El hombre, a diferencia de los demas animales los cuales actúan
por instinto, es capaz de realizar grandes actos de nobleza como compartir su alimento con alguien a quien
no conoce, pero también es capaz de los peores actos de irracionalidad y
salvajismo que ningún otro ser del
planeta llegaría a contemplar. Es tal el nivel
de atrocidad al que una acción humana puede llegar, que puede ser
repudiada por la mitad del
planeta y al mismo tiempo ser apoyada por la otra mitad, o simplemente
mostrarse indiferente ante dicho suceso. Lo peor de todo es que este sentimiento al que llamamos maldad nunca encuentra un
límite en su creatividad para concebir actos de ínfima
calificación moral. Si nos ubicamos históricamente en distintos
lugares de la Tierra, observaremos facilmente el punto hasta el que un
ser humano puede llegar para defender sus ideologías, intereses,
creencias, pertenencias y demas, aun haciendo uso de ese horrible sentimiento
el cual no causa sino destrucción, distanciamiento, represión y
muerte.
Nuestra primera parada sera New York, ciudad de Estados Unidos de
América, en donde tuvo lugar uno de los acontecimientos mas
recordados mundialmente por su atrocidad y por la mano religiosa que
apretó conrapidez y fuerza el cuello de las decenas de miles de personas
que murieron esa mañana a causa del violento ataque perpetrado por
suicidas integrantes de la organización terrorista llamada Al Qaeda. En este hecho quedó demostrado el nivel de irracionalidad
que puede alcanzar un hombre (aunque para él signifique nivel de
claridad espiritual) supuestamente por mandato divino, en este caso de
Ala y de su representante en la tierra, Osama Bin Laden. Como diría en algún momento de su vida el
matematico y filósofo francés Blaise Pascal: “Los seres
humanos nunca hacen el mal de manera tan completa y feliz como cuando lo hacen por una
convicción religiosa”.
Dejando atras a New York, nos trasladamos un poco mas hacia el
Este del globo terraqueo; cruzamos el océano atlantico y
aterrizamos en la península ibérica para adentrarnos en “el
territorio de los seres humanos perfectos, de los blancos por excelencia, de
los individuos mas sabios que hayan pisado la tierra”, es decir,
llegamos a Alemania. El entrecomillado anterior no es un
pensamiento propio de un americano actual, ni de un africano, australiano,
asiatico o mucho menos de los mismos europeos. Ese era el pensamiento
que el “Führer”, como se le llamaba a Adolf Hitler, inculcaba
a los ciudadanos de la Alemania delos años 30 y 40 del siglo pasado. El
enorme ejército demoníaco que comandó este
hombre fue el encargado de cometer otro de los sucesos mas aberrantes de
la historia: el holocausto nazi. Por causa del racismo sin
medida que emanaban esos militares, fueron sentenciadas a muerte millones de
personas representadas principalmente por judíos y gitanos, quienes
gritaron de dolor e impotencia en los hornos crematorios que el gobierno
germanico dispuso para que fuerallevada a cabo su ejecución.
A continuación, descendemos hacia el sur, luego de cruzar el mar
mediterraneo y
algunos países como Libia y Chad, nos introducimos en un pequeño
país ubicado en la
región de los Grandes Lagos de Africa, también conocido
como “Las nieblas de Africa”
o “Tierra de las mil colinas”. En esta región fértil
y montañosa se acepta a cabalidad la
frase del padre de la
bomba atómica, Albert Einstein, considerado el científico mas
importante del
siglo XX: “El mundo no esta amenazado por las malas personas, sino
por
aquellos que permiten la maldad”. Esta expresión se vio reflejada
en el conflicto étnico
que sufrió el país en el año 1994; los pronunciamientos
radiales que emitían los
partidarios del entonces general Juvenal Habyarimana -perteneciente a la etnia
hutu-,
alentaban en suprogramación diaria al exterminio de los tutsi
(población minoritaria de
Ruanda), haciendo hincapié en el asesinato de los niños y
violación de las mujeres. Los
hutus aniquilaron aproximadamente a 800.000 tutsi, entre quienes había
ancianos
niños, mujeres embarazadas, entre otros. Durante 10
días, hombres y mujeres mataron
de manera indiscriminada (con armas de fuego, explosivos, machetes, palos,
piedras y
hasta con sus propias manos) a sus propios conocidos, amigos y familiares.
Por último, abordaremos un teleférico imaginario que nos
llevara de vuelta a América
en hilera recta sobre la línea del Ecuador hasta llegar a Colombia; una
nación tropical
que ha presenciado a lo largo de su infortunada historia diversos tipos de
demostraciones de maldad, reflejados en actos particulares y colectivos, los
cuales han
dejado una marca profunda en la mente de sus habitantes, y no sólo de
éstos, sino
también en la comunidad internacional. Manchada por la guerra, Colombia ha vivido
mas de 50 años de vejamenes y maltrato por parte de los
diferentes grupos guerrilleros
(FARC, ELN, AUC) quienes han desaparecido a millares de ciudadanos y campesinos
a
través de métodos como
entierros en fosas comunes, descuartizamientos, incineraciones
y hasta disolventes acidos. Estos“revolucionarios” como se
hacen llamar, han llegado al
extremo de instalar minas explosivas en los alrededores de las escuelas
primarias, de
inmolar animales cargados de explosivos en las ciudades atestadas de civiles
inocentes
de privar de su libertad a cientos de personas e internarlos en las selvas para
verlos
pudrirse lentamente mientras sus familias agonizan y mueren de pena moral.
Todos estos sucesos son producto de un sentimiento que se manifiesta en todos
los seres
humanos desde muy temprana edad, como cuando un niño ríe porque
su amigo se cayó
al suelo y se lastimó; el mismo niño que en su adultez puede
secuestrar un avión para
estrellarlo contra un edificio, el mismo que puede despojar de sus dientes al
cadaver de
un judío para rescatar una calza de oro, el mismo que puede violar a su
vecina de toda la
vida y luego asestarle un golpe de machete en el cuello porque su líder
así lo demanda
o, el mismo que puede llamar daño colateral al hecho de que un
estudiante de 6 años se
dirija a su casa después de la escuela y vuele en pedazos por pisar una
“mina
quiebrapatas”. Ante semejantes evidencias de la barbarie nos es posible
formularnos el
siguiente interrogante: ¿Realmente existe un
límite para la maldad del
ser humano?
Jefferson Mieles Meza
Lingüística Textual II