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Marx - la cuestión de la vivienda



Marx dejó sentadas las tesis fundamentales sobre la cuestión de la significación de la experiencia de la Comuna. Engels volvió repetidas veces sobre este tema, aclarando el analisis y las conclusiones de Marx e iluminando a veces otros aspectos de la cuestión con tal fuerza y relieve, que es necesario detenerse especialmente en estas aclaraciones.


1. “La cuestión de la vivienda”
En su obra sobre la cuestión de la vivienda (1872), Engels pone ya a contribución la experiencia de la Comuna, deteniéndose varias veces en las tareas de la revolución respecto al Estado. Es interesante ver cómo, sobre un tema concreto, se ponen de relieve, de una parte, los rasgos de coincidencia entre el Estado proletario y el Estado actual —rasgos que nos dan la base para hablar de Estado en ambos casos—, y, de otra parte, los rasgos de diferencia o la transición hacia la destrucción del Estado ¿Cómo, pues, resolver la cuestión de la vivienda? En la sociedad actual, exactamente lo mismo que otra cuestión social cualquiera: por la nivelación económica gradual de la oferta y la demanda, solución que reproduce constantemente la cuestión y que, por tanto, no es tal solución. La forma en que una revolución social resolvería esta cuestión no depende solamente de las circunstancias de tiempo y lugar, sino que, ademas, se relaciona con cuestiones de gran alcance, entre las cuales figura, como una de las mas esenciales, la supresión del contraste entre la ciudad y el campo. Como nosotros no nos ocupamos en construir ningún sistema utópico para laorganización de la sociedad del futuro, sería mas que ocioso detenerse en esto. Lo cierto, sin embargo, es que ya hoy existen en las grandes ciudades edificios suficientes para remediar en seguida, si se les diese un empleo racional, toda verdadera escasez de vivienda: Esto sólo puede lograrse, naturalmente, expropiando a los actuales poseedores y alojando en sus casas a los obreros que carecen de vivienda o a los que viven hacinados en la suya. Y tan pronto como el proletariado conquiste el poder político, esta medida, impuesta por los intereses del bien público, sera de tan facil ejecución como lo son hoy las otras expropiaciones y las requisas de viviendas que lleva a cabo el Estado actual. Aquí Engels no analiza el cambio de forma del poder estatal, sino sólo el contenido de sus actividades. La expropiación y la requisa de viviendas son efectuadas también por orden del Estado actual. Desde el punto de vista formal, también el Estado proletario “ordenara” requisar viviendas y expropiar edificios.




Pero es evidente que el antiguo aparato ejecutivo, la burocracia, vinculada con la burguesía, sería sencillamente inservible para llevar a la practica las órdenes del Estado proletario.
…Hay que hacer constar que la “apropiación efectiva” de todos los instrumentos de trabajo, la ocupación de toda la industria por el pueblo trabajador, es precisamente lo contrario del “rescate” proudhoniano. En éste, es cada obrero el que pasa a ser propietario de su vivienda, de su campo, de su instrumento de trabajo; en la primera, en cambio, es el “pueblotrabajador” el que pasa a ser propietario colectivo de los edificios, de las fabricas y de los instrumentos de trabajo, y es poco probable que su disfrute se conceda, sin indemnización de los gastos, a los individuos o a las sociedades, por lo menos durante el período de transición. Exactamente lo mismo que la abolición de la propiedad territorial no implica la abolición de la renta del suelo, sino su transferencia a la sociedad, aunque sea con ciertas modificaciones. La apropiación efectiva de todos los instrumentos de trabajo por el pueblo trabajador no excluye, por tanto, en modo alguno, la conservación de los alquileres y arrendamientos.


La cuestión esbozada en este pasaje, a saber: la cuestión de las bases económicas de la extinción del Estado, sera examinada por nosotros en el capítulo siguiente. Engels se expresacon extremada cautela, diciendo que “es poco probable” que el Estado proletario conceda gratis las viviendas, “por lo menos durante el período de transición”. El arrendamiento de viviendas de propiedad de todo el pueblo a distintas familias mediante un alquiler supone el cobro de estos alquileres, un cierto control y una determinada regulación para el reparto de las viviendas. Todo esto exige una cierta forma de Estado, pero no reclama en modo alguno un aparato militar y burocratico especial, con funcionarios que disfruten de una situación privilegiada. La transición a un estado de cosas en que sea posible asignar las viviendas gratuitamente se halla vinculada a la “extinción” completa del Estado Hablando decómo los blanquistas, después de la Comuna y bajo la acción de su experiencia, se pasaron al campo de los principios marxistas, Engels formula de pasada esta posición en los términos siguientes: “…Necesidad de la acción política del proletariado y de su dictadura, como paso hacia la supresión de las clases y, con ellas, del Estado…”. Algunos aficionados a la crítica literal o ciertos “exterminadores” burgueses del marxismo encontraran quiza una contradicción entre este reconocimiento de la “supresión del Estado” y la negación de semejante fórmula, por anarquista, en el pasaje del “Anti-Dühring” citado mas arriba. No tendría nada de extraño que los oportunistas clasificasen también a Engels entre los “anarquistas”, ya que hoy se va generalizando cada vez mas entre los socialchovinistas la tendencia de acusar a los internacionalistas de anarquismo. Que a la par con la supresión de las clases se producira también la supresión del Estado, lo ha sostenido siempre el marxismo. El tan conocido pasaje del “Anti-Dühring” acerca de la “extinción del Estado” no acusa a los anarquistas simplemente de abogar por la supresión del Estado, sino de predicar la posibilidad de suprimir el Estado “de la noche a la mañana”. Como la doctrina “socialdemócrata” hoy imperante ha tergiversado completamente la actitud del marxismo ante el anarquismo en lo tocante a la cuestión de la destrucción del Estado, sera muy útil recordar aquí una polémica de Marx y Engels con los anarquistas.

2. Polémica con los anarquistas
Esta polémica tuvo lugar en el año1873. Marx y Engels escribieron para un almanaque socialista italiano unos artículos contra los proudhonianos, “autonomistas” o “antiautoritarios”, artículos que no fueron publicados en traducción alemana hasta 1913, en la revista Neue Zeit. Si la lucha política de la clase obrera —escribió Marx, ridiculizando a los anarquistas y su negación de la política— asume formas revolucionarias, si los obreros sustituyen la dictadura de la clase burguesa con su dictadura revolucionaria, cometen un terrible delito de leso principio, porque para satisfacer sus míseras necesidades materiales de cada día, para vencer la resistencia de la burguesía, dan al Estado una forma revolucionaria y transitoria en vez de deponer las armas y abolirlo…
¡He ahí contra qué “abolición” del Estado se manifestaba, exclusivamente, Marx, al refutar a los anarquistas! No era, ni mucho menos, contra el hecho de que el Estado desaparezca con la desaparición de las clases o sea suprimido al suprimirse éstas, sino contra el hecho de que los obreros renuncien al empleo de las armas, a la violencia organizada, es decir, al Estado, llamado a servir para “vencer la resistencia de la burguesía”. Marx subraya intencionadamente —para que no se tergiverse el verdadero sentido de su lucha contra el anarquismo— la “forma revolucionaria y transitoria” del Estado que el proletariado necesita. El proletariado sólo necesita el Estado tempo- autoridad de que investimos a nuestros delegados, sino de un encargo determinado’. Esta gente cree poder cambiar la cosa con cambiarle elnombre…” Habiendo puesto así de manifiesto que la autoridad y la autonomía son conceptos relativos, que su radio de aplicación cambia con las distintas fases del desarrollo social, que es absurdo aceptar estos conceptos como algo absoluto, y después de añadir que el campo de la aplicación de las maquinas y de la gran industria se ensancha cada vez mas, Engels pasa de las consideraciones generales sobre la autoridad al problema del Estado. …Si los autonomistas —escribe— se limitaran a decir que la organización social futura tolerara la autoridad únicamente en los límites fijados inevitablemente por las condiciones de la producción, sería posible entenderse con ellos. Pero se muestran ciegos con referencia a todos los hechos que hacen necesaria la autoridad y luchan apasionadamente contra esta palabra… ¿Por qué los antiautoritarios no se limitan a gritar contra la autoridad política, contra el Estado? Todos los socialistas estan de acuerdo en que el Estado y, junto con él, la autoridad política desapareceran como consecuencia de la futura revolución social, es decir, que las funciones públicas perderan su caracter político y se convertiran en funciones puramente administrativas, destinadas a velar por los intereses sociales. Pero los antiautoritarios exigen que el Estado político sea abolido de un golpe, antes de que sean abolidas las relaciones sociales que han dado origen al mismo: exigen que el primer acto de la revolución social sea la abolición de la autoridad. Nosotros no discrepamos en modo alguno de los anarquistas en cuanto alproblema de la abolición del Estado, como meta final. Lo que afirmamos es que, para alcanzar esta meta, es necesario el empleo temporal de las armas, de los medios, de los métodos del poder del Estado contra los explotadores, como para destruir las clases es necesaria la dictadura temporal de la clase oprimida. Marx elige contra los anarquistas el planteamiento mas tajante y mas claro del problema: después de derrocar el yugo de los capitalistas, ¿deberan los obreros “deponer las armas” o emplearlas contra los capitalistas para vencer su resistencia? Y el empleo sistematico de las armas por una clase contra otra clase, ¿qué es sino una “forma transitoria” de Estado? Que cada socialdemócrata se pregunte si es así como él ha planteado la cuestión del Estado en su polémica con los anarquistas, si es así como ha planteado esta cuestión la inmensa mayoría de los partidos socialistas oficiales de la II Internacional.
Engels expone estos pensamientos de un modo todavía mas detallado y mas popular. Ridiculiza, ante todo, el embrollo de pensamientos de los proudhonianos, quienes se llamaban “antiautoritarios”, es decir, negaban toda autoridad, toda subordinación, todo poder. Tomad una fabrica, un ferrocarril, un barco en alta mar, dice Engels: ¿acaso no es evidente que sin una cierta subordinación y, por consiguiente, sin una cierta autoridad o poder sera imposible el funcionamiento de ninguna de estas complicadas empresas técnicas, basadas en el empleo de maquinas y en la cooperación de muchas personas con arreglo a un plan? “…Cuandoopongo parecidos argumentos a los mas furiosos antiautoritarios —dice Engels— no pueden responderme mas que esto: ‘¡Ah! Eso es verdad, pero aquí no se trata de una.
¿Es que dichos señores han visto alguna vez una revolución? Indudablemente, no hay nada mas autoritario que una revolución. La revolución es un acto durante el cual una parte de la población impone su voluntad a la otra mediante los fusiles, las bayonetas, los cañones, esto es, mediante elementos extraordinariamente autoritarios. El partido triunfante se ve obligado a mantener su dominación por medio del temor que dichas armas infunden a los reaccionarios. Si la Comuna de París no se hubiera apoyado en la autoridad del pueblo armado contra la burguesía, ¿habría subsistido mas de un día? ¿No tenemos mas bien, por el contrario, el derecho de censurar a la Comuna por no haberse servido suficientemente de dicha autoridad? Así, pues, una de dos: o los antiautoritarios no saben lo que dicen, y en este caso no hacen mas que sembrar
la confusión, o lo saben y, en este caso, traicionan la causa del proletariado. Tanto en uno como en otro caso sirven únicamente a la reacción. En este pasaje se abordan cuestiones que conviene examinar en conexión con el tema de la correlación entre la política y la economía en el período de extinción del Estado. Son cuestiones tales como la de la transformación de las funciones públicas, de funciones políticas en funciones simplemente administrativas, y la del “Estado político”. Esta última expresión, especialmente expuesta a provocarequívocos, apunta al proceso de la extinción del Estado: al llegar a una cierta fase de su extinción, puede calificarse al Estado moribundo de Estado no político. También en este pasaje de Engels la parte mas notable es el planteamiento de la cuestión contra los anarquistas. Los socialdemócratas que pretenden ser discípulos de Engels han discutido millones de veces con los anarquistas desde 1873, pero han discutido precisamente no como pueden y deben discutir los marxistas. El concepto anarquista de la abolición del Estado es confuso y no revolucionario: así es como plantea la cuestión Engels. En efecto, los anarquistas no quieren ver la revolución en su nacimiento y en su desarrollo, en sus tareas específicas con relación a la violencia, a la autoridad, al poder y al Estado.
La crítica corriente del anarquismo en los socialdemócratas de nuestros días ha degenerado en la mas pura vulgaridad pequeñoburguesa: “¡nosotros reconocemos el Estado; los anarquistas, no!”. Se comprende que semejante vulgaridad tenga por fuerza que repugnar a obreros un poco reflexivos y revolucionarios. Engels se expresa de otro modo: subraya que todos los socialistas reconocen la desaparición del Estado como consecuencia de la revolución socialista. Luego, plantea concretamente el problema de la revolución, precisamente el problema que los socialdemócratas suelen soslayar en su oportunismo, cediendo, por decirlo así, la exclusiva de su “estudio” a los anarquistas, y, al plantear este problema, Engels agarra al toro por los cuernos: ¿no hubiera debido la Comunaemplear mas abundantemente el poder revolucionario del Estado, es decir, del proletariado armado, organizado como clase dominante? Por lo general, la socialdemocracia oficial imperante elude la cuestión de las tareas concretas del proletariado en la revolución, bien con simples burlas de filisteo, bien, en el mejor de los casos, con la frase sofística evasiva de “¡ya veremos!” Y los anarquistas tenían derecho a decir de esta socialdemocracia que traicionaba su misión de educar revolucionariamente a los obreros. Engels se vale de la experiencia de la última revolución proletaria, precisamente, para estudiar del modo mas concreto qué es lo que debe hacer el proletariado y cómo, tanto con relación a los Bancos como en lo que respecta al Estado.
3. Una carta a Bebel
Uno de los pasajes mas notables, si no el mas notable de las obras de Marx y Engels respecto a la cuestión del Estado, es el siguiente, de una carta de Engels a Bebel de 18-28 de marzo de 1875. Carta que —dicho entre paréntesis— fue publicada por vez primera, que nosotros sepamos, por Bebel en el segundo tomo de sus memorias (De mi vida), que vieron la luz en 1911, es decir, 36 años después de escrita y enviada aquella carta. Engels escribió a Bebel criticando aquel mismo proyecto de programa de Gotha, que Marx criticó en su célebre carta a Bracke. Y, por lo que se refiere especialmente a la cuestión del Estado, le decía lo siguiente: El Estado popular libre se ha convertido en el Estado libre. Gramaticalmente hablando, un Estado libre es un Estado que es librerespecto a sus ciudadanos, es decir, un Estado con un gobierno despótico. Habría que abandonar toda esa charlatanería acerca del Estado, sobre todo después de la Comuna, que no era ya un Estado en el verdadero sentido de la palabra. Los anarquistas nos han echado en cara mas de la cuenta eso del “Estado popular”, a pesar de que ya la obra de Marx contra Proudhon y luego el Manifiesto Comunista dicen expresamente que, con la implantación del régimen social socialista, el Estado se disolvera por sí mismo [sich auflöst] y desaparecera. Siendo el Estado una institución meramente transitoria, que se utiliza en la lucha, en la revolución, para someter por la violencia a sus adversarios, es un absurdo hablar de un Estado libre del pueblo: mientras el proletariado necesite todavía del Estado, no lo necesitara en interés de la libertad, sino para someter a sus adversarios, y tan pronto como pueda hablarse de libertad, el Estado como tal dejara de existir. Por eso nosotros propondríamos decir siempre, en vez de la palabra Estado, la palabra “Comunidad” [Gemeinwesen], una buena y antigua palabra alemana que equivale a la palabra francesa “Commune”. (pag. 322 del texto aleman). Hay que tener en cuenta que esta carta se refiere al programa del Partido, criticado por Marx en una carta escrita solamente varias semanas después de aquélla (carta de Marx de 5 de mayo de 1875), y que Engels vivía por aquel entonces en Londres, con Marx. Por eso, al decir en las últimas líneas de la carta “nosotros”, Engels, indudablemente, en su nombre y en el de Marxpropone al jefe del Partido obrero aleman borrar del programa la palabra “Estado” y sustituirla por la palabra “Comunidad”. ¡Qué bramidos sobre “anarquismo” lanzarían los cabecillas del “marxismo” de hoy, un “marxismo” falsificado para uso de oportunistas, si se les propusiese semejante corrección en su programa! Que bramen cuanto quieran. La burguesía les elogiara por ello. Pero nosotros continuaremos nuestra obra. Cuando revisemos el programa de nuestro Partido, deberemos tomar en consideración, sin falta, el consejo de Engels y Marx, para acercarnos mas a la verdad, para restaurar el marxismo, purificandolo de tergiversaciones, para orientar mas certeramente la lucha de la clase obrera por su liberación. Entre los bolcheviques no habra, probablemente, quien se oponga al consejo de Engels y Marx. La dificultad estara solamente, si acaso, en el término. En aleman, hay dos palabras para expresar la idea de “comunidad”, de las cuales Engels eligió la que no indica una comunidad por separado, sino el conjunto de ellas, el sistema de comunas. En ruso, no existe una palabra semejante, y tal vez tendremos que emplear la palabra francesa “commune”, aunque esto tenga también sus inconvenientes. “La Comuna no era ya un Estado en el verdadero sentido de la palabra”: he aquí la afirmación mas importante de Engels, desde el punto de vista teórico. Después de lo que dejamos expuesto mas arriba, esta afirmación es absolutamente lógica. La Comuna había dejado de ser un Estado, toda vez que su papel no era reprimir a la mayoría de lapoblación, sino a la minoría (a los explotadores); había roto la maquina del Estado burgués; en vez de una fuerza especial para la represión, entró en escena la población misma. Todo esto era renunciar al Estado en su sentido estricto. Y si la Comuna se hubiera consolidado, habrían ido extinguiéndose” en ella por sí mismas las huellas del Estado, no habría sido necesario “suprimir” sus instituciones: éstas habrían dejado de funcionar a medida que no tuviesen nada que hacer. “Los anarquistas nos han echado en cara mas de la cuenta eso del Estado popular”. Al decir esto, Engels se refiere, principalmente, a Bakunin y a sus ataques contra los socialdemócratas alemanes. Engels reconoce que estos ataques son justos en tanto en cuanto el “Estado popular” es un absurdo y un concepto tan divergente del socialismo como lo es el “Estado popular libre”. Engels se esfuerza en corregir la lucha de los socialdemócratas alemanes contra los anarquistas, en hacer de esta lucha una lucha ajustada a los principios, en depurar esta lucha de los prejuicios oportunistas relativos al “Estado”. ¡Trabajo perdido! La carta de Engels se pasó 36 años en el fondo de un cajón. Y mas abajo veremos que, aun después de publicada esta carta, Kautsky sigue repitiendo tenazmente, en el fondo, los mismos errores contra los que precavía Engels. Bebel contestó a Engels el 21 de septiembre de 1875, en una carta en la que escribía, entre otras cosas, que estaba “completamente de acuerdo” con sus juicios acerca del proyecto de programa y que había reprochado a Liebknecht sutransigencia (pag. 334 de la edición alemana de las memorias de Bebel, tomo II). Pero si abrimos el folleto de Bebel titulado “Nuestros objetivos”, nos encontramos en él con consideraciones absolutamente falsas acerca del Estado: “El Estado debe convertirse de un Estado basado en la dominación de clase en un Estado popular” (Nuestros objetivos, edición alemana de 1886, pag. 14). ¡Así aparece impreso en la novena (¡novena!) edición del folleto de Bebel! No es de extrañar que esta repetición tan obstinada de los juicios oportunistas sobre el Estado haya sido asimilada por la socialdemocracia alemana, sobre todo cuando las explicaciones revolucionarias de Engels se mantenían ocultas y las circunstancias todas de la vida diaria la habían “desacostumbrado” para mucho tiempo de la acción revolucionaria.
4. Crítica del proyecto del programa de Erfurt
La crítica del proyecto del programa de Erfurt,6 enviada por
Engels a Kautsky el 29 de junio de 1891 y publicada sólo después
de pasados diez años en la revista Neue Zeit, no puede pasarse
por alto en un analisis de la doctrina del marxismo sobre
el Estado, pues este documento se consagra de modo principal
a criticar precisamente las concepciones oportunistas de la socialdemocracia
en la cuestión de la organización del Estado.
Señalaremos de paso que Engels hace también, en punto a los
problemas económicos, una indicación importantísima, que
demuestra cuan atentamente y con qué profundidad seguía los
cambios que se iban produciendo en el capitalismo moderno
y cómo ello le permitíaprever hasta cierto punto las tareas de
nuestra época, de la época imperialista. He aquí la indicación a
que nos referimos: a propósito de las palabras “falta de planificación”
(Planlosigkeit ), empleadas en el proyecto de programa
para caracterizar al capitalismo, Engels escribe:
“Si pasamos de las sociedades anónimas a los trusts, que dominan
y monopolizan ramas industriales enteras, vemos que
aquí terminan no sólo la producción privada, sino también la falta
de planificación” (Neue Zeit, año 20, t. I, 1901-1902, pag. 8).
En estas palabras se destaca lo mas fundamental en la valoración
teórica del capitalismo moderno, es decir, del imperialismo,
a saber: que el capitalismo se convierte en un capitalismo
monopolista. Conviene subrayar esto, pues el error
mas generalizado esta en la afirmación reformista-burguesa de
que el capitalismo monopolista o monopolista de Estado no
6. El Programa de Erfurt de la socialdemocracia alemana se aprobó en octubre de 1891
en el Congreso de Erfurt, viniendo a sustituir al Programa de Gotha, aprobado en 1875.
Los errores del Programa de Erfurt fueron criticados por Engels en su obra En torno a la
crítica del proyecto de programa socialdemócrata de 1891.
es ya capitalismo, puede llamarse ya “socialismo de Estado”, y
otras cosas por el estilo. Naturalmente, los trusts no entrañan,
no han entrañado hasta hoy ni pueden entrañar una completa
sujeción a planes. Pero en tanto trazan planes, en tanto los
magnates del capital calculan de antemano el volumen de la
producción en unplano nacional o incluso en un plano internacional,
en tanto regulan la producción con arreglo a planes,
seguimos moviéndonos, a pesar de todo, dentro del capitalismo,
aunque en una nueva fase suya, pero que no deja, indudablemente,
de ser capitalismo. La “proximidad” de tal capitalismo
al socialismo debe ser, para los verdaderos representantes
del proletariado, un argumento a favor de la cercanía, de la facilidad,
de la viabilidad y de la urgencia de la revolución socialista,
pero no, en modo alguno, un argumento para mantener
una actitud de tolerancia ante los que niegan esta revolución y
ante los que encubren las lacras del capitalismo, como hacen
todos los reformistas.
Pero volvamos a la cuestión del Estado. De tres clases son
las indicaciones especialmente valiosas que hace aquí Engels:
en primer lugar, las que se refieren a la cuestión de la República;
en segundo lugar, las que afectan a las relaciones entre la
cuestión nacional y la estructura del Estado; en tercer lugar, las
que se refieren al régimen de autonomía local.
Por lo que se refiere a la República, Engels hacía de esto el
centro
de gravedad de su crítica del proyecto del programa de
Erfurt. Y, si tenemos en cuenta la significación adquirida por el
programa de Erfurt en toda la socialdemocracia internacional
y cómo este programa se convirtió en modelo para toda la II
Internacional, podremos decir sin exageración que Engels critica
aquí el oportunismo de toda la II Internacional.
Vladimir Ilich Lenin
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105“Las reivindicaciones políticas del proyecto —escribe Engels—
adolecen de un gran defecto. No se contiene en él [subrayado
por Engels] lo que en realidad se debía haber dicho”.
Y mas adelante se aclara que la Constitución alemana esta,
en rigor, calcada sobre la Constitución mas reaccionaria de
1850; que el Reichstag no es, según la expresión de Guillermo
Liebknecht, mas que la “hoja de parra del absolutismo”, y
que el pretender llevar a cabo la “transformación de todos los
instrumentos de trabajo en propiedad común” a base de una
Constitución en la que son legalizados los pequeños Estados
y la federación de los pequeños Estados alemanes, es un “absurdo
evidente”.
“Tocar esto es peligroso”, añade Engels, que sabe perfectamente
que en Alemania no se puede incluir legalmente en el
programa la reivindicación de la República. No obstante, Engels
no se contenta sencillamente con esta evidente consideración,
que satisface a “todos”. Engels prosigue:
Y, sin embargo, no hay mas remedio que abordar la
cosa de un modo o de otro. Hasta qué punto es esto
necesario, lo demuestra el oportunismo, que esta difundiéndose
[einreissende] precisamente ahora en una
gran parte de la prensa socialdemócrata. Por miedo a
que se renueve la ley contra los socialistas, o por el recuerdo
de diversas manifestaciones hechas prematuramente
bajo el imperio de aquella ley, se quiere que el
Partido reconozca ahora que el orden legal vigente en
Alemania es suficiente para realizar todas las reivindicaciones
de aquél por la vía pacífica…Engels destaca en primer plano el hecho fundamental de
que los socialdemócratas alemanes obraban por miedo a que
se renovase la ley de excepción, y califica esto, sin rodeos, de
oportunismo, declarando como completamente absurdos los
sueños acerca de una vía “pacífica”, precisamente por no existir
en Alemania ni República ni libertades. Engels es lo bastante
cauto para no atarse las manos. Reconoce que en países con
República o con una gran libertad “cabe imaginarse” (¡solamente
“imaginarse”!) un desarrollo pacífico hacia el socialismo,
pero en Alemania, repite:
“…En Alemania, donde el gobierno es casi omnipotente
y el Reichstag y todas las demas instituciones representativas
carecen de poder efectivo, el proclamar en Alemania algo semejante,
y ademas sin necesidad alguna, significa quitarle al
absolutismo la hoja de parra y colocarse uno mismo a cubrir
la desnudez ajena…”
Y, en efecto, la inmensa mayoría de los jefes oficiales del
Partido Socialdemócrata aleman, partido que “archivó” estas
indicaciones, resultaron ser encubridores del absolutismo.
…Semejante política sólo sirve para poner en el camino
falso al propio partido Se hace pasar a primer plano
las cuestiones políticas generales, abstractas, y de este
modo se oculta las cuestiones concretas mas inmediatas,
aquellas que se ponen por sí mismas al orden del
día al surgir los primeros grandes acontecimientos, en
la primera crisis política. Y lo único que con esto se consigue
es que, al llegar el momento decisivo, el partido
se sienta de prontodesconcertado, que reinen en él la
confusión y el desacuerdo acerca de las cuestiones decisivas,
por no haber discutido nunca estas cuestiones…
Vladimir Ilich Lenin
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Este olvido en que se deja las grandes, las fundamentales
consideraciones en aras de los intereses momentaneos
del día, esto de perseguir éxitos pasajeros y de
luchar por ellos sin fijarse en las consecuencias ulteriores,
esto de sacrificar el porvenir del movimiento por
su presente, podra hacerse por motivos “honrados”,
pero es y seguira siendo oportunismo, y el oportunismo
“honrado” es quiza el mas peligroso de todos…
Si hay algo indudable es que nuestro partido y la clase
obrera sólo pueden llegar al poder bajo la forma política
de la República democratica. Esta es, incluso, la
forma específica para la dictadura del proletariado,
como lo ha puesto ya de relieve la gran Revolución
Francesa…
Engels repite aquí, en una forma especialmente plastica,
aquella idea fundamental que va como hilo de engarce a través
de todas las obras de Marx, a saber: que la República democratica
es el acceso mas próximo a la dictadura del proletariado.
Pues esta República, que no suprime ni mucho menos
la dominación del capital ni, consiguientemente, la opresión
de las masas ni la lucha de clases, lleva inevitablemente a un
ensanchamiento, a un despliegue, a una patentización y a una
agudización tales de esta lucha, que, tan pronto como surge la
posibilidad de satisfacer los intereses vitales de las masas oprimidas,
estaposibilidad se realiza, inevitable y exclusivamente,
en la dictadura del proletariado, en la dirección de estas masas
por el proletariado. Para toda la II Internacional, éstas son
también “palabras olvidadas” del marxismo, y este olvido se
reveló de un modo extraordinariamente nítido en la historia
del partido menchevique durante el primer medio año de la
Revolución Rusa de 1917.
Respecto a la cuestión de la República federativa, en conexión
con la composición nacional de la población, escribía
Engels:
¿Qué es lo que debe ocupar el puesto de la actual
Alemania [con su Constitución monarquico-reaccionaria
y su sistema igualmente reaccionario de
subdivisión en pequeños Estados, que eterniza la
particularidad del “prusianismo”, en vez de disolverla
en una Alemania formando un todo]? A mi juicio,
el proletariado sólo puede emplear la forma de la
República única e indivisible. La República federativa
es todavía hoy, en conjunto, una necesidad en el
territorio gigantesco de los Estados Unidos, si bien
en las regiones del Este se ha convertido ya en un
obstaculo. Representaría un progreso en Inglaterra,
donde cuatro naciones pueblan las dos islas y donde,
a pesar de no haber mas que un Parlamento, coexisten
tres sistemas de legislación. En la pequeña Suiza,
se ha convertido ya desde hace largo tiempo en un
obstaculo, y si allí se puede todavía tolerar la República
federativa, es debido únicamente a que Suiza se
contenta con ser un miembro puramente pasivo en
el sistema de los Estados europeos. Para Alemania,
unrégimen federalista al modo del de Suiza significaría
un enorme retroceso. Hay dos puntos que distinguen
a un Estado federal de un Estado unitario, a
saber: que cada Estado que forma parte de la unión
tiene su propia legislación civil y criminal y su propia
organización judicial, y que ademas de cada Parlamento
particular existe una Camara federal en la que
vota como tal cada cantón, sea grande o pequeño.
Vladimir Ilich Lenin
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En Alemania, el Estado federal es el transito hacia un Estado
completamente unitario, y la “revolución desde arriba” de
1866 y 1870 no debe ser revocada, sino completada mediante
un “movimiento desde abajo”.
Engels no sólo no revela indiferencia en cuanto a la cuestión
de las formas de Estado, sino que, por el contrario, se esfuerza
en analizar con escrupulosidad extraordinaria precisamente
las formas de transición, para determinar, con arreglo a las particularidades
históricas concretas de cada caso, de qué y hacia
qué es transición la forma transitoria de que se trata.
Engels, como Marx, defiende, desde el punto de vista del
proletariado y de la revolución proletaria, el centralismo democratico,
la República única e indivisible. Considera la República
federativa, bien como excepción y como obstaculo
para el desarrollo, bien como transición de la monarquía a la
República centralista, como un “progreso”, en determinadas
circunstancias especiales. Y entre estas circunstancias especiales
se destaca la cuestión nacional.
En Engels como en Marx, apesar de su crítica implacable
del caracter reaccionario de los pequeños Estados y del encubrimiento
de este caracter reaccionario por la cuestión nacional
en determinados casos concretos, no se encuentra en
ninguna de sus obras ni rastro de tendencia a eludir la cuestión
nacional, tendencia de que suelen pecar frecuentemente los
marxistas holandeses y polacos al partir de la lucha legítima
contra el nacionalismo filisteamente estrecho de “sus” pequeños
Estados.
Hasta en Inglaterra, donde las condiciones geograficas, la
comunidad de idioma y la historia de muchos siglos parece que
debían haber “liquidado” la cuestión nacional en las distintas
pequeñas divisiones territoriales del país; incluso aquí tiene en
cuenta Engels el hecho claro de que la cuestión nacional no ha
sido superada aún, razón por la cual reconoce que la República
federativa representa “un progreso”. Se sobreentiende que en
esto no hay ni rastro de renuncia a la crítica de los defectos de
la República federativa ni a la propaganda y a la lucha mas decidida
en pro de la República unitaria, centralista-democratica.
Pero Engels no concibe en modo alguno el centralismo democratico
en el sentido burocratico con que emplean este concepto
los ideólogos burgueses y pequeñoburgueses, incluyendo
entre éstos a los anarquistas. Para Engels, el centralismo no
excluye, ni mucho menos, esa amplia autonomía local que, en
la defensa voluntaria de la unidad del Estado por las “comunas”
y las regiones, elimina en absoluto todo burocratismo y
toda manía de“ordenar” desde arriba.
Así, pues, República unitaria —escribe Engels, desarrollando
las ideas programaticas del marxismo sobre
el Estado—, pero no en el sentido de la República
francesa actual, que no es mas que el imperio sin emperador
fundado en 1798. De 1792 a 1798, todo departamento
francés, toda comuna [Gemeinde] poseía
completa autonomía, según el modelo norteamericano,
y eso es lo que debemos tener también nosotros.
Norteamérica y la primera República francesa nos demostraron,
y hoy Canada, Australia y otras colonias
inglesas nos lo demuestran aún, cómo hay que organizar
la autonomía y cómo se puede prescindir de la
burocracia.
Y esta autonomía provincial y municipal es mucho mas
libre que, por ejemplo, el federalismo suizo, donde el
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cantón goza, ciertamente, de gran independencia respecto
a la federación [es decir, respecto al Estado federativo
en conjunto], pero también respecto al distrito y
al municipio. Los gobiernos cantonales nombran jefes
de policía de distrito y prefectos, cosa absolutamente
desconocida en los países de habla inglesa y a lo que
en el futuro también nosotros debemos oponernos
decididamente, así como a los consejeros provinciales
y gubernamentales prusianos [los comisarios, los
jefes de policía, los gobernadores, y en general, todos
los funcionarios nombrados desde arriba].
De acuerdo con esto, Engels propone que el punto del programa
sobre la autonomía se formule del modo siguiente:
“Completa autonomía parala provincia, distrito y municipio
con funcionarios elegidos por sufragio universal. Supresión
de todas las autoridades locales y provinciales nombradas
por el Estado”.
En “Pravda”, suspendida por el gobierno de Kerenski y otros
ministros “socialistas” (núm. 68, del 28 de mayo de 1917),7
hube de señalar ya cómo, en este punto —bien entendido que
no es, ni mucho menos, solamente en éste—, nuestros representantes
seudosocialistas de una seudodemocracia seudorrevolucionaria
se han desviado escandalosamente del democratismo.
Se comprende que hombres que se han vinculado por
una “coalición” a la burguesía imperialista hayan permanecido
sordos a estas indicaciones.
Es sobremanera importante señalar que Engels, con hechos
a la vista, basandose en los ejemplos mas precisos, refuta
7. Véase: V. I. Lenin, “Una cuestión de principio”, Obras, t. XXIV.
el prejuicio extraordinariamente extendido, sobre todo en la
democracia pequeñoburguesa, de que la República federativa
implica incuestionablemente mayor libertad que la República
centralista. Esto es falso. Los hechos citados por Engels con
referencia a la República centralista francesa de 1792 a 1798
y a la República federativa suiza desmienten este prejuicio. La
República centralista realmente democratica dio mayor libertad
que la República federativa. O dicho en otros términos:
la mayor libertad local, provincial, etc., que se conoce en la
historia la ha dado la República centralista y no la República
federativa.
Nuestra propaganda y agitación de partido no haconsagrado
ni consagra suficiente atención a este hecho, ni en general
a toda la cuestión de la República federativa y centralista y a la
de la autonomía local.
5. Prólogo de 1891 a La Guerra Civil de Marx
En el prólogo a la tercera edición de “La guerra civil en Francia”
—este prólogo lleva la fecha de 18 de marzo de 1891 y fue
publicado por vez primera en la revista Neue Zeit—, Engels,
a la par que hace de paso algunas interesantes observaciones
acerca de cuestiones relacionadas con la actitud hacia el Estado,
traza, con notable relieve, un resumen de las enseñanzas
de la Comuna.8 Este resumen, enriquecido por toda la experiencia
del período de veinte años que separaba a su autor de
la Comuna y dirigido especialmente contra la “fe supersticiosa
en el Estado”, tan difundida en Alemania, puede ser llamado
con justicia la última palabra del marxismo respecto a la cuestión
que estamos examinando.
8. Se trata de la introducción de F. Engels al libro de C. Marx La Guerra Civil en Francia.
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“En Francia —señala Engels—, los obreros, después de
cada revolución, estaban armados”; “por eso el desarme de los
obreros era el primer mandamiento de los burgueses que se
hallaban al frente del Estado. De aquí el que, después de cada
revolución ganada por los obreros, se llevara a cabo una nueva
lucha que acababa con la derrota de éstos…”
El balance de la experiencia de las revoluciones burguesas
es tan corto como expresivo. El quid de la cuestión entre
otras cosastambién en lo que afecta a la cuestión del Estado
(¿tiene la clase oprimida armas?), aparece enfocado aquí de
un modo admirable. Este quid de la cuestión es precisamente
el que eluden con mayor frecuencia lo mismo los profesores
influidos por la ideología burguesa que los demócratas
pequeñoburgueses. En la Revolución Rusa de 1917, correspondió
al “menchevique” y “también marxista” Tsereteli el
honor (un honor a lo Cavaignac) de descubrir este secreto
de las revoluciones burguesas. En su discurso “histórico” del
11 de junio, a Tsereteli se le escapó el secreto de la decisión
de la burguesia de desarmar a los obreros de Petrogrado, presentando,
naturalmente, esta decisión ¡como suya y como
necesidad “del Estado” en general!
El histórico discurso de Tsereteli del 11 de junio sera, naturalmente,
para todo historiador de la revolución de 1917,
una de las pruebas mas palpables de cómo el bloque de socialrevolucionarios
y mencheviques, acaudillado por el señor
Tsereteli, se pasó al lado de la burguesía contra el proletariado
revolucionario.
Otra de las observaciones incidentales de Engels, relacionada
también con la cuestión del Estado, se refiere a la religión.
Es sabido que la socialdemocracia alemana, a medida que se
hundía en la charca, haciéndose mas y mas oportunista, derivaba
cada vez con mayor frecuencia a una torcida interpretación
filistea de la célebre fórmula que declara la religión “asunto de
incumbencia privada”. En efecto, esta fórmula se interpretaba
como si la cuestión de la religión fuese unasunto de incumbencia
privada ¡¡también para el Partido del proletariado revolucionario!!
Contra esta traición completa al programa revolucionario
del proletariado se levantó Engels, que en 1891 sólo
podía observar los gérmenes mas tenues de oportunismo en su
Partido, y que, por tanto, se expresaba con la mayor cautela:
Como los miembros de la Comuna eran todos, casi
sin excepción, obreros o representantes reconocidos
de los obreros, sus acuerdos se distinguían por un
caracter marcadamente proletario. Una parte de sus
decretos eran reformas que la burguesía republicana
no se había atrevido a implantar por vil cobardía y
que echaban los cimientos indispensables para la libre
acción de la clase obrera, como, por ejemplo, la implantación
del principio de que, con respecto al Estado,
la religión es un asunto de incumbencia puramente
privada; otros iban encaminados a salvaguardar directamente
los intereses de la clase obrera, y en parte
socavaban profundamente el viejo orden social…
Engels subraya intencionadamente las palabras “con respecto
al Estado”, asestando con ello un golpe certero al oportunismo
aleman, que declaraba la religión un asunto de incumbencia
privada con respecto al Partido y con ello rebajaba el Partido
del proletariado revolucionario al nivel del mas vulgar filisteísmo
“librepensador”, dispuesto a tolerar el aconfesionalismo,
pero que renuncia a la tarea del Partido de luchar contra el opio
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Engels subraya una y otra vez que nosólo bajo la monarquía,
sino también bajo la República democratica, el Estado sigue siendo
Estado, es decir, conserva su rasgo característico fundamental:
convertir a sus funcionarios, “servidores de la sociedad”,
órganos de ella, en señores situados por encima de ella.
…Contra esta transformación del Estado y de los órganos
del Estado de servidores de la sociedad en señores
situados por encima de la sociedad, transformación
inevitable en todos los Estados anteriores, empleó
la Comuna dos remedios infalibles. En primer lugar,
cubrió todos los cargos administrativos, judiciales y
de enseñanza por elección, mediante sufragio universal,
concediendo a los electores el derecho a revocar
en todo momento a sus elegidos. En segundo lugar,
todos los funcionarios, altos y bajos, sólo estaban retribuidos
como los demas obreros. El sueldo maximo
abonado por la Comuna no excedía de 6.000 francos.9
Con este sistema se ponía una barrera eficaz al arribismo
y la caza de cargos, y esto aun sin contar los mandatos
imperativos que introdujo la Comuna para los
diputados a los organismos representativos…
Engels llega aquí a este interesante límite en que la democracia
consecuente se transforma, de una parte, en socialismo y, de
otra parte, reclama el socialismo, pues para destruir el Estado
es necesario transformar las funciones de la administración del
Estado en operaciones de control y registro tan sencillas, que
9. Lo que equivale nominalmente a unos 2.400 rublos y a unos 6.000 rublos según el
curso actual. Escompletamente imperdonable la actitud de aquellos bolcheviques que
proponen, por ejemplo, retribuciones de 9.000 rublos en los ayuntamientos urbanos, no
proponiendo establecer una retribución maxima de 6.000 rublos (cantidad suficiente)
para todo el Estado. (N. del autor.)
religioso que embrutece al pueblo. El futuro historiador de la
socialdemocracia alemana, al investigar las raíces de su vergonzosa
bancarrota en 1914, encontrara no pocos materiales
interesantes sobre esta cuestión, comenzando por las evasivas
declaraciones que se contienen en los artículos del jefe ideológico
del Partido, Kautsky, en las que se abre de par en par las
puertas al oportunismo, y acabando por la actitud del Partido
ante el “Los-von-der- Kirche-Bewegung” (movimiento en pro
de la separación de los particulares de la Iglesia), en 1913.
Pero volvamos a cómo Engels, veinte años después de la Comuna,
resumió sus enseñanzas para el proletariado militante.
He aquí las enseñanzas que Engels destaca en primer plano:
…Precisamente la fuerza opresora del antiguo gobierno
centralista: el ejército, la policía política y la burocracia,
que Napoleón había creado en 1798 y que desde
entonces había sido heredada por todos los nuevos
gobiernos como un instrumento grato, empleandolo
contra sus enemigos; precisamente esta fuerza debía
ser derrumbada en toda Francia, como había sido derrumbada
ya en París.
La Comuna tuvo que reconocer desde el primer momento
que la clase obrera, al llegar al Poder, no puede
seguir gobernando con la vieja maquina delEstado;
que, para no perder de nuevo su dominación recién
conquistada, la clase obrera tiene, de una parte, que
barrer toda la vieja maquina represiva utilizada hasta
entonces contra ella, y, de otra parte, precaverse contra
sus propios diputados y funcionarios, declarandolos
a todos, sin excepción, revocables en cualquier
momento…
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…En el capítulo tercero de La guerra civil se describe
con todo detalle esta labor encaminada a hacer
saltar [Sprengung] el viejo Poder estatal y sustituirlo
por otro nuevo realmente democratico. Sin embargo,
era necesario detenerse a examinar aquí brevemente
algunos de los rasgos de esta sustitución, por ser
precisamente en Alemania donde la fe supersticiosa
en el Estado se ha trasplantado del campo filosófico
a la conciencia general de la burguesía e incluso a la
de muchos obreros Según la concepción filosófica, el
Estado es la “realización de la idea”, o sea, traducido
al lenguaje filosófico, el reino de Dios sobre la tierra,
el campo en que se hacen o deben hacerse realidad la
eterna verdad y la eterna justicia. De aquí nace una veneración
supersticiosa del Estado y de todo lo que con
él se relaciona, veneración supersticiosa que va arraigando
en las conciencias con tanta mayor facilidad
cuanto que la gente se acostumbra ya desde la infancia
a pensar que los asuntos e intereses comunes a toda
la sociedad no pueden gestionarse ni salvaguardarse
de otro modo que como se ha venido haciendo hasta
aquí, es decir, pormedio del Estado y de sus funcionarios
retribuidos con buenos puestos. Y se cree haber
dado un paso enormemente audaz con librarse de la
fe en la monarquía hereditaria y entusiasmarse por la
República democratica. En realidad, el Estado no es
mas que una maquina para la opresión de una clase
por otra, lo mismo en la República democratica que
bajo la monarquía; y en el mejor de los casos, un mal
que se transmite hereditariamente al proletariado que
haya triunfado en su lucha por la dominación de clase.
El proletariado victorioso, lo mismo que lo hizo la
Comuna, no podra por menos de amputar inmediasean
accesibles a la inmensa mayoría de la población, primero,
y a toda la población, sin distinción, después. Y la supresión
completa del arribismo exige que los cargos “honoríficos” del
Estado, aunque sean sin ingresos, no puedan servir de trampolín
para pasar a puestos altamente retribuidos en los Bancos y
en las sociedades anónimas, como ocurre constantemente hoy
hasta en los países capitalistas mas libres.
Pero Engels no incurre en el error en que incurren, por
ejemplo, algunos marxistas en lo tocante a la cuestión del derecho
de las naciones a la autodeterminación, creyendo que
bajo el capitalismo este derecho es imposible, y, bajo el socialismo,
superfluo. Semejante argumentación, que quiere pasar
por ingeniosa, pero que en realidad es falsa, podría repetirse
a propósito de cualquier institución democratica, y a propósito
también de los sueldos modestos de los funcionarios, pues
un democratismo llevadohasta sus últimas consecuencias es
imposible bajo el capitalismo, y, bajo el socialismo, toda democracia
se extingue.
Esto es un sofisma parecido a aquel viejo chiste de si una
persona comienza a quedarse calva cuando se le cae un pelo.
El desarrollo de la democracia hasta sus últimas consecuencias,
la indagación de las formas de este desarrollo, su comprobación
en la practica, etc.: todo esto forma parte integrante de
las tareas de la lucha por la revolución social. Por separado,
ningún democratismo da como resultante el socialismo, pero,
en la practica, el democratismo no se toma nunca “por separado”,
sino que se toma siempre “en bloque”, influyendo también
sobre la economía, acelerando su transformación y cayendo él
mismo bajo la influencia del desarrollo económico, etc. Tal es
la dialéctica de la historia viva. Engels prosigue:
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tamente los lados peores de este mal, entretanto que
una generación futura, educada en condiciones sociales
nuevas y libres, pueda deshacerse de todo ese
trasto viejo del Estado.
Engels prevenía a los alemanes para que, en caso de sustitución
de la monarquía por la República, no olvidasen los fundamentos
del socialismo sobre la cuestión del Estado en general. Hoy, sus
advertencias parecen una lección directa a los señores Tsereteli y
Chernov, que en su practica “coalicionista” ¡revelan una fe supersticiosa
en el Estado y una veneración supersticiosa por él!
Dos observaciones mas.
1) Si Engels dice que bajo la Repúblicademocratica el Estado
sigue siendo, “lo mismo” que bajo la monarquía, “una maquina
para la opresión de una clase por otra”, esto no significa, en modo
alguno, que la forma de opresión sea indiferente para el proletariado,
como “enseñan” algunos anarquistas. Una forma de lucha
de clases y de opresión de clase mas amplia, mas libre, mas abierta
facilita en proporciones gigantescas la misión del proletariado
en la lucha por la destrucción de las clases en general.
2) La cuestión de porqué solamente una nueva generación
estara en condiciones de deshacerse en absoluto de todo este
trasto viejo del Estado, es una cuestión relacionada con la superación
de la democracia, que pasamos a examinar.
Engels, s 6. obre la superación de la democracia
Engels se expresó acerca de esto en relación con la cuestión de
la inexactitud científica de la denominación de “socialdemócrata”.
En el prólogo a la edición de sus artículos de la década de
1870 sobre diversos temas, predominantemente de caracter
“internacional” [Internationales aus dem Volksstaat: Temas internacionales
del Estado popular], prólogo fechado el 3 de enero
de 1894, es decir, escrito año y medio antes de morir Engels,
éste escribía que en todos los artículos se emplea la palabra “comunista”
y no la de “socialdemócrata”, pues por aquel entonces
socialdemócratas se llamaban los proudhonistas en Francia y
los lassalleanos en Alemania.
…Para Marx y para mí —prosigue Engels— era, por
tanto, sencillamente imposible emplear, para denominar
nuestro punto de vistaespecial, una expresión tan
elastica. En la actualidad, la cosa se presenta de otro
modo, y esta palabra [“socialdemócrata”] puede, tal
vez, pasar [mag passieren], aunque sigue siendo inadecuada
[unpassend] para un partido cuyo programa
económico no es un simple programa socialista en
general, sino un programa directamente comunista, y
cuya meta política final es la superación total del Estado
y, por consiguiente, también de la democracia. Pero
los nombres de los verdaderos [subrayado por Engels]
partidos políticos nunca son absolutamente adecuados;
el partido se desarrolla y el nombre queda.
El dialéctico Engels, en el ocaso de su existencia, sigue
siendo fiel a la dialéctica. Marx y yo —nos dice— teníamos
un hermoso nombre, un nombre científicamente exacto, para
el Partido, pero no teníamos un verdadero Partido, es decir,
un Partido proletario de masas. Hoy (a fines del siglo XIX),
existe un verdadero Partido, pero su nombre es científicamente
inexacto. No importa, “puede pasar”: ¡lo importante es que
el Partido se desarrolle, lo que importa es que el Partido no desconozca
la inexactitud científica de su nombre y que éste no le
impida desarrollarse en la dirección certera!
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Tal vez haya algún bromista que quiera consolarnos también
a nosotros, los bolcheviques, a la manera de Engels: nosotros
tenemos un verdadero partido, que se desarrolla excelentemente;
puede “pasar”, por tanto, también una palabra tan sin
sentido, tan monstruosa, como lapalabra “bolchevique”, que
no expresa absolutamente nada, fuera de la circunstancia puramente
accidental de que en el Congreso de Bruselas-Londres
de 1903 tuvimos nosotros la mayoría… Tal vez hoy, en que
las persecuciones de julio y de agosto contra nuestro Partido
por parte de los republicanos y de la filistea democracia “revolucionaria”
han rodeado la palabra “bolchevique” de honor
ante todo el pueblo, y en que, ademas, esas persecuciones han
marcado un progreso tan enorme, un progreso histórico de
nuestro Partido en su desarrollo real, tal vez hoy, yo también
dudaría, en cuanto a mi propuesta de abril de cambiar el nombre
de nuestro Partido. Tal vez propondría a mis camaradas
una “transacción”: llamarnos Partido Comunista y dejar entre
paréntesis la palabra bolchevique…
Pero la cuestión del nombre del Partido es incomparablemente
menos importante que la cuestión de la posición del
proletariado revolucionario con respecto al Estado.
En las consideraciones corrientes acerca del Estado, se comete
constantemente el error contra el que precave aquí Engels
y que nosotros hemos señalado de paso en nuestra anterior exposición,
a saber: se olvida constantemente que la destrucción
del Estado es también la destrucción de la democracia, que la
extinción del Estado implica la extinción de la democracia.
A primera vista, esta afirmación parece extraordinariamente
extraña e incomprensible; tal vez en alguien surja incluso el
temor de si esperamos el advenimiento de una organización
social en que no se acate el principiode la subordinación de la
minoría a la mayoría, ya que la democracia es, precisamente, el
reconocimiento de este principio.
No. La democracia no es idéntica a la subordinación de la
minoría a la mayoría. Democracia es el Estado que reconoce la
subordinación de la minoría a la mayoría, es decir, una organización
llamada a ejercer la violencia sistematica de una clase
contra otra, de una parte de la población contra otra.
Nosotros nos proponemos como meta final la destrucción
del Estado, es decir, de toda violencia organizada y sistematica,
de toda violencia contra los hombres en general. No esperamos
el advenimiento de un orden social en el que no se
acate el principio de la subordinación de la minoría a la mayoría.
Pero, aspirando al socialismo, estamos persuadidos de que
éste se convertira gradualmente en comunismo, y en relación
con esto desaparecera toda necesidad de violencia sobre los
hombres en general, toda necesidad de subordinación de unos
hombres a otros, de una parte de la población a otra, pues los
hombres se habituaran a observar las reglas elementales de la
convivencia social sin violencia y sin subordinación.
Para subrayar este elemento del habito es para lo que Engels
habla de una nueva generación que, “educada en condiciones
sociales nuevas y libres, pueda deshacerse de todo este trasto
viejo del Estado”, de todo Estado, inclusive el Estado democraticorepublicano.
Para explicar esto, es necesario analizar la cuestión de las
bases económicas de la extinción del Estado.


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