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El combate de Angamos



Combate de Angamos
El 8 de octubre se recuerda el combate naval de Angamos ocurrido en 1879, que es uno de los hechos bélicos mas importantes en la historia del Perú, que por casualidad también fue miércoles como los es este año. Este combate naval tuvo relevancia mundial en su momento por ser el primer enfrentamiento entre buques blindados desde la batalla naval de Lissa de 1866. Por esas casualidades, ese día también es un aniversario mas de la Marina de Guerra del Perú, fundada en 1821 por el Protector del Perú José de San Martín.
EL COMBATE
Mientras los barcos peruanos navegaban de regreso, ignoraban que, silenciosamente, el cerco tan rigurosamente planeado se iba estrechando sobre ellos. Las dos divisiones chilenas avanzaban desde diferentes direcciones, en posición abierta, dispuestas a cercar a su objetivo. El Huascar debía estar en alguna parte y esta vez no estaban dispuestos a perderlo. Al amanecer del 8 de octubre, frente a las costas de Antofagasta, siempre rumbo al norte, los peruanos divisaron tres humos que se desplazaban desde esa dirección hacia ellos. Eran el Blanco Encalada, la Covadonga y el Matías Cousiño, que, finalmente, había avistado a los peruanos. De inmediato Grau dispuso una maniobra evasiva en zigzag hacia el sur-oeste y ordenó a toda maquina. Haciendo proa sucesivamente al oeste y al norte, en tres horas el Huascar logró evadirse y mantuvo unadistancia de ocho millas sobre sus perseguidores. A las 07:15 horas, sin embargo la nave peruana divisó otros tres barcos que avanzaban desde el nor-oeste, aquellos pertenecientes a la segunda división chilena, precisamente al sector hacia donde un momento antes había puesto proa el blindado. De inmediato Grau ordenó virar hacia el este y aumentar aún mas la velocidad. Sin embargo, en menos de una hora el Cochrane, cuyo andar superaba al del Huascar en casi dos nudos, acortó distancia hasta ponerse a escasos kilómetros de su enemigo. El Blanco Encalada y la Covadonga por su parte, iban acercandose amenazante en dirección a la popa, al tiempo que la Ohiggins y el Loa se dirigieron a cortar el paso a la Unión.


El contralmirante Grau dispuso virar al norte sin resultados. Pronto comprendió que su nave, menos rapida, no podría eludir lo que evidentemente era una trampa cuidadosamente preparada. De inmediato ordenó a la Unión -de mayor velocidad- continuar por ese rumbo hacia Arica. García y García cumplió las órdenes de Grau sabiendo que su buque de madera sería destrozado facilmente si comprometía combate con los blindados y seguro de que el repliegue era el único modo de salvar el barco para el país, lo que el habil marino finalmente lograría, sin que la Ohiggins y el Loa pudieran impedirlo.

Siendo inevitable el encuentro, Grau ordenó zafarrancho de combate, izó el pabellón de guerra y congran coraje se dispuso a dar batalla contra fuerzas ampliamente superiores (26).
Pronto, aquel barco de 1,130 toneladas y cinco cañones de diverso calibre se enfrascaría en un desigual duelo contra dos potentes acorazados y una goleta, que en conjunto superaban las 7,500 toneladas, que poseían un total de 47 cañones, seis ametralladoras y ocho tubos lanza-torpedos, y que estaban protegidos, los acorazados, por el doble de blindaje.
Y quizas, mientras se efectuaban las maniobras precederas a la batalla, algunos tripulantes se detuvieron a ver, por última vez, la inscripción que destacaba sobre el timón de popa del Huascar:
'El hombre honrado, leal y valiente inspira honor y orgullo a sus compatriotas. El traidor y cobarde es el baldón y deshonra de su patria'.
A las 9:25 de la mañana el Huascar inició majestuosamente la contienda y a mil metros de distancia disparó una andanada de proyectiles contra el Cochrane, algunos de los cuales alcanzaron la galera del blindado, pero sin dañarlo. El Blanco Encalada y la Covadonga, mientras tanto, continuaban acercandose. El Cochrane por su parte no respondió los tiros y fue acortando distancia. A las 9:40 horas, cuando se encontraba a 200 metros a babor del Huascar, Latorre ordenó cañonear a su adversario.
La diestra conducción de Grau sin embargo permitió al blindado realizar habiles y temerarias maniobras, al extremo que intentó atacarcon el espolón al Cochrane, pero la mayor velocidad de la nave, provista de doble hélice permitió esquivar lo que quizas hubiera sido una embestida mortal. La acción entonces se hizo general y los cañones chilenos se trabaron en feroz intercambio con los Armstrong peruanos. Pronto las granadas Palliser y Sharpnell del Cochrane impactaron en el barco peruano y causaron efectos demoledores. Una de estas perforó el blindaje del casco de la torre de artillería e hirió a los doce marineros que servían la ronza de los cañones. Otra descarga cortó el guardin de babor de la rueda de combate, lo que ocasiono varias bajas, un incendio y trabó el mecanismo de maniobras en razón que los cuerpos de los caídos quedaron apiñados alrededor de la torre.
El Huascar sin embargo respondió y uno de sus proyectiles de 300 libras entró en la casamata del Cochrane a través de una apertura, explotó, la daño, y mató a todos sus operarios. Por unos instantes el sorprendente Huascar pareció recuperar ventaja. Pero el Blanco Encalada y la Covadonga, ahora a sólo 200 metros de distancia de la aleta de estribor del blindado peruano, entraron en acción.
El Huascar quedó así encerrado entre los dos blindados chilenos, con el paso cortado por la corbeta. Entonces dirigió sus cañones contra el Blanco Encalada y también buscó embestirlo con el espolón, pero éste, al igual que el Cochrane, logró esquivar el ataque.Otra maniobra del Huascar lo colocó en el centro de los dos acorazados, giró su torre y disparo hacia uno y otro. Sin embargo, los proyectiles rebotaban sin poder atravesar sus fuertes corazas. Dicha posición, no obstante, impidió por unos instantes que el Blanco y el Cochrane dispararan por temor a dañarse mutuamente. En cierto momento del combate, una mala maniobra del Blanco Encalada estuvo a punto de provocar una colisión con el Cochrane, lo que se evitó gracias a la pericia del comandante de esta última nave. Esta situación no duró mucho. Las dificultades de manejo no permitían al Huascar mantener una dirección constante. Los acorazados entonces cambiaron de posición y continuaron el fuego.


Aproximadamente a los veinticinco minutos de combate, un proyectil de fragmentación del Cochrane cayó a boca de jarro sobre la torre de mando, atravesó su blindaje, causó una horrenda explosión y mató al gallardo almirante Grau y a su ayudante, el teniente Diego Ferré. El proyectil inutilizó ademas completamente la rueda de gobierno y los telégrafos de las maquinas.
Muerto el heróico almirante, asumió el mando el segundo de a bordo, el capitan de corbeta Elías Aguirre, bajo cuyas órdenes se continuó un combate tenaz y sostenido. Sin embargo, en pocos minutos el gallardo comandante Aguirre corrió igual suerte que Grau y fue destrozado por un proyectil. Asumió entonces el mando el terceroficial, el capitan Melitón Carvajal, quien pronto cayó herido víctima de una cerrada descarga, y debió ser reemplazado por el siguiente oficial en jerarquía, el teniente primero Melitón Rodríguez, que al igual que sus predecesores encontró una heróica muerte en su puesto de mando. Para entonces el combate se había vuelto una carnicería y el Huascar, practicamente sin control debido a los impactos en su línea de flotación, quedó a merced de los cañones del adversario. Dentro del blindado, el cirujano de la nave, Santiago Tavara, hacía esfuerzos sobrehumanos por salvar la vida de los tripulantes heridos cuyo numero se multiplicaba conforme proseguía la titanica lucha.
Aún en tales condiciones el espartano Huascar continuó el combate sin dar ni pedir cuartel, no obstante ya no podía maniobrar, ni girar y se hallaba practicamente ingobernable debido a la destrucción de los aparejos y cancamos de la caña y cadena del timón. El número de proyectiles que lo impactaron era interminable, pues apenas había sección que no hubiera sido destruida. Dos de estos ocasionaron incendios en las camaras del comandante y de los oficiales, destruyéndolos completamente. Otra granada penetró en la sección de la maquina -que en total fue remecida por cuatro cañonazos-, produciendo un nuevo incendio.
El teniente primero Diego Garezón ahora comandaba el barco, cuya cubierta destrozada por los proyectiles estabaregada de sangre, cadaveres y heridos. A las 10:10 de la mañana la bandera peruana cayó del mastil, hecho que fue interpretado por los chilenos como símbolo de rendición, pero el valiente teniente Enrique Palacios, entre una lluvia de balas -siete de las cuales lo atravesaron en el momento- la izó nuevamente sobre el maltrecho mastil y continuó el combate (27).
Garezón, en gesto fútil, intentó por última vez recurrir al espolón, pero el Huascar no respondía mas, convertido en un cementerio de acero flotante, cuya única señal de vida eran los sobrevivientes que a duras penas hacían sentir el rugir de sus maltrechos cañones y metrallas. Otros dos incendios se desataron, uno bajo la torre del comandante y el otro a la altura de la proa. Pronto el último cañón de la torre Coles fue destruido, uno de los calderos reventó y terminó por cubrir la nave de humo, mientras el fuego y los gritos de los heridos se convirtieron en los últimos alientos del moribundo blindado. Habían transcurrido noventa minutos de épico combate y ya sin posibilidades de continuar la resistencia, Garezón y los tres oficiales de guerra que quedaban en pie, acordaron hundir la nave. En consecuencia se dio la orden al primer maquinista para que abriera las valvulas, lo que este hizo de inmediato, luego de detener la maquina por completo (28).
A las 10:55 el Cochrane y el Blanco suspendieron el cañoneo y comprendiendoque el Huascar pronto se iría a pique, enviaron una dotación armada en lanchas para abordarlo. Cuando los marinos chilenos rindieron a los sobrevivientes peruanos, impedidos de resistir el abordaje, el Huascar ya tenía 1.20 M. de agua y estaba a punto de hundirse por la popa. Revolver en mano, los oficiales chilenos ordenaron a los maquinistas cerrar las valvulas y posteriormente obligaron a los prisioneros a apagar los fuegos que consumían diversos sectores de la nave. La lucha había concluido y la extraordinaria presa de guerra había sido capturada.
Durante el combate los acorazados chilenos lanzaron 150 cañonazos contra el Huascar, y le impactaron 76, de los cuales 20 eran granadas Palliser de 250 libras, que penetraron

facilmente su coraza. El resto fueron proyectiles de diverso calibre, mas un número indeterminado de balas de metralla, que no dejaron ninguna sección del blindado intacta. De sus 200 tripulantes, alrededor de 40 murieron, -entre ellos cuatro de los doce oficiales que integraban el Estado Mayor y de Guerra- y el resto tuvo heridas de diversa consideración. Los sobrevivientes fueron llevados al puerto de Mejillones para enterrar a los muertos y efectuar reparaciones temporales al Huascar, el que luego fue conducido con los prisioneros a Valparaíso.

La comisión del Huascar

Sobre el combate de Angamos mucho se ha publicado en Perú, pero algunas nadafavorables a Grau. El Presidente Mariano Ignacio Prado publicó su Manifiesto en New York en agosto de 1880 que Grau insistió a Prado por salir a la expedición que sería la última del Huascar bajo bandera peruana. Posteriormente, se publicó lo mismo de Grau en los Manifiestos de Luis La Puerta, José María Químper y en 1884, en la Narración Histórica de la Guerra de Chile contra Perú y Bolivia del intelectual Mariano Felipe Paz Soldan, todos basandose en el Manifiesto de Prado, pero no era cierto.
El historiador Rubén Vargas Ugarte fue el primero en demostrar que el Huascar salió de Arica el 30 de septiembre de 1879 con Instrucciones definidas por el Supremo Director de la Guerra Mariano Ignacio Prado, siendo la principal el torpedear al blindado chileno Blanco Encalada que se creía estaba en mantenimiento en Tocopilla, pero la claridad de la Luna estorbó el plan y ni se usaron los torpedos.
También Gustavo Pons Muzzo expresó que las instrucciones de Prado negaban la versión de que la última expedición del Huascar era un capricho de Grau. Posteriormente, el historiador Jorge Basadre en la 8a edición de su obra Historia del Perú aceptó que la última expedición del Huascar fue iniciativa de Prado. En los últimos años, los historiadores navales Jorge Ortiz, Francisco Yabar y Melitón Carvajal reproducen y abordan con mas detalle las Instrucciones de Prado en la última expedición del Huascar.


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