De la nueva historia y del nuevo papel del
historiador algunas reflexiones sobre el arte de narrar
Javier Meneses Linares
A Johnny Barrios amigo de siempre. “Sobre todo y
ante todo: debemos concebir modelos de desarrollo viables y menos inhumanos,
costosos e insensatos que los actuales. Dije antes que ésta es
una tarea urgente: en verdad, es la tarea de nuestro tiempo.” Octavio Paz
“Los narradores latinoamericanos no escribimos para halagar ni agradar ni para ser queridos, escribimos para indagar y
experimentar, para conocer y describir, pero también y sobre todo, para
recordar y acaso, así, para sobrevivir” Mempo Giardinelli
Quo Vadis
En los últimos años, historiadores y antropólogos han empezado a tener mayor conciencia de la manera como sus
etnografías e historias han sido moldeadas a través de los
artificios retóricos y literarios; de igual manera entre los
críticos literarios ha crecido el interés por emplear la
teoría antropológica y los hechos históricos para
reformular nuevas interpretaciones de los textos literarios. Todo esto nos
conduce a una etapa extraordinariamente interdisciplinaria: los críticos
literarios leemos mas historia y los historiadores estan
recurriendo cada vez mas a la literatura; y todos juntos, recurrimos a
las herramientas y usos que este siglo que comienza
nos suministra: las nuevas tecnologías forman y formaran parte de
estos cambios. La convergencia de temas, fuentes y métodos dice Carlos Barros[1], enriquece tanto a la historia como a otras disciplinas sociales.
Elredescubrimiento de las fuentes de la cultura erudita por parte del
historiador, tiene lugar al mismo tiempo que se revalorizan objetos y fuentes
culturales que antes eran considerados menores ( prensa, fotografía,
literatura y arte popular, entre otros), o se negaba simplemente que en verdad
fuesen históricas, como es el caso de la cultura oral o de los
documentos personales. Fuentes inexploradas que dan lugar
incluso a nuevas sub-disciplinas, verbigracia, la historia oral.
Así como se ha
presentado siempre el debate entre el pasado y el presente en la
reconstrucción del saber
histórico, el papel del
historiador se ha convertido en objeto de reflexiones y debates. Preguntarse
sobre las tendencias y sentidos de la historia como disciplina
científica es preguntarse por la filosofía de la historia, por
sus contenidos ideológico-políticos; y esto obliga a su vez a
plantearse preguntas sobre la cosmovisión y la actitud valorativa del
historiador. Hacer investigación histórica no es pues
únicamente saber hacer la investigación o manejar documentos
históricos, implica, también, como dice Bernardo Tovar[2]
-historiador de la Universidad Nacional de Costa Rica- en reciente conferencia,
es interrogarse acerca de su metodología, de su técnica de
trabajo, de la actitud que el historiador debe asumir ante los documentos,
pareciera como si no fuera necesaria una teoría de la historia, cuando
lo que se encuentra a menudo son referencias metodológicas sobre el
ejercicio empírico del historiador. El estado actual de la
investigación histórica en América Latinapone de relieve la variación de las tendencias de los
historiadores y sus disciplinas en las últimas décadas. J.O. Melo
identifica al menos tres tendencias relativamente significativas y
contradictorias: la historia viene ganando reconocimiento social,
reconocimiento académico y hasta reconocimiento político por el
propio prestigio de los historiadores. Se ha desarrollado desde la
década de los sesenta, una nueva manera de hacer la historia no muy
nueva realmente si se miran sus desarrollos en Europa, pero que representa una
indiscutible ruptura con la historiografía tradicional,
simultaneamente con el afianzamiento de la sociología, la
antropología y los virajes de la economía en el mismo
período. La esencia de esta ruptura encaminaba los progresos de la
disciplina histórica hacia la acción política directa Casi
todos los historiadores militaban o simpatizaban con la izquierda; hacia la
búsqueda de nuevas opciones metodológicas, adoptando instrumentos
de analisis enriquecidos por el marxísmo principalmente o por
teorías económico-sociológicas; a la vez que se exploraban
nuevas tematicas.
En el momento actual, logrado el proceso de profesionalización de los
historiadores iniciado desde hace tres décadas y conquistadas nuevas
técnicas de trabajo documental que superan el viejo empirismo, con la
adopción de nuevos modelos teóricos y conceptuales, se perfila la
urgencia de repensar el oficio del historiador introduciendo en la agenda su
papel como intelectual generador y difusor del saber aprendido, organizador de
la sociedad, propulsorde sus transformaciones y agente generador de una nueva
cultura. Es perentoria la discusión abierta sobre el historiador y su
papel como recreador del conocimiento histórico humanístico, con
una visión general de los problemas de la producción, de la
técnica y de la tecnología, de la realidad que debe transformarse
en un ejercicio autónomo, intelectual y ético dentro de la
sociedad civil. Me acerco a un historiador –dice Mariano Picón Salas[3]- en el momento de un enigma ante el futuro de
nuestro sistema histórico, para conocer su tan actualizada
opinión acerca de una historia mas humana y menos tecnificada,
porque el enigma de una cuestión como la histórica es que
actuando sobre elementos mucho mas diversificados y complejos,
esta mas alla de la técnica, o la técnica
debe ser en ella solamente un procedimiento y de ninguna manera un fin
exclusivo. Este aparente mundo caótico en el plano del
discurso histórico es consecuencia de la crisis de los metarrelatos. Los
paradigmas teóricos que dieron sustento a buena parte de la
historiografía del siglo XX han cedido el paso, desde la década
de los años cincuenta a una historia mas popular, con una
propuesta metodológica encaminada a rastrear la vida cotidiana con el
del estudio de una calle, de una casa o de un barrio. Este fenómeno
interesantísimo se ha producido desde Latinoamérica con la
proliferación de novelas que se nutren de la historia, que recogen un
vasto conjunto de referentes históricos de diferentes momentos de
evolución de estas naciones, de las que con frecuencia se dice que
notienen memoria. Estas novelas que destacan las imagenes del pasado con
un cedazo distinto al del discurso académico de la historia simplemente
porque son filtradas a través de la construcción ficcional o del
discurso literario han dado pie para liberar al sujeto historiador del
pretérito rigor objetivo de la historia como disciplina
académica. El historiador, por las propias características de la
ciencia que estudia, esta forzado a ser un hombre de vasta cultura que
le posibilitara abordar, en su interrelación dialéctica,
todos los sectores del desarrollo histórico La perspectiva que se ofrece
al historiador, dice Carlos Barros, es inmensa, aunque se va a encontrar con
que muchos temas que son nuevos para la historia general son antiguos para los
historiadores de la literatura o del arte. El historiador no puede olvidarse de
los reclamos y la pasión de su tiempo: “() No soy un erudito del siglo XIX,
sino un escritor del
siglo XX que busca en nuestra literatura uno de los signos mas
expresivos del alma histórica venezolana” (Mariano Picón
Salas: 1940, 11). En su formación, el especialista en historia requiere,
ademas, de un sólido dominio
historiografico. No se concibe un historiador
en la actualidad que no sea capaz de realizar el analisis
historiografico de las obras, de los historiadores y los problemas
históricos a los que se tenga que acercar en su trabajo. La época
de la historia tradicional, de la simple recopilación factual y del
aprendizaje memorístico, ha quedado atras. Esta situación
ha puesto en cuestión la validez y solidezde ideas como la de historia
social, ha llevado a la literatura y en menor medida a la antropología a
desplazar a la economía y a la sociología como las ciencias con
mayor afinidad con el trabajo histórico, y ha debilitado la
visión de que el historiador reconstruye, en sus textos, una realidad independiente
de la estructura del discurso que elabora. Por lo tanto, sin buena
formación historiografica no lograremos promover un buen investigador o profesor de historia. La
enseñanza de la historia encerrada en el pensamiento conservador de
algunas instituciones de Educación Superior, se repite sin atender las
demandas y los cambios del presente, abandonando así el dialogo
con
la modernidad o ¿acaso la post- modernidad? y
perdiendo la ocasión para criticar constructivamente las diferencias y
contradicciones de esta sociedad moderna. Antes de continuar hablando de las
transformaciones y del valor de la
historiografía en la formación del historiador, es necesario hacer una
aclaración oportuna: ¿Qué entendemos por historiador?. Este término tan utilizado por los que intentamos
dedicarnos al estudio de la ciencia histórica, puede tener muy diversas
acepciones y es frecuente que al usarlo nos estemos refiriendo a diferentes
conceptos, lo que ha ayudado a enrarecer el discurso
histórico y a retrasar el estudio y la mejor comprensión de su
importancia. Lo anterior nos da pie para comparar esta actividad con la que
realiza, por ejemplo, un paleontólogo. Este, al
disponer sus fósiles en una serie temporal no trabaja como historiador, sino como unhombre de ciencia que piensa en forma
causi-histórica. Aquí planteamos, siguiendo los
postulados de Collingwood, una diferencia importante. El
historiador no estudia sólo acontecimientos externos sino que
interioriza esas acciones a través de su pensamiento, sentimiento e ideología.
“Todo pensar es pensar crítico; por lo tanto, el pensamiento que
revive pensamientos pensados los critica al revivirlos” (Collingwood,
1992: 211). Del mismo acontecimiento narrado por dos historiadores resultan
versiones distintas condicionadas ideológicamente. El hecho es que los referentes son representaciones culturales,
productos textuales, según Thomas Lewis. La respuesta debemos
buscarla en la otredad del
hombre: en su otredad social y en su otredad histórica, producto de las
experiencias individuales o las situaciones particulares de cada grupo,
reflejadas en su visión del
hombre y su mundo. Cada cambio histórico como el que
experimenta nuestro país, no se cumple sin tormenta o desgarramiento.
“Lo nuevo que se impone suscita la nostalgia de lo desaparecido y somete
al hombre a otra tensión y choque consigo o con
las circunstancias que modelan su vida” (Mariano Picón Salas 1984:
287). La Nueva Historia Algunos especialistas entienden la
historiografía como un estudio de la obra escrita
de los distintos historiadores. Entre los que se adscriben a esta tendencia
podemos citar a E. D. Feuter, F Wagner, Santos Julia y la Dra. Carmen
Almodóvar, por sólo citar algunos. Otros piensan que la historia
de la ciencia histórica, se refiere al estudio de un
problemamuy complicado y amplio, la historia del desarrollo complejo y
multifacético de la ciencia histórica. Ante esta última
concepción de la historiografía algunos estudios marxistas,
principalmente de la antigua Unión
Soviética, plantearon que sólo después del
surgimiento del
materialismo histórico, es que se podía hablar estructuralmente
de una ciencia en relación con la investigación e
interpretación de la historia. Esta situación se ha venido
transformando de manera clara en el último
decenio. La crisis de los proyectos políticos de orientación
izquierdista, que afectó también el aparato editorial y
organizativo de sus seguidores mas radicales, y que se agudizó
con la crisis del muro de Berlín, aceleró un proceso que
había ido restando radicalismo a los textos de los historiadores
formados en los años sesenta y setenta, muchos de los cuales retornaron
a una visión política menos comprometida. La historia, que ya
hacía bastante había dejado de ser una guía para la
acción, fue perdiendo incluso el matiz de herramienta de lucha cultural,
que en nuestra opinión había sido el dominante en
América Latina. La crisis de los proyectos políticos de
izquierda, el abandono de los grandes paradigmas y la casi total
desaparición del marxismo como escuela viva, no produjeron, en parte por
razones señaladas anteriormente, cambios muy drasticos en la
practica histórica de nuestros investigadores, a quien le toca la
difícil tarea de hacer una historia post- moderna, con sus diferentes y
a veces contradictorias encarnaciones –estudios culturales, nuevahistoria
social, estudios de género, etc.- y empezar así, a influir en el
trabajo de investigación que se realiza en América Latina. Una
Conclusión adelantada Dice Carlos Barros: “La
historiografía, como la historia, no se
repite mas que como
comedia o tragedia. Por lo tanto no volveran las grandes escuelas del siglo XX, y menos las del siglo XIX. La salida
de nuestra disciplina es hacia delante.” La historia escrita en
años recientes cubre un abanico tematico
cada vez mas amplio, sobre todo en los historiadores jóvenes. De
algún modo, los estudios de historia económica, social y
política estaban referidos a objetos
históricos relativamente unificados: los recursos productivos, los
conflictos entre grupos sociales, el poder. Relacionado con lo anterior,
podemos observar de manera general lo que muchos historiadores han llamado relativo progreso, entendido como
algo mas que nuevas acciones, nuevos sentimientos, pensamientos o
situaciones de un tipo específico; precisamente se trata de nuevos
tipos, entendidos como
mejoramiento. La enseñanza de la historia en el mundo de hoy debe partir
del principio de la
pluralidad cultural del
historiador y de las diversas formas en que ofrezca al mundo el conocimiento
histórico. A veces temo equivocarme en los recuerdos de los demas
y enturbiar su vida con mis recuerdos. Temo también que todo sea a veces
lo mismo y que haya una sola historia, repetida y monótona, con
discretas variantes. Nuestra vida tan coincidente y yuxtapuesta ¿no sera
el eco y el anuncio de las otras? Mireille Ingrid, ¿sonnuestras
coincidencias o espejos diversos de otras nosotras mismas que hubiéramos
podido ser, múltiples configuraciones o juegos de luz,
violentados personajes con los que ensayamos juntos obras inconclusas,
siguiendo guiones desconocidos, tanteando dialogos perdidos? (Ana Teresa
Torres, 1997:101) Ese sentimiento de madurez, esa actitud reflexiva hacia los
procesos históricos puede ser el enfoque que nos oriente hoy para llegar
a una historia mas narrativa sin dejar de ser científica:
dedicandonos a explorar nuevas técnicas desarrolladas desde
nuestro propio punto de vista y sobre las bases de nuestra propia
tradición, estando conscientes de que muchas de las interrogantes no las
podemos responder con el material documental que usamos en el pasado y que
debemos experimentar con nuevos medios derivados de la antropología, la
literatura y las ciencias sociales. Sabemos –dice Palacios- que los
procesos no existen de una vez por todas en la simple relación de los
hechos, sino que necesitan una visión que los configure y una escritura
que los teja. El pasado es, por supuesto, siempre
infinitamente mas de lo que cualquier discurso podría
representar. Y una y otra vez el resultado parece ser nuevamente
ambiguo: los espera, por supuesto, la derrota, pues nada traera de
vuelta a ese elusivo fantasma de lo que fue, sin embargo es en la
ficción donde se nos pone en
contacto con un cierto conocimiento y una cierta verdad que ha llamado la
atención a la nueva historia que busca afanosamente su relación
definitiva con la sociedad. Mariano Picón Salassostenía que el
nuevo sujeto social es aquel capaz de integrar su educación, para
conquistar con mayor belleza, pasión y libertad lo que le niega el
mundo. Las señales son contradictorias, en la historia se habla de
imaginarios, para referirse a idea, a representación, a imagen, a
mentalidad, a forma de pensamiento, etc; para abarcar cualquier cosa, pero
estamos aún muy limitados, porque se esta escribiendo a un
público conformado por nosotros mismos cuando la idea es otra. Escuchar
las interpelaciones, en este caso, podría ayudar a cimentar una nueva
cultura entre el historiador de la sociedad actual y los grupos sociales con
los cuales convive, lo que se traduciría en una democratización
de la historia y del historiador. Consultas —Mardones, J. M.: Post-
modernidad y neoconservadurismo. Estella, EUD, 1996. —Carrillo,
José Domingo: Repertorio Americano. Universidad Nacional. Nueva Epoca. # 8, julio- diciembre de 1999. —Mariano Picón
Salas: Ensayos Escogidos. Santiago de Chile, Editorial Zig-
Zag. 195. —Melo, Jorge Orlando: De la nueva historia a la historia
fragmentada. Boletín Cultural y Bibliografico.
Volumen XXXVI # 50-51. 1999. —Barros, Carlos. Historia de las Mentalidades
y El paradigma común de los historiadores del siglo XX. En WWW.h-debate.com/barros.htm. Notas: [1] Carlos Barros. Historia de las mentalidades. www.hdebate.com/barros.htm
[2] Bernardo Tovar. Revista Historia y ficción
# 3. Universidad de Tucuman. [3] Mariano Picón Salas. Historia y Comprensión de Venezuela. 1984
© Javier Meneses Linares
2002
babel.libros