LA REPRESENTACIÓN POLÍTICA
Reformas en busca de incentivos para un mejor
ejercicio democratico en el caso colombiano.
No podríamos pensar las democracias contemporaneas sin recurrir
al concepto de representación política. La complejidad que
suponen las sociedades modernas, su explosión demografica y las
especializadas demandas y necesidades sociales, obligaron al Estado moderno a
migrar del escenario griego, del agora en tanto elemento político
esencialmente participativo, a sistemas en donde la política se
constituye como un ejercicio sistémico y altamente complejo en donde
unos agentes empoderan a otros para que expongan y satisfagan sus demandas e
intereses en una mas arena mas general del poder. Así,
Hanna Fenichel Pitkin nos propone un concepto de
representación política que logra definir de manera exitosa sin
caer en las caricaturescas dimensiones extremas en que ha caído
comúnmente por culpa de diversas aproximaciones teóricas. La
autora nos dice entonces, que la representación política es el
ejercicio de actuar en interés de alguien a quien se representa, en el
sentido de que el representante debe “rendir” cuentas por lo hecho
a su representado. Sin embargo, aclara la autora que quien representa no es un
autómata, ni es tampoco un mero reflejo de las pretensiones arbitrarias
y “gustativas” de los representados (como piensan las nuevas
teorías liberales), ya que por el contrario, quien representa goza
siempre de cierta autonomía y criterio, que utiliza constantemente en la
toma de decisiones políticas.Ahora bien, quienes son representados
tampoco deben ser vistos como una masa descoordinada e ignorante que debe
subordinarse de manera total al criterio de quien los representa, como si este
último fuese aquel experto que mediante calculos
apriorísticos logra suplir con totalidad las demandas por las que fue
constituido (como piensan los viejos liberales encabezados por el
britanico Edmund Burke); ya que por el contrario, también los
representados gozan de cierta autonomía y criterio, que se configura
mediante la cesión de ciertas libertades a su representante, pero sin
que esto signifique que los representados no puedan llamarlo a rendir cuentas
sobre sus acciones y actitudes en la política [ (Pitkin, 1967,
pags. 209-211) ]. Pero el estudio de la representación política
no se subsume a un mero debate terminológico o
teorético; ya que este es un fenómeno que necesariamente influye
en la efectividad y el comportamiento de la experiencia democratica
diaria en todos los países que gozan de estos regímenes.
Es por esta razón, que el presente texto busca mostrar de manera muy
breve, algunas de las maneras en que se ha evaluado y se ha operacionalizado
este concepto en las democracias latinoamericanas, y mas
particularmente, este artículo busca adentrarse en la coyuntura colombiana;
para mostrar cómo la representación política influye de
manera notable en la correcta conducción de las democracias, y
consecuentemente, en la satisfacción que los ciudadanos expresan hacia
este tipo de sistemas políticos. Así las cosas, se
presentara de manera inicial uno delos
mas grandes dilemas asociados a este concepto, que es el de la
mediación/convivencia entre intereses nacionales y locales durante el
ejercicio político-electoral. Acto seguido, se mostraran diferentes
trabajos realizados en torno a este dilema, que permitan evidenciar cómo
los intentos reformativos en el sistema electoral colombiano ocurridos en 1991,
han intentado, infructuosamente, crear incentivos para que la
representación política de ciertos sectores de la legislación
se concentren mas en la constitución de proyectos de nivel
nacional, sin que esto suponga la eliminación de la política
local/regional. Finalmente, se daran pistas sobre el posible rumbo que
Colombia ha tomado en términos de representación después
de la última gran reforma electoral ocurrida en el 2003, en donde si
bien hubo “nuevos” aciertos, también se dejaron algunos
vacios, que se tradujeron en una serie de problemas que tienen en jaque la
representación, tanto nacional como regional de las minorías
políticas, en especial de las comunidad indígenas y
afro-descendientes.
El dilema de lo Nacional/local
Un país que se caracterice por tener un gobierno y un régimen
político representativo y democratico, no solo debe lograr
controlar de manera justa y legitima a su población, ni tampoco solo
debe promover el interés público-general de la misma, sino que
también debe estar en la capacidad de responder de manera
institucionalizada y regular en el tiempo, a los intereses y demandas
cotidianas y sustantivas de los ciudadanos. Sin embargo, este
ejercicio es todo menos facil, ya quepara promover dichas demandas el
Estado debe ingeniarselas para constituir mecanismos que permitan que
unos pocos representen los diversos y dispersos intereses de los muchos. En
este proceso, surgen una serie de dilemas que encuadran la relación
entre representantes y representados; dilemas que evidencian la dificultad de
dicha labor, y el reto que supone dicha dificultosa relación, para la
creación de buenas reglas que constituyan sistemas
político-electorales que permitan el mejor de los ejercicios posibles en
términos de la representación. Uno de los dilemas que entran a
dificultar el camino, es el de ¿cómo los políticos pueden,
al mismo tiempo, representar un grupo de intereses particulares emanados de las
personas que lo eligieron, y a su vez, cumplir con su labor normativa y
constitucional de promover el interés mas general, es decir, el
interés de la nación? Esta es una labor dificultosa, porque en
una primera instancia, las personas que eligieron a tal o cual político
para que representara sus intereses en la esfera legislativa, seguramente
empoderaron a este personaje para realizar demandas mediante su figura, que
busquen beneficiarlos directamente a ellos y no necesariamente que busquen beneficiar
el interés nacional o mas general, que si bien sí los
podría afectar positivamente, no es en lo que ellos estaban pensando y
esperando cuando eligieron a su representante; ahora, en una segunda medida, el
representante o legislador si bien fue constituido como tal a partir del apoyo
de un sector particular de la población, debe por encima de
dichosintereses, promover el interés general y nacional, lo cual
podría leerse como un incumplimiento a las promesas hechas a sus
representados mas directos. Lo anterior muestra como el ejercicio
representativo en la política supone una serie de dilemas y
complicaciones facticas, que hacen que su labor muchas veces se vea
entorpecida y en el peor de los casos, desdibujada, dando lugar a
practicas tan conocidas como el clientelismo, la corrupción y la
desconexión de políticas públicas en el nivel nacional.
Sin embargo, estos dilemas no minan de manera total el campo de la
representación, y existen escenarios y pruebas esperanzadoras de que los
representantes políticos pueden llegar a hacer convivir de manera
pacífica, programatica y exitosa los intereses nacionales con los
intereses locales, si bien muchas veces los unos se contradicen y se excluyen
con los otros. Lo interesante, es ver como las reglas electorales y sus respectivas
reformaciones, pueden arrojar incentivos para que estas practicas de la
representación política se parezcan mas a las de un
ejercicio democratico moderno, que a las de un ejercicio de
parroquialismo electoral.
El Caso colombiano y sus reformas
Brian Crisp en su trabajo comparativo para Latinoamérica sobre sistemas
electorales y los incentivos que estos crean para la configuración de
los procesos de toma de decisiones y representación política,
expresan que las legislaturas andinas por lo general no despiertan mucha
confianza en términos de sus niveles de representación, y esto se
traduce necesariamente, en las ya conocidasdificultades que esta región
del mundo ha tenido para constituir regímenes democraticos que satisfagan
de manera general a sus pobladores [ (Brian, 2008) ]. Esto se debe a que los
sistemas políticos de estos países andinos se han constituido en
extremos tanto a nivel intra-partidista como inter-partidista que han impedido,
por un lado, la generación de una buena convivencia legislativa entre
políticas públicas de caracter nacional y local, y por
otro lado, han impedido la configuración de coaliciones
programaticas que promueven grandes proyectos que beneficien a un gran
número de habitantes.
El caso colombiano es bien paradigmatico porque en el nivel
inter-partidista, el país se configura como un sistema de
partidos que antes de las reformas de 1991, se caracterizaba por poca
fragmentación y bajos niveles de polarización lo cual lo
hacía apto para la configuración de un régimen
político democratico bastante estable. Sin embargo, en el nivel
intra-partidista, la historia era a otro precio, y
Colombia se caracterizaba por tener unos partidos políticos
híper-personalizados, en donde era casi imposible hablar de unidad
partidista, o de una ejecución programatica de políticas
públicas de alcance nacional a través de bancadas disciplinadas y
centralizadas. Esta característica interna de los partidos, opacaba y
desfiguraba las esperanzadoras características al nivel sistémico
partidista lo cual se ejemplifico en una larga tradición de
representación política localista, basada en el cacicazgo
electoral, el clientelismo, la corrupción y las medidas parroquialesque
caracterizaron el ejercicio electoral desde los primeros años de la
república. Pero como
estamos hablando de cómo
el sistema electoral crea incentivos para la configuración de una u otra
forma de representación política, es importante caracterizar el
tipo de reglas que estructuraron esta practica, al menos en el nivel
legislativo. El parlamento colombiano se caracteriza por una
configuración bicameral, en donde las elecciones de ambas camaras
se realizaban bajo jurisdicciones territoriales no nacionales. Anexo a
esto, existía la posibilidad de que cada partido político lanzara
un número ilimitado de listas por
jurisdicción. Estas dos características del sistema electoral
colombiano, hicieron, como se decía antes, que los legisladores
propugnaran por estrategias político-electorales que se basaran
mas en la constitución de fortines personalistas en las
diferentes regiones nacionales, que garantizaran la elección y
reelección de sus candidaturas mediante la prestación de
prebendas particularistas, que desfiguraban la finalidad constitucional del
Congreso nacional, sobre todo de la camara alta (el Senado), que desde
su vertiente anglosajona estuvo pensada para articular las fuerzas
políticas en pro de proyectos de tipo nacional. Para solucionar esta
anomalía, diversas fuerzas políticas y sociales del país, decidieron en un momento en
donde la capacidad democratica del Estado estaba en jaque, cambiar las
reglas electorales del
juego político, proceso que se ejecutó al interior de un proceso
aún mas grande y abarcante que cambio la Carta política
de1886. La reforma de 1991, si bien despertó altas
expectativas en lo que respecta a la posible mejora que ésta
traería en la representación política nacional, no logro
de manera exitosa cumplir con su cometido.
Un texto de Brian Crisp que analiza de manera mas concreta el caso
colombiano Crisp & Ingall, 2002) ] muestra el
porqué de este infructuoso intento. La reforma, que en concreto buscaba
incentivar la constitución de políticas públicas y
proyectos programaticos en el nivel nacional al interior del Senado de
la República, no logro cumplir con su objetivo, dado que si bien cambio
la jurisdicción de esta camara, pasandola de territorial a
nacional, continuo promoviendo las listas sub-partidistas, lo cual imposibilito
una disciplina de partido que pudiera acabar con los caudillos y los fortines
regionalistas, que tanto habían imposibilitado el “sueno” de
construir un partido disciplinado, centralizado y de miras a la
constitución de políticas que afectaran de manera positiva a una
nación desconectada del progreso y con altos niveles de desigualdad e
insatisfacción. La reforma, que por otras vías buscaba la
apertura política hacia nuevas fuerzas que no se habían logrado
constituido electoral y representativamente, en un inicio intentaron operar
mediante las nuevas reglas, pero los incentivos no fueron los suficientemente
fuertes y con el tiempo, la mayoría de las fuerzas, tanto nuevas como
viejas, volvieron a las tradicionales practicas del parroquialismo
electoral, en detrimento del sueño político de la
representación nacional. Frente a esteescenario desolador, que parece
mas el eterno retorno de lo mismo, que la renovación de la clase
política, la clase política nacional, cada vez mas
desprestigiada, decide en 2003 volver a reformar el sistema electoral, buscando
ahora no solo mejorar las condiciones intra-partidistas, sino también
buscando limitar la explosión desorganizada de numerosos partidos, que
fragmentaban de manera impresionante el sistema de partidos nacional,
llegandose incluso a hablar de la atomización del mismo. Este
nuevo intento, como bien lo menciona la colombiana Marcela Escandón,
logró, si bien no devolver al país al
“paraíso” ficticio bipartidista de antes de la
constituyente, si darle un nuevo camino en la competición
inter-partidista evitando su atomización y garantizando su
constitución hacia un sistema multipartidista moderado. Sin embargo, no
todo fue color de rosa en esta reforma, dado que la representación de
las minorías étnicas nacionales, esto es, afro-descendientes e
indígenas, practicamente ni se estudiaron, y las aperturas realizadas
durante la reforma de 1991 hacia estos grupos, esto es, las garantías al
acceso legislativo mediante escaños especiales con jurisdicciones
territoriales especiales, fueron cooptadas por partidos tradicionales y otras
fuerzas políticas, que mimetizandose mediante un falso color de
piel o un falso traje indígena, utilizaron el poder legislativo para
todo menos para satisfacer y organizar las demandas y las apremiantes
necesidades de estas comunidades, que se encuentran entre las mas desprotegidas
del continente [ (Escandón, 2011)].
Para concluir, este
texto no ha hecho otra cosa que mostrar, en primera medida, la complejidad
inherente aducida al concepto de representación y a las relaciones
políticas que se tejen entre los agentes que en este proceso interviene.
En segunda medida, el texto ha intentado dar luces muy rapidas sobre la
importancia de las reglas electorales sobre el tipo de representación
política que se constituye al interior de un escenario social; esto,
dado que son las reglas las que crean incentivos para que los agentes tiendan a
actuar de una manera u otra en términos de representación
política. Pero el mas importante aporte que este minúsculo
texto pretende dejar en reflexión, es que es necesario que los sistemas
electorales y sus correspondientes reformas, piensen en verdaderas reglas que
limiten estructuralmente la aleatoriedad y actitud personalista e irresponsable
en que se construyen las relaciones políticas en la
representación; necesitamos reglas que verdaderamente incentiven la
articulación de políticas públicas de alcance nacional,
mediante el fortalecimiento de partidos disciplinados, que puedan efectuar lo
que prometen y que en dicho ejercicio, puedan de manera programatica y
conjunta rendir cuentas a sus representados y electores. Futuros trabajos que
muestren hasta qué grado la última reforma se aproximo a este ya inconmensurable objetivo, dictaminaran su finalmente
son las reglas claras y estructurales las que determinan el comportamiento
político de la representación o si por el contrario, otras
variables explicativas pueden arrojar mejoresluces sobre la forma en
cómo se debe afrontar el debate y su consecuente problematica.
Bibliografía
Brian, C. (2008). La naturaleza de la representación en las legislaturas
andinas y los intentos de reingeniería institucional. En S. Mainwaring,
A. M. Bejarano, & E. Pizarro Leongómez, La Crísis de la
Representación Democratica en los paises Andinos. Bogota:
Editorial Norma.
Crisp, B., & Ingall, R. (2002). Institutional
engineering and the nature of representation: mapping the effects of electoral
Reform in Colombia.
American Journal of Political Science , 46 (4),
733-348.
Escandón, M. P. (2011). Circunscripciones especiales
indígenas y afro (1991-2010). Bogota: Ediciones Uniandes.
Pitkin, H. F. (1967). The Concept of representation. Los Angeles: Berkeley.
[ 2 ]. Recordar que este momento, el de la
Constituyente del 91, fue un escenario sumamente complicado para la clase
política colombiana y para la sociedad en general. El
narcotrafico, las guerrillas, los nacientes grupos paramilitares, los
problemas fiscales, las crisis de la representación, entre otras cosas,
empezaron a exacerbar y hacer evidentes las grietas y debilidades históricas
del
aparato estatal colombiano. La sociedad, en general, empezó a darle
sentido a la idea de que se necesitaba de un cambio
estructural en las reglas del
juego, ya que el país se sumergía en una de las épocas
mas oscuras de la ya de por sí difícil historia de la nación
colombiana.
]. Que conjuntamente suman cerca del 14% de la población nacional.