La vida de Lazarillo de Tormes y de sus fortunas y
adversidades (más conocida como
Lazarillo de Tormes) es una novela española anónima, escrita en primera persona
y en estilo epistolar (como
una sola y larga carta), cuya edición conocida más antigua data de 1554. En ella se cuenta de forma autobiográfica la vida de un niño,
Lázaro de Tormes, en el siglo XVI, desde su nacimiento y mísera infancia hasta
su matrimonio, ya en la edad adulta. Es considerada precursora de la novela
picaresca por elementos como el realismo, la narración en
primera persona, la estructura itinerante, el servicio a varios amos y la
ideología moralizante y pesimista.
Lazarillo de Tormes es un esbozo irónico y despiadado de la sociedad del
momento, de la que se muestran sus vicios y actitudes hipócritas, sobre todo
las de los clérigos y religiosos. Hay diferentes hipótesis
sobre su autoría. Probablemente el autor fue
simpatizante de las ideas erasmistas. Esto motivó que
la Inquisición la prohibiera y que, más tarde, permitiera su publicación, una
vez expurgada. La obra no volvió a ser publicada íntegramente hasta el
siglo XIX.
TRATADO TERCERO
Resumen:
Encuentro con el tercer amo, el escudero:
Llegué después a Toledo
donde, gracias a Dios, en dossemanas se cerró mi herida. Pero, ya sano, la
gente no me daba limosna como cuando me veían herido, mas
bien me mandaban a buscar un amo a quien servir. Un
día, me topé con un escudero, bien vestido y peinado, que caminaba con
elegancia.
—Muchacho —me dijo él—, sbuscas amo?
—Sí, señor —le dije
—Pues sígueme, Dios ha oído tus oraciones y te has
topado conmigo.
Lázaro cree que es un hombre importante:
Fui tras él hasta el mercado, donde creí que compraría lo necesario para el
almuerzo. Pero nada llevó.
—Seguro comprará en otro lugar —decía para mí.
A las once entró en la iglesia y escuchó misa. Luego salimos y yo iba pensando que tendría dispuesto el almuerzo
donde vivía.
Llegan a la casa del
amo. Está vacía. No hay de comer.
Cuando el reloj dio la una, llegamos a su casa, que era tan oscura que sentí
miedo. Solo había paredes, ni silla ni mesa ni un baúl
como el de mi
anterior amo. Él sacudió su capa, se sentó en un poyo
y estuve un rato contándole sobre mí
—Mozo —me dijo al cabo—, shas comido?
—No señor, que eran las ocho cuando me encontré con usted.
—Pues yo almorcé antes de salir y no vuelvo a comer hasta la noche. Espera que más tarde cenaremos.
Sentí que desmayaba cuando lo escuché. Me vi de nuevo muriendo dehambre, llorando todas mis penas,
cargando mi mala fortuna. Pero pude disimular y le dije:
—Señor, puedo esperar hasta la noche, no desespero por comer.
—Te felicito, porque desesperarse por comer es de cerdos y comer poco es de
hombres de bien.
Lázaro comparte el pan con su amo:
Me fui a un rincón y saqué unos pedazos de pan que me
sobraban de la limosna. Al verme, él me dijo:
—Mozo, squé comes?
Le mostré el pan. Él tomo el pedazo más grande de los
tres y me dijo:
—sDónde lo conseguiste? sNo estará sucio?
—No lo sé, pero su sabor es bueno.
—Eso quiera Dios —dijo y se llevó el pan a la boca.
Y como
vi su ganas al comer, me di prisa en acabar mi parte, sino acabaría antes y
tomaría el tercer pan. Cuando acabamos, sacó un jarro
de una cámara, bebió un poco y me convidó de él.
—No bebo vino, señor —le dije.
—Es agua —me respondió—. Puedes beber tranquilo.
Primera noche en casa del escudero:
Conversamos de varias cosas hasta la noche, cuando él me dijo:
—Te enseñaré cómo se hace la cama, para que sepas hacerla en adelante.
La cama era un armazón de cañas apoyado sobre unos
bancos. Sobre él un poco de ropa hacía de colchón, que
no bastaba para ablandar el lecho, que parecía la costilla de puerco flaco de
comoresaltaban las cañas. Arreglada la cama me dijo:
—Lázaro, ya es tarde y a esta hora ir al mercado es
peligroso porque hay muchos ladrones en el camino. Así que
aguantemos hasta mañana para comer.
—No se preocupe señor, puedo estar sin comer hasta mañana.
—Vivirás más, porque no hay mejor cosa para vivir mucho que comer poco.
—Si eso es verdad —dije para mí— yo soy inmortal, pues nunca como.
Luego se tendió en la cama y me mandó echarme a sus pies, pero fue una noche
maldita, que las cañas salidas chocaban con mis huesos y me torturaba el hambre
y maldije mi mala fortuna y le pedí a Dios muchas
veces la muerte.
El escudero sale bien vestido a la mañana. Coquetea
con unas muchachas.
A la mañana, se vistió con mucho cuidado, se peinó y cogió su espada.
—Si supieras lo valiosa que es esta espada —me dijo—. No la vendería por cuanto
oro me ofrezcan. sVes este filo? Podría cortar
fácilmente un copo de lana.
—Y yo con mis dientes —dije para mí— podría cortar un
pan de cuatro libras.
Guardó la espada en su vaina, se puso la capa y salió diciéndome:
—Mientras voy a oír misa, haz la cama, ve por agua al
río y cierra con llave la puerta, no sea que nos roben algo.
Y se fue con muy buen semblante. Como si anoche
hubieracenado bien, pasado la noche en buena cama y comido bien por la mañana.
sQuien creería que lo único que cenó fue un pedazo de
pan que su criado guardaba en el pecho y que a falta de una toalla se seca la
cara con su ropa? tOh, Señor, cuantos padecen por sus apariencias, penas que por ti no sufrirían!
Limpié la casa, hice la cama y cuando fui a recoger agua del río vi a mi amo
en una huerta, acompañado de dos mujeres a quienes él hablaba muy dulcemente. Como lo vieron
enternecido, ellas no tuvieron vergüenza en pedirle de
almorzar. Entonces él, de lo platicador que estaba, pasó a
enmudecer, se le fue el color del
rostro y e intentó dar excusas que las mujeres no creían. Ellas, que vieron el
tipo que era, lo dejaron solo.
Lázaro sale a pedir limosna, pues su amo no regresa:
Volví a casa y esperé que mi amo regrese, quizá con algo de comer. Dieron las
dos, y como
no aguantaba el hambre, cerré, escondí la llave donde me indicó mi amo y fui a
pedir limosna de puerta en puerta. Conseguí varios panes, tripas cocidas y un pedazo de pata de vaca. Cuando volví,
mi amo, que había llegado, me pregunto a dónde había ido.
—Señor, como
dio las dos y usted no llegaba, salí a buscar caridad y me han dado esto —y le
mostré lo que traía.
—Pues yote esperé para comer; pero, como no venías, almorcé solo. Y como
saliste a limosnear, espero que nadie se entere que eres mi criado. Aunque no creo pues casi nadie me conoce. tOjalá nunca
hubiera venido a este pueblo! Esta
casa está maldita y me pega la mala suerte; pero acabado el mes salimos de acá.
Lázaro da de comer a su amo:
Me senté en un extremo y empecé a comer mis tripas y
mi pan, mientras mi amo no desvíaba los ojos de mi comida. Sentí pena de él pues conocía de sobra el hambre. PenÅ›e en
convidarle, pero como
dijo que ya había almorzado, temí que me rechazara.
—Lázaro, tienes una gracia en comer que jamás vi en
hombre alguno —me dijo al rato—. Nadie que te vea
resistiría las ganas de comer.
—Es que este pan esta muy sabroso, y esta pata de vaca
muy bien cocida y sazonada.
—Se ve que es el mejor bocado del mundo. No creo que ningún
manjar se le compare.
—Pues pruebe, señor, y vea que tal está.
Le convidé de lo mío y comió con tantas ganas que se quedó masticando hasta los
huesos.
—Me ha sabido tan bien como si hoy no hubiera comido —dijo
al terminar. Luego bebimos, y muy contentos fuimos a dormir.
Lázaro mantiene a su amo:
Pasaron ocho o diez días en los que él andaba ocioso y yo le conseguía de
comer. Nopodía creer mi desventura pues en vez de caer con mejor amo di con uno
al que yo debía mantener. Una mañana, cuando se levantó en camisa y fue al
baño, aproveché para revisar sus ropas a ver si algún dinero guardaba; pero
solo hallé una bolsita sin señales de haber tenido una
moneda en mucho tiempo. “Este de veras es pobre, pensé, no como el ciego y el
clérigo”. Desde entonces siento lástima cuando veo a alguien bien
vestido y de paso seguro, pues pienso que debe sufrir por dentro como
el escudero. Por eso no le tenía enemistad, más bien algo de
cariño.
El ayuntamiento prohíbe pedir limosna:
Pero mi mala fortuna, que nunca me abandonaba, me
trajo otra desdicha: como la tierra no había
producido mucho ese año, el ayuntamiento prohibió a los limosneros y vi como azotaban a varios
pobres en la calle. Sentí tanto miedo que no volví a pedir.
En casa nos pasamos tres días sin comer y sin decir palabra. Unas vecinas me
daban algunas cosillas con las que apenas pasaba el hambre. Pero más pena me daba mi amo, que en ocho días no lo vi probar
bocado. No sé que hacía ni donde andaba, pero en la
calle paseaba con su aspecto importante y rascándose los dientes con una paja como quien acaba de
comer.
—Esta casa es la que produce nuestradesdicha —me decía—. Es
oscura, triste, lóbrega. Espero que se acabe el mes
para salir de aquí.
El amo consigue un real. Lázaro se cruza con un muerto.
Un día llego a manos de mi amo un real. Él, contento como
si tuviera el tesoro de Venecia, me lo dio diciendo:
—Ve al mercado y trae pan, vino y carne. Ya se nos acaba la
mala suerte, he alquilado otra vivienda y no estaremos mucho tiempo aquí.
tMaldita sea esta casa y quien la construyó! Pero ve, ve rápido que hoy
comeremos como
condes.
Tome la moneda y el jarro y sali muy contento. Pero,
spor qué la mala suerte me perseguía pues en el
camino me crucé con un muerto que muchas personas traían calle abajo. Me pegué a la pared para que pasen. La mujer del
difunto, de luto y llorando a grandes voces, decía:
—Marido y señor mío, sa dónde te llevan? tA la casa triste y desdichada, a la
casa lóbrega y oscura, a la casa donde nunca comen ni
beben!
Cuando escuché eso, me entró un miedo tremendo.
—tPobre de mí —exclamé—, ese muerto lo llevan a mi
casa!
Corrí entre la gente y volví a casa a toda prisa. Entré, cerre la puerta y me abracé a mi amo, suplicándole que me
proteja y defienda la entrada.
—tSeñor —le dije—, tenga cuidado que nos traen a un
muerto!
Y le expliqué lo quehabía dicho la señora. Él empezó a
reír con tanta
fuerza que estuvo un tiempo sin poder hablar, mientras yo empujaba la puerta
para que no entre el muerto, pues ya estaba afuera la gente llevándolo.
—Tienes razón de pensar que acá lo traían —dijo mi amo—, pero verás que no es
así. Abre la puerta y verás como pasan de largo.
—Espere que estén lejos para abrir, señor.
Más tarde fui al mercado, y aunque comimos bien, no disfruté
la cena por el miedo que me duró tres días más.
El escudero le cuenta su historia a Lázaro:
Un día, después de haber comido razonablemente, él me
contó que venía de Castilla la Vieja, y que había abandonado su ciudad por no
quitarse el sombrero frente a un vecino.
—Señor —le dije—, si ese vecino tenía más que usted,
no hacía mal en quitarse el sombrero para saludarlo.
—Sí tenía más que yo; pero como siempre yo me quitaba el
sombrero, no estaba mal que él lo haga antes que yo al menos una vez.
—Creo, señor, que eso no es importante pues se debe respeto a la gente que es
más que uno.
—Eres muchacho —me respondió— y no comprendes las cosas de la honra. Pues te digo que aunque soy un escudero, si me topo con el conde
por la calle y él no se quita el sombrero, otra vez fingiré no haberlo visto
aunque seenoje. Una vez estuve a punto de golpear a un
oficial porque siempre me decía: “Que Dios cuide de usted”, como si yo fuera un cualquiera. Desde
entonces, cuando me veía se quitaba el sombrero y me saludaba como es debido.
—Pero, squé tenía de maleducado que le diga “Que Dios cuide de usted”?
—pregunté yo.
—Mucho de malo —respondió—. Solo a quienes no valen nada se les dice así. A la
gente como
yo, se le debe decir por lo menos: “Beso las manos de usted”. Así que nunca
consentiré que un hombre que sea menos que el rey, me
salude diciendo: “Que Dios cuide de usted”.
—Por eso es que no te cuida, pues no dejas que nadie
se lo pida —dije para mí.
—En mi tierra —continuó él— tengo varias casas que deben valer al menos
doscientos mil maravedís. También un palomar que daría
doscientas crías cada año y otras cosas que no te cuento. Vine a esta ciudad por lo que ya te dije, pero acá todo me va
mal. Los caballeros no buscan un escudero sino un
críado que haga todo trabajo y, para colmo, pagan con retraso. Si encontrara a un señor con un gran título, se acabaría mi desventura. Lo
serviría bien, sabría agraderle, enaltecer sus costumbres y sus gustos; mas
parece que nunca encontraré a alguno.
El amo huye para no pagar el alquiler:Mientras hablaba
de eso, llegaron un hombre y una vieja. Él a cobrar el alquiler de la casa y ella el de la cama. Debía por dos meses lo que en un año no conseguiría; y les dijo que iría a cambiar el
dinero a la plaza y que vuelvan en la tarde; pero no regresó. Cuando volvieron a cobrarle, les dije que aún no había vuelto.
Llegada la noche, tuve miedo de quedarme solo y fui a casa de
las vecinas donde dormí.
Lázaro a punto de ir preso por la deuda del escudero:
A la mañana regresaron los acreedores y les dije que mi amo no había vuelto y
que a ellos y a mí nos había abandonado. No me creyeron y fueron por un alguacil y un escribano con quienes entraron a casa de mi
amo para embargar sus cosas y cobrar la deuda; pero como la encontraron vacía dijeron:
—Seguro esta noche se han llevado todo. Señor alguacil, aprese a este muchacho que sin duda es cómplice.
Oído esto, él me cogió por el cuello de la camisa y me dijo
que me llevaría a prisión si no decía donde escondía sus cosas mi amo.
Yo empecé a llorar y prometí que contaría lo que pregunten. Entonces
se acomodó el escribano para redactar el inventario.
—Mi amo me dijo que tiene varias casas y un palomar.
—Con eso podremos cobrar la deuda —dijeron los acreedores—, sdónde están esaspropiedades?
—En Castilla la Vieja, me dijo él.
Se rieron mucho el escribano y el alguacil al escucharme,
diciendo que con decir eso no les daba información que les sirva. Las
vecinas, por ayudarme, dijeron que recién unos días era mozo del escudero y que
apenas sabía de él lo que acababa de decir.
Dejan libre a Lázaro que ha quedado solo y sin amo:
Entonces me dejaron libre y el alguacil y el escribano pidieron su paga a los
otros. Ellos contestaron que no tenían obligación de pagarles
pues no se había hecho el embargo y así empezaron a discutir haciendo mucho
ruido. Finalmente un porquerón se llevó la cama
que la vieja alquilaba y se fueron los cinco dando gritos. No sé en que habrá
terminado eso.
De esa forma me dejó mi tercer amo, con el que terminé de
confirmar mi desdicha, pues en vez de abandonarlo, fue él quien escapó de mí.
TRATADO CUARTO
Resumen:
Cuarto amo: Fraile de la Merced; primeros zapatos de Lázaro.
Mi cuarto amo fue un fraile de la Merced. No le gustaba el coro ni comer en el
convento. Muy amigo de negocios seglares y de andar fuera y
hacerse acompañar de mujeres. Él me dio mi primer par
de zapatos que no me duraron más de ocho días. Por
eso, y por otras cosas que no cuento, me alejé de él.