“cómo a nuestro parecer cualquiera tiempo pasado fue
mejor”. Jorge Manrique
Del Renacimiento al 'revival'
Durante los siglos XVIII y XIX la adopción de tipos edilicios históricos
aparece como un fenómeno sorprendente, el que no lo es tanto porque no hayan
existido en otras épocas fenómenos parecidos, sino porque generalmente los
renacimientos anteriores pertenecían al género que Toynbee llama de
“paternidad-filiación”:
'encuentros entre partes que pertenecen a generaciones diferentes pero
consecutivas,cuyas vidas coincidieron parcialmente en la dimensión
temporal' (Toynbee, 21)
Tal fue la relación entre el arte griego y su sucesor romano.
Pero en el siglo XIX se agudiza una situación planteada desde
el siglo XV, cuando en Florencia los inquietos artistas italianos intentaron
hacer renacer al arte de los antiguos. La presencia de formas históricas
en la arquitectura del siglo XIX forma parte de un
'encuentro que se verifica cuando la parte que representa a una generación
más antigua ya no está viva y por lo tanto sólo puede participar en el
encuentro como un espectro invocado por un nigromante vivo, a diferencia de su
encuentro original, producido por la vida, con una civilización filial, cuyos
representantes aún vivos despiertan lo muerto a fin de establecer un nuevo
contacto de un modo diferente.' (Toynbee, 21)
Cuando una invocación de este tipo se realizó en el siglo XV, no fue total, fue
selectiva, y utilizó del pasado sólo aquellas ideas-fuerza que permitieron
crear formas artísticas nuevas e incorporar al acervo, cultural teorías y
prácticas inspiradas en el recuerdo del pasado grecorromano. Esta entusiasta
invocación no se fundaba en el conocimiento preciso del modo de existencia histórica de su modelo,
más bien fue justamente la vaguedad de este conocimiento el que permitió una
libertad creadora tan desinhibida como
la que dio por resultado la Capella Pazzi o las estancias del Vaticano.
Los historiadores han juzgado de diferentes maneras el valor de esta actitud,
para algunos, como Collingwood, fue el origen de una consumacióncultural
integral; para otros, Butterfield, Bury, Spengler y Toynbee, fue una
desgraciada ruptura de una continuidad cultural que perdió, gracias a ella, su
coherencia original. Para estos últimos autores, para que la cultura cristiana europea pueda reconquistar su unidad, esa
invocación del espectro del pasado clásico invocado en el siglo XV
tiene que ser combatida y superada. Aparentemente ese
combate se inició durante el siglo XIX, y aún no ha finalizado; Europa fue el
campo de batalla.
El historicismo en el campo artístico
El modo que instaurara el Renacimiento -la invocación de un pasado brillante-
había perdido fuerza hasta que el impulso cientificista del siglo XVIII
permitió que se robusteciera con la ayuda de los aportes de un método más
riguroso de investigación del pasado, el de la historia.
A partir del
siglo XVIII los trabajos históricos toman el carácter científico que ya habían
adoptado anteriormente las ciencias físicas y naturales. El aporte de los
nuevos estudios permitió, por un lado, dibujar
nítidamente la imagen del
pasado y por otro, referenciar los logros artísticos a un todo cultural
integral, históricamente determinado. Los influyentes estudios de Winckelmann
sobre arte griego, (Historia del arte clásico, 1764) tenían la particularidad
de concebir a este arte, 'no como
algo propio de, unos 'indefinidos' 'antiguos', como lo hizo Alberti, sino como un hecho cultural inseparable de la
historia y de la estructura social de una sociedad dada. Según
él, el clima, la política, el gobierno y el sistema de pensamiento fueron la
causa de lapreeminencia de los griegos en el arte. Sin embargo, este valioso concepto, que debería haber sido presentado como una propuesta de cambio cultural para lograr un
cambio artístico; nutrió una actitud totalmente opuesta: la adopción de formas
artísticas extrañas que actuando como
fetiches, habrían de promover un cambio cultural total. Todo el historicismo
artístico del siglo
XIX se basó en esta premisa; a mediados del
siglo William Morris fue un claro. exponente de esta
actitud.
Por lo tanto se consideró imprescindible el conocimiento preciso de las formas
clásicas; esa necesidad fue el efecto y la causa de nuevos estudios históricos,
al mismo tiempo que la historia se consideraba como una fuente de
ejemplificación moral.
Los usos artísticos de la historia: la moraleja
Junto con el incremento del interés por la historia sus
propósitos moralizadores fueron aceptados casi universalmente. En 1745,
Lenormant de Tournehem, nombrado Director de Construcciones Reales, asigna a
las pinturas con tema histórico una remuneración mayor que la de los otros
géneros y cuando en 1748 se funda una nueva Escuela real para artistas, sus
alumnos deben estudiar a Tito Livio y a Tácito. El mismo año La Font de Saint
Yenne reclamaba de la pintura histórica el ser una 'escuela de
costumbres' adoptando temas que representaran 'las virtudes y las
acciones heroicas de los grandes hombres, ejemplos de humanidad, generosidad,
grandeza, coraje, desdén por el peligro y aún por la vida misma, de apasionado
celo por el honor y la seguridad del país'', y mencionaba como temasapropiados
pasajes de la vida de los grandes hombres de la antigüedad grecorromana. Del
mismo modo Rousseau pedía a la estatuaria que fuera, no un simple ejercicio de
hedonismo sensorial, sino ejemplo de virtud moral, Winckelmann, en su
'Historia el Arte' (1764), expresa la misma idea:
'Las antigüedades (deben considerarse) como obras de hombres cuyo espíritu
es más elevado y varonil que el nuestro; y este reconocimiento nos permite
elevarnos por encima de nosotros mismos y de nuestra época'.
Así, expresado por el máximo nigromante invocador de los espectros del mundo clásico, se ve
claramente cuál era el aporte que se esperaba del
artista, cuál era el mensaje a trasmitir y cómo las formas no podían ser
independientes del
contenido. Dicho de otro modo: las formas, signos sensibles, no podían ser
totalmente independientes del referente.
Cuando David pintó el 'Juramento de los Horacios' (1784) la historia
lo guió en la selección del tema y el propósito fue una
clara intención moral. Las formas que utilizó en su pintura son en si mismas una propuesta de austeridad estética moralizante que
se oponía a las exaltaciones del barroco y a
los virtuosismos del
rococó, aunque su objetivo fuera un propósito fundamentalmente metapictórico.
'Seleccionando esta escena David fue capaz de extraer y aislar la esencia
de la historia y revelar su significado interno, la nobleza del estoicismo
romano, con su correspondiente y estoica economía de medios visuales. Además la
solemnidad de la toma del juramento elevó su efecto
agregando una dimensión extra a la moraleja, aluniversal izarla y generalizar
su importancia humana. Por lo tanto, mientras el mensaje se presenta en
términos personales, que fueron inmediatamente entendidos por los
contemporáneos de David, estaba claramente propuesto como una lección
aplicable a todos los hombres y para todos los tiempos.' (Honour, 35)
Esta misma idea fue claramente expuesta por Ruskin a mediados de siglo:
'no leyes compuestas, no leyes dóricas, no leyes de los cinco órdenes, sino las de los diez mandamientos.'
La resemantización de las formas
A partir del
siglo XV la secularización general de la cultura, desemantizó las formas
artísticas, a tal punto que las formas paganas no fueron consideradas
incompatibles o intrusas en el arte cristiano. Alberti colocó un arco de triunfo pagano en el frente de San Andrés en Mantua, las pinturas de
Miguel Ángel en la Capilla Sixtina pintaron las escenas bíblicas con formas
paganas clásicas. Estamos lejos de las fachadas de las
iglesias medievales que ofrecían al espectador una multilectura de temas
religiosos.
En el siglo XIX las nuevas necesidades de comunicación y el
creciente conocimiento histórico que aseguraba la asociación de ideas entre la
cultura y el pasado y sus formas revividas, permitieron y alentaron una
estrecha relación entre forma y contenido significativo. Las formas clásicas se resemantizaron y se utilizaron para predicar
al espectador nuevas conductas.
El fenómeno no se redujo al neoclasicismo sino que ocurrió con todas las formas
rescatadas del
pasado. Usuarios y proyectistas consideraron a laarquitectura como un vehículo
portador de mensajes, un sistema de comunicación cuyo referente eran los
valores culturales de otras épocas.
Tanto el usuario como
el arquitecto sabían lo que se quería decir y pedían prestado a otras épocas
las formas significativas. Hasta mediados del siglo XIX, tanto el revival
neoclásico como el medieval tuvieron éxito porque constituían un lenguaje
compartido o entendido por la porción de la sociedad que decidía su existencia;
su éxito y su perduración puede explicarse porque 'no son otra cosa que
los términos de una función cada vez más general, que es el imaginario
colectivo de una época'. (Barthes, 32)
Toda la literatura sobre el arte insiste en este tema.
En 1844, A. W. Pugin en su 'Glosario del ornamento eclesiástico'
decía 'Cada ornamento debe poseer un significado apropiado y debe ser
introducido con un propósito inteligente, sobre bases responsables'
Como instrumento de esos propósitos
'inteligentes' y moralizadores, la arquitectura idealizó períodos del
pasado y reprodujo sus formas.
Los arquitectos historicistas, habiendo asumido la condición de lenguaje para
la arquitectura, manejaron las formas significativas de sus obras de acuerdo
con el modelo propuesto en nuestros días por Saussure: las formas
arquitectónicas actuaron como
significantes de un significado conceptual que se despertaba en la mente del espectador. En este proceso el lenguaje arquitectónico se utilizó más por
su función emotiva que por la referencial, es decir, se buscó, más que denotar:
'He aquí un templo griego'; provocar unaconducta o actitud en el
receptor del
mensaje: 'sed buenos ciudadanos'; 'admirad al imperio' o
'practicad la democracia'.
Más tarde, sin cambiar los referentes (los modelos
históricos) se cambiaron los contenidos. El templo griego fue el
referente común para expresiones diversas, como estas: 'Arquitectura de la
democracia'; 'concretización de lo bello'; 'materialización de lo
intemporal''. Un mismo referente podía tener distintas connotaciones y así
desde principios hasta fin del siglo XIX el lenguaje arquitectónico historicista
fue abandonando su función emotiva para adoptar una función referencial cuyos
significados fueron conceptos culturales cada vez más abstractos tales como: la
Belleza, lo Sublime, lo Religioso. Con la intervención de códigos cada vez más
explícitos se produjo un cambio que fue de la metáfora
a la alegoría.
Entonces la función denotativa se congeló en un código
admitido por todos -emisores y receptores-. La alegoría fue la figura usual y
nuestros cementerios están repletos de ejemplos: columna quebrada = muerto
joven; ángel con el dedo sobre la boca = silencio ante el descanso de la
muerte.
En los monumentos la rueda dentada fue la Industria; una matrona con un gorro frigio, la República. De algún modo, alcanzada esta
univocación inequívoca, los símbolos perdieron fuerza y entraron en crisis,
'la crisis consiste en un exceso de univocidad semántica, en un
empobrecimiento del halo significante, que permite el descifre inmediato de las
funciones primarias, pero también despoja de toda complejidad a la interpretación
simbólica,reduciendo o anulando el necesario margen de ambivalencia y
ambigüedad: ese halo precisamente, que hace del símbolo un quid interpretable
según varias claves o perspectivas, en lugar de descifrable en una forma
unívoca'. (Scalvini, 73)
La idea defendida por la arquitectura racionalista de 'signo
arquitectónico' como unión entre un significante que es el continente, la
envoltura de la obra y un significado que sería el espacio interno no tuvo
aplicación en el historicismo -aún el medievalista- y la función referencial se
practicó siempre para significados extra arquitectónicos, al punto de
despreciar, tal como se ve en la Madelaine la relación entre el exterior del
edificio, en este caso un templo griego octástilo; y el interior, en la Madelaine
un bizantino espacio acupulado limitado por paredes revestidas de mosaicos.
Por eso fábricas, museos o depósitos pudieron recubrirse con fachadas
históricas idénticas sin que hubiera para los espectadores confusión aparente.
La función semántica primaria, denotadora del espacio arquitectónico interior,
fue subordinada a la función connotativa que se refería a un hecho extra
arquitectónico, en este sentido, como dice Scalavini:
'El banco de estilo dórico de ochocentista memoria presentaba un grado de
legitimidad semántica (en sentido específico) menor que el de un actual
rascacielos standard para oficinas, a pesar del respeto a la norma codificada;
pero es la capacidad connotativa, la reflexión simbólica del rascacielos la que
es prácticamente nula.' (Scalvini, 72)
En este proceso comunicativo, laarquitectura
historicista jugó sus cartas a lo signado, es decir a lo corpóreo y no a lo
vacío, lo que resulta claro en los ejemplos más destacados de espacios urbanos
cuya pobreza simbólica está en relación inversa a la riqueza significativa de
los edificios aislados. Esta tendencia hizo desear para cada edificio un espacio vació que le hiciera marco y que lo aislara de
posibles 'ruidos semánticos' producidos por otros edificios. Este fue
el criterio que guió al diseño urbano a lo Haussman, repetido en Buenos Aires -y en innumerables ciudades a lo largo y a lo
ancho del mundo
mediante la apertura de avenidas que dieran marco perspectivo a edificios
monumentales -en Buenos Aires la Casa Rosada y
el Palacio del
Congreso unidos por la Avenida de Mayo.
La diferencia existente entre esta táctica de diseño y la concepción del
espacio urbano barroco -que también la utilizó- está en, que el caso barroco
las avenidas se abrían para crear espacios significativos, no para aislar
edificios. En la Plaza San Pedro o en el Campidoglio, es el
espacio el protagonista y no los elementos que lo limitan. El urbanismo
Haussmaniano no creó espacios significativos: aisló edificios convertidos en
símbolos; cuando esta tendencia no encontró para sus obras espacios vacíos que
aislaran a los edificios entre si -tal como ocurrió en la mayoría de las
ciudades parceladas y sometidas al régimen de propiedad individual- el
resultado fue una estridencia semántica; donde cada edificio competía con el
contiguo tratando de imponer su mensaje particular, como los actuales anuncios
publicitarios en la víapública. El historicismo terminó así
en el famoso 'baile de máscaras' de Pevsner.
Si
'todo objeto arquitectónico deriva su significado (también en sentido
denotativo, pero sobre todo connotativo) de su colocación contextual, que puede
sensiblemente reducir o dilatar el halo semántico y simbólico.'
(Scalvini, 78
los edificios revivalistas, agrupados pared a pared en una misma calle;
perdieron casi toda su fuerza comunicativa y resultaron para el espectador
llamadas incoherentes y discordantes; más perturbadoras que significativas.
Los elementos arquitectónicos ya no son considerados separadamente sino que
tienen valor como
integrantes de un todo estilístico, el que a su vez expresa toda una época.
Desde el punto de vista semiológico, el clasicismo del siglo XVIII,
sólo utilizó la simbología clásica, inspirándose en el orden racional que esta
morfología proponía.
Por eso el uso de elementos clásicos: columnatas, pórticos, tímpanos, no tenía
ninguna función connotativa, su ubicación dentro del todo estaba determinada
por reglas de composición que se proponían obtener un 'orden' lógico
y racional. De allí que Ledoux y Boullée, siendo clasicistas, no consideraran
necesario emplear elementos grecorromanos en sus proyectos y obras, sino que,
completando una tradición renacentista -la preocupación por el orden racional y
por ende el imperio de la geometría- consideraron clásico al uso de formas
simples ordenadas de modo racional.
A fines del siglo XVIII la actitud romántica se siente con fuerza en las artes
plásticas y los modelos griegos yromanos se presentan con toda claridad como
objetos simbólicos cuyos referentes son, en primer lugar, toda una sociedad y
en segundo lugar algunos rasgos y pautas culturales de esa determinada sociedad
histórica. Al mismo tiempo que despiertan emociones propias
de afinidad de sentimientos. Un ejemplo claro
es la descripción de Winkelman del
Apolo de Belbedere, descripción apasionada y casi morbosa. El templo griego es
ante todo un templo griego cuya razón de ser en el siglo XIX es evocar las
ideas asociadas de democracia, filosofía, clasicismo, etc., del mismo modo que
las formas romanas debían predicar austeridad republicana, virtud cívica, o
grandeza imperial. En estos casos ya el propósito fundamental no es buscar un modo racional, el orden en la composición; se busca dar
al mensaje la menor polisemia posible, de allí que la reproducción facsimilar
fuera el mejor método y de allí que los métodos de composición, p. ej. los órdenes griegos, fueran considerados como
instrumentos acabados en los cuales no podía realizarse ningún cambio sin
desmedro del
resultado. Aquí podemos distinguir el cambio que existe entre la estrategia de
diseño de un arquitecto clasicista, preocupado por la lógica, el orden, la
claridad, y la de un arquitecto neoclásico, el que para proyectar un
'verdadero' templo griego tiene que saber los órdenes; pero que su
intención principal es predicar un mensaje que sólo se comunica completamente
con la reproducción fiel del modelo histórico.
En pintura el proceso fue claro; si en un principio los temas históricos fueron
los preferidos, entrado elsiglo, es la época presente la que se historializa
para dar mejor el mensaje: David pinta clásicamente la Coronación de Napoleón,
pero Ingres desnuda a Napoleón para representarlo en su Apoteosis; la realidad
napoleónica se hace más entendible a través de la realidad invocada de la
Grecia clásica.
El clasicismo trabajó con las reglas heredadas del Renacimiento, cuando estas
reglas, como consecuencia de una mayor precisión histórica y de la búsqueda de
una nueva significación por una nueva clase dominante, perdieron su vigencia
universal, el pasado grecorromano fue un momento histórico más, que ofrecía sus
modelos al diseñador en un pie de igualdad, perdida toda pretensión de
universalidad, con otros modelos posibles:
'Las reglas clásicas así quedan vigentes como modelos- particulares, que
se aceptan por motivos ideológicos -como sostienen los teóricos del 'bello
ideal'-, o moralistas -como pretenden David y los artistas revolucionarios
franceses-, o simplemente por conformismo -como en el caso de los ingenieros
ocupados en la construcción de las ciudades industriales siempre de todos
modos, a causa de una decisión contingente y revocable.
Así en apariencia no cambia nada, porque se sigue usando las mismas formas,
pero sustancialmente se produce un cambio radical, porque disminuye la
confianza espontánea en este repertorio, sustituido por una hipótesis o por una
simple convención; del clasicismo se pasa al neoclasicismo, y el mismo
procedimiento se demuestra enseguida aplicable a otros repertorios extraídos de
otros períodos del pasado, produciendo lossucesivos revivals: el neogótico, el
neorrománico, el neobizantino, etc.' (Benévolo, 112)
Los presupuestos teóricos
Durante la segunda mitad del siglo XVIII y todo el siglo
XIX se publicaron muchos tratados sobre arte, estética y arquitectura. El
creciente auge de la imprenta ayudó a difundirlos y existe suficiente evidencia
para suponer que desde el principio influyeron sobre la práctica arquitectónica
dado que los principales arquitectos tuvieron conocimiento directo o indirecto
de estas obras. O las habían leído o ya entrado el siglo XIX, se habían formado
en escuelas donde estos conocimientos teóricos eran impartidos. De hecho, gran
parte de los escritos fueron producidos por arquitectos, algunos de los cuales
-Sir William Chambers, J. Seoane y R. Adams- gozaban de gran prestigio profesional.
La producción teórica disponible para los arquitectos provenía de tres fuentes
principales que respondían a distintas motivaciones
a) los estudios arqueológicos e históricos;
b) las publicaciones sobre teoría y práctica de la arquitectura,
c) los tratados de filosofía del arte y de estética;
Las ideas nacidas en estos diferentes campos de la especulación confluyeron
sobre el tablero de lo arquitectos y de un modo u otro conformaron su bagaje
teórico hasta la primera mitad del siglo XX. En general estas reflexiones no se
enfrentaban entre sí en lo esencial, sino que representaban enfoques distintos
de un mismo objeto del conocimiento. Con respecto a la
arquitectura la concepción preponderante es la de su naturaleza artística, lo
que hizo que todas lasreflexiones sobre ella se ocuparan más de su ser
artístico, que de su ser 'técnico', el que constituyó para casi todos
los pensadores o un tema subordinado o una presencia molesta e inevitable.
Los estudios históricos
El siglo XVIII fue escenario de un espectacular desarrollo de los estudios
históricos que habría de culminar con la monumental 'Decadencia del
Imperio Romano' de Gibbon (1785) y los estudios de Michelet en Francia. En
el campo de las artes plásticas los descubrimientos más influyentes se realizaron
con respecto a la cultura grecorromana. El conocimiento que de la misma tuvo el
Renacimiento, fue, como
es sabido, sumamente deficiente, basado sobre todo en la observación de los
restos existentes en Roma. En 1687 Spon y Wheler publican sus relatos sobre
Grecia -en ese entonces bajo dominio turco- y en la
misma época Carrey dibuja los mármoles del Partenón por encargo del embajador francés en
Estambul. A principios del siglo, en 1709, se
descubrieron accidentalmente las ruinas de Herculano y en 1738 se iniciaron
excavaciones tendientes a extraer sus riquezas artísticas. En
1750, Soufflot -quien habría de construir el Panteón en París- y Cochin
visitaron y relevaron el templo de Paestum,
en el sur de Italia. El conocimiento histórico del arte clásico exigía una, visita a Roma en
particular y para los caballeros ingleses, una visita al continente, el
'grand tour' como
se lo llamó, dando origen a la palabra turismo. Esos viajeros, aristocráticos y
aficionados del
arte fundaron (1732) en Londres la Sociedad de los Diletantes, la que,
interesada por losconocimientos históricos llegó hasta financiar viajes de
relevamiento arqueológico. Así fue comisionado Robert Wood
para relevar las ruinas de Palmira y de Baalbek, los resultados de
estas expediciones fueron publicados en 1753 y 1757 respectivamente. Un
inglés, Robert Adam -quien luego sería un importante arquitecto en su país y un
francés Clerisseau -quien luego sería un destacado pintor en París- exploraron
y relevaron el palacio de Diocleciano en Spalato y publicaron en Londres un
magnífico volumen ilustrado en 1757. En 1758 se publica en Paris el -volumen
conteniendo los primeros grabados de Atenas, realizados por David Le Roy, quien
más tarde sería profesor de Arquitectura en París.
'Hasta mediados del
siglo XVIII la arquitectura, griega era algo así como un misterio. Todos sabían que los romanos tomaron su arquitectura de la griega y si el
problema era conocer las fuentes puras el lugar hacia el cual había que mirar
era obviamente Grecia.
Pero nadie había ido a Grecia. Era un
camino lejano; era parte del
imperio Otomano y no era un lugar ni fácil ni seguro para un viajero
occidental. Sin embargo en 1751, dos ingleses, James Stuart y Nicolas Revett
partieron para Atenas y regresaron tres años después y en 1762 se publicó el
primer volumen de su libro, que contenía dibujos acotados de los templos
griegos.' (Summerson, 38)
Una vez más la Sociedad de Diletantes había financiado una
expedición cuyos resultados, 'Las antigüedades de Atenas', cuyo
segundo volumen se publicó en 1804, ya eran el fruto de estudios arqueológicos
serios. El misterio delos templos griegos
estaba develado y su reproducción facsimilar se hizo posible.
Al mismo tiempo los estudios sobre la Edad Media arrojaban nueva claridad sobre
ese período cuyo apelativo 'gótico' fue
creado durante el siglo XVII para indicar lo bárbaro. A pesar
de esto, la relación con la Edad Media nunca se perdió. Se mantuvo sobre todo en los medios religiosos, dado que se seguía
utilizando gran parte de los edificios construidos en los siglos anteriores.
Los monjes benedictinos estudiaron el pasado medieval: 'Historiadores de
la Galia', 'Historia literaria de Galia' y 'Galia
cristiana' fueron trabajos realizados por ellos en el siglo XVIII.
En 1753 La Curne de Saint-Palaye publicó sus 'Memorias sobre la antigua
caballería' y Bishop Hurd trata el mismo tema en sus 'Cartas sobre la
Caballería y el Romance' (1762). Los estudios, sobre arquitectura gótica
nacieron del interés de algunos anticuarios, aunque su precisión histórica deja
mucho que desear, por ejemplo Payne Knight en “Inquisición sobre los principios
del gusto”sostenía que el estilo de arquitectura que llamamos gótico
catedralicio o monástico, es manifiestamente una corrupción de la arquitectura
sacra de los griegos y romanos, la que se formó de una combinación de la
egipcia, la persa y la hindú'.
En 1742 Batty Langley publica su 'La arquitectura
inspirada del
gótico'. A partir de entonces son numerosos los escritos que se
publican sobre la historia del periodo medieval, los que a su
vez inspiran a escritores y pintores. En 1771, J. Bentham publicó la
'Historia y antigüedades de laiglesia conventual de Ely' y a este trabajo siguió una serie de otros que culminaron en
los 'Ensayos sobre arquitectura gótica' (1800) de Milner, Bentham y
Grose. De 1800 en adelante J. Britton publicó hasta 1835 una serie de serios
estudios sobre la arquitectura medieval en Inglaterra. El arte medieval recibe
su primer aporte cuando, a fines del
siglo XVIII Seroux D'Agincourt comienza su 'Historia del Arte desde la
caída del
Imperio Romano'. Los ataques de la Revolución Francesa a los monumentos
religiosos de la Edad Media, de los cuales el más lamentable fue quizá el
incendio de la grandiosa abadía de Cluny, provocan una reacción gracias a la
cual Lenoir obtiene en 1791, la creación del Museo de Monumentos Franceses, el
que se instala, en 1815, en la escuela de Bellas Artes de París, en el convento
de los Agustinos Menores. En 1814 Britton habla escrito su 'Antigüedades
arquitectónicas de Inglaterra' y en 1817 se creó la Sociedad de
Anticuarios de Francia cuya misión fue estudiar y salvar los monumentos
históricos, especialmente los medievales, misión compartida a partir de 1827
por la Sociedad Francesa de Arqueología. Todos estos aportes al conocimiento de
la Edad Media y de su producción arquitectónica, reforzados, como veremos más
adelante por un entusiasmo general por la vida medieval que fomentaron los
escritores como Walpole, Scott, Chateubriand y Hugo, revertieron la
consideración de lo 'gótico' de quien Palladio había dicho:
'debe ser llamado confusión y no arquitectura'. Muy distinta es la
aseveración de Pugin y Britton en su 'Edificios Públicos de Londres (1838)donde hablar de: 'nuestros profundamente científicos
edificios cristianos de la Edad Media'.