Hasta aquí hemos hecho un repaso rápido, sin prestar la debida atención al
orden cronológico, de los cambios ocurridos en la economía internacional y las
innovaciones tecnológicas e institucionales que los impulsaron. Conviene ahora
examinar los grandes movimientos de la coyuntura, y comparar lo que estaba
ocurriendo en Asia y en Europa.
Los primeros siglos de la Edad Moderna en Europa tienen dos grandes periodos: uno
de expansióneconómica, que arranca desde mediados del
siglo XV, tras la gran crisis bajomedieval, y llega hasta la última década del siglo XVI. Entre
esta fecha y 1620-1650 (la cronología varía mucho según las distintas regiones)
se inicia el segundo período, de crisis -demográfica y económica, pero también
con origen en la guerra- que se prolonga en una depresión extendida a la mayor
parte de Europa hasta las primeras décadas del siglo XVIII1.
Sin embargo, dos países escaparán a la depresión por causas que analizaremos
más adelante: las Provincias Unidas de los Países Bajos (Holanda para abreviar)
y Gran Bretaña. Los datos de población (tabla 4.4), como siempre, nos proporcionan un primer
indicador, grosero tal vez pero significativo.
Asia, por su parte, muestra una evolución en
cierto modo paralela. Afectada también seriamente por una crisis en el siglo
XIV (ligada a la Peste Negra y techos maltusianos), en los siglos XV y XVI
experimenta un fuerte crecimiento, que sin embargo se salda con una crisis que
afecta duramente a China; pero de la que Japón y la India, por razones
distintas, salen mejor libradas. La comparación de estas evoluciones
aparentemente paralelas (aunque distintas en sus causas) ofrece algunas
lecciones de interés.
Las fechas, como
se ve, no son todo lo precisas que nos gustaría. Por un lado, carecemos de
datos económicos fiables para este periodo, lo que hace que ni siquiera los
expertos se pongan de acuerdo. Por otro, las economías europeas distaban mucho
de estar integradas; incluso dentro de un mismo país se producían notables
diferencias de coyuntura de unas regiones aotras (dependiendo de las distintas
especializaciones productivas, los efectos directos de las guerras o factores
particulares). Por último, se advierte también que las cronologías de la
historia económica no coinciden exactamente con la de la historia política..
La expansión europea arranca, como siempre en
las economías de base agraria, en los campos, como resultado de la recuperación de la
crisis bajomedieval. Aunque las fechas varían según las zonas, en la segunda
mitad del siglo XV la población volvía a
crecer en buena parte de Europa, otra vez por debajo del techo maltusiano, y con ella la
producción y el consumo. La crisis, además, había dejado como
herencia la abolición de la servidumbre, la forma de trabajo prototípica del feudalismo, en casi toda la Europa occidental, así como un mayor peso
político de los Estados y las ciudades. En los campos, buena parte de la
producción no se obtenía de los dominios feudales, como en la Edad Media, sino de un nuevo tipo
de organización que solemos denominar economías campesinas (ver recuadro).
Economía campesina
Importa aclarar el concepto de economía campesina (formulado por A. Chayanov),
que no es sinónimo de economía agraria, sino un tipo específico de ésta. Sus
características:
a– la familia campesina es la unidad básica de producción, reproducción y
consumo.
a– la explotación campesina: tierras en propiedad o arrendadas -en
variadísimas modalidades de cesión- son casi siempre trabajadas sólo por la
propia familia y por tanto de extensión limitada.
a– estas explotaciones y familias generan el grueso del producto agrario.
a– suobjetivo prioritario es garantizar la subsistencia. Eso no significa
que se orienten exclusivamente hacia el autoconsumo; existen contactos con el
mercado pero no siempre bastan para condicionar los comportamientos.
a– muchas tienen un fuerte componente comunitario: tierras de uso común
(pastos y bosques comunales sobre todo), que sirven para alimentar el ganado y
obtener recursos alimentarios complementarios, leña o tierras cultivables
cuando la población crece y forman un colchón de seguridad en las épocas de
crisis. También hay normas comunitarias, en el marco de la aldea, que rigen las
tareas agrarias -cuándo y dónde cultivar o recoger, cómo organizar el trabajo
para tareas comunes de mantenimiento de caminos o ayuda mutua, cómo aprovechar
la leña o la caza de los comunales- e instituciones de autogobierno: consejos,
asambleas de vecinos o concejos que dictan y supervisan estas normas y
representan a los vecinos ante al señor feudal o el Estado de turno.
A este tipo de organización, mayoritario aunque no único en la Europa moderna,
es al que aludiremos en adelante al hablar de explotaciones, familias o
comunidades campesinas.
Este es el contexto general de la expansión del siglo XVI. A falta de innovaciones
tecnológicas sustanciales, las vías de crecimiento en el mundo rural fueron
fundamentalmente tres: un crecimiento extensivo mediante el incremento de los
inputs de factores de producción (tierra, trabajo, capital) y un crecimiento de
tipo smithiano basado en la especialización de dos tipos: introducción de
cultivos comercializables y diversificación de actividades,aprovechando las
oportunidades que brindaban unos mercados en expansión. Veámoslos:
1. Crecimiento extensivo. Roturación (rompimiento de tierras incultas para
labrarlas) es la palabra clave. Con más población, la extensión de los cultivos
fue el principal factor de la expansión. Aunque con ritmos diferentes, afectó a
todos los territorios: en Alemania se repoblaron aldeas abandonadas tras la
crisis bajomedieval, se sembraron de nuevo terrenos en desuso, y las zonas de pasto alimentaron una
cabaña ganadera creciente. En las costas holandesas se drenaron tierras
anegadas y se levantaron diques de contención (dam) para ganar tierras al mar
(polder). Los bosques se convirtieron en campos de cultivo; por ejemplo, el
bosque de Orleáns en Francia pasó de 60.000 hectáreas originales a 20.000 en 1533.
En un primer momento las roturaciones no afectaron a los pastos que sustentaban
al ganado. Su importancia en la economía campesina fue considerable porque
proporcionaba la fuerza de tiro y el abonado esenciales para la agricultura.
Fue el ganado, mucho más que los aperos y que las comparativamente modestas
inversiones en mejoras y regadío, el principal factor de capitalización de las
explotaciones campesinas. Creció por último la fuerza de trabajo, el factor más
importante de todos, lo que se tradujo en aumentos generales de la densidad de
población, con casos notables como
Bélgica, que en 1600 superaba los 50 habitantes por km2. Además, dado que aún
se disponía de buenas tierras en abundancia, no sólo no aparecieron los
rendimientos decrecientes, sino que éstos incluso crecieron. En Polonia de 3por
1 (3 granos cosechados por cada uno sembrado) a 5,5; o cerca de 6 por 1 hasta
la segunda mitad del
siglo XVI en el norte y centro de Italia; 9 por 1 en Inglaterra, e incluso
superiores en Flandes.
2. La segunda vía de crecimiento fue la especialización de cultivos inducida
desde los mercados urbanos e internacionales. En realidad, se trata de un claro
ejemplo de retroalimentación, pues la división del
trabajo exigía avances de los mercados, que a su vez se beneficiaban del avance en la división del trabajo. La difusión del pago de rentas e impuestos en dinero, no
en especie, contribuyó al proceso, y la proliferación de mercados locales y
ferias fueron a la vez un impulso y un síntoma.
Los cultivos especializados eran muy diversos: olivo y viñedo, en la cuenca
mediterránea, cebada y el lúpulo para la cerveza más al norte, materias primas
textiles (lino y cáñamo, tintes como el pastel y la granza, morera para los
gusanos de seda en Italia o Valencia) o cultivos de huerta en las cercanías de
las ciudades y arroz en zonas húmedas. La ganadería -ovina sobre todo— se
benefició de la demanda de lana. Fue en los Países Bajos donde más se
intensificó la agricultura mediante la siembra de forrajeras y leguminosas, así
como con la
producción de hortalizas y productos lácteos para los mercados urbanos.
Mejoraron los rendimientos empleando fertilizantes y combinando distintos
cultivos para acortar el barbecho, al tiempo que mantenían la producción de
cereal. Los pastos artificiales alimentaban al ganado estabulado.
3. Por último, el crecimiento rural del
siglo XVI se alimentó de ladiversificación de actividades. Sobre todo de la
extensión de la industria rural, especialmente la textil; el sector más
importante, puesto que el vestido era, tras la alimentación, la necesidad más
básica. El modo de organización dominante era el llamado sistema de trabajo a
domicilio (también llamado verlagssystem o putting-out system), con varias
modalidades, que combinaban el trabajo de los artesanos rurales con la
actividad empresarial de un comerciante-fabricante, que encargaba o compraba la
producción a los artesanos para revenderla.
Otras actividades que crecieron fueron la minería y la metalurgia, los
servicios de transporte (arrieros y carreteros) y en zonas costeras, la pesca.
Esta se vio impulsada por la mejora de los procesos de conservación (curación,
salazón o ahumado), que permitían vender el pescado a mercados del interior. En el
norte de Europa fue sobre todo la pesca del arenque, dominada desde fines del
XV por los holandeses, gracias al perfeccionamiento del herring bus, un buque
factoría que permitía embarcar entre 18 y 30 tripulantes, faenar durante
semanas en alta mar, y salar el producto en las bodegas para conservarlo hasta
llegar a puerto (figura 4.2). La flota arenquera holandesa pasó de 250 naves en
1476 a más de 700 en 1560. En el sur de Europa el producto estrella fue el
bacalao, que los católicos consumían en los días en los que la Iglesia ordenaba
no comer carne. La pesca, además de dar variedad a la dieta, arrastró a otros
sectores, como la construcción naval y el comercio, y fomentó la preparación de
tripulaciones y la organización empresarialnecesarias para la exploración en
ultramar. No es casual que las dos carabelas aportadas por Palos a la empresa
de Colón tuvieran como
origen, según se cree, una sanción impuesta a sus pescadores por faenar en
bancos prohibidos.
Fórmulas semejantes surgieron en muchas regiones con resultados parecidos:
diversificar la actividad rural e incrementar la renta de los campesinos, lo
que se tradujo en el aumento de la población rural no agrícola (tabla 4.7)
De estas tres vías, la fundamental fue la extensiva; pero las otras dos iban a
demostrar más potencial de cara al futuro. En todo caso, la expansión de las
economías rurales, pese a ir acompañada de crecimiento demográfico, se tradujo
aún a fines del
siglo XV en mejoras de los niveles de vida. La escasez de mano de obra propició
alzas de salarios, tanto rurales como
urbanos, que permitieron mejoras de la dieta; esto ha llevado a hablar de
'una edad de oro para los jornaleros”. En Inglaterra, por ejemplo, aumentó
el consumo per cápita de pan de trigo frente a cereales inferiores, y se hizo
frecuente el de cerveza y carne, además de incorporar pescado, queso y otros
productos. En Suecia o Polonia, algunos trabajadores rurales ingerían hacia
1575 más de 4.000 calorías/día, con un consumo de cereales -pan, cerveza-,
equiparable al de carne, y una presencia notable de lácteos y pescado. En las
regiones mediterráneas el vino reemplazaba a la cerveza, pero la carne era
igualmente habitual. Las clases populares europeas no volvieron a disfrutar de
una dieta de tal calidad y variedad hasta después de la industrialización.
Sobre este modelo generalse dan variaciones. En Europa occidental la fuerza de
las comunidades campesinas les permitió conservar buena parte de los excedentes
agrarios, de modo que la penetración de los intercambios en las áreas rurales
fue general. Aunque no todo el campesinado salió igual de beneficiado: frente a
una gran mayoría de pequeños campesinos, que seguían viviendo en el límite de
la subsistencia y debían emplearse en la industria rural o como jornaleros,
surgieron capas de labradores acomodados -masovers en Cataluña o labradores en
Castilla- que sí lograron retener parte del fruto de la expansión. Aún así
muchos de los beneficios eran absorbidos por la nobleza o los diezmos
eclesiásticos. En algunos lugares, como
Holanda, predominaron medianas propiedades muy capitalizadas y con escaso peso
de la nobleza terrateniente. En cambio, en la Europa del Este se amplió la gran
propiedad nobiliaria y se reforzó (o incluso se introdujo) la servidumbre, lo
que permitió a los terratenientes ofrecer cereales (Polonia, Lituania) o ganado
(Hungría) a precios competitivos en los mercados internacionales.
La expansión de las economías rurales avanzó en paralelo a la de las economías
urbanas. En sociedades de base agraria, la existencia de grandes ciudades y las
tasas de urbanización son un indicador de la productividad agraria: sólo las
agriculturas relativamente productivas podían permitirse alimentar a un gran
número de gente que no se dedicaba personalmente a producir alimentos. Los
campesinos alimentaban y repoblaban las ciudades (al ser mucho mayor allí la
mortalidad), y los ciudadanos invertían ycomerciaban con los campos (aunque
también prestaban y extraían rentas señoriales e impuestos). En última
instancia, la variable dependiente era la ciudad, que no podía sobrevivir sin
el entorno rural. Pero también era el elemento más dinámico.
Las tasas de urbanización (tabla 4.7) no muestran grandes diferencias
entre el siglo XVI y el XVII, pese a ser este último época de contracción. Sí
muestran en cambio algunas pautas geográficas interesantes. A finales del siglo XV, las áreas
más urbanizadas de Europa eran Holanda y sobre todo el norte de Italia. Sin
embargo, en el curso del XVI y sobre todo tras la crisis del XVII, el eje de la
Europa urbana
se desplazó hacia el norte: Flandes, Inglaterra, norte de Francia.
Entre las funciones económicas urbanas, destacaban dos: su papel como centro manufacturero y como mercado. Toda ciudad moderna era antes
que nada mercado: desde plazas de abastos, como la de Rialto que surtía
diariamente a los venecianos, mercados tan especializados como la Bolsa de
Ámsterdam, donde desde 1602 se negociaban acciones, hasta talleres artesanales
que eran a la vez tiendas. En este período la función comercial cambió
notablemente: aumentó el volumen de los intercambios, se ampliaron las áreas
geográficas y aparecieron nuevos sectores y formas de organización.
Salvo algunas capitales, la mayoría de las grandes ciudades estaban vinculadas
al comercio marítimo. Como la población, la
geografía urbana
de Europa se adensaba en las costas (mapa 4.4). Aparte de Estambul, la
metrópoli del Mediterráneo con más de medio millón de habitantes en el siglo
XVI, destacaban unaVenecia aún pujante; Sevilla y Lisboa, que protagonizaron la
expansión atlántica. Más al norte, Londres, Amberes o Ámsterdam. Y en el
Báltico Hamburgo y Danzig. La primacía a lo largo del XVI fue de Amberes, que
se constituyó en nodo central de diversas redes comerciales, que incluían desde
la venta de textiles ingleses hasta la metalurgia alemana, pasando por las
especias y el azúcar traídos por los portugueses.
Junto a los marítimos, crecieron también los tráficos interiores. Pese a la
lentitud y precariedad de los medios de transporte, muchas veces a lomo de
asno, mula o caballo, y a los obstáculos naturales, hubo una mejora notable del
comercio impulsada por el aumento de la seguridad y el descenso de los costes
de transacción. Los tráficos se multiplicaron, desde los omnipresentes
buhoneros hasta caravanas organizadas de las grandes compañías. El traslado de
inmensos rebaños bovinos para abastecer urbes como
Viena, de minerales centroeuropeos para la metalurgia de Lieja, Nuremberg o Cracovia, o la llegada de algodón a Augsburgo
o Ulm para
fabricar fustanes, fueron sólo algunas muestras de esos flujos. Ferias y
mercados se extendieron por Europa acercando productos y potenciando las corrientes de
especialización regional. Abundaban, por ejemplo, las ferias ganaderas que
reunían a tratantes y criadores de decenas de kilómetros a la redonda: en
Inglaterra y Gales las hubo dispersas por varias regiones, especializadas en
ovino y caballar, y sobre todo, bovino. Unas pocas ferias internacionales, en
zonas estratégicas, traspasaron las fronteras, y reunieron a
negociantesespecializados en cambios de monedas, libranza de letras de cambio y
ajustes de pagos: fueron las ferias de cambios de Lyon, Ginebra, Piacenza o
Medina del Campo, que funcionaban coordinadamente, constituyendo la espina
dorsal de las finanzas europeas.
Aunque la figura dominante siguió siendo el mercader individual, a menudo
asociado a parientes que eran a veces socios o aprendices, se difundieron las
compañías de responsabilidad limitada. La commenda, en la que algunos socios
capitalistas participaban en los beneficios sin arriesgarse personalmente en la
expedición, fue dejando paso a la compagnia, más estable aunque de
responsabilidad ilimitada y posteriormente a compañías por acciones negociables
de responsabilidad limitada, como las inglesas de Moscú (1553) o de Levante
(1581). Estas compañías surgieron para explotar concesiones de monopolio en el
comercio a larga distancia, y permitieron movilizar capitales en un volumen
impensable hasta entonces para financiar expediciones lejanas de navíos de
mayor tonelaje.
La otra gran función económica de la ciudad fue la manufacturera. En este
ámbito no hubo innovaciones notables en cuanto a formas de organización,
producción o tecnología. Pero sí en la especialización regional -con la
decadencia de sectores como
la pañería flamenca y el ascenso de otros- y un crecimiento general de la
producción.
Las fuentes del crecimiento, como en la agricultura, tenían más que ver
con ganancias derivadas de la especialización y el comercio (crecimiento
smithiano) que con la innovación (crecimiento schumpeteriano). No se
incorporaron masivamente nuevasfuentes de energía, pues sólo en Holanda cobró
algún peso la turba (para elaborar cerveza o materiales de construcción), y el
carbón fósil era aún más raro. La innovación tecnológica fue escasa, con las
importantes excepciones de la construcción naval, las armas de fuego, la
relojería y la imprenta. Es cierto que sus repercusiones no se reducen al valor
de lo producido; no es fácil valorar por ejemplo, las repercusiones económicas
de la imprenta de tipos móviles.
Tampoco hubo innovaciones organizativas. Aunque existían grandes instalaciones
industriales, autenticas fábricas muy capitalizadas y con gran número de
trabajadores en la minería, la metalurgia (en especial los arsenales) y los
astilleros, la familia y el gremio, íntimamente ligadas, seguían siendo las
bases de la manufactura urbana. La familia era el ámbito habitual de trabajo,
aprendizaje y perpetuación de los talleres. Los gremios conocieron en este
período su edad de oro, y en muchas zonas mantuvieron su predominio hasta el
siglo XVIII.
Tampoco existieron innovaciones sustanciales en los bienes fabricados. La
elaboración de alimentos y los artículos de vestido y calzado seguían dominando
la manufactura (tabla 4.8). La industria cervecera floreció el norte y centro
de Europa, con auténticas fábricas en Bélgica y el norte de Alemania. La
importancia de la construcción se pone de manifiesto en el elevado número de
albañiles, peones, canteros o carpinteros de obra que poblaron las ciudades.
Aunque fue una actividad eminentemente urbana,
que movilizaba cuantiosos capitales y de la cual dependía la imagen de la
ciudad, no esaún suficientemente conocida. Por último, herramientas y menaje se
fabricaban empleando materiales (plomo, madera,
hierro, arcilla) conocidos desde la Antigüedad, aunque los metales iban
desplazando progresivamente al resto.
En cuanto a la distribución geográfica, las zonas textiles tradicionales de
Flandes y el norte de Italia (Florencia o Venecia) mantuvieron su preeminencia
durante buena parte del
siglo XVI (mapa 4.4). A ellas se agregaron centros fabriles de Castilla o las
Provincias Unidas de Holanda. El cambio más importante vino de la difusión de
los nuevos paños (new draperies) flamencos, variedades de lana de calidad
inferior pero baratas, para consumo popular. Se fabricaban en núcleos como
Lille, que multiplicó por diez su producción de tejidos entre 1530 y 1550, o
Hondschoote, que en 1560 producía más de cien mil piezas. La crisis política en
los Países Bajos forzó la emigración de tejedores hacia otras regiones, donde contribuyeron
a difundir los nuevos paños. No obstante, las transformaciones no eran
lineales. Desde fines del
siglo XVI la nueva pañería atravesó diversas dificultades y algunos de los
centros decayeron mientras otros volvieron a especializarse en paños finos. Así
ocurrió en Leiden, que recobró en el segundo
cuarto del
siglo XVII su condición de gran núcleo textil gracias a los lakens, paños finos
de lana merina.
La metalurgia floreció en distintos centros europeos, asociada al crecimiento
de la extracción minera. Lieja se especializó en la fundición y elaboración de
utillaje de hierro. Nuremberg
contó con diversos gremios especializados en objetos dehierro y cobre, y
también importantes arsenales. A fines del
siglo XVI el agotamiento de muchos filones y la caída de la demanda llevaron al
estancamiento a muchas de estas industrias. El relevo lo tomó Suecia, cuyas
ricas minas de hierro y cobre (Falun) la convirtieron en primer exportador
europeo.
A falta de grandes innovaciones tecnológicas, el auge de las manufacturas
urbanas debe explicarse por el crecimiento de la demanda, en parte debido a los
tráficos fuera de Europa pero fundamentalmente por el aumento general de la
población y la renta, el descenso de los costes de transacción y las economías
de escala al incrementarse la producción. Hablamos de nuevo de un crecimiento
de tipo smithiano. De ahí que la manufactura fuera la primera víctima del descenso de la renta por habitante perceptible ya en
las últimas décadas del
siglo XVI. El círculo virtuoso que había encadenado el aumento de la
productividad agraria con un crecimiento más que proporcional de la demanda de
servicios y manufacturas, se convirtió a raíz de la crisis en un círculo
vicioso que llevó la ruina a muchos núcleos industriales.
A falta de investigaciones detalladas, sabemos mucho menos de la historia
económica en Asia que en Europa. Asia seguía
dominada en la Edad Moderna por cinco imperios territoriales: el imperio
otomano en Oriente próximo, el imperio safávida en Irán, el mogol en la India (todos
con dinastías islámicas), el ruso en el noroeste, y finalmente el Imperio Ming
(1368-1644) en China. Los más importantes en población y pujanza económica
fueron los imperios chino e indio
(más propiamente llamadomogol), aunque por su presencia en el Mediterráneo
destacan los otomanos.
La India
mogol, unificada aunque sometida a continuas guerras, alcanzó la cumbre de su
poder en el reinado de Aurangzeb (m. 1707). Este imperio contaba con una
agricultura muy productiva (con la posibilidad de dos cosechas anuales gracias
a los monzones, sistemas de regadío y una amplia explotación de la tierra
disponible), unas capas comerciales activas, y una industria pujante. Sin
embargo, adolecía de graves problemas de comunicaciones y, en este periodo, de
cierto estancamiento tecnológico. Aunque no conocemos bien los procesos, parece
que la rigidez de la sociedad de castas con sus desincentivos a la iniciativa
individual y el peso de la nobleza mogol (que absorbía cerca del 20% de la
renta de la tierra) constituyeron serios obstáculos para su desarrollo. El
imperio mogol tenía elevadas tasas de urbanización (cercanas al 10%) y contaba
con grandes ciudades que superaban el medio millón de habitantes, como Calcuta y Agra. Pero
estas urbes no eran tanto focos de dinamización económica como devoradoras de rentas. En muchos
sentidos -nobleza guerrera parasitaria, economía básicamente agraria basada en
aldeas autónomas, estructura social rígida, dominio de los gremios en las
manufacturas, enormes desigualdades de renta- la India mogol podría describirse
como un sistema feudal. El éxito del
crecimiento de la población y las ciudades es quizá un indicio engañoso, ya que
se movía dentro de la trampa maltusiana (con fuertes crisis tanto en el siglo
XIV como en el
XVII), sin que mejorara la productividad generalni el dinamismo económico.
Hacia 1400, la China Ming se hallaba en una inmejorable situación para
emprender una expansión mundial. La superioridad técnica, económica y
demográfica del imperio, con cerca de 100 millones de habitantes, se reflejaba
en la variedad de los intercambios en el mar de la China, y en el
establecimiento de colonias comerciales en diferentes puntos del sudeste
asiático. Las expediciones chinas hacia el Índico, como las del almirante Cheng
Ho, contaban con flotas muy superiores, en navíos y tripulación, a las de los
navegantes ibéricos de fines del siglo XV. Sin embargo, desde la década de 1430
se produjo un giro radical de la política imperial, que se orientó a consolidar
su dominio continental, abandonando la navegación durante más de un siglo. El
giro a la economía china impuesto por los Ming, retornando a bases
predominantemente agrarias, cerrándose al exterior (hasta el punto de abandonar
en el arte de la navegación justo cuando Europa más se esforzaba en
desarrollarlo), y frenando las corrientes de desarrollo tecnológico que habían
caracterizado su historia anterior, constituyen a fecha de hoy un misterio.
Pese a todo, este extenso imperio conoció un fuerte crecimiento agrario (basado
en la extensión del arroz, un cereal mucho más
productivo que los europeos), manufacturero (con muy elevadas cifras de
producción de hierro) y urbano, con ciudades como
Nanjing, de un
millón de habitantes hacia 1600. Pero sus relaciones con Europa resultan
reveladoras: era Europa la que demandaba mercancías en China (y no a la inversa), pero era Europa (y no
China)
quienenviaba las naves; ambos hechos son igualmente significativos.
Eric Jones ha buscado las causas del
estancamiento chino en el siglo XV precisamente en el mismo terreno político
que justifican el milagro europeo. El Estado chino, aunque dotado de fuertes
mecanismos de control interno (ejércitos, una casta burocrática eficiente y el
dominio de una religión de Estado), no resultaba demasiado gravoso para la enorme
economía china. Los tipos impositivos estatales eran bajos, aunque las
dimensiones del
país hacían que los montos totales fueran enormes. El emperador podía
beneficiarse además de ingresos exteriores como
los derivados del sistema tributario de
comercio, que obligaba a pueblos limítrofes (Vietnam, Corea y Java al este,
además de etnias diversas en las fronteras norte y oeste) a enviar expediciones
con tributos y mercancías. De este modo, a falta de competidores políticos y
sin necesidad de extraer más impuestos, el Imperio chino carecía de incentivos
para fomentar la actividad económica, y por tanto tampoco adoptaba medidas
(inversión en infraestructuras, protección frente a catástrofes, aranceles o
legislación de fomento económico) que caracterizaron a los Estados europeos.