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Algunos problemas relativos al Clasico en Colima



Ma. Angeles Olay Barrientos Centro INAH/Colima Fue en el transcurso de aquélla temporada de 1939 en la planicie costera de Colima, en la cercanía de Tecoman, cuando Isabel Kelly encontró, entre el escombro de una tumba de tiro saqueada, los fragmentos de una vasija que llamaron poderosamente su atención. Su color, forma y textura le confirmaron su lejano origen, se trataba del ejemplar de una vajilla sumamente popular en la urbe teotihuacana: una típica vasija naranja delgado. Semejante descubrimiento la llenó de gozo pues por fin el azar le regalaba una evidencia constante y sonante de la antigüedad que atesoraban las evidencias arqueológicas de Colima. Recordemos que en ese entonces no existían los fechamientos absolutos y las posibilidades de efectuar los relativos eran nulas toda vez que la ausencia de datos para casi todo el Occidente de Mesoamérica impedía cualquier tipo de correlación, por mas temerarias que estas fueran. En buena medida estas eran las razones por la cual cualquier evidencia arqueológica del Occidente era designada como tarasca1. Pudo Kelly entonces tener la certeza de que los materiales asociados a los depósitos mortuorios de las tumbas de tiro correspondían a un tiempo conocido por los arqueólogos como Teotihuacan III, correspondiente al 300-400 d.C. Dejando de lado la importancia que significó en su momento la posibilidad de fechar de manera relativa contextos culturales poco conocidos, la existencia de materiales teotihuacanos otorgónuevos elementos a los convencidos de la existencia de imperios panmesoamericanos en el pasado. No obstante, el establecer que el Occidente era uno mas de los territorios pertenecientes a la égida cultural de la gran urbe, debió tomarse con cautela. Las razones son variadas. En principio salta a la vista el hecho de que el Occidente era una entidad cultural un tanto diferente al resto de las subareas mesoamericanas. Ignacio Bernal habría resumido esa característica a través de una frase lapidaria: Al no haber tenido la influencia civilizadora de los olmecas, el Occidente quedó permanentemente en una posición de retraso2. La “influencia civilizadora” a la que se refería Bernal derivaba del hecho de que esta cultura habría desarrollado una complejidad social cuyas expresiones materiales e influencias ideológicas marcaron de manera determinante a la


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En este sentido baste recordar las dificultades derivadas de esta costumbre en el caso del estudio de los materiales de la tradición Chupícuaro los cuales fueron englobados sistematicamente como parte de las vajillas tarascas a pesar de ser hasta 10 o 12 siglos mas antiguas. 2 Bernal, Ignacio, El Mundo Olmeca, Ed. Porrúa, México, 1968, p.192.

diversidad de culturas que le sucedieron. Buena parte de los rasgos mesoamericanos típicos fueron instrumentados por estos grupos establecidos en las planicies húmedas y tropicales del Golfo de México hacia el primer milenio antes de Cristo. Entre los mismos podemos mencionar la elaboración de estelas y altares y lacolocación de ofrendas a sus pies, la escultura monumental y el tallado en jade, los atlantes, las cabezas colosales, los sarcófagos de piedra, los pisos de mosaico enterrados, los espejos cóncavos, las plataformas construidas sobre terrazas, los montículos de tierra, la elaboración de centros ceremoniales planificados, la construcción de edificios alineados astronómicamente y, desde luego, la idea de registrar fechas importantes en un calendario3. Ciertamente, los rasgos mencionados no son elementos que puedan ser documentados para el Occidente en etapas tan tempranas4. A esta marcada ausencia de los rasgos olmecas típicos en el Occidente debemos sumar el hecho de que las diversas discusiones en torno a como abordar el fenómeno cultural mesoamericano devienen en una suerte de marginación de la región. Así, el esquema propuesto por Pedro Armillas 5 se basa en las dos grandes revoluciones señaladas por Vere Gordon Childe: la agrícola y la urbana de tal suerte que Mesoamérica habría cruzado un período preagrícola, otro agrícola y finalmente, otro dominado por las grandes urbes; para otros autores el evento que determina cada período estriba en la estructura económica social que predominó en cada uno de ellos, es así que para William Sanders y Barbara Price6 los cuatro niveles predominantes serían las Bandas, las Tribus, los Señoríos y los Estados Teocraticos. Estos esquemas lineales, aplicados al area nuclear mesoamericana, nos dejan en claro que el tiempo de las “grandes urbes” y el de los “estados teocraticos” es sin duda el deTeotihuacan. Para Linda Manzanilla el horizonte Clasico del Altiplano Central se define como una etapa en la que se sucede una suerte de “integración cultural macroregional” a través de “una tradición compartida” misma que deriva de los ya


La bibliografía referente el fenómeno olmeca es sumamente extensa, en este sentido, se recomienda la síntesis efectuada por Rebeca Gonzalez Lauk “La zona del Golfo en el Preclasico: la etapa olmeca”, Historia Antigua de México. El México Antiguo, sus areas culturales, los orígenes y el horizonte Preclasico, Coord. Por Linda Manzanilla y Leonardo López Lujan, Ed. Porrúa/UNAM/INAH, México, pp. 279-321. 4 De cualquier manera es importante señalar el hecho de que la definición de la Cultura Capacha en Colima por Isabel Kelly introdujo interesantes elementos en esta discusión. En síntesis, la hipótesis que deriva de las características de la cultura material de esta cultura parece indicar que si bien Roman Piña Chan reconoce en lo olmeca un remoto origen sudamericano que habría penetrado por la costa de Chiapas para posteriormente trasladarse a la costa del Golfo, esta misma influencia habría arribado a las costas occidentales marcando a su vez con su sabor “sudamericano” expresiones tan antiguas como las olmecas -los ejemplos serían la cultura material de Capacha, Colima y El Opeño en Michoacan- pero que, sin embargo, habrían desarrollado otro tipo de expresiones culturales. Esta por demas decir que falta documentar con mas datos esta hipótesis. 5 Armillas, Pedro, Cronología yperiodificación en la historia de América precolombina, Sociedad de Alumnos de la Escuela Nacional de Antropología e Historia, México, 1957. 6 Sanders, William y Barbara Price, Mesoamerica. The evolution of a civilization, Random House, New York, 1968.

mencionados elementos olmecas. Para Manzanilla el corpus de rasgos típicamente teotihuacanos son: “la aparición de formas arquitectónicas similares (variantes del llamado tablero-talud), el establecimiento de vastas redes de intercambio a larga distancia, la existencia del templo como eje económico y religioso, la difusión del calendario ritual de 260 días y del agrícola de 365 días, un panteón en el que domina el Dios de la Lluvia-Rayo-Trueno y el desarrollo de diversos sistemas de escritura”7. A partir justamente de estos rasgos definitorios del fenómeno urbano y su concomitante complejidad cultural fue que el Occidente se definió a través de rasgos negativos. Así, se dio por hecho que en su territorio no existió arquitectura monumental o patente, que no se encontraron códices, que no se desarrolló la escritura glífica, que la técnica utilizada en la escultura en piedra no alcanzó el refinamiento de otras areas y, por si fuera poco, no existieron evidencias consistentes de haber florecido, como en el resto de Mesoamérica, culturas contemporaneas al espacio de tiempo que comprendía el Formativo (también conocido como Preclasico) temprano y medio. El Occidente fue considerado, ahora sí que sin remedio, como una area marginal. Señalabamos en otro lugar el hecho deque los trabajos de Isabel Kelly habrían logrado demostrar la profunda raíz cultural de Colima expresada a través de la Cultura Capacha misma que se fechó hacia el 1,500 AC, esto es, una temporalidad practicamente similar a la fase mas antigua de la secuencia olmeca de San Lorenzo en Veracruz. Cierto es que existen, hoy día, serios cuestionamientos con respecto a la validez de este fechamiento a causa de haberse demostrado que eventos eruptivos del Volcan de Fuego sucedidos hace 2,500 años antes del presente -esto es, hacia el 500 AC- habrían sepultado depósitos culturales mas antiguos. No obstante, las recientes exploraciones en El Opeño (sitio localizado en la proximidad de Jacona, Michoacan) han reforzado una temporalidad de 1,200 AC a materiales estilísticamente emparentados a lo Capacha. Las expresiones materiales de estas culturas –El Opeño, Capachaterminaron por configurar una serie de rasgos que llevaron a algunos autores a afirmar que el Occidente no podía ser considerado como mesoamericano sino hasta etapas tardías. No deja de llamar la atención que la severa descalificación relativa a la ausencia de un Formativo y un Clasico similar al ocurido en otras areas mesoamericanas pasó por alto el hecho implícito de la existencia de un desarrollo cultural propio. El síndrome del rasgo negativo obstruyó durante mucho tiempo el animo de observar el fenómeno desde otras perspectivas posibilitando con ellas, incluso, la resolución de algunas de las múltiples incógnitas que rodean los


Manzanilla, Linda, “La zona delAltiplano Central en el Clasico”, Historia Antigua de México, El Horizonte Clasico, Vol. II, Coord. Linda Manzanilla y Leonardo López Lujan, Porrúa/UNAM/INAH, México, 1994, p.139.


esplendores de la Mesoamérica nuclear. Es evidente que el estudio de la heterogeneidad cultural mesoamericana no ha podido dejar atras, en definitiva, el prejuicio surgido de interpretaciones evolutivas unilineales. Como una forma de romper un esquema con el Occidente no comulgaba se hizo evidente que el estudio de la historia antigua de la región debía llevarse a cabo con herramientas metodológicas distintas. Esta visto que no todas las culturas mesoamericanas cruzaron el mismo sendero del ascenso civilizatorio de la Mesoamérica olmeca y teotihuacana. Estas fueron las razones que llevaron a Otto Schöndube a proponer el establecimiento de una secuencia cultural cualitativamente distinta que explicara el particular desarrollo de la región 8. Esta secuencia cultural se marcó a partir de dos etapas. La Etapa I, dividida en Ia (2,400 al 1,500 aC.), y Ib (500 aC-600 dC), señala la etapa en que el Occidente llevó a cabo un desarrollo cultural particular y exhibe, ademas, una innegable similitud con algunos complejos arqueológicos del noroeste de Sudamérica particularmente con los de Colombia y Ecuador. Estas similitudes se aprecian, principalmente, en dos momentos. En la llamada Cultura Capacha y en la extendida tradición funeraria de las Tumbas de tiro. En la primera las semejanzas se expresan en las ceramicas que utilizaron variacionesde la forma conocida como vasijas de asa-estribo, vasijas acinturadas en forma bule y vasijas dobles –una colocada encima de la otra- comunicadas y sostenidas entre sí por intermedio de 2 o 3 pequeños tubos de barro 9. En la segunda, lo que predomina sobre alguna otra expresión cultural es el ceremonial funerario que se creó alrededor de tumbas excavadas en el subsuelo. Estas tumbas a las que se accedía por intermedio de un tiro dan nombre a una tradición que se caracterizó, ademas, por su bella ceramica en la que abundaron las vasijas huecas modeladas con formas de hombres, plantas y animales, así como los recipientes de formas geométricas, decoraciones al negativo y empleo ocasional del asa estribo. Es a partir de estas semejanzas con algunas culturas de sudamérica que la Etapa I se ha denominado como Tradición Occidental o del Pacífico. La Etapa II (dividada a su vez en IIa –600 a 900/1000 dC- y Iib –900/1000 a la conquista española-) comprende el tiempo en que el Occidente es ya, oestensiblemente mesoamericano. Los cambios, notables, muestran el drastico cambio de tradiciones ceramicas, el abandono de las construcciones de tumbas de tiro, el surgimiento de los primeros centros ceremoniales con una planificación evidente, el incremente demografico, la aparición de un panteón de deidades semejantes a las veneradas en los altiplanos y, sobre todo, formas mas complejas de organización social.


Schondube, Otto, Tamazula, Tuxpan, Zapotlan, pueblos de la frontera septentrional de la Antigua Provincia de Colima, Tesisde Maestría, Escuela Nacional de Antropología e Historia, México, 1973. 9 Las mismas se conocen con el nombre de trífidos.

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No deja de ser importante señalar que no todos los investigadores que trabajan en el Occidente se han adscrito a esta periodificación. En buena medida esto se debe a que no aceptan el que en el Occidente no se hayan producido fenómenos sociales complejos en el Clasico. El personaje mas conocido en esta línea es Phil Weigand. Su negación parte del hecho de que considera que en la zona localizada en los alrededores del Volcan de Tequila se desarrolló una cultura que pudo haber desarrollado el fenómeno urbano a partir del sustento económico que significó el cultivo de chinampas en las partes bajas del lago Magadalena, en el noroeste de Jalisco10. Ademas, esta cultura –conocida como Tradición Teuchitlan- fue capaz de desarrollar conceptos notables en cuanto al manejo del espacio al crear un patrón de asentamiento basado en el círculo. Los famosos guachimontones marcaron la novedosa idea de crear plazas y patios a partir de plataformas circulares de diversos diametros y monumentalidades11 Las valiosas aportaciones de Weigand, sin embargo, han estado restringidas por la índole de los trabajos que realiza toda vez que sus exhaustivos reconocimientos de area –a partir del cual ha enunciado un probable desarrollo temporal de los guachimontones- no han sido complementadas con temporadas de excavación, razón por lo cual no puede sustentar, a través de los incesantemente mencionados fechamientosabsolutos, una cronología valida. La carencia de una secuencia ceramica sustentada técnicamente ha llevado a la utilización de las ya mencionadas cronologías relativas lo cual ha propiciado discusiones múltiples pues, para resumir la parte nodal de este aspecto, ciertos tipos ceramicos del Occidente podrían constituir el mas claro ejemplo del problema de Galton: ¿en dónde encontramos un rasgo por primera ocasión? ¿cómo podemos esclarecer la dinamica de su difusión? No deja de ser explicable el hecho de que la incipiente arqueología que se realizaba en diversos lugares del Occidente de México haya tenido una etapa en la cual establecer algún tipo de relación significaba no sólo ubicar temporalmente a sus materiales sino, incluso, otorgarles una identidad. Si a eso agregamos que una buena parte de las secuencias ceramicas de los sitios mesoamericanos han sido amarradas a las secuencias del centro de México (la cual va de la temprana fase de Zahopilco hasta la conocida como Azteca IV), entenderemos el fenómeno. Si bien Kelly utilizó el fechamiento relativo como un modo de saber en qué siglo andaba esto no significó, bien visto, el que haya llegado a vislumbrar la extensión mas occidental del “imperio” teotihuacano. Por lo menos eso nunca la dijo.


Weigand, Phil, “Large-scale hydraulic works in prehistoric Western Mesoamerica”, Research in Economic Anthropology, JAI Press Inc., 1993, pp.223-262. 11 Weigand, Phil, “Evidence fos Complex Societies during the Western Mesoamerican Period”, Tha Archaeology of West andNorthwest Mesoamerica, M.S. Foster y P.C. Weigand (eds.), Boulder, Westview Press, 1985, pp.47-93.


Traigo esto a colación pues hubo un tiempo en que se puso de moda rastrear las influencias de las culturas entre sí. John Paddock ironiza al respecto en su conocido trabajo de la XI Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología dedicada a Teotihuacan, según él: “la literatura sobre la arqueología mesoamericana parece estar dominada por una obsesión con las relaciones exteriores”12. El ejercicio que intentó hacer –el mapa mesoamericano de las influencias teotihuacanas- se encontró entonces con un respetable escollo metodológico. Para este autor era claro que el abordar el problema desde la perspectiva del estilo-horizonte (horizon style) era primordial toda vez que introducía la premisa relativa a la existencia de estilos que habrían alcanzado grandes extensiones en diversas etapas históricas conocidas las cuales “a menudo no tienen ni un solo punto de origen ni una estructura imperial o comercial para imponerse. Se imponen por la muy misteriosa preferencia o gusto del público, y ese gusto es algo que todo los recursos del comercio y la industria no han logrado descifrar y predecir”13. Así, a través de argumentos sólidos Paddock establece que las señaladas “influencias” teotihuacanas “parecen haberse exagerado mucho en la mayoría de los informes arqueológicos” en razón de que numerosos autores que hablaban de ello no solían ilustrar lo dicho con imagenes. La confusión, siguiendo al autor, iniciaba con la propiadefinición de rasgo teotihuacano. Así, al resaltar la dificultad de dicernir lo propio de la arquitectura Paddock establece que lo único realmente específico de Teotihuacan es el talud/tablero. En cuanto a los dioses el autor comenta sobre la dificultad de decidir cuando Tlaloc es teotihuacano si este no se trata de la característica olla-efigie de Teotihuacan II. Por el contrario el Huehueteótl en su forma teotihuacana “es escasísimo fuera de la zona metropolitana”. A la vez, la ineludible producción ceramica proporcionó seis indicadores confiables14. A los mencionados rasgos les reconoce como de indudable filiación teotihuacana en virtud de que no son solo simples expresiones de un estilohorizonte panmesoamericano dado que a pesar de que sí ocurren en otras partes “en Teotihuacan constituyen la casi exclusiva variante local” ademas de que son manifestaciones “no solo compatibles con el patrón cultural teotihuacano sino representativos y hasta simbólicos de él” 15.


Paddock, John, “Distribución de rasgos teotihuacanos en Mesoamérica”, Teotihuacan, XI Mesa Redonda de la Sociedad Mexicana de Antropología, México, 1972, p.224. 13 Ibidem p.227. 14 Se trata del cajete de fondo plano, angulo recto en la base y paredes cóncavas divergentes con o sin soportes de botón. La olla de fondo plano con cuello alto cóncavo y soportes de botón, el cajete cilíndrico de fondo plano, el florero, el candelero y la decoración al pastillaje conocida como “grano de café”. 15 Ibidem p.229.


Después de aclarar los elementosde la discusión Paddock elabora la pregunta del millón: ¿Qué proporción de rasgos teotihuacanos constituyen prueba de influencia? Aquí el autor, con sorprendente habilidad, establece tres posibilidades: la existencia de objetos elaborados 100% en Teotihuacan y presentes en otros lugares; la existencia de copias locales de modelos teotihuacanos –la piratería prehispanica pues- y, la presencia de objetos de tradiciones evidentemente locales las cuales, a pesar de no pretender la copia fiel del modelo foraneo, incorporan algún rasgo teotihuacano16. ¿Cómo entonces dicernir la ocurrencia de la recurrentemente invocada influencia teotihuacana?. Para Paddock es claro “que cualquier contacto social afecta a las dos partes” y que, aún cuando el mismo no pase de se una mera relación visual, su impacto se proyectara hacia ambas direcciones, de tal suerte que: La influencia es el efecto que tiene sobre un ser humano el conocimiento de una cultura no propia, ya sea por medio de contactos sociales o por contacto con los productos de una cultura extraña17. La lectura que hago de esta definición me parece que puede ser enmarcada en dos ambitos. Por un lado se encontraría aquella influencia que se genera a través del contacto directo de un pueblo con otro y, por otro, el matiz que introduce el impacto de una moda y los símbolos de prestigio en ciertos estratos de una sociedad al relacionarse con los productos de otra. ¿Cómo diferenciar estos matices en la cultura material de una localidad explorada? Creo que la respuesta se encuentrajusto en los parametros anteriormente enunciados por Paddock. Cuando este autor define la filiación teotihuacana de sus rasgos a partir de que constituyen “la casi exclusiva variante local” y afirma que los mismos se erigen en “su representación simbólica” queda claro que un rasgo es propio en la medida que se manifiesta tanto popular como simbólico y representativo. La pregunta que sigue es ¿cumplen los rasgos teotihuacanos encontrados en el Occidente con esta premisa? Con ser obvia la respuesta queda claro que la ausencia de exploraciones en enormes areas del Occidente en décadas anteriores, impidió afirmar o negar la especie. De cualquier modo la afanosa búsqueda de rasgos teotihuacanos no pudo eludir el hecho de que numerosos investigadores pretendieron sustentar las señaladas influencias como un modo de insertar al Occidente en la égida mesoamericana y dejar atras el rastro de diferencias y marginalidades que, curiosamente, no ha dejado de perseguirle. En este sentido es ilustratrivo señalar cómo, al interior de la citada XI Mesa Redonda de la SMA, el Prof. José Corona Núñez sustenta la presencia de

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Ibidem. P.231. Ibidem. P.232.

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teotihuacanos en el Occidente de México18. Las exploraciones que habría efectuado hacia 1954 en El Ixtépete –en las cercanías de Guadalajara- le dejaron en claro la existencia de basamentos piramidales compuestos por un gran talud de piedra en e cual se mostraban tableros de estilo teotihuacano. Estos elementos causaron una suerte de conmoción entre los que negabanque el Occidente pudiera haber tenido desarrollos sociales complejos. Los trabajos de mantenimiento efectuados por César Saenz19 hacia 1966 permitieron a este autor sugerir el caracter particular de la arquitectura y la posibilidad de que se tratara mas de una interpretación local de un rasgo lejano que un préstamo claro de una cultura a otra. Años mas tarde, como resultado de la creación de los Centros Regionales (1972), se llevaron a cabo nuevas exploraciones en El Ixtépete las cuales fueron enfocadas tanto hacia la exploración de nuevas areas como a la consolidación de estructuras ya liberadas a fin de que el sitio fuera abierto al público. La visión de los arqueólogos que trabajaron esta ocasión fue, si uno lee sus impresiones, absolutamente descorazonadora. El comentario que les merece el talud/tablero es revelador: Para hablar de la influencia teotihuacana [en el Ixtépete] sólo se ha tomado en consideración el elemento arquitectónico del tablero-talud en la estructura principal; sin embargo, la ausencia de otros elementos, como serían formas y estilos ceramicos o de figurillas, sugiere que no pueden aceptarse influencias directas de Teotihuacan […] por los materiales recuperados en las estructuras podemos señalar que el Ixtépete es, por lo menos, doscientos años posterior a Teotihuacan20. La índole del dato arqueológico que enfrentaron los primeros arqueólogos institucionales colocados en la tarea de recuperar las huellas del pasado reeditó la idea que sobre el Occidente tenía la interpretación de la historiaoficial. En principio que sus sociedades no alcanzaron mayor complejidad social y/o política: La existencia en esta época de sociedades mas bien simples en su organización, no es privativa del valle de Guadalajara [Atemajac], todo parece indicar que por esas fechas la mayor parte del Occidente se encontraba en el mismo grado de desarrollo y no es probable que encontremos algún sitio que refleje mayores avances…
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Corona Núñez, José, “Los teotihuacanos en el Occidente de México”, Revista Mexicana de Estudios Antropológicos, Sociedad Mexicana de Antropología, Tomo XX, México, 1966, pp.11115. 19 Saenz, César, “Exploraciones en el Ixtépete, Jalisco”, Boletín INAH 23, Primera época, México, 1966ª, pp.14-18; “Cabecita y figurillas de barro de El Ixtépete, Jalisco”, Boletin INAH 24, Primera época, México, 1966b, México, pp.47-49. 20 Castro Leal, Marcia y Lorenzo Ochoa, “El Ixtépete como un ejemplo de desarrollo cultural en el Occidente de México”, Anales del INAH (1974-1975), Epoca 7ª, Tomo V, 53 de la colección, SEP, México, 1976, pp.121-154.

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que las ideas avanzadas llegaron irremediablemente de fuera: las ideas religiosas y políticas que probablemente llegaron de otras zonas a esta area, aunque pudieron coadyuvar al desarrollo de formas sociales, políticas, religiosas y económicas mas complejas, por causas diversas no derivaron mas alla, al no haber encontrado las condiciones necesarias para su desenvolvimiento, y debido también quizas a que no se trató de influencias directas sino simplemente de influenciasllegadas a través de otros grupos (o mecanismos) muy posteriormente al momento de auge alcanzado en las areas de origen; de ahí que no admitamos una influencia teotihuacana en el Ixtépete, pues pese a la presencia de elementos arquitectónicos afines en uno de los edificios, no existen otros rasgos que pudieran confirmar un cierto dominio teotihuacano o, cuando menos, claras influencias de esa cultura……. Y que, por ende, si las Relaciones del Siglo XVI hablan de la existencia de sistemas de riego, esto no tiene porque suponer alguna complejidad social: No obstante que se mencionan sistemas de riego en pueblos como Mylpa y Teutlichanga, así como poblaciones con 3,000 habitantes, estos datos no indican una mayor complejidad en las estructuras socio-políticas y en realidad constituyen casos excepcionales. Podemos afirmar que en general no existen evidencias ni datos etnohistóricos sobre sistemas agrícolas avanzados y el rendimiento de la tierra no parece haber sido alto… Extenderme sobre la visión que guardaba la arqueología institucional al momento de impulsar el estudio de las diversas areas mesoamericanas a partir de los recientemente creados Centros Regionales deja en claro que tan novedosa ha sido la mera definición de sus problemas tanto en el tiempo como en el espacio. Castro Leal y Ochoa pasan por alto el hecho de que la información que guardan las Relaciones se refieren a etapas mas bien tardías y, toda vez que sus datos no empatan con la cultura material de grupos alejados de sus propias concepciones, terminan porestablecer su evidente simplicidad. Queda en claro pues la dificultad que ha significado el poder esclarecer los procesos sociales que se desarrollaron durante los primeros siglos de nuestra era en los territorios que conforman el Occidente mesoamericano. En otros lugares se ha remarcado de manera sistematica el hecho de que la propia cultura material de los pueblos que habitaron la región entre el 200 AC y el 500 DC ha dificultado su estudio, esto es, el hecho de que sus creaciones estuvieran enfocadas hacia la construcción de un sorprendente complejo funerario que privilegiaba tanto el depósito mortuorio –la tumba de tiro- como al ajuar depositado en él. La notable ausencia de contextos domésticos aunado a la carencia de poblados que se hubieran constituido alrededor de tempranos centros
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de poder al modo del patrón olmeca, dificulta aún mas la comprensión del fenómeno social. Si a ello agregamos el saqueo escandaloso, la carencia de fechamientos absolutos y la tardanza en implementar proyectos de investigación a largo plazo, quedara delineado el escenario en el que se pretende esclarecer una historia diferente en sus expresiones y difusa en sus contextos. No puedo dejar de mencionar un hecho evidente. En virtud de que la mayor parte de los materiales del Occidente han sido “recuperados” a partir del saqueo, se desarrolló una suerte de analisis estético que pretendió compensar la falta de información contextual. Existen, en este sentido, trabajos notables que refieren el hecho de que las terracotas elaboradas enbarro de manera exquisita por ceramistas excelentes cumplen, en el Occidente, la labor que en otros lugares funge los Códices, esto es, la función de ilustrarnos de manera grafica –e incluso en tercera dimensión- sobre aspectos tales como tipo físico, vestimenta, adorno, vivienda, actividades –agricultura, pesca, caza, festividades-, ciclo de vida, enfermedades, flora, fauna e, incluso, mitos y religión. Acaso, en este sentido, los trabajos mas conocidos son los elaborados por Hasso Von Winning21 entre el que sobresale su estudio sobre la vivienda del Clasico a partir de las maravillosas maquetas nayaritas. La reciente edición de diversos artículos difíciles de consultar por parte del Colegio de Michoacan22 nos permite observar un fenómeno recurrente derivado del saqueo de piezas y del absoluto desprecio por el contexto. En una nota titulada “Un incensario inusual de Colima”23 Von Winning se refiere a la sorpresa que le causó la existencia de un dios viejo (un Huehuetéotl) fabricado en arcilla al interior de una colección particular (colección Earl L.Stendahl, en Los Angeles). El dios viejo se encuentra en su postura característica con un recipiente sobre la cabeza y hombros, esto es, se trata de un incensario fabricado en dos partes que embonan: por un lado la figura del Huehueteótl, por la otra un cajete de fondo ligeramente cóncavo. Es pues un hombre viejo sentado son las piernas cruzadas, encorvado hacia delante, con sus muñecas descansando sobre sus rodillas, al modo del típico incensario de piedra característicodel Clasico teotihuacanao. Para Von Winning es claro que se trata de un elemento llegado a Colima desde Teotihuacan en el cual observa dos rasgos locales: su elaboración en barro y no en piedra y la presencia del falo en el viejo a diferencia de su ausencia en los ejemplares fabricados en la urbe. Si recordamos que Paddock había señalado, en parrafos anteriores, que la presencia del Huehuetéotl fuera del area metropolitana era escasísima, comprenderemos la importancia que habría revestido el hecho de que el ejemplar
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Von Winning, Hasso, Pre-Columbian Art of Mexico and Central America, Harry N.Abrams, Inc., New York, 1968. 22 Von Winning, Hasso, El Arte Prehispanico del Occidente de México, ed. Por Phil Weigand y Eduardo Williams, El Colegio de Michoacan/Secretaría de Cultura del Estado de Jalisco, México, 1996. 23 Inicialmente publicado en The Masterkey, 32 (2), pp.40-42, Southwest Museum, Los Angeles, 1958.

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de barro de Colima hubiera sido recuperado de manera contextual.
Su localización puntual y su asociación con otros elementos seguramente darían sustento a hipótesis que, de otro modo, provocan escepticismo e incluso descalificación. Lamentablemente no es el único caso. Baste recordar la serie de elementos que publica Harold McBride a partir de una serie de colecciones privadas que fueron entregadas al Museo de las Culturas de Occidente de la ciudad de Colima. En una suerte de collage formal MacBride24 describe piezas que pretenden seguir la forma de la pieza anaranjado delgado recuperada porKelly en Tecoman y que, ciertamente, reproducen la idea de vasijas de fondo plano, soportes de botón y boca ancha. No obstante, al explayarse sobre las características figurillas Mazapa25 queda claro que la sola ocurrencia de elementos aislados impide avanzar sobre cualquier tipo de interpretación. El asunto del Clasico del Occidente en general y de Colima en lo particular es de suyo difícil en razón de la ausencia de excavaciones extensivas sistematicas. Se puede argumentar, y con razón, que los trabajos de Isabel Kelly fueron realizados con todo rigor científico y que constituyen un claro intento por ordenar materiales y rasgos a través del tiempo. El asunto de fondo es que, ciertamente, Kelly enfocó sus baterías hacia el establecimiento de una secuencia ceramica sólidamente establecida a través de fechamientos absolutos y relativos. Para ello buscó efectuar pozos estratigraficos que le proveyera de estratos culturales no contaminados ni alterados (¡en Colima!)26 de modo que los tipos y las modas de las vajillas utilizadas pudieran ser ordenadas. Si esto lo logró no lo sabremos con seguridad pues el breve resumen que antecede la presentación del material mas temprano de la región (lo Capacha), es tan somero que uno no puede sino preguntarse si la Dra. Kelly eludió presentar su material doméstico para no distraer la atención sobre la importancia de lo Capacha o, por el contrario, la ausencia responde a que no logró establecer la correspondencia entre el material popular, representativo y simbólico de cada etapa y región yoptó por que el misterio fuera develado por futuros investigadores27.
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McBride W., Harold, “Ceramica de estilo teotihuacano en Colima”, Anales del INAH (19721973), Epoca 7ª Tomo IV, 52 de la Colección, México, 1975, pp.37-44. 25 Estas figurillas son características del Período conocido por los arqueólogos como Coyotlatelco y remite a la etapa que significa el fin de Teotihuacan. 26 En su trabajo sobre Capacha Isabel Kelly narra como en ciertos sitios de Colima era practicamente imposible localizar un metro cuadrado que no hubiera sido alterado por las cuadrillas de saqueadores.Ver, Kelly, Isabel, Sequences Ceramic in Colima. Capacha an early phase, University of Arizona Press, (Anthropological Papers of the University of Arizona,37), 1980. 27 La importancia de llevar a cabo exploraciones extensivas radica en la posibilidad de explorar a detalle areas de actividad características de una comunidad. Es decir, no es lo mismo hacer uno o diez pozos estratigraficos (los cuales pueden ser de 2 x 1 metros o de 4 x 4 metros) que efectuar la exploración extensiva de areas que descubren mas de 150 m2. La misma extensión de la exploración otorgara mayores posibilidades al hallazgo de elementos como muros –ya de casashabitación, ya de plataformas ceremoniales- que, liberados, permitan definir el area de actividad en la que se ubican. Los elementos asociados, al ser característicos de las funciones desarrolladas en cada area, permiten una mejor reconstrucción del escenario perdido en el tiempo. Desde la perspectiva que da eltiempo, es factible que la imposibilidad de llevar a cabo este tipo de exploración con anterioridad radicó en que Kelly tenía el claro objetivo de consolidar una secuencia

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Entre las dudas que deberan resolver estos nuevos investigadores sobresale esta idea de si existió o no una “influencia teotihuacana”. Es interesante señalar, en este sentido, que rastrearla nos lleva a reconocer que la susodicha influencia dista mucho de ser un problema unidireccional. Así por ejemplo, es de suyo interesante lo planteado por Otto Schöndube en una nota publicada hacia 197528 en la que analiza una olla globular rojo pulido, de base plana y cuello alto – una forma atípica de la fase Comala toda vez que nos remite a la conocida “olla/florero” teotihuacana- la cual presentaba una interesante decoración al negativo a base del diseño de una ave esquematizada que se repite tres veces en forma simétrica sobre el cuerpo de la vasija y que se enlazan entre sí a través de sus alas que simulan eses ondulantes. Para Schöndube lo interesante de esta vasija no es solo que repita la idea del pajaro esquematizado presente en un bello espejo de pirita encontrado por Isabel Kelly en Apatzingan 29 sino que este esquema se reproduce de manera consistente en los llamados reclinatorios de ceramica característicos de la fase Comala de Colima, perteneciente al bagaje mortuorio asociado a las tumbas de tiro. Si bien para Hasso Von Winning los reclinatorios constituyen un signo de status o jerarquía para Paul Kirchoff constituyen un rasgono-mesoamericano. Esto es, el reclinatorio forma parte del conjunto de elementos considerados como sudamericanos algunos de los cuales, como se sabe, se encuentran imbricados en las culturas del Occidente de México en el período considerado como Etapa I, la ya definida anteriormente como Tradición Pacífica30. Así pues estamos hablando de un elemento que integra no solo a lo teotihuacano sino, incluso, a lo sudamericano. Otra información digna de considerarse es la nota conjunta publicada por Eduardo Matos e Isabel Kelly en 197431. En ella los autores hablan de un cantaro policromado con una serie de diseños pintados después de su cocimiento. Esta decoración consiste en la representación de un personaje profusamente ataviado con un faldellín de color verde con partes amarillas y un tocado de color verde con blanco. La mayor parte de su cara así como sus sandalias son de color blanco. De

cronológica valida y, por lo tanto, enfrentar el problema de la consolidación y/o restauración de estructuras la hubiera desviado, en tiempo y recursos, de su meta. 28 Sshöndube, Otto, “Consideraciones cronológico-culturales sobre una vasija de Occidente”, Boletin INAH No. 12, Epoca II, enero-marzo 1975, pp.59-61. 29 Kelly, Isabel, Excavations at Apatzingan, (Viking Pund Publications in Anthropology 7), New York, 1947 30 Kirchoff señala que entre estos rasgos sobresalían la ausencia de sandalias, maxtlatls, huipiles y quechquemetls, así como la presencia de posanucas, escudos rectangulares, macanas, hondas y camisas sin taparrabo. Kirchoff, Paul,“Mesoamérica. Sus límites geograficos, su composición étnica y caracteres culturales”, Suplemento de la revista Tlatoani, Sociedad de Alumnos de la E.N.A.H., 2ª. Edición, México, 1960. 31 Matos, Eduardo e Isabel Kelly, “Una vasija que sugiere relaciones entre Teotihuacan y Colima”, The Archaeology of West Mexico, ed. por Betty Bell, Sociedad de Estudios Avanzados del Occidente de México, Ajijic, Jalisco, México, 1974, pp.202-205.

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su boca surge la vírgula de la palabra en tonos verde y blanco.
Ademas, alrededor del personaje se aprecia el signo de la “media estrella” en los mismos tonos. Para Kelly esta vasija es notable no sólo por su decoración sino también “por la semejanza de su forma con ciertas vasijas de Colima” particularmente con la loza de la fase Comala toda vez que la forma mas común de esta fase son los cantaros. A pesar de que Kelly llama la atención con relación a que el color de la pieza no es igual al característico rojo de Comala no deja de considerar que de haberla encontrado en Colima la habría considerado como una variante de este tipo. La ubicación temporal del cantaro a partir del estilo presente en sus diseños – y que Matos considera característico de los murales efectuados durante las fases Xolalpan temprano y tardío en la metrópoli teotihuacana- la ubicarían entre el 450 y el 650 DC. Llama la atención la descripción de la técnica empleada en la decoración de la vasija. Según Matos: De especial interés es la técnica seguida en la aplicación de los colores. Por un lado el motivo delpersonaje esta pintado sobre un fondo de pintura color guinda. Aplicaron primero el amarillo, posteriormente el blanco y finalmente el verde. Por otro lado, la banda amarilla vertical con los dos signos ya señalados se pintó directamente sobre el barro, al igual que las dos bandas de la parte superior. Es interesante señalar que los motivos se fueron trazando con un grabado sobre el color guinda, como puede apreciarse claramente en la frente y nariz del personaje. Otro grabado posterior se hizo una vez pintada la pieza para diferenciar los detalles. A la vez se raspó parte de la pintura para dejar el fondo a la vista32. Es claro que la descripción llevada a cabo por Matos deja entrever el hecho de que la vasija fue decorada con la técnica conocida como cloisonné. Al respecto el lector debe tomar en cuenta la interesante discusión efectuada por diversos investigadores sobre esta técnica decorativa. Noemí Castillo llamó la atención con respecto a la confusión existente en este nombre cuanto integraba dos técnicas diferentes33: la pintura “al fresco” –o “al seco”- y el pseudocloisonné. La primera consiste “en trazar y colorear los motivos con un pincel sobre esta capa, mientras que para el pseudocloisonné se recorta la base y se incrustan en las partes levantadas los motivos con diferentes colores”34. Para Marie Hers esta técnica fue característica de una región que integraba a los actuales estados de Zacatecas y Jalisco, parte de Michoacan, Nayarit y Guanajuato entre el 250 y el 800 de nuestra era. Esta distribución selogró gracias a la difusión que logró entre
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Ibidem.
p.202. Castillo, Noemí, Algunas técnicas decorativas de la ceramica arqueológica de México, Serie Científica 16, INAH, México, 1968. 34 Hers, Marie-Areti, “La Pintura Pseudocloisonné, una manifestación temprana en la Cultura Chalchihuites”, Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas, Vol. 53, Instituto de Investigaciones Estéticas, UNAM, México, 1983; pp. 25-39.

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las ceramistas los conocimientos necesarios a su elaboración.
Hers, al recapitular las hipótesis referentes a la ocurrencia de esta fenómeno señala el hecho de que para Charles Kelley: La técnica y lo ceremonial reflejado en la iconografía, resultaría de un estímulo de la cultura teotihuacana que hubiera alcanzado la Mesoamérica norteña a través de un centro de comercio y de proselitismo ubicado en los alrededores de la actual Guadalajara35. Este estímulo habría estado dado a partir de la irrupción, en tierras norteñas, de un grupo de comerciantes teotihuacanos hacia el 300 de nuestra era, mismos que habrían seguido el camino de una avanzada mesoamericana previa, posiblemente efectuada a principios de nuestra era. No obstante, después de analizar con métodos físico/químicos algunos tiestos de la zona de Huejuquilla el Alto (Jalisco) que presentaron evidencias de esta técnica, Hers desliza la hipótesis de que los grupos mesoamericanos que penetraron en la Sierra Madre Occidental en aquélla primera entrada: Practicaban el arte de pintar al seco que compartían con sus contemporaneos delPreclasico Superior de varias regiones al oeste y sobre todo al sur en donde esta técnica se conocía desde hace muchos siglos36. A partir de los hallazgos efectuados en los citados analisis de materiales, la autora señala la factibilidad de que la técnica utilizada -cuya característica esencial radicó en el desarrollo de un mecanismo que permitió la adherencia de las sucesivas capas pictóricas a través de una base consistente en el manejo de una suerte de goma organica- haya sido trasladada al barro después de haberse desarrollado en el teñido de telas, de cuero, de cortezas o de otra suerte de materiales flexibles. Dicha aplicación a la ceramica podría haber ocurrido –en virtud del mapa de hallazgos de sus ejemplares- en el Occidente de México o en la América septentrional. Esto supondría, en consecuencia, que la ceramica decorada al pseudocloisonné haya sido mas antigua de lo que habría supuesto Kelley y, por lo tanto, anterior al señalado “impulso colonizador de una élite teotihuacana”37. Lo que se quiere remarcar, a partir de esta discusión, es el hecho de que existe la posibilidad de que la referida pieza descrita por Matos y Kelly integre en sí misma, no sólo una iconografía permeada por diseños populares de la urbe teotihuacana, sino que ella se manifiesta a través de una expresión mas bien local que foranea. En este sentido no queda sino lamentarnos, una vez mas, de que las
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Kelley, Charles y Ellen Abbot Kelley, “An introduction to the ceramics of the Chalchihuites culture of Zacatecas and Durango, México,Part. I. The decorated wares!, Mesoamerican Studies No. 5, University Museum, Southern Illinois University, Carbondale, Illinois, 1971, pp. 161-163. Citado por Hers, Marie, “La Pintura Pseudocloisonné…..p.26. 36 Ibidem. P.36. 37 Kelley, Charles y Ellen Abbot, Op.Cit. p.38.

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evidencias mostradas no procedan de contextos controlados e incluso, con los indicios de una somera localización. Así, no puede dejar de señalarse que la vasija publicada por Schöndube formaba parte de la colección particular del señor Fernando Juarez y de que la vasija de Matos y Kelly fue recuperada en una aduana norteña junto con otros materiales saqueados de la región de Queréndaro. Como se puede apreciar buena parte de los problemas referentes a la caracterización de “rasgos teotihuacanos” en el Occidente, parecen enfrentar el reto de ser localizados in situ a fin de que permitan documentar, en un manejo tanto espacial como temporal, su ocurrencia en la región. Es evidente, a la vez, el hecho de que las investigaciones en el Occidente deben ser ampliadas a partir de proyectos interdisciplinarios que permitan poner orden a las diversas secuencias cronológicas sustentandolas a través de una mayor cantidad de fechamientos absolutos. Ello permitira, por un lado, ubicar a cabalidad las características específicas de la cultura material de la diversidad de regiones que comprenden al Occidente, como esclarecer problemas relativos a la tan extendida creencia relativa a la carencia de complejidad social en el Occidente hacia los primerossiglos de nuestra era. Como ha quedado enunciado en los parrafos anteriores la particularidad cultural del Occidente debe ser intruída a través de marcos metodológicos mas abiertos a aceptar la heterogeneidad cultural mesoamericana y la posibilidad de desarrollos evolutivos multilineales.

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