Expansión
y crisis en la Europa Moderna (c.1450-c.1650)
2. Índice
4.1. Introducción. Todos los mundos, el Mundo
4.2. Guerra, Estado y capitalismo.
4.3. Armas y gérmenes en América (y África)
4.4. Asia y Europa en la expansión del
siglo XVI.
4.5. La crisis del
siglo XVII y la divergencia europea.
4.6. El crecimiento del
comercio de Ultramar.
4.7. La transición al capitalismo.
4. Contenidos del tema
4.1. Introducción. Todos los mundos, el Mundo
sCuándo acaba la Edad Media y empieza la Edad Moderna? Por convención suele
fecharse en 1453 con la conquista de Constantinopla por los otomanos, y con
ella el fin del Imperio Bizantino, sucesor del Imperio Romano.
Otros historiadores, sin embargo, prefieren situar esa cesura en el primer
viaje de Colón en 1492. Con todo, no parece que ese corte Edad Media-Edad
Moderna tenga mucho sentido fuera de Europa, e incluso aquí tampoco está tan
claro. No hay grandes saltos en energía disponible, no se descubren nuevos
convertidores, ni grandes innovaciones tecnológicas, la población crece apenas
al ritmo habitual de las economías preindustriales.
Sin embargo, la economía mundial comienza a sufrir una importante
transformación y Europa ascenderá al papel protagonista. Un vistazo a los mapas
que concibió el gran historiador francés Fernand Braudel (mapa 4.1) permite
hacerse idea de cómo había cambiado el mundo en los dos siglos y medio que van
de 1500 a 1750. La Europa feudal era apenas era un apéndice lejano y mal
conectado de los grandes ejes del
comercioasiático (mapa 3.8). Hacia 1500, sin embargo, Europa ya se había
embarcado, de la mano de los navegantes de la península Ibérica, en rutas de
largo recorrido y en el Mediterráneo los italianos (venecianos y genoveses,
sobre todo) afianzaban su presencia frente al poder emergente de los otomanos.
Hacia 1750 la situación era del
todo distinta. No sólo se había multiplicado el volumen de los tráficos hasta
constituir una red comercial que alcanzaba las economías de los cinco
continentes -aunque aún no las integraba, faltaba mucho para eso. Sobre todo,
había cambiado el papel de Europa, que había dejado de ser una región
periférica para colocarse en el centro de los
flujos, convertida en el gran nodo del
comercio mundial.
El mapa de Braudel presenta sin embargo dos carencias. En primer lugar, no
recoge los tráficos internos -por tierra o cabotaje- en el seno de cada uno de
los continentes. Tanto en Europa como en Asia, estos se habían hecho más densos y regulares. Pero
sobre todo, el mapa ignora qué circulaba, de dónde y hacia dónde, y cuál era la
dirección del
dinero. En este sentido el mapa 4.2. nos ofrece una visión más completa.
Básicamente, Europa actuaba como intermediaria
en unos casos, y como
explotadora en otros. Siempre por la misma razón: apenas producía nada que
demandaran otros continentes. De América venía la plata, extraída de las minas de las
posesiones españolas gracias al trabajo forzado de los indígenas. Llegaba a
Europa a través de Sevilla -la parte legal- o directamente a Ámsterdam -lo que
los piratas y comerciantes ingleses u holandeses lograban captar, que era
mucho.También, ya en 1750, arribaban a los puertos europeos cantidades
crecientes de productos coloniales: azúcar y ron de las Antillas, algodón y
tabaco de Estados Unidos, cacao de Suramérica, pieles de Canadá, etc. Como la obtención de
muchos de estos productos requería abundante mano de obra, y dado que la
población indígena de América había sido diezmada tras la conquista, el trabajo
lo ponían centenares de miles de esclavos africanos. Estos eran enviados en
condiciones inhumanas por traficantes europeos, que los obtenían en África a
cambio de productos metálicos, armas, tejidos asiáticos reexportados o sal.
Estos tráficos conforman lo que se llamó comercio triangular del océano Atlántico.
De Oriente, la fábrica del
mundo por entonces, llegaban a Europa grandes cantidades de textiles -seda y
algodón, sobre todo-, especias, té y café, salitre, loza (la famosa porcelana
china), etc. Estas mercancías gozaban de gran aceptación en Europa, pero además
resultaban bastante baratas para los europeos si las pagaban en plata, de modo
que el déficit comercial se saldaba en dinero. Cerca del 75 por 100 de toda la
plata americana acabó en Asia, necesitada de volúmenes cada vez mayores para
alimentar un sistema monetario que crecía al ritmo que lo hacían la agricultura
y la industria.
sPor qué fluye la plata hacia Asia?
El hecho de que la plata de las minas americanas
acabara en buena parte llegando a Asia exige
una explicación. El comercio asiático seguía siendo deficitario para los
europeos, pero también muy lucrativo. Y los déficits se saldaban en plata. sPor
qué?
Se ha aducido a menudo quelos asiáticos tenían una tendencia a atesorar la plata (tenían
preferencia por la liquidez, en términos económicos actuales). Sin embargo,
ésta no era menor en Europa, como
en todo sistema monetario de base metálica. También se argumenta que poco de lo
que Europa producía interesaba a chinos e indios, más avanzados en
manufacturas, con una tradición alimentaria basada en el arroz y con un clima
cálido que reducía la demanda de prendas de lana. Pero lo mismo podría
argumentarse para la penetración de los tejidos asiáticos de algodón en Europa.
K.N. Chaudhuri cree que la respuesta está en los distintos niveles de precios
relativos del oro y la plata en Europa y Asia. Ambos continentes
tenían sistemas monetarios bimetálicos (basados en oro y plata), pero las
cantidades existentes (stocks) de cada uno eran muy diferentes. En Asia el oro
era mucho más abundante (lo que hacía que la
plata fuera más cara en relación a él), mientras que
en Europa, tras el descubrimiento de las minas americanas, ocurría lo
contrario. En consecuencia, la plata
fluía allí donde obtenía una mejor remuneración, abandonando Europa donde su
precio relativo era más bajo. De ahí que las manufacturas europeas resultaran
caras para los asiáticos, pero no a la inversa.
Con el tiempo los flujos de plata deberían haber tendido a equilibrar los
stocks, reduciendo el diferencial oro-plata. Esto no ocurrió, según Chaudhuri,
debido a que el tamaño de las economías asiáticas era muy superior a las de
Europa, por lo que los efectos de los flujos de metal no lograron nunca
equilibrar los niveles de precios, ni siquiera trastres siglos de intercambios,
a fines del XVIII.
Así pues, la región más avanzada del mundo,
hacia donde fluía el dinero, la “locomotora” económica en terminología actual,
era Asia. Allí vivía la mayoría de la
población mundial, allí donde se hallaban las mayores ciudades (Estambul o
Pekín, las más populosas, 700.000 habitantes, seguidas por los 500.000 de
Calcuta o los 450.000 de El Cairo frente a los 125.000 de Roma, la mayor ciudad
europea), y allí se concentraba la producción (hasta el 80% del PIB mundial en
1775, según estimaciones retrospectivas).
A pesar de la potencia de Asia, Europa había
conseguido mejorar su situación sustancialmente. No sólo su población crecía a
un ritmo sostenido, sino que había conseguido drenar riquezas inmensas de
América y África. Asimismo, había adquirido el protagonismo en el comercio
mundial: eran las naves europeas las que llegaban a los puertos asiáticos, no
al revés. Y como fruto de esos flujos, la
población europea estaba accediendo masivamente al consumo de nuevos bienes
-tejidos de algodón y té indios, sedas y loza chinas, cacao, azúcar, tabaco y
ron de América-, lo que alimentaba el deseo de mayor cantidad y variedad de
estos bienes (una auténtica revolución del
consumo). Se creaban así los incentivos para trabajar más y mejor. Era lo que
se ha venido a llamar 'revolución industriosa” que precedió a la
'industrial”. Sólo de este modo los europeos podían costearse esos
'lujos” recién adquiridos. De una parte de esta evolución, la que
corresponde al siglo XVIII, se tratará en el tema siguiente. Pero ahora toca
preguntarse cómo empezótodo.
sCómo pudo Europa ascender en el mundo de la edad moderna? La respuesta no está
en el cambio tecnológico, al menos no en macroinventos. La Europa moderna no
inventó ningún convertidor que permitiera explotar nuevas fuentes de energía:
seguía siendo una economía orgánica, en terminología de Wrigley, aunque hubo un
ligero aumento del uso de carbón mineral como combustible, algunas
mejoras en los molinos de viento, y otras muy destacadas en la navegación.
Asimismo hubo innovaciones agrarias de importancia (nuevos sistemas de rotación
de cultivos, más complejos y productivos), pero no revolucionarias. También
hubo inventos importantes en la industria, entre los que habría que destacar la
imprenta de tipos móviles de Gutenberg (1455). Con todo, cuando los
historiadores económicos buscan en la tecnología las causas del crecimiento económico de Europa en esta
época tienen que reconocer que no están ahí.
sEntonces? En realidad, sí se produjeron innovaciones, aunque las principales
tenían poco que ver con el cambio tecnológico. Para
lo que Europa se mostró particularmente dotada fue para la guerra y la
conquista. En esencia, las innovaciones que alteraron la vida europea fueron:
a) innovaciones tecnológicas en la navegación y el armamento (que explican el
protagonismo de la conquista y el comercio).
b) ligadas a los anteriores, apertura de nuevos mercados y acceso a materias
primas (a través del
poder militar, no de la competitividad productiva).
c) cambios institucionales sustanciales, no siempre fáciles de concretar,
centrados en empresas de nuevo tipo (compañías comerciales poracciones),
ejércitos de nuevo tipo (armadas de las compañías privilegiadas y la piratería)
y, sobre todo, la difusión de la propiedad privada y los mercados que son
requisitos del capitalismo. Ligado a éste, el ascenso de un nuevo tipo de
Estado constituye quizá la mayor innovación europea del periodo.
4.2. Guerra, Estado y capitalismo
Lo que hizo posible la expansión europea por el mundo, y le permitió hacerse un
hueco en la economía mundial fue su capacidad para la guerra. Por supuesto,
también los imperios asiáticos y americanos demostraron una eficacia militar
sobrada y un largo historial de conflictos. Pero los europeos hacían la guerra
de un modo distinto, que les permitía extender su dominio sin implicar a
enormes ejércitos de tierra (infantería o caballería) que habían dominado el
'arte” de la guerra desde la Antigüedad (y aún lo hacían en Asia). Enviaban pequeñas expediciones bien armadas
transportadas en navíos muy marineros y artillados. Cañones y velas serían la
clave. En el siglo y pico que transcurrió entre la caída de Constantinopla a
manos de los turcos (1453) y la victoria de la Liga Santa sobre éstos en
Lepanto (1571), una batalla dominada aún por las galeras a remo, los europeos
habían dado un salto de gigante en capacidad militar. En palabras de David
Landes 'Europa podía imponer ahora su presencia en cualquier parte de la
superficie del
globo que se encontrara al alcance de un cañón naval” [Landes (1999:95)].
sDe dónde viene esa capacidad para la guerra? En parte de innovaciones
técnicas, como
ya hemos dicho en la navegación y el armamento. Ya desde la EdadMedia, la
brújula (c. 1100) que permitía determinar el rumbo, sumada al astrolabio
(conocido desde la antigüedad) permitían superar la navegación de cabotaje.
Pero la tracción de las grandes naves seguía siendo fundamentalmente a remo (como en China),
inadecuada para los grandes trayectos oceánicos. Para estos, a partir del siglo XIII, la confluencia de los métodos de
navegación del norte de Europa con la del
Mediterráneo dio lugar a nuevos tipos de naves, como la carraca, la coca o la carabela, que
combinaban timones de codaste (en popa), varios mástiles con velas cuadradas o
latinas y cascos redondos, de mayor capacidad de carga. A ello se sumaron los
desarrollos del armamento: el uso del acero en espadas, picas, y corazas, y especialmente
la construcción de cañones en bronce o hierro, cada vez más ligeros, que
empezaron a montarse en las naves a partir del siglo XIV. Fueron los avances en la
guerra naval los que marcan la diferencia entre la Europa medieval -incapaz de
resistir las sucesivas embestidas de los pueblos nómadas de las estepas- y la
Europa moderna, capaz de viajar por el globo e imponerse como intermediario
comercial en Asia y como conquistadora en América.
Pero spor qué Europa se especializó en la guerra? Una parte de la clave estaba
en el tamaño de las unidades políticas. Los imperios asiáticos tenían capacidad
militar sobrada, lo que les permitió pacificar gran parte de sus dominios
durante largos periodos de tiempo, sin resultar demasiado gravosos (en términos
de tributos o destrucción) para sus súbditos. De este modo, generaron
incentivos para el crecimientode la producción y la productividad. Pero
precisamente por su éxito en territorios extensos, carecían de incentivos para
ampliar sus dominios por mar (o en todo caso, renunciaron a hacerlo). En la
Europa medieval, en cambio, los reinos feudales estaban demasiado fragmentados
y eran demasiado pequeños, por lo que la forma de prosperar era guerrear para
aumentar sus recursos. Y en ese contexto surgieron unidades políticas más
grandes con claras ventajas comparativas: los Estados.
Europa partía hacia finales de la Edad Media de una extrema fragmentación
política característica del
feudalismo. Existían ventajas evidentes para aquellas unidades políticas que
crecieran más deprisa; de ahí la reducción de su número. De las 1.000 unidades
políticas existentes en el siglo XIV se pasó a unas 500 en el XVII (y sólo 25
hacia 1900). Con la posible excepción de Rusia (a caballo entre Europa y Asia)
ninguna de ellas era un verdadero imperio territorial, ya que la existencia de
las demás limitaba la posibilidad a la hegemonía de una sola. De este modo, los
Estados modernos europeos (grandes y pequeños) se orientaron hacia la guerra y
eso generó incentivos tanto para fomentar el crecimiento económico (que
significaría más hombres y más impuestos) como
para ampliar su dominio fuera del
continente (de nuevo más recursos). Los Estados europeos pasaron desde mediados
del siglo XV
a controlar territorios cada vez más amplios; a menudo, pero no siempre,
unificados bajo una misma lengua y una sola religión. Esos Estados se dotaron
de burocracias permanentes, ejércitos potentes, sistemas fiscales capaces,y
leyes escritas que proporcionaban 'reglas de juego” estables para los
agentes; y muy especialmente para la actividad económica. Con estas herramientas,
los Estados se convirtieron en fieros competidores hacia fuera (con otros
Estados), y también hacia dentro frente a poderes como los de la nobleza y el clero. Según
algunos autores, también fueron motores del
crecimiento económico.
sDe dónde salieron estos Estados? Tenemos básicamente dos interpretaciones
distintas de cómo ocurrió.
Para Marx y los historiadores marxistas, la crisis del feudalismo en el siglo
XIV, incluida la mortandad de la Peste Negra, reforzó el poder de negociación
de los campesinos. Esa libertad no se ganó en los mercados, sino que fue fruto
principalmente de una serie de revueltas extendidas por toda Europa, guerras
campesinas contra los señores feudales. Se movilizaron auténticos ejércitos con
líderes y reivindicaciones propias; fundamentalmente la abolición de la
servidumbre, el fin de los monopolios señoriales, y la moderación de los
tributos. Para enfrentarse a estas revueltas, los nobles debieron reforzar su
poder, y lo hicieron delegando una parte creciente del mismo en príncipes y monarcas. De este
modo, los reyes medievales (simplemente uno más entre los nobles, un primus
inter pares) se convirtieron en gobernantes más poderosos. Las ciudades,
elementos dinámicos de la sociedad medieval, inicialmente dudaron a qué bando sumarse;
pero al final se adhirieron a la monarquía, obteniendo en muchos casos
contrapartidas políticas en forma de instituciones parlamentarias y leyes
favorables a sus interesescomerciales y fabriles. El resultado de estas luchas
no fue en todas partes el mismo; por ejemplo, en Europa del Este la servidumbre
perviviría hasta la segunda mitad del
siglo XIX. Pero en Europa occidental mejoraron las condiciones de los
campesinos, se recortó el poder la nobleza, y se dio paso al Estado moderno.
La explicación institucionalista se asocia al nombre de Douglass North. En su
opinión, los Estados proporcionaban un marco institucional estable, con leyes y
tribunales que respaldaban los derechos de propiedad y la seguridad de los
contratos. Los Estados desempeñaban estas funciones más eficazmente que los
señores feudales: al controlar territorios mayores obtenían economías de
escala, y al acumular más poder les resultaba más fácil obligar a todos los
beneficiarios a pagar, vía impuestos, su parte del coste de estos servicios. De
este modo, los Estados se reforzaban sobre todo como
resultado de su eficiencia para gestionar la economía y reducir los costes de
transacción (aquellos derivados del
establecimiento de una relación económica entre dos agentes, como
la búsqueda de información, la negociación del precio, la distribución de la mercancía,
las garantías legales etc.). De entre todos los Estados, afirma North, los
más eficaces fueron aquellos que desarrollaron instituciones parlamentarias que
limitaban el poder de los monarcas, especialmente en materia fiscal. Esto
explicaría la supremacía de Holanda, primero, y de Inglaterra tras la
revolución de 1688. Eric Jones llevó más lejos el argumento de North, señalando
que la competencia entre Estados, análoga a la delos agentes económicos, les
empujó a generar y captar recursos, lo que llevó a mejorar los servicios que
prestaban: especialmente la prevención de catástrofes, el reforzamiento de los
sistemas legales, y la mejora de las comunicaciones y de la eficiencia de los mercados.
De este modo, el crecimiento de los Estados se convirtió en uno de los pilares del milagro europeo, la hegemonía del continente en el mundo.
En todo caso, las dos corrientes subrayan la
conexión entre el ascenso de este nuevo tipo de Estado y el avance del capitalismo. Y la
base de todo, como
dijimos, era la guerra. El Xv, el XVI y el xVlI fueron tres siglos de guerras
casi continuas entre unidades políticas relativamente pequeñas y pobres
comparadas con los imperios asiáticos. De la mano de la guerra, el capitalismo,
que había comenzado a surgir en las ciudades medievales, comenzó a ganar
posiciones en algunos de estos nuevos Estados. sCuáles fueron las grandes
líneas de esta evolución? El nervio de la guerra era el dinero: y la guerra en
la Europa de los siglos XV y XVI resultaba cada vez más cara, tanto en tierra
(fortificaciones que resistían la artillería, cañones capaces de derribar las
fortificaciones, arcabuces, etc.) como en el mar (muchos navíos, cada vez más
artillados: en Lepanto participaron unas 200 galeras cristianas, con 1.300
cañones, casi el doble que los otomanos, con un número parecido de naves). Por
tierra y mar, soldados, muchos soldados (tabla 4.2), la gran mayoría
mercenarios. En estas condiciones, la única forma de hacer la guerra era
disponer de cantidades ingentes de dinero.
sY loscambios culturales?
Diversos autores han defendido que los cambios que consagraron la superioridad
de los europeos en el mundo no son de naturaleza política, tecnológica,
económica o militar. Lo que explica el 'ascenso de Occidente” son cambios
culturales (ideológicos, religiosos, de actitud ante la ciencia, etc.).
David Landes es quizá el historiador económico contemporáneo que con más
argumentos y convicción ha defendido esta tesis. En La pobreza y riqueza de las
naciones, Landes sostiene (capítulo XV) que, partiendo de ciertas ventajas
iniciales (climas templados, evolución intelectual y política), lo que
contribuyó al ascenso de Europa fue:
1.La autonomía de la actividad intelectual (desligada de la religión).
2.La aceptación del método científico como vía de conocimiento.
3.La rutinización de la investigación y su difusión.
Estos valores prosperaron inicialmente en los países protestantes, donde la
crítica individual de las enseñanzas de la religión, la necesidad de justificar
racionalmente la fe y la tolerancia religiosa (en ausencia de instituciones
represoras como
la Inquisición) facilitaron su difusión.
Los argumentos de Landes enlazan con las tesis de Max Weber en su clásico La
ética protestante y el espíritu del capitalismo (1905), donde defendía que la
reforma protestante desencadenada por Martin Lutero a partir de 1517 y
difundida por toda la Europa central y septentrional había contribuido mediante
una serie de valores nuevos a fomentar el avance del capitalismo. Weber se
fijaba especialmente en los valores del
calvinismo (difundido en Inglaterra, Suiza uHolanda), que desarrolló la
doctrina de la predestinación, según la cual los cristianos no podían hacer
nada (ni fe ni buenas obras) para salvarse, ya que todo estaba escrito. Aunque
semejante doctrina podía haber desembocado en cierta pasividad, en realidad se
concretó en:
*exaltar la frugalidad, el trabajo, el orden y la seriedad.
*considerar el éxito en los negocios como una
bendición de Dios (no como
algo sospechoso).
*la idea de que la vida es limitada y no debe malgastarse en frivolidades.
*fomentar la alfabetización para la lectura individual de la Biblia.
*el carácter estrictamente personal de la salvación (individualismo).
Tales valores conformaban una ética cuya finalidad no era el éxito en los
negocios (sino la salvación del alma), pero que a menudo conducía a ello.
El problema de las interpretaciones culturales es que resisten mal el análisis
comparativo: en otras partes del mundo y en
otras épocas hay movimientos religiosos ascéticos o individualistas (el budismo
zen), o curiosidad por las ciencias o laicización del pensamiento (la Grecia antigua, por
ejemplo). Por otro lado, ningún cambio cultural (el afán de lucro calvinista, o
la determinación de los europeos) bastaría para explicar determinados
desarrollos si no es como
causa a su vez de innovaciones (en la navegación, en las instituciones
económicas) que dotan a ciertos pueblos o naciones de los medios materiales
necesarios para el cambio económico.
Los historiadores económicos siempre han tratado de incorporar factores
culturales, sociales o políticos en sus explicaciones de los cambios a largo
plazo. Otra cosaes ponerse de acuerdo en la importancia de estos factores, dada
la dificultad de convertirlos en variables cuantificables e integrarlas en el
razonamiento económico.
sDe dónde sacaban el dinero los Estados europeos? Pues de donde lo sacan todos
los Estados: de su patrimonio (si lo tienen), de impuestos (si pueden) y de préstamos
(si alguien les presta).
Patrimonio: las propiedades de los monarcas habían sido la fuente principal de
sustento de los Estados en la Edad Media, pero no alcanzaban a cubrir los
gastos de la guerra moderna. Así que en algunos casos recurrieron a vender
otros tipos de patrimonio, como
oficios públicos (vendidos masivamente en Francia o Castilla), títulos de
nobleza o privilegios comerciales. Aun así, no alcanzaba: ni siquiera los más
ricos monarcas de la Europa moderna -Austrias y Borbones españoles, que tenían
un 20% de todo lo extraído de las minas americanas- podían pagar con su
patrimonio el coste de los ejércitos, la burocracia y la Corte.
Impuestos: era la fuente principal de ingresos. Desde una perspectiva
estrictamente lógica, lo razonable hubiera sido que los Estados gravasen la
principal fuente de riqueza; es decir, impuestos sobre la propiedad y sobre la
producción agraria. Pero en la mayoría de los países aquella estaba en manos de
los nobles y la Iglesia, las clases dominantes de la sociedad feudal, que se
resistían a la imposición. Por otro lado, en agriculturas atrasadas como eran
buena parte de las europeas, cualquier incremento de la fiscalidad sobre el
producto agrario habría afectado a los terratenientes, que habrían tenido que
renunciara una parte de sus ingresos. En consecuencia, sólo admitieron este
tipo de imposición en casos excepcionales, por lo que no quedaba más remedio
que establecer impuestos indirectos sobre el comercio o el consumo. Esta fue la
solución adoptada por buena parte de los Estados. Impuestos como la alcabala en
Castilla (impuesto del 10 por 100 sobre las compra-ventas), las aides (sobre el
vino, licores, velas, jabón) y gabelas (sobre la sal) en Francia desde fines
del XIV, o los derechos de aduanas, base de la hacienda inglesa, fueron
fórmulas habituales en casi todos los Estados europeos.
Deuda: aunque los impuestos fueron creciendo desde fines del siglo XV, a menudo no alcanzaban para
cubrir el gasto, o no producían los ingresos necesarios en el momento en que se
precisaban. De ahí que de forma creciente se recurriera al endeudamiento, bien
a través de préstamos a corto plazo de banqueros, bien a través de deuda
consolidada. Los préstamos de los banqueros internacionales eran fundamentales
para pagar las guerras en territorios alejados, como
las de los Austrias
españoles por toda Europa en los siglos XVI y XVII. Los banqueros
proporcionaban anticipos urgentes, y además, movían el dinero a plazas alejadas
en una época de comunicaciones difíciles y peligrosas, pero cobraban caros sus
servicios. La alternativa fue la deuda consolidada, títulos parecidos a la
actual deuda pública, que devengaban un interés anual, y con plazos de
amortización muy largos o indefinidos. El pago de los intereses se garantizaba
con lo que se recaudaba de impuestos. En sus inicios, siglos XV y XVI, estos
títulos-como los juros castellanos o las rentes en Francia- gozaron de buena
acogida; sólo Inglaterra demoró su introducción hasta fines del siglo XVII.
Pero a medida que los apuros financieros retrasaban el pago de intereses, se
fue haciendo más difícil colocarlos en los mercados, por lo que desde mediados
del XVI sus tipos de interés crecieron (gráfico 4.1).
Todas estas novedades en materia fiscal y hacendística fueron desarrollándose
en los Estados europeos desde finales del
siglo XV hasta el siglo XVIII. Y más allá de sus efectos contributivos,
tuvieron importantes repercusiones sobre las economías europeas:
a– Los impuestos contribuyeron a la monetización de la economía y la
extensión de los mercados. A diferencia de lo que sucedía con gran parte de la
imposición señorial de la Edad Media, las cargas fiscales de los Estados
Modernos debía pagarse en metálico. Esto forzó a los campesinos a comercializar
sus excedentes o a emplearse como
asalariados, contribuyendo así a la extensión de los mercados.
a– Como
muchos de estos impuestos recaían sobre el comercio y el consumo los Estados
encontraron fuertes incentivos para fomentar y proteger estas actividades. De
este modo, los Estados se preocuparon en ofrecer privilegios a los mercados y
ferias, seguridad en los tráficos, garantías a la propiedad privada, sistemas
unificados de pesos y medidas y, en general, dictando legislación protectora al
comercio y la industria.
a– Los Estados también tuvieron un fuerte incentivo para promover la
explotación colonial, pues los derechos de aduanas, y la misma colonización,
constituían otra fuenteimportante de ingresos. Los monarcas financiaron las
expediciones de descubrimiento y conquista (como hizo la reina Isabel de Castilla con las
de Colón). También establecieron instituciones para el monopolio del comercio
colonial, como la Casa de Contratación española de Sevilla en 1503 o, más
adelante, compañías privilegiadas como la Holandesa de las Indias Orientales
(VOC, por sus siglas en holandés, 1602) o la East India Company (EIC, 1599)
inglesa. Tales medidas son el núcleo del
llamado mercantilismo (ver recuadro).
a– Los préstamos de los banqueros otorgaron a estos primeros
representantes de la burguesía un poder de negociación que aprovecharon para
impulsar la penetración de las reglas de juego capitalista (propiedad privada,
mercados, garantías jurídicas a los negocios).
a– El crecimiento de la deuda consolidada actuó en un sentido parecido.
Los Estados no podían zafarse del
pago de intereses y amortización de capital porque los tenedores de deuda
pertenecían a los sectores sociales más poderosos (comerciantes y financieros,
pero también nobles e instituciones eclesiásticas). De ahí que promovieran un
mayor control del presupuesto, bien por la vía
de la representación política (como
ocurrirá con el Parlamento en Inglaterra sobre todo tras la revolución de
1640), o bien mediante el el nombramiento de funcionarios especializados.
a– El mismo desarrollo de los Estados modernos generó nuevas
oportunidades de negocio. Financieros, contratistas navales o de pertrechos,
arrendadores de impuestos, o comerciantes de compañías monopolistas
constituyeron el sector más rico de lasburguesías nacionales. Los Fugger, Welser
o Spínola sólo fueron la cúspide de un nutrido grupo de banqueros y hombres de
negocios que prosperaron a la sombra de los Estados. En ocasiones acabaron
arruinados; otras veces abandonaron los negocios y, merced al patrimonio acumulado, se integraron
en la aristocracia.
De este modo, el fortalecimiento del Estado moderno en Europa contribuyó por
diversas vías al avance del
capitalismo en una sociedad que aún era predominantemente feudal. Con todo, hay
que hacer algunos matices.
a– En primer lugar, el poder los nuevos Estados no era tan absoluto ni
igual en todas partes de Europa. Los Estados nacientes aún debían negociar con
diversas instancias intermedias (nobles, municipios, iglesias, gremios o
parlamentos), ya que carecían de capacidad para imponer sus decisiones. En
zonas como
Italia o Europa del Este, la formación del Estado nacional encontró obstáculos
insalvables ante el vigor de las ciudades-estado o la nobleza feudal. Polonia,
por ejemplo se convirtió en monarquía electiva en 1572, con un rey elegido por
los nobles.
a– En segundo lugar, también tuvo consecuencias negativas:
o La fiscalidad estatal pudo frenar el crecimiento y castigar las actividades
(comercio y manufacturas) y zonas más dinámicas; las ciudades y los puertos,
más fáciles de controlar, pagaban más impuestos. o La deuda pública funcionó como mecanismo de
redistribución inversa (los impuestos que pagaban los pobres acababan en las
arcas de los ricos), y drenó capitales que podrían haberse invertido en la
producción. o También generó conflictos políticos. Hubo revueltascontra los
impuestos, en ocasiones de gran virulencia y difusión, como las de los croquants franceses en 1636;
las cuestiones fiscales también contribuyeron al estallido de las revoluciones
inglesas de 1642-1689. o A menudo se ha culpado a la presión fiscal estatal,
especialmente en la cuenca
mediterránea, de la crisis del XVII. Aunque la recaudación de las haciendas
públicas creció notablemente en este período, no está claro que significara
siempre una mayor presión fiscal, ya que también lo hicieron la población y la
renta. Las estimaciones para Francia indican que la presión fiscal aumentó a lo
largo del XVI, se moderó temporalmente a comienzos del XVII, y volvió a
remontar abruptamente hasta 1650.
Mercantilismo
Además del crecimiento del
gasto y de los impuestos, los Estados modernos intervinieron a través de otras
políticas económicas, englobadas bajo la etiqueta de mercantilismo. Éste no es
propiamente un programa teórico coherente, sino más bien un conjunto de medidas
diversas, ideas y autores que tratan de dar respuesta a problemas concretos. El
objetivo común era el reforzamiento del
poder estatal a través de la intervención pública sobre la economía. Muchas de
estas medidas no eran sino la aplicación a escala nacional de las adoptadas en
las ciudades medievales para regular la producción o los intercambios, el
comercio o la política de subsistencias. Habitualmente eran respuestas a
situaciones coyunturales, aunque también había rasgos comunes, como
la protección de las manufacturas locales, el fomento del comercio exterior y el logro de una
balanza comercial favorableo la obtención de metales preciosos.
Aunque los mercantilistas también plantearon medidas para la regulación del comercio y la
producción interior (tasas de precios agrarios y salarios), el grueso de sus
preocupaciones se orientó hacia el comercio exterior. De ahí el nombre de
'sistema mercantil” que le dio Adam Smith, del que derivó mercantilismo. Estos esbozos
influyeron en los programas de política económica más elaborados que a partir
de la segunda mitad del
siglo XVII se pusieron en marcha en Inglaterra o en la Francia de Colbert.
La obsesión de los mercantilistas por acumular metales preciosos, llamada en
ocasiones 'bullonismo” (del
inglés bullion, lingote) estaba ligada a la necesidad de afrontar los gastos de
guerra, buena parte de los cuales (sobre todo los pagos a mercenarios) debía
efectuarse en oro o plata. La fórmula para conseguirlo, a falta de colonias
productoras (monopolio de los españoles) era procurar que los flujos de metales
americanos recalaran en el país, y no salieran de él. Para
conseguirlo era prioritario que la balanza comercial fuera favorable
(aportación de Thomas Mun), lo que debía conseguirse fomentando el comercio,
especialmente la exportación de manufacturas, y procurando que los beneficios
de éste no saliesen al exterior. Como
resultado, algunas políticas mercantilistas concretas fueron:
*Altos aranceles para las importaciones de manufacturas (salvo de bienes
intermedios); leyes contra el lujo (que era por definición importado) o
prohibición de exportaciones de productos semielaborados o materias primas.
*Actas de Navegación: aprobadas enInglaterra tras la revolución parlamentaria,
reservan a los navíos ingleses el tráfico desde puertos ingleses. Otros países
adoptan medidas similares.
*Manufacturas reales: grandes fábricas financiadas por el Estado, centradas en
bienes de lujo o pertrechos militares, para evitar tener que importarlos.
*Compañías Comerciales Privilegiadas: con monopolio para comerciar con una
determinada región o producto, especialmente la importación de materias primas
coloniales o productos que luego pudieran reexportarse con beneficio.
*Prohibición de salidas de oro y plata del
país (ineficaces), con la excepción del
comercio con Asia, en el que las exportaciones de plata resultaban muy
rentables (esa fue la política de las compañías de Indias inglesa y holandesa).
4.3. Armas y gérmenes en América (y África)
La expansión europea hacia el Atlántico venía de finales de la Edad Media, y
estaría protagonizada sobre todo por los portugueses y más tarde por los
castellanos. Los avances ya mencionados en navíos e instrumentos de navegación
proporcionaron los medios, pero la atracción de los metales africanos y los beneficios
potenciales de ahorrarse a los intermediarios musulmanes, que controlaban el
comercio de especias, proporcionaron los incentivos necesarios.
Muy escuetamente (la historia está recogida en cualquier manual de historia
general) podemos seguir las expediciones portuguesas hacia el Índico. El
impulso inicial fue proporcionado por el infante Enrique (1394-1460), llamado
justamente el Navegante (nunca llegó a reinar, pero aprovechó su peso en la
familia real portuguesa para promoverempresas de exploración). Desde finales de
la Edad Media Portugal era una nación dedicada a la pesca de altura y el
comercio con el norte de Europa; e incapaz de competir en el Mediterráneo, el
gran eje tradicional del comercio europeo, cuyo dominio se disputaban
navegantes italianos (tras desbancar a los catalanes) y otomanos. De ahí que
aprovechara su situación periférica para buscar rutas alternativas en el
Atlántico. Sobre todo lo que buscaba eran especias de Oriente y oro de África;
especialmente de Ghana.
Éste se había encarecido debido a que el crecimiento económico exigía alimentar
un sistema monetario basado en ese metal, y sólo subsidiariamente en la plata.
Las principales unidades monetarias del
momento -dinares árabes, ducados venecianos, florines florentinos- eran monedas
de oro, algo que sólo se alteraría con la explotación de las minas americanas.
Las especias asiáticas (pimienta, clavo etc.) así como
algunos tintes para tejidos habían nutrido las ramas más prósperas del comercio ultramarino
en la Edad Media. Esos productos tenían una gran demanda para acondicionar
alimentos en una época con limitados sistemas de conservación. Pero, sobre
todo, resultaban atractivas por su elevado valor por unidad de peso. La
búsqueda de una ruta directa hacia el Océano Índico -abierta finalmente con la
expedición de Vasco de Gama- permitía desbancar a los competidores italianos y
ahorrar intermediarios. Los beneficios potenciales eran por tanto
considerables, y de ahí el apoyo de la corona portuguesa -de Enrique el
Navegante a Juan II (1481-1495)- a los viajes de descubrimiento que
sesucedieron en el siglo XV, estableciendo colonias o factorías en la ruta
hacia Asia, que alcanzó en 1498 Vasco de Gama. Nuevas expediciones
posibilitaron llegar a Cantón (China,
en 1518), y establecieron bases comerciales (factorías) a lo largo de la costa
africana y el Índico: Mozambique,
Madagascar, Zanzíbar, Adén o
Goa. El dominio de esta ruta por los
portugueses aún duraría unas décadas. Para su explotación se estableció en
Lisboa una institución, la Casa da Índia (c. 1500), a la que se otorgó el
monopolio del comercio con Oriente, la supervisión de la navegación y el cobro
de los impuestos. Sin embargo, desde finales del
siglo XVI, holandeses e ingleses fueron ganando a Portugal la pugna por el control de
estos tráficos. El pionero fue perdiendo peso frente a los competidores recién
llegados, pero más eficaces en la navegación y la guerra.
Mucha mejor fortuna tuvieron los castellanos, incorporados más tarde a las
expediciones atlánticas, pero a quienes les salió bien la apuesta de Isabel la
Católica por Colón. El viaje resultó tan arriesgado que el mismo Colón tuvo que
ocultar a su tripulación los datos reales de navegación. In extremis, la
expedición tocó tierra el 12 de octubre de 1492, y tras un breve periplo por La
Española y Cuba, regreso a Lisboa en marzo de 1493. Con todo, no puede
afirmarse que la incorporación de Castilla a esta carrera atlántica fuera
meramente casual; ya desde fines del
siglo XIV venían promoviéndose expediciones de pesca o comercio hacia las
costas africanas. La conquista de las islas Canarias formaba parte del mismo proyecto,
impulsado por lacorona.
La historia de la conquista y colonización de América tiene mucho de
sorprendente, dado que el número de los conquistadores y su capacidad militar
era casi ridículo en comparación con las fuerzas a que se enfrentaron. Hernán
Cortés estuvo acompañado de unos 400 españoles cuando conquistó el imperio
azteca en 1521 (aunque reclutó miles de indígenas de otras tribus). A Francisco
de Pizarro le bastaron algo más de un centenar de soldados para capturar al
inca Atahualpa y dar un golpe de muerte al imperio. En los dos casos los
españoles aprovecharon la existencia de enemistades abiertas entre la población
indígena; e hicieron valer su superioridad militar (corazas y armas de acero,
caballos y perros domesticados, arcabuces y artillería), la ignorancia de los
indios sobre quiénes eran aquellos extraños forasteros. A medio plazo, se
beneficiaron de la mortandad provocada por los gérmenes que acompañaban a los
conquistadores, convertidos en “aliados biológicos”. La viruela, sobre todo, el
sarampión, la gripe, el tifus y otros patógenos con los que los eurasiáticos y
africanos llevaban milenios conviviendo, hasta el punto de haberse convertido
en enfermedades de la infancia para las que estaban relativamente inmunizados,
diezmaron literalmente la población indígena. El empleo de indígenas como trabajadores
forzados en minas y plantaciones remató la catástrofe. Se calcula que entre
1492 y 1650 la población amerindia se redujo entre un 50 y un 90 por 100. Por
ejemplo, se estima que en 1532 México contaba con más de 16 millones de
habitantes, de los que en 1602 sólo quedaban poco másde un millón. A cambio,
América sólo exportó un patógeno que complicaría la vida a los europeos hasta
el siglo XX: la sífilis.
Imperios americanos: Incas y Aztecas Los españoles se enfrentaron a su llegada
a América a dos imperios poderosos, aunque de reciente aparición.
Los aztecas, dirigidos por un rey-sumo sacerdote (Moctezuma a la llegada de
Cortés) eran un pueblo guerrero que dominó mediante el terror el valle de
México desde 1428, y desde ahí buena parte de Centroamérica. Los pueblos
sometidos al imperio pagaban tributos en especie (alimentos, oro y piedras
preciosas, cueros) y en hombres, muchos de los cuales eran destinados a
sacrificios rituales. Disponían de una agricultura de irrigación muy productiva
(heredada de otros pobladores anteriores), basada en el maíz. Habían sido
capaces de construir una gran capital (Tenochitlán), con cerca de cuarto de
millón de habitantes, y acumular grandes tesoros de oro y plata. Carecían de
animales de tiro y su escritura jeroglífica era bastante tosca, tenían ciertos
conocimientos astronómicos y, sobre todo, una notable especialización militar.
Por su parte, el imperio inca había alcanzado una gran extensión -unos
4.000 kilómetros de largo, desde Quito a Santiago de Chile- basado en la
asimilación de los pueblos conquistados, que eran obligados a adoptar el idioma
quechua y el culto al Sol. Desconocían la rueda y la navegación de cabotaje, la
escritura (que sustituían con un sistema de anotación mediante nudos) y, como
los aztecas, tampoco disponían de animales domésticos de tiro (sólo llamas y
alpacas, para lana y transporte).Tampoco tenían propiedad privada ni
practicaban el comercio (por lo que carecían de moneda). Al igual que los
aztecas, eran un pueblo guerrero, dirigido por un rey-sacerdote, que habían
conseguido convertir en tributarios a otros pueblos indígenas. El imperio
estaba comunicado por una densa red de caminos empedrados recorridos de forma
continua por mensajeros imperiales a pie. Como
los aztecas, tenían ciudades monumentales de piedra (Cuzco,
Cajamarca, Callao), con grandes templos,
murallas y edificios públicos, incluso en lugares tan inaccesibles como Machu-Pichu. Cuando
arribó Pizarro, salían de una cruenta guerra civil.
A diferencia de las expediciones portuguesas hacia África y Asia, que se
basaban en el establecimiento de fortalezas y colonias comerciales con escasa
penetración territorial, Castilla (no España, ya que inicialmente la corona de
Aragón quedó excluida de la empresa) optó por una política de conquista y
ocupación de los territorios. Para ello
estableció su dominio territorial con fuerzas y fortalezas militares, nuevos
núcleos urbanos, y una política de conversión religiosa y, más adelante,
castellanización de la población indígena. Se crearon nuevas instituciones de
gobierno, como los virreinatos; inicialmente dos, el de Nueva España al norte del
istmo centroamericano, y el de Perú al sur. Asimismo se aprobó una legislación
específica para los nuevos territorios, las Leyes de Indias.
La explotación de las tierras recién conquistadas resultó difícil, dado el
escaso número de conquistadores, la tremenda mortandad de la población
indígena, y los problemas derivados dela enormidad de los territorios y la
diversidad cultural de los pobladores indígenas. Por ello, la economía de la
América española se basó en tres pilares: una agricultura de subsistencia
llevada a cabo por los indígenas, basada en los aprovechamientos tradicionales
(maíz, batata); una ganadería extensiva de las especies introducidas por los
europeos (equinos y bóvidos, sobre todo); y la minería de la plata.
Ésta última fue la clave de la economía colonial. En una primera etapa los
españoles pudieron apropiarse de los tesoros acumulados por los imperios
indígenas, básicamente formados por objetos de oro. Tras el saqueo, esta
'fuente” de oro se secó, como lo hicieron los yacimientos áureos en las
Antillas; En realidad, la verdadera riada de metales preciosos fue de plata,
llegó tras 1550 y se basó en el descubrimiento y explotación de nuevas minas.
Fundamentalmente dos: Potosí (actual Bolivia) tras 1545, y poco después,
Zacatecas (México). La producción total de estas minas (y sobre todo la
primera) significó un auténtico torrente de
plata sobre Europa; aunque buena parte de ella acabó marchando hacia Asia para saldar los déficits comerciales.
La minería de la plata
era muy intensiva en mano de obra. Entre otros motivos, porque la supervivencia
de los mineros era reducida. El trabajo en la mina era duro y arriesgado; no
sólo por la propia excavación, sino también porque la obtención de la plata
empleaba un procedimiento muy insalubre, la amalgama con mercurio, un metal
sumamente tóxico. Casualmente, los españoles contaban con una provisión
abundante de este metal. En Almadén,Ciudad
Real, estaban las principales minas de mercurio de
Europa; y, además, encontraron otras en Huancavelica, Perú. La peligrosidad e
insalubridad del proceso de extracción de mineral de plata, y de la misma
plata, llevó a los españoles a imponer una sistema de reclutamiento forzoso de
trabajo, los repartimientos, que tenían sus orígenes en una institución inca,
la mita. Básicamente consistía en que cada pueblo era obligado a aportar un
determinado número de jóvenes, y durante cierto tiempo, para el trabajo en las
minas. Por lo demás, los repartimientos también fueron empleados en otras
actividades económicas.
Un problema semejante de falta de mano de obra se planteó en las plantaciones,
pero se le dio una solución distinta: se recurrió a mano de obra esclava
procedente de África (abriendo así otra vía de beneficio en el comercio
colonial). De todos modos, la economía de plantación no fue característica de
la América española hasta el siglo XVIII (no así en el Brasil portugués o del
Haití francés, donde arraigó antes). La estructura de explotación agrícola
característica de los virreinatos españoles fue la encomienda, que venía a
reproducir en América el modelo feudal europeo.
El encomendero, un conquistador español o su descendiente, asumía un papel
equivalente al del
señor feudal, aunque con ciertos matices. A cambio de su protección y del adoctrinamiento
religioso, los indígenas debían entregarle una renta en especie o, con mucha
más frecuencia, realizar trabajos para él. En definitiva, la encomienda venía a
ser otra forma de trabajo forzoso en beneficio de los
conquistadores,justificada por la Iglesia como
instrumento de evangelización de los indígenas.
En Castilla la explotación económica de América se organizó mediante el
monopolio de la Casa de Contratación de Sevilla, establecida en 1503 sobre el
modelo de la portuguesa Casa da Índia. El doble monopolio -sólo Sevilla y sólo
los súbditos castellanos podían comerciar con Indias- perduró hasta el siglo
XVIII, aunque puesto en solfa por el fraude, el contrabando y la piratería. La
Casa organizaba los convoyes anuales a América (flotas y galeones), cobraba la
parte correspondiente al rey de las remesas de metales (un quinto de todo lo
producido; el llamado Quinto Real) y otros aranceles y derechos sobre las
mercancías. También se ocupaba de la formación de los pilotos y el registro de
cartas náuticas y mapas. Sin embargo, desde muy pronto se fue reduciendo la
proporción de productos castellanos exportados a las Indias en favor de los procedentes
de otras naciones de Europa, sobre todo del Norte. En todo esto, el
contrabando, ampliamente tolerado por las autoridades locales americanas, jugó
un papel fundamental.