampas sobre el tema que habían publicado Tomas
López Enguídanos, Zacarías Gonzalez
Velazquez y Juan Carrafa. Estas imagenes
fueronreproducidas por José Ribelles y Alejandro Blanco (h. 1813), y
para cuando Goya aborda la ejecución de sus cuadros de historia, las
laminas —constituidas a modo de Aleluya— ya eran parte de la
imaginación popular.
Monumento a Daoíz y Velarde..
Se categoriza dentro de la pintura histórica, que tenía algunos
antecedentes en el arte español e italiano, pero ninguno tan realista
como el de Goya.[38] En lontananza se admira la
silueta de algunos edificios, pero se aprecian tan desdibujados que no logran
identificarse con exactitud.[38] Sin embargo, no es inverosímil la
hipótesis de que uno de ellos pueda tratarse del Cuartel del
Conde-Duque, visible desde el monte del Príncipe Pío.
Contrasta demasiado con su pareja, La carga de los mamelucos. Aquí la fuerza escénica recae en el momento previo a
la ejecución y no en los instantes de ésta. Los franceses no tienen rostro, a manera de enemigo anónimo
y mortífero. Señala Glendinning que el único
intento de Goya por suavizar el tremebundo impacto psicológico que
produce un fusilamiento son los poco claros frontispicios de
construcciones.[38]
Entre los personajes que van a ser asesinados existe una enorme diversidad: un
religioso en actitud de oración; un hombre con gorra que espera con
resignación su inminente destino; el hombre en primer plano, que alza
las manos al cielo.[39] [40] Incluso es posible la categorización de los
prisioneros en tres grupos: los ya muertos, los que estan siendo
fusilados y los que aguardan su turno. Lairrupción de la mujer en el
cuadro es notoria, aunque es una sola fémina.[38]
[41]
Como es
habitual en Goya, hay múltiples variedades de interpretaciones. Tiene
una composición equilibrada y una tonalidad oscura y pavorosa, herencia
de lo Sublime. Se ha dicho que quiza se pintó a
modo de complemento para La carga, a pesar de que éste tiene una
composición y tonos totalmente distintos. Schlegel le
definió como
«romantico», un término aún en ciernes.
También afirmó que «Goya marca en ello un deseo de romper
con las costumbres del
siglo XVIII».[42]
Autorretrato de Goya en 1815. En la época de este
autorretrato nace El tres de mayo de 1808 en Madrid.
El momento capturado por Goya en el lienzo acaece durante la madrugada del 3 de
mayo de 1808.[43] Clark indica que las víctimas y los verdugos se
enfrentan en un estrecho espacio, al afirmar que «una pincelada del genio
ha contrastado las actitudes de los soldados y el objetivo irregular de sus
rifles».[44] La lampara que yace en el suelo se transforma en la
fuente de luz, perceptible en la tonalidad amarillenta que muestra el cuadro en
su parte central, para toda la obra, y la mayor parte de la iluminación
recae en los muertos localizados en la izquierda y en el fraile que reza
arrodillado. Así podrían cumplirse las órdenes de un
implacable Murat, deseoso de venganza que decide ejecutar a religiosos y
miembros de las clases bajas en un intento por acallar la resistencia de los
españoles.[45] En el desorden que refleja el conjunto delas figuras
subyace el deseo de Goya por únicamente conmemorar a las
víctimas, pero no crea un fortísimo sentimiento patriótico
que ensombrezca al rey Fernando.[45]
El grupo de militares erecto en el lado derecho esta sumido por completo
en la sombra y aparentan formar un conjunto monolítico.[46] Al
observarse desde la distancia podría parecer que las bayonetas, los
uniformes y el resto de las armas se han metamorfoseado en artefactos
implacables e inmutables. Tampoco se pueden contemplar las caras
de los soldados, pero una de las víctimas reacciona horrorizada al mirar
a los soldados, convirtiéndose ambos gestos en una fuente inagotable de
dramatismo para la obra —en especial si se admira el cuadro desde
lejos—. El papel de la multitud de personas que se mantienen alejados de
la ejecución y que cargan antorchas no se ha dilucidado, pero las dos
hipótesis mas difundidas establecen que se trata de soldados o de
simples curiosos.[47]
Mena sugiere, a diferencia de lo planteado por Glendinning y Tomlinson, que
Goya ha recreado con maestría el enclave del sacrificio
patriótico con una exactitud casi topografica. La historiadora
sostiene que es posible identificar edificios destruidos en el siglo XIX
—el cuartel del
Prado Nuevo, el colegio de doña María de Aragón, el
cuartel del Conde Duque e incluso el palacio de Godoy—. También,
señala Mena, se puede reconocer, a tenor de los uniformes, a los
soldados como
parte del Batallón de Marineros de la Guardia Imperial. Junto a su sablede tiros largos, los soldados llevan también
el capote de reglamento. Respecto a esta
cuestión Mena conjetura que la noche se había tornado fría
debido a la lluvia.
La misma estudiosa afirma que el cuadro obtiene cierto rigor histórico
al pintar Goya a un sacerdote, pues en la
montaña del Príncipe Pío
fue el único lugar en todo Madrid
donde esa noche se ajustició a un eclesiastico, Francisco Gallego
y Davila. El conjunto de los historiadores concuerda en destacar el
aspecto físico de los condenados, algunos sin camisa y mal vestido. Su
captura, el día anterior, se produjo durante
una jornada calurosa y soleada.
Es muy factible que La carga de los mamelucos y El tres de mayo de 1808 hayan
sido planeados como
parte de una serie mayor. Tomlinson[48] y
Buendía[49] defienden la idea de que Goya pintó cuatro
óleos para representar los hechos de mayo de 1808 en la capital
española: los dos ya conocidos, Levantamiento de los patriotas ante el
Palacio Real y La defensa del
Parque de Artillería. Fuente vital para dicha teoría constituyen
los testimonios de José Caveda, académico de la Real Academia de
Bellas Artes de San Fernando que escribió en 1867 un informe en el que
mencionaba otras dos pinturas alusivas al dos de mayo por parte del
aragonés, y Cristóbal Ferriz —coleccionista y estudioso del
arte goyesco que indaga sobre los ya mencionados temas de las obras que hoy
permanecen en paradero desconocido—.[48] Algunos estudios, como el de
Janis Tomlinson, hablan acerca de ladesaparición como una medida que
reprobaba tajantemente la representación de la revuelta popular ofrecida
por dichos cuadros de Goya.[48]
La libertad guiando al pueblo, de Eugène Delacroix, 1830. Ejemplo de
arte revolucionario, del
cual Goya fue pionero con El dos y el tres de mayo de 1808.[50]
El estudio de la pieza ha provocado reacciones divergentes. Se le considera una
de las mejores obras de la pintura de historia, pero el poco heroico
caracter que muestran los personajes del lienzo hace que
muchos críticos pongan en duda su idoneidad para representar una escena
bélica. El escritor Richard Schickel analiza las deficiencias
técnicas e historiograficas de El tres de mayo, como la
colocación en angulos estrechos de los soldados. Según
él, ello se aleja de ser realista, ya que Goya sólo deseaba
alcanzar el reconocimiento académico por este
cuadro y su pareja, sino reforzar el impacto de la guerra y perdurar la memoria
del
levantamiento en el pueblo español. Esta teoría, de acuerdo a
Schickel, se apoya en la carta del pintor a la regencia.
El atractivo principal de El tres de mayo consiste en el manejo de la
técnica, apartandose de las convenciones pintoresquistas
vigentes.[51] El romanticismo idealizó las obras de Goya y las
tomó de ejemplo, pues estaban imbuidas de la injusticia, la guerra y la
muerte; las tematicas predilectas —y que en su trabajo enfatizara
Goya— de los artistas de dicha corriente.[47] La balsa de la medusa, de
Théodore Géricault, y La libertad guiandoal pueblo, de
Eugène Delacroix, son ejemplos de la pintura romantica que
inspiró el aragonés.[50]
Detalle de la mano derecha de una de las víctimas, que muestra un
estigma.[52]
El asunto que trata este cuadro, así como su estructura, tienen bases en
la iconografía tradicional del martirio en el arte cristiano. Esta
cuestión se halla ejemplarizada por el dramatico empleo del
claroscuro, yuxtapuesto a la inevitable ejecución.[52] Se puede admirar
la impronta de algunos trabajos religiosos de José de Ribera, con la
tortura y la muerte final como característica común, un elemento
habitual en la pintura española hasta el siglo XIX.[53]
En el centro, el hombre de camisa blanca con los brazos abiertos en el punto
central recuerda la crucifixión de Cristo, pues su postura evoca a
Jesús de Nazaret en el Monte de los Olivos —véase el cuadro
homónimo de Caravaggio y El prendimiento de Cristo o Cristo en el huerto
de los olivos, del propio Goya—.[52] La figura central de nuevo porta un
estigma en la mano, muy parecida a las marcas de Cristo.[52] La linterna sita
en el centro ha sido, tradicionalmente, un instrumento atribuido a la
soldadesca que prendió a Jesucristo. Sobre todo a partir del
siglo XII abundan las representaciones de los romanos —que portan una
linterna— arrestando a Jesús, y Pedro intentado frustrar sus
planes con una espada, acción que evita Cristo.
El martirio de San Bartolomé, de Giovanni Battista
Tiepolo.
Ademas, existen en El tres de mayo algunas otrasreferencias al arte del
cristianismo, como la gama cromatica —los principales colores que
se muestran son el amarillo y el blanco, a la sazón, los símbolos
heraldicos del Papa—.[52] A diferencia de
la iconografía cristiana, aquí no persiste el ideal de
salvación que pregona el catolicismo, sino que se mira a la muerte como
algo inevitable.
El ya mencionado recurso de la linterna surge durante los albores del barroco y
es perfeccionado por Caravaggio, usandose tradicionalmente como una
metafora de la presencia de Dios.[54] De igual
forma, la luz emitida por las antorchas o por un candelabro tiene connotaciones
religiosas, pero en El tres de mayo demuestra una intención totalmente
diferente a lo hasta entonces conocido. El pelotón de fusilamiento se
mueve en penumbras, y trata, quizas, de infligir mas dolor a sus
víctimas.[54]
El conjunto de los fusilados permanece tan anónimo como sus verdugos. Los
prisioneros ruegan a Dios, aunque no de la manera mas ortodoxa.
Al sentir que sus plegarias son desoídas, los patriotas españoles
que han caído presos se dejan morir a manos de
los franceses. Es aquí donde radica el punto crucial de la falta de
heroísmo: la negativa de la salvación.
Como contrapeso a este
punto Goya ha pensado en crear una apología del martirio vivido. Nuevamente vemos a los
tres grupos de cautivos: un cadaver desfigurado
y sangriento, los que en ese preciso momento son ajusticiados y los que pronto
lo seran. Para Licht en Goya el martirio individual carece desentido, lo
que en el pintor sera la génesis de toda una ejecución
masiva.[52] [55]
El italiano Giovanni Battista Tiépolo es autor de una de las obras
mas violentas y que supuran mas dramatismo en todo el barroco: El
martirio de San Bartolomé. Es muy probable que la hipótesis
mencionada por Glendinning —relativa a que Goya debió de haber
visto el cuadro en cuestión durante su viaje a Italia en 1771— sea
verídica.[56] Así lo sostienen otros
autores como Chantal Eschenfelder.[57] En todo
caso, ambos lienzos irradian terror y merced
a ello se convirtieron en piezas aclamadas por sus contemporaneos.
La manera de pintar retratos colectivos que Goya utiliza tiene un precedente en
la historia del arte occidental, mas siempre
se presentaba como
una víctima que es asesinada en solitario.[58] Los fusilamientos en la
montaña del Príncipe Pío ofrece una visión menos
catartica al crear una procesión de condenados que mueren uno
tras otro.
La estética de lo Sublime ha quedado atras, de forma que no hay
posibilidad alguna de resurrección.[50] El efecto que Goya desea
producir en el espectador es que el patriotismo esta antes de todo, incluso
que la muerte.[55]
Al creer que sujeto y sufrimiento estan íntima e indisolublemente
ligadas, Goya no hace ni el mas mínimo intento por amortiguar su
composición.[59] La pincelada carente de atractivo y a los colores
sangrientos, circunscritos sólo a la oscuridad,[60] originan una de las
composiciones goyescas mas fuertes y llenas de dramatismo.