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España, las Américas recibieroln en tod,a
su ruerza a la tradición mediterranea. Porque si Espana es no sólo ,sino arabe y judía,
también es griega, cartag )mana, y tanto gótica como gitana. Quizas t e i iina
tradición indígena mas~podero- ~ ~ ~ ~ ~ ~ ~ sa en
México, Guatemala, Ecuador, Perú y Bolivia, o una presencia
europea mas fuerte en Argentina o en Chile. La tradición negra es
mas fuerte en el Caribe, en Venezuela
y en Colombia, que en
México o Paraguay.
Pero España nos abraza a todos; es, en cierta manera,
nuestro lugar común. España, la madre patria, es una
proposición doblemente: genitiva.,madre y padre fundidos en uno solo,
dandon os su cal,or a veces opresivo, sofocantemente familiar, meciend o
la cuna . . en la cual descansan, como
regalos de bautizo, las herencias del
mundo mediterraneo, la lengua española, la religión
católica. la tradición política
autoritaria -pero también las posibilidades de identificar una
tradición democratica que pueda ser genuinamente nuesi de
f
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México: Santillana
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tra, y n o un simple derivado de los modelos franceses
o angloamericanos. La España que llegó al Nuevo Mundo en los
barcos de los descubridores y conquistadores nos dio. por
lo menos, la mitad de nuestro ser. No es sorprendente. así,
que nuestro debate con España haya sido, y continúe siendo, tan
intenso. Pues se trata de un debate con nosotros
mismos. Y si de nuestras discusiones con los demas hacemos
política, advirtió W. B. Yeats, de nuestros debates con nosotros
mismos hacemos poesía. Una poesía no siempre
bien rimada o edificante, sino mas bien. a
veces, un lirismo duramente dramatico, crítico, aun negativo,
oscuro como un grabado de Goya, o tan
compasivamente cruel como
una imagen de Buñuel. Las posiciones en favor o en contra de
España, su cultura y su tradición, han
coloreado las discusiones de nuestra vida política e intelectual. Vista
por algunos como una
virgen inmaculada, por otros como
una sucia ramera. nos ha tomado tiempo darnos cuenta
de que nuestra relación con España es tan conflictiva como nuestra
relación con nosotros mismos. Y tan conflictiva como la
relación de España con eila misma: irresuelta, a veces
enmascarada, a veces resueltamente intolerante, maniquea, dividida entre el
hien y el mal absolutos. Un mundo de sol ysombra, como en la plaza de
toros. A menudo, España se ha visto a sí misma
de la misma manera que nosotros la hemos visto. La mrdida de nuestro
odio es idéntica a la medida de nuestro amor. ¿Pero
no son éstas sino maneras de nombrar la pasión?
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Varios traumas marcan la relación entre España
y la América española. El primero.
desde luego, fue la conquista del Nuevo Mundo, origen de un conocimiento
terrible, el que nace de estar presentes en el momento mismo de nuestra
creación, observadores de nuestra propia violación. pero
también testigos de las crueldades y ternuras contradictorias que
formaron parte de nuestra ~ncepción.Los hispanoamericanos no podemos ser
itendidos sin esta conciencia intensa del momento en , l e fuimos concebidos,
hijos de una madre anónima, nosotros mismos desprovistos de nombre, pero
totalmente conscientes del nombre de nuestros padres. Un
dolor magnífico funda la relación de Iheria con el Nuevo Mundo:
un parto que ocurre con el conocimiento de todo aquello que huho de morir para
que nosotros naciésemos: el esplendor de las antiguas
culturasindígenas. En nuestras mentes hay muchas
'Españas'. Existe la España de la 'leyenda
negra': inquisición, intolerancia y contrarreforma, una
visión promovida por la alianza de la modernidad con el protestantismo. fundidos a su vez en una oposición secular a
España y todas las cosas españolas. En seguida,
existe la España de los viajeros ingleses y de los romanticos
franceses. la España de los toros. Carmen y el flamenco. Y existe tambien la
madre España vista por su descendencia colonial en las Américas.
la España ambigua del
cruel conquistador v del santo misionero, tal
y como nos los
ofrece, en sus murales. el pintor mexicano Diego
Rivera. El problema con los estereotipos nacionales, claro esta. es que contienen un grano de verdad. aunque
la
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repetición constante lo haya enterrado. ¿Ha de morir el grano para que la planta germine? El texto es lo que esta ahí, claro y ruidoso a veces;
pero el contexto ha desaparecido. Restaurar el contexto del lugar común como peligroso.
¿Simplepuede ser tan sorpr mente reforzamos e ste peligro se puede
evitar cuando intentamos revelarnos anosotros mismos, como miembros de una
nacionalidad o de una cultura, y a un público extranjero, los
significados profundos de la iconografía cultural, por ejemplo de la
intolerancia y de la crueldad, y de lo que estos hechos di De
dónn efecto, de vienen estas realidades? ¿Por
qu reales y perseverantes? Encu[entrodo!r
constantes del
contexto español. La primera es (Jue cada ilugar común es negado
por su opues8.5to. La Espa.., rn-6 ,,.,,ntica y
pintoresca de Byron y Bizet. por ejemplo, convive cara
a cara con las figuras severas, casi sombrías y aristocraticas de
El Greco y Velazquez: y éstas, a su vez, coexisten con las
figuras extremas, rebeldes a todo ajuste o definición, de un Goya o de
un Buñuel. La segunda constante de la ciiltura esf>añolaes
revelada en su sensibilidad artística, en la capacidad para . . hacer de lo invisible
visible, mediante la integración de lo marginal, lo perverso, lo
excluido, a una realidad que en primer término es la del arte. Pero el ritmo y la riqueza mismos
de esta galaxia de oposiciones es resultado de una realidad espaíiola
aún mas fundamental: ningún otro país de Europa,
con la excepción de Rusia, ha sido invadido y poblado por tantas y tan
diversas olas migratorias.
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EL ESPEJO
ENTERRADO
.
La arena española
El mapa de Iberia se asemeja
a la piel de un toro, tirante como un tambor, recorrida por los senderos
dejados por hombres y mujeres cuyas voces y rostros, nosotros, en la
América española, percibimos débilmente. Pero el mensaje
es claro: la identidad de España es múltiple. El rostro de
España ha sido esculpido por muchas manos: ibéricos y celtas,
griegos y fenicios, cartagineses, romanos y godos,
arabes y judíos. El corazón de la identidad
española acaso comenzó a latir mucho antes de que se consignase
la historia, hace 25 000 o 30 000 años, en las cuevas de Altamira, Buxo o Tito Bustillo. en
el reino cantabrico de Asturias. Miguel de Unamuno las
llamó las costillas de España. Y aunque hoy sus formas
pueden parecernos tan Ilamativamente modernas como una escultura de Giacometti, hace miles de
años los primeros españoles se acurrucaron aquí, cerca de
las entradas, protegiéndose del
frío y de las bestias feroces. Reservaron vastos espacios para sus
ceremonias en estas catedrales subterraneas: jritos propiciatorios ¿actos de iniciación?,
¿sumisión de la naturaleza? Independientemente de estos
propósitos, las imagenes que los primeros españoles
dejaron aquí nos continúan asombrando: son los primeros iconos de
la humanidad. Entre ellos,sorprende encontrar una
firma, la mano del
hombre, y una imagen potente de fuer-
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Santillana
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za y fertilidad animales. Si la mano del primer español es una firma audaz
sobre los muros blancos de la creación, la imagen animal se
convirtió con el tiempo en el centro de
antiguos cultos del Mediterraneo que transformaron al toro en el
símbolo del
poder y de la vida. Claro esta. es un bisonte lo que vemos representado en las cuevas
españolas. A pesar del transcurso de los siglos. el animal mantiene su brillante color ocre y los negros
perfiles que destacan su forma. Y no esta solo.
También encontramos descripciones de caballos. jabalíes y venados. Dos hechos me
llaman la atención cuando visito Altamira.
Uno es que la bóveda donde estan pintados los bisontes estaba
sellada ya en la oscuridad durante el Alto
Paleolítico. El otro es que esta cueva sólo
haya sido descubierta en 1879. por una
niña de cinco años. llamada María
de Santuola. que jugaba cerca de la entrada. Pero de
la oscuridad sin tiempo de Altamira, lo que
emerge es el toro español que enseguida se posesiona, hasta este
día,de la tierra. Su representación se
extiende desde los toros yacientes de Osuna, que datan de la época
ibérica y los siglos rv y i r r a. C.. a la espléndida representación celta de los
toros guardianes de Guisando. que pudieron ser
firmados por Brancusi, al toro negro en los anuncios que hoy se encuentran en
todos los caminos de España. invitando a
consumir el brandy de Osborne. Pero la representación moderna del toro español acaso
culmine con la cabeza tragica del
animal que preside la noche humana en la Girernirn de Pablo Picasso.
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Acaso la pequeña María de Santuola, como Dorothy en la Tierra de Oz, o Alicia en el
País de las Maravillas, realmente vio una figura mitológica, esa
hestia de Balazote que hoy nos observa desde los majestuosos salones del Museo Nacional de Arqueología de Madrid. La bestia de
Balazote es un toro con cabeza humana, que relaciona directamente la cultura
taurófila de España con su arena cultural mayor, que es la cuenca
del Mediterraneo. En Creta, la isla donde se cree que se originó
la corrida de toros, el hombre y el toro eran vistos comouno solo, un toro que
es un hombre y un hombre que es un toro: el minotauro. Quizas todas las
demas derivaciones del
símbolo taurino no sean, al fin y al cabo, sino una especie de nostalgia
de la tauromorfosis original: poseer la fuerza y fertilidad del toro. junto con
la inteligencia y la imaginación del
ser humano. La humanidad mediterranea se acerca al toro viéndolo
como un compañero de juegos, balanceandose sobre el dorso del
animal, como en las descripciones cretenses donde el jinete salta sobre el toro
o viaja sobre sus espaldas; o como un brutal símbolo de la
violación, como en el rapto de Europa por Zeus disfrazado de toro; o
como una sublimación de la violencia en la cosmogonía, cuando el
símbolo se convierte en una constelación estelar, Taurus; o como
un simple asunto amoroso. cuando Europa consiente, con
adoración, a los apasionados requerimientos de su toro. El primer matador es el héroe nacional ateniense Teseo.
vencedor del
minotauro. Hércules, su contemxaneo. es quien lleva la mitología del toro a España.
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Como Teseo, Hércules mata a un toro con
alientode fuego en Creta. Pero también viaja a
España, donde roba el rebaño de toros rojos pertenecientes al
gigante con tres cuerpos, Gerión, y los regresa a Grecia. Para hacer
esto, Hércules tuvo que cruzar el estrecho entre Africa y el sur
de España. De ahí el nombre de este
pasaje: las Columnas de Hércules. Pero en el nombre hay algo mas
que un reconocimiento geografico. Hay
también la liga y la hendedura de una de las mas antiguas ceremonias de la humanidad: la muerte ritual del animal sagrado.
Hércules demuestra su nobleza devolviendo una parte del ganado a
España, en reconocimiento de la hospitalidad que ahí
recibió. A partir de ese momento, el rey
Crisaor estableció en España el rito anual de un toro sacrificado
en honor de Hércules. Hércules no es sino el símbolo de la
cabalgata de pueblos que han llegado a las playas de
España desde la mas remota Antigüedad. Todos ellos dieron
forma al cuerpo y al alma, no sólo de
España, sino de sus descendientes en el Nuevo Mundo. Los
primeros iberos llegaron hace mas de tres mil años,
dandole a toda la península su nombre duradero.
También dejaron su propia imagen del
toro guardando los caminos del
ganado, protegiendo una ruta que nos lleva hasta el primer gran lugar
común de España, la plaza de toros. Pero un
lugar común significa precisamente eso, un sitio de encuentro, un
espacio de reconocimientos, un lugar que compartimos con otros. ¿Y qué es lo que se encuentra y reconoce en la
plazade toros'? En primer lugar, el propio pueblo.
Empobrecido, rural, aislado en medio de una geografía dura y distante
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en la plaza de toros el pueblo se reúne, en lo
que una vez fue un rito semanal, el sacrificio del domingo en la tarde, el
declive pagano de la misa cristiana. Dos ceremonias unidas por el sentido
sacrificial, pero diferentes en su momento del día:
misas matutinas, corridas vespertinas. La misa, una corrida iluminada por el
sol sin ambigüeda'es del
zenit. La corrida, una misa de luz y sombras, teida
por e'I inminente crepúsculo. En l a plaza de toros, el pueblo se
encuentra a sí ,c , ; m . .r m ,ncuentra el
símbolo de la naturaleza, el toro, que corre hasta el centro de la
plaza, peligrosamente asustado, huyendo hacia adelante, amenazado pero
amenazante, cruzando la frontera entre el sol y la sombra que divide al coso
como la noche y el día, como la vida y la muerte. El
toro sale corriendo a encontrarse con su
antagonista humano, el matador en su traje de luces. ¿Quién
es el matador? Nuevamente, un hombre del pueblo. Aunque el
arte del toreo
haexistido desde los tiempos de Hércules y Teseo, en su forma actual
sólo fue organizado hacia mediados del siglo xviir. En ese
momento, dejó de ser un deporte de héroes y aristócratas
para convertirse en una profesión popular. La edad de Goya fue una
época de vagabundeo aristocratico, cuando las clases altas se divirtieron imitando al pueblo y
disfrazandose de toreros y actrices. Esto le dio iula a las profesiones
de la faran~ un p oder emblematico
comparable al que disfrutan1 en la acitualidad. Los toreros españoles han sido ta n idolati-ados como Elvis Presley o Frank Sinatra en nuestro
propio tiempo. Como éstos. representan un
triunfo del
pueblo.
..,.,.,
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Pero el toreo es también, no lo olvidemos, un
evento erótico. ¿,Dónde, sino en
la plaza de toros, puede el hombre adoptar poses tan sexualmente provocativas?
La desfachatez llamativa del traje de luces, las taleguillas apretadas, el
alarde de los atributos sexuales, las nalgas paradas, los testículos
apretados bajo la tela, el andar obviamente seductor y autoapreciativo, la
lujuria de la sensación y la sangre. Lacorrida
autoriza esta increíble arrogancia y exhibicionismo sexuales. Sus raíces son oscuras y profundas. Cuando los
jóvenes aldeanos aprenden a combatir a los toros, muchas veces
sólo pueden hacerlo de noche y en secreto, acaso cruzando un río,
desnudos, o en un campo de abrojos, desgarrados, entrando sin
autorización al cortijo del rico, aprendiendo a combatir los toros
prohibidos, en secreto, ilegalmente, en la mas oscura hora de la noche. Tradicionalmente,
los torerillos han visto una tentación en este tipo de encuentro porque,
impedidos de ver al toro en la noche, deben combatirlo muy de cerca, adivinando
la forma de la bestia, sintiendo su cuerpo calidamente agresivo contra
el del novillero que, de esta manera, aprende a distinguir la forma, los
movimientos y los caprichos de su contrincante. El joven matador es el
príncipe del
puf príncipe mortal que sólo puede matar porque é se
expone a la muerte. La corrida de toros es una apertura a la posibilidad de la
muerte, sujeta a un conjunto preciso de normas. Se
supone que el toro, como
el mitológico Minotauro, ha nacido totalmente armado, con todos los
dones que la naturaleza le ha dado. Al matador
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alumno.
.
EL ESPEJO
ENTERRADO
le corresponde descubrir con qué clase de animal tiene que
habérselas, a fin de transformar su encuentro con el toiro, de hecho
natural, en ceremonia, ritual, dominio de ia fuerza
natural. Antes que nada, el torero debe medirs se contra Ic>S cuerno1 del toro, ver ha,cia dóndc:carga y enseguida cruzarse contra sus
cuern os. Esto lo logra ,,,ema conocida con-., la
suerte, mediante la, n o t r o t 9 n que se encc el meollo mismo del arte del
toreo. i mas sencilla, consiste en usar con
Dicho de 1; arte la capa a Iin de controlar al toro en vez de permitirle que
siga sus instintos. Mediante la capa y los movimientos de los pies y el cuerpo,
el matador obliga al toro a cambiar de dirección e ir hacia el campo de
combate escogido por el torero. Con la pierna adelaritada y la cadera doblada,
el matador convoca al toro con la capa: ahora el toro
y el ^_.,-:-^. torero se mueven juntos. hasta. cuiiiiiiinr en el pase
perfecto, el instante asombroso de una cópul;i estatuar.¡a, toro y
torero entrelazados, dandose el uno al 43tr0 las cilalidades ',.-m
, . s de fuerza, belleza y riesgo, de una im,,,,, ,
tiempo ,n inmóvil y dinamica. El mome nto míticmo es resta
urado: el hombre y el toro sorI una vez mas,
conio en el L.aberinto de Minos. la misma cosa. El m atador es el protagonista tragico di la relacic5n entre
el hombre y lanaturaleza. El actor de una ce
remonia que evoca nuestra violenta sobrevivencia a costas de la naturaleza. No
podemos negar nuestra explotación de la naturaleza porque es la
condición misma de nuestra sobrevivencia. Los hombres
y mujeres que pintaron los animales en la cueva de Altamira
ya sabían esto.
3.
,,..,.
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España arranca la mascara de nuestra hipocresía puritana
en relación con la naturaleza y transforma la memoria de nuestros
orígenes y nuestra sobrevivencia a costa de lo natural, en una ceremonia
de valor y de arte y, tal vez, hasta de
redención. El domingo de Pascua, en la gran
plaza de La Maestranza de Sevilla, comienza la temporada taurina. Mientras la
cuadrilla aparece al ritmo de la música del paso doble honrando a la
virgen de la Macarena, el círculo que va del toreo al flamenco y a1
culto de la virgen y de vuelta a su hijo protegido, el torero, se cierra sobre
sí misma Sea cual sea el rostro del matador en I particular, uno siempre
recuerda al torero esencial, Yedro Romero, pintado por Goya. El pintor nos
muestra al torero con sus noblesfacciones, su quijada firme, las mejillas
rígidas, una pequeña y apretada boca, la nariz perfectamente
recta. fina, las cejas separadas y una frente
despejada, Sobre sus sienes han aparecido los primeros mechones plateados. Pero el centro de atención son los ojos, llenos de
competencia y ternura. Sus manos son largas, delicadas y fuertes; viste una capa de terciopelo rosa
oscuro, una chaqueta azul negro y un chaleco gris que le da al lino de la
camisa una excepcional blancura. La pintura en su totalidad ofrece una
extraordinaria impresión de serenidad y de belleza masculina que, uno lo
siente y lo teme, el mismo pintor envidiaba. Pedro Romero fue
pintado por Goya cuando el matador tenía 40 años. Romero inició el toreo moderno en la arena de Ronda. A lo largo de su vida mató 5 558 toros bravos, y
murió a los 80 sin una sola cicaíriz en su cuerpo.
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EL ESPEJO
ENTERRADO
Se podría argumentar que el virginal cuerpo de Pedro Romero, el torero
perfecto que nunca derramó su sangre en la arena, no merece las
lagrimas negras de una sola de las madres vírgenes de
España.Pero Jesucristo, el Dios que murió crucificado, cuyo cuerpo
sufrió heridas en las manos, la frente, los pies, las rodillas y los
costados, sí merece la compasión maternal -y España se la
proporciona en abundancia.
Figuras maternas
Las figuras maternas originales de España estan una cerca de la
otra en el Museo Arqueológico de Madrid. La Dama de Baza fue
excavada de una tumba cerca de Granada
apenas en 1971. Sentada sobre un sillón comparable a un trono, una
paloma en la mano, vigilante junto a las tumbas de sus ancestros y herederos,
sus manos cargadas de anillos son el símbolo de la autoridad materna,
vestida con ropajes etéreos, presidiendo siempre el nacimiento y la
muerte de su pueblo. Interpretada como una diosa funeraria, el hecho
de que haya permanecido enterrada durante 24 siglos le permite también
ostentar el título de Diosa de la Tierra. Pero cerca de la figura
materna, siempre, encontramos a la seductora: la Dama de Elche. Las fechas son
controvertidas (pudo haber sido creada en cualquier
momento entre los siglos 11 y v) y posee también perturbadores rasgos
físicos y simbólicos. Si bien la figura ha llegado hasta nosotros
como prototipo del arte de la
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España ibérica, casi como su Gioconda. la influencia griega es absolutamente clara en la
ejecución de su cara: la simetría. el
realismo, el sentido de proporción y la delicadeza de sus líneas.
Pero si es una dama clasica. también
es una figura de una elegancia barbara. El equilibrio
griego lo rompen los suntuosos ornamentos orientales que lleva, su tocado, sus
aretes y collares. Luciendo, tal vez, la
primera mantilla. dos discos enormes cubren sus orejas
como una
especie de audífonos primitivos que la comunican con la música de
una región que solamente ella comprende y ¿El cielo? ¿La Tierra? ¿El infierno?
La Dam; e parece sorda a las banalidades morales. Eróticamente perversa,
doncella, amante voluptuosa, sacerdotisa: uno puede imaginarla en cualquiera de
estos papeles. Su rasgo mas perturbador, sin embargo,
es que es ligeramente bizca. Un ancestral signo
de erotismo secreto. la mujer bizca mira fijamente con
los ojos de un basilisco. La Dama de Elche, la vampiresa temible. quebranta su pureza clasica con el estrabismo y la
moda barbara. remitiéndonos de vuelta a
esta verdad elemental: todas las diosas terrenas son ambiguas. janicas, tiernas y exigentes, madres y amantes,
vírgenes y tentadoras. Y todas ellas son
figuras de una fecundidad impura. como
las diosas terriblemente ambiguas del
panteón azteca. La suprema madre de laTierra, Coatlicue, da a luz a su camada de dioses mediante signos de dolor y
crueldad extremos. Y el equivalente de Venus en el
México antiguo, la diosa Tlazoltéotl. representa
tanto la pureza como
la impureza: es la diosa que devora la basura a fin de limpiar la Tierra.
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La figlura virginal que ha presidido la vida de aña y de la
América española durante tanto tiempo n
tanto p oder, no es ajena a estas antiquísimas figuras maternas de
Europa y del Nuevo Mundo. Pero en España, durante
las grandes celebraciones d e la Semana Santa. y en Hispanoamérica a
través de una liga -- irr resu recta con las religiones paganas, esta
figura de veni:ración se convierte
también en una madre inquietant e, ambigua, directamente emparentada con
las dio''..del alba, su descendiente. El cristianismo enriqueció vigorosamente la imaginaria
previa de España. Dios padre, creador de la
Tierra. y su hijo, Cristo el redentor, quien
sufrió y murió por nosotros y por nuestra salvación. Pero
junto con ellos llega, otra vez, la figura de la madre, la madona que da vida y
protección. La madre y el hijose unen en el cristianismo a través
de la compasión y el misterio. El misterio supremo,
desde luego, es el de la inmaculada concepción. Cristo nace de
una virgen y en consecuencia es o b ~ e t o la fe. Y d
e la fe de dijo Tertuliano, uno de los primeros
escritores del
cristianismo: 'Es cierto porque e s absurdo.' Lo cual significa que
debemos creer. aunque no comprendamos. Todas estas
mutaciones religiosas y eróticas del alma
española alcanzan su cumbre de pasión y compasión en la
lisa entre la virgen y su hijo. Ésta es la realidad que se encuentra en
el eje del
mas asombroso e inquietante, místico y sensual de todos los
espectaculos españoles: la Semana Santa en Sevilla.
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Mas de 50 imagenes de la virgen María son paseadas en
procesiones que serpentean por la ciudad entre el jueves en la noche y la
mañana del
sabado de Gloria. En cada barrio, hombres de toda
condición social marchan en hermandades honrando a su propia virgen y
haciendo penitencia en nombre de Cristo y de su madre. Cada penitente carga cruces, porta cirios y se viste con los
solemnes ropajes de suhermandad. Durante el año entero, pero
también de generación en generación, los gremios de
tintoreras y cereros, los tejedores de lino y los corredores de hilo de oro han
trabajado el palio y el manto, la saya y la toca, el mantolín y la
túnica de todo este divino serrallo: virgen del Rocío,
señora de los Reyes, virgen de la Macarena, virgen de Triana. Ahora, en
mangas de camisa, los costaleros portan el templo flotante de la virgen a lo
largo de las calles de Sevilla, sobre sus hombros, descalzos, invisibles, entre
los faldones de la virgen, protegidos por los faldones y respiradores sagrados,
cargando el peso de la madre de Dios. Ella es, por supuesto, el centro de toda
esta atención. Su rostro enmarcado por una cofia de oro, rostro color de
luna, surcado por gruesos lagrimones negros. Coronada
por una tiara solar de rayos como navajas, apretando rosas muertas contra su
pecho, y envuelta en la gran capa triangular que se derrumba desde los hombros
hasta los pies, rizando el manto con incrustaciones de marfil y
pedrería, medallones en forma de flor y enredados como serpientes de
metal.
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espejo enterrado (pp. 19-40) México: Santillana
Este material es proporcionado al alumno con fines educactivos, para la
crítica y la investigación respetando la reglamentación en
materia de derechos de autor. Este ejemplar no tiene costo
alguno. El uso indebido de este ejemplar es
responsabilidaddel alumno.
Fuentes, Carlos (1992) La virgen y el toro en El
espejo enterrado (pp. 19-40) México: Santillana
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flamenco con sus palmas y sus taconeos. Pero son, sobre todo, las bellísimas bailaoras. Altas, morenas y de figura llena, su cabellera a veces revuelta
pero generalmente peinada hacia atras y coronada por una peineta.
Los cuerpos van envueltos es, satines. sedas, encajes.
complicadísimos cc pa interior inimaginable,
medias, mantones. nudos, claveles, peinetas.
Jamas se desvestiran, pero sus cabelleras sin duda se
enredaran y se soltaran y saltaran hacia adelante como
la cabeza de una Medusa durante el baile. Rainer Maria Rilke vino a verlas en
Ronda y dijo que levantaban los brazos 'como serpientes
asustadas'. Estas danzarinas vienen de muy lejos.
Las encontramos bailando ya en los pisos de Pompeya. Las bailaoras de Cadiz fueron la sensación de la Roma
imperial. Marcial habla de sus 'sabias contorsiones', en tanto
que Juvenal Las describe 'enfebrecidas por el aplauso, hundiéndose
hasta el piso con nalgas temblorosas'. Lord Byron pudo verlas como 'las morenas doncellas del cielo'; pero otro viajero inglés del siglo xrx, menos
pintoresco pero masmoralista, escribió que aunque los bailes de
España eran indecentes, los danzantes mismos eran inviolablemente
castos. Pero en cosas de Andalucía, como siempre, es
Federico García Lorca quien tiene la última palabra. Las gitanas, escribe. son mitad
bronce, mitad sueño. Ve a las danzantes como mujeres
paralizadas por la lun Y así es. El baile flamenco no
:I satélite del
cante flamenco. el cante jondo, el t i ' U=
vilces como le
definió, una vez mas, García Lorca. El baile es la
Fuentes, Carlos (1992) La virgen y el
toro en El espejo enterrado (pp. 19-40) México:
Santillana
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luna. circulando alrededor del sol, que es el centro del
sistema solar del
cante jondo, río d e voces. cante solar que
pega directamente en nuestro plexo solar con su r Po~
d e atavic o y su alntiguo magnetismo. Se trata de una atrae hacia su
sistema mas de 500 fo rma híbr ida que ;
tif10smusic ales difeirentes. desde el llamado
musulman .. la oración, hasta la
última rumba tropical, transforindolos a todo5 a fin de que la urgencia
mas honda 1 flamenco se manifieste: cantar las situaciones huanas
mas extremas e íntimas. Amor, celos, venganza,
istalgia, desesperación, dios, muerte, madre. En
el ntejondo el destino tragico se apodera de todo, y en >U espiral,
las palabras pierden su forma cotidiana transformandose. en efecto. en una canción
río. manantial verbal de emociones
inexpresables. A veces, el flamenco trasciende su forma
improvisada hasta convertirse en algo semejante al grito. Un grito, se ha dicho, n o debajo de las palabras sino por
encima de ellas. Un grito ahí donde las
palabras no son suficientes. Pues es el alma lo que
canta en el flamenco, dandole vcz a las emociones mas oscuras e
incontrolables. Pero el centro del
baile flamenco y del
cante jondo es. otra vez, el acontecimiento
erótico. Y en el centro
de este centro encontramos nuevamente a la mujer, la tentadora, ataviada
absolutamente en los rumorosos drapeados del
traje gitano, envuelta en el mantón. bailando
sobre tacones altos. flotando entre moños,
ahogada en olanes. La bailaora flamenca ofrece un contraste Pero también
establece un complemento a otro rasgo español e hispanoamericano: la
turbulencia sexual ata-
Fuentes, Carlos (1992) La virgen y el toro en El espejo enterrado (pp. 19-40)
México: Santillana
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viada en anhelos de santidad. tal
y como la
exhiben las figuras de lasvírgenes paseadas por las calles de Sevilla
durante la Semana Santa. La sensualidad reprimida por la fe,
pero sublimada por el sueño místico. Aquí mismo, en el
escenario de Sevilla, el cante jondo reaparece en un
contexto religioso. Los pasos se detienen cuando un
hombre en una esquina, o una mujer desde un balcón, lanzan la saeta, el
canto dirigido a la virgen de una manera amorosa y familiar. Pues
la virgen ofrece poder y protección. Su poder viene del
amor. Se le conoce íntimamente. Vive en Sevilla el año entero. Es como un miembro de
la familia. Es la virgen de la Macarena, la patrona de los
toreros, que llora por la muerte y el destino de todos sus hijos. De
esta suerte, el texto del lugar común español e hispanoamericano
nos revela finalmente el contexto de una reunión sensual, de una
imaginación erótica, de una relación sensible con la
naturaleza y con el alma, sobre el cual habra de crecer, al cabo, lo que
llamamos 'la historia' de Espafia y de Hispanoamérica.
Fuentes, Carlos (1992) La virgen y el toro en El
espejo enterrado (pp. 19-40) México: Santillana
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