'La casa para el César fabricada
tAy! yace de lagartos vil morada; casas, jardines, césares murieron,
y aún las piedras que de ellos se escribieron'
Rodrigo Caro
La prédica de la democracia
Como hemos visto anteriormente, en el continente europeo el camino hacia la
arquitectura neoclásica propiamente dicha estaba bien pavimentado, los viajes,
las teorizaciones habían creado un clima de renacimiento clásico. El futuro
marqués de Marigny, también futuro Director de Construcciones Reales había
viajado en compañía de Soufflot y Cochin al sur de Italia para admirar las
ruinas de la Magna Grecia; en 1762 Bouchardon representó a Luis XV vestido como
general romano.
En esta etapa del
clasicismo protoneoclásico los protagonistas más significativos son Ledoux y
Boullée en arquitectura, y Poussin en pintura. El sujeto, el modo y los elementos
que ellos emplean son clásicos, pero aún no están teñidos del romanticismo
evocativo que caracterizó al neoclasicismo. Los modos románticos aparecerían mas adelante, impulsados por Byron, Goethe, Wincke1man,
Lessing y David. Las formas fueron cada vez mas facsimilares, arqueológicas,
mientras la función del arte como vehículo de mensajes extraartísticos se
asumía a la manera romántica.A pesar de su posición 'clasicista” el
Napoleón cargando en los Alpes de David, el 'sueño de Ossián' de
Ingres y la 'Apoteosis de Napoleón' del mismo Ingres, son obras
totalmente románticas, en cuanto que su prédica apela al sentimiento (más que a
la razón) para influir sobre la conducta del espectador. El deleite estético
queda relegado ante objetivos más imperiosos.
'A medida que avanzaba el siglo XVIII Grecia fue identificada por los
pensadores progresistas radicales con la causa de la libertad política y moral,
tanto como
literaria y artística. Esto coincidía con la reacción, que
culminó en la Revolución Francesa, contra lo pictórico y lo barroco, que se
asociaba con la aristocracia tiránica y decadente'. (Lees, Mi1ne,
48).
A pesar de haber suprimido a la Academia, de la cual formaban parte Brogniart y
Ledoux, la Revolución, por las razones apuntadas, no rechazó al clasicismo, ya
transformado casi en neoclasicismo. La siguiente es la interpretación que hace,
desde el punto de vista político, René Huyghe
“La nueva estética, arma de combate en el extranjero contra la Francia
encarnada en su aristocracia, resultará en Francia misma, dado que se oponía a
esa aristocracia, un instrumento de conflicto político. Es la burguesía la que
se la apropia en su lucha por el poder . ., Un medio
fácil de desacreditar a la clase noble, que ella quería suplantar, consistía en
culpar su lujo disoluto, los excesos que la separaban de la norma en uso de las
clases medias: el gusto rocaille era la imagen agresiva. Roma y sobre todo la
Roma republicana, laRoma de los orígenes, daba, al contrario, el ejemplo de un
arte con la 'verdad' y con la “naturaleza' y cuya sobriedad
severa proscribía la desvergüenza de la moda'. (Huyghe,
256).
En arquitectura el pasado grecorromano ofrecía modelos incomparables:
'Los jóvenes artistas se dejaron entonces seducir por el rigor de una
doctrina arquitectónica que les parecía tener la grandeza y la severidad del ideal
republicano' (Hautecoeur, 2).
David y Quatremere de Quincy defendieron en la Asamblea revolucionaria, a la
que pertenecían, la necesidad de que todos los edificios de la nueva República
se vistieran con el ropaje clásico, preferentemente el dórico, que era el orden
que mejor significaba la austeridad que se quería predicar.
'La Convención organiza concursos: templos, prisiones, ayuntamientos,
tribunales de paz. Esos proyectos,
jamás ejecutados, dejan libre una imaginación que cuida de expresar por la
grandeza y la pureza de su arquitectura, la grandeza y pureza de su
civismo'. (Hautecoeur, 2).
'Los convencionalismos se veían a sí mismos como héroes
antiguos. Para, los niños se elegían nombres tales como Brutus, Solón y
Licurgo. Los festivales de la Revolución fueron puestos en escena por David
como
rituales antiguos. Hasta las sillas en las que se sentó el
Comité de Salut Publique, se inspiraron en modelos antiguos invocados por
David'. (Honour, 171).
El Palacio Bourbon fue adaptado para las reuniones del
Consejo de los Quinientos, para ello se diseñó un anfiteatro a la grecorromana.
En 1807 Poyet lo readaptó para las reunionesde un
cuerpo más pequeño y le agregó la fachada neoclásica que mira a la Plaza de la
Concordia.
Los avatares de la historia impidieron que se concretaran las
obras planeadas por la Revolución. El Imperio sería el
escenario de una mayor actividad edilicia.
La arquitectura de la Revolución Norteamericana
Nos conviene volver la
mirada hacia los Estados Unidos de América, los
que años antes se habían independizado de Gran Bretaña y cuya organización
política se inspiraba punto por punto en los modelos grecorromanos.
Los revolucionarios americanos rescataron para Grecia el haber
sido la cuna de la democracia y para Roma el haber proporcionado el modelo más
acabado de una República. Los Estados Unidos fueron históricamente el primer
país moderno organizado como República y cuando su independencia con respecto a
Inglaterra y la consiguiente urgencia de organizarse como estado autónomo creó
necesidades edilicias, el modelo grecorromano apareció como la mejor opción.
La arquitectura norteamericana es así el eslabón que liga al
clasicismo con la corriente neoclásica y esta unión se hace evidente en la obra
de Jefferson, terrateniente, estadista y arquitecto.
'La Revolución Americana trajo una liberación tanto política como
cultural. Desde el principio los líderes americanos se alejaron más y más de la
influencia inglesa en las artes; aunque gran parte de elementos conservadores
se mantuvieron durante años con los ojos vueltos hacia
el pasado y en problemas de arquitectura consideraron a Inglaterra, si no más
la madre patria, como
a unainstitutriz sabia y benevolente. Pero los líderes culturales del país, hombres como Washington y
Jefferson, tenían puntos de vista distintos; si Inglaterra no era más la
inspiración cultural, una influencia más vital tomó su lugar. Esa inspiración,
muy fecundante, que durante tres siglos había enviado
ola tras ola de influencias en la vida occidental, era la del viejo mundo clásico de Grecia y Roma. Todo el país resultó, por lo menos artísticamente libre y
arquitectónicamente 'clásico'. La época colonial estaba
muerta'. (Hamlin, 5).
Si bien el juicio de Hamlin sobre la 'vitalidad' y la
'fecundidad' de la inspiración en el mundo clásico puede ser revisado
o por lo menos aceptado con reparos, lo cierto es que el mundo clásico
proporcionaba innumerables signos aptos para comunicar la grandeza republicana
del nuevo estado.
Ya la arquitectura existente antes de la Revolución comenzaba a mostrar
síntomas de preferencias clásicas a lo Adams, sobre todo en las grandes casas solariegas de la
clase terrateniente. En Virginia
los modelos ingleses tuvieron una presencia muy fuerte; pero después de la
guerra revolucionaria, lo inglés no se avenía con el movimiento cívico que
rechazaba toda influencia metropolitana, y entonces las preferencias se vuelven
hacia las villas romanas y los templos griegos.
La vitalidad de este movimiento lo caracteriza frente
a la nostalgia y el desconsuelo con que la vuelta al pasado aparece asociada en
la Europa romántica. Frente a un neoclasicismo 'utópico' vuelto al
pasado y sin esperanzas para el futuro, el movimiento americano aparecedespojado
de la carga nostálgica y entusiasmado en la construcción de un mundo nuevo.
'El mundo clásico resultó, primero una inspiración;
segundo un refugio y tercero, una suerte de visión maravillosa de una época de
oro'. (Hamlin, 6).
El casi neoclasicismo que alentó en muchas obras americanas de fines del siglo
XVIII, estaba inspirado en los hermanos Adams y sus comitentes eran
'los educados caballeros del siglo XVIII, estos contemporáneos de Junios y
Gibbons, que habían leído a Horacio, a Tito Livio y a Plutarco, tenían un pie
en su propia época y el otro en la tumba de Roma'. (Mumford,
56).
Pronto esta tendencia desembocó en el neoclasicismo ortodoxo y esto ocurrió
cuando se sintió que las formas clásicas se correspondían con los ideales de la
Revolución.
'Fue la Revolución misma, creo, la que convirtió al gusto clásico en un mito
que tuvo el poder para mover hombres y moldear sus acciones'. (Mumford, 57).
Los revolucionarios americanos que siendo grandes
latifundistas se convirtieron en hombres de estado, encontraron en la
arquitectura neoclásica los símbolos adecuados a la nueva situación.
'Casi dentro de su propia vida Washington
resultó ser el Divus Caesar y si no se le construyó inmediatamente un monumento, una ciudad entera fue nombrada en su honor, como Alejandría lo fue por
Alejandro. Los veteranos de la Guerra crearon la sociedad de los Cincinnati, y los primeros pioneros que se dirigieron
hacia el Oeste fueron desparramando nombres como
Uthica, Ithaca,
Syracusa. . .'. Así como Roma y Grecia
corporizaron losintereses políticos de la época, así la arquitectura clásica
proveía las formas necesarias. (Mumford, 58)
Cuando por fin se diseñó el primer monumento a Washington,
en Baltimore, el arquitecto Mills levantó una
columna de Trajano, sobre la que colocó la estatua del prócer.
Ni aún aquellos que no estaban directamente tocados por los
intereses políticos de la época, estuvieron inmunes a la moda una vez que ésta
se hubo impuesto. Como inspiración sirvieron los libros de Stuart y Revett, los de los
propios hermanos Adams y la admiración que Jefferson trajo de Europa luego de
su visita -en compañía de Clerisseau- a las ruinas romanas de Nimes, en Francia.
La obra de Jefferson
Además de un gran estadista, Jefferson fue un
arquitecto y de los buenos.
'Combinó en igual monto las condiciones del estadista, el
estudioso y el artista. No sólo diseñó su propio Monticello
sino que proyectó un gran número de casas para sus
vecinos caballeros: Chatwell, Farrington, etc. sin decir nada del
Capitolio de Virginia, en Richmond
y de la Universidad de Charlottesville'. (Mumford, 56).
Fue Jefferson quien en América dio la primera interpretación estricta del
clasicismo aunque cuando los nuevos edificios se levantaron en medio del
paisaje rural norteamericano, el resultado fue, como en el caso de
Charlottesville y Monticello, de una gracia extrema, alejada de la rigidez de
los modelos originales.
Jefferson fue consciente del
valor del
simbolismo de su arquitectura. Cuando diseño el Capitolio de Virginia
(1785-89), aclaró, justificándolo, que: 1)quería evitar una arquitectura
fantasiosa que 'hubiera resultado incomprensible'; 2) quería tomar
como modelo 'Un monumento aprobado por el sufragio universal' y 3)
seleccionó entre los monumentos antiguos 'el supremo símbolo del espíritu
democrático'.
Los parlamentos
Esta consideración de la arquitectura como semiosis se probó en el concurso
convocado para la construcción del Capitolio de Washington, en 1792, ocasión en
la que el mismo Washington y Jefferson optaron por las formas clásicas, dejando
de lado los proyectos en los que aún persistían las preferencias georgianas
'prerrevolucionaria”. El proceso de proyecto del
Capitolio fue accidentado. Por fin, el ganador fue el Dr. William Thorton,
quien tuvo como
colaborador a Hallet; sin embargo, la obra no pudo ser terminada por ellos;
Benjamin Latrobe, el arquitecto más importante del momento, terminó la cúpula y el arreglo
interior. El pórtico y las alas fueron realizadas por Charles Bulfinch, en 1818
y por último, fue Thomas U. Walter quien construyó la gran cúpula. El proceso
fue largo y matizado por rencillas personales en las que se entremezclaron
intereses de todo tipo, lo que requirió la intervención frecuente del
Poder Ejecutivo y de las Cámaras. A pesar de ello, la unidad
arquitectónica se mantuvo, lo que revela el consenso existente sobre el estilo
elegido.
Los Capitolios de Virginia y el de Washington fueron modelos para casi todos
los parlamentos en los Estados Unidos y el neoclasicismo fue el estilo
preferido para los edificios públicos de la joven República. Desde un principio se nota lademocracia imperante. La elección de
las formas clásicas se ve matizada por el intento de 'americanizar' a
la arquitectura, el que se cumple, por ejemplo en el Federal Hall, colocando
estrellas americanas en el collarín de las columnas dóricas y en los triglifos
del friso. Este impulso devino en muchos casos en un
eclecticismo más. Pero hubo esfuerzos bien orientados, como los de Benjamín
Latrobe, quien, aunque sostuvo en carta a Jefferson que 'mis principios
-de buen gusto son rígidos y referidos a la arquitectura griega',
agregaba: 'nuestra tradición requiere una iglesia totalmente diferente de
los templos griegos, como nuestras asambleas legislativas y nuestras cortes de
justicia edificios con principios enteramente distintos de aquellos de las
basílicas; y nuestros lugares de entretenimiento no pueden ser los teatros y
los anfiteatros griegos'. El resultado de estas ideas puede verse en la
Catedral de Baltimore (1805-1818) donde colocó detrás de un
pórtico griego una cúpula neorromana.
La fuerte corriente neoclásica se impuso en casi todos los Capitolios. Entre 1781 y 1850 se construyeron en los EE.UU. 21 Capitolios neoclásicos y de ellos 13 se realizaron en la década
de 1830.
Como dice Hamlin (28):
'desde el comienzo de la construcción de Washington
el clasicismo y la monumentalidad estaban determinadas y fijadas como los ideales de la
arquitectura gubernamental americana'.
Más entrado el siglo, las formas griegas y romanas se impusieron en otros parlamentos
famosos, entre ellos «el Bungestad de Berlín, el parlamento de Viena y, ya
entrado elsiglo XX, nuestro propio Palacio del
Congreso (V. Meano, 1910).
Los bancos
La monumentalidad que el historicismo invocaba de la antigüedad clásica, fue
rápidamente utilizada en aquellos edificios en los cuales la referencia
histórica inmediata no era de primera pertinencia. Tal
fue el caso de los bancos, instituciones sobre las que descansaba el manejo
financiero que la estructura capitalista necesitaba. Los
bancos encontraron en las formas sobrias de la antigüedad la imponencia
suficiente y una idea asociada de estabilidad y seriedad que la imagen de la
institución bancaria necesitaba.
Desde un principio, los pórticos y las cúpulas 'a
la Panteón', fueron las formas preferidas. En 1792, Sir John Seoane
construyó para el Banco de Inglaterra una gran cúpula alrededor de la cual se
distribuyeron las dependencias del banco. La incipiente
organización administrativa de los Bancos precisaba de grandes espacios
indiferenciados tanto para el público como para los empleados y los
amplios espacios romanos eran un buen modelo a quien recurrir. En los Estados
Unidos, la primera obra de Banjamín Latrobe, el Banco de Filadelfia (1798) fue
construida como
un templo griego Jónico. La búsqueda de lo monumental se perfila con claridad
en la Bolsa de París, diseñada por A.T. Brogniart en 1808 por encargo de
Napoleón. Unos años antes, el nieto de Catalina la Grande, AlejandroI había
encargado a Thomas de Thomon (1754-1813) la Bolsa de San Petersburgo, la que se
construyó en 1804-16, obra que para H. Russel-Hitchcock, es el primer ejemplo
del romanticismo clásico.Ambas Bolsas tienen el carácter monumentalista propio
del neoclasicismo: se encuentran exentas y sus columnatas se levantan sobre
altos podios que se imponen al observador.
En los Estados Unidos, el Banco de Latrobe, con su arqueológica reproducción de
las formas griegas despertó un gran entusiasmo entre
el público, a pesar de que sus formas no eran parientas de nada de lo construido
antes de la Revolución. El gusto ya estaba preparado para alejarse de los
modelos coloniales ingleses y preferir a lo que sería algo más que una nueva
moda; en la misma ciudad, el Banco de los Estados Unidos, llamado banco Girard,
diseñado por Samuel Blohe Blodcefe, aún oculta tras un pórtico de mármol blanco
a una típica casa colonial inglesa. Según Hamlin, allí comienza la verdadera
arquitectura americana,
en ese pórtico aplicado y sobre todo en la obra griega de Latrobe. El mismo
Latrobe diseñó el Banco de Louisiana, en New Orleans (1821); más tarde
construyó también el Banco del Estado de Louisiana (1826) mucho más ostentoso
con su pórtico de columnas corintias. Sin embargo, el, propio Latrobe diseñó lo
que es una de las pocas excepciones a la corriente, el Banco de Filadelfia
(1808), el que fue resuelto con formas góticas, a pesar de la corriente del
gusto neoclásico, cada vez más fuerte. Nicholas Biddle, banquero, embajador y
gran viajero es el ejemplo típico de la preferencia que la nueva clase, ya no
latifundista elegante 'a lo Washington', por las formas griegas.
Biddle había visitado a Grecia en 1806 y en 1814 publicó un
'portfolio' sobre la arquitectura griega donde asegurabaque la
arquitectura griega era el mejor modelo a seguir por la naciente arquitectura
'norteamericana'. Fue él quien estableció como condición en el
concurso para el proyecto del Banco de los Estados Unidos en Filadelfia, el que
fuera griego. El concurso lo ganó W. Strickland con un
edificio cuyo pórtico reproducía la fachada del Partenón (1819), marcando el
momento en que el estilo griego alcanza el mayor esplendor en la joven
República. En 1839, en el mismo estado de Pensilvania, en Eire, se construyó otro templo griego para el Banco de
los Estados Unidos, esta vez diseñado por W. Kelly. Pero ya todo el país
se estaba colmando de bancos con formas clásicas, en 1824 Salomón Williards
diseñó otra sucursal del Banco de los Estados Unidos,
esta vez en Boston.
Ya en 1822, Martín había diseñado el Banco de los Estados
Unidos en New York.
Hasta mediados del
siglo toda la arquitectura bancaria estuvo dominada por las formas griegas, con
marcada preferencia por el orden dórico. Sin embargo, la fidelidad arqueológica
fue alterada por variantes sorprendentes como
la del banco de Shawngtown cuyo pórtico tenía
cinco columnas dóricas una de las cuales ocupaba el centro exacto de la fachada.