La vida de Quiroga, marcada por la tragedia, los accidentes y los suicidios,
culminó por decisión propia, cuando bebió un vaso de
cianuro en el Hospital de Clínicas de la ciudad de Buenos Aires a los 58
años de edad, tras enterarse deque padecía cancer de
próstata.3
Índice
1 Biografía
1.1 Nacimiento
1.2 Adolescencia y formación
1.3 París
1.4 El Consistorio del Gay Saber y primeros libros
1.5 Misiones y el Chaco
1.6 Cuentista
1.7 El amor y la selva
1.8 Buenos Aires
1.9 Nuevos amores
1.10 Amistades literarias
1.11 Otra vez la selva
1.12 La enfermedad, el abandono, y el final
2 Su obra
3 Analisis de su obra
4 Libros
5 Véase también
6 Bibliografía
7 Referencias
8 Enlaces externos
Biografía
Nacimiento
Nació el 31 de diciembre de 1878 en la ciudad uruguaya de Salto, en el
oeste del país, sobre el río Uruguay, frontera con la Argentina.
Fue el segundo hijo del matrimonio de Prudencio
Quiroga y Pastora Forteza, quienes le dieron por nombre Horacio Silvestre
Quiroga Forteza.
Adolescencia y formación
Horacio Quiroga a los 18 años, frente a su casa natal en Salto (Uruguay).
Hizo sus estudios en Montevideo,
capital de Uruguay
hasta terminar el colegio secundario. Estos estudios incluyeron
formación técnica (Instituto Politécnico de Montevideo) y
general (Colegio Nacional), y ya desde muy joven demostró un enorme interés por la literatura, la química,
la fotografía, la mecanica, el ciclismo y la vida de campo. A esa temprana edad fundó la Sociedad de Ciclismo de
Salto y viajó en bicicleta desde Salto hasta Paysandú (120 km).
En esta época pasaba larguísimas horas en un
tallerde reparación de maquinarias y herramientas. Por influencia del hijo del dueño empezó a interesarse
por la filosofía. Se autodefiniría como «franco y vehemente soldado del materialismo
filosófico».
Simultaneamente también trabajaba, estudiaba y
colaboraba con las publicaciones La Revista y La Reforma. Poco a poco, fue puliendo su estilo y haciéndose conocido.
Aún se conserva su primer cuaderno de poesías,
que contiene 22 poemas de distintos estilos, escritos entre 1894 y 1897.
Durante el carnaval de 1898, el joven poeta conoció a su primer amor,
María Esther Jurkovski, que inspiraría dos de sus obras
mas importantes: Las sacrificadas (1920) y Una estación de amor.
Pero los desencuentros provocados por los padres de la joven —que reprobaban
la relación, debido al origen no judío
de Quiroga— precipitaron la separación definitiva.
París
En 1897 fundó la Revista de Salto. Después del suicidio de
su padrastro, que presenció, Horacio decidió invertir la herencia
recibida en un viaje a París. Estuvo —contando el tiempo de viaje— cuatro meses
ausente. Sin embargo, las cosas no salieron como había planeado: el mismo joven
orgulloso que había partido de Montevideo
en primera clase, regresó en tercera, andrajoso, hambriento y con una
larga barba negra que ya no se quitaría nunca mas. Resumió sus recuerdos de esta experiencia en Diario de viaje
a París (1900).
El Consistorio del
Gay Saber y primeros libros
Quiroga posando en 1900.
Al volver a su país, Quiroga reunió a sus amigos Federico
Ferrando,Alberto Brignole, Julio Jaureche, Fernandez Saldaña,
José Hasda y Asdrúbal Delgado, y fundó con ellos el
«Consistorio del Gay Saber»,4 una especie de laboratorio literario
experimental donde todos ellos probarían nuevas formas de expresarse y
preconizarían los objetivos modernistas de la generación del 900.
Pese a su corta existencia, el Consistorio presidió la vida literaria de
Montevideo y
las polémicas con el grupo de Julio Herrera y Reissig.
La alegría que le provocó la aparición de su primer libro
(Los arrecifes de coral, poemas, cuentos y prosa lírica, publicado en
Buenos Aires en 1901, dedicado a Lugones) se vio tragicamente opacada
—una vez mas— por las muertes de dos de sus hermanos,
Prudencio y Pastora, víctimas de la fiebre tifoidea en el Chaco.
El funesto año de 1901 guardaba aún otra espantosa sorpresa para
el escritor: su amigo Federico Ferrando, que había recibido malas
críticas del
periodista montevideano German Papini Zas, comunicó a Quiroga que
deseaba batirse a duelo con aquél. Horacio, preocupado
por la seguridad de Ferrando, se ofreció a revisar y limpiar el
revólver que iba a ser utilizado en la disputa. Inesperadamente,
mientras inspeccionaba el arma, se le escapó un
tiro que impactó en la boca de Federico, matandolo
instantaneamente. Llegada al lugar la policía, Quiroga fue detenido,
sometido a interrogatorio y posteriormente trasladado
a una carcel correccional. Al comprobarse la naturaleza accidental y
desafortunada del
homicidio, el escritor fue liberado tras cuatrodías de reclusión.
La pena y la culpa por la muerte de su querido
compañero llevaron a Quiroga a disolver el Consistorio y a abandonar el Uruguay para pasar a la Argentina.
Cruzó el Río de la Plata en 1902 y fue a vivir con María,
otra de sus hermanas. En Buenos Aires
el artista alcanzaría la madurez profesional, que llegaría a su
punto cúlmine durante sus estancias en la
selva. Ademas, su cuñado lo inició en la pedagogía,
consiguiéndole trabajo bajo contrato como maestro en las mesas de examen del Colegio Nacional de
Buenos Aires.
Misiones y el Chaco
Designado profesor de castellano en el Colegio Britanico de Buenos Aires
en marzo de 1903, Quiroga quiso acompañar, en junio del mismo año
y ya convertido en un fotógrafo experto, a Leopoldo Lugones en una
expedición a Misiones, financiada por el Ministerio de Educación,
en la que el insigne poeta argentino planeaba investigar unas ruinas de las
misiones jesuíticas en esa provincia. La excelencia de Quiroga como
fotógrafo hizo que Lugones aceptara llevarlo, y el uruguayo pudo
documentar en imagenes ese viaje de descubrimiento.
Cuentista
Al regresar a Buenos Aires luego de su fallida
experiencia en el Chaco, Quiroga abrazó
la narración breve con pasión y energía. Fue así que en 1904 publicó el notable libro de
relatos El crimen de otro, fuertemente influido por el estilo de Edgar Allan
Poe, que fue reconocido y elogiado, entre otros, por José Enrique
Rodó. Estas primeras comparaciones con el «Maestro de
Boston» no molestaban a Quiroga, que lasescucharía con
complacencia hasta el fin de su vida, respondiendo a menudo que Poe era su
primer y principal maestro.
Durante dos años Quiroga trabajó en multitud de cuentos, muchos
de ellos de terror rural, pero otros en forma de deliciosas historias para
niños pobladas de animales que hablan y piensan sin perder las
características naturales de su especie. A esta época pertenecen
la novela breve Los perseguidos (1905), producto de un viaje con Leopoldo
Lugones por la selva misionera, hasta la frontera con Brasil, y su soberbio y
horroroso El almohadón de pluma, publicado en la revista argentina Caras
y Caretas en 1905, que llegó a publicar ocho cuentos de Quiroga al
año. A poco de comenzar a publicar en ella,
Quiroga se convirtió en un colaborador famoso y prestigioso, cuyos
escritos eran buscados avidamente por miles de lectores.
El amor y la selva
Reconstrucción exacta de la primera casa de Quiroga en San Ignacio.
La original fue destruida por los aborígenes.
En 1906 Quiroga decidió volver a su amada selva.
Aprovechando las facilidades que el gobierno ofrecía para la
explotación de las tierras, compró una chacra (junto con Vicente
Gozalbo) de 185 hectareas en la provincia de Misiones, sobre la orilla
del Alto Parana, y comenzó a hacer los preparativos destinados a
vivir allí, mientras enseñaba Castellano y Literatura.
Durante las vacaciones de 1908, el literato se trasladó a su nueva
propiedad, construyó las primeras instalaciones y comenzó a
edificar el bungalow donde se establecería.Enamorado de una de sus
alumnas —la adolescente Ana María Cires—, le dedicó
su primera novela, titulada Historia de un amor
turbio. Quiroga insistió en la relación frente a la
oposición de los padres de la alumna obteniendo por fin el permiso para
casarse y llevarla a vivir a la selva con él. Los suegros de Quiroga,
preocupados por los riesgos de la vida salvaje, siguieron al matrimonio y se
trasladaron a Misiones con su hija y yerno. Así, pues, el padre de Ana
María, su madre y una amiga de esta, se instalaron en una casa cercana a
la vivienda del
matrimonio Quiroga.
En 1911 Ana María dio a luz a su primera hija, Eglé Quiroga, en
su casa de la selva. Durante ese mismo año, el escritor comenzó
la explotación de sus yerbatales en sociedad con su amigo uruguayo
Vicente Gozalbo y, al mismo tiempo, fue nombrado Juez de Paz (funcionario
encargado de mediar en disputas menores entre ciudadanos privados y celebrar
matrimonios, emitir certificados de defunción, etc.) en el Registro
Civil de San Ignacio. Las tareas de Quiroga como funcionario
merecen mención aparte: olvidadizo, desorganizado y descuidado,
tomó la costumbre de anotar las muertes, casamientos y nacimientos en
pequeños trozos de papel a los que «archivaba» en una lata
de galletas. Mas tarde adjudicaría conductas
similares al personaje de uno de sus cuentos.
Al año siguiente nació su hijo menor,
Darío. En cuanto los niños aprendieron a
caminar, Quiroga decidió ocuparse personalmente de su educación.
Severo y dictatorial, exigía que cadapequeño
detalle estuviese hecho según sus exigencias. Desde muy
pequeños, los acostumbró al monte y a la selva, exponiéndolos
a menudo —midiendo siempre los riesgos— al peligro, para que fueran
capaces de desenvolverse solos y de salir de cualquier situación. Fue
capaz de dejarlos solos en la jungla por la noche o de obligarlos a sentarse al
borde de un alto acantilado con las piernas colgando
en el vacío.
El varón y la niña, sin embargo, no se negaban a
estas experiencias —que aterrorizaban y exasperaban a su madre— y
las disfrutaban. La hija aprendió a criar animales silvestres y el
niño a usar la escopeta, manejar una moto y
navegar, solo, en una canoa.
Buenos Aires
Tras el suicidio de su esposa, Quiroga se trasladó con sus hijos a
Buenos Aires, donde recibió un cargo de Secretario Contador en el
Consulado General uruguayo en esa ciudad, tras arduas gestiones de unos amigos
orientales que deseaban ayudarlo.
A lo largo del año 1917 habitó con los niños en un
sótano de la avenida Canning (hoy Raúl Scalabrini Ortiz) 164,
alternando sus labores diplomaticas con la instalación de un
taller en su vivienda y el trabajo en muchos relatos que iban siendo publicados
en prestigiosas revistas como las ya mencionadas, «P.B.T.» y
«Pulgarcito». La mayoría de ellos fueron recopilados por
Quiroga en varios libros, el primero de los cuales fue Cuentos de amor de
locura y de muerte (1917) (por decisión expresa del autor, el
título no lleva coma).5 La redacción del libro le había
sido solicitada por elescritor Manuel Galvez, responsable de Cooperativa
Editorial de Buenos Aires, y el volumen se convirtió de inmediato en un
enorme éxito de público y de crítica, consolidando a
Quiroga como el verdadero maestro del cuento latinoamericano.5
Al año siguiente se estableció en un pequeño departamento
de la calle Agüero, al tiempo que apareció su celebrado Cuentos de
la selva, colección de relatos infantiles protagonizados por animales y
ambientados en la selva misionera. Quiroga dedicó este
libro a sus hijos, que lo acompañaron durante ese período de
pobreza en el húmedo sótano de dos pequeñas habitaciones y
cocina-comedor.
Con dos importantes ascensos en el escalafón consular
(primero a cónsul de distrito de segunda clase y luego a cónsul
adscrito) llegó también su nuevo libro de cuentos, El salvaje
(1919). Al año siguiente, siguiendo la idea del
Consistorio, fundó Quiroga la Agrupación Anaconda, un grupo de
intelectuales que realizaba actividades culturales en Argentina y Uruguay. Su
única obra teatral (Las Sacrificadas) se publicó en 1920 y se
estrenó en 1921, año en que salía a la venta Anaconda y
otros cuentos, otro libro de cuentos. El importantísimo diario argentino
La Nación comenzó también a publicar sus relatos, que a estas alturas gozaban ya de una impresionante popularidad.
Colaboró también en La Novela Semanal.
Entre 1922 y 1924, Quiroga participó como secretario de una embajada cultural a
Brasil (cuya Academia de Letras lo distinguió especialmente) y, de
regreso, vio publicado su nuevo libro:El desierto
(cuentos).
Por mucho tiempo el escritor se dedicó a la crítica
cinematografica, teniendo a su cargo la sección correspondiente
de la revista Atlantida, El Hogar y La Nación. También
escribió el guion para un largometraje
(«La jangada florida»)
que jamas llegó a filmarse. Poco tiempo
después, fue invitado a formar una Escuela de Cinematografía.
El proyecto, financiado por inversionistas rusos y que
contaría con la inclusión de Arturo S. Mom, Gerchunoff y otros,
no prosperó.
Nuevos amores
Quiroga con su segunda esposa en Misiones (1932).
Poco después, Horacio regresó a Misiones.
Nuevamente enamorado, esta vez era de una joven de 17
años, Ana María Palacio, intentó convencer a los padres de
que la dejasen ir a vivir con él a la selva. La negativa de
éstos y el consiguiente fracaso amoroso inspiró el tema de su
segunda novela, Pasado amor, publicada en 1929. En ella
narra, como
componentes autobiograficos de la trama, las mil estratagemas que
debió practicar para conseguir acceso a la muchacha: arrojando mensajes
por la ventana dentro de una rama ahuecada, enviandole cartas escritas
en clave e intentando cavar un largo túnel hasta su habitación
para secuestrarla. Finalmente, cansados ya del pretendiente,
los padres de la joven la llevaron lejos y Quiroga se vio obligado a renunciar
a su amor. En una parte de su vivienda, Horacio instaló un taller en el que comenzó a construir una
embarcación a la que bautizaría «Gaviota». En su casa
—ahora convertida en astillero— fue capaz deconcluir esta obra y,
puesta ya en el agua, la piloteó río abajo desde San Ignacio
hasta Buenos Aires,
realizando con ella numerosas expediciones fluviales.
A principios de 1926 Quiroga volvió a Buenos Aires y alquiló una quinta en
el partido suburbano de Vicente López. En la cúspide misma
de su popularidad, una importante editorial le dedicó un
homenaje, del que participaron, entre otros,
figuras literarias como
Arturo Capdevila, Baldomero Fernandez Moreno, Benito Lynch, Juana de
Ibarbourou, Armando Donoso y Luis Franco. Amante de la música
clasica, Quiroga asistía con frecuencia a los conciertos de la
Asociación Wagneriana, afición que alternó con la lectura
incansable de textos técnicos y manuales sobre mecanica,
física y artes manuales
Para 1927, Horacio había decidido criar y domesticar animales salvajes,
mientras publicaba su nuevo libro de cuentos, quiza el mejor, Los
desterrados. Pero el enamoradizo artista había fijado ya los ojos en la
que sería su último y definitivo amor: María Elena Bravo,
compañera de escuela de su hija Eglé, que sucumbió a sus
reclamos y se casó con él en el curso de ese
mismo año sin haber cumplido 20 años.
Amistades literarias
El taller de Quiroga, con sus herramientas.
Ademas de los ya mencionados Leopoldo Lugones y
José Enrique Rodó, la infatigable labor de Quiroga en el
ambito literario y cultural le granjeó la amistad y
admiración de grandes e influyentes personalidades. De entre
ellos se destacan la poeta argentina Alfonsina
Storni y el escritor ehistoriador Ezequiel Martínez Estrada. Quiroga
llamaba cariñosamente a este último
«mi hermano menor».
Caras y Caretas, mientras tanto, publicó diecisiete artículos
biograficos escritos por Quiroga, dedicados a personajes como
Robert Scott, Luis Pasteur, Robert Fulton, H.G. Wells, Thomas de Quincey y
otros. En 1929 Quiroga experimentó su único fracaso de ventas: la
ya citada novela Pasado amor, que solo vendió en las librerías la
exigua cantidad de cuarenta ejemplares. A la vez comenzó a tener graves
problemas de pareja.
Otra vez la selva
A partir de 1932 Quiroga se radicó por última vez en Misiones, en
lo que sería su retiro definitivo, con su esposa y su tercera hija
(María Elena, llamada «Pitoca», que había nacido en
1928). Para ello, y no teniendo otros
medios de vida, consiguió que se promulgase un
decreto trasladando su cargo consular a una ciudad cercana. Los
celos dominaban a Quiroga, quien pensó que en medio de la selva
podría vivir tranquilo con su mujer y la hija de su segundo matrimonio.
Pero un avatar político provocó un
cambio de gobierno, que no quiso los servicios del
escritor y lo expulsó del
consulado. Algunos amigos de Horacio, como
el escritor salteño (de Salto, Uruguay) Enrique Amorim, tramitaron la
jubilación argentina
para Quiroga. Comenzando a partir de este problema, el
intercambio epistolar entre Quiroga y Amorím se hizo numeroso. Las
cartas que se conservan demuestran que Horacio hacía partícipe a
su confidente de la mayor parte de sus problemas —casi todos de
índoleíntima y familiar—, pidiéndole consejos y
ayuda: a la mujer de Quiroga —al igual que su infortunada
antecesora— no le gustaba la vida en el monte y las
peleas y violentas discusiones se volvieron diarias y permanentes.
En esta época de frustración y dolor
salió a la venta una colección de cuentos ya publicados titulada
Mas alla (1935). A partir de su
interés en las obras de Munthe e Ibsen, Quiroga se decantó por
nuevos autores y estilos, y comenzó a planear su autobiografía.
La enfermedad, el abandono, y el final
Reunión de literatos en Buenos Aires, 1928: Horacio Quiroga (parado,
primero de la izquierda), su amigo Leopoldo Lugones (cruzado de brazos),
Baldomero Fernandez Moreno (sentado, a la izquierda) y Alberto
Gerchunoff (sentado, al centro).
En ese año de 1935 Quiroga comenzó a
experimentar molestos síntomas, aparentemente vinculados con una
prostatitis u otra enfermedad prostatica. Las
gestiones de sus amigos dieron frutos al año siguiente,
concediéndosele una jubilación. Al intensificarse los dolores y dificultades para orinar, su esposa logró
convencerlo de trasladarse a Posadas,
ciudad en la cual los médicos le diagnosticaron hipertrofia de
próstata. Pero los problemas familiares de Quiroga continuarían: su
esposa e hija lo abandonaron definitivamente, dejandolo —solo y
enfermo— en la selva. Ellas volvieron a Buenos Aires,
y el animo del
escritor decayó completamente ante esta grave pérdida.
Cuando el estado de la enfermedad prostatica hizo que
no pudiese aguantar mas, Horacio viajó aBuenos Aires para que los
médicos tratasen sus padecimientos. Internado en el prestigioso
Hospital de Clínicas de Buenos
Aires a principios de 1937, una cirugía
exploratoria reveló que sufría de un
caso avanzado de cancer de próstata, intratable e inoperable.
María Elena, entristecida, estuvo a su lado en los últimos
momentos, así como gran parte de su numeroso
grupo de amigos.
Por la tarde del
18 de febrero, una junta de médicos explicó al literato la
gravedad de su estado. Algo mas tarde, Quiroga pidió permiso para
salir del
hospital, lo que le fue concedido, y pudo así dar un largo paseo por la
ciudad. Regresó al hospital a las 23. Al ser
internado Quiroga en el Clínicas, se había enterado de que en los
sótanos se encontraba encerrado un monstruo: un
desventurado paciente con espantosas deformidades similares a las del tristemente
célebre inglés Joseph Merrick (el «Hombre Elefante»).
Compadecido, Quiroga exigió y logró que el
paciente —llamado Vicente Batistessa— fuera liberado de su encierro
y se lo alojara en la misma habitación donde estaba internado el
escritor. Como
era de esperar, Batistessa se hizo amigo y rindió adoración
eterna y un gran agradecimiento al gran cuentista.
Desesperado por los sufrimientos presentes y por venir, y comprendiendo que su
vida había acabado, el soberbio Horacio Quiroga confió a
Batistessa su decisión: se anticiparía al cancer y
abreviaría su dolor, a lo que el otro se comprometió a ayudarlo. Esa misma madrugada (19 de febrero de 1937) y en
presencia de suamigo, Horacio Quiroga bebió un
vaso de cianuro que lo mató pocos minutos después entre
espantosos dolores.6 Su cadaver fue velado en la Casa del Teatro de la
Sociedad Argentina de Escritores (SADE) que lo contó como fundador y vicepresidente. Tiempo después, sus restos fueron repatriados a su
país natal. Uno de los deseos de Quiroga era
que cuando muriera su cuerpo fuera cremado y sus cenizas esparcidas en la selva
misionera. Como sus familiares y amigos añoraban su regreso a Salto,
resolvieron buscar algo que fuera simbólico y por eso decidieron hacer
la urna en algarrobo y así se lo pidieron al escultor ruso Stephan
Erzia. Erzia estuvo 24 horas trabajando en esta pieza
que se encuentra en el Museo Casa Quiroga en Salto, Uruguay.
Su obra
Seguidor de la escuela modernista fundada por Rubén Darío y
obsesivo lector de Edgar Allan Poe y Guy de Maupassant, Quiroga se
sintió atraído por temas que abarcaban los aspectos mas
extraños de la Naturaleza, a menudo teñidos de horror, enfermedad
y sufrimiento para los seres humanos. Muchos de sus relatos pertenecen a esta corriente, cuya obra mas emblematica es
la colección Cuentos de amor de locura y de muerte.
Por otra parte se percibe en Quiroga la influencia del
britanico Rudyard Kipling (Libro de las tierras vírgenes), que
cristalizaría en su propio Cuentos de la selva, delicioso ejercicio de
fantasía dividido en varios relatos protagonizados por animales. Su
Decalogo del perfecto cuentista, dedicado a los escritores noveles,
establece ciertascontradicciones con su propia obra. Mientras que el
decalogo pregona un estilo económico y
preciso, empleando pocos adjetivos, redacción natural y llana y claridad
en la expresión, en muchas de sus relatos Quiroga no sigue sus propios
preceptos, utilizando un lenguaje recargado, con abundantes adjetivos y un
vocabulario por momentos ostentoso.
Al desarrollarse aún mas su particular estilo, Quiroga
evolucionó hacia el retrato realista (casi siempre angustioso y
desesperado) de la salvaje Naturaleza que lo rodeaba en Misiones: la jungla, el
río, la fauna, el clima y el terreno forman el andamiaje y el decorado
en que sus personajes se mueven, padecen y a menudo mueren. Especialmente en
sus relatos, Quiroga describe con arte y humanismo la tragedia que persigue a
los miserables obreros rurales de la región, los peligros y
padecimientos a que se ven expuestos y el modo en que se perpetúa este
dolor existencial a las generaciones siguientes. Trató, ademas,
muchos temas considerados tabú en la sociedad de principios del siglo XX, revelandose
como un escritor arriesgado, desconocedor del miedo y avanzado en
sus ideas y tratamientos. Estas particularidades siguen
siendo evidentes al leer sus textos hoy en día.
Algunos estudiosos de la obra de Quiroga opinan que la fascinación con
la muerte, los accidentes y la enfermedad (que lo relaciona con Edgar Allan Poe
y Baudelaire) se debe a la vida increíblemente tragica que le
tocó en suerte. Sea esto cierto o no, en verdad Horacio Quiroga ha
dejado para laposteridad algunas de las piezas mas terribles, brillantes
y trascendentales de la literatura hispanoamericana del siglo XX.
Analisis de su obra
En su primer libro, Los arrecifes de coral, compuesto por 18 poemas, 30
paginas de prosa poética y 4 relatos, Quiroga pone en evidencia su
inmadurez y confusión adolescente. Punto aparte para
los relatos, en los cuales esta ya en germen el estilo modernista y
naturalista que identificaría al resto de su obra. Sus dos
novelas Historia de un amor turbio y Pasado amor
tratan sobre el mismo tema —que obsesionaba al autor en su vida
personal—: los amores entre hombres maduros y jovencitas adolescentes.
En la primera de ellas Quiroga divide la acción
en tres etapas. En la primera, una niña de 9 años se enamora de un hombre adulto. En la segunda parte, el hombre, que no se
había percatado del amor de la niña,
pasados ocho años (ella tiene ahora 17) comienza a cortejarla. En la
tercera parte el hombre narra la última etapa de su amor: han pasado diez años desde que la joven lo ha
abandonado. La acción se inicia aquí: es el tiempo presente de la
novela. En Pasado amor la historia se repite: un
hombre maduro regresa a un lugar luego de años de ausencia y se enamora
de una jovencita a la que había amado siendo niña.
Conociendo la historia personal de Quiroga, se evidencian las
características autobiograficas de ambas novelas: hasta el nombre
de la protagonista de Historia de un amor turbio es
Eglé (así se llamaba la hija de Quiroga, de una de cuyas
compañeritas seenamoró el escritor y que llegaría a ser su
segunda esposa). Los avatares eróticos de Quiroga con muchachas muy
jóvenes pueblan el drama de estas dos novelas, con especial
hincapié en la oposición de sus padres, rechazo que Quiroga
había aceptado como parte integrante de su vida y con el que debió
lidiar siempre.
Dejando a un lado el teatro de Quiroga, poco difundido
y al que los críticos siempre han llamado «un error», lo
mas trascendente de su obra son los cuentos cortos, género en que
el autor alcanza la madurez, impulsando en el mismo sentido a toda la narrativa
latinoamericana. Es Horacio Quiroga el primero que se
preocupa por los aspectos técnicos de la narrativa breve, puliendo
incansablemente su estilo (para lo cual vuelve y rebusca siempre sobre los
mismos temas) hasta alcanzar la casi perfección formal de sus
últimas obras.
Claramente influido por Rubén Darío y los modernistas, poco a
poco el modernismo del oriental comienza a volverse decadente, describiendo a
la naturaleza con minuciosa precisión pero dejando en claro que la
relación de ella con el hombre siempre representa un conflicto.
Extravíos, lesiones, miseria, fracasos, hambre, muerte, ataques de
animales, todo en Quiroga plantea el enfrentamiento entre naturaleza y hombre tal como
lo hacían los griegos entre Hombre y Destino. La naturaleza hostil, por
supuesto, casi siempre vence en la narrativa quiroguiana.
La morbosa obsesión de Quiroga por el tormento y la muerte es aceptada
mucho mas facilmente por los personajes que porel lector: la
técnica narrativa del autor presenta protagonistas
acostumbrados al riesgo y al peligro, que juegan según reglas claras y
específicas. Saben que no deben cometer errores porque la selva no
perdona, y, al caer, lo hacen con algo de «espíritu
deportivo» y suelen morir, dejando al lector ansioso y angustiado.
La naturaleza es ciega pero justa; los ataques sobre el campesino o el pescador
(un enjambre de abejas enfurecidas, un yacaré, un parasito
hematófago, una serpiente, la crecida, lo que fuese) son simplemente
lances de un juego espantoso en el que el hombre intenta arrancar a la
naturaleza unos bienes o recursos (como intentó Quiroga en la vida real)
que ella se niega en redondo a soltar; una lucha desigual que suele terminar
con la derrota humana, la demencia, las muertes o, simplemente, con la
desilusión.
Hipersensible y excitable, dado a amores imposibles, frustrado en sus empresas
comerciales pero aun así emocional y sumamente creativo, Quiroga
abrevó en su propia vida tragica y en la naturaleza a la que
estudió y padeció, con su férrea voluntad de trabajador y
su sutil mirada de minucioso observador para construir una obra narrativa a la
que la mayor parte de los críticos consideraron (y aún
consideran) «poéticamente autobiografica». Tal vez en
este «realismo interno» u «organico» de las piezas
de Quiroga resida el irresistible encanto que aún hoy ejercen sobre los
lectores, que, sin darse cuenta, descubren en sus paginas la verdadera
naturaleza del escritor que, tal vezcomo muy pocos en la literatura
latinoamericana, fue capaz de susurrar sus propias palabras al oído,
aunque a veces el murmullo se transforme en un grito desesperado.
Libros
Cronología bibliografica de publicaciones en vida del autor:7
Diario de viaje a París (Testimonio y observaciones, Ed. Paginas
de Espuma, Montevideo, 1900)
Los arrecifes de coral (Prosa y verso, El Siglo Ilustrado, Montevideo, 1901)
El crimen del otro (Cuentos, Ed. Emilio Spinelli, Buenos Aires, 1904)
Los perseguidos (Relato, Ed. Arnaldo Moen y Hno., Buenos Aires, 1905)
Historia de un amor turbio (Novela, Ed. Arnaldo Moen y Hno., Buenos Aires,
1908)
Cuentos de amor de locura y de muerte (Cuentos, Soc. Coop. Editorial Ltda.,
Buenos Aires, 1917)
Cuentos de la selva (Cuentos infantiles, Soc. Coop. Editorial Ltda., Buenos
Aires, 1918)
El salvaje (Cuentos, Soc. Coop. Editorial Ltda., Buenos Aires, 1920)
Las sacrificadas (Cuentos escénicos en cuatro actos, Soc. Coop.
Editorial Ltda., Buenos Aires, 1920)
Anaconda (Cuentos, Agencia Gral. de Librería y Publicaciones, Buenos
Aires, 1921)
El desierto (Cuentos, Ed. Babel, Buenos Aires, 1924)
La gallina degollada y otros cuentos (Recopilación de cuentos, Ed.
Babel, Buenos Aires, 1925)
Los desterrados (Cuentos, Ed. Babel, Buenos Aires, 1926)
Pasado amor (Novela, Ed. Babel, Buenos Aires, 1929)
Suelo natal (Cuentos, Ed. Crespillo, Buenos Aires, 1931)
Mas alla (Cuentos, Soc. Amigos del Libro Rioplatense, BuenosAires
- Montevideo, 1935)
Véase también
Modernismo
Realismo
Materialismo
Bibliografía
Barsky, Julian, Horacio Quiroga y el cine, Todo es Historia, Buenos
Aires, 2006.
Franco, Jean (ed.), Historia de la Literatura Hispanoamericana, Ariel, Barcelona, 1993 (9ª ed.) ISBN 84-344-8315-7
Fleming, Leonor, prólogo a Horacio Quiroga, Cuentos, Catedra,
Madrid, 1994, ISBN 84-376-0959-3
Lafforgue, J., intr. crítica a Horacio Quiroga, Los desterrados y otros
textos, Castalia, Madrid, 1990.
Referencias
Influencias recibidas por Horacio Quiroga
El «salvaje Horacio Quiroga», biografía
Horacio Quiroga: cita con la fatalidad Diario Clarín
«Horacio Quiroga - El Consistorio del Gay Saber y primeros libros».
18 de noviembre de 2009. Consultado
el 20 de junio de 2011.
Galvez, Manuel (1944). Amigos y maestros de mi
juventud. Buenos Aires:
Editorial Guillermo Kraft. «Le puso por título Cuentos de amor de
locura y de muerte, y no quiso que se pusiera coma alguna entre esas palabras.»
Una vida de amor, locura y muerte: Horacio Quiroga
Walter Rela (1972). Horacio Quiroga: Repertorio bibliografico anotado.
Casa Pardo S.A.C., Buenos Aires.
Enlaces externos
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Serie Siluetas Americanas, artículo sobre Horacio Quiroga, El
undécimo mandamiento, en el Ce