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Agustín de la Rosa - Banda Oriental a fines del siglo XVIII



Panorama de la Banda Oriental a fines del siglo XVIII y principios del XIX

El desarrollo de las actividades económicas en el Río de la Plata durante el siglo XVIII reveló a las autoridades metropolitanas la importancia de estos territorios, despertando el interés por una tierra antes poco considerada.
Poco a poco la Corte comenzó a tener noticias de los problemas de la región.
El “problema del arreglo de los campos” como ha sido denominado por nuestra historiografía, supo ser un verdadero dolor de cabeza tanto para autoridades residentes en la Banda Oriental, como para la propia corona española hacia fines del siglo XVIII y principios del XIX. Tampoco escapó de las pretensiones de Purificación en su intento por fomentar la campaña y ofrecer mayor seguridad a sus hacendados.




Diversos son los factores que nos permiten esbozar un diagnóstico sobre la campaña oriental en el período de tiempo señalado.
La tenencia de la tierra estaba sellada por el latifundio y, acompañando a esta forma de propiedad, la explotación extensiva de la misma, lo que alimentaba la empírica costumbre de que cuanta mas tierra se poseía mas cabezas de ganado entraban en la misma. Esta practica encuentra su lógica en los hechos dada la inexistencia de límites precisos entre los campos y la completa ausencia de marcas en el ganado, lo que provocaba el robo sistematico de este animal por los mas diversos estratos de la sociedad colonial.
El ausentismo en el medio rural era otro factor facilitador del abigeato. Lamayoría de los propietarios con título no vivían en sus estancias, por un lado, porque la inseguridad de la campaña (entre otras factores por los indómitos charrúas y minuanes) no daba tregua, y por otro, porque en general (con mayor énfasis luego de la Pragmatica de Libre Comercio de 1778) también se dedicaban a las actividades mercantiles que Montevideo ofrecía por su condición de Puerto Mayor y “menos malo” del Río de la Plata.
La antedicha situación traía aparejado otro problema, quizas, de mayor envergadura que el anterior: las diferentes formas de ocupación de la tierra.
Podemos encontrar tres tipos de pobladores de la campaña oriental, situando en primer lugar al propietario con título quién había logrado hacerse de su campo por compra o por merced. En segundo lugar debemos ubicar al denunciante, que, como indica la palabra, había realizado la denuncia del campo pero no había enfrentado el resto de los engorrosos tramites que le permitían obtener el título de su propiedad, mas, sin perjuicio de esto, usufructuaba la tierra como si fuese el dueño de la misma. Y en tercer lugar no debemos olvidar al simple poseedor, poblador que sin la realización de tramite alguno ocupaba una tierra y la trabajaba para su provecho descuidando si la propiedad pertenecía o no a algún particular.


Estas formas de tenencia de la tierra contribuían aún mas a desordenar el ya desprolijo escenario de las praderas orientales.
La superposición de propietarios y propiedades sumado a la ya citada imprecisiónentre los límites de las posesiones enlentecían el progreso de la campaña, no pudiendo hacerse efectiva, entre otras cosas, la fundación oficial de algunos poblados, así como también, pequeñas poblaciones que se había erigido irregularmente, producto de la necesidad, se veían en la obligación de abandonar su predio, expulsados por el derecho legal que algún terrateniente aducía tener sobre esos parajes.
Según documentos de la época, el problema mayor radicaba en los latifundistas, quienes en su afan por atraer el ganado cimarrón que vagaba libremente por las praderas, evitaban todo intento de colonización en el medio rural.
Sobre el ganado es preciso destacar que por su condición de alzado necesitaba, para poder sobrevivir, dos hectareas por cada ejemplar vacuno, entendiéndose de este modo, la necesidad de grandes extensiones de tierra para su maxima explotación. Aquerenciar el ganado a la tierra sujetandolo a rodeo no era practica común en la época, pues no compatibilizaba con el ausentismo anteriormente descrito.
Tampoco la marca del ganado era practica generalizada, pese a las exhortaciones que las autoridades cada tanto impelían. El pasaje de los vacunos de un campo a otro era inevitable fomentandose de esta manera su condición de salvaje en lugar de eliminarla. Los grandes potreros naturales que a veces llegaban a albergar a mas de cinco mil cabezas, oficiaban de teatro para las vaquerías, en cuyo seno se mataban indiscriminadamente novillos y hembras, descuidando así la perpetuidadde la mayor riqueza de estos lares.


Los perros cimarrones también contribuyeron con el desalentador diagnóstico: cuando la carne vacuna dejada por los matreros una vez quitado el cuero escaseaba, no dudaban las jaurías en atacar novillos e incluso hombres que encontraran a su paso en el afan de saciar su hambre.
Otro problema que no debemos olvidar, quizas uno de los mas importantes en el tema que nos convoca es el relativo al contrabando. La falta de poblaciones fronterizas estables a partir de 1767 y la ineficacia del ejército español para combatir a los habiles baqueanos que hacían de aquella practica su profesión, facilitó sensiblemente la penetración portuguesa. El doble contrabando de la frontera terrestre aparte del que se producía por los puertos, era contrario a la política borbónica tendiente a asegurar el usufructo colonial, a la vez que le permitía a Portugal competir con ventaja en Europa en el comercio de cueros.
Los conflictos entre los ganaderos de Montevideo y los grupos interesados en reservar a las Misiones las extensas areas de la Banda Oriental, sumada a la oposición de los pequeños poseedores a los grandes denunciantes y las inmensas concesiones de tierras llegaron al Rey.
Era imperioso asegurar el monopolio del mercado y de las materias primas coloniales al a vez que era necesario evitar la evasión de numerario y metales consecuencia del contrabando.
Evidenciados estos problemas, la Corona procuraría dar solución a los grandes conflictos que enfrentaban aimportantes fuerzas de la colonia.
Las grandes concesiones de tierras era un punto de inquietud puesto que en España muchos documentos denunciaban los males del latifundio y de todo tipo de supervivencia feudal.
Sin embargo la preservación del monopolio de explotación de las indias fracasó, especialmente durante las guerras de fines del siglo XVIII y comienzos del siglo XIX por la impotencia demostrada de España frente a Inglaterra. A su vez el contrabando siguió siendo una necesaria forma de vinculación con el mercado mundial para la población americana.
Pese a los reiterados esfuerzos por encontrar una solución canalizados a través de numerosos “planes” el reformismo español no abordó con éxito la cuestión referida a la tenencia de la tierra, si bien hubo buenos críticos de la situación imperante en estas tierras, las proposiciones realizadas fueron limitadas y no atacaron el problema de fondo, el latifundio.
A partir de 1748, durante el virreinato del Marques de Loreto, se comenzó a tramitar el “arreglo de los campos”, así se le llamó en la época a un posible plan general sobre las cuestiones de la tierra, policía de campaña, persecución del contrabando y seguridad de la frontera entre otros.
Con el correr del tiempo bajo los sucesivos gobiernos de Arredondo, Melo de Portugal y Olaguer y Feliú, si bien se abordaron problemas relativos a la persecución del contrabando, la protección de la frontera y alguna fundación en zonas limítrofes, el latifundio siguió indemne transformandose en herenciadel Estado Oriental nacido en 1830.










Agustín de la Rosa y la campaña oriental

Durante el gobierno de Pedro Melo de Portugal se fundó Melo, transformandose en el intento de colonización mas importante de fines del siglo XVIII.
La fundación de Melo fue precedida por un informe realizado por el Comandante de la Guardia de Cerro Largo, Agustín de la Rosa el 4 de mayo de 1795.
Agustín de la Rosa, conocedor de los problemas de la Banda Oriental destaca que únicamente la fundación de poblaciones permitira la custodia efectiva de la frontera, como un medio para erradicar a los contrabandistas y facinerosos y para reducir los ganados a rodeo. Plantea que las tierras debían repartirse en suertes de estancia, admitiendo la población de las mismas, no sólo por gente honrada, sino también por “gente vaga y perdida yavandonada que biven del robo yel contrabando de aquellos”1.
Considera, siguiendo la tesis de Cipriano de Melo que los culpables de la situación de la campaña no son los changadores sino los latifundistas.
Manuel Cipriano de Melo en informes realizados para el Virrey Arredondo una vez que éste asume el virreinato, aporta datos sobre el volumen del contrabando y sobre la situación general de la campaña. En dicho informe acusa al latifundio y a los que se benefician con las matanzas clandestinas de los changadores de la situación lamentable en que éstos viven. Cree necesario que se cierren las fronteras para erradicar el contrabando y adoptar medidas pararegularizar la situación de las estancias, a la vez que plantea que los gauchos, convertidos en peones proporcionaran la mano de obra necesaria.
Teniendo en cuenta estos aportes, Agustín de la Rosa explica que la gente sin tierras no puede trabajar en las estancias, porque las poseen los ricos y las trabajan por medio de esclavos, generando una masa de hombres que obligados por la necesidad se dedican al robo y al contrabando. Sugiere que se les debe indultar e incorporar al reparto de tierras “ aproporción de la calidad y circunstancias de cada uno…”2.
Postula esto como un medio necesario para reducirlos a la condición de pobladores convirtiéndolos así en vasallos útiles, no recomienda únicamente una asimilación pacífica de los gauchos sino que propone realizar incursiones militares para que la gente suelta se pueble regularmente.
Una vez establecidos en cada villa, estos vecinos serían influidos por el ejemplo de gentes honradas allí establecidas.
En su labor como Guardia de Melo el Capitan Agustín de la Rosa pudo apreciar las atrocidades y temores sufridos en la Banda Oriental.
Fue informado por Lorenzo Figueredo de que “el 28 de noviembre de 1795 un grupo de ocho asaltantes provistos de armas de chispa sorprendió la pulpería de abasto que Tomas Sastre tenía instalada al sur del Yí en el paso de Polanco. Según la versión de
un vecino, 'con poco temor de Dios, y menosprecio de la real justicia mataron impunemente a un pobre viejo llamado Josef de nación catalana al que le dieron seisheridas, todas de muerte, las cinco de arma blanca y una de bala: y chumbearon a otro pasajero que se había quedado a dormir allí'. Los asaltantes que no ganaron el monte, tomaron la guitarra y se pusieron a beber y a bailar. Pocos días después, a estar a la misma información, 'tres malévolos se llevaron la hija del viejo Fernando Correntino, la Isidora de lo de Balta, en la costa de Thomas Cuadra'. El cronista de estos hechos, Lorenzo Figueredo, al ponerlos en conocimiento de D. Agustín de la Rosa agregaba: 'Es un dolor ver cómo se retiran las familias para Montevideo, abandonando sus cosos, trigos y haciendas, de temor de los crueles ladrones y los que quedan trasponen sus trastos en el campo y ellos se quedan a dormir a la inclemencia.3'


De la Rosa considera necesario renunciar a los procedimientos ordinarios para la concesión de tierras, pues estos habilitan a obtener tierras únicamente a los acaudalados, “avasallando y precisando alos pobres o aque los sirvan por el triste interés de un conchavo oaque palomas común se abandonden al robo yal contravando dende hallan fimres apoyos para subsistir…”4.
Reitera las ventajas de orden fiscal en una campaña bien poblada, recomendando se obligue a los propietarios a poblar sus tierras con rodeos y a cultivarlas, o perderlas en caso contrario. Propone a su vez que quienes poseen tierras sin título debe reducírseles a la misma extensión que se concede a los pobladores.

Se destaca en el informe de De la Rosa la innovación de considerar a losgauchos como posibles colonos.
Como resultado de su gestión el 16 de octubre de 1795 el Virrey dispone la fundación de Melo confiandole la ejecución de la misma.
De acuerdo a las bases propuestas por el Virrey se concedió a los pobladores solar, chacra y estancia, de extensión moderada, a la vez que se repartieron a los colonos los ganados para poblar sus campos.
Los repartos de tierras fueron realizados por De la Rosa y por sus sucesores en la Comandancia en los años siguientes.
Las estancias se extendieron a lo largo de los Conventos, el Chuy, el Tacuarí, el Arroyo Malo, el Yaguarón, hacia el Río Negro, por la Sierra de Acegua y por el oeste hasta Cuchilla Grande.
Mas alla del Tacuarí penetraron en tierras despobladas que anteriormente había denunciado Bruno Muñoz y que sus sucesores pleiteaban con los Viana Achucarro. Los Viana Achucarro dueños de la fracción lindera con el vecindario de Melo procuraron el desalojo de los hacendados que los Comandantes habían poblado en esas tierras.
Algunos denunciantes frustrados en sus propósitos por las autoridades virreinales se dirigieron a la Corona, la cual en 1798 ordenó “que no se demoren los asuntos de denuncias de tierras por lo mucho que interesa al Estado la propiedad individual y el que los terrenos se cultiben”5.
Las autoridades que no ignoraban las cuestiones en disputa planteaban “bien que estos no deberan tener demasiada extensión por ser antipolítico que se conceda a uno lo que debe ser distribuido entre muchos”6.


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