Las democracias no pueden considerarse resultados de una decisión
democratica (como
pretenden, en el fondo, las teorías del pacto social). La sociedad que se
constituye como
democracia debe estar ya constituida anteriormente como sociedad; y en su origen, una sociedad
humana [553-557] estaría mas cerca de la tiranía o de la
aristocracia que de la democracia (tampoco una sociedad primitiva puede
considerarse teísta, sin que por ello pueda ser llamada atea). Obviamente, esto no significa que la democracia, no por no ser
originaria, tenga menos dignidad porque, si así fuera, el salvaje
sería mas digno siempre que el hombre civilizado. Pero
tampoco por ello puede ser considerada la democracia, como la
situación a través de la cual la humanidad ha alcanzado su
realización suprema, el «fin de la historia». Quienes
proclaman: «todos los demócratas condenamos este
atentado terrorista», parece que quieren sugerir que la razón
formal desde la cual se condenan esos atentados terroristas es la de
«demócratas». ¿Acaso un
aristócrata no condenaría también el terrorismo?
¿Acaso no se condenan los actos terroristas en las sociedades organizadas
como «dictaduras del proletariado»?
Damos por supuesto que la democracia es un sistema
político con múltiples variantes «realmente
existentes». Pero la democracia es también un
«sistema de ideologías», es decir, de ideas confusas, por no
decir erróneas, que figuran como
contenidos de una falsa conciencia, vinculada a los intereses de determinados
grupos o clases sociales, en tanto se enfrentanmutuamente de un modo mas
o menos explícito. Vamos a presentar dos consideraciones previas que
sirvan de referencia de lo que entendemos por «realidad» en el
momento de hablar de las democracias como nombre de realidades
existentes en el mundo político efectivo.
Primera consideración. La democracia, en cuanto
término que se refiere a alguna entidad real,
dice ante todo, una forma (o un tipo de formas), entre otras (u otros),
según las cuales (los cuales) puede estar organizada una sociedad
política. Por tanto, «democracia», en cuanto realidad, no en
cuanto mero contenido ideológico, es una forma (una categoría) política,
a la manera como
la circunferencia es una forma (una categoría) geométrica. Esta
afirmación puede parecer trivial o tautológica, en sí
misma considerada; pero no lo es de hecho en el momento en que advertimos, por
ejemplo, el uso, muy frecuente en el lenguaje cotidiano, de la
distinción entre una «democracia política» y una
«democracia económica». Una confusión que revela una
gran confusión de conceptos, como lo revelaría la
distinción entre una «circunferencia geométrica» y
una «circunferencia física». La confusión tiene, sin
embargo, un fundamento: que las formas
(políticas, geométricas) no «flotan» en sí
mismas, como si
estuviesen separadas o desprendidas de los materiales a los cuales con-forman.
La circunferencia es siempre geométrica, sólo que esta
siempre «encarnada» o vinculada a un material corpóreo (a un
«redondel»); por tanto, si la expresión
«circunferencia geométrica» significa algo en la
realidadexistente, es sólo por su capacidad de «encarnarse»
en materiales corpóreos (marmol, madera, metal) o, mas
propiamente, estos materiales primogenéricos, en tanto puedan
conceptuarse como conformados circularmente, seran circunferencias
geométricas, realizadas en determinada materia corpórea, sin que
sea legítimo oponer la circunferencia geométrica a la
circunferencia física, como se opone la circunferencia de metal a la
circunferencia de madera. La forma democratica de una sociedad
política esta también siempre vinculada a
«materiales sociales» (antrópicos) mas o menos
precisos, dentro de una gran diversidad; y esta diversidad de materiales
tendra mucho que ver con la propia variabilidad de la «forma
democratica» en su sentido genérico, y ello sin necesidad
de considerar a la diversidad de los materiales como la fuente misma de las
variedades formales específicas, que es lo que probablemente
pensó Aristóteles: «Hay dos causas de que las democracias
sean varias; en primer lugar que los pueblos son distintos (uno es un pueblo
de agricultores, otro es un pueblo de artesanos, o de jornaleros, y si el
primero se añade al segundo, o el tercero a los otros dos, la democracia
no sólo resulta diferente, porque se hace mejor o peor, sino porque deja
de ser la misma». Política 1317a). No
tendra, por tanto, por qué «decirse de la misma
manera» la democracia referida a una sociedad de pequeño
tamaño, que permita un tipo de democracia asamblearia o directa, y la
referida a un tipo de sociedad de gran tamaño, que obligue a una
democraciarepresentativa, con partidos políticos (al menos hasta que no
esté dotada de tecnologías que hagan posible la
intervención directa de los ciudadanos y la computación
rapida de votos).
Ni sera igual una «democracia
burguesa» (como
la de Estados Unidos de Norteamérica) que una «democracia
popular» (como la de la Cuba actual), o
una «democracia cristiana» que una «democracia
islamica». A veces, podemos inferir profundas diferencias, entre
las democracias realmente existentes, en función de instituciones que
muchos teóricos tenderan a interpretar como «accidentales»: instituciones
tales como la lotería o como la monarquía dinastica.
Pero no tendra por qué ser igual la forma democratica de
una democracia con loterías multimillonarias (podríamos hablar
aquí de «democracias calvinistas secularizadas») que la
forma democratica de una democracia sin esa institución; ni
sera lo mismo una democracia coronada que una democracia republicana.
Dicho de otro modo: la expresión, de uso tan frecuente,
«democracia formal» (que sugiere la presencia de una «forma
pura», que por otra parte suele considerarse insuficiente cuando se la
opone a una «democracia participativa») es sólo
expresión de un pseudoconcepto, porque la forma pura no puede siquiera
ser pensada como existente [66, 76]. No existen, por tanto, democracias formales,
y las realidades que con esa expresión denotan (elecciones cada cuatro
años entre listas cerradas y bloqueadas, abstención rondando el
cincuenta por ciento, &c.) estan constituidas por un
material social mucho mas preciso de lo que, en unprincipio, algunos
quisieran reconocer.
Segunda consideración. Es preciso llamar la
atención sobre un modo de usar el adjetivo democratico como
calificativo de sujetos no políticos, con intención exaltativa o
ponderativa; porque esta intención arrastra una idea formal de democracia,
en cuanto forma que por sí misma, y separada de la materia
política, esta sirviendo como justificación de la
exaltación o ponderación de referencia. Así ocurre en
expresiones tales como «ciencia democratica»,
«cristianismo democratico», «fútbol (o golf)
democraticos», «agricultura democratica». Estas
expresiones, y otras similares, son, según lo dicho, vacuas, y suponen
una extensión oblicua o meramente metonímica, por
denominación extrínseca, del adjetivo «democratico»,
que propiamente sólo puede aplicarse a un sustantivo incluido en la
categoría política («parlamento democratico»,
«ejército democratico» o incluso «presupuestos
democraticos»). Ni siquiera podemos aplicar internamente el adjetivo
«democratico» a instituciones o construcciones de cualquier
tipo que, aun cuando genéticamente hayan sido originadas en una sociedad
democratica, carezcan de estructura política: a veces porque se
trata de instituciones políticamente neutras (la cloración del
agua de los ríos, llevada a cabo por una administración
democratica, no puede ser considerada democratica salvo por
denominación extrínseca); a veces, porque se trata de
instituciones sospechosamente democraticas (como es el caso de la
lotería nacional) y a veces porque sus resultados son antidemocraticos,bien
sea porque alteran las proporciones materiales exigidas para el funcionamiento
del régimen democratico cualquiera (como sería el caso del
Parlamento que por mayoría absoluta aprobase una Constitución
según la cual las elecciones consecutivas de representantes deban estar
distante en cincuenta años) o bien porque implican la
incorporación a la sociedad democratica de instituciones
formalmente aristocraticas (el caso de la monarquía hereditaria
incrustada en una constitución democratica), o incluso porque
conculcan, a partir de un cierto límite, los principios mismos de la
democracia (como ocurre con las «dictaduras comisariales» que no
hayan fijado plazos breves y precisos al dictador).
En general, estos modos de utilización del adjetivo
«democratico», como calificativo intencional de determinadas
realidades sociales o culturales, arrastra la confusión permanente entre
un plano subjetivo, intencional o genético (el plano del finis
operantis) y un plano objetivo o estructural (el plano del finis operis); y estos
planos no siempre son convergentes. El mero reconocimiento de la conveniencia
de tribunales de garantías constitucionales prueba la posibilidad de que
una mayoría parlamentaria adopte acuerdos contradictorios con el sistema
democratico de referencia. Es cierto que tampoco un tribunal
constitucional puede garantizar de modo incontrovertible el contenido
democratico de lo que él haya aceptado o rechazado, sino a lo
sumo, la «coherencia» del sistema en sus desarrollos con sus
principios (sin que podamos olvidar que lacoherencia no es una cualidad
democratica, como parece que lo olvidan tantos políticos de
nuestros días: también una oligarquía puede ser
coherente). El hecho de que una resolución haya sido adoptada por mayoría
absoluta de la asamblea o por un referéndum
acreditado, no convierte tal resolución en una resolución
democratica, porque no es tanto por su origen (por sus causas), sino por
sus contenidos o por sus resultados (por sus efectos) por lo que una
resolución puede ser considerada democratica. Una
resolución democratica por el origen puede conducir, por sus
contenidos, a situaciones difíciles para la democracia (por ejemplo, en
el caso límite, la aprobación de un «acto de
suicidio» democratico, o simplemente la aprobación de unos
presupuestos que influyan selectivamente en un sector determinado del cuerpo
electoral). Y no sólo porque incida en resultados formalmente
políticos, por ejemplo caso de la dictadura comisarial (aprobada por una
gran mayoría parlamentaria), sino simplemente porque incide, por la
materia, en la propia sociedad política (como sería el caso de
una decisión, fundada en principios metafísicos, relativa a la
esterilización de todas las mujeres en nombre de un «principio
feminista» que buscase la eliminación de las diferencias de sexo).
Cuando decimos, en resolución, que la democracia no es sólo una
ideología, queremos decirlo en un sentido analogo a cuando
afirmamos que el número tres no es tampoco una ideología, sino
una entidad dotada de realidad aritmética (terciogenérica); pero,
al mismo tiempo, queremos subrayarla circunstancia de que las realidades
democraticas, las «democracias realmente existentes»,
estan siempre acompañadas de nebulosas ideológicas, desde
las cuales suelen ser pensadas según modos que llamamos
nematológicos [55]. También en torno al número tres se han
condensado espesas nebulosas ideológicas o mitológicas del
calibre de las «trinidades indoeuropeas» (Júpiter, Marte,
Quirino) o de la propia trinidad cristiana (Padre, Hijo, Espíritu
Santo); pero también trinidades mas abstractas, no
prosopopéyicas, tales como las que constituyen la ideología
oriental y antigua de las tres clases sociales, o la medieval de las tres
virtudes teologales (Fe, Esperanza, Caridad) o la de los tres Reinos de la
Naturaleza viviente (Vegetal, Animal, Hominal) o la doctrina, con fuertes
componentes ideológicos, de los tres axiomas newtonianos (Inercia,
Fuerza, Acción recíproca) o la de los tres principios
revolucionarios (Igualdad, Libertad, Fraternidad). Sin hablar de los tres
poderes políticos bien diferenciados que, según un consenso casi
unanime, constituyen el «triple fundamento» de la propia
sociedad democratica organizada como Estado de Derecho: el poder
legislativo, el poder ejecutivo y el poder judicial.
“La democracia es siempre un proceso en
construcción, el verdadero demócrata debe de probar que realmente
cree en la Democracia no solo con el uso de la retórica, sino lo
mas importante con sus acciones concretas en el uso del poder, sobre todo cuando ese poder lo ha
adquirido porque la misma democracia se lo ha permitido.”