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Cintas de ayer y hoy



Todavía recuerdo diariamente imagenes que me muestran repentinamente la colisión del principio y el fin de dos períodos. Me muestran esa extraña sensación de transición y de constante cambio y evolución. Son esas sensaciones que en el momento parecen magicas pero que al ser recordadas el término “magico” se queda corto para describirlas. Son esas sensaciones que se perciben y difícilmente son describibles. Pero aún así recuerdo la imagen. La impresión que debió haber causado en mí ese todo del cual se formaba el cine.




No sé por dónde empezar. Quizas sea mejor empezar por el contexto. Por la época. Nací el 96’. A fines de los 90. Pero el haber nacido en Chile, un país que en muchas cosas ha sido etiquetado como sub-desarrollado me ayudó bastante a poder saborear muchas de las cosas que los 90’ me podía ofrecer. Cosas que no hubieran sido posibles en un país completamente desarrollado. Y no estoy hablando solamente de música, televisión o arte en el sentido mas amplio de la palabra sino que también me refiero a cierto habitos y tradiciones los cuales en muchos países “completamente desarrollados” no hubiera sido posible disfrutarlos de la misma forma oestarían perdidos y olvidados o estarían reinventados o modernizados lo cual muchas veces puede tener el estilo pero no el espíritu. De entre todas estas tradiciones y habitos que constituyen nuestra identidad y que gradualmente se van perdiendo debido a la insensibilidad y negación de nuestras raíces, podemos encontrar al acto ceremonial de ir al cine. Y en la época extraña en la que nací, una época de dispersión, de eventual desarrollo en la entrega de información, este acto aún no había muerto pero ya no era lo mismo que antes. Y digo antes porque no nací durante su gran apogeo, según la mayoría de las fuentes históricas que me rodean, este acto ya era algo distinto cuando había comenzado a ir. Pero aún así y volviendo a mí previa reflexión este fue el acto que conocí, que me formó y que amé y odié al mismo tiempo en esa época de dispersión y de desorden estético. Y recuerdo entrar luego de la impaciente espera y entrar en la boca del lobo, en el oscuro abismo. Era un lugar que a mi percepción nada tenía que ver con el mundo cotidiano y frío al que estaba atado. Había probado el fruto prohibido y no quería volver a comer de otro. Y el lugar era indiscutiblemente mas importanteque cualquier otra realidad que me atañase. Pero el cruzar el umbral hacia la sala de proyección, ya requería de cierto valor que generalmente no tenía y terminaba por producirme una sensación de nervios. Sentía como el peso de algo mas grande se me venía encima. Sentía como el peso del comienzo de una batalla entre romanos y barbaros se me venía encima independientemente del bando al cual perteneciese. Esa era la verdadera magia. Que algo lograse producir eso en mí ya era digno de catalogarse como prodigioso y a mis jóvenes ojos de infante eso ya era para mí digno de admiración infinita. Durante la función era física y mentalmente abducido en un estado el cual solo era roto en recesos. Luego, al pasar los créditos, volvía lentamente hacia mí para luego volver a este mundo cotidiano y habitual, el cual no tenía nada que ofrecerme mas que el cine. Y este me ofrecía el mundo.




Pero esta catarsis no podría durar demasiado. A pesar de que me nutría del cine por medio de videoclubs y obviamente en cines, los curiosos tiempos en los cuales había estado viviendo estaban empezando a cambiar. Aún así todos los acontecimientos se desenvolvieron de tal manera que me llevaron al estado enel que estoy actualmente. Había oído que en ciertos tiempos remotos, mas civilizados, había un fomento de cultura superior al actual. El cine, era mas accesible e inclusivo. Era barato y superior en cantidad de establecimientos y calidad del producto que se vendía. Pero todo paulatina y gradualmente fue cambiando hasta convertirse en lo que es ahora. Un triste recuerdo de lo que alguna vez gloriosamente fue. Convirtieron al cine, a uno de los mas grandes monumentos al arte y la cultura, en un negocio caro y carente del clasico romanticismo que lo caracterizaba. Esto no quiere decir que haya dejado de tener su encanto pero siempre la exclusión de algo que alguna vez fue público y un foco de cultura, deja un mal gusto en los que han visto su transformación. Ahora hasta los videoclubs han muerto. El constante desarrollo de la tecnología y la información lograron masificar e incluir nuevamente a los seres humanos al mundo del cine que, aunque intentaron transformarlo en un lujo exclusivo, no lograron excluirlo del posible quinto poder: la Internet.
Recuerdo que en mas de una ocasión, mis padres, en un desesperado intento de fastidiarme me prohibieron ver alguna película. Por loque yo en un último intento de triunfo me decidí por buscarla en Internet. Al principio no me convencía la idea de ver una película online y de todos los prejuicios que este acto reunía pero mis ansias por verla eran mayores que las de cualquier buscador de oro por lo que grande fue mi sorpresa, luego de unos simples toques de algunas teclas, de ya estar viendo la cinta deseada. En ese momento comenzó mi declive o mi asenso dependiendo del punto de vista.


Siempre me ha costado crear una conclusión para este tipo de textos en los cuales se denota un caracter personal en los cuales se muestra la importancia que tuvieron algunos elementos en la vida de algunas personas. En mi caso, el cine. Lo que sí puedo decir es que a pesar de toda las mutaciones que ha sufrido el cine, la idea central, la de ver una película, otra realidad que muchas veces te ayude a escapar de una vida que ya no signifique lo mismo para ti luego de haber visto la “vida” que se muestra en el cine, ya sea solo o acompañado, no se ha perdido. E incluso si se ha perdido parte del romanticismo que conocí, algunas cuantas idas de mas no tendran nada de malo.
Tan solo para recordar viejos tiempos…
Ignacio Mejía


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